Capitulo Treinta y Tres.

De pie frente al espejo, Noah observó su reflejo por un instante y suspiró. Se veía más pálido que de costumbre, y a pesar de lo que le había dicho a Darius, se sentía tan cansado como su rostro delataba. En realidad, aunque había dormido prácticamente toda la noche de corrido, regresar a la cama y dormir otras diez horas le parecía tan malditamente tentador.

Ah, estaba tan malditamente somnoliento, solo esperaba no terminar durmiéndose en el trabajo o Nee jamás le permitiría olvidarlo.

Por supuesto, sabía perfectamente que solo bastaba una corta llamada y se libraría de ir a trabajar. Nee era el tipo de jefe permisivo que le permitiría faltar mientras le diese la seguridad de que aparecería al día siguiente. Pero era demasiado terco como para dar el brazo a torcer, además, si faltaba al trabajo, solo le daría combustible a Darius para decir que tenía razón en que todo era demasiado estrés para él.

Noah podía manejar un poco de estrés, no era un niño pequeño. Además, estaba haciendo todo lo que hacía, para poder tener un futuro tranquilo y feliz, así que no había forma de que se detuviese aún.

—¿Amor? —la voz de Darius subió por las escaleras—. ¿Estás listo? Se nos está haciendo tarde.

Echando un vistazo al reloj en su muñeca, Noah se movió para recuperar su delineador de ojos—. ¡Dame un minuto! —pidió, mientras se acercaba al espejo para poner una línea sobre sus pestañas.

Los pasos de Darius sonaron sobre los escalones antes de que apareciera en la cima de las escaleras, con su mochila ya sobre el hombro. Acercándose a donde estaba, se apoyó casualmente en la pared cercana, observándolo maquillarse con paciencia y algo de interés.

Mirando de cerca que el delineado fuese simétrico, Noah dio un paso atrás y se encontró con la mirada de Darius a través del reflejo—. ¿Qué sucede?

Con los ojos algo brillantes y una pequeña sonrisa suave en el borde de sus labios, Darius negó—. No sucede nada.

Guardando el delineador en su estuche de maquillaje, Noah finalmente lo miró, encontrándose con los ojos verdes que lo veían casi con reverencia—. ¿Qué? —insistió—. ¿Por qué me miras tanto? ¿Mi maquillaje quedó mal? ¿O es la ropa? Estos colores no se ven bien en mí, ¿verdad?

—¿Hay algo que no se vea bien en ti? —rio suavemente antes de acercarse, rodeando su cintura con sus brazos—. Te ves increíblemente hermoso, Teddy.

Rodeando el cuello del mayor con sus brazos, Noah lo miró con sospecha—. ¿Por qué estas siendo tan complaciente esta mañana? —estrechó los ojos—. ¿Qué hiciste?

Darius río—. ¿Por qué cada vez que te digo algo bonito piensas que hice algo malo? —dijo—. Quizás solo estoy demasiado malditamente enamorado de mi hermoso esposo y quiero verbalizarlo, ¿no pensaste que podía ser eso?

—Llámalo instinto —dijo, dándose un pequeño golpe con su índice en la punta de la nariz—. Puedo olerlo en ti.

Inclinándose, Darius dejó un beso donde el golpecito había impactado logrando que Noah arrugase la nariz—. Estoy siendo un buen niño.

—Nunca has sido un buen niño —acusó, raspando con sus uñas el crecimiento de barba en sus mejillas—. Demasiado rebelde y travieso, quizás por eso me gustabas tanto cuando éramos niños.

Darius elevó una ceja, sus manos deslizándose en largos masajes en la delicada espalda—. ¿Eso fue lo que te atrajo?

—Esos bonitos ojos verdes también tuvieron algo que ver.

