Capitulo Uno.

Presente.

Para alguien que había crecido con hermanos como los suyos, la vergüenza ajena no era un sentimiento extraño para Darius.

Sentado en una de las mesas alrededor de la pista de baile, hizo girar el hielo dentro de su vaso de limonada mientras ignoraba adrede el espectáculo que su hermano mayor estaba montando. Damon se había marchado con su familia hacia un buen tiempo, dejándolo solo para soportar el bochorno de tener que aceptar el parentesco con la marioneta descoordinada que era Dorian al bailar.

Enserio, ¿quién había sido el bastardo que le había dicho al chico que sabía moverse?

No solo era torpe, era triste de ver en su intento de que sus dos pies izquierdos se movieran al compás. Personalmente, no se jactaba de sus propios pasos de baile, pero al menos no se lanzaba al centro de la pista para enseñarle al mundo su falta de talento.

La segunda vez que le echó un vistazo, llegó justo a tiempo para verlo hacer el "paso de la regadera". Había gente que nacía sin vergüenza y luego estaba Dorian, quién al parecer ni siquiera conocía la palabra. Suspiró profundamente, había días en que era realmente difícil aceptar su parentesco.

Meditando sus opciones, observó a sus padres siendo todo acaramelados unas mesas más allá, ignorando completamente -seguramente adrede- el desastre que era su hijo, y suspiró. Quizás era momento de hacer una buena acción e interceder para salvar la poca decencia que le quedaba a su hermano, si es que quedaba algo en realidad.

Estaba a punto de ponerse de pie para arrastrar a Dorian fuera de la pista, cuando una pequeña niña llegó corriendo y se detuvo frente a él. Llevaba un bonito y pomposo vestido celeste repleto de mariposas, las cuales también estaban espolvoreadas sobre su oscuro cabello y hasta en sus zapatos. Un vistazo a su rostro y Darius no tardó en reconocerla, aun cuando su aspecto actual distaba mucho de su usual imagen fría y correcta. Los niños Payne tomaban clases en el colegio donde él trabajaba, no era raro que los conociera.

—Jasmine. —dijo a modo de saludo.

—¡Profesor Darius! ¡Debes venir conmigo ya y... —ella soltó agitada, observándolo con alarma, pero su voz se perdió cuando miró más allá de él a la pista de baile—. ¿Que pasa con ese señor? ¿Está teniendo un ataque? ¿Deberíamos llamar a una ambulancia?

Siguiendo su línea de visión, Darius observó a su hermano mayor, su respetable y hombre de negocios, hermano mayor, haciendo lo que solo podía llamar el paso "Del gusano moribundo". Retorciéndose en el suelo, Dorian estaba haciendo una perfecta imitación de un pez fuera del agua, mientras un grupo de gente obviamente intoxicada, festejaba sus estupideces.

Soltando un suspiro, Darius negó—. No te preocupes por él, lo suyo no tiene cura, vino al mundo con esa falla.

Ella no parecía convencida, pero aun así negó suavemente y volvió a verlo—. De todas formas —dijo, regresando al tema que la había llevado hasta allí—. El chico que vino contigo, el bonito que se parece a una de las muñecas de Romeo.

—¿Noah?

Asintió en respuesta—. Creo que dijo que ese era su nombre —hizo una seña al lugar por donde había llegado—. Él esta en el baño ahora, devolviendo todos sus canapés al dios de la porcelana.

Eso logró que Darius se pusiera de pie en un instante, completamente alerta ahora. Olvidándose de salvar a su hermano de la vergüenza que sufriría en la mañana al recordar todas sus acciones, siguió a la pequeña niña a través de las mesas y hacia el pasillo donde estaban los servicios.

Había perdido de vista a Noah hacia ya un tiempo, luego de que este fuese arrastrado a la pista por uno de los propios primos de Darius. Dado que Wolf era prácticamente un Baker, el lugar estaba lleno de quienes compartían el apellido, por lo cual se había relajado lo suficiente como para sacarle la mirada de encima al joven. Obviamente, había cometido un error.

Al entrar al baño, lo primero que vio fue el rostro preocupado de Justice, el mellizo de Jasmine, de rodillas frente al último cubículo mientras hablaba con voz suave con alguien. Cuando vio a Darius acercarse, el mocoso se puso de pie y se apartó, permitiéndole ver con quién hablaba.

Noah estaba acurrucado en un lado del cubículo, viéndose tan lastimoso como un cachorro abandonado bajo la lluvia. Darius realmente se asustó por un instante, viejos recuerdos se agolparon en su mente ante la similitud de las imágenes, pero un vistazo a los brillantes ojos oscuros y las mejillas rojas, combinados con la sonrisa boba, tranquilizó su corazón.

