Soporté
—Hace tiempo... cuando mi familia fue asesinada... —relataba la voz de Krimson— me volví un asesino. En esos tiempos era bastante débil, apenas había despertado la Boosted Gear en su primera forma. Me culpaba por no haber sido lo suficientemente fuerte como para haberla despertado mucho antes. Busqué venganza junto a mi compañera Ryuu. Estoy seguro de que durante ese periodo ambos perdimos mucho de nuestra humanidad. Cuando finalizamos la misión y tomamos distintos rumbos, estaba listo para morir en ese callejón. Morir durante una noche oscura y lluviosa era el final perfecto para mí —dijo el joven mientras recordaba cómo ese día estaba cubierto de sangre y lodo, al borde de la muerte—. Una basura como yo no merecía más que eso... Pero en ese momento, ella apareció delante de mí —dijo, recordando cómo la diosa Hestia se presentó con una mirada preocupada— y me salvó de la muerte.
En ese instante, Krimson recobró la conciencia y observó a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en la habitación de la iglesia en ruinas. Su cara estaba cubierta por un vendaje alrededor del ojo que había sido herido en la batalla, y su cuerpo mostraba múltiples cicatrices. Justo en ese momento, Bell entró por la puerta. A pesar de su lucha contra el monstruo gorila, el chico de cabello blanco solo mostraba unos cuantos raspones.
Krimson suspiró, aliviado de ver a Bell en buen estado, mientras recordaba cómo había soportado tanto dolor y sufrimiento. Su mirada se suavizó, reconociendo que, a pesar de todo, había sobrevivido gracias a la presencia de aquellos que le importaban.
—Krimson —dijo Bell acercándose con un vaso de agua en la mano—, me alegra que hayas despertado.
El joven de cabello negro aceptó el vaso de inmediato, bebiendo su contenido con avidez, como si hubiera pasado años en un desierto.
—¿Cómo fue que llegué aquí? —preguntó Krimson, su voz un poco más fuerte ahora que había saciado su sed.
—Fue gracias a una chica llamada Asami. Me desperté y ella le pidió amablemente a unos aventureros que ayudaran a la diosa a traernos hasta aquí —explicó Bell, recordando cómo la chica había hecho una reverencia ante los aventureros antes de solicitar su ayuda.
—Así que fue ella... Es asombrosa —murmuró Krimson, mientras una sonrisa ligera, pero algo sonrojada, se asomaba en su rostro.
Bell notó la expresión de Krimson y no pudo evitar esbozar una sonrisa traviesa.
—¿Te gusta, verdad? —preguntó, casi burlón.
Krimson, aún con el rostro sonrojado, desvió la mirada, incapaz de ocultar su incomodidad.
—No... no es eso —intentó negar Krimson, aunque su voz temblorosa lo traicionaba—. Es solo que... es una persona increíble.
Bell rió suavemente, sabiendo que su amigo no era bueno para esconder sus emociones. Pero decidió no presionarlo más y cambió de tema.
—Bueno, lo importante es que estamos a salvo. Tenemos suerte de habernos encontrado con alguien como Asami. Y más suerte aún de que la diosa Hestia nos cuide tan bien.
Krimson asintió, agradecido por todo lo que había pasado. Aunque sus heridas físicas seguían doliendo, el sentimiento de apoyo que le rodeaba hacía que el dolor fuera más soportable. Mientras Bell hablaba, Krimson no podía dejar de pensar en Asami y en cómo, incluso en medio del caos, había sentido una conexión inesperada con ella.
—¿Me estás escuchando, Krimson? —preguntó Bell, levantando una ceja con curiosidad.
—Perdón, estaba en las nubes. ¿Qué me estabas contando? —respondió Krimson, sacudiendo la cabeza para despejar sus pensamientos.
Bell suspiró, pero no pudo evitar sonreír ante la distracción de su amigo.
—Te estaba diciendo que tienes una recuperación muy rápida. Cuando estabas inconsciente, Asami y los demás curanderos que acudieron al desastre no pudieron evitar sorprenderse al ver cómo tu cuerpo empezaba a sanar por sí solo. Claro, tienes esas cicatrices, pero es increíble cómo tu cuerpo hizo todo el trabajo sin ayuda —explicó Bell, aún asombrado por lo que había presenciado.
—¿En serio? —preguntó Krimson, con una expresión de asombro y perplejidad. —No tengo ni idea de qué pudo haber sido.
—Fue gracias a mí —dijo Ddraig mentalmente, su voz resonando en la mente de Krimson. —Utilicé el agua de tu cuerpo para sanarte. Aunque mis habilidades para la magia de curación son muy básicas, logré hacerlo. Pero no es mi culpa; después de todo, un dragón no necesita saber ese tipo de magia. Su cuerpo se regenera por sí solo —continuó el dragón, con un tono orgulloso y algo arrogante. —Aunque, claro, esto depende mucho de cuánta agua tenga tu cuerpo.
Krimson asimiló la explicación de Ddraig, sorprendido por las capacidades que aún desconocía de su compañero dragón. Pero más allá de la sorpresa, sintió un leve alivio al saber que no estaba solo en su lucha, que Ddraig estaba allí para ayudarle en más formas de las que había imaginado.
—Supongo que te debo las gracias, Ddraig —pensó Krimson, agradecido.
—Siempre a tu servicio, compañero —respondió Ddraig, dejando una sensación de confianza en la mente de Krimson.
—Estoy seguro de que tu cuerpo estará mejor mañana, así que cuando te sientas mejor iremos al gremio. Quiero hablar con Eina sobre algo —dijo Bell antes de regresar a la sala.
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—¡¿El séptimo nivel?! —gritó Eina, su voz cargada de preocupación. —¡No hace mucho casi te asesinan en el quinto! ¡¿Qué vas a hacer en el séptimo?! ¿Qué tan estúpidos pueden ser ustedes dos?
—P-Pero hemos mejorado mucho desde entonces... ¡Y muchas de mis estadísticas han llegado a rango E, Eina! —intentó defenderse Bell, su tono mostrando una mezcla de nerviosismo y determinación.
—Y no es por presumir, pero yo soy quien derrotó a Bete Loga siendo apenas un nivel 2 —añadió Krimson con una sonrisa arrogante.
Eina lo miró, alzando una ceja en señal de escepticismo.
—Ese rumor ya se aclaró. Los testigos ahora dicen que solo le ganaste porque él estaba borracho —replicó la elfa, observando cómo la actitud arrogante de Krimson se desvanecía al instante. Luego, se volvió hacia Bell—. ¿Qué, E? No puedo creerlo...
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—No lo puedo creer —murmuró Eina, sorprendida, mientras examinaba la espalda de Bell, donde, además del símbolo de la familia Hestia, se encontraban sus estadísticas—. Fuerza y vitalidad en rango E... ¡Y agilidad en rango D! Justo como dijiste, tus estadísticas han aumentado mucho en poco tiempo. Hay partes que no puedo leer, pero tu habilidad es real.
—Entonces, ¿es seguro que vayamos al séptimo nivel? —preguntó Krimson, ansioso por la respuesta—. Además, yo soy nivel 2, así que no creo que tengamos tantos problemas.
—Sí, con tu nivel y las estadísticas de Bell, tengo que otorgarles acceso al séptimo nivel —respondió Eina, mirándolos de pies a cabeza—. Pero eso significa que el problema es... Bell, Krimson, ¿están libres mañana? —preguntó, causando la confusión en ambos.
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Al día siguiente, Bell y Krimson se encontraban en la plaza de Orario, junto a una estatua, esperando a ciertas personas.
—¡Hola, Bell, Krimson! —gritó Eina, llamando la atención del dúo mientras se acercaba.
—¡Ah, Eina! —exclamó Bell, sorprendido al ver cómo Eina estaba vestida.
