21 Días (Parte 3).
Veintiún días, veintiún días para que toda esta historia de desarrollara, una ligero romance que se formaba dentro del circulo infernal que los rodeaba, Camus no veía la ligereza con la que tomaba las cosas de la vida y las aceptaba como su hubiese esperado por ellas.
Mirando de cerca su rostro, acostumbrado a su nuevo yo, acariciando las puntas de su cabello pensando en que haría una vez que estuviera por momentos "libre" de la "manipulación" de su trato con Hades, dependiera del lugar donde fuese enviado podría pensarlo, como le hubiera gustado haberle sacado ese información antes de caer rendido en sus brazos, sus manos cayeron en sus mejillas coloradas, había sonreído como un idiota pro recordar ese momento.
Pero no se juzgo así mismo por sentirse diferente, solo se dejo llevar por ese momento.
Todo estaba listo para su partida, Camus no tenia idea de donde había salido tanta ropa, menos la joyería que lo acompañaba, lujos que solo le fueron ofrecidos como un presente mas, las sacerdotisas le dijeron que su imagen siempre debía lucir poderoso e imponente ante los súbditos del Señor Hades, que el uso de todas ellas hacían resaltar su piel y sus atributos mas encantadores. Camus no necesitaba nada de eso, pero solo accedía por no despreciar a las mujeres de velo negro, lo atendían con notable entusiasmo, sin perder su toque elegante y sombrío. Eran generosas.
── Joven amo, esta hermosa gargantilla puede ser sencilla pero su joya es muy hermosa. Por favor, permítame ponérsela. -Dijo una de ellas caminando donde estaba sentado, la emoción de su voz era esperanzadora. Ellas tal parecían ser felices, ahí, justo donde el no pensó que eso fue posible.
La felicidad no depende de donde estés, depende de como te sientes.
── Joven amo, debería ponerse este chaqué . Su color de cabello combina con este púrpura de Tiro, ademas es adecuado por estas fechas del año allá en Nimes, sus inviernos son largos, fríos y ventosos. Las épocas de verano no son tan largas.
Volver a Francia lo hacia sentir nostalgia, no es como si su vida allá hubiese sido la de un cuento, Camus no recordaba exactamente eso, pero sabe que tuvo personas que lo amaron y protegieron, volver siquiera a tocar esas tierras lo llenaba de emoción. Aun si Nimes no fuese su lugar de origen, era un lugar bellisimo lleno de historia y arquitectura, cosas que le gustaba, ver los detalles de viejos templo y el coliseo.
Sonaba como si fuese a ir de vacaciones, lo cierto era que solo iba para protegerse, solo las siempre fieles monjas que lo acompañan, Leónidas y por supuesto Hades eran los únicos que estaban al tanto de su destino. Por su propia seguridad era mejor de ese modo.
Los jueces en cambio, estaban descontentos con que su Señor desconfiara de esa manera en ellos, quienes siempre le fueron tan leales sin faltarle el respeto ni una vez, pero desde que Camus llego, se preguntaban porque protegía con tanta cautela a ese enclenque caballero. Ese trato especial era desubicado, al menos desde un punto de vista ético para los espectros que estaban mas que claros en que su Señor pese a ser un ser justo y piadoso, no había un motivo mas para ello.
Radamanthys expresaba este descontento mas que ninguno de los tres, Aiacos se sentía rebajado e indignado de ello, por ultimo Minos que claramente le molestaba no estar al tanto de las cosas, no guardaba una vista desagradable de Camus, ha decir verdad le restaba poca importancia. Los jueces se habían reunido en medio del infierno para debatir de ese tema, no estaba bien actuar a espaldas de Hades, ellos lo sabían mejor y conocían los riesgos, pero esto ya era algo que concernía a todo habitante del infierno. Cómo era de esperarse mandaron a sus hombres a hacer el trabajo por ellos, ninguno iba a jugársela, no por temor, sino por estrategia, usando aquellos que tomaran los turnos de vigilar la habitación de Camus por largos cinco días sin obtener respuesta.