—Hey, Teddy —llamó, hincándose frente a él y alcanzando su barbilla para que volviese a verlo—. ¿Cuanto bebiste, cariño?

La sonrisa desapareció cuando Noah sacudió la cabeza—. Solo una copa —levantó dos dedos y los observó con duda por un instante antes de insistir—. Una sola.

—No me digas. —sonrió—. ¿Cuantas veces bebiste una sola?

Eso lo hizo pensar, su ceño fruncido como si estuviese realmente concentrado en recordarlo antes de volver a sonreír como tonto—. Yo comí pastel de fresas —soltó y entonces la sonrisa fue reemplazada por un puchero—. Pero ya lo vomité.

Apenas reprimiendo la risa, Darius miró a los mellizos de pie a pocos pasos, aun luciendo confundidos—. Está bien, mocosos, regresen a la fiesta —dijo—. Cuidaré de él.

Justice no parecía muy seguro—. ¿Él estará bien?

Darius asintió—. Solo esta un poco demasiado ebrio. Lo llevaré a casa ahora, estará bien luego de que descanse —dijo—. No se preocupen por él, vuelvan con sus padres.

Dudaron por un instante, pero luego de que les dedicase una sonrisa tranquilizadora, ellos asintieron y salieron del baño, regresando a mezclarse con el bullicio de personas en el salón. Una vez que estuvieron solos, Darius volvió a ver al joven que ahora dormitaba y suspiró. Cuando Noah despertase en la mañana y se recordase a si mismo tan ebrio que había tenido que ser cuidado por un par de niños, seguramente se moriría de la vergüenza.

Interiormente, Darius se preguntó si sería muy malo de su parte el tomar fotografías para agregar el material grafico a ese bochorno.

Sabiendo que Noah obtendría su cabeza de hacerlo, deshecho la idea y en vez de eso se movió para ayudar al más joven a salir del cubículo—. Vamos, Teddy, vamos a asearte un poco y luego a casa.

—No quiero irme aun —Noah se quejó en un murmullo apenas comprensible—. ¡Quiero brindar con los novios! ¡Vamos a brindar!

Guiándolo hacia los lavabos, Darius suprimió la risa—. Ya brindaste con los novios antes —le recordó—. Y no habrá más brindis para ti, al menos por esta noche.

—¿Por qué no? —se quejó, estirando las vocales y haciendo pucheros como un niño pequeño.

—Porque ya estas lo suficientemente ebrio —le respondió, obligándolo a enjuagar su boca y rostro bajo el agua del grifo.

Aferrándose a la mesada para mantenerse en pie, Noah encontró su mirada a través del reflejo de los espejos y le frunció el ceño de forma completamente adorable. El chico era un completo desastre, el maquillaje que tanto se había esforzado en crear estaba por todos lados, sus mejillas estaban rojas por el alcohol y ahora tenía el cabello empapado y se le pegaba en el rostro desde todas direcciones.

Y aun así, se veía increíblemente hermoso a su parecer.

—¡No estoy ebrio! —aseguró, arrastrando las letras y como cualquier borracho que se respeta, soltó un eructo que hizo eco en cada rincón del baño al terminar su defensa.

Eso lo tuvo, por más que lo intentó, Darius no logró detener la risa antes de que escapara a través de sus labios. Con seguridad, Noah tenía que ser la única persona en el mundo que aun estando completamente alcoholizado podía verse lindo.

Luciendo más que molesto ahora por su obvia burla, Noah giró entre sus brazos y casi se va de bruces al intentar golpearlo. Atrapándolo antes de que pudiese tocar el suelo, Darius detuvo su risa y lo mantuvo apretado en un abrazo por un momento mientras recuperaba el aliento.

—No estoy ebrio —Noah insistió con voz lastimosa, menos convincente ahora.

—Está bien, Teddy, no lo estas. —estuvo de acuerdo, decidiendo no meterse en una pelea con un borracho... de nuevo.

Se quedó un momento allí, absorbiendo el suave calor que Noah desprendía, respirando el dulce aroma que su piel siempre parecía tener. Había días en que realmente extrañaba esa simple cercanía. Un abrazo o una suave caricia, esas cosas habían sido algo diario para ellos desde la niñez, pero ahora... las cosas habían cambiado demasiado.

Ahora, tenía que recordarse continuamente que su toque no era bienvenido, que debía mantener la distancia y que sus sentimientos no debían reflejarse en su mirada cada vez que Noah entraba a la habitación. Era difícil, era malditamente difícil cuando había días en que lo único que Darius quería era abrazarlo, solo un toque o un suave beso.

Era difícil de aceptar, pero por Noah, él lo hacia.

