Mito de la familia: Balance Breaker

Inmediatamente, la luz que ejercía como sol en el piso se oscureció, reduciendo la visibilidad considerablemente.

—¿Qué sucede? —preguntó Asfi, alerta.

—La Dungeon nos odia —dijo Hermes poniéndose de pie, con una seriedad inusual—. Por mantenerlo encerrado en un lugar como este. Urano, ¿qué pasó con las plegarias? Nadie me advirtió de esto.

Un temblor sacudió el suelo cuando una criatura colosal cayó desde el piso 17 hasta el 18: el mismísimo Goliath. Junto a él, un ave gigantesca cubierta de rayos y energía eléctrica descendió de forma devastadora. Su plumaje era mayormente azul oscuro con destellos amarillos brillantes recorriendo su cuerpo, emitiendo chispas que iluminaban el área. Las alas del ave, afiladas como cuchillas y cargadas de energía eléctrica, batían el aire con una amenaza constante. Su pico, largo y metálico, destellaba bajo la luz limitada, mientras sus ojos brillaban con un resplandor amarillo intenso. Las robustas patas de la criatura terminaban en garras afiladas, listas para desatar su furia eléctrica. Era un Thunderbirdmon, un monstruo raro que solo aparece entre los pisos 20 al 27.

Cuando ambos monstruos impactaron el suelo, múltiples réplicas sacudieron el área. El Goliath se incorporó de inmediato y lanzó un rugido ensordecedor, mientras el Thunderbirdmon ascendió, creando una pequeña tormenta eléctrica a su alrededor.

—Lo sabía… El jefe de piso —dijo Hermes, mirando la escena con gravedad—. Y para empeorar las cosas, un monstruo elemental.

El rugido del Goliath y la tormenta del Thunderbirdmon provocaron que los monstruos en el piso, que hasta ese momento habían permanecido tranquilos, comenzaran a atacar a los hombres de Moldo sin piedad.

—¡Hay que salvarlos! —gritó Bell, impulsándose a correr hacia ellos.

—Espera —dijo Tempestad, deteniendo a Bell con una mano firme—. ¿De verdad vas a salvarlos? ¿Con este grupo?

Bell se detuvo en seco y miró a sus compañeros. Los hijos de Takemikazuchi estaban serios, dispuestos a luchar. Todos, excepto uno...

—Salvémoslos —dijo Bell finalmente, su expresión decidida.

—Yo no iré —dijo Krimson, con una mirada fría, ante la sorpresa de los demás—. Esos cobardes no merecen ser salvados. Lo menos que merecen es morir.

El aire se volvió aún más denso con la tensión palpable. Las palabras de Bell habían sido un llamado desesperado, pero la respuesta de Krimson dejó a todos helados.

—¡Por favor, Krimson, no podemos dejarlos morir! —insistió Bell, la súplica en su voz era evidente—. ¡No seríamos mucho mejor que ellos si lo hacemos!

Krimson lo observó con una mirada fría, mientras su aura oscura parecía crecer a su alrededor. Dio un paso firme hacia Bell, provocando que el joven aventurero se tambaleara ligeramente.

—Eres mi amigo y todo —dijo Krimson, su tono bajo pero cargado de amenaza—, pero… ten cuidado con tus palabras.

Los ojos de Krimson brillaron con un siniestro resplandor esmeralda, señal clara de que su Boosted Gear estaba comenzando a activarse. El guantelete rojo brillaba intensamente, emitiendo una energía que parecía distorsionar el aire a su alrededor. La atmósfera en el grupo cambió por completo: el poder latente de Krimson era una fuerza que todos, incluidos los hijos de Takemikazuchi, podían sentir.

—No voy a arriesgar mi vida por unos cobardes que me apuñalarían en cuanto pudieran —continuó Krimson, su tono firme y decidido—. Ellos eligieron su destino cuando se rindieron a la codicia.

Bell se quedó inmóvil, sorprendido por la dureza de su amigo. A pesar de la intimidante presencia de Krimson, había una parte de Bell que no quería retroceder.

—No todo el mundo tiene tu fuerza, Krimson —dijo Bell con la voz temblorosa pero resuelta—. Pero eso no significa que no merezcan una oportunidad de vivir. Yo… no quiero vivir en un mundo donde elegimos quién merece salvarse y quién no.

Krimson miró a Bell, y por un momento, el silencio volvió a caer sobre el grupo.

Krimson bajó la mirada hacia Asami, su expresión endurecida titubeando por un instante. La ligera presión de su mano sobre la manga de su camisa y la suave súplica en sus ojos comenzaron a erosionar la barrera que había erigido en su mente.

—Asami... —murmuró Krimson, su voz más suave pero aún tensa.

El grupo observaba en silencio, mientras la energía que emanaba del Boosted Gear comenzaba a disiparse lentamente, aunque el brillo esmeralda en los ojos de Krimson seguía presente. La lucha interna era evidente en su rostro: la furia, el dolor de su pasado, y el peso de la responsabilidad hacia aquellos que no lo merecían.

—No puedo ignorar lo que hicieron... —dijo, su voz volviendo a endurecerse—. Si nos ponemos en peligro por ellos, ¿qué pasa si uno de nosotros muere? ¿Qué pasa si tú mueres, Asami?

La pregunta dejó a todos en silencio nuevamente, la realidad de las palabras de Krimson colgando sobre el grupo como una nube oscura. Sin embargo, Asami no apartó la vista, su determinación igual de fuerte.

—Lo sé —respondió Asami con una leve inclinación de cabeza—. Pero si abandonamos a los demás, ¿qué nos hace diferentes de ellos? —Su mirada era firme, llena de compasión y fuerza—. Confío en ti, Krimson, y sé que no eres como ellos.

Krimson apretó los dientes, luchando internamente. El poder de su Boosted Gear se calmaba cada vez más, y el brillo en sus ojos comenzó a apagarse lentamente. Finalmente, con un largo suspiro, apartó la mirada de Asami y dirigió su atención a Bell.

—Está bien —dijo finalmente, su voz baja y controlada—. Los salvaremos. Pero si alguno de ellos intenta traicionarnos, no dudaré en acabar con ellos.

Bell asintió, aliviado de ver que Krimson cedía. Asami soltó suavemente la manga de su camisa, con una sonrisa agradecida en su rostro, mientras el grupo se preparaba para enfrentar la amenaza.

—Gracias, Krimson —dijo Bell con sinceridad—. No te defraudaré.

Krimson no respondió de inmediato, simplemente ajustó su Boosted Gear y miró hacia la distancia, donde la tormenta eléctrica y los rugidos del Goliath resonaban en el aire.

—Vamos a acabar con esto —dijo, su determinación renovada—. Y que sea rápido.

—Eres un fracaso como líder —dijo Tempestad con dureza, una sonrisa sardónica asomándose en su rostro—. Pero... no es una decisión errónea.

Con un gesto decidido, comenzó a correr hacia la batalla.

—Chigusa, cuida de mi diosa, por favor. ¡Chicos, vamos! —gritó Bell, su voz llena de valentía y determinación.

