D o l o r • F í s i c o
«El paciente ha recobrado la conciencia... signos vitales estables... presión arterial de ochenta y cinco sobre sesenta y siete... pulso de...»
Escuchaba voces a lo lejos, interactuando unas con otras, sin embargo, no era capaz de ver quién hablaba debido a la oscuridad del lugar. «¡Ah!», pensó. Era porque aún tenía los ojos cerrados; sentía los párpados tan pesados que podría tomar otra siesta. Y lo haría. Despertaría minutos —tal vez horas— más tarde, cuando nuevas voces eran las que ocupaban el silencio.
«Doctor, ¿cómo está? No ha despertado aún, estoy preocupada...»
Intentó mover cualquiera de sus extremidades sin éxito alguno. Sus músculos estaban rígidos, como si no fuera dueño de su cuerpo y por lo tanto, éste no respondiera a sus órdenes; tenía la garganta seca, quería un poco de agua para saciar un poco la sed que lo estaba matando. No obstante, su voz no salía.
«Shoto... Sé que me escuchas. Por favor, despierta...»
—Fu... Fuyumi.
Abrió los ojos con lentitud, finalmente adentrándose en la realidad. Antes había percibido una habitación blanca con lámparas casi fluorescentes, por lo que esta vez no se sorprendió mucho al encontrarse en el mismo lugar; empero, no tenía idea de cómo terminó ahí, con el cuerpo casi inmóvil y la voz más ronca de lo que se había escuchado a sí mismo.
—¡Shoto!
Reconoció a su hermana mayor al instante, cuyos brazos le rodearon el cuello en un gran abrazo que duró largos minutos. Pronto sintió la humedad en su hombro izquierdo, producto del llanto que ella comenzó a soltar; quería devolverle el gesto, decirle que no se preocupara por él, pero le dolía todo el cuerpo.
—¿Dónde... estoy? —inquirió, sintiendo que sus cuerdas vocales se desgarraban con cada palabra dicha.
—En el hospital —respondió a la vez que se separaba de él—. Te trajeron aquí después de que aquella pared cayera sobre tí, ¿recuerdas?
Oh, sí. Recordaba algo de eso. Destellos punzantes de aquella ocasión comenzaron a aparecer en su memoria. Él tenía una misión junto a varios héroes, la situación se complicó y él terminó herido; lo último que recordaba antes de perder el conocimiento, era querer salir de los escombros para poder alcanzar a...
—Ochako.
Por acto reflejo, se incorporó de la cama pese al dolor de sus músculos. Ahora que se acordaba, Ochako también se encontraba bajo los escombros, sosteniendo con sus pequeñas manos, parte de un edificio. Todo mientras se aseguraba de que los civiles atrapados ahí pudieran salir a salvo. Ella tenía heridas por todo su cuerpo y se le notaba agotada; no podría soportar por mucho tiempo el peso de un edificio de más de doscientas toneladas, en cualquier momento se rendiría y liberaría todo el peso sobre ella... Él le decía que no lo hiciera, que aguantara un poco más hasta que él llegara a su lado y ambos salieran juntos. Se lo prometió.
Ese momento nunca llegó. Una pared cayó sobre él, provocándole una contusión cerebral y por lo tanto, la pérdida del conocimiento.
Ahora estaba aquí. Postrado en la cama de un hospital sin saber lo que ocurrió después. Sin saber lo que ocurrió con ella.
—¿Dónde está? —Al menos el escozor de su garganta se aminoraba conforme hablaba, pero eso no le quitaba la creciente angustia que se asentó en el fondo de su estómago.
—Espera un momento. —Fuyumi casi chilló mientras se levantaba de su asiento y corría hacia la puerta—. Avisaré al doctor que has despertado y...
No terminó la frase. Shoto casi juraba que su hermana huyó de aquella pregunta con una excusa tan pobre como esa, lo que incrementó su malestar.
Miró a su alrededor.
Entre el silencio, el pitido de la máquina que indicaba sus signos vitales se volvió tortuoso para sus tímpanos; se volvió a recostar porque, para ser honesto, aunque tenía toda la intención de salir corriendo de esa cama para preguntar por Ochako, estaba agotado y sentía que su cuerpo no respondía. Estaba seguro de que si trataba de hacer el más mínimo esfuerzo por levantarse, caería al suelo de inmediato.
Volvió a pensar en ella.
Ochako.
Ahora que lo recordaba, ambos habían peleado instantes antes de recibir la llamada para la misión que a Shoto lo llevaría a la cama de aquel hospital. Nunca antes se habían lanzado palabras tan hirientes como ese día, sin embargo, Shoto estaba arrepentido de todo lo sucedido y, esperaba que su novia también lo estuviera. Aunque ahora mismo no recordaba la razón de tan acalorada discusión, sentía un ligero escozor en el fondo de su estómago.
Decidió dejarlo pasar en el momento que el doctor entró para hacerle algunas observaciones y preguntas de rutina.
—¿Tres meses? —tartamudeó atónito.
—Tuvimos que inducirlo al coma debido a la gravedad de sus heridas —aclaró el doctor mientras anotaba algo—. No tuvimos una respuesta positiva hasta esta semana. Nos alegramos de que el héroe Shoto haya regresado con nosotros.
Instintivamente se llevó una mano a la cabeza; le dolía como el infierno, casi como todos sus músculos —a diferencia de que los músculos le dolían por la rigidez—, pero aquello no era nada comparado con la incertidumbre de saber lo que ocurrió durante esos tres meses.
«Nos vemos entonces, Katsuki. Pero por favor, que nadie se entere, mucho menos Shoto...»
Un destello de algún recuerdo brilló en su cabeza. Todo era muy confuso aún, pero estaba seguro de que la voz que escuchó había sido la de Ochako. Y casi juró que un alfiler invisible perforó su cerebro, con el único propósito de darle una migraña que no soportaría. No podía pensar las cosas con claridad, al parecer el doctor se dió cuenta de ello.
—Por favor, no se esfuerce.
—Quiero ir a casa.
—Eso no será posible. —negó con la cabeza—. Tiene que estar en observación al menos cuarenta y ocho horas. Lo que usted pasó no es cualquier cosa, ¿está de acuerdo?
No dijo nada, su mente ya vagaba en algún otro lugar; ni siquiera se dió cuenta del momento en el que el profesional de la salud abandonó la habitación. Lo único que daba vueltas alrededor de sus cerebro, era aquel recuerdo que ni siquiera tenía un escenario; solo se trataba de una voz muy dulce, pero que en ese entonces sonó... ¿titubeante?, ¿temerosa de ser escuchada?
Joder...
Ochako jamás le ocultaría nada; y si lo hiciera, él se daría cuenta de inmediato, porque la conocía muy bien. Habían pasado juntos casi ocho años en los que ambos habían aprendido cosas increíbles del otro.
¿Por qué Ochako no aparecía por la maldita puerta de esa habitación?
¿Por qué nunca apareció en los tres días que estuvo ahí?
Se desesperó.
¡Joder!
¿Por qué nadie le daba respuestas?
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