La chica elfa iba sin sus habituales lentes. Llevaba una camisa blanca de manga larga, un corbatín femenino de color carmín, una falda tableada de color rosa y unas botas de cuero de color café claro.
—¡Buenos días! —les saludó Eina, sonriendo mientras miraba a Bell de manera particular.
—Me siento como mal tercio —pensó Krimson mientras observaba la interacción—. O al menos así me sentiría si no la hubiera invitado a ella —se recordó a sí mismo, recordando cómo tuvo que pedir ayuda a su diosa.
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Flashback
—¡Diosa! —dijo Krimson, postrado en el suelo frente a Hestia—. ¡Por favor, ayúdame a pedirle una cita a Asami!
—¡Jo! —respondió Hestia, con una expresión seria. —Te ayudaré... —dijo, observando cómo un brillo de esperanza se asomaba en los ojos de Krimson—. Pero se la pedirás tú mismo —añadió con una sonrisa maliciosa.
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Krimson soltó un suspiro al recordar ese momento, pero sabía que la ayuda de su diosa era la motivación que necesitaba para dar ese paso.
—Llegaron bastante temprano, ¿no es así? —dijo Eina con una sonrisa, volviendo su mirada hacia Bell—. ¿Tanto estabas esperando ir de compras conmigo? —añadió, provocando que el muchacho albino se sonrojara ligeramente.
—No, yo... —respondió Bell, un poco avergonzado.
—Bueno, en realidad yo también lo estaba esperando. Tu armadura —dijo Eina, notando que Bell no llevaba su placa de armadura para el pecho—. Oye, Bell. ¿No tienes nada que decir acerca de mi atuendo? —preguntó, con una ligera picardía en su tono, logrando que Bell levantara la vista un momento.
—Luces mucho... ¡Mucho más joven de lo normal! —exclamó Bell, sonrojándose aún más antes de que la semielfa castaña lo atrapara con su brazo.
—¡Aún tengo diecinueve! —respondió Eina, apretando más a Bell hacia sus pechos —. ¡Vamos, vamos!
—¡Detente, por favor! —pidió Bell, visiblemente sonrojado y apenado.
Krimson, observando la escena, sintió que el ambiente se volvía incómodo para él. Estaba seguro de que si intervenía, podría arruinar el momento que Eina había creado con Bell.
—¡Vaya! Parece que se están divirtiendo —dijo una voz familiar para Krimson, proveniente de detrás de él. Al girar, lo que vio lo dejó sin aliento.
Asami estaba vestida con una camisa blanca de manga larga que mostraba un escote pronunciado, una gargantilla negra, una falda negra de charol, medias negras altas y zapatillas negras con un poco de plataforma. La combinación perfecta de ropa dio un golpe crítico en el corazón de Krimson, provocando que su rostro se volviera tan rojo como un tomate.
—Lo siento si llegué tarde —se disculpó Asami mientras hacía una reverencia—. Estaba un poco nerviosa y no sabía qué ponerme, así que le pedí ayuda a mi dios, y me recomendó que me pusiera esto —explicó la chica, con un poco de vergüenza antes de acercarse más a Krimson—. ¿Acaso me veo mal?
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Flashback:
—¡Dios Takemikazuchi, he venido hasta aquí para pedirle el favor de dejarme salir junto a su Asami en una cita! —gritó el joven pelinegro, postrado frente al dios, con la frente pegada al suelo.
La joven Asami no pudo evitar sonreír ligeramente mientras observaba al joven por la cerradura de una puerta.
—Me alegra que sea tan educado, joven. Por mí está bien, pero no es a mí a quien debes pedírselo —dijo el dios Takemikazuchi, sonriendo.
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Krimson volvió al presente, su mente aún procesando lo hermosa que se veía Asami. No podía evitar sentir que la respuesta correcta en ese momento era crucial. Tragó saliva, intentando reunir el coraje necesario, pero las palabras simplemente no salían de su boca. Su mente se quedó en blanco mientras su corazón latía con fuerza.
—Marica —dijo Ddraig mentalmente, con un tono burlón que hizo que Krimson se sonrojara aún más.
Finalmente, después de un par de segundos que parecieron eternos, Krimson logró balbucear:
—Te ves... increíble, Asami. Realmente me dejaste sin palabras.
Asami sonrió dulcemente, agradecida por el halago, mientras Krimson sentía que la tensión en su pecho comenzaba a aflojarse un poco. Sabía que este solo era el comienzo de lo que probablemente sería uno de los días más importantes y desafiantes de su vida hasta el momento.
Bell, aún con el rostro un poco sonrojado por el contacto cercano con Eina, miró a Asami con curiosidad.
—Krimson, ¿quién es ella? —preguntó Bell, notando la interacción entre su amigo y la nueva llegada.
Krimson se giró hacia Bell, tratando de recuperar la compostura.
—Oh, claro... Asami, te presento a Bell. Él es un compañero aventurero y amigo cercano. Bell, ella es Asami, una curandera increíble que nos ayudó mucho durante la pelea con el monstruo.
—Es un placer conocerte, Bell —dijo Asami con una sonrisa cálida mientras extendía la mano.
Bell, aún algo nervioso, tomó la mano de Asami y la saludó.
—El placer es mío, Asami. Me alegra saber que nos has ayudado.
Luego, Krimson se giró hacia Eina, tratando de hacer la presentación con la misma torpeza.
—Y, Eina, ella es Asami, la curandera que mencioné antes. Asami, esta es Eina, la recepcionista del gremio y una amiga valiosa.
Eina observó a Asami con interés.
—Hola, Asami —dijo Eina con una sonrisa. —He oído hablar de tus habilidades. Es un placer conocerte finalmente.
—Igualmente, Eina —respondió Asami, todavía algo nerviosa.
El grupo intercambió sonrisas y saludos, mientras Krimson trataba de ocultar su torpeza tras una fachada de confianza. Sabía que el día prometía ser un reto, pero estaba decidido a enfrentarlo con el mismo coraje que había demostrado en la batalla.
—Entonces, ¿qué estamos esperando? —dijo Krimson, tratando de mantener el entusiasmo.
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—Entonces, ¿dónde iremos hoy? —preguntó Bell, sacando una risa de Eina.
—Ahí —dijo Eina señalando la imponente Torre de Babel.
—¿Babel? —preguntaron el dúo al unísono.
—Sí —respondió Eina—. Vamos a la tienda de la familia Hefestos.
—¡Eh! —exclamó Bell, mientras Krimson miraba con los ojos perplejos—. ¡Pero no podemos, no tenemos el dinero suficiente para comprar en la tienda de la familia Hefestos!
—¡Sólo vamos, no dejes a una chica esperando, Bell! —dijo Eina, tomando la mano del chico y corriendo hacia la entrada.
Asami observó y vio que Krimson aún no reaccionaba. Reuniendo un poco de valor, imitó la acción de Eina. A pocos metros de alcanzar a la semielfa y a Bell, la chica chocó contra un par de aventureros de aspecto intimidante y arrogante.
—¿Qué crees que haces, pequeña? —dijo uno de los tipos, mirándola de pies a cabeza con una mirada lujuriosa.
—¿No crees que deberías pedirnos una disculpa? —añadió el otro aventurero, intentando usurpar el lugar de Krimson.
—Aléjate... —murmuró Krimson en voz baja, un brillo siniestro de color verde esmeralda apareciendo en sus ojos mientras su cuerpo se tensaba. Su voz cargada de un notorio veneno captó la atención de los aventureros
Los dos aventureros, al notar el cambio en la atmósfera, se giraron hacia Krimson, sorprendidos por su repentina intervención. La presencia de Krimson, junto con el aura intimidante que emanaba, hizo que se detuvieran en seco.
—¿Y tú quién eres para decirnos qué hacer? —dijo uno de los aventureros, frunciendo el ceño y acercándose con un tono desafiante.
