xvi. not my problem
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11 de junio, 2007
Balneario, Isla de Circe
Lara se dejó bañar como si fuera una niña, todo lo que la había molestado antes. Se sentía muy limpia cuando salió del agua con pétalos de rosas que había olido genial. Sin embargo la hicieron meterse en una segunda bañera, en vez de agua era leche.
—¿De qué animal es? —Preguntó mientras la chica cogía un cubo y lo vaciaba sobre su cabeza, solo en su pelo.
Se dejó lavar y secarse. Había un montón de cremas y lociones que la había puesto, la habían enfundado en un albornoz y puesto una mascarilla en la cara junto a unos pepinos. Luego sintió como cogían sus manos para empezar a quitar pellejos y cortarle las uñas.
—¿Cómo las quieres pintadas? —Lara lo pensó un momento.
—No lo sé, ¿como se puede?
Annabeth estaba en otra habitación con Hylla, la chica que estaba con ella no sabía como se llamaba.
—En acabado perlado, mate, uñas francesas, con dibujos, francesas con líneas doradas, como cuarzo, simples, mármol blanco —la chica siguió diciendo un sin fin de posibilidades, pero de todas solo se había quedado con un nombre.
—Las de mármol blanco están bien —comentó interrumpiendo a la chica. Solo se acordaba de ese nombre porque la parecía estúpido, ¿qué clase de nombre era ese?
Finalmente terminaron la tortura de sus manos, la quitaron las rodajas de pepino de los ojos y limpiaron su cara. La chica era guapísima. Tenía un rico cabello liso de color cobrizo, grandes ojos verde azulado claro y algunas pecas en la nariz y las mejillas, así como algunas en las manos.
Era como perfecta.
Comenzó entonces con el tratamiento de su pelo, tardó un rato con ello y cuando terminó no había sentido su pelo así de suave en la vida. Estaba sedoso y brillante, con todas sus ondas, justo cuando la chica iba a trenzar pequeños hilos dorados sobre su pelo decidió hablar.
—¿Puedes cortarme el pelo antes de eso? —La chica se sorprendió ante su pregunta pero asintió, cortando según le indicaba Lara.
Finalmente trenzó los hilos dorados y le extendió un vestido blanco igual que el de C. C. iba a estar guapísima así vestida. Y estaba bien emocionada. Finalmente la aplicó algo de sombra dorada en los párpados y algo que llamó iluminador en sus pómulos y punta de la nariz, junto de mascara de pestañas. Cuando se miró al espejo no podía reconocerse.
La chica la llevó de vuelta a la sala donde estaban Annabeth y C. C. la rubia estaba guapísima, no es que no lo fuera de normal, pero los rizos dorados resplandecían por los tratamientos y los hilos dorados, el vestido mostraba su piel bronceada y sus ojos grises parecían brillar, quizá era la sombra de ojos.
—Wow —murmuró antes de que pudiera evitarlo.
—Estás increíble, Lara —ella sonrió, complacida, mientras buscaba la mirada de la dama.
Entonces la mujer volvió a entablar la conversación de antes.
—Quédate conmigo —le decía C. C. a Annabeth—. Estudia conmigo. Puedes unirte a nuestro equipo,convertirte en hechicera, aprender a dominar la voluntad de los demás. ¡Te volverás inmortal!
—Pero...
—Eres demasiado inteligente, querida. Demasiado para confiar en ese estúpido campamento parahéroes. Dime, ¿cuántas grandes heroínas mestizas serías capaz de enumerar?
—Bueno... Atalanta, Amelia Earhart...
—¡Bah! Son los hombres los que se llevan siempre toda la gloria —Apretó el puño y extinguió aquellallama mágica—. El único camino que les queda a las mujeres para adquirir poder es la hechicería.¡Medea y Calipso son ahora muy poderosas! Y yo, desde luego. La más grande de todas.
—Usted... ¡C. C. es Circe!
—Sí, querida.
Annabeth retrocedió y Circe se echó a reír.
—No temas. No voy a hacerte ningún daño.
—¿Qué le ha hecho a Percy?
—Sólo ayudarlo a encontrar su auténtica forma. ¡Olvídalo! —dijo Circe—. Únete a mí y aprende los caminos de la hechicería.
—Pero...
Entonces miró a Lara.
—¡Olvidaos de él! ¡Sed hechiceras conmigo! ¿No quieres dejar todo atrás, hija de Hermes? Deja a los dioses, sé una gran hechicera, olvida a los hombres, ¡no sirven para nada! Crea tu nombre y déjalo en la historia.
—Pero...
—Tu amigo estará bien atendido. Será enviado a tierra firme, a un nuevo hogar maravilloso. Los niñosdel jardín de infancia lo adorarán. Y tú, entretanto, te harás más sabia y más poderosa, tendrás todo loque siempre has deseado.
—Déjeme pensarlo —murmuró Annabeth—. Sólo un minuto... a solas. Para despedirme.
—¿Y tú, querida?
Lara miró a Annabeth y las cobayas, luego a Circe y luego recordó su reflejo en el espejo, no se parecía a ella, porque no era ella, aunque quisiera serlo con todas sus fuerzas. Pero no podía dejar a sus amigos atrás.
—Quiero despedirme.
—Claro que sí, queridas —susurró Circe—. Un minuto. Ah, y para que dispongáis de completaintimidad... —Hizo un ademán con la mano y descendieron de golpe unas barras de hierro sobre lasventanas. Luego se deslizó fuera y cerró la puerta con llave.