—¡Sí! —respondieron todos al unísono, siguiéndolo en su carrera hacia el peligro.

La diosa Hestia observó desde un rincón, sintiendo un nudo en el estómago.

—Por favor... No hagan nada estúpido —pensó, deseando poder ir con ellos.

En una parte algo despejada del bosque, los hombres de Moldo luchaban desesperadamente contra los monstruos, esquivando rayos y evitando los poderosos golpes del Goliath que caían sobre ellos como una lluvia mortal.

—¡Estamos perdidos! —gritó uno de los hombres, horrorizado mientras trataba de escapar. Sin embargo, fue alcanzado por un aullido del Goliath que resonó en el aire.

—¿U-un aullido? —dijo Moldo, temblando de miedo, justo antes de que un puñetazo del Goliath lo rozara, lanzándolo contra unas rocas. Con dificultad, trató de ponerse de pie, rodeado por múltiples monstruos—. ¿Por qué...? —se preguntó, recargándose en su espada—. ¿Por qué pasa esto?

Intentó cubrirse del puñetazo de un minotauro con su espada, pero fue inútil; el impacto hizo volar su arma. En ese instante, el minotauro volvió a atacar, pero fue salvado justo a tiempo por el cuchillo negro de Bell, que se hundió en la carne del monstruo.

—¡Oy! —intentó decir, pero fue jalado por la espalda por Lili, que lo alejaba lo más rápido que podía.

—¡Están estorbando, así que me los llevaré! —declaró Lili, corriendo hasta colocarlo en un lugar seguro—. Deberían agradecer que nuestro líder es demasiado bonachón; personalmente, yo le habría hecho caso al Sekiryuutei y los habría dejado morir. —Le sacó la lengua y se marchó, dejándolo atónito.

El rugido del Goliath y el grito del Thunderbirmon resonaron, espantando a los pobladores de la ciudad.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó el que parecía ser el líder de los aventureros locales.

—¡Voles! —gritó Asfi, colocándose frente a él—. ¡Reúne todas las armas y aventureros que encuentres! Vamos a matar al jefe de piso y a ese pájaro gigante.

—¡No seas estúpida, Andrómeda! —respondió Voles, señalando hacia el frente—. ¡Ese no es un pájaro común, y no es solo un jefe de piso...!

—¡Nuestra ruta de escape! —interrumpió Asfi, guardando silencio por un momento—. Ya está bloqueada —recordó cómo vio que las salidas del piso se sellaban—. No tenemos forma de salir de este piso. —Informó, tensando a todos—. Si no lo vencemos, no podremos escapar.

Ante esto, Voles sonrió nerviosamente antes de reír.

—Maldita sea —dijo, girándose para mirar a su gente—. ¡Vamos a pelear contra esos monstruos! —gritó, tratando de elevar la moral de las tropas—. ¡Traigan a todos los de la ciudad! —añadió mientras algunos tomaban armas—. ¡El que tenga miedo de pelear no podrá volver a entrar! —exclamó mientras algunos ya corrían hacia la batalla—. ¡Muéstrenle su orgullo de aventureros!

Tempestad se movía con agilidad alrededor del Goliath, logrando golpear un nervio detrás de su rodilla, lo que provocó que el gigantesco ser se inclinara, arrodillándose en el suelo. Ouka y Mikoto se lanzaron al ataque de inmediato, pero sus armas se quedaron clavadas en la gruesa piel del Goliath, que comenzó a levantarse, elevándolos un poco en el aire.

—¡Retírense rápido! —gritó Tempestad.

Soltaron sus armas y cayeron al suelo. Al ver esto, el Goliath comenzó a preparar uno de sus aullidos al notar que no se movían. Ouka tomó rápidamente una posición defensiva, protegiendo a Mikoto.

—¡Will o' Wisp! —gritó Welf, apuntando sus manos hacia la cara del Goliath, provocando que el aullido que estaba preparando le explotara en la cara.

Welf sonrió, confiado de que su ataque había dañado al Goliath. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció al ver que, a pesar del daño, el Goliath estaba casi listo para liberar su aullido.

—¡Dragón Shot! —gritó Krimson, disparando un potente proyectil desde su Boosted Gear.

El Dragón Shot impactó de lleno en la cara del Goliath, haciendo que fallara su aullido.

—¡Gracias! —dijo Welf, corriendo hacia él.

—Tenía razón. Es diferente a un jefe de piso normal —pensó Tempestad, observando al Goliath con seriedad—. ¡Tiene un potencial de nivel 5! —reflexionó, esquivando un ataque en picada del Thunderbirmon—. ¡Y este tampoco se queda atrás!

Corrió hacia Asfi, que se acercaba a gran velocidad.

—Lion, aquí están los refuerzos —dijo Asfi telepáticamente—. Los magos de la ciudad comenzarán sus encantamientos. Mantengan distraído al Goliath y al Thunderbirmon.

—Entendido —respondió Ryuu telepáticamente—. Tú, yo y Krimson distraeremos a los enemigos.

El comentario sorprendió tanto a Asfi que la hizo detenerse por un momento.

—¡Bien, señores! —gritó Voles, levantando su espada al aire—. ¡Andrómeda será nuestro señuelo! ¡No se preocupen por nada y comiencen los encantamientos! —ordenó a los magos mientras estos se preparaban, concentrados en sus rituales—. ¡Vamos a darle una buena lección a esos monstruos!

—¡Voles! —exclamó Asfi mientras esquivaba el aullido del Goliath que resonaba por todo el campo—. ¡Me las pagarás por esto!

—¡Fuego! —gritó un aventurero, coordinando a sus compañeros que manejaban una ballesta gigante. Dispararon una gran flecha hacia el Thunderbirmon, quien sobrevolaba amenazante, mientras otros aventureros intentaban acertarle con arcos y lanzas desde el suelo.

—¡Consigan tiempo! En cuanto el encantamiento esté listo... —indicó Voles, pero su frase quedó incompleta cuando un relámpago descendió del cielo, obligándolo a cubrirse con su escudo para evitar el impacto del rayo lanzado por el Thunderbirmon.

El escudo apenas resistió. Voles sintió una descarga eléctrica recorrer su brazo antes de soltarlo, observando con alivio cómo los enanos que protegían a los magos con sus propios escudos habían logrado mantenerlos a salvo del ataque.

—Bien... —murmuró mientras sonreía al ver que el ataque no había afectado a los magos—. ¡Tenemos todas las armas que necesiten! ¡Si se rompe una, tomen otra! —gritó, motivando a los aventureros que corrían de un lado a otro, tomando arcos, espadas y lanzas para seguir luchando—. ¡No importa si nunca hemos trabajado juntos antes! ¡Olviden eso! —vociferó al ver cómo algunos aventureros se coordinaban para atar las piernas del Goliath—. ¡Solo eviten estorbar a los demás!