── El Señor Hades ha concedido el permiso de que ese muchacho se vaya con él, cómo lo sospechaba, parecen estar aliados por algún interés en particular. -Dijo Aiacos cruzándose de brazos mirando con desprecio el suelo. Cada vez eran mas incógnitas que lo dejaban ansioso de cerrar. Radamanthys bufó ante la noticia. La única que habían conseguido en esos en esos escasos días, no era muy útil, pero al menos sabían que Camus contaba con un aliado.
── Tenía razón en desconfiar de esos dos, Raimi los ha mantenido vigilados desde hace un tiempo, pero cómo fue tan estúpido de dejarse en evidencia sólo basto una miserable descuido para que empezarán a ser más precavidos.
── Soy indiferente a esto, no entiendo porque ustedes dos están tan empeñados en descubrir cosas de Camus. Sólo es otra alma del montón que cayó aquí por sus pecados en vida. -Minos lanzó una sonrisa a sus hermanos, estaba seguro que su falta de interés los pondría a hacer rabietas, pero estos nada más le dedicaban ojos llenos de desprecio. Estaban hartos de ello.
── Minos, ¿No será que eres indulgente a esto por ese caballero?. -Radamanthys fue el primero en atacarlo verbalmente, Minos preguntó; ¿Qué tendría yo que ver con ese hombre?. Pero era demasiado largo para decir, entonces lo resumió en una simple inclinación de cabeza, muy pequeña, pero era claro que se hacia el tonto.
──¿Por qué debería importarme el amante de Nuestro Señor?. -Radamanthys arrugó su rostro ante la palabra amante.
──¡No te hagas idiota Minos!. No estoy hablando de Camus, estoy hablando de ese caballero. Aquel que te mató en la primera guerra santa.
Siquiera antes de poder decir su maldito nombre Minos lo miraba con sus ojos amenazantes y su sonrisa ludibrio desvaneció entre un aura llena de enojo, Aiacos no esperaba menos de ambos, atacándose por la espalda en dónde más le dolía a uno. Y sería el quién los detuviera.
── Radamanthys,ni siquiera digas su nombre con tu asquerosa boca. Eso es algo que no estoy dispuesto a tolerarlo. Quedas advertido.
Y así Minos se fue dejando a sus dos compañeros con las palabras en su boca, podría permitir que Radamanthys, en sus comportamientos primitivos y bajos le hablara cómo el quisiera, pero nunca permitiría que dijera el nombre de Albafica para hacerlo recordar aquel momento, en dónde él, un juez del infierno, unos de los espectros más fuerte de los 108 espectros del infierno, fiel y devoto a Hades, estuvo sufriendo por la perdida de aquel que fue su enemigo, su verdugo, y su victima. Jamás supo si Albafica sentía algo más que odio por él, y murió sin descubrirlo, solo dejando cómo recuerdo la rosa clavada en su pecho. Aiacos se sentía orgulloso de no caer en algo tan vil cómo el amor, ve a tantos morir por ese horrible sentimiento que lo considera abominable, y ahora contempla eso en sus hermanos. Radamanthys no estaba en posición a opinar respecto a la relación que su Señor tenía con Camus.
Pero el pasado era pasado, no tenia porque ponerse tan sentimental. Minos fue capaz de recapacitar el de sus acciones, y si, se había molestado por un humano, pero no era cualquiera, quizá eso era lo que mas le ardía en el pecho, que fuese un momento y su peor punto débil.
── Ese imbécil. Ya comprendo porque el Señor Hades nos mantiene alejados de este asunto. Radamanthys puede ser un problema para su dichoso juguete, bueno no puedo culpar a ese tal Camus de tener sus precauciones con las demás. Jeje, una sabia decisión.
Todo estaba preparado para su viaje a su país de origen, Camus casi podía escuchar las voces de miles de personas caminando a su alrededor, el sol brillante golpeando gentilmente su piel pálida de muerto en vida, el sonido del viento y sus cantos ocultos en ellos, la emoción le carcomía aunque por dentro su corazón siguiera en esa lucha interna si abandonar a Hades o no, por mucho que quería salir, sentía que cargaba con una responsabilidad.
