Utopía de laberinto

Krimson y Bell lideraban al grupo a través de los oscuros pasillos de la dungeon. El ambiente estaba cargado de tensión; cada paso resonaba con eco, y la amenaza de los monstruos acechaba en cada rincón. Un Almiraj, con su pelaje blanco y ojos rojos, se lanzó hacia Krimson, pero Bell, con un movimiento rápido y preciso, cortó el vientre de la criatura, haciéndola caer inerte al suelo.

Antes de que pudieran relajarse, un Hellhound apareció, cargando un ataque de fuego en su boca. Welf, agotado y cubierto de sudor, reaccionó instintivamente.

—¡Ardan, magias oscuras! ¡Will o' Wisp! — gritó, extendiendo su mano hacia el Hellhound. Una ráfaga de viento oscuro sofocó el ataque del monstruo, haciéndolo estallar en pedazos.

El peso del cansancio se hacía evidente en todos ellos. Welf, apoyado en su espada, apenas se mantenía en pie, luchando por respirar y resistir el dolor que recorría su cuerpo. El agotamiento no era exclusivo de Welf; Krimson, Bell, y Lili también sentían la fatiga acumulada, tanto física como mental.

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A varios pisos de distancia, un grupo de aventureros avanzaba a un ritmo impresionante. Ryuu, conocida como Tempestad, y Asfi lideraban la carga, eliminando a los Almiraj y Hellhounds con una facilidad que dejaba al resto del equipo asombrado.

—Son tan fuertes... — murmuró Chigusa, impresionada por la destreza de ambas.

—Los monstruos fueron eliminados instantáneamente, como si no fueran más que insectos — comentó Mikoto, sin poder apartar la mirada de la velocidad con la que Tempestad y Asfi se movían.

—Increíble — agregó Ouka, sintiendo una mezcla de respeto y asombro.

—Vamos, no nos quedemos atrás — dijo Tempestad con un tono decidido, guiando al grupo sin detenerse.

—Asfi Al Andrómeda... — murmuró Ouka —Una de las grandes creadoras de ítems de nuestra generación. Su título es la Omnipotente Perseo.

—Y ella... — añadió Chigusa, con la mirada fija en Tempestad.

—Es como el viento — respondió Mikoto, observando cómo Tempestad envainaba su daga con una gracia y agilidad inigualables.

Tempestad se detuvo abruptamente, señalando con la mirada los grandes escombros que bloqueaban su camino.

—¿Qué es esto? — preguntó, desconcertada.

—Un derrumbe, ¿Eh? — murmuró Ouka, mientras observaba a Tempestad escalar los escombros con agilidad.

De repente, un pequeño brillo llamó la atención de Hestia, quien se acercó rápidamente. Al levantar el objeto, se dio cuenta de que era una daga común, desgastada por el uso.

—E-Esto es de Bell... — tartamudeó Hestia, su corazón acelerándose con la preocupación.

Tempestad, desde su posición elevada, escudriñó el área y vio numerosas piedras mágicas esparcidas, junto con algunos tubos de pociones vacíos.

—Ya no están aquí — informó Tempestad, con la voz firme.

Asfi observó con pesar la escena antes de hablar: —Aquí perdieron la mayoría de su equipamiento y también sufrieron bajas. Dudo que estén vagando por la dungeon. Un equipo tan estúpido ya habría sido eliminado hace mucho tiempo —dijo, haciendo una pausa dramática—. Lo más probable es que se hayan dado por vencidos en volver a la superficie y estén dirigiéndose hacia la zona segura en el décimo octavo piso, ¿No lo creen? —su análisis sorprendió a la mayoría—. Hay muchos agujeros en el piso de la dungeon. Es mucho más fácil bajar que subir.

—Pero aún así... ¿Bajar? Es una locura — comentó Ouka, sintiendo el pesimismo en su voz.

—Es lo que yo haría — intervino Tempestad, captando la atención del grupo—. Krimson lo haría, y ellos también. —Añadió en voz alta antes de pensar—. No... Ahora que han sobrevivido a una verdadera aventura, seguirán avanzando.

—Concuerdo con ella — dijo Hermes, sonriendo con astucia.

—También yo. Bell y Krimson están abajo, tengo el presentimiento —dijo Hestia, su mirada llena de determinación.

—Entonces está decidido — concluyó Asfi—. Hay que dirigirnos al décimo octavo piso.

