. Treinta y uno .
Dormir nuevamente juntos fue la miel a la que Baekhyun se volvió adicto. No iba a perderse otra noche con Chanyeol. Y solo había una forma de lograrlo: debía cortar con su obsesión por el asesino de la corona. Lo que era más sencillo de decir que de hacer.
¿Cómo?
Ese demonio estaba aferrado a sus lazos emocionales con fuerza, sin pensar en soltarlo. Se sentía inherente a él como el amor que le tenía a Chanyeol. Sin embargo, para conservar el uno, debía deshacerse del otro porque en su pecho no iba a permitir ese campo de batalla.
La pregunta era por dónde empezar.
No podía extirpar el sentimiento como una verruga, lo que era lamentable porque haría todo tan sencillo como una auto autopsia.
La siguiente mejor opción era ignorarlo y seguir adelante.
Sí, olvidarlo. Fingir que ese asesino nunca se interesó por él y que, de hecho, tampoco se habían enamorado. Así ese amor se disiparía; tomaría tiempo, pero lo conseguiría.
Fue un buen plan por un mes.
Los mensajes desaparecieron.
No hubo llamadas ni secuestros. Ni videos o invasiones a su apartamento.
Y durante treinta días, todo lo que supo es que el juicio de Andreas sería absurdamente apresurado y que sería sentenciado en menos de seis meses, lo que, incluso para un sistema corrupto, era abrumador. Puede que Andreas hubiese admitido sus crímenes, pero los procesos seguían ahí. De hecho, de no haberse declarado culpable, la evaluación de pruebas y testigos hubiese alargado el juicio a al menos un año y medio.
—La gente quiere sangre —le había contestado Chanyeol—. Están enloquecidos por este caso. Ahora que tienen al asesino, quieres un veredicto final.
—Me siento como en la edad media. Solo falta que lo cuelguen en la plaza central.
—Eso ya ocurrió, claro que fue una mujer al otro lado de la ciudad.
Todo fue calma. Baekhyun creyó que todo finalmente había acabado y que aquel monstruo que solía acechar desde las sombras, finalmente había sido capturado.
Pero su plan fracasó; se desmoronó con unas pocas palabras.
—No puedo ir hoy contigo, muñequito —se excusó Chanyeol del otro lado del teléfono—. Ocurrió algo.
—¿Algo como qué?
—Una persona fue secuestrada.
—... Entiendo la importancia del asunto, pero ¿por qué involucran al temible Teniente Coronel Park en un secuestro?
—Porque es una persona importante.
—¿Te molestaría dejar de darme pistas en forma de migajas? ¿Qué está ocurriendo? ¿Quién desapareció?
—Gianolli.
El aire escapó de los pulmones de Baekhyun dejándolo helado.
—Dejaron una nota.
—¿Está firmada?
—No, aunque no creo que sea necesario que lo hiciera. Es él.
—Pero... pero Andreas está en la cárcel. ¿Cómo podría?
—Aunque todavía puede pagarle a alguien para terminar sus trabajos, simplemente no creo que así sea.
Hizo la pregunta que temía.
—¿Qué piensas, entonces?
—... Que hay un segundo asesino ahí fuera. Quizás el verdadero asesino de la corona.
El corazón de Baekhyun latió con fuerza, golpeando sus costillas y afectando a sus pulmones.
Sí. El asesino seguía suelto.
El juego no había acabado.
—Puedo ayudarte. Sé a quiénes secuestrará después.
—Ve a la estación. Te veré en la morgue.
Su mapa de hallazgos seguía donde lo dejó hace un par de días cuando finalmente le concedieron sus vacaciones. Las anotaciones y garabatos apenas se borraron, así que lo usó para repasar la información.
Los tres últimos cadáveres que aparecerían en Roma serían de Gianolloi, Ambrosi y Marin.
¿Por qué?
Dos de ellos tenían una conexión la mayoría de las víctimas. Solo Antonella Rulli y Ana Lanolli eran las variables que no encajaban. Y eran los únicos cadáveres con los que se pudo conectar a Andreas.
—Así que tuve razón. Solo las mataste a ellas —suspiró—. Si las eliminamos del mapa, ¿qué nos queda?
La conexión obvia era Gianolli y Ambrosi, pero Baekhyun sentía que algo le faltaba. No podía ser solo la corrupción de esos hombres lo que impulsó al asesino.
—Debe ser algo más, quizás algo personal.
—Nuevamente, muñequito, deberías dejar de hablar solo en la morgue. Asustas.
Baekhyun le lanzó un gruñido bajito.
—Es mi cabeza trabajando.
—Sí, puedo verlo. El humo casi enciende el detector de incendios.
—Eres odioso.
Riendo, Chanyeol se movió al costado de Baekhyun, analizando con la mirada los hilos colgantes y las palabras escritas junto a las fotografías.
—Vaya, es casi tan loco como tu cabeza.
—¡Pero funciona! O eso creo. Todavía no me quedan claras muchas cosas.
