. Once .
Haber usado a Kyungsoo como psicólogo no funcionó. Oh, bueno, quizás lo hizo pues ahora Baekhyun se cuestionaba absolutamente todo. Desde porqué los pingüinos no podían volar a pesar de tener alas, hasta porqué dejaba que sus emociones más primitivas lo dominaran cuando estaba cerca de Chanyeol.
Algo era seguro. No había evaluado la intensidad de las emociones con detenimiento.
Sabía que le gustaba el hombre, a pesar de su trato hosco o de lo frío que pudiera ser. Sin embargo, las acusaciones de Kyungsoo acerca de un posible enamoramiento estaban rondándole la mente.
—Demonios, ¿por qué siquiera estoy considerándolo? —gimoteó, tendido en su cama esa noche de jueves—. Maldito seas, Kyungsoo.
No había cosa peor sino tambalearse entre la cuerda de la pasión y el sórdido enamoramiento. Jugar en la cama era una cosa, pero hacerlo con el corazón era otra muy peligrosa. Si caía, el abismo de la incertidumbre lo envolvería, llevándolo a sus profundidades de donde no podría salir. Porque el Teniente Park tal vez tuviera una fijación con sus labios, pero no marcaba un amor idílico, ni el principio de un cuento.
Aun así, Baekhyun no podía dejar de pensarlo.
—Bien, tal vez me esté enamorando de él —murmuró—, pero no es serio. Apenas una tontería.
El asunto de fondo era no llevar ese enamoramiento más allá. ¿Qué podía ofrecerle Park Chanyeol?
El hombre tenía una implacable reputación en el trabajo, pero jamás se le conoció novia alguna. Ahora, él sabiendo que se inclinaba por los hombres también, empezó a pensar que quería mantener en secreto sus gustos.
Pero, ¿cómo saberlo con certeza? Park Chanyeol era tan hermético como una caja fuerte. De no ser por la atracción sexual que los mantenía pegados como imanes, nunca hubiese podido simpatizar con él. De hecho, habrían tenido más peleas en la estación de las que ocurrían en las calles de Roma.
—Ok, ok. Reconozco que sí, me gusta mucho ese hombre. Cada vez que estoy con él parece que terminaré tieso en la morgue por un infarto de lo mucho que me late el corazón, y estoy seguro que no tengo antecedentes de infartos inminentes. Así que no puedo fingir que no estoy... algo loquito por sus huesitos.
Bufó y pataleó.
—¡Cazzo! Bien, no son sus huesitos los que me traen loco, ¿contento? Es su polla, sus brazos que pudieran aplastarme, su cara gruñona que me hace decir tonterías solo para conseguir una sonrisa, y... esa estúpida actitud. Ugh. ¡Qué jodido estoy!
Cuando no tuvo una respuesta de nadie, no solo se dio cuenta de que estaba solo sino de que había estado lanzando confesiones absurdas al viento.
—Regresaré a terapia; tal vez una camisa de fuerza me mantenga alejado de ese mastodonte con cara de dios griego.
Decidido a liberar esa tensión en su cuerpo por el descubrir de sus ocultos sentimientos, saltó de la cama y se calzó sus tenis negros. En el parqueadero subterráneo del edificio guardaba sus dos vehículos: una bicicleta color beige con canastilla blanca con la que iba todos los días al trabajo, y una motocicleta deportiva en colores blanco y negro que servía para sus escapes del radar.
Montó y salió por la calle hasta tomar la principal. El motor rugió entre sus piernas, acelerando su pulso y volviéndolo una maraña de emociones descontroladas. No debió conducir cuando las cosas dentro de su cabeza no estaban aún solucionadas. Pero siempre le había servido para liberar energía. Era terapéuticamente contraproducente.
Su médico diría que eso lo llevaría derechito al manicomio o al panteón, con lo que se topara primero, pero a Baekhyun no le importaba.
Serpenteó por las calles de Roma, pasando por iglesias, bares y restaurantes, hasta llegar al río Tíber. En el puente Sant Angelo, frente al castillo, aparcó a un costado y sacó un cigarrillo que calmara el embrollo de sensaciones en su cuerpo. La nicotina siempre le había servido para despejar la mente, aunque Siwon pensara que era un vicio terrible para un jovencito como él.
—¿Qué pasaría si le gusto también? No soy feo —renegó—. Soy bastante guapo y con buenas cualidades. ¡Soy un gran conversador!
Soltó el humo, viendo como se disipaba por la brisa fría. Sacó su celular en un arrebato y marcó.