—¡Por favor, manténganse a salvo, Bell... Krimson! — pensó Hestia, sus dedos temblando ligeramente.

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Simultáneamente, en lo profundo de la dungeon, Bell y Krimson enfrentaban una oleada de Almiraj y Hellhounds. La batalla era feroz, y la fatiga comenzaba a pasar factura.

—¡Welf, Welf! — gritó Krimson, sosteniendo al pelirrojo en sus brazos. Momentos antes, Welf había utilizado Will o' Wisp para deshacerse de un Hellhound, pero el esfuerzo había sido demasiado, y ahora estaba inconsciente.

—¿Se desmayó? — preguntó Bell, cargando a la también inconsciente Asami en su espalda—. Lili, Welf se ha... — su voz se cortó al ver a Lili desmayada en el suelo—. ¡Lili!

Krimson y Bell intercambiaron una mirada rápida pero entendida. Sin decir una palabra, Bell dejó a Asami con cuidado en el suelo y se acercó a Lili. Despojó a la pequeña pallum de su enorme mochila y la acomodó sobre la espalda de Krimson. Asegurándose de que Lili estaba bien sujeta, Krimson también cargó a Welf, aunque casi resbaló bajo el peso de ambos.

—Andando — dijo Krimson, con voz firme, mirando a Bell, quien ya había vuelto a cargar a Asami en su espalda.

El camino hacia el próximo agujero fue agotador, especialmente para Krimson, cuyo cuerpo ya había alcanzado el límite de Boosts que podía soportar. Frente al agujero, se tomaron un segundo para recobrar el aliento antes de lanzarse.

El descenso fue caótico. Múltiples quejidos se oyeron durante la caída, y aunque intentaron controlar su velocidad, no pudieron evitar chocar contra una piedra al final y resbalar por un tobogán de piedra.

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—¿Entonces ya lo explicarás, Hermes? — preguntó Hestia, caminando junto a él al final del grupo—. ¿Por qué quieres salvar a mis hijos?

—¡Ya te lo dije! Voy a ayudar a mi querid—

—Basta de eso — Hestia lo interrumpió con un tono firme.

Hermes suspiró antes de esbozar una sonrisa, sabiendo que no podía evadir la pregunta esta vez.

—Alguien me pidió que vigilara el progreso del Sekiryuutei y de Bell, — repitió Hermes con una leve sonrisa.

—¿"Alguien"? — preguntó Hestia, frunciendo el ceño ante la vaguedad de la respuesta.

—Pero no vine hasta aquí sólo porque alguien me lo pidió. Estoy interesado en esos chicos. Quiero ver por mi propia cuenta, Hestia, si ellos son capaces de guiarnos a una nueva era, o si por el contrario, ellos dos se vuelven enemigos —añadió Hermes, su tono serio e intrigante a la vez.

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Mientras tanto, Bell jadeaba mientras avanzaban por el corredor del Goliath hacia el piso 18. El cansancio era evidente en su respiración entrecortada.

—Tenemos que llegar ahí... pronto... — dijo, su voz apenas un susurro. Su mirada se posó en una imponente muralla de piedra translúcida que bloqueaba su camino.

—Es... la Gran Muralla del Dolor — murmuró Krimson, con el cabello cubriéndole la mirada, su tono reflejaba una mezcla de desesperanza y determinación.

Las palabras de Lili resonaban en la mente de Bell: "Si te refieres al Goliath, la familia Loki debería haberlo derrotado en su camino hacia abajo, dado el tiempo que tarda en reaparecer. Si vamos ahora, pasaremos primero". Con esa idea en mente, Bell y Krimson comenzaron a correr, sus corazones latiendo con fuerza.

Pero mientras corrían, un sonido estremecedor resonó en el aire. La muralla de piedra translúcida comenzó a resquebrajarse, lanzando fragmentos hacia ellos.

—¡Ahhh! — gritó Bell, desesperado, esquivando los enormes trozos de piedra que caían alrededor de ellos.

—¡Cálmate! — le gritó Krimson, mientras se cubría del impacto de algunos fragmentos más pequeños, sintiendo el dolor punzante en su cuerpo.

De repente, la enorme cara del Goliath apareció a través del agujero en la muralla, rugiendo con una furia que sacudió la dungeon. El monstruo había escapado, y su presencia era imponente.