—Soy tan sólo el tipo que les romperá las piernas —respondió Krimson, su voz firme a pesar de la tensión.
Asami, que había observado la escena, dio un paso atrás, preparándose para intervenir si era necesario. Bell, también alerta, se posicionó cerca de Krimson, listo para apoyar si la situación se volvía peligrosa.
El primer aventurero, que parecía ser el líder del par, observó a Krimson con desdén. Pero al ver el destello peligroso en sus ojos y la determinación en su postura, decidió no seguir provocando.
—Vamos, hermano —dijo el segundo aventurero, tirando de su compañero—. No vale la pena meterse en problemas aquí.
Los dos aventureros se alejaron con un gruñido de frustración, dejándolos a solas. Krimson, aliviado, respiró hondo y trató de calmarse. Asami se acercó, su mirada llena de gratitud y preocupación.
—Gracias, Krimson. —dijo Asami, su voz un susurro. —No sabía qué hacer si esos dos se volvían problemáticos.
Krimson asintió, tratando de disimular el temblor en sus manos mientras se recuperaba de la tensión. Con una sonrisa forzada, volvió a unirse al grupo, listo para continuar con su día.
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¡Ding! Sonó el timbre del elevador al llegar al piso indicado, y el grupo de jóvenes salió al amplio y lujoso pasillo.
—No tenía idea de que hubiera una tienda como esta en Babel —dijo Bell, observando con asombro los equipos, armaduras y armas de gran valor expuestos en vitrinas.
—No te sorprendas tanto, Bell. La mayoría de los equipos en este piso son solo basura pretenciosa —dijo Asami, inspeccionando de cerca algunas de las armaduras.
—Nos dirigimos al piso superior, pero esto también es parte de la tienda de la Familia Hefesto, así que es bueno que nos detengamos a mirar —dijo Eina, guiando al grupo con seguridad.
—¡¿30 millones de valis?! —exclamó Bell al ver el precio de una espada.
—Tch... —Krimson soltó un resoplido al ver el precio de una cota de malla—. No pagaría 15 millones por esto ni aunque me lo vendiera Zeus.
—¡Bienvenidos! —dijo una voz familiar. La diosa Hestia apareció abriendo una puerta, vestida con el uniforme femenino de las empleadas del local—. ¿Qué están buscando hoy, señores? —preguntó con una sonrisa antes de abrir los ojos con sorpresa al ver a sus dos hijos—. ¡Chicos!
—¡Diosa! —respondieron Bell y Krimson al unísono, acercándose rápidamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Bell, confuso.
—He notado que últimamente has estado muy ocupada, ¿Es un trabajo de medio tiempo? —preguntó Krimson, aún sin comprender del todo la situación.
—¿Y tú qué estás haciendo aquí? ¿No se suponía que tenías una cita? —preguntó Hestia con una ceja levantada, mirando a Krimson.
—Pues eso es lo que estoy haciendo —respondió Krimson, señalando a Asami, quien se encontraba un poco tímida detrás de él.
—Hola —saludó Asami tímidamente a la diosa Hestia.
—Oh, linda, ¿Cómo estás? —preguntó Hestia con amabilidad.
—Bien, solo un poco nerviosa —respondió Asami, mientras miraba cómo Krimson se encontraba discutiendo con alguien en el pasillo.
—Tenle algo de paciencia, nada más —dijo Hestia, volviendo su atención hacia Bell—. ¿Y tú qué estás haciendo aquí, y quién es esta semielfa? —cuestionó Hestia, mirando a Eina.
—Oh, es verdad, diosa. Ella es... —comenzó a decir Bell, pero fue interrumpido por Eina.
—Hola, diosa Hestia. Soy Eina Tulle, parte del gremio. Soy la consejera de Bell Cranel y Krimson para la caza en la dungeon —se presentó Eina con una sonrisa cordial.
—¿Heh, lo eres? —dijo Hestia acercándose a Eina con curiosidad—. Por cierto, consejera... —dijo Hestia llamando a Eina con la mano para que se agachara y le susurró al oído—. No estarás intentando utilizar tu posición para seducir a Bell, ¿Cierto?
—¡I-Intento mantener mi vida privada separada de mi trabajo! —respondió Eina, nerviosa y sonrojada.
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Después de un pequeño intercambio de miradas, el grupo se dirigió al elevador que los llevó al piso superior. En cuanto las puertas se abrieron, la rejilla de seguridad se levantó para permitirles el paso.
—Tienes una diosa inusual, ¿No es así? —comentó Eina, mirando a Bell con una sonrisa mientras avanzaban.
Al llegar al piso superior, Eina se adelantó y presentó el lugar. El ambiente aquí era mucho más modesto y accesible para aventureros de todos los niveles, a diferencia del piso anterior.
—¡Aquí estamos! —anunció Eina con entusiasmo—. Creen que una marca de alta gama como la de la Familia Hefesto está fuera de su alcance, ¿Cierto?
—Sí —respondieron Bell, Krimson y Asami con algo de vergüenza.
—Pero eso en realidad no es verdad —dijo Eina, acercándose a una vitrina que exhibía un cuchillo—. Miren, echen un vistazo.
—Es cierto, no es tan costosa —dijo Bell, observando el precio—. 1200 valis no está tan mal.
—¿Sorprendidos? Todo lo que se encuentra aquí es de nuevos herreros. Incluso si es barato, es una ventaja para ellos que su trabajo sea vendido y evaluado. ¡Y algunos de ellos en verdad son buenos! Vamos, sigamos adelante —dijo Eina, guiando al grupo hacia una sección menos concurrida.
—¡Iré a ver lo que hay en la parte de atrás! —dijo Bell, antes de alejarse rápidamente.
—¿Quieres venir con nosotros? —le preguntó Krimson a Asami, desviando la mirada con cierta timidez.
Eina y Bell se adelantaron, dejándolos solos. Krimson sintió cómo su corazón latía más rápido al estar a solas con Asami, pero estaba decidido a no dejar que su nerviosismo arruinara el momento.
Krimson trató de mantener la calma mientras caminaba junto a Asami. El silencio entre ellos era cómodo, aunque él sentía que debía decir algo para romperlo. Tomó aire y finalmente se atrevió a hablar.
—Asami... —comenzó, con la voz un poco más baja de lo que había planeado—, me alegra que hayas venido hoy. No estoy muy acostumbrado a este tipo de situaciones, pero... me esfuerzo.
Asami lo miró con una sonrisa dulce, comprendiendo la torpeza y sinceridad en sus palabras.
—Gracias por invitarme, Krimson. —respondió ella suavemente—. Yo también estoy un poco nerviosa, pero creo que es normal cuando estás con alguien que te importa.
Las palabras de Asami hicieron que el corazón de Krimson latiera aún más rápido. Sentía que estaba a punto de decir algo importante, algo que llevaba tiempo queriendo expresar, pero la voz de Eina desde el otro lado de la tienda lo interrumpió.
—¡Oigan, vengan a ver esto! —llamó Eina, señalando una espada en exhibición.
Krimson soltó un suspiro, mezclado con alivio y frustración. Asami notó su expresión y rió suavemente.
—Parece que tendremos que guardar esa conversación para después —dijo Asami, guiñándole un ojo antes de empezar a caminar hacia donde estaban Eina y Bell.
Krimson asintió, sonriendo un poco más relajado ahora. Sabía que tendría otra oportunidad, y estaba dispuesto a aprovecharla. Mientras seguía a Asami, no podía evitar sentirse agradecido por la oportunidad de estar con ella, incluso si todavía no encontraba las palabras exactas para expresar lo que sentía.
—¿Una espada, para que? — preguntó Krimson examinando la de cerca —No sé si sea cierto, pero estoy casi seguro de que la espada negra que utilice contra el Gorgontus es mía — dijo Krimson antes de voltear a ver a Eina
Eina miró a Krimson con una mezcla de curiosidad y sorpresa.