Sacudiéndose a si mismo, solo se permitió un instante robado antes de apartarse suavemente. La mejor forma de no caer en la tentación, era tomar distancia de ella. Cuando Noah lo observó con reproche, Darius le sonrió con cariño antes de moverse para sentarlo sobre la mesa, a un lado del lavabo. Recuperando el pañuelo en su bolsillo, comenzó a secar el rostro del joven con cuidado, terminando de quitar el borroso corazón que parecía siempre impreso en la pálida mejilla.

Percatándose de que su cuidado maquillaje estaba yéndose en el pañuelo, Noah dio un vistazo a su reflejo sobre su hombro y para total consternación de Darius, se echó a llorar—. ¡Estoy feo!

—Noah...

—Me veo horrible. —lloró más fuerte, y verdaderas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas al tiempo que balbuceaba—. Parezco mapache hambriento.

Darius lo observó llorar por un instante antes de que la risa regresara. Moviéndose antes de que Noah notara que estaba riéndose nuevamente de él, lo rodeó con sus brazos—. No te ves feo —le aseguró—. Eres hermoso.

—¡No mientas!

Dios, él estaba llorando en todas las de la ley, hasta el sonido de un pequeño cerdito salió de sus labios en su ahogo.

Darius realmente estaba divirtiéndose con eso.

En el correr de los años, pocas veces había tenido la oportunidad de ver a Noah borracho. A pesar de los malos hábitos de los hermanos Baker, el más joven pocas veces se había dejado arrastrar y las que lo había hecho, Darius había estado en peores condiciones que él, por lo que no había tenido oportunidad de apreciar el desastre en el que se convertía.

Y él era un desastre de lágrimas, mocos y sonidos de cerdito.

Darius solo quería apretarlo en un abrazo hasta dejarlo sin aire.

¡Tan adorable!

Pero como sabía que eso no sería bienvenido, en vez de eso palmeó suavemente su espalda por un momento antes de que Noah simplemente se detuviese y lo empujase a un lado, bajando de la mesada de un salto. Darius apenas logró mantenerlo en pie, pero su mano fue palmeada lejos y ni siquiera hubo un agradecimiento por la ayuda cuando el chico comenzó a andar con pasos torpes hacia la salida.

—¿A donde vas? —preguntó, siguiéndolo—. ¡Noah, ¿a donde vas?!

Lo alcanzó en el pasillo, girándolo hacia él y viendo un gran puchero en sus labios antes de que soltara lo más impredecible que pensó escuchar:— ¡Quiero una hamburguesa! —sorbió su nariz patéticamente—. Tengo tanta hambre.

Interiormente, se preguntó como habían pasado del maquillaje a la comida, pero dado que no quería meterse en una pelea diferente no dijo nada. Engatusando al más joven con palabras dulces y promesas, logró secar su rostro de lágrimas y conducirlo a través del salón hacia donde sus padres estaban sentados.

Aclarándose la garganta, llamó su atención—. Voy a llevar a Noah a casa. —dijo—. Encárguense ustedes del desvergonzado de Dorian, gracias.

—Está bien, entonces... ¿Noah? —Drew lució completamente alarmado al ver el estado del más joven, era obvio para cualquiera que había estado llorando. Llevaba los ojos rojos y manchas de humedad aun pegadas a sus pestañas—. Cariño, ¿que te sucedió?

Aun sollozando, Noah lo señaló—. Yo lo conozco —soltó en un balbuceo—. ¡Usted es taaaaaaan lindo!

Los ojos de Drew se ampliaron—. ¿Está ebrio?

Darius asintió—. Tanto que si le acercas un cerillo, incendiaríamos el lugar. —manteniendo un brazo alrededor del joven, lo mantuvo a raya antes de hacer un gesto sobre su hombro—. Lo llevaré a casa antes de que alguien más lo note, despidanme de Nick y Wolf.

Sin esperar una respuesta, arrastró a Noah a la salida. El aire fresco de la noche los golpeó a ambos apenas dieron un paso fuera, logrando que un escalofrío recorriera a Darius. Mirando a Noah, recordó haber insistido para que el chico se pusiese un abrigo sobre la fina camisa que llevaba, pero este le había asegurado que eso no solo arruinaría su aspecto, sino que no sería necesaria. Estaban en verano, no se suponía que el frío llegase aun.

Noah obviamente no debía ser meteorólogo.

Quitándose el saco, ignoró la brisa fría que erizó su piel mientras obligaba al menos a vestirlo. Luego de eso, giró y le dio la espalda, hincándose frente a él—. Sube a mi espalda, Teddy —pidió.

Contrario a lo que esperaba, Noah lo pateó antes de caer sobre su culo y comenzar a reírse como desquiciado.

Volviendo a verlo, Darius frotó el punto de dolor en su espalda y suspiró. Esto sería más difícil de lo que pensaba.