—Teniente Park Chanyeol —saludó con tono burlón—, aprovecha porque será la única vez que te llame así.
—Se te olvidó el Coronel, pero te lo pasaré.
—Ugh, qué odioso eres.
—No llamaste solo para decirme lo que ya sé, ¿o sí?
Uno, dos, tres, cuatro segundos. Tomó aire y habló:
—¿Te gusto?
Uno, dos, tres segundos.
—Sí, sí me gustas.
—¿Qué tanto?
Uno, dos segundos.
—Lo suficiente como para tenerte en mis pensamientos la mayor parte del día.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos.
Baekhyun contuvo un chillido.
—¿Yo te gusto, Baekhyun?
Tembló, no de frío sino de emoción, al escuchar esa pregunta salida con voz tan ronca y profunda. La respuesta era tan sencilla como obvia, pero el riesgo de admitir era demasiado grande como para dejarlo pasar. Sus neuronas estaban haciendo tremendo esfuerzo para no rendirse ahí mismo, y la única que quedó en pie, le contestó:
—No, solo quería saber si yo te gustaba por mero capricho. Tú sabes, para subirme el ego.
Chanyeol se carcajeó, esta vez con un tono más dulce.
—¿Y funcionó? Porque creí que tenías el ego en las nubes.
—Siempre se puede ir más allá. Gracias por tus servicios.
Uno, dos, tres segundos.
—Baekhyun, sé que te gusto.
—¿Qué? Alucinas.
—Oh, vaya, ¿entonces te dejas besar y tocar por cualquiera que no te guste?
—No me llames perra.
—Entonces admítelo.
Baekhyun podía jurar que el bastardo estaba sonriendo. Y odiaba tanto esa sonrisa altanera como la amaba. En la misma loca proporción que no le permitía alejarse cuando estaban juntos. Solo quería más. Más de esas sonrisas, más de esas miradas de ojos brillantes, más de esas palabras y más de sus caricias.
—No necesitas inflarte más el ego.
—Vamos, caro*, dilo —insistió con afán—. Di: Me gusta, Teniente Coronel Park Chanyeol.
Baekhyun blanqueó los ojos.
—Te dije que no volvería a llamarte así, ni porque fuera a confesar eso —refunfuñó.
—Aunque no me sorprende, es bueno saber que sí te gusto.
Uno, dos segundos.
"Oh, carajo, bastardo presumido", pensó Baekhyun al verse en el fondo de la trampa de Chanyeol.
—Voy a colgar.
—Antes de que lo hagas, respóndeme una pregunta.
—No.
—¿Estás enamorado de mí?
Uno, dos, tres, cuatro segundos.
—Insisto, Park, tienes el ego enorme. ¿O es que no puede gustarme solo cómo me besas?
No era la mentira más rápida que había lanzado en su vida, pero hizo lo mejor que pudo considerando la bomba ansiosa que detonó entre sus costillas. Debía pulir esas habilidades, obviamente, porque ser atrapado con la guardia baja otra vez sería fatal. Chanyeol tomaría la ventaja y ni siquiera en su juego de pasión y amor lo dejaría ganar.
Baekhyun quería restregarle su victoria en la cara, hacerlo con suficiencia y orgullo, mientras le sonreía y montaba su polla. Sí, era un buen sueño.
—Oh, vaya —volvió a reír—, entonces tendré que besarte más veces hasta que te enamores.
—No funcionará —gruñó, pero sintió por dentro esas mariposas despertar y revolotear en círculos, casi formando una tenebrosa espiral que subió hasta su garganta—. Tendrías que besarme todo un día.
—¿Todo un día? ¿Qué te parece si te beso toda una noche mientras estás en mi cama?
Se sonrojó furiosamente al oírlo y tuvo que ahogar un jadeo contra la palma de su mano.
—Eres un bastardo desvergonzado. ¿Esa fue tu propuesta más romántica para pedirme tener sexo contigo?
—Por favor, ¿por qué has de pensar solo en el sexo? Hablaba de tenerte en mi cama para mimarte.
—¿Y si tu mano se mete bajo mi ropa lo tomo como un cariñito? Cretino. —Pero estaba sonriendo tanto que le dolían las mejillas.
—Bueno, un desliz como ese le puede pasar a cualquiera, ¿o no?
—¡Oh, claro! A mí se me puede resbalar la mano por tu mejilla y abofetearte.
El Teniente volvió a reír, y Baekhyun se dio cuenta de que estaba volviéndose adicto a ese sonido.
—¿No sería muy tarde para que recobraras tu decencia, muñequito?