── Maestro Camus, estamos listos. El carruaje esta esperando por nosotros-Leónidas tan servicial miraba con fascinación el aspecto del pelirrojo, nada comparado con aquel muchacho de túnicas funerales, podía sentir la magnificencia y la clase alta alrededor de su cuerpo, su porte y postura, para él era un honor permanecer al lado de tan hermoso ser. Ofreciendo una sonrisa, los ojos de Camus eran tan brillantes como las joyas.- ── Lo veo muy entusiasmado, me alivia saber que pueda salir de este sitio. Casi no se le veía con ese resplandor.
── Bueno Leónidas, no es cómo si en mi pasado fuese muy sonriente. -Dijo mientras cubría su boca que traicionaba su semblante serio y neutral, pero había tomado un punto clave, estaba cambiando mucho.- ── Es algo nuevo para mi también.
── No debe sentirse avergonzado, esto le trae felicidad genuina, podría olvidarse de su orgullo y comenzar de nuevo aun por unos cuantos días.
Mas que ser un inicio, Camus lo sentía como salir de una etapa oscura para pasar a una menos miserable, era parte del crecimiento espiritual.
A la salida donde el transporte los esperaba y dos sacerdotisas que lo saludaron con una reverencia, y para su sorpresa, Hades las acompañaba sin portar aquella enorme túnica que lo hacia verse tan grande e imponente, sus vestimentas seguian representando su espíritu misterioso y obscuro, mas eran menos extravagantes cambiando a las de un noble. Camus no pudo despegar sus ojos llenos de asombro de tal hombre, atractivo y vestido como todo un caballero.
Camus lo observaba incrédulo, llevando una mano a su cara verificando si sus sentidos no lo habían traicionado.
── Hades, ¿realmente es usted?.
Sus palabras salían por si solas sin consciencia de las personas que los rodeaban y arqueaban las cejas por la manera tan familiar en la que Camus había llamado a su alteza, las sacerdotisas susurraron con un tono enérgico, y su pupilo solo volteaba la vista fingiendo no escuchar nada, pero por dentro, quería reírse del rostro de Camus cuando este se percato de su atrevimiento. Hades en otro momento lo hubiese destajado por su atrevimiento, en otro tiempo.
En su frío corazón yacía la felicidad, pero también pequeñas pizcas de duda, no quería dejarlo ir así de fácil, el le pertenecía después de todo, su alma era suya, ¿no era ese suficiente derecho ya?. ¿Que era tan especial en la tierra para querer estar rodeado de humanos llenos egolatría?.
Hades deseaba saberlo, desde hace mucho tiempo quiso comprender que había haya arriba que tanto protegían Athena y sus caballeros, que era el mundo humano aparte de sucias sabandijas.
Sus pies se movieron por si solos hasta quedarse frente a frente con Camus,Acuario aun no podía afrontar ver vestido a Hades con otra cosa que no fuese su túnica habitual, la ropa normal lo hacia verse mucho mas alto, resaltaba gran parte de su cuerpo tan fornido y varonil, su pecho y rostros ardían de pena, no era capaz de verlo directamente, las anchura de sus hombros y su perfecto cuello blanco, Camus se sentía muy intimidado y ansioso.
──¿Qué ocurre?. ¿Tengo algo en la cara?. -Aunque su expresión no cámbiese y el tono de voz que usaba era neutral, era muy obvio deducir que esa cuestión no era meramente por ser contestada, una forma de burlarse de la actitud infantil del caballero.
── Para nada. -Una respuesta seca y apresurada. Y la mente con frases que pudieran describir su actitud.- ── Estoy sorprendido de verlo vestido así, eso es todo. No esperaba que fuera tan...Mejor olvidelo, no es gran cosa.
Hades rió en voz baja, era claro que estaba nervioso, después de todo era una persona "sin sentimientos y elocuente". No hay nada mas chistoso para Hades cuando a Camus se le cae su perfecto teatro como hombre de hielo.
