Libro de magia: Grimorio
La noche anterior, Hestia había decidido ir a un bar junto con el dios Miach. Entre risas y bebidas, Hestia no dejaba de gritar lo mucho que amaba a Bell y, en medio de su euforia, lo acusaba de ser "infiel" con otra mujer. Miach, intentando apaciguar la situación, le mencionó que quizás había estado descuidando un poco a su segundo hijo, Krimson. Sin embargo, Hestia, medio afectada por el alcohol, le restó importancia al comentario.
—Krimson está bien —dijo, haciendo un gesto con la mano—. Está locamente enamorado de una de las hijas de Takemikazuchi. No necesita de mí.
A la mañana siguiente, Hestia despertó con una terrible resaca, quejándose y sosteniéndose la cabeza. Bell y Krimson, preocupados, la atendían.
—Diosa, deberías haber bebido menos —dijo Bell, ofreciéndole un vaso de agua.
—Ay, Bell... no me regañes... mi cabeza está a punto de explotar —respondió Hestia con un gemido, aceptando el vaso con manos temblorosas.
Krimson, por su parte, mantenía una distancia prudente, pero no dejaba de observar a Hestia con una ligera sonrisa.
—No puedo creer que ayer haya estado... haciendo el ridículo en un bar —se quejó Hestia, apoyando la frente en la mesa—. Y todo por ti, Bell... ¿Por qué tenías que ser tan lindo y... y tomarte de la mano con otra chica?
—¡Lo siento, lo siento! —dijo Bell rápidamente, intentando calmar a la diosa—. No era mi intención, de verdad... Y, para compensar todo lo que has hecho por mí hasta ahora, quiero invitarte a una cita.
Hestia levantó la cabeza, sus ojos brillando de emoción.
—¿Una cita? ¿¡Conmigo!? —exclamó, olvidando momentáneamente su resaca—. ¡Eso es exactamente lo que necesito!
—Sí, diosa. Quiero que la pasemos bien, solo tú y yo —aseguró Bell, sonriendo.
—¡Tiene que ser hoy! —exigió Hestia, su entusiasmo creciendo a medida que se olvidaba de su malestar—. No puedo esperar ni un minuto más.
Krimson, al ver lo emocionada que estaba Hestia, decidió que sería mejor no interferir en la cita.
—Entonces, creo que iré a resolver unos asuntos pendientes —dijo, intentando sonar casual—. No quiero incomodarlos.
—¿Asuntos pendientes? —preguntó Bell, arqueando una ceja—. No tenías nada planeado para hoy.
—Oh, bueno... sí, es solo que... —Krimson tartamudeó un poco antes de sonreír—. Pensé en aprovechar el día para entrenar en la casa de Takemikazuchi. Es una buena oportunidad para mejorar mis habilidades.
Hestia, aún emocionada, asintió con entusiasmo.
—¡Sí, sí! Haz lo que quieras, Krimson. Pero... no te esfuerces demasiado, ¿sí? No quiero que te lastimes.
—No te preocupes, diosa —respondió Krimson, inclinando la cabeza en señal de respeto—. Estaré bien.
Pero en realidad, Krimson tenía otro motivo para ir a la casa de Takemikazuchi. Quería ver a Asami, una de las hijas de Takemikazuchi. Aunque el entrenamiento era importante, el deseo de verla era lo que realmente lo impulsaba.
Al salir de la iglesia, Krimson caminó por las calles de Orario, pensando en la posibilidad de encontrarse con ella y en cómo podría iniciar una conversación sin que pareciera que todo era una simple excusa. Sabía que Asami tenía una rutina de entrenamiento bastante estricta, y si la encontraba en el templo, sería la oportunidad perfecta para acercarse.
—Espero que esté allí... —murmuró para sí mismo, su mente ya concentrada en la posible interacción con la chica que ocupaba sus pensamientos.
Krimson llegó a la casa de Takemikazuchi, un lugar que siempre le había impresionado por su apariencia. La casa se asemejaba a un gran dojo oriental, con techos inclinados, puertas correderas de papel, y un ambiente sereno que contrastaba con el bullicio de las calles de Orario.
Al entrar, fue recibido por el propio dios Takemikazuchi, quien le sonrió amablemente.
—¡Oh, Krimson, qué agradable sorpresa! —exclamó Takemikazuchi, acercándose con entusiasmo—. No esperaba verte hoy. ¿Qué te trae por aquí?
Krimson inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto, como era costumbre en presencia del dios.
—Pensé en aprovechar el día para entrenar un poco, Takemikazuchi-sama —respondió Krimson, tratando de sonar casual—. Además, es una excelente oportunidad para mejorar mis habilidades y... bueno, también pensé en saludar.
Takemikazuchi sonrió ampliamente.
—¡Eso es lo que me gusta escuchar! Eres bienvenido aquí cuando lo desees —respondió el dios, antes de hacer un gesto hacia la joven que lo acompañaba—. Ah, déjame presentarte a Chigusa. Ella es una de mis hijas. Estoy seguro de que se alegrará de entrenar contigo.
Krimson giró la cabeza y vio a una chica de baja estatura con el cabello corto y oscuro. Chigusa, a diferencia de Asami, tenía un aire más reservado, pero le devolvió una tímida sonrisa cuando se encontraron.
—Un placer conocerte, Krimson-san —dijo Chigusa, haciendo una reverencia respetuosa.
