Espectáculo

—Bell, ¿ya casi llegamos a la ciudad? —se quejó la diosa Hestia, mientras Bell la empujaba ligeramente para que continuara subiendo la empinada cuesta.

La noche anterior, Bell había estado conversando con Aiz, quien le había sugerido visitar la ciudad establecida en el piso 18 de la dungeon. La diosa Hestia, con su naturaleza curiosa, se enteró y no tardó en insistir en acompañarlo. Lili, que también había estado escuchando, no quiso quedarse fuera y se sumó al viaje. Así fue como casi todo el grupo terminó dirigiéndose a la ciudad.

—Falta poco más, diosa. Aguanta un poco. —dijo Bell, empujando suavemente a Hestia, que ya mostraba señales de cansancio.

—Se suponía que esto sería una cita... —se quejó la diosa al ver a los demás al final de la colina—. ¿Qué hacen todos ellos aquí?

—¡Bell-sama, mira! —exclamó Lili con entusiasmo, señalando al frente.

—¿Eh? —Bell, ahora cargando a Hestia en su espalda, quedó asombrado al observar el paisaje del bosque ante él. Grandes cristales resplandecientes emergían del suelo, iluminando el área con un brillo suave y mágico.

—Los monstruos también llegan a este piso, al igual que nosotros —comentó Asfi, observando a varias criaturas voladoras cerca de los cristales—. Sería más apropiado llamarlo un paraíso de monstruos, no el nuestro.

—Diosa, el mundo es hermoso, ¿verdad? —preguntó Bell, maravillado por la vista.

—Sí, Bell. —respondió Hestia con una sonrisa cálida mientras descansaba sobre sus hombros.

Unos metros más atrás, Krimson se acercaba tímidamente a Asami, quien caminaba junto a Ouka. Reuniendo valor, Krimson se inclinó hacia ella y le susurró:

—Hey...

Sin embargo, Asami se escondió rápidamente detrás de Ouka, lo que dejó a Krimson notablemente desanimado.

—Parece que será un largo día —comentó Ddraig con un toque de pesadez en su voz mental.

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Un rato después, el grupo finalmente llegó a las puertas de la ciudad en el piso 18.

—"¿Bienvenidos, amigos?" —leyó Bell, al observar un letrero de bienvenida en la entrada.

—Esto es Libra —explicó Aiz con voz tranquila—. Una ciudad construida por aventureros.

El bullicio que normalmente se encontraba en las ciudades era escaso en Libra. Los aventureros caminaban de un lado a otro, pero la mayoría mantenía un aire de tensión. Los precios desorbitados no ayudaban.

—¡Es carísimo! —exclamó Welf, mirando algunos materiales—. ¡Esta piedra de afilar cuesta 13,000 valis! ¡No puede ser!

—Esto no vale la pena —se quejó al observar unas plantas medicinales—. ¡25,000 valis por unas plantas marchitas!

—¿Y esta mochila, vieja y desgastada, vale 20,000? ¿Cómo puede ser legal? —se horrorizó Lili al ver el precio de un bolso que parecía de tercera o cuarta mano.

—Si no la compras, me da igual. Otro vendrá y la comprará —respondió el vendedor, encogiéndose de hombros mientras presionaba a Lili para que tomara una decisión.

—Las posadas aquí también son carísimas —comentó Tione, con los brazos cruzados.

—Por eso acampamos en el bosque. —agregó Tiona, sonriendo despreocupadamente.

—Ya veo... —murmuró Bell, revisando su bolsillo con inquietud—. ¿Eh? —De pronto, levantó la vista y comenzó a buscar con la mirada—. ¿Dónde está la diosa?

—Por allá —respondió Aiz, señalando al frente, donde Hestia parecía estar discutiendo con una amazona que le vendía un perfume.

—Es cierto... ¿Cuándo se alejó tanto? —se preguntó Krimson, mirando a Hestia con una mezcla de incredulidad y decepción.

Bell, preocupado, empezó a caminar hacia Hestia, pero sin querer, chocó con alguien en el camino.

—L-lo siento. —se disculpó rápidamente Bell, nervioso.