Este pequeño intercambio de palabras no duro por mucho, cuando una de las mujeres termino de subir la ultima maleta con ayuda de su compañera, dieron aviso a su partida.
── Señor Hades, Joven amo. Estamos listos. -Anunciaron con una reverencia. Camus estaba por irse, hasta que el propio Hades lo detuvo en su camino.
── Camus, quiero darte una ultima cosa antes de tu partida, es un objeto muy importante, por lo que debes cuidarlo y prometerme que jamas lo perderás. -Su palma derecha fue cubriéndose de un brillo blanco, un cosmos celestial que se transformo en una medalla de oro blanco, con una estrella encerrada en un circulo con las palabras grabadas en dorado "Yours Ever".
──¿Qué es esta medalla?. -Camus contemplaba el artefacto, y las energías que esta emanaba pese a ser tan pequeño y aparentemente frágil.- ── Nunca había visto algo como esto.
── No es una medalla cualquiera de eso puedes estar seguro. -Dijo el Dios mientras el caballero acomodaba su cabellera mientras Hades con mucha delicadeza le ponía el collar en su blanquecino cuello, rozando con sus yemas al caballero que hundía su rostro, era una escenario bizarro, mas no perdía el encanto entre ellos, el pelirrojo tomo la joya en con sus manos, el grabado le era raro, ¿que tramaba Hades con eso?.- ── Este medallón con la leyenda escrita en el, puede localizar en cualquier parte del mundo a la persona que le corresponde ser huésped mio en cada era, lo uso una vez el joven de Andrómeda, pero ahora lo llevaras puesto a donde quiera que vayas, de esa manera si lo que sea que esta detrás tuyo intenta atacarte la medalla inmediatamente contactara conmigo.
Acuario miro con asombro la medalla, cualquiera pensaría que no es mas un lujo pero el cosmos que emanaba era genuino, como si esta estuviera con vida propia, a diferencia de las energías demoníacas de todo lo que los rodeaba, incluso los caballos negros impacientes por irse, el collar era de esencia pura.
── Comprendo, es momento de irnos, Leónidas ve tu primero.
Cuando su pupilo subió al carruaje, nuevamente Camus se dirigió donde su señor, Hades lo miraba como si este fuese a irse lejos de su lado, aunque era imposible, ya que el collar también era una señal que su cuerpo y alama le eran pertenecientes, pero no era lo mismo si no estaba cerca para tocarlo, aunque a este punto crucial de la historia, no le importaba sino lograba hacer que Camus se entregara físicamente a él.
Deseaba que el alma de ese muchacho se abriera para él. Pero bien, no es algo que admitiría y menos pensaría, no, esto era un deseo de su negro corazón.
── Señor Hades.
Como Camus era pequeño a la par de Hades, le fue un poco difícil llegar a su cara, con sus manos de seda y el delicioso sabor de sus labios humectados, Camus se despidió de aquel hombre siniestro con un beso de aquellos que decían "Volveré pronto", aquellos para los amantes que debían irse lejos del uno al otro, de esos que no se le daban a cualquiera y que por tanto tiempo han sido un sello de amor, pero no para ellos, ese beso mas que ser el sello de algo era la promesa de un regreso. Si, Camus quería irse de ese infierno, pero al mismo tiempo quería quedarse, porque sabia que en la tierra estaría perdido sin saber a quien acudir, y Hades le habría brindado, tal vez no de la mejor manera, un sitio por el cual pasar cuando se sentía en la peor de las miserias, conforme con lo que tenia.
Hades estaba conmocionado, y en sus ojos verdosos que exclamaban sorpresa por ese acto, inmovilizado por ese mortal, que rodeaba con sus brazos su cuello y el ponía una mano en su cintura, y la otra en su cabeza mientras terminaban su beso, ese agarre era crucial, porque era una manera de decir "te tengo", para marcar su territorio, siendo Hades un ser autoritario.