—¡Corre!, ¡Corre! — gritó Krimson, viendo cómo el Goliath rompía la muralla con facilidad y comenzaba a moverse hacia ellos, libre de nuevo.

Sin más opciones, Bell y Krimson corrieron aún más rápido, sus cuerpos impulsados por el miedo y la necesidad de sobrevivir. La dungeon se volvía cada vez más peligrosa, y el Goliath estaba decidido a no dejarles escapar.

—¡Corre! — fue lo último que Krimson gritó antes de lanzarse por un agujero junto a Bell y sus inconscientes compañeros, justo antes de que el brazo del Goliath los alcanzara.

Mientras caían, Bell no podía dejar de pensar en sus amigos. —Krimson, Lili, Welf, diosa... — repitió en su mente, su cuerpo tensándose por la incertidumbre.

De repente, una sensación suave bajo su cuerpo lo tomó por sorpresa. El pasto.

—El piso 18... — murmuró Krimson, mirando el cielo artificial del piso antes de perder la conciencia.

Bell, apenas consciente, vio una figura borrosa frente a él. —Salva a mis amigos, por favor... mis amigos... — pidió débilmente antes de que todo se volviera oscuro.

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Un tiempo después, Bell abrió los ojos lentamente. Su visión era borrosa, y el dolor en su cabeza lo hizo gemir mientras trataba de recordar dónde estaba. Vendajes rodeaban su cabeza.

—¡Lili, Welf, Krimson! — gritó, su cuerpo se estremeció por el pánico, pero pronto se tomó la cabeza al sentir un agudo dolor.

—Al fin despiertas, bella durmiente, — dijo una voz conocida. Krimson estaba sentado a su lado, cubierto de vendajes, pero con una sonrisa tranquila.

Bell exhaló aliviado al verlo.

—¿Estás bien? —preguntó Aiz, muy cerca de la cara de Bell. Ante esto, el albino se puso visiblemente nervioso. —¿Lo estás? —insistió ella con su habitual tono serio.

—¿A-Aiz? ¿Qué haces aquí? —preguntó Bell, aún más avergonzado al darse cuenta de la cercanía.

—Mi familia estaba regresando de la expedición y nos detuvimos en el piso 18, —respondió Aiz, sin ningún cambio en su expresión.

Al escuchar esto, Krimson frunció el ceño, cruzando los brazos con evidente disgusto. —Eso quiere decir que él también está aquí... —susurró, su voz cargada de desprecio. Pensar en Mitsurugi Rin le producía un odio innato, aunque apenas se habían cruzado un par de veces. Algo en él le irritaba profundamente.

—¿El piso 18...? ¡¿Dónde están mis amigos?! —exclamó Bell de repente, y al intentar incorporarse, resbaló torpemente... cayendo directamente sobre los pechos de Aiz.

Krimson, sin perder su compostura, lanzó un comentario seco. —Cochino, —dijo con una expresión impasible, su "poker face" intacta.

Bell, completamente rojo de vergüenza, se apartó rápidamente, tropezando con sus palabras mientras intentaba disculparse. —¡L-Lo siento, Aiz! ¡No fue mi intención!

Aiz, por su parte, parecía indiferente al incidente, simplemente ladeó la cabeza un poco, sin darle mayor importancia. Bell, aún abrumado, intentó distraerse mirando alrededor de la habitación.

—Welf... Lili... —susurró, y giró su vista hacia la derecha. Ahí estaban sus amigos, ambos descansando, con vendajes que cubrían sus heridas. El alivio que sintió al verlos a salvo fue inmenso. Welf respiraba pausadamente, su cuerpo cubierto de cortes y magulladuras, mientras Lili, aunque frágil, parecía estable bajo las sábanas.

—Están bien, —confirmó Krimson al notar la expresión preocupada de Bell. —Tuvimos suerte de que llegáramos a tiempo al piso 18. Si no fuera por la barrera mágica natural de este piso, probablemente no estaríamos aquí ahora.

Bell asintió, aliviado pero aún recuperándose del susto. —Gracias, Krimson... por todo.

—No me agradezcas —replicó Krimson, su tono algo áspero pero genuino—. Aún nos queda mucho por hacer. Además, fue la familia Loki quien sanó nuestras heridas.

—Descuida —dijo Aiz, mirando a Bell—. Riveria y los demás los sanaron muy bien —continuó, mientras se acercaba más al joven—. Tú también estabas muy malherido —añadió con una pequeña sonrisa, apartando un mechón de su cabello blanco de la frente.