—¡¿Eh?! —gruñó el hombre al que había chocado.

—¡Es el chico novato del bar! ¡El Little Rookie! —exclamó un amigo del hombre, sorprendido.

—Tú... nos las pagarás por lo de la última vez —amenazó el hombre, apretando la cara de Bell con fuerza.

—Oye, Moldo. —interrumpió el más alto de los dos, señalando hacia adelante.

Frente a ellos, Aiz, Tiona y Tione los miraban con seriedad. Pero lo más aterrador era Krimson, que los observaba con una mirada helada. Sus ojos esmeralda brillaban con una intensidad peligrosa, y en su brazo izquierdo se materializaba la Boosted Gear, irradiando un resplandor verdoso.

El hombre, al reconocer a Krimson, casi se cae del susto.

—E-el Sekir-Sekiryuutei... y también, ¿conoces a la Princesa de la Espada? —dijo el hombre, soltando inmediatamente a Bell—. Nos vamos. —Y con una mezcla de miedo y desesperación, ambos hombres se alejaron apresuradamente.

—¿Qué se creen? —dijo Tione con desdén.

—Qué idiotas. —agregó Tiona, cruzándose de brazos con una sonrisa burlona.

Mientras los hombres se retiraban, pateando el suelo con frustración, un par de ojos observaban la escena desde las sombras. El dios Hermes, siempre curioso, no dejaba de espiar los movimientos de Bell y su grupo.

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Más tarde, en lo que se podría llamar "la plaza de la ciudad", Bell y los demás estaban fascinados, observando los enormes cristales que decoraban el área central. Su luz suave creaba una atmósfera casi surrealista.

—¡Bell, Bell! —llamó la atención de Bell la voz entusiasta de Hestia—. ¡Mira! —dijo ella, mostrando un pequeño frasco—. Compré este perfume, ¿qué te parece? —dijo, echándose un poco en la muñeca y acercándosela a Bell.

Este olió con curiosidad antes de sonreír.

—¡Huele muy bien!

—¿Verdad que sí? Sabía que lo dirías. —respondió Hestia con orgullo, mientras alzaba la barbilla triunfalmente.

Krimson, que estaba a unos pasos, frunció el ceño al captar el olor.

—¿Qué es ese olor? —preguntó con visible desagrado.

El resto del grupo no pudo evitar reírse un poco ante la reacción de Krimson, aunque la diosa Hestia lo miró con una ligera expresión de disgusto.

—¡Es un perfume de primera clase, Krimson! —protestó Hestia, inflando las mejillas.

—Tal vez... Pero no es de mi gusto. —dijo Krimson, retrocediendo un poco, aunque con una sonrisa ligera, suavizando sus palabras.

—¿En serio compras algo como eso en una ciudad de estafadores? No sabes en qué gastar el dinero. —dijo Lili con una expresión de póker.

—Tú compraste esa fea mochila, ¿no? —se defendió la diosa, burlándose de Lili.

—¡La necesitamos hasta volver a la superficie! ¡No tenía opción! —se defendió Lili con un buen argumento.

—Bueno... Su argumento es irrefutable. —dijo Krimson en voz baja, con una sonrisa cansada.

—¡Y yo necesito mi perfume! ¡Una doncella no puede ir sin uno! —dijo Hestia molesta, mientras gruñía a Lili y viceversa—. Bell, no te gustan las chicas sudorosas, ¿verdad? —preguntó la diosa, poniendo al chico en una posición difícil, lo que hizo que Aiz comenzara a olerse.

—Nunca lo había pensado. —respondió Bell, sin mayor idea.

—Señora Hestia, iremos a darnos un baño más tarde. —dijo Tione amistosamente.

—¿Quiere venir? —preguntó Tiona, mientras Aiz seguía oliéndose.

—¿En serio? ¡Sí, vamos! —dijo la diosa ilusionada.

—¡Y-yo también voy! —dijo Lili, lo que hizo que Asami, Mikoto y Chigusa voltearan a ver a Ouka, quien le dio autorización.

—¡Nosotras también quisiéramos ir! —dijo Mikoto emocionada.