Camus al separarse el lo miro fijamente, una mirada perdida, Hades juraba que en ese momento solo ellos dos eran inconscientes de las personas que los observaban haciendo un acto penoso, pero realmente, poco importaba si eran seres que el mismo consideraba de cierta manera inferiores a el.
Así que eso era perderse en el universo, había olvidado como se sentía.
Ya en dentro del vehículo, Camus no solo fue acompañado con Bennu para su mayor protección, también dos monjas oscuras de, por así decirlo, mayor rango que las demás serian sus sirvientes y protectoras, Bennu todavía no completaba su entrenamiento, y debían esperar un tiempo para que se acostumbrara a lidiar con el cosmos de la Sapuri por lo tanto la asistencias de las sacerdotisas era mas una precaución que una necesidad, si, el era muy talentoso, pero también fueron advertidos que la armadura llegaba a poseer personas inestables, Leónidas era un muchacho tranquilo al menos con Camus, pero sus ataques de ira no eran algo discutible.
Ataques de ira en contra de sus mismos compañeros, si bien, idiotas con rangos supuestamente mayores que intentaban intimidarlo por su joven edad, pero para Leónidas eso no funcionaba, al contrario lo irritaba, y bueno, las desgracias pasaban solas.
Bueno, eso ahora era lo de menos que preocuparse, no le gusto causar una escena delante del muchacho y las damas, pero fue una despedida grata para el, bien, mientras ninguno de ellos comenzara a preguntar su orgullo no estaba del todo manchado, ¿verdad?.
¿Verdad?.
──¿Por que fue el be- -Leónidas no tuvo ni chances de terminar cuando Camus ya se había puesto igual de arisco que una gato. Completamente a la defensiva.
── Leónidas, no voy a tocar ese asunto. Así que les pido a todos que hagan como si nunca paso nada.
Si, Camus no se reconocía así mismo como tal, y en parte le gustaba.
Leónidas solo lo observo en silencio, mirando desde el rabillo del ojo de Camus nuevamente el brillo de la esperanza dentro suyo, ese brillo que hacia verlo mas hermoso y angelical, aunque fuese un demonio de hielo por fuera, su corazón era tibio, Leónidas estaba contento con que Camus finalmente olvidara al hombre que lo hizo sufrir tanto, y un poco celoso.
Eso seguro se le pasaría.
── Entonces eres un familiar de Milo, no creí que tuviera algún conocido fuera del Santuario. -Dijo Seiya oyendo atentamente los relatos de la niña, que eran simplemente fascinantes, ella decía desde muy pequeña viajaba por todos lados y encontrar cosas maravillosas, Seiya no sabia si eran cuentos o alguna verdad disfrazada a medias, pero era fascinante como ella le decía palabras difíciles de pronunciar o sitios y relatos al pie de la letra. Estaban a un pie de Capricornio.- ──¿Y como te llamas a todo esto?.
── Me llamo Odeth. Es un gusto Seiya de Pegaso.
──Sabes para ser un pariente de Milo, eres bastante dulce y tierna. Y aparte veo también que eres muy devota a Athena. Me sorprende a tu edad, cuando era pequeño lo único que quería era jugar y corretear por ahí para evitar mis entrenamientos.
Tal vez los recuerdos con Marin eran lo mas cercanos a una infancia normal, pues la pelirroja tenia mucho porte de madre con el, Odeth no estaba enterada lo suficiente con los santos de bronce. Pero el recuerdo de Mitsumasa Kido siempre lo tendría consigo, un hombre con vibras extrañas, y mas de cien hijos en el mundo, en el momento del asesinato de Aioros que ese hombre estuviera vagando por el recinto sagrado era algo...Extraño, una coincidencia no tan casual.
Los santos de bronce para Odeth no eran todo un misterio, mas sus personalidades le eran indiferentes. Al menos por el momento.