—Cuéntame.
—Empecemos por algo. Tenemos dos grupos de víctimas. De todos quienes fueron asesinados y marcados con la corona, solo Rulli y Lanolli fueron víctimas de Andreas. Los otros cuerpos fueron torturados por el Asesino de la Corona.
—Y la conexión es Gianolli y Ambrosi.
—Correcto. Pero el asesino me envió un mensaje. Dijo que Alessandra Marin sería parte de su objetivo final.
—¿Marin? ¿Fiscal de la nación?
—Sí, pero ella no tiene relación con ninguna de las otras víctimas. No tuvo ninguno de los casos en los que las víctimas estuvieron involucradas.
—Entonces su única relación es con ellos. Imposible. Debe haber algo más, algo que no vemos.
—A eso es a lo que quiero llegar. ¿Qué es lo que quiere el asesino? Ya sabemos que se cree todo un justiciero, pero, ¿qué más?
—Ponlo de esta manera. ¿Cuál es el crimen más atroz que quiso vengar? Podrías ir por ahí y conectarlo con las otras víctimas.
—De acuerdo —murmuró Baekhyun con cierto recelo—. Supongo que para la policía lo más importante es dar seguridad a Marin y a Ambrosi.
—No hay mucho que puedan hacer. Ellos son figuras públicas que cuentan ya con seguridad de alto nivel, incluso privada.
—Seguirán siendo el objetivo del Asesino. Él no va a parar hasta atraparlos.
—Solo es cuestión de horas —suspiró—. El problema es que ellos no quieren más seguridad porque inevitablemente eso jalará el foco de la prensa hacia ellos.
—Y todos preguntarían porqué. Nada que les convenga mucho.
—Correcto, así que por ese lado no pueden hacer mucho.
—Pero podríamos atrapar al asesino a tiempo antes de que los mate.
—Puedes, claro que sí. Entonces, ¿seguimos con tu lindo mapa?
Baekhyun se coloreó.
—¿Crees que es lindo?
—Creo que es un desastre en muchos sentidos, igual que tú, y eso me encanta.
—Ugh, no sé si fue un insulto o-
—Un coqueteo —le aseguró con un guiño del ojo.
Volviéndose al mapa, Baekhyun revisó las fotografías de las dos mujeres que cobró Andreas.
—¿Por qué tomó toda la culpa? Él sabe que no lo hizo. Una condena por dos asesinatos no es lo mismo que por siete. Morirá en la cárcel.
—En la cárcel sus compañeros de celda le harán lo mismo que le hizo a esas mujeres.
—Ha de saberlo, y a pesar de eso, no va a decir la verdad.
—Es un fanático, seguramente. Siguió los casos del Asesino de la Corona y se dejó envolver por su idea, al final intentó imitarlo.
—Quizás lo que busca es fama. El Asesino de la Corona es alguien cuyo nombre y crímenes todos conocen. Imitarlo quizás fue insuficiente para Andreas, así que tomó toda la culpa. Después de todo, el asesino no iba a aparecer para desmentir el asunto.
—Solo que sí lo hizo; te lo dijo a tí.
Sí, porque Baekhyun era su polo a tierra y la única persona en quien confiaba el infame asesino. Le reveló tantos secretos en formas misteriosas con el fin de llevarlo a él. El camino estaba ahí, como piezas de un rompecabezas.
—¿Es posible que Andreas conozca al verdadero Asesino?
—¿Cómo podría?
—No lo sé. Pienso que si el asesino no tomó crédito por sus actos es solo porque le interesa el objetivo final y... ¡Claro! ¿Qué es mejor si no salir del radar? La policía cree que tiene al asesino entre las rejas, así que tiene todo el tiempo y espacio para atrapar a Gianolli, Marin y Ambrosi. Solo al final lo revelará todo. Seguramente será un acto por demás dramático y...
—Y sangriento.
Sí, así sería. Esa debía ser, en opinión de Baekhyun, la única razón por la que el asesino no había reclamado su lugar en la sociedad. Él buscaba algo más. Su venganza no tenía nada que ver con la fama y la gloria.
—Está utilizando a Andreas para lograrlo. Nuestro asesino se va a asegurar que Andreas tome la responsabilidad mientras le sea útil.
«Me pregunto qué tendrá él para decir».
—Chanyeol, ¿crees que pueda ir a visitarlo a la cárcel? Sé que no permiten el ingreso a nadie más que familiares.
El oficial le sonrió.
—Haré que suceda.
Al día siguiente, a las once de la mañana, Baekhyun fue recibido en la Cárcel Capitolina de Roma, una edificación en las periferias que albergaba a veinte y siete mil reos condenados por diversos delitos. Andreas estaba recluido en la celda 578B.
La sala de visitas estaba fuertemente custodiada por varios policías tras el cristal transparente, considerado especialmente para el tipo de criminal que era Andreas. O que todos creían que era.