—¡Bien, vamos todas! —dijo Tiona, muy animada.

En ese momento, Hermes se acercó a Krimson y le susurró al oído.

—¿Y a ti, te gustan las chicas sudorosas o no? —dijo con una sonrisa descarada.

—Yo le doy a lo que sea. —respondió Krimson sin dudar.

Hermes rápidamente agarró a Bell y lo acercó también.

—¿Qué pasa, señor Hermes? —preguntó Bell, curioso.

—Bell, ¿puedes acompañarme a mí y a Krimson un minuto cuando volvamos al campamento? —dijo Hermes, con un tono serio.

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—Buen trabajo, Bete, Rin. —agradeció Finn.

—Si puedes evitarlo, por favor trata de no enviarnos de nuevo. Volar a velocidad dentro de la dungeon es complicado. —dijo Mitsurugi Rin, abriendo los ojos perplejo.

—Buscar antídotos es un fastidio. No me hagas volver a ir... —dijo Bete, dejando el equipaje en el suelo antes de reaccionar a lo que tenía al frente.

—Gracias a ustedes, podremos volver a la superficie por la mañana. —dijo Finn con una sonrisa, mientras Bete y Rin se movían erráticamente—. Nos separaremos en dos grupos. Quiero que vayan en el primero. —dijo antes de que ambos lo voltearan a mirar en dirección a Bell y Krimson.

—¡¿Qué hacen el Sekiryuutei y el conejo aquí?! —preguntaron los dos alterados.

—Ah, pasaron muchas cosas. —dijo Finn sonriendo.

—¡¿Cómo que muchas?! —preguntaron de nuevo, al unísono, mientras Finn se reía.

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—Eh, señor Hermes... Lo seguí porque dijo que quería que estuviéramos solos. —dijo Bell, observando cómo el dios se subía a una rama.

—Pero, ¿por qué sube al árbol? —preguntó Krimson, confundido.

—Compañero, detecto varias señales femeninas... —dijo Ddraig mentalmente, antes de ser interrumpido.

—Ahorita no, Ddraig. ¿No ves que el señor Hermes me dirá algo importante? —dijo Krimson mentalmente, sacándole un suspiro molesto al dragón.

—Que no diga que no se lo advertí. —se dijo Ddraig a sí mismo.

—Lo entenderán si me siguen. —dijo Hermes en voz baja.

—No es que... —dijo Bell, subiendo seguido de Krimson—. Pero...

—Shhh... —le dijo Hermes a Bell, indicándole que guardara silencio.

—Miren allá abajo, muchachos. —dijo Hermes, haciéndose a un lado para que los chicos pasaran al frente y miraran.

Abajo, se encontraban las chicas bañándose en el río, en una posa no muy profunda.

—Jejeje. Gané a todas. —dijo Hestia con orgullo, al notar que su busto era más grande que el de las demás.

—¿Por qué te comparas con las demás? —dijo Lili monotonamente.

Ante la vista, ambos chicos quedaron sorprendidos. Inmediatamente, Bell estaba por gritar de la impresión, pero fue interrumpido por Krimson y Hermes.

—Bell... Por lo que más quieras, no grites ahora. —susurró Krimson, en pánico—. No sabes el cruel y horripilante destino que nos espera si descubren que estamos aquí.

—Las chicas se están dando un baño. Teníamos que venir a ver. —dijo Hermes con su típica sonrisa.

—¿Cómo que "teníamos"? ¡Esto está mal, señor Hermes! —se quejó Bell, a lo que Hermes posó una de sus manos en su cabeza.

—Bell, espiar es el deber de todo hombre. —dijo Hermes, provocando que Bell tuviera un flashback en el que su abuelo le decía esas mismas palabras: "Bell, espiar es el deber de todo hombre". Rápidamente, Bell negó con la cabeza—. ¡Regresemos, Krimson, señor Hermes!

Sin embargo, Hermes se rió y accidentalmente empujó suavemente a Bell, ocasionando que este se aferrara a Krimson y ambos cayeran al agua, alertando a las chicas.

—Mierda... —murmuró Hermes.

