T r a i c i ó n
El tinte de sus mejillas era todo lo que podía mirar. Ni siquiera era consciente del aleteo intenso de las mariposas que se hallaban enjauladas en su interior, o del sudor caliente que sus poros expulsaron sobre las palmas de sus manos. No le importaba en absoluto si estaba haciendo el ridículo frente a toda la clase, o si uno que otro curioso lo estuviera grabando con la cámara de su teléfono; mucho menos la palabrería susurrada entre el alumnado que se detuvo a curiosear desde la ventana del salón. De lo único que era consciente y a lo que estaba atento, era la hermosa chica que iluminaba su vista como si un halo dorado la adornara desde la espalda.
También, de la gran respuesta que saldría de sus labios unos segundos después de recuperarse de la impresión.
Por supuesto, las palabras que salieron después fueron como una música celestial para sus oídos. Ella había dicho que sí, que también lo quería y que sería su novia. Todo fue tan mágico que sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez era porque los mejores momentos de su vida los pasó con ella, o porque con cada día que pasaba, su amor no hacía más que crecer y crecer, a un punto en el que su corazón se saldría de su pecho con tan solo imaginarse una vida entera a su lado; un escenario donde juntos se convertirían en adultos y envejecerían mirando a su descendencia. Tan llenos de un amor alimentado a base de respeto, confianza y actos de aliento hacia el otro que difícilmente moriría. Todo estaba planeado en su mente, nada podía salir mal.
Excepto porque tal como sucedió, se esfumó.
Casi parecía un sueño —o una pesadilla— del que había despertado con súbita melancolía.
Un día Ochako se convertía en su novia y al otro, había desaparecido del mapa.
«Shoto, ella...»
Fuyumi ni siquiera tuvo el valor de terminar su frase antes de romper el contacto visual, con la amargura surcando su tono de voz ya quebrado. No lo comprendía, quizás no quería comprenderlo; Ochako no era ese tipo de persona que se iba sin decir una palabra. Jamás en su cabeza se le cruzó la idea de hacer algo tan estúpido como aquello, mucho menos después de jurarle su amor una y otra vez. O tal vez, solo se trataba de palabras vacías, que ningún significado tuvieron en todo el tiempo que mantuvieron su relación. Shoto no terminaba de entender el porqué de su ausencia, pese a que no solo su hermana mayor, sino Izuku y sus demás amigos se encargaron de pronunciar lo que él justo trataba de evitar.
«Sé que lo que te voy a decir será de gran impacto, pero quiero que mantengas la calma...»
Le había dicho su mejor amigo, sin embargo, no lo dejó continuar. No quería escuchar la pesadez de las palabras que vendrían a continuación, no estaba listo para escucharlas... Nunca estaría listo.
¿Cómo se suponía que se superaba un suceso del que no fuiste un espectador?
Todo era absurdo. Ochako no tenía por qué escaparse de él de esa manera. ¿Acaso no era consciente de todo el daño que le causaba su ausencia? ¿Tenía alguna idea de lo mucho que la llamaba por las noches, durante sus pesadillas y sus momentos de lucidez? No era justo. Al menos quería que le diera la cara una vez más para que le explicara la razón de sus acciones.
Parado ahí, justo en el marco de la puerta doble de reja que se hallaba incapaz de cruzar, miró a las profundidades de aquel lúgubre lugar, sintiéndose cada vez más mareado e impotente. Ochako no podía hacerle aquello, de ninguna manera aceptaría el hecho de apartarla de su lado, por eso, decidió no entrar y llevarse una horrible sorpresa —que de sorpresa no tenía nada—. No sucedería ni hoy, ni en un millón de años.
Porque ella aún lo amaba, ¿verdad?
Jamás se atrevería a dejarlo con un nudo en la garganta y un hueco en el corazón, ¿verdad?
Ella regresaría, ¿verdad?
Se golpeó las mejillas con ambas manos, exhalando por primera vez el aliento que tenía contenido desde que llegó ahí; entonces se dió cuenta de que los copos de nieve ahora caían sobre él, congelando su cabello y pestañas en el proceso. Había estado tan absorto en su dilema de entrar o no al lugar innombrable, que cuando salió de su trance no pudo evitar temblar de frío.
«Otro día, ojalá nunca», se dijo.