—El placer es mío, Chigusa-san —respondió Krimson, devolviendo la reverencia—. Espero que podamos aprender mucho el uno del otro durante el entrenamiento.
Chigusa asintió, pero antes de que pudiera responder, Krimson no pudo evitar preguntar, tratando de sonar lo más despreocupado posible:
—Ah, por cierto, Takemikazuchi-sama... ¿Asami también estará entrenando hoy?
Takemikazuchi le dirigió una mirada sagaz, como si entendiera perfectamente lo que Krimson estaba tratando de hacer, pero no dijo nada al respecto.
—Asami está por aquí, sí. Debe estar en el patio trasero, entrenando como de costumbre —respondió el dios, con una sonrisa que no podía ocultar su diversión—. Si quieres, puedes ir a saludarla antes de empezar el entrenamiento.
Krimson sintió una mezcla de nerviosismo y anticipación, pero trató de mantener la compostura.
—Muchas gracias, Takemikazuchi-sama. No tardaré mucho.
Con una ligera inclinación de la cabeza, Krimson se despidió temporalmente y se dirigió al patio trasero. El dojo era grande, con un diseño que permitía que la brisa suave del exterior fluyera por los pasillos. A medida que se acercaba al patio, podía oír el sonido rítmico de golpes y movimientos, confirmando que Asami estaba entrenando con dedicación.
Al llegar al patio, la vio. Asami estaba completamente concentrada, moviéndose con gracia y precisión. Cada uno de sus movimientos reflejaba la disciplina y la habilidad que había desarrollado a lo largo de los años. Krimson se detuvo un momento, observándola en silencio, admirando no solo su destreza, sino también la serenidad que parecía rodearla.
Finalmente, decidió acercarse.
—Hola, Asami —saludó Krimson, tratando de no interrumpir su concentración.
Asami detuvo su movimiento en seco y se giró para mirarlo. Su expresión, que había sido seria y enfocada, se suavizó al ver a Krimson.
—¡Krimson! No esperaba verte aquí tan temprano —dijo ella, sonriendo—. ¿Vienes a entrenar conmigo hoy?
Krimson asintió, sintiendo que su nerviosismo empezaba a desvanecerse.
—Sí, eso pensaba. Siempre es un placer entrenar contigo —respondió, sonriendo de vuelta—. Además, necesito mejorar, y no hay mejor lugar para hacerlo que aquí, contigo.
Asami soltó una ligera risa y dejó a un lado el arma con la que había estado practicando.
—Entonces, ¿por qué no empezamos de inmediato? —sugirió ella, adoptando una postura lista para el combate—. Veamos cuánto has mejorado.
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Krimson tomó una profunda respiración y se enfocó en el combate que estaba por comenzar. Aunque era consciente de que su nivel 2 le daba una ventaja considerable sobre Asami, sabía que ella no era una oponente a la que pudiera subestimar. Asami había demostrado en numerosas ocasiones su habilidad y astucia en combate, y siempre encontraba la manera de sorprenderlo.
Asami, por su parte, mantenía una expresión serena mientras adoptaba una postura defensiva. Sus ojos estaban fijos en Krimson, analizando cada uno de sus movimientos. Aunque era nivel 1, había aprendido a maximizar sus habilidades y a compensar cualquier desventaja que pudiera tener frente a un oponente más fuerte.
—No te contengas, Krimson. Quiero ver de lo que eres capaz —dijo Asami con una sonrisa decidida.
—Eso te lo garantizo —respondió Krimson, esbozando una sonrisa desafiante.
El combate comenzó con un intercambio de golpes rápidos. Krimson avanzó primero, lanzando una serie de ataques directos con la intención de evaluar la defensa de Asami. Pero ella, ágil y precisa, esquivó y bloqueó con una facilidad que lo dejó sorprendido. Asami contraatacó con una patada baja, buscando desequilibrarlo, pero Krimson saltó hacia atrás para evitarla, apenas esquivando el ataque.
—Nada mal, Asami. Pero no creas que será tan fácil mantenerme a raya —dijo Krimson mientras preparaba su siguiente movimiento.
Asami no respondió, solo sonrió y continuó presionando el ataque. Usó su agilidad para acercarse rápidamente a Krimson, lanzando una serie de golpes con velocidad impresionante. Krimson bloqueó la mayoría de ellos, pero la velocidad y precisión de Asami le hicieron difícil mantener el ritmo.
Krimson comenzó a sentirse sorprendido. A pesar de su nivel superior, Asami estaba logrando mantenerlo a la defensiva. Sintió que estaba siendo empujado a un rincón, una situación que rara vez experimentaba.
Finalmente, Asami vio una apertura y se lanzó hacia Krimson, lanzando una combinación de golpes rápidos que culminó en una patada giratoria que casi lo golpea en el costado. Krimson logró esquivar el ataque por un pelo, pero la fuerza de la patada le dejó claro que no podía seguir subestimándola.
—¡No está mal, Asami! —exclamó Krimson, con una mezcla de admiración y diversión—. Pero es hora de ponerse serio.
Concentrándose, Krimson activó su Boosted Gear, sintiendo el poder del Sekiryuutei fluir a través de su brazo. El guantelete rojo cubrió su mano, brillando con una luz intensa. Asami, aunque sorprendida por la aparición del Boosted Gear, no retrocedió ni por un segundo.