Los aventureros luchaban con todas sus fuerzas, pero algunos no eran lo suficientemente rápidos o fuertes y caían ante los colosales monstruos. La vista de aquellos que perecían no hizo más que endurecer la expresión de Voles.

—¡Peleen como quieran hacerlo! —gritó con firmeza, viendo cómo Asfi, Krimson y Tempestad, junto a otros aventureros, luchaban ferozmente contra el Goliath y los monstruos que los rodeaban.

Welf, en un intento desesperado por ganar tiempo, intentó frenar al Goliath para que un aventurero pudiera escapar. Sin embargo, el Thunderbirmon no se lo permitiría. Cayó en picada como una ave de rapiña, extendiendo sus garras para atrapar al aventurero, pero justo antes de que lo alcanzara, Bell intervino. Con un rápido movimiento de su cuchillo, desvió el ataque del ave.

—¡Bell! —gritó Welf al verlo lanzarse al aire con agilidad.

Aprovechando el impulso, Bell arrojó al aventurero hacia Welf, quien lo atrapó en el último momento. Bell, sin detenerse, clavó su cuchillo en la pantorrilla del Goliath, deslizándose hacia abajo y causando un gran daño mientras descendía. El Goliath rugió de dolor, tambaleándose.

—¡Bien, retírense! —gritó Voles al ver que el hechizo de los magos estaba listo—. ¡Vamos a mandarlos a volar!

Los aventureros se dispersaron rápidamente, alejándose tanto del Goliath como del Thunderbirmon, mientras los magos, tras lanzar su hechizo, conjuraban un espiral de fuego que envolvió a los dos monstruos. Gritos y rugidos llenaron el aire cuando las llamas los devoraron, acompañadas de relámpagos y corrientes de aire cortantes que rasgaban sus pieles. El hielo se formaba a los pies del Goliath, congelando su cuerpo y dificultando sus movimientos. El coloso y el ave gigante cayeron al suelo heridos de gravedad. El Goliath perdió su mandíbula inferior, incapacitado para aullar, mientras que el Thunderbirmon yacía con las alas inutilizables, incapaz de volar.

—¡Acábenlos! —gritó Voles con valentía, viendo cómo los aventureros corrían hacia los monstruos con la intención de darles el golpe de gracia.

Krimson, con la mirada fija en el escenario, dio un paso al frente, pero algo lo detuvo. Con un movimiento rápido, tomó la mano de Asami, quien se disponía a avanzar.

—¿Qué sucede? ¡Están justo ahí! —preguntó la joven con urgencia, viendo cómo el muchacho se quedaba inmóvil.

—No puede ser... —murmuró Tempestad con terror en los ojos.

Bell, también notando algo extraño, frenó en seco.

El Goliath comenzó a emitir una energía oscura, y una misteriosa aura rosa lo envolvía mientras se levantaba, regenerando el daño que había sufrido por el hechizo. Al mismo tiempo, el Thunderbirmon brillaba con un color celeste intenso, sus alas destrozadas volvían a crecer mientras se elevaba nuevamente al cielo.

—¡Tienes que estar bromeando! —gritó Voles desde su posición elevada, observando con incredulidad cómo ambos monstruos se regeneraban completamente.

El Goliath rugió con toda su furia y lanzó un devastador golpe al suelo, potenciado por el poder eléctrico del Thunderbirmon. El impacto sacudió la tierra y lanzó a volar a múltiples aventureros. Aquellos que no pudieron soportar el golpe sucumbieron en el acto. Los que quedaron inconscientes, entre ellos Bell, apenas se levantaban con dificultad, contemplando con frustración al Goliath mientras este desataba una serie de aullidos que obligaban a Bell a retroceder.

—¡Krimson! —gritó Asami, sacudiendo desesperadamente al joven, tratando de hacerlo reaccionar—. ¡Krimson, levántate de una vez!

Justo en ese momento, el Goliath dio un golpe potenciado que hizo volar grandes fragmentos de roca hacia ellos. Sin dudarlo, Krimson tomó a Asami entre sus brazos y se utilizó a sí mismo como escudo humano, quedando inconsciente al recibir el impacto.

—¡Por favor, levántate! —rogó Asami mientras comenzaba a usar su magia de sanación sobre él, desesperada por salvarlo.

Krimson abrió lentamente los ojos, su cuerpo aún débil. Con una sonrisa sarcástica, pese a la sangre que le corría por la nariz, dijo:

—Si gritas tan fuerte... ¿Cómo voy a poder dormir? —preguntó con un tono humorístico, arrancándole un suspiro de alivio a Asami, quien sonrió entre lágrimas mientras continuaba curándolo.

—Cranel —dijo Tempestad, dándole la espalda mientras estaba junto a Asfi.

—¿Ryuu? —preguntó Bell, sin apartar la vista de los monstruos cercanos.

—Encárgate de los monstruos en el área. Nosotras controlaremos al Goliath y al Thunderbirmon.

—Pero... —replicó Bell, con preocupación.

—No podemos permitir que nos superen. Si ganamos tiempo, los magos que siguen activos podrán lanzar otro ataque. Y si eso no funciona, tendremos que derrotarlos de nuevo —dijo Tempestad, con seriedad.

—¿Cuánto falta? —preguntó Bell, sin obtener respuesta de ninguna de las dos. —¿Ryuu?

—¡Buena suerte! —dijeron Asfi y Ryuu al unísono antes de irse corriendo hacia la batalla, dejando a Bell encargado de los monstruos residuales.

Bell echó un vistazo alrededor. Los aventureros combatían valientemente contra los monstruos, aunque algunos caían ante el brutal enfrentamiento. Apretó con fuerza su cuchillo negro, mientras una pequeña luz blanca, acompañada de destellos, comenzaba a irradiar desde su mano.

—¡Hestia! —gritó Lili, corriendo hacia la diosa.

—Soporte, ¿estás bien? —preguntó la diosa con una sonrisa tranquilizadora mientras atendía a un herido.

—¡Reúnan todo el equipo que puedan, por favor! —exclamó Lili rápidamente.

—¿Lo escuchaste? —Hestia volteó a ver a un aventurero cercano—. Regresa a la ciudad y consigue lo que necesitamos.

—¡Sí! —respondió el aventurero antes de salir corriendo.

—¿Dónde está Chigusa? —preguntó Lili, preocupada.

—Huyó durante la última explosión. Probablemente fue a buscar a Ouka y los demás —respondió Hestia, mientras continuaba atendiendo a otro herido.

Lili notó un arma envuelta en una tela blanca, adornada con un arlequín negro y una carta como emblema. No dijo nada, pero la observó con curiosidad mientras la batalla se intensificaba.

Tempestad se movía con agilidad entre los rayos del Thunderbirmon, esquivando por poco mientras cortaba con precisión las gruesas piernas del Goliath. A pesar de sus esfuerzos, el gigante se regeneraba rápidamente, provocando frustración en los aventureros.

—¡Lion, te van a matar! —gritó Asfi al ver a Tempestad arriesgarse demasiado.