—¿La espada negra que usaste contra el Gorgontus? —repitió, arqueando una ceja—. ¿Estás seguro de que es tuya? Porque, según tengo entendido, las armas de este calibre suelen ser creadas por herreros muy experimentados, y es raro que se entreguen sin que el propietario lo sepa.
Krimson frunció el ceño, reflexionando sobre lo que había dicho. La espada negra había aparecido en sus manos en el momento más crítico, casi como si hubiera sido destinada para él. Pero la pregunta de Eina lo hacía dudar.
—No estoy completamente seguro, pero sentí una conexión con esa espada... como si estuviera hecha para mí —dijo, recordando cómo la espada se había sentido como una extensión de su propio cuerpo durante la batalla—. Pero nunca me dijeron nada sobre quién la forjó o cómo llegó a mis manos.
Asami, que había estado escuchando en silencio, intervino.
—Podrías preguntar directamente en la tienda de la familia Hefestos. Tal vez ellos puedan decirte más sobre el origen de esa espada —sugirió, mirando a Krimson con interés—. Si realmente es tuya, quizás haya más cosas que desconoces sobre ella.
Krimson asintió, considerando la idea.
—Podría ser una buena idea —admitió, aunque la incertidumbre aún lo rodeaba—. Quizás descubrir la verdad me ayude a entender mejor mi lugar en todo esto.
Eina sonrió, satisfecha de que Krimson estuviera dispuesto a investigar más sobre el arma.
—No tienes nada que perder con preguntar —dijo ella—. Y mientras tanto, podríamos aprovechar para ver si hay algo más que te interese en la tienda. Nunca se sabe cuándo podrías encontrar una herramienta útil.
Krimson asintió de nuevo, mientras su mente seguía dándole vueltas al misterio de la espada negra. Aunque aún no sabía toda la verdad, estaba decidido a desentrañar el enigma, con la esperanza de que eso lo acercara un poco más a comprender su destino en Orario.
De repente un brillo llamó la atención de Krimson, quien comenzó a observar una armadura con detenimiento, fascinado por su diseño. Aunque no estaba en las mejores condiciones, especialmente el antebrazo izquierdo, algo en ella lo atraía profundamente. No podía explicar por qué, pero sentía una conexión con esa pieza desgastada.
(Imagínense que el antebrazo izquierdo y la mano están en mal estado)
—Es muy bonita y todo... —comentó Asami, mientras inspeccionaba la armadura con una mirada crítica—, pero ese antebrazo está en muy mal estado comparado con el resto de la armadura.
Eina, al notar la fascinación de Krimson, se acercó también, con una expresión de preocupación.
—Yo te recomendaría que elijas otra cosa —dijo, sugiriendo que buscara algo en mejor estado.
Justo en ese momento, Bell apareció detrás de Eina con una sonrisa en el rostro y una caja de madera en sus manos.
—¡Miren lo que encontré! —exclamó, pero su entusiasmo se desvaneció un poco al ver la armadura que Krimson estaba contemplando—. ¿Estás seguro de que quieres llevar eso?
Krimson no apartó la vista de la armadura. Para él, era perfecta. Aunque era consciente de su estado, sabía que con la Boosted Gear cubriendo su brazo izquierdo, el defecto no sería un problema.
—Es perfecta —dijo en voz baja, convencido de su elección. Luego, mirando el precio, se dio cuenta de que costaba 22,000 valis, justo la cantidad de dinero que había presupuestado—. Cada vez que invoque la Boosted Gear, cubrirá por completo mi brazo izquierdo, así que no necesito que esa parte esté en perfectas condiciones.
Tomando una decisión, Krimson levantó la mano y llamó al cajero con determinación.
—¡Oye, viejo! —gritó, captando la atención del hombre detrás del mostrador—. ¡Tráeme una caja extra grande! ¡Me llevo esta armadura de aquí!
Mientras el cajero se acercaba, Ddraig no pudo evitar intervenir en la mente de Krimson, mostrando su desprecio por la elección de su portador.
—Ni siquiera entiendo para qué comprarías esto. Cuando seas más fuerte, podrás invocar el Balance Breaker, una armadura de dragón rojiza que todos temerán. ¿Por qué querrías una armadura tan simple? —dijo Ddraig con desdén, considerando la compra como algo innecesario.
Krimson, sin embargo, no se dejó intimidar por las palabras de Ddraig. Había tomado su decisión y no iba a retroceder.
—¿De qué me sirve una armadura que no puedo usar ahora? —respondió mentalmente, defendiendo su elección con firmeza. Necesitaba una armadura que pudiera utilizar en el presente, y esta, a pesar de sus defectos, era lo que necesitaba.
El cajero llegó con una expresión de sorpresa al ver que alguien estaba interesado en esa vieja armadura.
—¿Estás seguro de que quieres esta? —preguntó, mientras observaba el estado de la armadura—. Lleva aquí tres años sin que nadie la compre.
Asami, notando la duda en la voz del cajero, intervino rápidamente.
—Espera, Krimson —dijo, mirando al hombre—. Creo que deberías darle un descuento, considerando que la armadura no está completa y ha estado aquí tanto tiempo.
El cajero se rascó la cabeza, considerando la petición de Asami. Finalmente, suspiró y asintió.
—Tienes razón, la armadura no está en las mejores condiciones, así que te la dejaré en 15,000 valis. No puedo bajarla más que eso, pero al menos te estarás llevando algo que tiene potencial.
Krimson asintió, satisfecho con el acuerdo. Aunque la armadura no era perfecta, sabía que con un poco de cuidado y la protección de la Boosted Gear, sería más que suficiente para enfrentar los desafíos que tenía por delante. Mientras el cajero embalaba la armadura, Krimson no podía evitar sentirse más seguro de su elección, listo para lo que viniera a continuación en su camino en Orario.
Krimson terminó de guardar la armadura en la caja, pero notó que Asami estaba distraída, mirando fijamente una daga plateada que estaba en exhibición. Se detuvo por un momento, observando la expresión de la chica mientras sus ojos brillaban con interés.
—¿Te gusta? —preguntó Krimson, acercándose a Asami. La daga tenía un diseño elegante y simple, pero la calidad de la hoja era evidente. Parecía estar bien equilibrada, hecha para alguien que valoraba la precisión y la rapidez en combate.
Asami, sorprendida por la pregunta, se giró hacia Krimson con una sonrisa tímida.
—Sí, es hermosa —respondió, volviendo a mirar la daga—. Siempre he preferido armas que sean fáciles de manejar, y esta parece perfecta para mí.
Krimson observó la daga nuevamente, notando cómo parecía brillar ligeramente bajo la luz. Se dio cuenta de que Asami podría beneficiarse de tener un arma como esa.
—Deberías probarla —sugirió Krimson, sonriendo—. A veces, cuando un arma te atrae tanto, es porque está destinada a ser tuya.
Asami lo miró, sorprendida por sus palabras, pero luego asintió, acercándose un poco más a la vitrina donde se encontraba la daga.
—¡7000 valis! Solo tengo 4000, eso me pasa por no traer más — dijo la chica desilusionada
Krimson, al escuchar la frustración en la voz de Asami, se detuvo por un momento al darse cuenta de que tenía justo la cantidad necesaria para ayudarla. Sin pensarlo dos veces, se acercó a la vitrina donde estaba la daga.
—Espera —dijo Krimson, sacando los 7000 valis de su bolso—. Puedo cubrir la diferencia si te parece bien.
Asami lo miró con sorpresa y gratitud. No esperaba un gesto así de parte de Krimson. Sus ojos se abrieron un poco, y una sonrisa sincera apareció en su rostro.
—¿Estás seguro? —preguntó, aún sin poder creer lo que estaba ocurriendo.