—¿Ya recurriendo a tu Boosted Gear? Me siento halagada —dijo Asami, aunque la determinación en su voz dejó claro que no se daría por vencida tan fácilmente.
Krimson sonrió y avanzó de nuevo, esta vez con más velocidad y fuerza. Los golpes que antes habían sido bloqueados ahora se movían con una rapidez que hacía que Asami luchara para mantenerse a la par. Sin embargo, a pesar de la diferencia de poder, Asami continuó defendiéndose admirablemente, utilizando cada técnica que conocía para evitar ser completamente superada.
Finalmente, Krimson encontró una apertura. Con un rápido movimiento, se deslizó detrás de Asami, colocándose en una posición para lanzar un golpe decisivo. Sin embargo, en lugar de golpear con toda su fuerza, optó por un ataque controlado, que Asami bloqueó por los pelos. Ambos se quedaron quietos por un momento, respirando con dificultad, mientras el polvo se asentaba a su alrededor.
—Impresionante, Asami... No esperaba tener que recurrir a esto —dijo Krimson, bajando su guardia y desactivando su Boosted Gear—. Pero ha sido un honor luchar contigo.
Asami, con una sonrisa agotada pero satisfecha, también relajó su postura.
—Tú también estuviste increíble, Krimson —dijo, antes de reír suavemente—. Pero ten cuidado, porque la próxima vez no te dejaré ganar tan fácilmente.
Ambos rieron, disfrutando del momento.
—A todo esto... —dijo Krimson, jadeando ligeramente mientras recuperaba el aliento—. Sé que puede ser descortés, pero nunca te pregunté... ¿Cuántos años tienes?
Asami lo miró, algo sorprendida por la pregunta, pero respondió con una sonrisa.
—Tengo 22 años —dijo, desconcertando a Krimson por un momento. La información tardó unos segundos en asimilarse en su mente.
—¿Y tú, cuántos tienes? —preguntó Asami, sin perder la sonrisa.
—Y-Yo... Tengo 19 —susurró Krimson, esperando que su voz temblorosa no lo traicionara demasiado.
—¿Jo? —respondió Asami, con una sonrisa maliciosa que hizo que Krimson se estremeciera.
Antes de que pudiera reaccionar, Asami avanzó hacia él rápidamente. La sorpresa hizo que Krimson perdiera el equilibrio y cayera sentado al suelo.
—Ara ara, así que eres menor que yo —dijo Asami con un tono juguetón, mientras se agachaba y gateaba lentamente hacia él, acercándose hasta quedar sobre él.
Krimson sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. No esperaba que la situación tomara ese giro, y la cercanía de Asami lo ponía nervioso. La chica lo miraba con esos ojos traviesos que lo hacían sentir como si fuera un niño al que le hubieran descubierto un secreto.
—E-Esto... no es... —Krimson tartamudeó, intentando encontrar las palabras correctas, pero Asami no le dio la oportunidad.
—¿Qué pasa, Krimson? —dijo Asami en un tono seductor, inclinándose un poco más hacia él—. ¿Te intimida estar cerca de una mujer mayor?
La respiración de Krimson se volvió más rápida mientras intentaba calmarse y desviando la mirada del escote de la chica. El ambiente, que había sido de camaradería y diversión, ahora estaba cargado de tensión, pero una tensión completamente diferente.
—No es eso... —logró decir Krimson, aunque su voz temblaba ligeramente—. Es solo que... no esperaba...
Asami soltó una pequeña risa, claramente disfrutando de la incomodidad de Krimson. Se inclinó aún más cerca, sus rostros apenas separados por unos pocos centímetros.
—Relájate, Krimson —susurró Asami, con una sonrisa suave que, por un momento, no parecía burlona sino genuinamente afectuosa—. Solo estoy bromeando.
Con esa última declaración, Asami se levantó con gracia, ofreciéndole una mano para ayudarlo a ponerse de pie. Krimson, aún un poco aturdido por la situación, la tomó y se levantó, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
—Eres un caso, Krimson —dijo Asami mientras se alejaba un poco, dándole espacio para recuperarse—. Pero eso es parte de tu encanto.
Krimson solo pudo reír nerviosamente mientras intentaba recomponerse. Aunque la situación había sido embarazosa, no podía negar que la admiraba aún más. Asami tenía una forma única de ser, y él estaba más que dispuesto a conocerla mejor, aunque eso significara tener que soportar más de sus bromas.
—¡Asami! —exclamó el Dios Takemikazuchi con una sonrisa traviesa y una ceja levantada—. Te conozco desde pequeña, así que sé que siempre has sido juguetona. Pero nunca imaginé que tu lado coqueto fuera tan activo.
Las mejillas de Krimson y Asami se tiñeron de rojo al oír las palabras del dios. Asami intentó recuperar su compostura mientras se apartaba un poco de Krimson, notando la risa contenida de Takemikazuchi.
—La próxima vez que decidan coquetear de esa manera, traten de no hacerlo delante de la pobre Chigusa —continuó el dios, señalando a la chica que había estado observando la escena con una mezcla de sorpresa y vergüenza.
Chigusa, aún sonrojada, intentó ocultar su rostro con una mano mientras se mantenía cerca de Takemikazuchi. Aunque su expresión era de incomodidad, no podía evitar mirar hacia Asami y Krimson con una curiosidad tímida.