La imagen de entrada fue de lo más curiosa. Andreas no estaba asustado por su futuro en prisión, sin embargo, tampoco estaba dichoso. Su rostro llevaba una máscara de seriedad y mortífera frialdad.
—Me preguntaba quién vendría a visitarme. Es una sorpresa que fueras tú.
—¿Por qué? Creí que en algún punto tú me esperarías.
Andreas torció apenas los labios en una sonrisa chueca, pero se recuperó como para cubrir la grieta en su máscara.
—¿Qué quieres?
Baekhyun se encogió de hombros, surcando su estrategia para desenmascararlo a voluntad propia.
—Quería ver de cerca a la persona que hizo de mi vida una tortura.
—¿Fue así? Creí que te gustaba. Los regalitos, los mensajes...
—Fue un juego interesante —concedió—, pero nada más. Me llamaba la atención la forma en la que el asesino de la corona operaba. Y es por eso que me impresionó tu cambio de estrategia con Rulli y Lanolli.
—Todo era parte de la diversión. Jugar con tu mente es muy entretenido.
—¿Es así? Bueno, voy a admitir que llegué a creer que había dos asesinos en Roma. Un genio de la sangre y... un burdo imitador.
Andreas torció los labios apenas, conteniendo un gruñido que quiso saltar de su pecho.
—Tú no mataste a esas personas, solo a ese par de mujeres que contaron con tal mala suerte como para toparse contigo.
—Yo lo hice. Los maté a todos.
—¿Cómo? El Asesino de la Corona es una mente maestra, cuidadoso en cada paso y siguiendo un propósito. ¿Cuál era el tuyo? Incluso te has atrevido a robar su nombre.
—¡Yo lo hice! Yo soy el Asesino de la Corona.
—¿A quién tratas de convencer? Yo ya sé la verdad.
—Chico estúpido. No sabes nada.
—Entonces dímelo. ¿Por qué finges ser el asesino? ¿Él te lo pidió?
Hubo grietas en la máscara. Gruñidos y blasfemias, que dieron paso a un rostro enfurruñado.
—Lo que yo quería, ya lo conseguí. No solo eras tú, Baekhyun, sino esto. Yo quería esto. Todos en Roma recordarán mi nombre por décadas.
—Un nombre que no es tuyo. ¿Qué crees que pasará cuando el Asesino acabe con su tarea? Él te mantiene con vida por una sola razón. ¿Y después?
La pregunta rasgó rasgó a Andreas por completo. La idea de morir pareció palpable entonces, lo suficiente como para atacar sus nervios. La gloria pasó a segundo plano y el aprecio por su vida cobró fuerza en momento tan tardío.
—Sabes que él va a matarte, y si no lo hace, morirás en la cárcel.
—Yo soy el Asesino de la Corona.
Aunque intentó proyectar dureza y seguridad, la duda tembló en su voz delatando sus miedos internos. Baekhyun le sonrió.
—Oh, claro, eres un buen niño. ¿Cuánto tiempo te tomó aprenderte ese discurso tan absurdo? ¿Qué es lo que él va a darte por intentar convencerme de esto? ¿Una estrellita en la frente o una palmadita en el hombro?
—¡Cállate!
—Sabes que es verdad. Eres solo un tonto títere que va a quemar cuando no le sirva. ¿O crees que seguirás con vida cuando el juego acabe? Terminarás igual que las mujeres a quienes mataste.
—¡No! Él lo prometió. ¡Lo prometió!
—Un asesino no tiene palabra.
Andreas sonrió a través de esa bruma de ira desbordada que se sentía como la tensión en el ambiente.
—Pero tú crees en su palabra. Ha sido así durante todo este tiempo.
—Eso no es cierto.
—¿No? —Se rió—. Dime, ¿qué se siente tener al asesino en tu casa?
Baekhyun se quedó quieto.
—Dijiste que sabías la verdad, pero eres solo un idiota ingenuo. ¿Cuánto tiempo te llevará darte cuenta de todo?
—Mientes. Yo sé-
—¡No sabes nada! Si yo soy un títere que arderá en la hoguera, tú serás solo un muñequito de trapo que él despedazará.
No. El Asesino de la Corona no lo haría. No podía. Le había dado su palabra de que nada le ocurriría. Su palabra...
Un asesino no tiene palabra.
Incordio.
Se tragó sus propias palabras como veneno.
De pronto toda la protección que en algún momento llegó a sentir, se disipó. Vacío. Oscuridad. Miedo.
—... Me largo. Ya obtuve lo que quería de tí.
Timbró la campanilla para que abrieran la puerta desde fuera.
—¡Esa verdad en la que crees no te salvará! Cuando el juego acabe, él mismo te matará.
—Entonces seremos tres en el infierno. Te veo ahí.
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Hello!!
Conseguí acabar el capítulo una hora antes de que me corten la luz je je Qué tragedia.
En fin, la historia está en la recta final!!
Es emocionante y abrumador, pero sé que les gustará el cierre que tengo planeado.
Kisses,
Alex
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