—Claro —respondió Krimson, extendiendo el dinero hacia ella—. Considera esto como un regalo, y un pequeño agradecimiento por acompañarme hoy.
Asami aceptó el dinero con una mezcla de emoción y sorpresa, sintiéndose muy agradecida por el gesto. El cajero, al recibir el dinero, empaquetó la daga con cuidado y se la entregó a Asami.
—¡Muchísimas gracias, Krimson! —dijo Asami, con una sonrisa radiante—. No sé cómo agradecerte.
—No es necesario —dijo Krimson con una sonrisa amistosa—.Me basta con que te guste
Asami sonrió, sintiendo una calidez especial por el gesto de Krimson. Guardó la daga con cuidado, valorando no solo el arma en sí, sino el significado detrás del regalo.
—Me gusta mucho, Krimson —respondió Asami con sinceridad—. Prometo cuidarla bien.
Krimson asintió, satisfecho de ver a Asami contenta. La conexión entre ambos se sentía más fuerte, y mientras continuaban su recorrido por la tienda, el ambiente entre ellos se volvió más cómodo y relajado.
El día, que había comenzado con nerviosismo, ahora prometía ser uno lleno de buenas experiencias y nuevos recuerdos.
El atardecer pintaba el cielo con tonos anaranjados y rosados, mientras la ciudad de Orario empezaba a envolverse en la suave luz del crepúsculo. El grupo se encontraba de nuevo en la plaza, frente a la estatua que se alzaba majestuosa en el centro. El bullicio de la ciudad se volvía más tenue, dejando espacio para un momento más íntimo entre Krimson y Asami.
Asami se giró para enfrentar a Krimson, su rostro iluminado por una mezcla de timidez y alegría. El día había sido largo, pero la compañía lo había hecho más llevadero y, sobre todo, especial.
—Hoy me divertí mucho contigo —dijo Asami, su rostro sonrojado mientras una suave sonrisa curvaba sus labios. Sus ojos reflejaban la sinceridad de sus palabras.
Krimson, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho, logró sonreír mientras sus mejillas también se teñían de un tono rojizo. Aunque todavía luchaba con sus propios nervios, sabía que este momento era importante, un paso más en una relación que apenas comenzaba a florecer.
—A mí también me gustó —respondió, intentando mantener su voz firme aunque evitaba el contacto visual, mirando hacia un punto indeterminado del suelo. Sentía que si la miraba directamente, sus palabras podrían desvanecerse en el aire.
Asami, notando su nerviosismo, sintió una cálida ternura hacia él. Con un gesto suave, se acercó un poco más, reduciendo la distancia entre ambos. La brisa del atardecer jugaba con su cabello mientras se armaba de valor para lo que estaba a punto de decir.
—Espero poder salir juntos de nuevo, de preferencia solo tú y yo —dijo, sus palabras cargadas de una mezcla de esperanza y atrevimiento que la sorprendió a ella misma. Antes de que Krimson pudiera reaccionar, se puso de puntillas y depositó un beso suave en su mejilla. El contacto fue breve, pero suficiente para que ambos sintieran una chispa de conexión.
Krimson se quedó inmóvil por un instante, su mente repitiendo el momento en cámara lenta. El calor del beso parecía extenderse por todo su cuerpo, dejándolo sin palabras. Cuando finalmente encontró su voz, Asami ya se estaba alejando, sonriendo con una mezcla de timidez y alegría.
—¡Cuídate en la dungeon! —gritó Asami mientras corría, su voz llena de una calidez que resonó en el corazón de Krimson.
Él levantó la mano en un saludo torpe, observándola mientras se alejaba. Aunque no pudo responderle como quería, sintió que el día había sido un éxito. Con una nueva determinación, se prometió a sí mismo que estaría listo para la próxima vez, para poder expresarle mejor lo que sentía. Mientras el sol se escondía en el horizonte, Krimson se quedó un momento más en la plaza, con una sonrisa en el rostro y el recuerdo de aquel beso aún fresco en su mente.
—Bien... —dijo Krimson en voz baja, volviendo a la realidad después de aquel momento especial. Inspiró profundamente, tratando de calmar las emociones que aún lo embargaban, y luego se giró para caminar hacia Bell y Eina. Notó, con cierta sorpresa, que ambos estaban sonrojados, lo que le hizo levantar una ceja con curiosidad.
—Muchas gracias por acompañarnos hoy, Eina —dijo Krimson con una reverencia respetuosa, agradeciendo sinceramente a la semielfa por su ayuda durante el día.
Eina sonrió amablemente, aunque su propio sonrojo delataba que algo más había sucedido mientras Krimson y Asami tenían su momento. Bell, por su parte, parecía un poco nervioso, evitando también el contacto visual, lo que hizo que Krimson se preguntara si algo similar había ocurrido entre ellos.
—Adiós, Krimson. Cuida mucho de Bell, por favor —dijo Eina con una sonrisa suave, mientras comenzaba a caminar en dirección opuesta.
Krimson asintió, comprendiendo la importancia de esa petición. Sabía cuánto le importaba Bell a Eina, y se sentía más que comprometido a protegerlo.
—No te preocupes, Eina —respondió Krimson—. Me aseguraré de que esté a salvo.
Eina le dedicó una última mirada antes de alejarse, dejando a los dos chicos solos en la plaza, mientras el sol terminaba de ocultarse en el horizonte.
Mientras Bell y Krimson bajaban las escaleras de piedra, escucharon el sonido de una carrera apresurada y el grito desesperado de una chica. Al ver la escena que se desarrollaba ante ellos, Krimson sintió que la adrenalina empezaba a correr por sus venas.
La chica, de baja estatura y claramente asustada, estaba en el suelo, mirando aterrorizada al aventurero que se acercaba con una expresión maliciosa. Bell, siempre dispuesto a ayudar, ya había comenzado a avanzar hacia la escena, pero Krimson lo detuvo por un momento, su mirada fija en el tipo que amenazaba a la chica.
—Espera, Bell —dijo Krimson, su voz firme—. Yo me encargo.
Sin dudarlo, Krimson bajó el resto de las escaleras de un salto, interponiéndose entre el aventurero y la chica caída. Su presencia era imponente, y su expresión dejaba claro que no permitiría que nadie lastimara a la joven.
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Krimson, con una voz que apenas contenía su enojo.
El aventurero se detuvo, sorprendido por la repentina aparición de Krimson y Bell. Miró a ambos, notando la determinación en los ojos de Krimson, pero aún así decidió no retroceder.
—Esta no es tu pelea, chico —espetó el aventurero, con una sonrisa torcida—. Mejor aléjate antes de que te metas en problemas.
Krimson no se inmutó. Su mano descansó sobre el mango de su espada, lista para desenvainarse en cualquier momento.
—Te daré una oportunidad —dijo Krimson en tono frío—. Aléjate ahora, y no tendrás que lamentarlo después.
Bell observó la situación con preocupación, sabiendo que Krimson podía manejarlo, pero preparado para intervenir si fuera necesario.
El aventurero vaciló por un momento, sopesando sus opciones. Pero algo en la mirada de Krimson lo hizo retroceder lentamente, consciente de que la situación podría empeorar para él si insistía.
—Tch... malditos héroes de pacotilla —murmuró el aventurero antes de dar media vuelta y marcharse, dejando a la chica y a los dos chicos solos.
Krimson exhaló lentamente, relajando su postura, y luego se giró para ayudar a la chica a levantarse.
—¿Estás bien? —le preguntó con suavidad, tendiéndole la mano.
La chica asintió, todavía temblando un poco, pero claramente aliviada. Bell se acercó, sonriendo de manera tranquilizadora.
—No te preocupes, estás a salvo ahora —dijo Bell con su habitual amabilidad.
