xii. my way
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8 de junio, 2007
Campamento Mestizo, Long Island
Lara odio desde el primer momento la mañana de la carrera. Hacía muchísimo calor y humedad, su pelo había parecido una leonera y había dormido fatal esa misma noche. Sloane le había despertado temprano para poder darle los últimos retoques a su carro.
Era un diseño simple, un carro gris con ornamentos dorados y rojos, unas alas para simular la velocidad de Hermes y una lanza para la lucha de Ares. Lo habían echo lo más ligero y resistente posible. Nada que ningún otro equipo no hubiera echo.
En los árboles se habían posado miles de pájaros: gruesas palomas blanco y gris,aunque no emitían el arrullo típico de su especie, sino una especie de chirrido metálico que recordaba al sonar de un submarino. La pista de la carrera había sido trazada en un prado de hierba situado entre el campo de tiro y los bosques. La cabaña de Hefesto había utilizado los toros de bronce, domesticados por completo desde que les habían machacado la cabeza, para aplanar una pista oval en cuestión de minutos.
Había gradas de piedra para los espectadores: Tántalo, los sátiros, algunas ninfas y todos los no participaban.
Jake se les había unido hacía unos minutos, tenía una sonrisa, y si era honesta Lara no sabía si con la velocidad iba a acabar volando por los aires.
—¡Muy bien! Ya conocéis las reglas: una pista de cuatrocientos metros, dos vueltas para ganar y dos caballos por carro. Cada equipo consta de un conductor y un guerrero. Las armas están permitidas y es de esperar que haya juego sucio. ¡Pero tratad de no matar a nadie! Cualquier muerte tendrá un severo castigo. ¡Una semana sin malvaviscos con chocolate en la hoguera del campamento! ¡Y ahora, a los carros!
Lara miró hacia Percy y Annabeth, quienes estaban discutiendo, Sloane le cogió de la mandíbula par que la mirase a los ojos. Era una de las chicas más guapas que había visto nunca.
—No te fijes en ellos, esta carrera es nuestra —su carro estaba ligado a dos caballos blancos, Espuma y Ventisca, y si no fuera porque sabía exactamente que tenían entre manos hubiera pensado que quedarían los últimos, junto a sus hermanos.
Travis y Connor sonreían desde su carro, saludando con la mano en su dirección, ella los escudriñó con la ,irada, había algo en ellos que no la gustaba.
—¡Aurigas! —gritó—. ¡A sus marcas!
Lara y Sloane se agarraron a las riendas, Jake al borde del carro. El único equipo no conformado solo por una cabaña eran ellos, y definitivamente se notaba que la gente no estaba muy feliz por ello, no es como si a alguno de los tres les importase ni una mierda.
Hizo un movimiento con la mano y dio la señal de partida. Los carros cobraron vida con estruendo. Los cascos retumbaron sobre la tierra y la multitud estalló en gritos y vítores. Casi de inmediato se oyó un estrépito muy chungo.
El carro de sus hermanos y el de Apolo quedaron fueran en cuestión de metros, ellos iban a una velocidad impresionante, al lado de los de Hefesto, que corrían lo más rápido posible, Clarisse le estaba gritando algo a Jake, Annabeth iba demasiado adelante, pero a ella no la importaba un carajo, miró a Jake, quien sonrió.
Si habían aprendido algo era a jugar sucio, le pasó las riendas a Jake, Sloane asintió con la cabeza y ella miró el carro, la velocidad y todo. Iba a lamentarlo, puede, pero no es como si no fueran a aprovechar los dones que les daba su padre.
Se agarró a uno de los extremos y bajó ambos pies del carro antes de empezar a correr, empujando el carro, la velocidad que empezaron a coger les hizo adelantar a Hefesto, quien aunque les había intentado atrapar había conseguido escabullirse, adelantaron entonces a Poseidón y a Atenea, los caballos eran los más rápidos de la arena.