—Gra-gracias por habernos salvado —dijo Bell, avergonzado, desviando la mirada.

Krimson, ignorando el intercambio, volvió su atención hacia lo que más le preocupaba en ese momento. Su voz, grave como el rugido de un dragón, resonó en la habitación—. Más importante... ¿Dónde está Asami? —preguntó, dirigiendo una mirada penetrante hacia Aiz. Alrededor de su cuerpo comenzó a emanar un aura esmeralda, apenas perceptible, pero lo suficientemente intensa como para que Aiz la notara.

—Debería estar afuera. Después de todo, fue la primera en despertar —respondió Aiz sin inmutarse ante la presión de Krimson—. ¿Puedes ponerte de pie? —preguntó, volviendo su atención a Bell.

—S-sí —respondió Bell, levantándose lentamente con la ayuda de Aiz.

—Mi líder me dijo que los llamara en cuanto despertaran. Acompáñenme, y te llevaré a ver a esa chica —añadió Aiz, mirando a Krimson al decir lo último, sabiendo que su inquietud por Asami no disminuía.

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—¡Jajajaja! —Una sonora carcajada resonó a través de la sala—. Llegaron hasta el piso 18 en su primer día en los pisos centrales, ¿eh? ¡Buen trabajo escapando del Goliath! —exclamó Gareth Landrock, el enano, con una sonrisa.

Bell, aún algo intimidado, bajó la cabeza—. No... Yo... Solo tuve suerte. Sin Krimson, dudo mucho que lo hubiera logrado... Muchas gracias por habernos salvado —dijo, postrado en el suelo, mientras Krimson permanecía a su lado, arrodillado en señal de respeto.

—Entiendo la situación —dijo Finn, líder de la Familia Loki, desde su asiento frente a ellos—. Los recibiremos como invitados —añadió con una voz firme, pero hospitalaria.

—Gracias por todo... —dijeron Bell y Krimson al unísono.

—Aiz me odiaría si dejara morir a un amigo suyo y a su compañero —respondió Finn, lo que arrancó algunas risas de Riveria y Gareth—. A decir verdad, un monstruo envenenó a algunos de nuestros compañeros. Los más rápidos ya se dirigieron a la superficie en busca de antídotos. Pensamos quedarnos aquí hasta que llegue la medicina —explicó Finn.

Aiz, Bell y Krimson se retiraron poco después, con Finn y los demás aún intercambiando palabras sobre lo sucedido.

—¡Es el Argonauta! —exclamó Tiona, entusiasmada al ver a Bell salir de los aposentos de Finn.

—Hola, Aiz —saludó Tione, sin mucho entusiasmo.

—Tiona, Tione —respondió Aiz, asintiendo.

—¡Despertaste! —dijo Tiona, aún emocionada, mirando a Bell con una gran sonrisa.

Krimson, sin prestar atención al ambiente festivo, volvió a enfocar su mirada—. No es por ser molesto, pero... ¿y Asami? —preguntó, esta vez con un tono más hostil, impaciente.

—Está en la tienda de allá —respondió Aiz, señalando una tienda cercana a su derecha.

Sin esperar más, Krimson caminó rápidamente hacia la tienda, su corazón latiendo con fuerza mientras se acercaba a la figura que tanto anhelaba ver.

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Frente a él, Asami estaba de pie. A sus ojos, no había visión más hermosa. Vestía un vestido estilo suéter de manga larga, acanalado y que llegaba hasta sus muslos, junto con un par de medias altas de color gris azulado.

Su cabello negro caía con elegancia sobre sus hombros, y sus ojos azules brillaban como el cielo despejado. Krimson se quedó inmóvil por un momento, incapaz de articular palabra alguna.

—Krimson... —murmuró Asami al verlo, su rostro iluminándose con una mezcla de sorpresa y alivio—. Te has preocupado por mí, ¿verdad?

Krimson asintió, aunque las palabras no salían fácilmente de su boca. La presión de los últimos acontecimientos y la inquietud por su bienestar lo tenían agitado, pero en ese momento, solo una cosa le importaba.

—Estoy bien... gracias a ti —añadió Asami, con una sonrisa gentil, mientras Krimson sentía cómo el peso en su pecho se aligeraba.