La chica, aún temblorosa, aceptó la mano de Krimson, levantándose lentamente. Su mirada estaba llena de gratitud, y aunque su voz aún estaba un poco temblorosa, logró murmurar un agradecimiento.
—Gracias... muchas gracias... —dijo, mientras los dos chicos la ayudaban a recomponerse.
La chica, aún temblorosa, aceptó la ayuda de Krimson y Bell para levantarse. Una vez de pie, su mirada se cruzó con la de Bell por un breve instante, pero en lugar de quedarse, dio media vuelta y salió corriendo, desapareciendo rápidamente por las calles.
—¡Oye, espera! —exclamó Bell, sorprendido por la repentina huida, pero la chica ya estaba fuera de vista.
Krimson observó en silencio cómo se alejaba, comprendiendo que, a pesar de haberla salvado, el miedo aún la dominaba. Bell suspiró, preocupado por lo que la chica podría estar enfrentando.
—¿Por qué habrá salido corriendo así? —se preguntó Bell en voz alta, mirando a Krimson en busca de una respuesta.
—Quizás tenía miedo de algo más que de ese tipo —respondió Krimson, reflexionando—. A veces, las personas están tan asustadas que no pueden quedarse quietas, incluso si están a salvo.
Bell asintió, aunque la preocupación aún estaba presente en su rostro. Sin más que hacer en ese momento, los dos chicos continuaron su camino, conscientes de que la vida en Orario siempre estaba llena de misterios y desafíos inesperados.
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—¡¿Cómo que esta espada es mía?! —gritó Krimson, su rostro iluminado por una mezcla de sorpresa y alegría.
—Sí —respondió la diosa Hestia con tranquilidad—. Olvidé decírtelo porque habías estado durmiendo y yo estaba ocupada con el trabajo.
Hestia hizo una pausa dramática antes de continuar con una sonrisa amplia.
—Pero eso no es todo, la espada fue forjada por la mismísima Hefestos —dijo, destacando el hecho con orgullo—. Solo no le digas a nadie que Hefestos fue quien la forjó, o me metería en muchos problemas.
Krimson miró la espada con una nueva apreciación, comprendiendo ahora el valor y la calidad del arma en sus manos. El hecho de que hubiera sido forjada por Hefestos, una diosa conocida por su habilidad en la herrería, le daba un significado adicional a su nueva adquisición.
—No te preocupes, Hestia —dijo Krimson con una sonrisa agradecida—. No diré nada. Solo me alegra saber que la espada es tan especial. ¡Gracias!
Hestia asintió con satisfacción y una sonrisa complacida, aliviada de que Krimson estuviera tan contento con su regalo.
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La mañana había llegado, y los chicos se preparaban para partir hacia la dungeon. Bell se observaba frente al espejo, inspeccionando su nueva armadura. Estaba cubierto por una camisa negra de manga larga, unos pantalones negros resistentes y unas botas reforzadas del mismo color. Encima de estas prendas llevaba su recién adquirida armadura ligera. La placa plateada en su pecho brillaba con calidad, mientras que las pequeñas hombreras de los costados, aunque modestas, parecían funcionales. Sus antebrazos también estaban protegidos por unas ligeras y resistentes placas de metal plateado junto a un protector verde en su antebrazo izquierdo. En su cintura descansaba un espacio para un cuchillo extra, además de una correa que sostenía la funda de su cuchillo negro, forjado por Hefestos, y una pequeña mochila negra en su espalda completaba su equipamiento.
Krimson, por su parte, se miraba en el espejo, convencido de que había tomado la decisión correcta al adquirir la armadura. Le quedaba a la perfección. La placa grisácea en su antebrazo derecho no le incomodaba, las botas reforzadas no cansaban sus pies, y las placas en sus hombros le ofrecían buena protección. Un chaleco de cuero fuerte le cubría el torso, complementado por el cofre que protegía su pecho. El casco le cubría completamente la cara, con una visera que se podía desplazar hacia arriba, revelando únicamente sus ojos. La única parte de su cuerpo que la armadura no cubría era su brazo izquierdo desde el codo hacia abajo, pero la Boosted Gear se encargaba de proteger esa área.
(Usen ésto como referencia)
—Nos vemos, diosa —susurraron ambos mientras Hestia dormía plácidamente.
Listos para la aventura, los dos jóvenes salieron en silencio, asegurándose de no despertar a su diosa. Con determinación en sus corazones y nuevas armas y armaduras que les daban confianza, se dirigieron hacia la dungeon, listos para enfrentar los peligros que les esperaban.
Los chicos caminaban junto a otros aventureros hacia la dungeon, siguiendo el bullicio de la mañana en Orario. Al pasar junto a una fuente de agua, un punto de referencia común para muchos aventureros, una pequeña figura encapuchada se acercó a Bell, llamando su atención.
—¡Señor, señor! ¿No necesita un soporte? — preguntó la chica mientras se quitaba la capucha, revelando su cabello castaño claro y un par de orejas de zorro que se movían ligeramente.
Bell la miró sorprendido, y antes de poder responder, Krimson intervino.
—Vaya, juraría que pensé que eras una Pallum —dijo Krimson a través de su casco, notando su pequeña estatura y aspecto infantil.
La chica sonrió tímidamente ante el comentario, dejando en claro que su apariencia podía engañar a muchos, pero su espíritu de aventurera estaba bien afianzado.
—No, yo soy una chienthrope, me llamo Lili —dijo la chica mientras Bell, curioso, le acariciaba las orejas.
—¡Oye, qué estás haciendo, son sensibles! —exclamó Lili, apartándose rápidamente y provocando que Bell la soltara de inmediato.
—Lo siento —respondió Bell, un tanto avergonzado por su acción.
Lili lo miró con una mezcla de diversión y picardía, y con una sonrisa en el rostro, añadió:
—Igualmente, me tocaste y ahora tienes que hacerte cargo —bromeó—. Por eso, ahora mismo debes contratarme como su soporte.
Krimson, quien observaba la situación con interés, no pudo evitar reírse.
—Eso te pasa por tocar donde no debes —dijo mientras los tres se encaminaban juntos hacia la entrada de la dungeon.
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Después de unas horas en la dungeon, el grupo había logrado recolectar una cantidad impresionante de cristales. De vuelta en la superficie, en un callejón donde podían contar tranquilamente su botín, abrieron las bolsas para ver su recompensa.
—¡45,000 valis! —gritó el grupo al unísono, con los ojos brillando al ver tres bolsas llenas, cada una con 15,000 valis.
—¡Jaja, esto es más de lo que imaginaba! —dijo Krimson, claramente orgulloso de su éxito.
—¡Nunca había visto tanto dinero! —añadió Lili, extasiada por la cantidad que tenían ante ellos.
—¡Dale a un conejo una zanahoria y te traerá oro! —dijo Bell, sonriendo ampliamente, aunque su comentario dejó a los demás un poco confundidos.
—¡No sé qué significa eso, pero es verdad! —exclamó Lili, contagiada por la emoción de sus compañeros.
Mientras Bell y Krimson tomaban una bolsa cada uno, Bell extendió la última bolsa hacia Lili. La chica lo miró sorprendida, sin entender del todo la situación.
—¿Y esto? —preguntó, sin atreverse a tocar la bolsa.
—Es para ti —dijo Bell con una sonrisa—. Nunca hubiéramos conseguido tanto sin tu ayuda.
Lili, todavía asombrada, bajó la mirada hacia la bolsa y luego volvió a mirar a los chicos.
—¡Pero esto no es posible, lo normal es que un soporte reciba lo mínimo, incluso nada! —dijo, con un tono de incredulidad.
—Eso puede ser cierto para otros, pero no para nosotros —dijo Krimson con seriedad—. Trabajaste duro y eres parte del equipo. Te mereces esto tanto como nosotros.