Y eso era una verdad imposible de negar. Los ojos de Darius habían sido lo primero en llamar su atención, dado que cuando se conocieron, en sus cuatro años de vida, Noah nunca había visto a alguien con ese color en sus ojos. Le había resultado particularmente fascinante, y al pasar los años, aunque se había cruzado con más personas de ojos claros, seguía seguro de que no había ojos más bonitos que los que ahora lo observaban con adoración.

La mirada de Darius se iluminó con esa información—. ¿Me estas diciendo que todo este tiempo tuve un arma letal contra a ti al alcance de un parpadeo y no lo sabía?

—No hay forma que puedas usar eso en mi contra, Dare.

—¿Apuestas? —dijo, inclinándose hasta que sus frentes conectaron y sus ojos quedaron a la misma altura—. Te aseguro que puedo hacerte caer en segundos.

—¿Tan confiado? —sonrió.

—Mucho —musitó, y maldición si esos ojos no estaban haciendo temblar a Noah.

Con un pequeño movimiento, Darius lo subió en sus brazos, logrando que Noah rodease su cintura con las piernas por instinto. Con una sonrisa a sabiendas en sus labios, el mayor apretó su agarre, llevándolo más cerca de su cuerpo antes de inclinarse y unir sus labios en un profundo beso que dejó a Noah mareado.

Sus manos se hundieron en el espeso cabello castaño, aferrándose a esa sensación como si su vida dependiese de ello. Pero las luces intermitentes en su cabeza seguían encendidas, y aunque estuviese disfrutando del toque, su razonamiento lógico fue más fuerte que él.

—Dare —se quejó, rompiendo el contacto e intentando detener el escalofrío cuando esos labios ardientes se deslizaron por su cuello—. Di-dijiste que íbamos tarde, ¿recuerdas?

—Mm, que llamen a un maestro suplente.

—¡Tu eres el maestro suplente! —le recordó, siendo ignorado completamente mientras era arrojado a la cama.

Ese era un movimiento usual entre ellos, Darius lo había hecho muchas veces antes con él y caer entre las mullidas y numerosas almohadas de su cama, no era algo doloroso o incomodo tampoco. Mucho menos sabiendo el camino que tomaría toda la situación. Pero en ese instante, y como si fuese un interruptor, Noah pudo sentir su desayuno subir por su garganta mientras su estomago se revolvía con fuerza.

Lanzándose a un lado, se deslizó al suelo, escuchando a Darius caer en la cama, justo en el lugar donde debió haber estado él, pero estaba demasiado ocupado corriendo al baño para caer en sus rodillas frente al inodoro y devolver el contenido de su estómago. Dios, realmente odiaba vomitar.

—¿Teddy?

Intentó cerrar la puerta al escuchar el sonido de los pasos de Darius al acercarse, pero este fue más rápido, deteniendo la misma y entrando. Mierda, tenía suficiente con que Darius tuviese que verlo en ese estado cuando estaba borracho, no quería que el chico tuviese más imágenes en ese aspecto para su colección.

—Oh, mierda, Teddy —musitó, acercándose para tomar un paño y humedecerlo.

Después de devolver su desayuno completo, Noah tiró de la cadena y levantó la mirada, agradeciendo cuando el fresco paño se deslizó por su rostro sudado.

—Estoy bien, Dare —aseguró al ver el rostro preocupado del otro.

Darius no se veía convencido—. Deberías ir al hospital a que te revisen —dijo—. ¿Tienes algún otro malestar? No pareces tener fiebre, ¿te duele algo? ¿Te sientes mareado?

Negó—. Estoy bien —repitió—. Seguramente comí algo en mal estado y estoy obteniendo los resultados de eso, estaré bien ahora que lo eliminé de mi sistema.

—Te creería si esta fuese la primera vez que te sucede —dijo—. Has sufrido de malestares por días, Teddy, sería bueno que un medico pudiese darte un vistazo y decirnos que los provoca.

—Es el estrés, Dare —dijo con seguridad—. Es solo el estrés, sabes que siempre he sido sensible a la presión y he estado bajo mucha últimamente.