Krimson, a pesar de su usual semblante firme y severo, sintió algo húmedo correr por su mejilla. Alzó una mano para tocarla, sorprendido al darse cuenta de que estaba llorando. No entendía por qué, quizás por el alivio de verla sana, quizás por el cansancio acumulado, o tal vez simplemente porque ella era más importante de lo que quería admitir.

—Oye, no llores —dijo Asami suavemente, acercándose a él. Colocó una mano en su mejilla, secando sus lágrimas con delicadeza. Su sonrisa permanecía, cálida y reconfortante.

—No... no es nada —respondió Krimson, tratando de recomponerse, aunque su voz traicionaba la profunda emoción que sentía. Asami era una de las pocas personas que podía hacerlo bajar la guardia.

—Claro que no es nada —Asami le dio un leve empujón en el pecho con una risa suave—. Solo que no eres bueno ocultando lo que sientes, aunque lo intentes.

Krimson bajó la mirada, un poco avergonzado. No estaba acostumbrado a mostrar vulnerabilidad, y mucho menos frente a alguien como Asami. Pero ella siempre tenía una manera de ver a través de su fachada, de hacer que se sintiera más humano, algo que él a veces olvidaba ser.

—No es eso... simplemente, me alegra que estés bien —dijo Krimson, su voz más suave ahora, mientras la miraba a los ojos.

Asami sonrió, aquella expresión que siempre lograba desarmarlo por completo. Sin necesidad de palabras, ambos sabían lo que esa pequeña interacción significaba. Krimson no necesitaba fingir ser más fuerte de lo que era, no frente a ella.

—Te preocupas demasiado por mí, Krimson —murmuró Asami, bajando la mano de su mejilla pero dejando sus dedos rozando los suyos, creando una conexión silenciosa entre ambos—. Pero estoy bien, y es gracias a ti.

Krimson apretó suavemente los dedos de Asami, sintiendo cómo esa simple acción le daba más fuerza de la que cualquier poder en la dungeon podría ofrecerle. Asami lo hacía sentir más fuerte y más vulnerable a la vez, una combinación que nunca imaginó encontrar en nadie.

—Haré todo lo que pueda para protegerte... siempre —dijo Krimson en un susurro, su promesa quedando suspendida en el aire entre ellos.

—No digas cosas tan vergonzosas. —dijo la chica con una sonrisa y un sonrojó que adornaba sus mejillas.

Krimson sonrió, sintiendo un leve calor en su propio rostro al ver el sonrojo de Asami. Suavizó la mirada mientras la observaba, notando cómo esa expresión tan genuina hacía que su corazón latiera más rápido.

—No puedo evitarlo —respondió en voz baja, con una sonrisa que también revelaba un toque de nerviosismo—. Solo digo la verdad.

Asami apartó la mirada por un momento, claramente avergonzada pero sin poder evitar la sonrisa que se mantenía en sus labios. Aun así, no soltó la mano de Krimson, dejándola entrelazada con la suya.

—Siempre tienes que decir algo que me deje sin palabras —murmuró, aunque su tono no era de reproche. Más bien, parecía un leve reclamo que ocultaba gratitud.

Krimson sintió que el ambiente entre ellos se volvía más ligero. Ese tipo de momentos eran los que valoraba más, pequeñas pausas en medio de su vida caótica como aventurero. Y con Asami, incluso esos momentos se volvían algo que él quería proteger con todo lo que tenía.

—Bueno, alguien tiene que mantenerte sin palabras —respondió Krimson, jugando un poco con la situación, antes de agregar en tono más serio—. Porque cuando hablas, haces que todo lo demás deje de importar.

Asami rió suavemente, apretando un poco su mano y mirando a Krimson directamente a los ojos, ya sin rastro de la vergüenza anterior.

—Eres imposible, Krimson... Pero me alegra que estés aquí. —dijo la chica abrazándolo y hundiendo la cabeza del chico menor en sus pechos

Krimson sintió cómo su rostro se encendía inmediatamente al ser envuelto en el abrazo inesperado de Asami. El calor de su cuerpo y la suavidad con la que lo sostenía lo tomaron completamente por sorpresa, especialmente cuando su cabeza quedó hundida en su pecho.

—A-Asami... —balbuceó, intentando procesar la situación mientras su corazón latía con fuerza, pero sin saber exactamente cómo reaccionar.