Lili sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, una mezcla de gratitud y emoción la invadió. Nadie había sido tan generoso con ella antes, y la idea de pertenecer a un equipo que realmente la valoraba le llenó el corazón de calidez. Sin embargo, una sombra de desconfianza se cernió sobre su mente. Sabía que no debía dejarse llevar por esos sentimientos, porque en el fondo, siempre había creído que todos los aventureros eran iguales: unos patanes egoístas que solo pensaban en sí mismos.
Ella había aprendido a sobrevivir en las calles de Orario, donde la bondad rara vez se daba sin un precio oculto. A pesar de las sonrisas amables de Bell y Krimson, Lili no podía evitar esperar el momento en que revelarían sus verdaderas intenciones. ¿Y si todo esto era solo un truco? ¿Qué pasaría cuando descubrieran quién era realmente?
Con estos pensamientos en mente, Lili forzó una sonrisa y asintió, guardando la bolsa de valis en su mochila.
—Gracias... —dijo con voz suave, mientras en su interior se mantenía alerta, recordándose que debía estar preparada para lo peor. Si había algo que había aprendido en su vida, era que la confianza era un lujo que no podía permitirse.
—Así que un soporte... — murmuró Freya mientras observaba a Bell desde su trono, sus ojos brillando con un interés renovado. Desde las alturas de su torre, la diosa de la belleza había seguido cada uno de los movimientos del joven aventurero, intrigada por su progreso y el potencial que aún permanecía oculto dentro de él. —Al principio, todo esto era por puro capricho... — continuó, su voz adquiriendo un matiz más oscuro, mientras una sonrisa lenta y peligrosa se dibujaba en su rostro. —Pero ahora... ahora estoy tan excitada... Quiero que me muestres ese poder que duerme en tu interior. —
Freya se dirigió hacia una estantería en su lujosa habitación, sus dedos rozando los lomos de varios libros antiguos hasta que encontró el que buscaba: un libro plateado, cuyas páginas contenían secretos prohibidos y poderes que solo una diosa como ella podría entender y manejar.
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—¡Me alegra que les haya ido bien! — exclamó la diosa Hestia, recibiendo a Bell y Krimson con una sonrisa radiante cuando regresaron a la casa. Sus ojos brillaban de orgullo mientras miraba a sus dos hijos.
—Gracias, Diosa — respondió Krimson, devolviendo la sonrisa antes de lanzarle una mirada cómplice a Bell. —Pero la estrella esta vez fue Bell. ¡Vaya que se lució con sus movimientos ágiles y sus cortes precisos! — Continuó, mientras atrapaba a Bell en un abrazo juguetón, revolviéndole el cabello con afecto.
Bell se ruborizó, tratando de liberarse, pero no pudo evitar sonreír por el gesto de Krimson. La camaradería entre ellos era palpable, una especie de hermandad forjada en el calor de la batalla y el compañerismo.
—¡Y la soporte también se esforzó mucho hoy! — añadió Krimson, liberando a Bell y mirando a Hestia con seriedad. —No podríamos haber conseguido tanto sin ella.
Hestia asintió, complacida, y luego se dirigió a Bell, colocando una mano suave sobre su cabeza.
—Estoy orgullosa de ti, Bell. Estás creciendo rápidamente y mostrando todo el potencial que siempre supe que tenías — dijo con calidez, haciendo que el joven aventurero se ruborizara aún más.
—Gracias, Diosa Hestia — murmuró Bell, su voz llena de sinceridad.
Mientras tanto, Krimson se cruzó de brazos, mirando a ambos con una sonrisa. Aunque aún llevaba consigo la carga de su pasado y el peso de la Boosted Gear, momentos como estos le recordaban que no estaba solo y que tenía un hogar al cual regresar.
Pero, en el fondo, tanto Bell como Krimson sabían que su viaje en la dungeon era solo el comienzo. La ciudad de Orario guardaba muchos secretos, y las verdaderas pruebas aún estaban por venir.
Al día siguiente, el proceso se repitió. Bell y Krimson se encontraron con Lili y, de nuevo, se adentraron en la dungeon con ímpetu. En esta ocasión, el dúo de aventureros estaba ocupado aniquilando un grupo de hormigas asesinas, mientras Lili se encargaba de recoger las piedras mágicas que los monstruos dejaban al morir.
Una de las hormigas logró avanzar hasta Lili, y estaba a punto de atacarla por la espalda cuando Bell, con reflejos rápidos, se lanzó hacia la criatura y la decapitó con un solo golpe.
—¡Lili, cuidado! — gritó Bell, asegurándose de que la amenaza había sido eliminada.
—¡Gracias, amo Bell! — exclamó la chica, observando cómo el cuchillo que portaba Bell podía cortar con facilidad casi cualquier cosa.
—¡Yo me adelantaré a recoger las piedras que se quedaron atrás! — dijo Krimson, comenzando a avanzar en la dungeon para buscar las piedras mágicas perdidas.
—Amo Bell, mire esto — dijo Lili mientras señalaba a una de las hormigas que estaba comenzando a agonizar. — Tome esto, use este cuchillo para cortar la carne de hormiga, es muy difícil hacerlo sin uno de sierra.
Bell tomó el cuchillo con rapidez, sabiendo que si perdía un segundo más serían acorralados por otro grupo de hormigas asesinas. Sin embargo, no se dio cuenta de que Lili había aprovechado el momento para robar su cuchillo negro sin que él se percatara.
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En el gremio...
—Así que ya lo ves — decía Krimson mientras hablaba con Eina en la oficina del gremio. — Hoy tuvimos un botín casi tan grande como el de ayer, todo gracias a esa soporte.
—La familia Soma, ¿eh? — dijo Eina, frunciendo el ceño al escuchar el nombre. Luego miró a Bell con preocupación. — Bell, por favor, ten cuidado con ella. La familia Soma también se dedica al licor, pero lo que todos ellos tienen en común es que son muy distantes entre sí.
—Tranquila, Eina, ella es de confianza — respondió Bell, intentando tranquilizar a Eina antes de mirar a Krimson. — Vámonos ya, nuestra diosa debe estar esperando nuestra llegada.
—¡Espera, Bell! — exclamó Eina, notando algo preocupante. — ¿Dónde está tu cuchillo?
En ese instante, Bell comenzó a revisar frenéticamente cada rincón de su equipo, dándose cuenta con creciente preocupación de que su cuchillo negro había desaparecido. Su rostro se tornó pálido mientras buscaba en su mochila y en su cinturón, sin éxito.
—¿Dónde estará? — murmuró Bell, mirando a Krimson con una mezcla de alarma y confusión.
Krimson, al notar la inquietud de Bell, comenzó a revisar el entorno también, preguntándose si algo había pasado en la dungeon que les había pasado desapercibido. La desaparición del cuchillo negro era un detalle preocupante que podría tener más implicaciones de las que inicialmente habían considerado.
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Lili se encontraba en una casa de empeños, nerviosa, mientras un gnomo examinaba el cuchillo negro que había tomado de Bell.
—30 valis — dijo el gnomo, con una expresión de desdén.
—¡¿Cómo que 30 valis?! — exclamó Lili, exaltada. — ¡Debería valer mínimo 30,000!
—Tiene un diseño bonito, no te lo negaré, pero no tiene filo alguno. Además — dijo el gnomo haciendo una pausa dramática — la hoja está muerta.
Lili, confundida y decepcionada, salió de la casa de empeños con el cuchillo oculto bajo su capa. Mientras caminaba por la calle, pasó junto a Ryuu y Syr, que estaban conversando en una esquina. Ryuu, con su aguda observación, notó el cuchillo.
—Detente ahí mismo, Pallum — dijo Ryuu, tensando el cuerpo de Lili. — Ese cuchillo que llevas ahí, muéstramelo. Se parece al de un conocido.