El Goliath lanzó un poderoso rugido, levantando una nube de polvo que le dio a Tempestad la oportunidad de saltar sobre él, asestando un corte profundo desde el hombro hasta la ingle del monstruo. Sin embargo, la regeneración del Goliath comenzó de inmediato.

—¡Su piel es demasiado resistente para llegar a la piedra mágica! —exclamó Asfi, agitada—. ¡A este paso no podremos detenerlo...!

—¡Aun así! —gritó Tempestad, con determinación—. Si existe una oportunidad...

Mientras tanto, el Goliath disparaba aullidos ensordecedores, causando estragos, mientras el Thunderbirmon masacraba a los aventureros, arrasando con sus rayos a diestra y siniestra.

—¡Ouka! —gritó Chigusa al llegar a su lado.

—¡Chigusa! ¡Dame un escudo! —ordenó Ouka, sin apartar la vista de los monstruos.

—¡No, vas a morir! —dijo Chigusa, tomándolo de la manga—. No puedo dejar que lo hagas...

—Por favor, Chigusa... —dijo Ouka, mirándola con una mezcla de dolor y resolución—. No quiero ser un cobarde que solo habla y no actúa. No quiero ser alguien que sacrifica a los demás sin arriesgarse a sí mismo... —continuó, apretando los dientes—. Yo...

Miró a Chigusa, quien no pudo contener las lágrimas. Ouka le sonrió con una convicción que partía su alma.

En otro lugar del campo de batalla, Krimson intentaba ponerse de pie con esfuerzo.

—¡No puedes levantarte! —gritó Asami, empujándolo suavemente para que se recostara de nuevo en sus piernas—. ¡Estás demasiado malherido, ni siquiera te has recuperado de tu lucha contra el Hakuryuuco! ¡No voy a dejarte morir! —le dijo, firme, mientras lo abrazaba con fuerza.

—Si no... Si no voy en este momento... —dijo Krimson, con una lágrima corriendo por su mejilla, mientras observaba a Ryuu pelear—. ¡Me arrepentiré por toda la vida! —exclamó, apretando los puños con desesperación.

Asami lo miró con tristeza, sabiendo que no podía detener a Krimson cuando él se sentía tan obligado a proteger a los demás. Ella temblaba ligeramente, pero no podía hacer otra cosa más que cuidarlo lo mejor que podía.

De repente, un estruendo sacudió la tierra. El Goliath había lanzado un nuevo ataque potenciado por los rayos del Thunderbirmon, derribando a más aventureros. La situación parecía cada vez más desesperada.

—¡Krimson, por favor! —imploró Asami, con desesperación en la voz mientras comenzaba a canalizar su magia de sanación sobre él, tratando de curar sus heridas lo más rápido posible—. ¡Necesitamos sobrevivir...!

Krimson, con los ojos entrecerrados por el dolor, sintió el cálido poder de la magia de Asami recorriendo su cuerpo. Sin embargo, su determinación lo empujaba a levantarse.

—Ddraig, ¿cuántos Boost me quedan antes de perder el conocimiento? —preguntó, apartando a Asami con un movimiento decidido mientras se ponía de pie tambaleándose.

—Te quedan dos más antes de que te desmayes por el esfuerzo —respondió Ddraig en voz alta, su tono grave resonando en la mente de Krimson.

—Pues entonces... —dijo, desenvainando sus espadas con una mirada feroz—. ¡Hagamos que valgan la pena! —gritó, mientras la gema esmeralda de su Boosted Gear comenzaba a brillar con una intensidad creciente.

El poder de Ddraig recorría su brazo, y el guantelete rojo que cubría su mano izquierda vibraba con fuerza. A su alrededor, el aire chisporroteaba con energía pura. Los destellos esmeralda iluminaban su figura, proyectando una sombra que se alargaba en el caos de la batalla.

—¡Krimson, no! ¡No puedes arriesgarte así! —gritó Asami, con lágrimas en los ojos, extendiendo las manos hacia él, pero Krimson ya estaba fuera de su alcance.

Con un paso firme, Krimson avanzó hacia la batalla. Sus espadas brillaban bajo la luz parpadeante de la Boosted Gear, y cada movimiento estaba cargado de una ferocidad imparable.

—¡Boost! —rugió Ddraig.

Krimson sintió una descarga de energía recorrer su cuerpo, su velocidad y fuerza multiplicadas exponencialmente. Corrió hacia el Goliath y el Thunderbirmon, ignorando el dolor que quemaba sus músculos y la sensación de agotamiento que se acumulaba en su pecho.

—¡Vamos, maldito! —gritó Krimson, lanzándose al ataque contra el Goliath, su espada cortando el aire como un relámpago. El Goliath lo vio venir y lanzó un puñetazo masivo, pero Krimson lo esquivó con una agilidad sobrenatural.

Sus espadas se hundieron en la carne del Goliath, trazando un corte profundo mientras la criatura rugía de furia. El Thunderbirmon lo atacó desde el cielo, lanzando rayos en su dirección, pero Krimson giró sobre sí mismo, bloqueando los rayos con la fuerza de su Boosted Gear.

—¡Boost! —Ddraig activó un nuevo impulso de poder.

Con un último esfuerzo, Krimson saltó hacia el Thunderbirmon, sus espadas brillando con una luz cegadora. A pesar de sus heridas, a pesar del cansancio que pesaba en cada uno de sus movimientos, su determinación era inquebrantable. Con un rugido de guerra, hundió ambas espadas en el monstruo volador, desgarrando sus alas con un corte limpio.

—¡Krimson! —gritó Asami desde la distancia, viendo cómo el Thunderbirmon caía hacia el suelo con un chillido ensordecedor.

El cuerpo de Krimson se estremeció, sus piernas temblaron bajo el peso del esfuerzo. Sabía que no podía seguir mucho más tiempo, pero no podía permitirse fallar en ese momento crucial. Respiraba con dificultad, y su visión se nublaba, pero su voluntad seguía firme.

—Si yo muero... —murmuró con los dientes apretados, mirando al Thunderbirmon directamente a los ojos—. ¡Te llevaré conmigo! —rugió mientras levantaba su espada, dispuesto a clavarla en la piedra mágica del monstruo, buscando un golpe definitivo.

Justo cuando iba a asestar el golpe, un puñetazo brutal lo alcanzó por el costado, enviándolo volando violentamente a través de los árboles cercanos. El impacto fue devastador. Krimson sintió cómo su cuerpo chocaba contra troncos y ramas antes de estrellarse contra el suelo, rompiendo más árboles a su paso. El Goliath, gigante y poderoso, había intervenido para salvar al Thunderbirmon, dándole tiempo para regenerarse.

—¡Krimson! —gritó Tempestad con desesperación al verlo estrellarse y quedar empalado por una gruesa rama que le atravesó el estómago. La sangre brotaba de la herida, y su respiración se volvía entrecortada.

Krimson cayó al suelo, su cuerpo aplastado por el dolor. —¡Puagjj! —escupió sangre mientras, con manos temblorosas, intentaba arrancarse la rama que se había incrustado profundamente en su abdomen. Cada movimiento era una agonía que lo hacía retorcerse, pero no dejaba de luchar por mantenerse consciente.