—¡Oh, lo siento, Chigusa! —dijo Asami, dándose cuenta de la incomodidad de su amiga—. No me di cuenta de que estabas tan cerca.
—No te preocupes, Asami —respondió Chigusa, tratando de sonar casual mientras se recobraba—. Solo... solo fue un poco inesperado, eso es todo.
Takemikazuchi rió ante la escena, disfrutando del rubor en los rostros de los jóvenes. Se acercó a Asami y Krimson, colocando una mano en el hombro de cada uno de ellos.
—No se preocupen —dijo el dios con una sonrisa—. No es nada que no podamos manejar. Pero la próxima vez, si van a mostrar su lado juguetón, asegúrense de que todos estén preparados para ello.
Krimson, aún algo incómodo pero sonriendo, se inclinó ligeramente hacia el dios.
—Entendido, señor Takemikazuchi —dijo—. Lo tendré en cuenta para la próxima vez.
Asami, todavía con una ligera sonrojada, asintió en acuerdo mientras se levantaba del suelo y se acercaba a Chigusa.
—Gracias por tu comprensión, Chigusa —dijo Asami, mientras le ofrecía una sonrisa sincera—. Espero que podamos pasar un buen rato juntas más tarde.
Con la tensión aliviada y el ambiente volviendo a su estado normal, Krimson y Asami continuaron con su entrenamiento, mientras Chigusa observaba desde un rincón con una mezcla de curiosidad y expectación. Takemikazuchi se dirigió a un rincón del dojo, satisfecho con la forma en que la situación había sido manejada y contento de ver a sus hijos y amigos interactuar con una mezcla de afecto y respeto.
Paralelamente, en el otro lado de la ciudad, una situación totalmente injusta se desarrollaba.
—Vaya, que últimamente nos estás trayendo mucho dinero, ¿eh, Arde? —dijo un miembro de la familia Soma, mientras estaba acompañado por sus secuaces. Su tono era despectivo y burlón.
—Es lo que debo hacer. Un soporte solo debe servir a los aventureros —respondió Lili, con el estómago revuelto por tener que decir tal estupidez.
—¡Para la próxima tráeme más dinero! —gritó el aventurero, pateando a Lili en el estómago. El golpe la hizo caer por unas escaleras de concreto, y ella rodó por los escalones, sufriendo el impacto. Los secuaces se reían mientras el aventurero se alejaba del lugar, satisfecho con su cruel actuación.
Una vez que se alejaron, Lili se levantó con dificultad, dolorida y malherida. Miró el suelo con furia y frustración.
—¿Qué un soporte solo sirve a los aventureros? —murmuró Lili, su voz llena de rabia mientras se frotaba el estómago adolorido—. Tonterías. Solo esperen a que ponga mis manos sobre ese cuchillo.
Alzando la mano al cielo, visualizó el cuchillo negro de Bell en su mente, imaginando el momento en que lo recuperaría y tomaría venganza. La determinación de Lili se afianzó; no permitiría que la injusticia que sufría continuara sin respuesta. Mientras se levantaba, con los ojos llenos de una mezcla de dolor y resolución, prometió a sí misma que no descansaría hasta que todo se resolviera a su favor.
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El grupo se encontraba en la dungeon, enfrentándose a otro grupo de hormigas asesinas. Gracias a su reciente entrenamiento con Asami, Krimson se movía con mayor agilidad, aprovechando cada apertura para acabar con las hormigas que le salían al paso.
Bell, por su parte, no estaba teniendo tanta suerte. Rodeado por las criaturas, luchaba con todas sus fuerzas, pero una de las hormigas lo atacó por detrás, haciéndolo caer al suelo.
—¡Bell-sama! —gritó Lili, sacando una pequeña cuchilla roja. De ella salió una llamarada que impactó directamente contra la hormiga, quemándola al instante.
—¡Gracias, Lili! —exclamó Bell, aliviado, mientras se levantaba y acababa con otra hormiga.
—¡Por qué utilicé mi arma mágica! —se regañó Lili mentalmente, mientras guardaba la cuchilla rápidamente, intentando que nadie más la viera.
—¡Bell, ¿te encuentras bien?! —dijo Krimson, acercándose para ayudarlo a levantarse.
—Lili, en verdad te lo agradezco, me salvaste —dijo Bell, mirando a la pallum con genuina gratitud.
—Oh, no es nada —respondió Lili, tratando de restar importancia al incidente, aunque por dentro sentía una mezcla de alivio y culpa.
—Por cierto, Lili, acabas de utilizar magia, ¿no es así? —preguntó Bell, sorprendido por lo que acababa de presenciar.
—No, esa era un arma mágica —respondió Lili, tratando de sonar casual.
—¡Un arma mágica! ¿Utilizaste algo tan valioso para salvarme? ¡Gracias! —dijo Bell, impresionado por el gesto.
—B-Bueno, yo... me alegra haberlo salvado —contestó Lili, su voz mostrando un ligero temblor por los nervios.
—Comida... —murmuró Krimson, sonando como un zombie a través de su casco.
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Más tarde, el grupo se tomó un descanso en la dungeon. Bell, siempre agradecido, decidió compartir su comida con Lili.
—¿No es asombrosa la magia? —dijo Bell, sacando dos sándwiches de su bento y entregándoselos a Lili—. Toma, son para ti.