Rápidamente, los chicos subieron en busca de oxígeno.

—¡Miren, es el Argonauta! —dijo Tiona, ocasionando que Bell la mirara—. ¿Qué? ¿Tú también viniste a darte un baño? —preguntó la chica, sin sus ropajes, completamente desnuda.

—Creí que eras más tímido. Me impresionas. —dijo Tione, tapándose los pechos con una sonrisa.

Ante tal suceso, el pobre Bell no sabía qué hacer. A su izquierda, unas muy sonrojadas Mikoto y Chigusa intentaban esconderse.

Krimson, siendo más astuto, rápidamente se sumergió de nuevo, nadando discretamente hasta la orilla. Sin embargo, al estar cerca, chocó contra algo... suave.

—Ara ara, no sabía que tenías tantas ganas de bañarte conmigo. —dijo Asami, sonrojada, con una sonrisa coqueta, mientras se tapaba los pechos.

Un ligero "¡Puff!" se escuchó salir de las orejas de Krimson, quien en ese momento le hacía honor a su nombre, pues estaba más rojo que un tomate.

—¿No será...? —dijo Asfi, viendo cómo alguien trataba de ocultarse tras un árbol. Con una pequeña sospecha de quién era, comenzó a molestarse.

—Eh... No... —dijo Bell, tapándose los ojos.

—¿Qué estás haciendo, Bell-sama? —preguntó Lili, incrédula.

—Bell, qué tontito... —dijo Hestia, frente a él.

Bell retrocedió un poco, mirando a su alrededor. Para su sorpresa, se encontró con Aiz, completamente como Dios la trajo al mundo.

Inmediatamente, el joven albino, sonrojado, retrocedió.

—Lo... ¡Lo siento! —dijo, tapándose los ojos.

—¡Dejen de tentar a mi muchacho, viejas degeneradas! —gritó Krimson, rescatando a Bell—. ¡Solo tiene 14 años! —gritó, corriendo mientras cargaba a Bell.

Agotado, tras unos 10 kilómetros de carrera, se detuvo para recuperar el aliento.

—¿Eh?... ¿Dónde estamos? —preguntó Bell, confundido. —¿Qué hacemos? —preguntó Bell mirando a Krimson antes de notar algo—. ¿Agua?

Con cautela y curiosidad, ambos chicos se acercaron. Notaron la silueta de una mujer de espaldas, con el cabello corto y rubio, y unas largas orejas que delataban su raza.

—¡¿Quién anda ahí?! —gritó Ryuu, lanzando una pequeña gota de agua con una fuerza descomunal.

—¡Lo siento! —exclamaron los chicos a coro, agachándose y haciendo una reverencia casi al unísono.

—¿Krimson? ¿Cranel? —dijo Ryuu con una mezcla de sorpresa y serenidad en su voz.

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—Ya veo... —dijo la elfa, ahora vestida, mientras recogía unas flores del suelo junto a Krimson—. Entiendo la situación. No tienen de qué preocuparse. —Añadió mientras sostenía un pequeño ramo de flores—. ¿Terminaste?

—Sí —respondió Krimson, con un tono apagado y una mirada vacía.

—¿Nos perdonarás? —preguntó Bell, con cierta inquietud—. ¿No crees que estemos mintiendo?

—Krimson nunca me mentiría, y Cranel... la humildad es una virtud, pero no debes rebajarte. Es un mal hábito —dijo Ryuu mirándolo con calma.

—L-Lo siento... —se disculpó Bell mientras observaba cómo Ryuu y Krimson reanudaban su marcha por el sendero.

—Oye... sé que es un poco tarde, pero gracias por venir hasta aquí a salvarme —dijo Bell, mostrando una sonrisa tímida.

—No te preocupes. Sabía que si Krimson estaba contigo, todo saldría bien. De hecho, tenía pensado venir aquí con él dentro de poco —respondió Ryuu, dejando al albino algo desconcertado. Mientras hablaba, sus ojos se fijaron en una improvisada bandera hecha de un palo y un trozo de tela blanca, ahora sucia por el tiempo.