—Noah...

—Me conozco y conozco mi cuerpo y mis reacciones a ciertas situaciones —dijo con calma mientras se ponía de pie, acercándose para enjuagar su boca y echar agua en su rostro—. Estaré bien una vez que todo esto pase.

Darius aun no se veía feliz, pero no pudo más que suspirar—. 'Tuviste nauseas mientras te estaba besando —murmuró un tiempo después, poniendo mala cara—. Tu si sabes como destrozar el ego de alguien.

Escupiendo el enjuague bucal que estaba en su boca, Noah se encontró con su mirada a través del espejo, intentando no reírse de la mala cara del otro—. Cariño, si tus besos me diesen nauseas, con seguridad no me hubiese casado contigo.

Él aun seguía haciendo pucheros.

Girando, Noah se acercó y dejó un beso rápido en su mejilla antes de pasar a su lado—. Deja de hacer pucheros —dijo—. Esto sucedió debido a que estábamos a punto de hacer algo que no debíamos. Tenemos que llegar a nuestros trabajos, no podemos ser tan irresponsables.

—La responsabilidad esta sobrevalorada. —se quejó—. Ser rebelde es la moda de hoy, romper reglas y faltar al trabajo para poder tener sexo embravecido en su lugar es lo cool.

La risa de Noah hizo eco dentro de la habitación mientras retocaba nuevamente su maquillaje—. Ya nadie usa la palabra "cool" desde hace veinte años —dijo—. Deja de ser un bebé quejoso y muévete o llegaremos tarde.

Darius siguió murmurándose y quejándose, pero Noah no le puso mayor importancia, más concentrado en ocultar el malestar que aun lo aquejaba. No quería preocupar al mayor, más cuando estaba seguro de que todo pasaría luego de que terminara su venganza.

(...)

... En la granja había un perro y Bingo era su nombre... B-I-N-G-O... B-I-N-G-O... ¡B-I-N-G-O!... ¡Y Bingo era su nombre!...

Terminando de garabatear en su agenda, Noah levantó la mirada y sonrió al ver a Haru de pie sobre la mesa de la sala, cantando al son de los alegres animalitos en el televisor. El pequeño obviamente había heredado gran parte de la personalidad de su padre, él estaba haciendo su propio pequeño concierto mientras Natsu, aferrado a un sofá cercano, festejaba con risas las payasadas de su hermano mayor.

—¡Papá! —Haru llamó de pronto, girándose a ver a Nee quién levantó la mirada del grupo de hojas frente a él en cuanto escuchó el grito—. Papá, quiero un perrito.

Nee hizo una pequeña mueca—. No podemos tener perro, cariño —dijo con paciencia—. Papá es alérgico, ¿recuerdas?

Eso hizo que Haru arrugara la nariz—. Bueno, entonces una serpiente.

El bolígrafo cayó sobre las hojas cuando Nee giró a mirar a su hijo—. ¿Cómo pasaste de querer un perro a una serpiente? —interrogó—. ¿No quieres mejor un gatito? Podemos adoptar uno si quieres.

—No, quiero una serpiente —el pequeño insistió—. Una boa.

El mayor negó—. No vas a tener una serpiente, mucho menos una boa —dijo—. ¿Acaso quieres que tu papi infarte? Kai me asesinaría si siquiera acercamos una de esas cosas a él.

—Pero quiero una boa —lloriqueo—. Amarilla.

Noah miró el intercambio sin poder detener su curiosidad—. ¿Cómo sabe lo que es una boa?

—Justice. —Nee dijo llanamente—. Le gusta enseñarle sobre diferentes cosas, la semana pasada fueron tipos de felinos y quería un león mascota. Esta semana: reptiles.

Noah tuvo que reírse de eso—. Supongo que es algo bueno en cierto punto —dijo—. Mientras no le enseñe sobre arañas. Si adoptan una tarántula mascota, renuncio.