—Gracias —respondió Lili tímidamente, aceptando la comida con una sonrisa.
—Aquí tienes —dijo Krimson, también ofreciendo dos de sus sándwiches a Lili—. Puedes rechazarlos si quieres, no me ofenderé.
—No, al contrario, muchas gracias —dijo Lili, aceptándolos con gratitud. Mientras lo hacía, no pudo evitar notar la cicatriz que cruzaba el ojo de Krimson.
La curiosidad la superó, y finalmente preguntó—. Disculpa, Krimson-sama... si se pudiera, me gustaría saber cómo te hiciste esa cicatriz.
Krimson se quedó en silencio por un momento, recordando el dolor que había sufrido durante el Monsterphilia. Aquel día había sido uno de los más difíciles de su vida. Enfrentó a una bestia conocida como Gorgontus, cuyo veneno casi lo mata. La cicatriz que ahora cruzaba su ojo era un recordatorio constante de esa batalla y del precio que había pagado por sobrevivir.
—Fue durante el Monsterphilia —comenzó a explicar, su voz calmada pero firme—. Me enfrenté a una criatura llamada Gorgontus. Es un monstruo feroz, con un veneno mortal. Logré vencerlo, pero no sin consecuencias. Su veneno me alcanzó, y esta cicatriz es el recuerdo de esa lucha.
Lili escuchaba con atención, sus ojos fijos en Krimson mientras él relataba su historia. Aunque había oído hablar del Monsterphilia y los peligros que conllevaba, no podía imaginar el dolor y el sufrimiento que Krimson debía haber soportado.
—Debió ser muy doloroso... —dijo Lili en voz baja, casi como si hablara para sí misma.
—Lo fue —admitió Krimson, mirando la cicatriz con una mezcla de resignación y aceptación—. Pero también me enseñó una valiosa lección: nunca subestimes a tu enemigo y siempre estate preparado para lo inesperado.
Lili asintió lentamente, comprendiendo la profundidad de sus palabras. Para ella, Krimson ya era una figura impresionante, pero ahora, al conocer más sobre su pasado y las cicatrices que llevaba tanto física como emocionalmente, su respeto por él solo creció más.
Mientras continuaban comiendo, el ambiente se llenó de una tranquilidad inesperada. Las batallas y los peligros de la dungeon parecían lejanos en ese momento, mientras el grupo compartía un momento de camaradería y entendimiento mutuo.
—Oigan, me gustaría saber si tienen el día libre mañana — preguntó Lili, con un tono que dejaba entrever cierta preocupación.
—Pues, técnicamente lo tenemos libre, pero... ¿tienes algún plan o algo? —respondió Krimson, intrigado por la petición.
—Mi familia tiene una reunión, y tengo que estar allí sin importar qué —explicó la chica, haciendo una reverencia en señal de disculpa—. Sé que esto viola mi contrato, y aceptaré el castigo.
—¡No te preocupes, Lili! —dijo Bell, sonriendo con la misma calidez de siempre—. No había pensado en eso, pero si necesitas un día libre, solo dímelo. No habrá problemas.
Lili no pudo evitar sonrojarse un poco ante la comprensión y amabilidad de Bell.
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Más tarde, dentro del restaurante de Mamá Mia, Bell y Krimson entregaban los bentos vacíos después de haber disfrutado de su comida.
—Muchas gracias —dijo Bell, inclinándose ligeramente en agradecimiento.
—¿No van a ir hoy a la dungeon? —preguntó Syr, notando que era inusual verlos allí a esa hora.
—Así es, repentinamente tenemos algo de tiempo libre. ¿Qué haces tú en tus días libres, Syr? —preguntó Bell, con curiosidad genuina.
—Déjame ver... leer, tal vez —respondió Syr, pensativa.
—¿Leer, eh? —Bell reflexionó un momento—. Pero todos los libros que tiene mi diosa son bastante complicados, y los libros de manejo de la magia que tiene Krimson son demasiado avanzados para que pueda entenderlos.
—¿Krimson puede usar magia? —preguntó Syr, sorprendida, girando su cabeza hacia él.
—Sí —dijo Ryuu, pasando por allí con una bandeja—. Lo que pasa es que es un vago de mierda —añadió la elfa sin miramientos, mientras volvía a la cocina.
—Es solo... que jamás supe qué tipo de magia podría utilizar, pero de que puedo, puedo —dijo Krimson, visiblemente ofendido por el comentario de Ryuu.
Bell, distraído, vio un libro en una repisa cercana y leyó el título en voz alta—. "Magia moderna: hasta un tonto puede entenderla."
—¿Interesado? —dijo Syr, notando la mirada de Bell—. Uno de los clientes lo dejó aquí, y no parece que vaya a volver por él. Te lo presto, si quieres.
—¿En serio? —dijo Bell, tomando el libro con entusiasmo.
—No es como si fueras a perderlo —dijo Syr con una sonrisa—. Solo devuélvelo cuando termines de leerlo.
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De vuelta en la iglesia, Bell se sentó en la sala con el libro en la mano, emocionado por la perspectiva de aprender más sobre la magia.
—Magia, ¿eh? —dijo Bell, abriendo el libro con interés.
—Yo también leeré contigo —dijo Krimson, sentándose junto a él y tomando uno de los libros que tenía a la mano.