—No... —murmuró, sintiendo cómo la vida comenzaba a escapársele—. No puedo... morir aquí... —Sus pensamientos regresaron a Asami, a Ryuu, a Bell, a todos aquellos que dependían de él. El recuerdo de sus promesas lo aferraba a la vida con la misma fuerza con la que sus manos temblorosas sostenían la rama ensangrentada.

En ese instante, una ráfaga de viento levantó polvo y hojas a su alrededor, mientras Tempestad, con su característica velocidad y precisión, llegó a su lado.

—¡Aguanta, Krimson! —gritó ella, cortando rápidamente la rama con su espada, liberando su cuerpo del tronco que lo había atravesado. Su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y determinación—. ¡No te rindas ahora!

—Ddraig, una última oportunidad... —dijo el chico débilmente.

—Tienes un último chance... —susurró el dragón con su voz profunda, resonando en lo más recóndito de la mente de Krimson. Pero esta vez, en lugar de la acostumbrada gravedad en su tono, había un matiz diferente. Una sonrisa maliciosa se dibujó en los pensamientos de Krimson, casi burlona, mientras Ddraig continuaba—. Pero si lo usas... tendrás que darme algo a cambio.

El tono del dragón se volvió escalofriante, cargado de un macabro sentido del humor. Una risa grave resonó dentro de la mente de Krimson, cada carcajada un eco siniestro que hacía que su cuerpo temblara no solo por el dolor, sino por la creciente incertidumbre.

—¿Qué...? —Krimson intentó responder, pero su voz fue apenas un murmullo entrecortado. Antes de poder procesar lo que ocurría, sus ojos se cerraron. La oscuridad lo envolvió mientras la consciencia lo abandonaba.

Tempestad, observando la gravedad de sus heridas, sabía que no había tiempo que perder. Saltó ágilmente entre los árboles, esquivando ataques enemigos mientras se dirigía a Asami, quien estaba cerca de una zona más segura.

—¡Llévalo contigo, rápido! —dijo Tempestad con urgencia, entregándole a Krimson a Asami, que con esfuerzo lo cargó entre sus brazos.

Asami, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho y lágrimas asomándose en sus ojos, no pudo evitar que una parte de ella se sintiera aterrada. Sabía que Krimson estaba gravemente herido, y el peso de su vida descansaba ahora en sus manos.

—Por favor, no te mueras... —susurró con voz quebrada mientras lo alejaba del campo de batalla, buscando un lugar donde pudiera mantenerlo seguro.

Mientras tanto, en la mente de Krimson, las palabras de Ddraig resonaban una y otra vez: "Si lo usas... tendrás que darme algo a cambio..."

¿Qué significaría aquello? ¿Cuál sería el precio por desatar el último poder del Boosted Gear en ese momento crítico?

Grente al imponente Goliath, Bell se mantenía firme, apuntando su mano derecha hacia la bestia. La energía mágica brillaba en su palma, destellando en un tono blanco mientras se preparaba para lanzar un Firebolt.

—¡Lion, aléjate! —gritó Asfi, haciendo un gesto rápido para apartarse del camino.

Tempestad reaccionó al instante, retirándose velozmente para no obstruir el ataque de Bell. El momento era crítico, y sabían que cualquier segundo desperdiciado podría significar la diferencia entre la vida y la muerte.

—¡Firebolt! —exclamó Bell con toda su fuerza, viendo cómo el Goliath comenzaba a reunir energía en su garganta, preparándose para lanzar un potente aullido, potenciado por los rayos del Thunderbirmon.

El Firebolt de Bell y el aullido cargado de electricidad del Goliath colisionaron, creando una explosión que levantó una densa cortina de humo. Sin embargo, cuando el humo comenzó a disiparse, la aterradora figura del Goliath aún se mantenía en pie. La mitad de su cabeza había sobrevivido, y en sus labios deformados se dibujaba una grotesca sonrisa.

Antes de que Bell pudiera reaccionar, el Goliath lanzó un rugido ensordecedor directamente hacia él. El ataque lo golpeó de lleno, enviándolo volando por los cielos. El monstruo, sin perder tiempo, levantó su puño masivo, listo para aplastar a Bell mientras se regeneraba. Parecía el final para el joven aventurero, pero en el último segundo, un escudo se interpuso entre el monstruo y su objetivo.

—¡No en mi guardia! —gritó Ouka mientras se cubría con su escudo, recibiendo el devastador impacto del Goliath.

El golpe los lanzó a él y a Bell por los aires, estrellándolos contra el suelo con una fuerza brutal. Ambos quedaron tendidos, aturdidos por el impacto.

—¡Cranel! —gritó Tempestad, corriendo hacia ellos con Asfi justo detrás, sus corazones acelerados por la preocupación.

A la distancia, Chigusa y Mikoto, testigos del sacrificio de Ouka, no dudaron en correr para socorrer a su camarada.

—¡Ouka! —gritó Chigusa con desesperación al ver a su líder malherido en el suelo. Mikoto, con el rostro serio pero los ojos llenos de determinación, también aceleró el paso, dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a su compañero.

La batalla aún no había terminado, y cada segundo contaba. Inmediatamente, el Goliath lanzó una serie de aullidos devastadores, llenando el campo de batalla con ondas de choque y rayos que desgarraban el aire. Los aventureros caían uno tras otro, incapaces de resistir la furia del monstruo. Gritos de dolor y desesperación resonaban por todo el lugar mientras muchos perdían la vida.

—¡Ouka, Ouka! —gritó Chigusa con la voz quebrada, arrodillada junto al cuerpo inconsciente de su líder, sus manos temblaban mientras intentaba detener la hemorragia.

—¡Despierta, Ouka! ¡Por favor! —rogó Mikoto, su rostro lleno de desesperación mientras observaba el rostro pálido de su amigo. No podían permitirse perderlo.

A unos metros de distancia, Tempestad, aún jadeante, observaba a Bell, quien se retorcía de dolor en el suelo, el vendaje de compresión que Asfi le aplicaba apenas era suficiente para estabilizarlo.

—¡Cranel! —llamó Tempestad, esperando una señal de vida de su camarada.

—¿Cómo vas tú por ahí? —preguntó Asfi, con la voz tensa, mientras seguía trabajando febrilmente para ayudar a Bell.

Asami, con el rostro bañado en sudor, sostenía a Krimson en sus piernas. Su voz temblaba cuando respondió:

—¡Estoy haciendo todo lo que puedo! —gritó, mientras apretaba con fuerza el vendaje improvisado alrededor de la herida en el estómago de Krimson. La sangre seguía brotando, a pesar de sus esfuerzos—. ¡Pero su herida es demasiado grave para que yo la trate sola!

La herida de Krimson, aunque lentamente, comenzaba a cerrarse, pero la regeneración no era lo suficientemente rápida para salvarlo del estado crítico en que se encontraba. Asami miraba con angustia cómo su curación natural fallaba en activarse completamente.