—Tranquilo —dijo Asami, con un tono suave y protector, sin dejar de abrazarlo—. Solo estoy feliz de que estés bien.

Krimson, aun avergonzado, respiró profundamente y permitió que ese momento de calma lo envolviera. Por un breve instante, se permitió bajar la guardia y disfrutar del abrazo cálido de Asami, algo que rara vez podía permitirse en medio de las batallas y su constante lucha por sobrevivir.

—Gracias, Asami... —murmuró finalmente, sin moverse de su abrazo, apreciando el confort que ella le ofrecía.

La cercanía de Asami le dio una sensación de paz que no encontraba a menudo, y aunque seguía sintiéndose un poco abrumado por la situación, no pudo evitar sonreír mientras su rostro seguía oculto en su pecho.

—Quizá... me guste demasiado estar aquí —dijo en voz baja, con un toque de timidez que era raro en él.

Ya en la noche, Krimson, Asami y Bell se encontraban platicando animadamente, disfrutando de la compañía mutua, cuando comenzaron a notar cómo Welf y Lili empezaban a despertar.

—¿Dónde estamos? —preguntó Welf, mirando el techo con confusión.

—¿Bell-sama, Krimson-sama? —preguntó Lili débilmente, su voz apenas un susurro.

—¡Lili, Welf! ¿Están bien? ¿Me reconocen? —intervino Bell, visiblemente preocupado.

—Nunca podría olvidarte, Bell-sama —respondió Lili, esbozando una sonrisa tenue.

—Sí... Si escuché los balbuceos de Lili-cuajo, significa que estoy bien —dijo Welf, sonriendo de manera altanera, aunque su expresión delataba el cansancio.

—Lo siento, Bell-sama, Krimson-sama —dijo Lili, con una nota de arrepentimiento en su voz.

—Les causamos muchos inconvenientes —añadió Welf, con una expresión triste que reflejaba su preocupación.

—Lamento no haber ayudado lo suficiente —dijo Asami, mirando a Krimson con un toque de preocupación en sus ojos.

—¡No es cierto! —replicó Krimson, algo alterado—. Fue gracias a todo nuestro esfuerzo que logramos llegar al piso 18. Si sobrevivimos, fue porque no caímos ante la dungeon.

—Cierto —asintió Bell, sonriendo al ver el ímpetu de su amigo.

—No podríamos haberlo hecho solos, ¿verdad? —dijo Lili, sacando sonrisas a todos a su alrededor.

En ese momento, Aiz entró en la habitación.

—La cena ya está lista. —dijo, mirando a los demás—. ¿Están bien?

—¡La princesa de la espada! —exclamó Welf, sorprendido al reconocerla.

—¡Aiz Wallenstein! —dijo Lili, también sorprendida.

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—Son aventureros valientes que arriesgaron sus vidas por los demás. Como colegas aventureros, deben tratarlos con respeto —dijo Finn, parado sobre una caja, mirando a Krimson y a los demás con seriedad.

—Toma —dijo Aiz, dándole un fruto a Bell.

—¿Qué es esto? —preguntó el albino, observando el peculiar fruto en su mano.

—Una fruta del piso 18.

—¿Hay frutas en la dungeon? —dijo Bell, antes de darle una mordida y arrugar la cara—. ¡Qué dulce!

—¡Bell-sama, Bell-sama! Si no te gusta, dámela a mí —dijo Lili, sonriendo con los ojos cerrados, mientras abría la boca como si fuera a atrapar una golosina.

—Está bien —respondió Bell, lanzando el fruto a la boca de Lili.

Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar su objetivo, Welf agarró el fruto con su mano y se lo comió de un solo bocado.

—Sí, está muy dulce —dijo Welf, mirando a Lili con una sonrisa traviesa, provocando que ella comenzara a patearle la espalda, aunque esto no parecía molestar al pelirrojo.

—¡Jajaja! —rió Krimson al ver cómo Lili continuaba dándole patadas a Welf sin que eso le afectara en lo más mínimo.

—Di "ahhh" —dijo Asami, sonriendo con coquetería y sonrojándose levemente mientras le ofrecía un poco de sopa a Krimson.

Krimson, sintiéndose un poco avergonzado, abrió la boca sin dudarlo, y Asami, entre risas, le sirvió una cucharada de sopa. El ambiente estaba lleno de risas y camaradería, un respiro agradable después de todo lo que habían pasado. La cena se convirtió en un momento de unión, donde cada uno compartía sus experiencias y disfrutaba de la compañía del otro, dejando atrás la oscuridad de la dungeon, al menos por esa noche.