De repente el bebe comenzó a llorar de la nada, cosa que alerto a ambos,Seiya no sabia que hacer lógicamente el jamas tuvo que cuidar de uno, en cambio, Odeth sabia que ese llanto no significaba nada bueno, porque no era un llanto pidiendo un cambio de pañal o comida, era un llanto similar al que ella escucho la primera vez que lo encontró, un llanto de auxilio. Sus ojos lentamente fueron directo al cielo, donde aprecio dos ráfagas caer de picadas, y detrás de estas dos mas que chocaban con la tierra, un estruendoso ruido alerto a cada habitante de dicho recinto.
──¡¿Qué fue eso?!. -Dijeron ambos mirando a la dirección por donde provenía el ruido, hubo una calma momentánea, Odeth se aferro a Seiya, levanto la mirada, habían lineas en el cielo que indicaban el descenso.
Tan rápido como un trueno al caer, fueron sorprendidos de golpe aparentemente por un soldado que vestía con una armadura brillante tan blancas que segaban al portador de esta misma, quien iba tanto en contra del caballero como de los dos infantes, Seiya actuó antes que el puño del atacante les llegara a ambos agarrando a ambos niños y cubriéndolos con su propio cuerpo.
──¿Quien eres?. ¿Porque nos atacas tan de repente?. -Seiya mantenía la distancia del enemigo, aunque este parecía no acercarse mas y solo mirarlos con indiferencia, Odeth inmediatamente se alarmo, porque no estaban delante de cualquier enemigo.
──"Esos son los sirvientes de Deméter, si ellos están aquí lo mas probable es que Perséfone no pudo detener a la loca de su madre. Mierda , mierda, mierda!.". -Odeth no podía hacer mas que apretar los puños con impotencia, Seiya era fuerte, pero desconocía la fuerza del enemigo, seria tediosos de su parte decir que Seiya no tenia oportunidad. Claro que la tenia, pero no con ellos estorbando su camino.
── Caballero de Athena, te exijo que te alejes de mi camino sino quieres una pelea innecesaria aquí mismo, tu, entrégame a ese niño de inmediato. -Por el tono de su voz sabían que no era una orden, Seiya se negó al instante antes de lanzar su primer ataque.
Odeth sabia que esto tarde o temprano iba a ocurrir, pero no creyó que los extremos de esa mujer por llevarse a su hija solo por unos días la hiciera querer destruir el santuario y aplicar un castigo tan severo como despertar a deidades como Despena. Justo como lo pensó, Seiya no era tan prudente al lanzar su meteoro, por lo que aprovecho para correr de ahí, no podía usar su forma adulta porque eso seria perder, si Deméter se daba cuenta que ella estaba ahí entonces no podría cargar mas con el niño. Y transformarse delante de todos solo seria mas y mas problemas.
Pero todo fue una trampa, tres mas de ellos salieron de la nada, dos mujeres y un hombre, y contando con el sujeto que peleaba con Seiya, indicaban cuatro problemas.
Estaba una mujer de cabello azul oscuro corto que la apuntaba sin piedad con una lanza, el niño seguía llorando, siendo evidente del ambiente hostil y el peligro de la situación. Odeth estaba renuente en usar sus ataques porque sabia que si ellos iniciaban una pelea en su contra no podría proteger al niño de sus manos. Se lo quitarían en un instante.
── Entregarnos al bebe o de lo contrario destruiremos el recinto con todos sus habitantes en el.
Odeth sabia que no eran amenazas vacías, su cabeza no podía pensar algún plan de escapa donde no tuviera que recurrir sus poderes, a menos que usara la sangre contaminada de Medusa en su brazo izquierdo, podría tirársela encima al enemigo y este se paralizaría por el dolor de recibirla, solo necesitaba unas cuantas gotas y el momento perfecto.
Entonces, una flecha dorada interrumpió el momento de tensión entre el infante y los intrusos, Aioros de Sagitario quien había sentido ese cosmos tan agresivo desde la larga distancia, vino en compañía de Shura, DeathMask y por supuesto, Afrodita quien dejo de lado sus asuntos para detener al enemigo con valor.
Los siguientes instantes fueron de miradas agresivas y terribles choques cósmicos en el aire que indicaban una nueva guerra, el inicio de la primera batalla.
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