—¡No tiene suficiente agua en su cuerpo! —gritó, mientras intentaba desesperadamente hacer algo más por él—. ¡Su curación natural no se activa porque está deshidratado! ¡Necesita líquidos o se nos va a morir aquí mismo!

La llegada de Hestia junto a Lili infundió una pequeña chispa de esperanza entre los agotados aventureros. La diosa se acercó rápidamente a Bell y Krimson, su semblante sereno, pero sus ojos reflejaban la preocupación que sentía por sus dos protegidos.

—Bell... Krimson... —murmuró Hestia, arrodillándose junto a ellos mientras Lili, al borde del pánico, gritaba:

—¡Bell-sama, Krimson-sama! —La pequeña pallum intentaba sacudir a Bell, buscando una respuesta.

Asfi, quien había estado atendiendo a Bell, se levantó con determinación.

—Lion, encárgate de Bell Cranel. Yo intentaré conseguir tiempo para todos —dijo, preparándose para lanzarse de nuevo a la batalla.

Hestia, a pesar de la tormenta de emociones que sentía, mantuvo su compostura. Sentándose entre Krimson y Bell, comenzó a acariciar suavemente sus mejillas, su toque lleno de ternura y protección.

—Elfa —llamó con calma, sin desviar la vista de sus hijos—. Ve tú también. Yo cuidaré de Bell y Krimson junto a Lili y Asami.

—¡Pero, Diosa Hestia! —exclamó Tempestad, la preocupación evidente en su rostro.

Hestia sonrió, confiada.

—Tú también lo viste, ¿verdad? —le dijo con suavidad—. Ellos pueden vencer a esos monstruos... Solo ellos pueden. Pero necesitan tiempo. Ve y consíguelo para ellos.

Tempestad, aún con dudas, asintió. Sabía que Hestia tenía razón. Sin perder más tiempo, se unió a Asfi para enfrentarse a los monstruos.

Mientras tanto, Lili continuaba intentando despertar a Bell, sus manos temblaban al tocarlo.

—¡Despierta, Bell-sama! —gritó, desesperada.

Hestia, por su parte, se volvió hacia Krimson, quien aún permanecía inmóvil.

—¡Despierta de una buena vez, holgazán! —le ordenó la diosa, en un tono que reflejaba tanto el amor como la urgencia.

Dentro del subconsciente de Krimson, una intensa negociación se estaba llevando a cabo. El joven se encontraba en un vasto mar de llamas, frente a él estaba Ddraig, su mirada ardiente y burlona.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó Krimson con el ceño fruncido, tratando de mantener la calma frente al imponente dragón.

El dragón dejó escapar una risa espeluznante.

—Jejeje... No sé qué tan bien te vaya a funcionar este trato ahora mismo, chico. —Ddraig lo miraba con malicia, disfrutando del momento.

Krimson, frustrado por la situación, apretó los dientes.

—¡Déjate de rodeos y ve al grano! —gritó con desesperación—. ¡Estoy al borde de la muerte y necesito matar a esas cosas! ¡Necesito el poder para proteger a los que amo! —Su mente se llenó de imágenes de Bell, Asami, Ryuu... y, sobre todo, Hestia. La diosa que lo había salvado, su faro en la oscuridad.

El dragón sonrió, mostrándole sus colmillos afilados.

—Deseo tu brazo y tu corazón —declaró Ddraig con una voz tan potente que hizo que Krimson retrocediera un paso—. Si me los entregas, te daré el poder para masacrar a esas larvas que tienes al frente.

Krimson miró al dragón con cautela.

—¿Para qué los quieres? —preguntó, intentando comprender el verdadero propósito del dragón.

—Eso no es de tu incumbencia —respondió Ddraig con frialdad—. ¿Aceptas o no?

Krimson, atrapado sin opciones y con la presión de la muerte sobre sus hombros, cerró los ojos. Sabía que no tenía más remedio.

—Acepto... —dijo en voz baja.

En ese momento, la curación natural de su cuerpo se aceleró de manera extraordinaria. La profunda herida en su estómago se cerró en cuestión de segundos, dejando una horrible cicatriz, mientras que la Boosted Gear en su brazo izquierdo brillaba con un resplandor verde esmeralda.

En el exterior, Hermes apareció entre los árboles, observando a Bell y el caos que se desataba en la batalla.

—Si alguien merece ser llamado héroe, no es el que toma la espada o el que levanta el escudo... ni siquiera el que utiliza la sanación —dijo Hermes, sus ojos fijos en Bell.

Dentro del subconsciente de Bell, otra voz resonaba. Era una voz familiar, una que lo llenaba de nostalgia y valor.

—Protege a tus amigos, salva a la chica, y arriesga tu vida. No importa si caes. Está bien si fallas. Llora lo que quieras... —dijo la voz, y Bell reconoció a su abuelo. Las palabras del anciano lo envolvieron en un cálido manto de determinación—. La victoria está dentro del vencido.

En el mundo real, Hermes continuó hablando:

—Sé fiel a tus deseos... —dijo con suavidad.

—...y muestra tus anhelos... —la voz de su abuelo lo empujaba desde lo más profundo de su ser.

—Y si lo haces... —dijo Bell, aún inconsciente.

—Eso... —agregó la voz en su subconsciente.

—...es lo que te hará el héroe más genial de todos —dijeron Bell, Hermes y la voz al unísono.

De repente, la mano de Bell apretó con fuerza la de Hestia, como si todo su ser respondiera a ese llamado.

Simultáneamente, Krimson abrió los ojos, su cuerpo revitalizado. Un rugido profundo, semejante al de un dragón, salió de su garganta, resonando por todo el campo de batalla.

Caminando en medio del caos y avanzando hacia la batalla, Bell y Krimson intercambiaban miradas decididas.

—Para no avergonzarme al verlos… —dijo Bell, empuñando una espada con una extraña forma de tijera, su mano firme y su determinación visible en su rostro.

—Y más que nada, para salvar a las personas que me importan… —añadió Krimson, con la misma resolución, avanzando a su lado.

Un eco resonaba en la mente de Bell, recordando las palabras de Lili cuando le entregó la espada. 
—¡Bell-sama! —la pallum le había dado aquel extraño arma con una mirada llena de confianza. 

—Confío en ustedes, Bell, Krimson —había dicho Hestia con serenidad, viéndolos marchar hacia la batalla con una fe inquebrantable.

Frente a las bestias que se interponían en su camino, Krimson recordó las palabras del dragón que habitaba dentro de él.

—Solo podrás usar mi poder durante 1 minuto y 10 segundos —advirtió la voz imponente de Ddraig, el Dragón Emperador Rojo.

—Con ese tiempo tengo más que suficiente —respondió Krimson, su mirada clavada en el monstruo conocido como Thunderbirmon.

En el subconsciente de Bell, la voz de su abuelo resonaba como un mantra de aliento. 
—Que tus anhelos anden —dijo aquella voz. —Muestra tus deseos.