—Te di una opción, luego no digas que no intenté hacer esto de la buena manera —advirtió, antes de acercarse y poner al chico nuevamente en pie. Con una facilidad envidiable, puso su hombro en el abdomen de Noah y lo cargó como si no pesara nada—. Vas a estar tan avergonzado en la mañana, cariño.

El chico balbuceó algo inentendible que decidió simplemente ignorar.

—¡Dare! —Noah gritó de pronto mientras cruzaban el estacionamiento hacia donde Darius había estacionado.

—¿Que sucede? —interrogó.

—No te asustes —dijo—. Te voy a decir algo, pero no te asustes, ¿bien?

Darius ya estaba sonriendo antes de escucharlo—. ¿Que sucede?

—¡El mundo se dio vuelta!

—No me digas. —suprimió la risa.

—¡Si te digo! —replicó—. Todo esta de cabeza, tu estas de cabeza y el cielo esta de cabeza.

—¿Tu estas de cabeza también?

Lo sintió sacudiendo la cabeza—. No, yo estoy bien.

—Si todo esta de cabeza menos tu, ¿no será que tu eres el que esta al revés? —preguntó.

Noah se mantuvo callado luego de eso por un largo momento, tanto que Darius pensó que se había quedado dormido. Solo cuando estuvieron frente a su auto, y lo deslizó para bajarlo, se percató de que seguía despierto.

—¡Todo volvió a estar bien! —soltó alegre, antes de bajar la voz—. Vi tu trasero.

—¿Enserio?

Noah asintió seriamente—. Estaba justo frente a mi cuando el mundo se dio vuelta —dijo—. ¡Tan lindo!

—¿Te gusta mi trasero? —rio.

El más joven asintió antes de sonreír, acercándose para enmarcar su rostro con sus manos—. ¡Pero me gusta más tu cara!

Manteniendolo apoyado en el lateral del auto para que no cayera, Darius respondió—. A mi me gusta tu cara.

—Lo sé. —dijo, actuando un poco avergonzado ahora—. Tu lo dijiste antes, muchas veces... hace mucho tiempo.

—Lo hice. —aceptó.

El puchero hizo su reaparición—. Pero ya no lo dijiste nunca más. —y ahora estaba triste. Sus cambios de humor eran impresionantes—. ¡Ya no te gusta mi cara fea!

—Tu cara no es fea.

—Si lo es, ¡y a ti ya no te gusta!

Abrazándolo cerca, Darius repitió—. Tu cara no es fea, es hermosa —dijo—. Y yo amo esa carita hermosa que tienes.

Los ojos de Noah brillaban enormes bajo la suave luz de la farola cercana cuando lo miró incierto—. ¿Enserio?

Darius asintió—. La amo —se inclinó, besando suavemente su frente—. Amo tu frente —beso sus cejas—. Tus bonitas cejas —beso sus ojos—. Tus ojitos preciosos, tu naricita de botón, tus hermosas mejillas sonrojadas —dio una pequeña mordida a su mejilla para hacer su punto, logrando arrancar una risa tonta del menor.

Levantando la mirada hacia él, Noah preguntó—. Y mis labios, ¿te gustan?

—Me encantan. —dijo, y sabía lo que estaba esperando.

Y él malditamente no debería, pero era Noah y él... inclinándose, beso los suaves labios rojizos, sintiendo el suave sabor dulce de los tragos que había bebido aun impregnados en su piel. Noah se derritió contra él, acercándose más dentro de su abrazo mientras se ponía en puntas de pie para responder mejor al beso.

Con su brazo apresando la fina cintura, Darius lo mantuvo al ras de su cuerpo mientras que su otra mano subía a acunar la delicada mejilla, acariciando con su pulgar la piel sonrojada del joven. Lo mantuvo suave y superficial, porque por más que quería más, Noah estaba ebrio y no era eso lo que habían acordado. Esto no era en lo que ellos habían estado de acuerdo.

Aun así, bebió del suave sabor de esos labios, del dulce calor que le daban y de la forma en que su corazón saltaba en su pecho ante el simple toque, como si quisiese escapar de su cuerpo para lanzarse a las manos del más joven.

Estaba tan perdido.

Apartándose antes de perder su maldito autocontrolar completamente, observó el rostro aturdido de Noah por un momento antes de que este le sonriera y susurrara—. Te amo, Dare.

Su corazón se salteó un latido ante la confesión, tan dulce y pura. Noah se recostó en su cuerpo con total confianza y pudo sentir el momento exacto en que perdió el conocimiento. Manteniendolo así un momento más, Darius apretó sus brazos a su alrededor y acarició el suave cabello castaño.

—También te amo, mi dulce osito Teddy.

Fue un susurró al viento, ya que sabía que probablemente, mucho de lo que había sucedido no estaría en la memoria de Noah en la mañana. Y quizás era lo mejor. 

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