Bajo esa "bandera", había un pequeño montículo de tierra. Allí, se encontraban clavadas varias armas: un hacha de batalla, un estoque, una daga, una katana, un espadón, una espada corta, una espada de abordaje, un báculo y un arco. Ryuu y Krimson, sin decir una palabra, comenzaron a dejar flores al pie de cada arma.

—Mama Mia me da tiempo de vez en cuando para venir a dejar flores —explicó Ryuu, colocando una flor con delicadeza.

—Ryuu, Krimson... esto... —dijo Bell, visiblemente confundido.

—Es la tumba de la familia a la que pertenecíamos —respondió Krimson, con una mirada endurecida mientras apretaba su puño izquierdo con fuerza.

—Una familia enemiga nos tendió una trampa en la dungeon —explicó Ryuu, mirando con nostalgia la gran tumba frente a ellos.

—Y todos murieron, salvo nosotros dos —añadió Krimson, cerrando los ojos con dolor. Tanto Ryuu como Bell lo imitaron, guardando unos momentos de silencio.

Después de unos minutos, Ryuu abrió los ojos y miró a Bell.

—Cranel, ¿escucharías lo que tenemos que decir?

—Sí, claro —respondió Bell con seriedad.

—Estoy en la lista negra de los gremios —dijo Ryuu, sorprendiendo a Bell—. Krimson y yo acabamos con toda la familia enemiga. Ataques nocturnos, emboscadas, trampas... usamos cualquier método para lograrlo.

—Ningún recurso era demasiado bajo para nosotros —dijo Krimson, acariciando el estoque clavado en la tumba—. Impulsados por la ira, vengamos a nuestros camaradas, sin detenernos ante nada.

—Y cuando todo terminó... cuando ya no quedaba nadie a quien vengar, nos separamos. Me desmayé en un callejón oscuro y abandonado. Pensé que sería un buen final para alguien que había hecho algo tan estúpido, pero...

—¿Estás bien? —recordó Ryuu las palabras de Syr, quien la había encontrado en ese callejón y la salvó.

—Por mi parte —continuó Krimson—, no estoy en ninguna lista negra, pero el simple hecho de ser el Sekiryuutei es suficiente para que todos te traten como un paria. El resto ya lo sabes... Hestia me encontró malherido en un callejón. Mi patético ser le dio tanta lástima que decidió recogerme y hacerme parte de su familia. Unos meses después, llegaste tú.

Comprendiendo mejor el contexto, Bell miró a Ryuu con más empatía.

—¿Así que ahora trabajas en la Dama Benevolente? —preguntó.

—Sí —respondió Ryuu con una sonrisa—. Mama Mia sabía todo, y aun así me aceptó. —La elfa se giró hacia él, con expresión seria—. Perdón por contarte esta historia tan horrible.

—N-no, está bien... —respondió Bell, visiblemente nervioso.

—En cuanto a mí... soy una elfa violenta y descarada —dijo Ryuu mientras caminaba a su lado—. Tanto, que podría traicionar tu confianza.

—Ryuu... —dijo Bell, mirándola de reojo—. Por favor, no te insultes a ti misma. También puedo enojarme, ¿sabes?

—Vaya —respondió Ryuu con una sonrisa—. Me atrapaste.

—Vaya, vaya, Bell —dijo Krimson en tono burlón mientras se apoyaba en el albino—. No sabía que querías enamorar a Lion.

—¡Oh, no! P-perdón, esa no era mi in-intención —balbuceó Bell, poniéndose nervioso.

—Cranel, eres muy amable —dijo Ryuu, acercándose más. Con delicadeza, tomó la mano izquierda de Bell entre las suyas—. Eres un humano digno de mi respeto.

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—¡Maldita sea! —gruñó Moldo, golpeando la mesa con su jarra de cerveza.

—Oye, ¿por qué estás tan enojado, Moldo? —preguntó un hombre bestia sentado a su lado.

—¡Cállate! —gritó Moldo, tirando la jarra de cerveza al suelo—. Del Sekiryuutei puedo entenderlo, pero... ¿Qué clase de truco usó ese mocoso para llegar hasta aquí? ¡Ese pequeño idiota presuntuoso...!