—¡Compañero, espera! —dijo de repente Ddraig, la voz del Dragón Rojo resonando en la mente de Krimson, deteniéndolo antes de que tomara el libro—. Toma el de la izquierda, el que habla sobre el control de las llamas.
Krimson, algo sorprendido, obedeció y cambió el libro que estaba por tomar por el que Ddraig le sugirió. La portada del libro tenía un diseño simple, pero al abrirlo, las páginas estaban llenas de intrincados diagramas y complejas descripciones sobre cómo manipular el fuego.
—Vaya, parece que tienes buen ojo, Ddraig —dijo Krimson, sonriendo un poco mientras comenzaba a leer.
—Confía en mí, compañero. Ese libro puede ayudarte más de lo que crees —respondió Ddraig con un tono de certeza.
Bell, por su parte, estaba sumergido en su propio libro, leyendo con detenimiento cada palabra, tratando de absorber todo el conocimiento que pudiera.
—La magia... realmente es fascinante, ¿verdad? —dijo Bell, sin levantar la vista de su libro.
—Sí, lo es —respondió Krimson, mientras sus ojos seguían recorriendo las páginas del libro que Ddraig le había indicado. Sabía que, con la ayuda de Ddraig, estaba en el camino correcto para dominar una habilidad que podría ser crucial en sus futuras batallas.
Ambos jóvenes se quedaron en silencio, inmersos en sus lecturas, cada uno soñando con lo que podrían lograr con el conocimiento que estaban adquiriendo.
De repente, los chicos se encontraron sumergidos en un profundo trance, como si el mundo exterior hubiera dejado de existir. En sus mentes, Krimson estaba solo en un vasto espacio blanco, enfrentándose a diversas voces que parecían resonar desde todos los ángulos, cada una de ellas una versión de sí mismo.
—Bien, empecemos —dijo una voz neutral, idéntica a la de Krimson pero desprovista de emoción.
—¿Qué es la magia para ti? —preguntó otra voz, esta vez con un tono malicioso, que también sonaba como él.
—El poder para destruir a todo aquel que se interponga en mi camino —respondió Krimson, con los ojos cerrados, sintiendo cómo esas palabras pesaban sobre su conciencia.
—¿Qué significa la magia como tal para ti? —preguntó una tercera voz, esta vez llena de heroísmo y determinación, pero que también era idéntica a la suya.
—Una forma de poder proteger a los que amo, incluso si eso me lleva por una senda oscura —respondió Krimson, consciente del sacrificio que implicaba ese pensamiento.
—¿Qué deseas de la magia? —dijo una voz anciana, que sonaba llena de sabiduría y experiencia, pero aún similar a la suya.
—Poder, algo que me ayude a lograr mis ideales y obtener mi sagrada redención —declaró Krimson, con una convicción profunda, casi como una oración.
—¿Eso es todo? —preguntó una voz infantil, dulce e inocente, pero que también llevaba su misma tonalidad.
—Si fuera posible... me gustaría ser alguien capaz de impresionar a la mujer que admiro, algo parecido a un héroe, pero sin llegar a serlo del todo —admitió Krimson, su voz temblando ligeramente con un anhelo que nunca había admitido en voz alta.
—Vaya, siempre eres igual de pesimista —dijeron todas las voces al unísono, resonando en su mente como un eco implacable.
—Perdón... ¡Pero así es el camino que yo escogí, el camino así es! —gritó Krimson, con una firmeza que resonó en todo su ser.
—¡El camino así es! —repitieron todas las voces, fusionándose con Krimson mientras el entorno se volvía una brillante luz blanca que lo envolvió por completo.
—¡Bell, Krimson! —gritó la diosa Hestia, su voz llena de preocupación, provocando que los dos despertaran de golpe.
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Más tarde, mientras Krimson esperaba su turno para que Hestia incrementara sus estadísticas, escuchó la voz de Ddraig llamándolo en su mente.
—¡Compañero, ya terminé de asimilar el contenido del libro! Pronto podremos comenzar el entrenamiento de tu control sobre las llamas —dijo el dragón con orgullo, su voz resonando con una mezcla de poder y sabiduría.
Krimson asintió mentalmente, sintiendo cómo el poder latente dentro de él comenzaba a despertar, listo para ser moldeado por su voluntad. Estaba decidido a dominar las llamas, no solo como una herramienta de destrucción, sino como un medio para proteger a aquellos que amaba y alcanzar su redención. El camino no sería fácil, pero Krimson sabía que tenía la fuerza y la determinación para recorrerlo, sin importar cuán oscuro o arduo pudiera ser.
—¡Krimson, Krimson, mira! —dijo Bell emocionado mientras le mostraba sus estadísticas con una gran sonrisa en su rostro.
—¿Firebolt? —exclamó Krimson con sorpresa, observando las nuevas habilidades de Bell—. ¡Ahora puedes utilizar magia!
—¡Eso parece! —respondió Bell, aún lleno de emoción.
—Krimson, tu turno —dijo la diosa Hestia, llamándolo a la habitación donde actualizaría sus estadísticas.
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Una vez dentro, Hestia comenzó a trabajar en las estadísticas de Krimson, y al terminar, le explicó la nueva habilidad que había adquirido.
—¿Así que magia de impacto, eh? —preguntó Krimson extrañado, mientras observaba la nueva habilidad que aparecía en su estatus. Era algo inusual, y nunca había oído hablar de ese tipo de magia antes.
