14: Disconnect from the World.
JiHyo estaba en casa preparando a YunJin para una tarde especial. La pequeña no dejaba de hablar emocionada sobre las hijas de Sana y lo divertido que sería jugar con ellas. Mientras tanto, la azabache intentaba concentrarse en el hecho de que pronto pasaría tiempo a solas con la castaña, algo que no había ocurrido en mucho tiempo y que ahora parecía más importante que nunca.
—¡Mamá! ¿Crees que Lisa nos deje hacer una casa de almohadas? —preguntó YunJin, con los ojos brillando de entusiasmo.
JiHyo sonrió, acariciándole la cabeza. —Estoy segura de que Lisa estará encantada de ayudarte, mi amor.
El trayecto hacia la casa de Minatozaki estuvo lleno del parloteo alegre de YunJin, pero JiHyo apenas podía concentrarse en las palabras de su hija. Su mente estaba en otra parte, pensando en lo que este tiempo a solas con Sana significaría para ambas. Desde la reunión, las cosas entre ellas habían cambiado. La cercanía era más evidente, las miradas más largas, y aunque ninguna había dicho nada abiertamente, la coreana sentía que algo estaba creciendo entre ellas.
Cuando llegaron, la mayor ya las esperaba en la entrada, con una cálida sonrisa que hizo que el corazón de Park diera un vuelco.
—¡YunJin! Las niñas están en el jardín trasero. Lisa ya les está preparando un snack. —Sana se agachó para saludar a la pequeña, antes de levantar la mirada hacia JiHyo con una expresión que parecía decirle más de lo que cualquier palabra podría.
La azabache carraspeó, intentando parecer más tranquila de lo que realmente estaba. —Gracias por dejarla pasar el rato.
La nipona rio suavemente, haciendo un gesto despreocupado con la mano. —No te preocupes. Sabes que está en buenas manos.
Cuando YunJin desapareció corriendo hacia el jardín, la castaña giró hacia JiHyo. —¿Lista?
—¿Lista para qué? —preguntó JiHyo, un poco desconcertada.
—Para desconectarnos. Pensé que podríamos hacer algo diferente hoy.
La mayor la llevó a un lugar especial, un parque menos conocido en las afueras de la ciudad. Era un espacio tranquilo, rodeado de árboles altos cuyas hojas comenzaban a caer con el cambio de estación. Había un pequeño lago en el centro, donde el reflejo del sol bailaba sobre el agua como destellos dorados.
—Este lugar... es hermoso —murmuró JiHyo, impresionada.
Sana asintió, observándola con una leve sonrisa. —Pensé que te vendría bien. A veces, necesitamos alejarnos un poco del ruido para escuchar lo que realmente importa.
Caminaron por los senderos, hablando de cosas triviales al principio. Minatozaki mencionó anécdotas de sus hijas, mientras Park se reía, sintiéndose más relajada a medida que avanzaban. Pero poco a poco, la conversación comenzó a profundizarse.
—¿Has pensado en lo que hablamos en la reunión? —preguntó Sana de repente, deteniéndose junto a un banco cerca del lago.
JiHyo se quedó en silencio por un momento, mirando el agua. —Lo he pensado todo el tiempo.
—¿Y? —La castaña tomó asiento, dándole espacio para decidir si quería continuar.
Park suspiró, sentándose junto a ella. —Creo que todavía estoy aprendiendo a ser honesta conmigo misma.
Sana la observó con cuidado, como si intentara descifrar cada palabra. Finalmente, colocó una mano sobre la de JiHyo, un gesto que era simple y natural, pero que llevaba un peso que ambas podían sentir. —No tienes que apresurarte. Pero si necesitas a alguien con quien ser honesta... estoy aquí. Siempre lo he estado.
El contacto, aunque breve, dejó a la azabache sin aliento. No podía recordar la última vez que alguien le había ofrecido algo tan sincero, tan desinteresado. La emoción se acumuló en su pecho, y antes de darse cuenta, estaba inclinándose hacia Sana, envolviéndola en un abrazo que parecía ser más un refugio que un simple gesto.
Sana no se apartó. Al contrario, la sostuvo con una ternura que JiHyo nunca había experimentado antes. No dijeron nada durante varios minutos, dejando que el momento hablara por ellas.
Cuando finalmente se separaron, Park levantó la mirada, encontrándose con los ojos de la mayor. En ellos, vio algo que la hizo sentir valiente.
Sana rompió el silencio con una sonrisa suave. —Deberíamos volver. Lisa probablemente esté organizando una revolución infantil en mi casa.
JiHyo rio, pero en lugar de asentir, tomó aire profundamente. El corazón le latía con fuerza mientras decidía decir lo que había estado rondando en su mente desde hacía un rato. —¿Y si no regresamos todavía? —preguntó con su voz más suave de lo que esperaba.
Minatozaki frunció el ceño con curiosidad. —¿A qué te refieres?
La azabache se giró hacia ella, sintiendo un calor subirle por las mejillas. —Podríamos ir a mi casa. Me gustaría... estar en un lugar más íntimo contigo.
Sana la observó por un momento, su rostro pasando de la sorpresa a una sonrisa cálida que iluminó sus ojos. No era la sonrisa coqueta y juguetona que usaba con frecuencia, sino una que mostraba sinceridad y un dejo de vulnerabilidad.
—¿Estás segura? —preguntó, como si quisiera darle a JiHyo la oportunidad de retractarse.
Park asintió, sintiendo cómo su confianza crecía al ver la expresión de Sana. —Más segura de lo que he estado de algo en mucho tiempo.
Sana tomó las manos de JiHyo y asintió. —Entonces vamos.
:O
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