—¿Qué, estás celoso? —dijo el hombre bestia con una sonrisa burlona.

—¿Eh? —respondió Moldo, más molesto aún—. Este también es su problema. Un novato malcriado llega aquí apenas sube de nivel, ¡y eso nos hace ver como una broma! Los aventureros tenemos nuestras propias reglas. Solo tendremos que enseñarle una lección.

Mientras Moldo hablaba, una sombra se deslizó detrás de él. Sintió una presencia tras su espalda y, al girarse, vio a alguien que no esperaba.

—Tú eres...

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—¡Maldito conejo! —gritó Bete furioso mientras empujaba a Bell, haciéndolo caer al suelo—. ¡¿Viste a Aiz desnuda?!

—¡Bete, detente! —gritó Krimson, sujetándolo por la espalda y alejándolo de Bell—. ¡Deja de hablar de eso!

—¡Lograste hacer algo que yo no he podido, bastardo! —gruñó Bete, forcejeando mientras Tiona y Tione lo sujetaban.

—Todo esto es culpa del Señor Hermes —dijo Tione, recordando lo sucedido.

Flashback:

—¡Ustedes son tan crueles! —se quejaba Hermes, amarrado de pies y cabeza, colgado de un árbol.

Fin del flashback.

—¡Suéltame, amazona estúpida! —gruñó Bete, todavía molesto—. ¡¿Y qué está haciendo aquí?!

—Ya basta de hablar —dijo Tione, frunciendo el ceño.

Al ver a Aiz acercarse, Bell se incorporó rápidamente.

—¿También te vas, Aiz?

—Sí. He sido asignada al equipo que partirá primero junto con Rin. Tú vas en el segundo equipo, ¿cierto? —preguntó Aiz.

—Sí... Hmm... Cuídate —dijo Bell, visiblemente nervioso.

—Tú también, cuídate —respondió Aiz con una pequeña sonrisa, gesto que no pasó desapercibido para una Hestia muy celosa, quien observaba la escena desde una tienda de campaña.

Krimson, sin embargo, no prestaba atención a esa interacción. En cuanto vio a Rin pasar cerca, se levantó rápidamente y le gritó:

—¡Oye!

Rin, cargando una caja de suministros, volteó con una ceja levantada.

—¿Qué pasa, Sekiryuutei?

—¿Cuánto les falta para partir? —preguntó Krimson con un tono serio.

—Unos 15 minutos, más o menos —respondió Rin, dejando caer la caja al suelo con un suspiro.

—¿Qué te parece un combate antes de que te vayas? —propuso Krimson, sus ojos destellando con un brillo desafiante. La sed de lucha de Ddraig se desbordaba en él, apenas controlada.

Rin lo miró por un momento, sorprendido por la intensidad en la mirada de Krimson.

—¿Ahora? —preguntó, con un toque de escepticismo. —Estamos a punto de partir, no sé si sea el momento...

—¿Acaso tienes miedo? —Krimson lo retó, cruzando los brazos mientras una sonrisa torcida aparecía en su rostro. La influencia de Ddraig se hacía cada vez más palpable, casi como si el dragón lo incitara a pelear.

—No tengo miedo de un simple combate, Krimson —respondió Rin, endureciendo su mirada. —Pero no estoy seguro de que ganes algo enfrentándome en este momento.

Krimson dio un paso adelante, con el aura dracónica apenas contenida alrededor de su cuerpo.

—Ganaré experiencia. Y veré si eres realmente digno de ser mi rival —dijo Krimson, con una voz baja pero amenazante.

—Tienes razón en una cosa —respondió Rin, agachándose para dejar la caja de suministros en el suelo. —No puedo negarte un combate, menos cuando lo pides con tanta... convicción.

—¡Boost! —resonó la voz de Ddraig, mientras la Boosted Gear de Krimson brillaba en su brazo izquierdo. La energía dracónica lo rodeaba, intensificándose con cada segundo.