Había despertado esa mañana con una nota y dos bolas de multivitaminas de su padre, y los caballos se las habían comido como unos campeones. Ellos seguían corriendo, los pájaros de la muerte no paraban de intentar picotearlos, pero estaban corriendo tan rápido que les era más que imposible llegar a por ellos.
Al final solo quedaban Ares y ellos, Clarisse con una sonrisa y una lanza, dispuesta a dejarles algo magullados con tal de ganar. Fueron los primeros en cruzar la meta. Clarisse a escasos metros detrás de ellos cuando los pájaros fueron sacados fuera de combate. La música y las flechas siendo perfectas para ir contra los pájaros.
—¡Bravo! ¡Ya tenemos al primer ganador!
Tenía los laureles dorados en la mano, poniéndolos en la cabeza de Lara, quien se los dio a Sloane, puesto que la idea había sido suya, pero no es como si algo de eso importase, parecía que nadie hacía caso a que hubieran ganado.
—Y ahora, vamos a castigar a los alborotadores que han interrumpido la carrera.
Se había celebrado un banquete en su honor, y para la desdicha de Annie, Percy y Tyson les había tocado fregar a ellos, había intentado hablar con ellos, pero se había sentido muy desplazada, y parecía que no querían hablar con ella.
Así que se había pasado el día entre sus hermanos quienes celebraban su victoria y sus amigos con los que había ganado, no los que habían pasado de ella desde que habían llegado, quizá sí que había echo algo mal y por eso no la querían cerca.
Pero la dio igual, porque entonces era su problema no querer hablar con ella. La hoguera se la había pasado al lado de Will Solace y Noah Grayson, ambos hijos de Apolo, rubios y de ojos azules, cantaban genial, y tocaban mejor aún. Un acento sureño bien claro en sus voces, pocas veces hablaba con ellos, pero la caían genial.
Sobre todo Noah, que era un chico un poco más mayor que ella, vivía en una granja en Austin con su madre, quien muchas veces se iba de giras mundiales, una cantante mundialmente conocida como Abby Grayson era definitivamente algo a tener en cuenta. Con la última canción Tántalo se levantó.
—¡Bueno, bueno! ¡Ha sido precioso! Y ahora, veamos los horarios de mañana.
—Señor —Percy habló, o lo intentó al menos.
—¿Nuestro pinche de cocina tiene algo que decir?
Annie y Percy se levantaron, ella los miraba con el ceño fruncido.
—Tenemos una idea para salvar el campamento —dije.
Las llamas de la hoguera adquirieron un tono amarillo brillante. Ella pasó su mirada al fuego, era menos doloroso que mirar a sus amigos, Noah tenía puesta una mano en su hombro, en señal de comfort, Will sonreía en su dirección.
—Sí, claro —dijo Tántalo en tono insulso—. Bueno, si tiene algo que ver con carros...
—El Vellocino de Oro —dije—. Sabemos dónde está
Las llamas se volvieron anaranjadas. Antes de que Tántalo pudiese responder, contó de un tirón el sueño sobre Grover y la isla de Polifemo. Annabeth intervino para recordar los efectos que producía el Vellocino de Oro; sonaba más convincente viniendo de ella.
—El vellocino puede salvar el campamento —concluyó—. Estoy completamente segura.
—Tonterías —dijo Tántalo—. No necesitamos ninguna salvación.
—Además —añadió—, ¿el Mar de los Monstruos? No parece una pista muy exacta que digamos; no sabríais ni por dónde empezar a buscar.
Aparte de sentir que Tántalo era un estúpido de mierda sentía que era gilipollas, pero en el sentido completo de la palabra, pero tenía razón, el mar de los monstruos era un lugar desconocido para ellos.
—Sí, sí, lo sé.
—Treinta, treinta y uno, setenta y cinco, doce.
Quiso darse una palmada en la cara, claramente así no iba a conseguir nada este chico.
—Muy bien —dijo Tántalo—. Gracias por compartir con nosotros esas cifras inútiles...
—Son coordenadas de navegación —aclaré—. Latitud y longitud. Lo estudié, eh... en sociales.