—En específico, un ataque llamado Impacto Sólido —explicó la diosa Hestia con una mezcla de seriedad y orgullo—. Es una técnica de movimiento rápido en la que te lanzas hacia adelante con una fuerza tremenda, impactando a todo lo que esté en tu camino y causando un gran daño. Este tipo de magia es muy rara, y para tu sorpresa, no necesitas recitar un hechizo como normalmente se hace. Con solo decir 'Impacto Sólido' y prepararte para usarla, todo estará listo.
Krimson asintió, absorbiendo la información. La idea de una magia que no requería una recitación era intrigante y, sin duda, le sería útil en situaciones de combate donde cada segundo contaba. Sentía la emoción de explorar esta nueva habilidad, pero también la responsabilidad que venía con un poder que podía causar tanto daño. Sabía que debía entrenar para dominarlo, asegurándose de que fuera una herramienta para proteger y no solo para destruir.
—Gracias, Hestia —dijo Krimson, mirando a la diosa con gratitud.
—Haz buen uso de esta magia, Krimson. Sé que la utilizarás sabiamente —respondió Hestia con una sonrisa suave, confiando en él como siempre.
Krimson salió de la habitación, listo para compartir la noticia con Bell y comenzar a explorar el potencial de su nueva magia. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con su nuevo poder y el apoyo de sus amigos, estaba más preparado que nunca.
Al caer la noche, la emoción y la impaciencia superaron a Bell. No pudo resistir la tentación de probar su nueva magia y decidió ir solo a la dungeon, a pesar de las posibles consecuencias.
Mientras tanto, Krimson estaba sumido en un sueño particularmente intenso. En su mente, se encontraba en una situación bastante incómoda, pero también tentadora, con Asami.
La escena se desarrollaba en un lugar indefinido, un espacio donde la realidad y la fantasía se mezclaban. Asami, con su figura esbelta y bien definida, vestía un hermoso vestido negro ceñido al cuerpo, que acentuaba sus despampanantes caderas. Se acercaba a Krimson con una mirada seductora, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y diversión.
—No tengas miedo —susurró Asami con una voz suave y tentadora, acercándose aún más a Krimson, quien estaba inmovilizado, incapaz de moverse o apartar la mirada—. Yo jugaré muy bien contigo —continuó la joven, su tono cargado de insinuación.
Krimson sentía su corazón acelerarse, una mezcla de ansiedad y expectación recorriendo su cuerpo. Aunque sabía que solo era un sueño, la intensidad de la situación lo hacía sentir como si todo fuera real. La proximidad de Asami, su figura, y el ambiente que la rodeaba creaban una tensión palpable.
Justo cuando Asami estaba a punto de cerrar la distancia entre ellos, Krimson despertó abruptamente, su respiración agitada y su corazón latiendo con fuerza. Se quedó en la oscuridad de su habitación por un momento, tratando de calmarse y aclarar su mente.
—Vaya sueño... —murmuró para sí mismo, aún sintiendo el impacto de lo que acababa de experimentar. Sin embargo, no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y confusión sobre lo que ese sueño podría significar.
Mientras tanto, Bell continuaba su peligrosa aventura en la dungeon, inconsciente de que su imprudencia podría tener consecuencias graves.
Krimson decidió cerrar los ojos e intentar relajarse. Aunque al principio le costó, finalmente se rindió al sueño, dejándose llevar por la tranquilidad de la noche.
Unos lloriqueos lo despertaron un rato después. Al abrir los ojos, vio a Bell sentado en el sillón, lamentándose y quejándose en voz baja. Parecía que algo lo había afectado profundamente, y estaba desahogándose en la soledad de la sala.
Krimson lo observó en silencio por un momento, notando cómo Bell murmuraba sobre "ella" y cómo siempre huía de esa persona. La tristeza en su voz era evidente, y Krimson sintió una punzada de preocupación por su compañero.
Pasó un rato y la diosa Hestia también se despertó, alarmada por los murmullos que llenaban la habitación. Al ver a Bell y a Krimson despiertos, su atención se dirigió al libro que Bell había estado leyendo antes de quedarse dormido. Al tomarlo en sus manos, notó algo que la preocupó de inmediato.
—Bell... —dijo Hestia en un tono suave pero serio, sus ojos fijándose en las páginas vacías del libro—. ¿Sabes lo que es esto?
Bell, aún sumido en su tristeza, levantó la vista hacia la diosa y asintió, aunque su rostro mostraba confusión.
—Ese libro... es un Grimorio —explicó Hestia con un tono grave—. Es un artefacto mágico muy raro que permite a cualquier persona usar magia, pero solo una vez. Después de que se lee y se activa, sus páginas quedan en blanco, como las de este.
Bell abrió los ojos con sorpresa, su tristeza momentáneamente desplazada por la revelación. No había sido consciente del poder que contenía el libro que había tomado por casualidad.
—Eso significa que ahora puedes usar magia, pero también significa que el Grimorio ya no tiene utilidad —continuó Hestia, mostrándole las páginas vacías. Bell tomó el libro en sus manos, observando con tristeza las hojas en blanco.
—No tenía idea... —murmuró Bell, aún impactado por la noticia.
Krimson, observando todo desde su lugar, no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y preocupación por Bell. Había ganado un poder valioso, pero el costo era alto, y las circunstancias en las que lo había obtenido eran menos que ideales. La situación lo hizo reflexionar sobre la naturaleza de la magia y el poder que ambos ahora poseían, sabiendo que cada uno tendría que aprender a manejarlo de manera responsable.