"Me llamó muñequito. ¡Odioso manipulador!", pensó, pero por dentro sus pocas neuronas se derritieron por el apodo.
—Empiezo a arrepentirme de llamarte.
—No, no lo haces. Conseguiste toda la información que querías, ¿o no?
La sonrisa en Baekhyun se volvió traviesa, como el gato de Alicia. Sin embargo, incluso sintiéndose en la cúspide de su Everest emocional, no iba a agradecerle por esa soltura de boca o a admitir lo feliz que se sentía. No le daría ese gusto, solo por mera rebeldía.
—Adiós, Park.
—Baekhyun —detuvo antes de que colgara—, creo que yo sí me estoy enamorando de tí, ¿tienes algún problema con eso?
"No, ninguno. Nunca tendría un problema con eso. ¡Cuándo follamos?".
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueves segundos.
—No tendré problema con eso si a ti no te molesta que piense más en tus besos que en tu polla.
Y colgó.
Chilló y saltó en su sitio, riendo locamente como si no hubiese nadie a su alrededor. Pero estaba tan feliz que la sonrisa en sus labios nadie podía quitársela.
—¡Le gusto a ese bastardo! —gritó, precipitándose sobre la baranda del puente sobre el Tíber. El agua dormida apenas tembló ante sus palabras, pero el soplo del viento sí lo acompañó. Soltó risitas suaves mientras calmaba su corazón—. Aunque, supongo que ya no podré seguirle diciendo bastardo.
"No, siempre será un bastardo, pero puedo incluir una palabra. Mío. Mi bastardo", pensó.
—Vaya, ¡qué romántico eres Baekhyun! —rio nuevamente.
Un sonido en su celular apenas llamó su atención, y lo hubiera ignorado de no haberse vuelto repetitivo. Quienquiera que fuera, tendría que atenerse a su ira por interrumpir su momento feliz.
Pero no era nadie de su lista de contactos.
Tres mensajes de un número desconocido. Uno de ellos era una foto de él en el puente Sant Angelo, de hace apenas unos segundos cuando la alegría albergaba su cuerpo.
<<No soy bueno compartiendo, Baekhyun. Te quiero solo para mí y te tendré, ¿lo entiendes?>>.
<<... Hoy luces todavía más hermoso que en el coliseo. Solo quisiera que esas sonrisas fueran para mí. ¿Puedes hacerlo?>>.
Se quedó frío, perdió la sonrisa en el rostro como haber sido golpeado. La tensión subió por sus piernas, escarbando por su columna hasta tocar su cuello, volviéndolo un muñequito inmóvil. Con los ojos miró a los costados, pero no había nadie. Revisó la foto nuevamente. Había sido tomada desde el Castillo.
—Maldita sea —jadeó.
Reconoció que tenía miedo, su cuerpo no podía moverse pensando que si se giraba encontraría al temible asesino de la corona justo a su espalda, incluso cuando eso no era posible. El viento frío sopló con más fuerza, envolviendo su cuerpo como el manto de la muerte. Ni siquiera en la morgue sintió alguna vez ese gélido toque.
—Dios...
Tomó aire y se obligó a moverse. Se giró en dirección al castillo. ¿Cómo no lo vio antes?
Allí, en el pasillo del muro principal, entre las elevaciones, estaba el asesino de la corona. Una figura negra y alargada, apenas vislumbrada entre el marrón claro de la piedra y las luces vigorizantes que resaltaban el castillo, pero era él. Baekhyun lo sabía. Como si el mismísimo Diablo lo estuviera saludando, con un aura maligna que se extendía hacia abajo, queriendo atraparlo.
Su celular volvió a sonar.
<<Sonríe para mí, por favor>>.
Pero en el rostro de Baekhyun solo había miedo y tensión. Sus ojos avellana parecían encontrarse con los del Diablo, a pesar de la distancia, quitándole el aliento.
<<¿Por qué no puedes sonreírme? ¿Acaso me tienes miedo?>>.
La pregunta era una burla que arrojó la tensión de Baekhyun por la borda, hacia el Tíber.
—No, no te tengo miedo.
Pero mentía. Estaba temblando y no precisamente por el frío. Porque a pesar de que sentía curiosidad por ese sujeto que se dedicaba a purgar las calles de Roma, era lo suficientemente sensato como para saber lo peligroso que era.
<<Haré que me quieras. Porque tú y yo estamos destinados a ser>>.
<<Buenas noches, precioso Baekhyun>>.
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Me gusta la idea de Baekhyun con un admirador secreto no tan secreto.
Uds qué opinan?
Kisses,
Alex
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