Incluso Annabeth pareció impresionada. Ella desvió la mirada de las llamas a Annie, la cual parecía brillar con el color de las llamas, ese brillo que hacía que su pelo pareciera oro y sus ojos tuvieran una especie de esperanza.
—Treinta grados, treinta y un minutos norte; setenta y cinco grados, doce minutos oeste. ¡Tiene razón! Las Hermanas Grises nos dieron las coordenadas. Debe de caer en algún punto del Atlántico frente a las costas de Florida; el Mar de los Monstruos. ¡Hemos de emprender una operación de búsqueda!
—Un momento —dijo Tántalo.
—¡Una búsqueda! ¡Una operación de búsqueda!
Las llamas se alzaron aún más. Ella no coreó nada al respecto, era estúpido, una misión como esa era definitivamente mortal, quizá el año pasado había querido demostrar algo, este año ya había aceptado su mediocridad. Y su vida, le gustaba tal y como era, viva.
—No hace falta —insistió Tántalo.
—¡¡Una búsqueda!! ¡¡Una búsqueda!!
—¡Está bien! —gritó Tántalo, los ojos llameantes de furia—. ¿Queréis que autorice una operación de búsqueda, mocosos?
No, quería gritar, pero ninguna palabra salió de la boca de Lara, necesitaba que más gente estuviera de acuerdo, y no lo iban a estar.
—¡¡Sí!!
—Muy bien —asintió—. Daré mi autorización para que un paladín emprenda esa peligrosa travesía, recupere el Vellocino de Oro y lo traiga al campamento, o para que muera en el intento. Permitiré que nuestro paladín consulte al Oráculo —anunció Tántalo—. Y que elija dos compañeros de viaje. Creo que la elección es obvia. Ese paladín tiene que ser alguien que se haya ganado el respeto de todos, que haya demostrado sus recursos en las carreras de carros y su valentía en la defensa del campamento. ¡Tú dirigirás la búsqueda... Lara!
Ella se congeló en ese momento, sabía que Percy y Annabeth estarían enfadados, rabiando incluso, pero a la vez esperanzados de que eligiera a ambos para ir en esa misión matadora. Sloane y Jake estaban muy felices en el campamento, y cuando les miró ambos negaron con la cabeza, solo quedando una opción.
—Creo que es mejor que le de la misión a Clarisse, señor, al fin y al cabo todos deberíamos poder ir alguna vez de misión y yo fui el año pasado —era mejor que negarse en banda, una opción que había pensado bien.
Tántalo pareció pensarlo. Luego se giró a Clarisse y asintió.
—Esta es tu oportunidad de llevar el éxito a tu cabaña, Clarisse.
La cabaña de Ares empezó a patear el suelo y estalló en vítores:
—¡¡Clarisse!! ¡¡Clarisse!!
—¡Acepto la misión!
—¡Un momento! —grité—. Grover es mi amigo; fui yo quien lo soñé. El sueño me llegó a mí.
Tenía que abrir la boca, Percy siempre abría la boca y la cagaba, había intentado salvarle de una muerte asegurada en ese lugar solo para que la pagase con una mirada de traición y unos aires de grandeza con los que no estaba de acuerdo.
Se levantó de las gradas en ese mismo momento, dispuesta a largarse, Noah intentó agarrarla del brazo.
—Solo estoy cansada, me voy a dormir —este asintió y le dio las buenas noches, Will apretó su mano mientras ella se iba.
Quizá había tomado la decisión equivocada, pero al menos no era una decisión basada en nada, simplemente Clarisse tenía más experiencia en combate y estaba deseando salir, Percy ya lo había echo, y casi habían muerto varias veces por ello.
Solo esperaba que no se peleasen, no podían hacerlo, necesitaba que volvieran a ser amigos. A veces se había preguntado si lo había echo mal, ¡pero era la primera vez que hacía algo contra ellos! ¡Y ni siquiera era contra ellos literalmente!
La vida era muy injusta a veces.
bomba! nuevo capítulo, intentaré que sean semanales, pero no prometo nada
ya que empiezo la uni
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