—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó la diosa Hestia, provocando un escalofrío en el muchacho albino.
—Syr me lo prestó... —respondió Bell, mientras Krimson lo miraba con los ojos perplejos.
Ante esto, Bell, visiblemente inquieto, comenzó a buscar su dinero mientras trataba de ponerse su chaqueta con torpeza, claramente con la intención de ir a devolver el Grimorio de inmediato.
—Ni lo intentes —dijo Krimson, deteniéndolo con firmeza.
—Un Grimorio cuesta incluso más que un arma de élite de la Familia Hefestos —añadió Hestia, mirando al chico con seriedad antes de tomar el libro en sus manos—. Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas —añadió, tratando de sonreír para aliviar la tensión.
—¡No! —exclamó Krimson, tomando el Grimorio de las manos de Hestia—. Iremos mañana antes de ir a la dungeon a pedir disculpas.
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Al día siguiente, Bell, Krimson y Hestia se dirigieron al restaurante de Mamá Mia para enfrentar las consecuencias de lo sucedido. Al llegar, Syr los recibió, pero su expresión, normalmente cálida y amigable, estaba llena de preocupación. Krimson no perdió tiempo en hablar.
—Qué problema en el que te metiste, Syr —dijo, desviando la mirada, sintiéndose culpable por lo que había sucedido.
Syr evitó mirarlos directamente, claramente incómoda con la situación. Mientras tanto, Mamá Mia, que había estado observando desde el fondo del restaurante, se acercó con un semblante serio.
—No trates de quitarte parte de la culpa —añadió Krimson, manteniendo una expresión neutral, pero con un tono que dejaba claro que no estaba contento con lo ocurrido.
Mamá Mia miró a los chicos por un momento antes de suspirar profundamente. Sin decir una palabra, tomó el Grimorio de las manos de Syr, lo inspeccionó brevemente, y luego lo arrojó a la basura sin el menor titubeo.
—Aquí no pasó nada. Ese libro nunca estuvo aquí —dijo con una voz firme, mientras su mirada se fijaba en Bell y Krimson. Aunque su tono era serio, también había un toque de comprensión.
Los chicos se miraron entre sí, sorprendidos por la actitud de Mamá Mia, pero aliviados al mismo tiempo. Bell, que había estado esperando un castigo más severo, no pudo evitar sentirse agradecido.
—Lo siento mucho... No quise causar problemas —dijo Bell, haciendo una reverencia profunda.
Mamá Mia se limitó a asentir con la cabeza antes de volver a su trabajo, dejando claro que el asunto estaba cerrado.
—Gracias, Mamá Mia —dijo Krimson, inclinando la cabeza en señal de respeto, y luego se giró hacia Syr—. Te debemos una, Syr.
Syr, aunque aún un poco nerviosa, les dedicó una pequeña sonrisa.
—Cuídense, chicos. Y tengan más cuidado la próxima vez.
—Lo haremos —respondió Hestia, mirando a Syr con gratitud antes de llevarse a Bell y Krimson de regreso al templo.
Mientras salían del restaurante, la tensión que habían sentido durante toda la mañana comenzó a disiparse. Aunque el incidente había sido complicado, sabían que habían aprendido una lección importante sobre las responsabilidades que conlleva el poder y el conocimiento.
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—¿Dónde estarán Bell-sama y Krim—? —comenzó a decir Lili antes de ser interrumpida abruptamente y arrastrada a un arbusto cercano.
Mientras tanto, Bell, que había estado buscando a Lili, terminó chocando de frente con el mismo aventurero que había estado persiguiéndola momentos antes.
—¡Tú! —exclamó Bell al reconocerlo.
El aventurero, sin embargo, se acercó a Bell con una sonrisa desagradable, pasando su brazo sobre el cuello del joven.
—Oye, no te hagas el tonto, chico —dijo con tono burlón—. Tú también estás tras el dinero de esa suport—.
Antes de que pudiera terminar su frase, Krimson, quien había llegado justo a tiempo, lo golpeó en la cara con fuerza, alejándolo bruscamente de Bell.
—¡Ni hablar! —exclamó Krimson, mientras el aventurero se tambaleaba hacia atrás, claramente asustado.
—¡S-Sekiryuutei! —balbuceó el tipo, aterrorizado, antes de darse la vuelta y huir a toda prisa.
Krimson miró a Bell, preocupado.
—¿Estás bien? —le preguntó, escaneando rápidamente el entorno para asegurarse de que no había más amenazas.
—Sí, estoy bien —respondió Bell, aún un poco sorprendido por lo sucedido, mientras veía a Lili acercarse a ellos.
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Mientras caminaban juntos, Lili no podía evitar que sus pensamientos se nublaran por la culpa y el resentimiento que sentía hacia los aventureros.
—No puedo fallar... Lo siento, pero esto ya ha llegado demasiado lejos —pensó con tristeza, su semblante revelando la confusión interna que la consumía.
—Todos los aventureros son escoria —pensó, endureciendo su expresión mientras caminaba junto a los chicos, tratando de convencerse de que lo que estaba haciendo era lo correcto, aunque en el fondo, sabía que estaba traicionando a las únicas personas que la habían tratado con amabilidad.
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