La luz que emanaba de la espada de Bell comenzaba a intensificarse, cubriendo su mano con un resplandor blanco que destellaba. Al mismo tiempo, el aire vibraba cuando unos rayos esmeralda se materializaban alrededor de Krimson, sorprendiendo a todos los presentes.

—¿El movimiento prohibido? —susurró Asami, con los ojos bien abiertos, recordando las leyendas que Takemikazuchi le había contado sobre el poder devastador del Sekiryuutei.

—¿Limit off? —murmuró la diosa Hestia mientras la luz blanca iluminaba la espada de Bell.

Los monstruos comenzaron a cambiar de objetivo, centrándose en los dos guerreros que se encontraban frente a ellos.

—¡No permitan que se acerquen! —gritó Moldo, corriendo junto a sus hombres para intentar contener a las criaturas.

Desde lo alto, Tempestad invocaba poderosas ráfagas de viento, cortando al Goliath con precisión mortal mientras recitaba un encantamiento. 
—Ahora, en el cielo sobre un bosque lejano, las estrellas infinitas se dispersan por el cielo nocturno despejado —murmuró mientras sus ataques frenéticos comenzaban a crear heridas en el coloso.

—¿Un encantamiento en una batalla de alta velocidad como esa? —dijo Asfi, asombrada ante la destreza de la elfa.

—Dale a mi voz la bendición de la estrella de fuego y otorga tu compasión a los que te abandonaron —continuó Ryuu, escalando el monstruo con una velocidad impresionante.

—Es demasiado alto… —observó Mikoto desde el suelo, viendo cómo la elfa ascendía.

Sin quedarse atrás, Mikoto comenzó a concentrar su energía, realizando un cántico propio. 
—Te lo suplico, Dios que destruye todas las cosas. Guíame desde los cielos y otorga a mi ser este gran poder divino.

Mientras tanto, Welf, que había perdido su arma entre los árboles, se esforzaba por encontrarla. 
—Sé que no merezco esto —pensó, desesperado, antes de alzar una nueva espada mágica. —¡Pero quiero salvar gente! —rugió mientras se lanzaba hacia los monstruos, envuelto en llamas mágicas.

—¡Luna de fuego! —gritó, disparando un torrente de fuego contra las bestias, sorprendiendo a todos.

—¿Un objeto mágico de Crozzo? ¿Superó al original? —dijo Asfi, sorprendida por el poder del arma.

En lo alto del Goliath, Ryuu estaba a punto de desatar su ataque final. 
—¡Luminous Wind! —gritó, desatando una tormenta de esferas de energía que golpearon al Goliath con fuerza.

El Goliath intentó aplastar a Ryuu, pero antes de que pudiera lograrlo, Mikoto intervino con su técnica.

—¡Futsunomitama! —gritó Mikoto, creando una barrera de energía que oprimió al Goliath y lo obligó a soltar a la elfa.

—¡La barrera no resistirá mucho más! —gritó Mikoto, jadeando.

—¡Apartaos! —exclamó Welf, cargando contra los monstruos con una nueva espada mágica en mano. 
—¡Luna de fuego! —disparó, incendiando el campo de batalla, aunque su objeto mágico comenzó a desintegrarse tras el esfuerzo.

—Deja de anteponer tu orgullo a tus amigos… —recordó Welf las palabras de Hefesto mientras caía. Justo antes de estrellarse, Asfi lo rescató con sus botas voladoras.

Frente a las bestias, Krimson apretaba los puños. 
—No soy tan fuerte como Mitsurugi Rin… pero algún día lo superaré. —La determinación en sus ojos era inquebrantable mientras los rayos esmeralda a su alrededor crepitaban con violencia. 
—¡Over Boost! —gritó, activando el poder de la Boosted Gear.

—¡Welsh Dragon Balance Breaker! —retumbó la voz de Ddraig por toda la dungeon. La armadura característica del Dragón Emperador comenzó a cubrir el cuerpo de Krimson, envolviéndolo en un resplandor verde esmeralda, listo para desatar su furia.

A medida que la energía del Balance Breaker comenzaba a manifestarse, un halo brillante emergió de la Boosted Gear, proyectando un torrente de luz que se entrelazaba como serpientes a su alrededor. El resplandor era tan intenso que iluminaba la dungeon, haciendo que las sombras danzaran a su alrededor. 

Primero, una serie de placas de armadura, que parecían formadas de un metal oscuro y pulido, empezaron a brotar desde su pecho, cubriendo su torso con una robustez intimidante. Cada pieza se ensamblaba con precisión, creando un efecto escalonado que recordaba a las escamas de un dragón. Las placas se unieron en su centro, formando un emblema en forma de dragón que centelleaba con un brillo verde, como si albergara la esencia misma de Ddraig.

Luego, los protectores de los hombros emergieron, con una forma angulosa y afilada que se extendía hacia arriba, dándole a Krimson una apariencia aún más majestuosa y temible. Las grebas y los guanteletes fueron los siguientes en aparecer, cubriendo sus brazos y piernas con una armadura que se adaptaba a sus movimientos, permitiéndole mantener agilidad a pesar de la protección que brindaba. Los guanteletes eran particularmente imponentes, con garras en los dedos que parecían listas para desgarrar a sus enemigos.

Mientras la armadura continuaba envolviendo su cuerpo, una capucha de escamas emergió desde su cuello, cubriendo parte de su rostro y dejando al descubierto solo sus ojos, que brillaban con un destello intenso y feroz. La parte superior de la armadura se completó con una cola larga y flexible que surgía de su espalda, decorada con picos afilados y escamas que relucían con la misma intensidad que el resto de la armadura.

El resultado final era una figura imponente: un guerrero transformado en un dragón viviente, irguiéndose con una confianza desbordante. Krimson, ahora protegido por la armadura del Dragón Emperador, irradiaba poder y determinación, listo para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. Con cada movimiento, la armadura resonaba, como si el mismo Ddraig estuviera presente, infundiendo en él su fuerza y coraje.

—¡Setenta! —gritó la voz de Ddraig, resonando como un trueno dentro de la mente de Krimson.

—¡El poder es abrumador! —exclamó Krimson, exaltado por la energía que corría por su cuerpo, con una mezcla de euforia y determinación brillando en sus ojos.

De inmediato, los propulsores de su armadura se encendieron con un rugido metálico, lanzándolo a una velocidad descomunal directamente hacia el Thunderbirmon. Krimson se convirtió en un rayo verde esmeralda, dejando tras de sí un destello mientras gritaba con furia.

—¡Ahhh! —su voz resonó por toda la dungeon, mientras conectaba un poderoso golpe en el costado del ave, que fue empujada violentamente hacia un lado, incapaz de soportar la potencia del impacto. Pero no había tiempo para disfrutar de la ventaja. Un aullido desgarrador lo hizo girarse de inmediato, esquivando el ataque brutal del Goliath.