Nee sacudió la cabeza—. No te preocupes, tampoco me agrada nada que tenga más de cuatro patas.

Asintiendo, estaba a punto de volver a su trabajo cuando un movimiento en el rabillo de su ojo lo detuvo. Girando, se congeló por un instante ante lo que veía antes de que una sonrisa emocionada estallara en sus labios.

—Nee —llamó—. ¡Nee! ¡Natsu está caminando!

—¿Uh? —lo miró confundido.

Noah señaló al pequeño de pie a un par de pasos lejos del sofá, aun mirando a su hermano haciendo berrinche sobre la mesa—. Natsu esta dando sus primeros pasos.

Girando a mirar en esa dirección, Nee estuvo en acción en un instante—. ¡Kai! ¡Kai, ven aquí ahora mismo! ¡KAI! —gritó, mientras se apresuraba hacia su bebé con los brazos extendidos, pareciendo preparado para atraparlo si sus piernitas fallaban—. Hey, Natsu, ven con papá, cariño.

Como el buen tío baboso en el que se había convertido, Noah se acercó a un lado, rebuscando su teléfono en su bolsillo para poder grabar todo el suceso. Pudo escuchar la puerta abriéndose detrás de él, los pasos de Kai y los de su abuela resonaron al entrar, así como el suspiro sorprendido de Kai al ver a su bebé de pie por sus propios medios. Haru por su parte, también había guardado silencio, como si temiese interrumpir.

—Natsu, bebé, ven con papá. —Nee insistió.

Girándose a ver a su padre, Natsu río suavemente y cambio de rumbo, esquivando los brazos de Nee y tropezando con sus pequeños pies directo hacia Noah. Soltando el celular, sostuvo al pequeño cuando tropezó finalmente, aferrándose al collar de cuentas que la abuela de Kai le había obsequiado hacía un par de meses, asegurándole que era un amuleto inefable para la fertilidad. Noah no lo había creído, pero de igual forma lo había tomado con agradecimiento.

El hilo se hizo trizas cuando Natsu lo jaló, las cuentas se desperdigaron por el suelo antes de que una pequeña risa llegase a sus oídos desde atrás.

—¡Felicitaciones! —la abuela de Kai gritó—. Esa es toda la señal que necesitas.

Alejando las cuentas antes de que Natsu pudiese meterlas en su boca, Noah le echó una mirada confundida—. ¿Una señal?

Ella sonrió de forma secreta antes de girarse y alejarse riendo suavemente como el personaje misterioso de una película de suspenso. Siguiéndola con la mirada por un instante, Kai se giró para mirarlo con curiosidad antes de encontrarse con la mirada de su esposo, pareciendo compartir una especie de comunicación de ida y vuelta con él, sonriendo luego como si nada hubiese sucedido.

—Siento lo de tu collar, Noah —Kai se disculpó, acercándose para tomar a su inquieto hijo—. Te compraré uno nuevo luego.

—Está bien, fue un accidente —musitó, mirando la puerta de la cocina donde la mujer había desaparecido—. ¿Tu abuela...?

—No le hagas mucho caso, no esta muy cuerda últimamente —se disculpó con una mueca antes de suspirar—. ¿Te quedas a cenar?

—Si, ¿te quedas a cenar? —Nee secundó, mirando a Noah de una forma que no terminó de gustarle—. Haré hamburguesas hoy, grasientas y aceitosas, hamburguesas. De esas que agarras y escurren grasa por tus manos y dejan tu boca sabiendo a grasa...

Ni siquiera logró terminar cuando Noah se puso de pie, corriendo al baño con su mano sobre su boca.

Observándolo irse, Kai se giró para ver a Nee sonreír tan grande como él. Si su abuela lo declaraba, generalmente era cierto, pero esa pequeña prueba era innegable.

Mirando a su bebé, quién parecía tan risueño como él, Kai musitó—. ¿Estás feliz, Natsu? Pronto tendrás otro primito con quién jugar.  

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