—¡Demonios! —se escuchó una voz a lo lejos, captando la atención de todos en el campamento.

Unos fuertes lloriqueos fueron suficientes para que Bell y Krimson salieran corriendo en dirección a los quejidos.

—¡No me dijeron que habría una cosa tan enorme! —se quejó Hestia, tumbada en el césped. Al levantar su torso, se encontró con Bell y Krimson mirándola con sorpresa.

—Diosa... —dijeron ambos al unísono, impresionados de verla allí.

—¡Bell! ¡Krimson! —gritó la diosa lanzándose hacia ellos, tumbándolos en el césped de un abrazo—. ¡Bell, Krimson, Bell, Krimson! —lloriqueó Hestia mientras los abrazaba con fuerza.

—¡Diosa! —respondió Bell, sonriendo con alivio.

—¿Bell? ¿Eres tú de verdad? —preguntó la diosa, estirando los cachetes de Bell, como si no pudiera creerlo.

—Diosa... —murmuró Krimson a su izquierda, sonriendo también.

—Menos mal... —suspiró Hestia, mirando a Krimson antes de abrazarlo con aún más fuerza y empezar a llorar de alivio.

—Diosa... —dijo Bell, ahora con un toque de tristeza al verla tan angustiada.

—Lamentamos haberla preocupado —agregó Krimson, mirando al suelo, arrepentido.

—¡Ya basta, diosa Hestia! —interrumpió Lili, tomando a la diosa por los hombros y jalándola hacia atrás con cierta firmeza.

—¡Oye, no arruines nuestra conmovedora reunión! —se quejó la diosa, mientras Aiz, Welf y Asami llegaban por detrás de Bell, observando la escena.

—¡Bell-sama y Krimson-sama se lastimaron mucho protegiéndonos, y deben descansar! —dijo Lili, regañando a Hestia mientras la retenía.

—Ah, ¿Wallen-lo-que-sea? ¿Qué haces aquí? —se quejó Hestia, luchando por liberarse del agarre de Lili.

—Cranel, Krimson —la voz de Ryuu sorprendió a todos—. ¿Están bien?

—¿Ryuu? —preguntó Bell, pero la elfa simplemente lo hizo callar con una mirada seria.

—¿Tempestad? —murmuró Krimson, entendiendo de inmediato que debía mantener la identidad de Ryuu en secreto.

En ese momento, otra voz apareció.

—¿Ustedes son Bell Cranel y Krimson? —preguntó Hermes, apareciendo junto a Asfi.

—S-sí... —respondió Bell con timidez, mirando al dios.

—Sí —respondió Krimson, pero con un tono más desconfiado.

—Así que son ustedes... Tenía tantas ganas de conocerlos. Soy Hermes, mucho gusto —dijo Hermes, extendiéndoles la mano para un apretón.

—Gracias... —dijo Bell, aceptando el apretón algo nervioso.

—No se preocupen, lo hice por mi querida amiga, Hestia. Pero mejor agradézcanles a ellos —dijo Hermes, señalando a Chigusa, Ouka y Mikoto—. Llegamos hasta aquí gracias a ellos.

De los tres, solo Mikoto y Chigusa mostraban expresiones de arrepentimiento.

—¡Chicos! —gritó Asami, corriendo hacia ellos con preocupación en su rostro.

Al verla, tanto Welf como Krimson no pudieron reprimir su enojo.

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En el campamento, las disculpas no tardaron en llegar.

—¡Lo siento mucho! —dijo Mikoto, postrada junto a Asami en el suelo, en señal de arrepentimiento.

—No hagan eso, por favor —dijo Bell, incómodo por la escena.

—No importa cuánto se disculpen, no será tan fácil perdonarlos. Casi morimos —dijo Lili, claramente molesta.

—Sí —agregó Welf, dando un paso al frente—. No podemos ignorarlo tan fácilmente.

—Lo siento mucho —murmuró Chigusa, su voz llena de tristeza.

—Tienen razón para estar molestos —dijo Asami, con los ojos clavados en el suelo.

—Pueden culparnos cuanto quieran... —dijo Mikoto, mirando con remordimiento a todos.