—¡Sesenta! —volvió a tronar la voz de Ddraig, marcando el paso del tiempo mientras Krimson mantenía su enfoque. 
—¡Dragon Shot! —gritó con toda su fuerza, apuntando con la palma abierta hacia el gigantesco monstruo. Un torrente de energía dragónica salió disparado como un rayo ardiente, destrozando el brazo del Goliath, que rugió de dolor mientras su extremidad caía inerte al suelo.

Pero Krimson no tuvo tiempo de saborear la victoria parcial. Una descarga eléctrica lo alcanzó por la espalda, sacudiéndolo violentamente.

—¡Cincuenta! —anunció Ddraig. Krimson sintió un ardor en la garganta y vomitó un poco de sangre dentro de la armadura.

—¡Maldito estorbo! —gruñó, tambaleándose por el dolor. El Thunderbirmon no le dio respiro, lanzándose al ataque mientras la electricidad aún chisporroteaba alrededor de Krimson. Sin embargo, el joven dragón no se detuvo. Canalizando la energía que quedaba en su cuerpo, comenzó a brillar con un fulgor azul.

—¡Dragon Punch! —gritó, y su puño se cargó de energía pura. Al impactar con la cabeza del Thunderbirmon, ambos ataques estallaron, lanzando al ave al suelo, gravemente herida y debilitada.

—¡Cuarenta! —continuó la cuenta Ddraig, mientras Krimson luchaba por mantenerse de pie.

El Goliath, a pesar de su herida, no se detuvo. Con un rugido de furia, atrapó a Krimson en su enorme mano. 
—¡Suéltame! —gritó Krimson, luchando por liberarse. Con una fuerza brutal, logró abrir los dedos del Goliath y, en un arranque de ira y poder, arrancó la mano entera del monstruo.

El Goliath rugió de dolor, liberando a Krimson, quien inmediatamente canalizó más poder en su cuerpo. 
—¡Boost! —la voz de Ddraig resonó, multiplicando la fuerza de Krimson.

—¡Solid Impact! —gritó, lanzándose desde el cielo como un meteoro directo hacia el Thunderbirmon. En un instante, golpeó al ave con una fuerza demoledora, destruyendo su cuerpo en un instante. Solo la suerte mantenía al Thunderbirmon con vida.

—¡Burning Flare! —gritó Krimson, cubriendo al ave en llamas que consumieron su cuerpo hasta que no quedó nada más que cenizas.

—¡Treinta! —anunció Ddraig, marcando el fin de la batalla contra el Thunderbirmon. Sabía que le quedaba poco tiempo.

Krimson dirigió su mirada hacia el Goliath, que seguía luchando por regenerarse. Canalizó la energía restante en los propulsores de su armadura y se elevó en el aire.

Bell, aún cubierto de luz blanca, corría hacia el Goliath. Las palabras de Hestia resonaban en su mente. 
—Al enfrentarte a un poder abrumador, te resistirás con un pequeño ataque. Es decir... ¡El golpe de héroe!

—¡Ahhh! —gritó Bell, dando un espadazo directo al monstruo, cuyo rugido resonó en toda la dungeon. La luz blanca iluminó el lugar durante unos segundos, pero, a pesar del golpe, el Goliath seguía en pie, su piedra mágica expuesta pero intacta.

—¡No puede ser! —exclamó Welf, sorprendido.

—Ni siquiera con ese ataque... —dijo Tempestad con incredulidad.

Krimson no lo dudó. Sabía que ese era su momento. Las palabras de Hestia lo llenaron de determinación. 
—¡Es ahí donde entro yo! —gritó mientras descendía a toda velocidad hacia la piedra mágica del Goliath.

—¡Ariete de fuego! —rugió Krimson, envolviéndose en llamas. Impactó contra la piedra mágica con una explosión de energía, sacudiendo todo a su alrededor.

—¡Cero! —anunció Ddraig, justo cuando la armadura de Krimson comenzó a desintegrarse en partículas de luz, dejando su cuerpo agotado pero victorioso.

—¡Krimson-sama! ¡Bell-sama y Krimson-sama lo lograron! —gritó Lili, corriendo emocionada hacia Hestia, que sonreía con orgullo.

—Krimson... —susurró Asami, con lágrimas en los ojos, corriendo hacia él y abrazándolo fuertemente. Krimson, aunque exhausto, no dejaba de sonreír mientras Asami lo besaba repetidamente, su calor reconfortante llenándolo de paz.

A lo lejos, Chigusa sonreía mientras Ouka, despertando con una sonrisa, apretaba suavemente su mano. 
—¡Ouka! —gritó Chigusa, abrazando felizmente a su líder.

Moldo observaba todo con una sonrisa. 
—Nada mal, Little Rookie y Sekiryuutei. —rió al ver cómo Krimson y Bell eran felicitados por sus compañeros.

Krimson no podía dejar de sonreír mientras sentía los cálidos besos de Asami, sabiendo que, a pesar de las batallas, siempre tendría a su lado a aquellos que amaba.

—¡Los vi! —exclamó Hermes con euforia—. ¡Yo, Hermes, soy testigo! ¿No es digno de eso? ¡No seas tonto, Zeus! ¡Tu nieto, el regalo que nos diste, es auténtico! ¡Es el último héroe que dejó tu familia! —Hermes agitaba los brazos al cielo, como si quisiera que el mismísimo Zeus lo escuchara—. ¡Y tú tampoco seas tonto, Gran Rojo! ¡Frente a mí está el próximo señor de señores, el próximo gran rey dragón! ¡Las cosas van a cambiar! ¡Y lo veré con mis propios ojos! —dijo, sus palabras llenas de emoción y anticipación—. ¡Los eventos históricos que ocurrirán en Orario! ¡Los destinos de los héroes, sus vidas y muertes! ¡La historia que será contada por nuestros queridos hijos! ¡La familia Myse!

El eco de las palabras de Hermes resonaba en la vasta ciudad de Orario, y aunque se encontraba solo, su voz estaba cargada de una convicción que trascendía los límites de la razón. Sabía que algo grande estaba por suceder.

Horas más tarde, ya en la superficie, tras la extenuante batalla en la dungeon, los héroes y sus compañeros fueron recibidos con alegría y regocijo por la gente. Una vez más, el coraje y la determinación habían prevalecido. Después de una noche de festejos, risas y celebraciones, todos se retiraron a descansar, dejando atrás el ruido y las luces que marcaban la victoria.

En las ruinas de una antigua iglesia, un lugar que había visto mejores días pero que ahora servía como refugio, Welf y Lili observaban en silencio, compartiendo una sonrisa de complicidad. Ante ellos, descansaban Bell y Krimson, profundamente dormidos, cada uno recostado en las piernas de la diosa Hestia. La pequeña diosa, con una sonrisa serena, les acariciaba el cabello con suavidad.

—Se esforzaron mucho, mis muchachos... —susurró Hestia, su voz apenas audible, pero cargada de un inmenso cariño. Sus ojos reflejaban un orgullo que solo una madre podría sentir por sus hijos, y aunque Bell y Krimson no eran de su sangre, para ella eran más que familia. Eran su vida.

Fin

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