O9: Dinner for Three.

Habían pasado dos semanas desde la última vez que había visto a Park. Sana revisaba por última vez la mesa, asegurándose de que cada detalle estuviera en su lugar. Había escogido platos de porcelana fina, un mantel bordado a mano, y copas de cristal que relucían bajo el suave resplandor de las velas. El ambiente era íntimo y cálido, una atmósfera que sabía podría hacer que JiHyo se sintiera a gusto. A pesar de la pequeña reunión, había preparado una cena especial, algo que le diera a la azabache un respiro de sus propios pensamientos.

Poco después, el timbre sonó, anunciando la llegada de NaYeon y JiHyo. La nipona se apresuró a abrir la puerta, encontrándose con una escena que le sacó una sonrisa: JiHyo llevaba un vestido azul oscuro que resaltaba el brillo de sus ojos, mientras que NaYeon, portaba un conjunto de Chanel negro y dorado.

—¡Gracias por invitarnos, Sana! —dijo la rubia en cuanto entraron, dándole un beso en la mejilla.

—No es nada —respondió la mencionada con una sonrisa amable, pero su mirada se desvió hacia JiHyo, que se había quedado un poco más atrás.

—Gracias, Nay. Necesitaba distraerme un poco —admitió la coreana, devolviéndole la sonrisa. La mayor notó el cansancio en su voz y la intensidad de su mirada, como si llevara un peso que solo ella podía comprender.

Cuando se sentaron a la mesa, la conversación fluyó con facilidad, aunque los comentarios de NaYeon traían una chispa de humor que las hacía reír, JiHyo, no lograba del todo perder la tensión que guardaba en el rostro. Sana la observaba, consciente de cada pequeño cambio en su expresión, cada pausa en sus palabras. La preocupación que sentía era palpable, y aunque intentaba mantener la compostura, sabía que algo en su interior estaba cambiando.

—¿Entonces, JiHyo? —preguntó NaYeon de repente, interrumpiendo la plática trivial—. ¿Todo en orden? Porque de un tiempo para acá te noto como... no sé, diferente.

JiHyo se quedó en silencio unos segundos, mirando la copa de vino entre sus manos. —Por supuesto Nay, todo está bien. —respondió, esbozando una sonrisa evasiva

La mayor se removió ligeramente en su asiento, consciente de la tensión en el aire. Sabía que el comentario de la rubia estaba tocando un tema delicado para JiHyo, y la incomodidad en el rostro de su amiga lo dejaba claro. Sin embargo, antes de que pudiera cambiar de tema, NaYeon prosiguió, mirándolas a ambas.

—Bueno, ¿y ustedes dos? Aquí y en China se nota que traen algo, ¿pasa algo que no me han contado?

Sana y JiHyo intercambiaron una mirada rápida. Sana intentó restarle importancia con una risa forzada, pero NaYeon continuó observándolas con esa mirada curiosa.

—Vamos, si hay algo que deben arreglar, háganlo. Yo no estoy dispuesta a estar en estas reuniones medio raras solo porque las dos se pelearon. —dijo la coreana más mayor, mirándolas fijamente.

Ambas mujeres evitaron responder de inmediato, y JiHyo tomó un sorbo de vino, como buscando en el fondo de la copa la respuesta que no quería admitir en voz alta. Im parecía entretenida, pero al mismo tiempo, su comentario había dejado una sensación de vulnerabilidad en el ambiente.

Finalmente, la rubia se levantó para dirigirse al baño, dándoles a ambas un momento a solas. Sana se volvió hacia JiHyo, mientras su corazón palpitaba con fuerza. Había algo en su mirada que la hacía ver tan frágil como decidida al mismo tiempo.

—JiHyo... —dijo la nipona en voz baja, buscando sus ojos—. No tienes que sentirte obligada a decir nada si no quieres.

JiHyo negó con la cabeza, esbozando una sonrisa que reflejaba la mezcla de emociones que luchaban dentro de ella. — Lo sé, Sana. Y créeme, lo aprecio más de lo que puedo decir. Es solo que... —titubeó, buscando las palabras correctas.

Sana sintió cómo su corazón latía con fuerza, y la impulsiva necesidad de acercarse más a JiHyo la dominaba. Estaban tan cerca que podía percibir el leve aroma a jazmín en su piel, el brillo en sus ojos que parecía pedirle algo que ninguna de las dos se atrevía a expresar.

—... últimamente he estado pensando en muchas cosas —continuo JiHyo. — Mi vida, mis decisiones, quién soy realmente.

La mayor asintió, y su expresión se suavizó. Alargó una mano y tomó la de JiHyo, cubriéndola con delicadeza. La calidez del contacto la llenó de una paz que contrastaba con la agitación en su pecho.

—Siempre estás aquí para mí, sin importar lo que pase —murmuró Park con su voz temblando levemente.

—Porque eso es lo que haces por las personas que realmente te importan —respondió Sana, susurrando casi sin darse cuenta.

Sus dedos se entrelazaron de manera natural, y ambas quedaron sumidas en un momento de intimidad indescriptible. Sana no podía apartar la mirada de JiHyo, quien, por primera vez, parecía tan perdida como ella en un mar de emociones. Las palabras de NaYeon resonaban en el aire, pero ahora, ninguna de las dos necesitaba hablar. El silencio decía más de lo que cualquiera podría expresar.

JiHyo se inclinó ligeramente hacia adelante, y Sana hizo lo mismo, como atraídas por una fuerza invisible. Sus rostros estaban tan cerca que sentían el calor de sus respiraciones entrelazadas. Por un instante, Sana pensó en cruzar esa línea y dejar que sus labios se rozaran en un gesto. Sin embargo, justo en ese instante, el sonido de los pasos de Im interrumpió el momento, y ambas se apartaron con una mezcla de sorpresa y tristeza en sus expresiones.

—¿Qué me perdí? —preguntó la rubia, mirando a ambas con una sonrisa.

—Nada —respondieron al unísono, lo que provocó que NaYeon frunciera el ceño, claramente divertida por la respuesta sincronizada.

NaYeon retomó la conversación, y aunque ambas intentaron integrarse de nuevo, algo en la cena había cambiado. JiHyo mantenía la mirada baja, y Sana evitaba mirarla demasiado, temiendo que sus propios sentimientos fueran demasiado evidentes.

Al finalizar la cena, NaYeon se despidió de ambas y se fue apresurada.

—Buenas noches, Sana —dijo JiHyo finalmente, rompiendo el encanto y apartándose con una leve sonrisa.

—Buenas noches, JiHyo —respondió Minatozaki, observándola mientras se dirigía hacia la puerta.

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