—Bueno, ¿cuál eres?
Tras desesperarse Annabeth salió a por la ropa de Percy, Lara seguía intentando reconocer que cobaya era la suya.
—¿Porqué sois todos iguales? —Suspiró y buscó a la más limpia —esto es frustrante.
Se metió en la boca un limón masticable justo cuando se abría la puerta de golpe y entraba Circe denuevo, acompañada por dos azafatas.
—Bueno —suspiró—, ¡qué rápido pasa un minuto! ¿Cuál es vuestra respuesta, queridas?
—Ésta —dijo Annabeth y sacó su cuchillo de bronce.
—¿De veras, pequeña? ¿Un cuchillo contra toda mi magia? ¿Te parece sensato?
Lara no quería contestar, pero es que no era nada sensato, ojalá no fuera a enfrentarse a ellas sola, pero ella no llevaba ningún arma.
—¿Cuál sería la forma adecuada para Annabeth? —dijo Circe con aire pensativo—. Una cosa pequeñay malhumorada... ¡Ya sé, una musaraña! Y para la pequeña ladrona un zorrito, un precioso zorro.
De sus dedos surgieron espirales de fuego azul, que se retorcieron como serpientes alrededor deAnnabeth. Lara había comenzado a correr del hechizo como si se tratase de un demonio. Pero no sucedió nada. Annabeth seguía siendo Annabeth, sólo que ahoramás furiosa. Dio un salto y le puso a Circe la punta del cuchillo en el cuello.
Lara dejó de correr al ver aquello, todavía tenía su forma, al igual que Annabeth, no era un zorro. Suspiró aliviada.
—¿Cómo demonios...? —aulló Circe.
Annabeth alzó el bote de vitaminas para que lo viese la hechicera.Circe dio un alarido de frustración.
—¡Maldito sea Hermes y sus vitaminas! ¡No son más que una moda pasajera! ¡No te aportan ningúnbeneficio!
—¡Devuélvele a Percy su forma humana! —dijo Annabeth.
—¡No puedo!
—Tú lo has querido.
—¡Atrás! ¡Es inmune a la magia mientras dure el efecto de esa maldita vitamina!
Annabeth arrastró a Circe hasta la jaula, le arrancó el techo y vertió en su interior el resto de lasvitaminas.
—¡No! —gritó Circe.
Todos volvieron a sus formas humanas, pero si Lara tenía que apostar por algo era que no la iban a caer bien ninguno de ellos. Corrió al lado de sus amigos, quedando junto a Annabeth.
—¡Argggg! —bramó aquel tipo—. ¿Qué me ha hecho esta bruja?
—¡No! —gimió Circe.
Annabeth ahogó un grito.
—¡Te conozco! ¿No eres Edward Teach, el hijo de Ares?
—Sí, muchacha —gruño él—. ¡Aunque todos me llaman Barbanegra! Y ésa es la hechicera que noscapturó. Vamos a cortarla en pedazos y luego me zamparé una buena ensalada de apio. ¡Argggg!
De todas las cosas que podía decir, una ensalada de apio no era lo que más le apetecería si llevase 300 años encerrada como una cobaya, pero quien era Lara para juzgar los malos gustos de la gente.
Circe echó a gritar y salió corriendo con sus ayudantes, perseguida por los piratas.Annabeth envainó su cuchillo y me miró.
—Gracias... —dijo con voz temblorosa—. Lo siento mucho...
Annabeth se acercó y ledio un abrazo a Percy. Luego se separó de mí con la misma rapidez.
—Me alegro de que no seas una cobaya.
—Yo también.
Lara hizo un puchero.
—Yo también quiero un abrazo —eso rompió la tensión de ambas, haciéndola sonreír cuando Annabeth rodó los ojos en su dirección.
Annabeth deshizo los hilos de oro que tenía trenzados en el pelo, Lara por su parte se los dejó puestos.
—Vamos, sesos de alga, ladroncilla —dijo—. Tenemos que largarnos mientras Circe esté distraída.
—Odio que todos los buenos lugares sean una mierda. ¡Primero el casino y ahora el balneario!
Corrieron colina abajo, atravesando terrazas y dejando atrás a los empleados del balneario, que gritabandesesperados mientras los piratas se entregaban al saqueo. Lara estaba bastante segura de que si no estuvieran huyendo se hubiera unido a quitarle un par de cosas al lugar.
—¿Qué barco? —preguntó Annabeth cuando llegaron al muelle.
—Allí —dije.
—¡Estás loco!
—Pero...
—Podría hacerlo funcionar.
—¿Cómo?
Percy cogió la mano de ambas chicas y corrió al barco.
—¡Arggg! —aulló Barbanegra a lo lejos—. ¡Esos sinvergüenzas están abordando mi buque!¡Detenedlos, muchachos!
—¡No lograremos salir a tiempo! —gritó Annabeth.
—¡Soy más fan del submarino!
Una vez subieron a bordo Percy comenzó a hacer cosas raras.
—¡Palo de mesana! —gritó Percy.
De pronto las cosas comenzaron a volar y hacer cosas y moverse el barco, ¡se había movido con un solo grito!
—Percy, ¿cómo...?
Esto no era justo, Percy tenía muchas habilidades super chulas como para añadir ésta además, no era justo que ella solo corriera rápido. Aunque se sentía aún peor por Annabeth.
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