Se dió media vuelta, con la disposición de regresar a su apartamento y acurrucarse entre sus cobijas para no salir hasta el día siguiente; poco le importaba su inactividad como héroe o el deber de reportarse ante la sociedad preocupada por su estado de salud. Entonces hubo algo que captó su atención al instante: debía estar soñando, porque sus ojos le jugaron una mala pasada al visualizar la pequeña silueta de una mujer con el cabello castaño corto y una risa aterciopelada que corrió en dirección opuesta a la suya, casi incitándolo a seguirla. Esa no podía ser ella, ¿o si?
Shoto...
No, debía estar delirando al haber escuchado su voz en un tono culpable y triste. Se convenció de eso y, sin embargo, se halló siguiendo sus pasos con tanta desesperación que sus pulmones ardieron al inhalar el helado oxígeno de invierno.
No vengas, por favor...
Sintió que se acercaba a ella, acelerando sus pasos en cuanto la vio doblar la esquina hacia un callejón, trotando en un intento por no perderla de vista. Estaba a punto de tomar su brazo y aferrarse a ella con su vida, no la dejaría ir esta vez...
Shoto, reacciona.
Parpadeó dos veces, sin fijarse en el suelo resbaladizo por el hielo, hasta que patinó, cayendo de bruces. Hizo una mueca de dolor al sentir que se golpeaba el brazo izquierdo en su vano intento por amortiguar la caída, siseando en tanto se levantaba con pesadez. ¿Por qué había seguido a alguien de esa manera? Miró a sus alrededores, dándose cuenta de que la fémina había desaparecido tan rápido como le quitó la mirada de encima, suspirando frustrado y un poco sorprendido por lo que acababa de suceder.
Él no era alguien que se dejara llevar por su instinto, empero, la sensación que le produjo aquella muchachita era igual a la que le provocaba Ochako. Ni siquiera lo pensó antes de seguirla y terminar en un estrecho callejón con un posible hematoma en el brazo. ¿Qué le había sucedido?
En ese momento, las duras palabras de su padre le llegaron a la cabeza como un balde lleno de cubos de hielo:
«¡Ella está muerta! No hables más de eso, ¿de acuerdo?»
Un nudo se formó en la boca se su estómago. Padre tenía que estar mintiendo, porque él estaba seguro de que Ochako tan solo tenía otras cosas importantes que hacer para justificar su ausencia. O tal vez, Enji le dió un significado diferente a sus palabras... Tal vez ella...
«Iré a ver a Katsuki...»
«Katsuki es uno de mis mejores amigos, lo quiero tanto...»
«Él y yo somos inseparables...»
¿Y si ella no quería verlo porque en realidad no lo amaba?
Sacudió la cabeza con tal de disipar sus horribles pensamientos. De ninguna manera Ochako se atrevería a mentirle; podía haber estado actuando raro durante los últimos días que estuvo con ella, pero jamás le mentiría, de eso estaba seguro... Casi.
Era cierto que Bakugo era uno de sus mejores amigos. Exceptuando a Izuku, podía afirmar que era su mejor amigo; tanto que todo el tiempo estaba acostumbrado a verlo cerca de ella y eso no suponía ningún problema para él. Hasta ahora.
¿Cómo no se dió cuenta antes? Las miradas de complicidad que se dedicaban, luego las sonrisas cuando pensaban que él no estaba mirando, incluso el apretón de hombros que Bakugo le daba cuando ella se encontraba nerviosa y la calmaba al instante. Decidió hacerse el ciego todas esas veces y prefirió fingir que no sucedía nada, pero ahora se daba cuenta de que hacerlo fue el peor error que cometió. Lo peor de todo era que sus demás amigos y cercanos parecían estar en complot para solapar las descaradas acciones de esos dos.
Si nadie quería tocar el tema con él, era porque le estaban ocultando algo. Tal vez querían dar por terminada esa conversación porque no querían que supiera la verdad detrás de las acciones de Ochako y la olvidara como si de un objeto se tratase. Era increíble que en sus intenciones estuviera alejarlo de ella sin haber recibido una explicación convincente sobre lo que su novia hizo con él y pretendieran que no existía. No lo iba a permitir.
Con una nueva determinación, se armó de valor para ir a encarar al hombre que fingió ser su amigo. Le debía muchas explicaciones y no se iría hasta estar satisfecho sobre lo que sucedió entre él y Ochako. No importaba si al final del día terminaba con el corazón aún más destrozado que actualmente, al menos sabría la razón por la cual ella le mintió de una forma tan cruel.
Pero antes, debía ahondar más profundo en sus recuerdos y, su antiguo apartamento compartido tenía bastante material por desenterrar.
Si Ochako le había visto la cara con su amigo, lo descubriría, sin importar qué.
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