—T-Tú te equivocas, este es mío — tartamudeó Lili, retrocediendo un paso en un intento de evitar la confrontación.
—Tonterías, solo conozco a una persona con un cuchillo negro con grabados — insistió Ryuu, antes de girar y lanzar una moneda a Lili. La moneda impactó en su hombro, haciéndola caer al suelo y soltar el cuchillo.
Lili se levantó rápidamente, subiendo las escaleras de concreto en desorden. En su prisa, tropezó en el último escalón y chocó contra Bell, quien estaba pasando con Krimson.
—¡Lili! — exclamó Bell, preocupado, mientras la veía caer.
—Disculpa, Cranel, pero creo que esto es tuyo — dijo Ryuu, mostrando el cuchillo negro que había recuperado.
—¡Mi cuchillo! ¿Dónde lo encontraste?! — preguntó Bell, con una gran sonrisa mientras tomaba el cuchillo de las manos de Ryuu. Esto provocó un ligero sonrojo en Ryuu y miradas de celos e incredulidad de Syr.
—Basta, Cranel — dijo Ryuu, desviando la mirada con una expresión molesta. — Esto lo deberías hacer con Syr.
—¡¿Qué cosas dices?! — protestó Syr, apenada, antes de acercarse a Lili. — No deberías volver a hacer esto, malcriada, o estoy segura de que él no será tan amable — le susurró al oído, mientras sutilmente apuntaba con la mirada hacia Krimson, quien mantenía una expresión estoica.
Lili se encogió bajo la mirada severa de Syr, sintiendo una mezcla de vergüenza y culpa. Bell, notando el ambiente tenso, trató de suavizar la situación.
—Lo importante es que tenemos el cuchillo de vuelta — dijo Bell, intentando poner fin a la tensión. — Lili, gracias. Estoy seguro de que fui yo quien lo dejó caer.
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Mientras tanto, la diosa Hestia estaba haciendo unas compras en el mercado. De repente, captó una risa familiar que la hizo detenerse. Al mirar en la dirección del sonido, vio a Bell, acompañado por Krimson, caminando de la mano con una chica de baja estatura. Ambos estaban sonriendo y compartiendo un momento alegre.
—¡Bell, Bell! — gritó Hestia, acercándose rápidamente, pero se detuvo al notar la escena. Se dio cuenta de que Bell y la chica estaban claramente disfrutando de su tiempo juntos.
—¡Bell, traidor! — exclamó Hestia, marchándose dramáticamente con una expresión de decepción en el rostro.
Bell, sorprendido, volteó a mirar en todas direcciones, tratando de entender qué había pasado.
—¿Pasa algo? — preguntó Krimson, mirando a Bell con curiosidad.
—No, nada — respondió Bell, tratando de sonar natural mientras observaba a Hestia alejarse. — Solo estaba escuchando cosas.
Krimson, sin saber exactamente lo que había ocurrido, se encogió de hombros y continuó caminando
Krimson se detuvo en seco al escuchar la voz en su cabeza, una voz que resonaba con un tono familiar y perturbador. Era su propia voz, pero cargada con una gravedad que le hizo sentir un escalofrío recorrer su columna vertebral.
—No puedes huir del pasado... — repitió la voz, como un eco oscuro que parecía surgir de lo más profundo de su mente.
Bell y Lili, quienes caminaban un poco más adelante, notaron que Krimson se había quedado atrás y se detuvieron para mirarlo. Bell, siempre atento, se acercó preocupado.
—¿Krimson? ¿Estás bien? — preguntó Bell, observando la expresión tensa en el rostro de su compañero.
Krimson parpadeó, sacudiéndose mentalmente de la inquietante sensación. Forzó una sonrisa, aunque sabía que Bell no sería fácil de engañar.
—Sí, solo... me distraje un momento. No es nada — respondió, intentando sonar convincente mientras la voz seguía resonando en su mente, aunque cada vez más débil.
Bell lo miró con escepticismo, pero decidió no presionar. Sabía que Krimson guardaba secretos, y aunque le preocupaba, también respetaba su privacidad.
—Bueno, si necesitas hablar, ya sabes que estoy aquí — dijo Bell, dándole una palmada en el hombro antes de volver con Lili.
Krimson asintió, agradecido por la comprensión de Bell, pero no podía ignorar lo que acababa de experimentar. La voz había traído consigo un recordatorio de su pasado, uno que había intentado dejar atrás, pero que ahora amenazaba con perseguirlo. Mientras continuaban su camino hacia la iglesia, Krimson no podía dejar de pensar en lo que significaba esa voz. Sabía que no podía seguir evitando la verdad y que, tarde o temprano, tendría que enfrentar los fantasmas que había intentado enterrar. Pero por ahora, decidió centrarse en el presente, al menos hasta que fuera inevitable enfrentarse a lo que su pasado le deparaba.
Krimson intentó enfocarse en la rutina diaria, pero las palabras seguían resonando en su mente, inescapables como una sombra persistente. Sabía que su pasado estaba lleno de cicatrices, y aunque había intentado dejar todo atrás, estaba claro que las heridas aún estaban abiertas.
A medida que se acercaban a la iglesia donde vivían, un lugar que se había convertido en un refugio para él y Bell, Krimson sintió una sensación de alivio al ver el edificio familiar. La presencia de Hestia, siempre cálida y acogedora, solía ser suficiente para calmar sus inquietudes, pero hoy, el peso en su pecho parecía más difícil de ignorar.
Al llegar, Bell abrió la puerta con una sonrisa, aparentemente libre de preocupaciones, y Lili se despidió rápidamente, diciendo que tenía cosas que hacer. Krimson la observó marcharse antes de entrar, con la mente todavía nublada por las palabras que había escuchado.
—¡Bienvenidos! — exclamó Hestia, corriendo hacia ellos para darles un abrazo—. ¡Qué bueno que están de vuelta! ¿Cómo les fue hoy?
Bell le devolvió la sonrisa a Hestia y comenzó a contarle lo sucedido en la Dungeon, hablando con entusiasmo sobre los monstruos que habían enfrentado y el buen trabajo de Lili. Krimson, sin embargo, permaneció en silencio, fingiendo estar distraído mientras sus pensamientos se sumergían en recuerdos que preferiría olvidar.
Hestia notó su silencio y, aunque no lo mencionó de inmediato, sus ojos lo seguían con preocupación. Había algo diferente en la actitud de Krimson, algo que no podía dejar de notar.
Después de cenar, mientras Bell se retiraba a descansar, Hestia se acercó a Krimson.
—Oye, ¿todo bien? Pareces... distante — comentó la diosa con suavidad, esperando que él se abriera.
Krimson vaciló un momento antes de responder, pero finalmente soltó un suspiro y forzó una sonrisa.
—Estoy bien, Diosa. Solo... pensando en algunas cosas del pasado. Nada de qué preocuparse — dijo, tratando de sonar despreocupado.
Hestia lo observó con escepticismo, pero decidió no presionarlo más. Sabía que Krimson era reservado con ciertos aspectos de su vida, pero no pudo evitar sentirse preocupada.
—Si necesitas hablar, sabes que estoy aquí, ¿verdad? — dijo finalmente, dándole una mirada comprensiva.
Krimson asintió, agradecido por su preocupación, pero también consciente de que, aunque estaba rodeado de personas que lo querían, algunas luchas debía enfrentarlas solo.
Esa noche, mientras el silencio llenaba la iglesia y todos dormían, Krimson permaneció despierto, mirando al techo mientras los pensamientos seguían girando en su mente. Sabía que no podía seguir huyendo de su pasado para siempre, y la voz que había escuchado hoy era solo el primer indicio de lo que estaba por venir. Aunque por ahora decidió no actuar, entendía que el momento de enfrentar esos fantasmas se acercaba, y cuando llegara, tendría que estar preparado.
Fin
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