—Cúlpenme a mí. Fue mi orden, pero sigo pensando que hice lo correcto. Además, Krimson es el actual Sekiryuutei, no había razón para preocuparme —dijo Ouka, sin mostrar ningún signo de arrepentimiento.

—Me sorprende que lo digas en nuestra cara, grandulón —espetó Welf, mirándolo con desprecio.

—Esto es... ¡para que aprendas a no decir estupideces! —dijo Krimson, dándole un fuerte puñetazo a Ouka en la cara, tumbándolo al suelo.

—¡Krimson, detente! —pidió Asami, ayudando a Ouka a ponerse de pie.

—Krimson, para —intervino Bell, observando la escena con seriedad—. Yo también, Lili, Welf, Krimson... Si ustedes hubieran estado en peligro, habría hecho lo mismo.

—Si tú lo dices... —murmuró Lili, algo menos molesta.

—Siempre es esa excusa barata del Sekiryuutei... —dijo Krimson, mirando con desdén su brazo izquierdo.

—Lo olvidaré, pero me niego a aceptarlo —dijo Welf, con el ceño fruncido.

—Sí, está bien... —respondió Ouka, igual de impasible.

—Bueno, hablemos de lo que haremos ahora, Asfi —llamó Hermes, retomando la conversación.

—Primero, para regresar a la superficie, dejaremos que la familia Loki derrote al Goliat. Tardarán al menos dos días en reanudar su viaje —dijo Asfi, sin rodeos.

—Es decir que tienen un día libre. ¿Por qué no tomárselo con calma y descansar mañana? —sugirió Hermes, a lo que todos asintieron en señal de acuerdo.

—¡Buenas noches, Bell-sama y Krimson-sama! —se despidió Lili, estirándose un poco tras el largo día.

—Sí, buenas noches —dijo Bell, siguiendo al resto de los hombres hacia sus tiendas.

—Welf... —la voz de Chigusa lo detuvo antes de que pudiera alejarse por completo—. Toma —dijo, entregándole un arma envuelta en una manta.

—Hefesto quería que te diéramos esto —intervino Hestia, observando cómo Welf aceptaba el arma con una mezcla de desprecio y resignación en su rostro.

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Esa misma noche, Krimson se encontraba solo, subido en la rama de un árbol. El cielo estaba despejado, pero en su mente solo había confusión.

—Creo que la cagué, Ddraig —murmuró en voz alta, sin esperar una respuesta.

El dragón dentro de su Boosted Gear permaneció en silencio, observando desde las sombras de su consciencia mientras el joven aventurero procesaba todo lo ocurrido.

—¿Tú crees que se enoje conmigo por haber golpeado a su hermano? —preguntó Krimson, todavía mirando hacia el cielo, sin apartar la vista de las estrellas.

Ddraig finalmente respondió, su voz resonando en la mente de Krimson con un tono profundo y serio.

—Es probable. Aunque no fue la decisión más sabia, no puedo decir que fue completamente injustificada —dijo el dragón, su tono reflejando tanto juicio como comprensión—. Sin embargo, es su familia, y las relaciones familiares suelen ser complicadas.

Krimson suspiró, apoyando la espalda contra el tronco del árbol.

—Asami... probablemente me odie ahora —murmuró con amargura, sus pensamientos y sentimientos enredados.

—No lo sé, chico. La gente es más impredecible que los combates. Tendrás que averiguarlo por ti mismo —respondió Ddraig con sabiduría—. Aunque, tal vez deberías hablar con ella antes de sacar conclusiones.

Krimson cerró los ojos, pensando en lo que debía hacer. Las emociones lo superaban, pero sabía que en algún momento tendría que enfrentar sus acciones.

Por otro lado, no muy lejos de ahí, Welf se encontraba sentado junto al fuego, su mirada fija en el arma envuelta en la manta que le había entregado Chigusa. La promesa que se había hecho a sí mismo —nunca forjar más armas mágicas— pesaba sobre sus hombros como una montaña. Sin embargo, el deseo de proteger a sus amigos, de ser útil, ardía con una fuerza que no podía ignorar.

"¿Qué clase de herrero soy si no puedo ayudar a quienes dependen de mí?", pensó Welf mientras su mano temblaba al alcanzar el arma.

El crujido del fuego era el único sonido en la noche, mientras luchaba con su decisión.

Próximo episodio: Espectáculo.




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