Mitsurugi Rin, por su parte, se quedó quieto por un momento, observando el aura que emanaba de Krimson. Sin embargo, su expresión no mostró ni una pizca de preocupación. En lugar de desenvainar su propia arma, solo suspiró.

—Parece que estás más decidido de lo que pensé... —dijo Rin, cruzándose de brazos.

Krimson avanzó, sintiendo la fuerza de Ddraig fluir por su cuerpo. Con cada paso, la presión aumentaba, pero Rin permanecía inmutable.

—¡Vamos, Mitsurugi! —rugió Krimson, lanzándose hacia adelante con su espada lista para atacar.

En un movimiento casi imperceptible, Rin desenvainó su katana. El aire a su alrededor cambió abruptamente, y una ráfaga de energía blanca lo rodeó. Krimson sintió un estremecimiento en su piel cuando esa energía lo envolvió por un segundo.

—Haz lo mejor que puedas, Sekiryuutei —dijo Rin con frialdad.

Krimson atacó con fuerza, su espada cortando el aire mientras lanzaba golpes rápidos. Sin embargo, cada uno de sus movimientos era interceptado con facilidad por Rin, quien apenas parecía moverse.

—¡Boost! —gritó nuevamente Ddraig, incrementando el poder de Krimson. Sus movimientos se volvieron más rápidos, sus golpes más precisos. Pero cada ataque seguía siendo desviado sin esfuerzo.

Rin no parecía impresionado en lo más mínimo. De repente, desató una ráfaga de ataques que Krimson apenas pudo seguir. La diferencia entre ellos era abismal; cada golpe de Rin hacía que Krimson retrocediera más y más.

—No subestimes la diferencia de niveles, Krimson —dijo Rin, mientras bloqueaba otro ataque con un giro ágil de su katana.

Antes de que Krimson pudiera reaccionar, Rin ejecutó un corte limpio y preciso que lo lanzó al suelo. El golpe no fue mortal, pero dejó a Krimson sin aliento y completamente derrotado.

—¡Krimson! —gritó Bell desde la distancia, corriendo hacia él.

Krimson, jadeando, intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. La Boosted Gear brillaba débilmente en su brazo, mientras Ddraig guardaba silencio. La diferencia entre un nivel 3 y un nivel 7 era insuperable en ese momento, y Krimson lo sabía.

Rin guardó su espada, mirándolo con una mezcla de respeto y lástima.

—Tienes potencial, pero aún te falta mucho —dijo Rin, dándole la espalda mientras comenzaba a caminar hacia su equipo. —Tal vez algún día, Krimson, podamos luchar en igualdad de condiciones.

Krimson se levantó con esfuerzo, la furia alimentando cada movimiento. Apretó con fuerza la empuñadura de la katana negra que Welf había forjado para él, mientras su mirada se endurecía, enfocada únicamente en Mitsurugi Rin.

—¡No me quedaré en el suelo mientras tú te alejas como si nada! —rugió Krimson, sus ojos brillando con determinación. La espada corta que Hestia le había regalado descansaba en su cinto, lista para ser usada, pero sabía que no era suficiente. Aún así, no podía dejar de intentarlo.

Rin, ya molesto por la insistencia de Krimson, se dio la vuelta, viendo cómo su oponente se preparaba para otra acometida.

—Eres un necio, Krimson. —suspiró, y al instante, la *Divine Dividing*, las alas blancas de Albion, aparecieron en su espalda, desplegándose con elegancia. Un poder opuesto al de Ddraig comenzó a emanar de él, dividiendo el aura de Krimson poco a poco.

—*¡Divide!* —la voz de Albion resonó con fuerza, robando la energía de Krimson, debilitándolo aún más.

El cuerpo de Krimson titubeó al sentir cómo su fuerza disminuía. A pesar de todo, su voluntad no se quebraba. Sabía que estaba en desventaja, pero no podía permitir que esa derrota marcara el final de su crecimiento.

—Esto no es nada... —murmuró para sí mismo, aferrándose a su katana. —¡Puedo seguir luchando!

Sin embargo, Rin ya no estaba dispuesto a seguir con esa lucha desigual. Avanzó rápidamente, desapareciendo por un momento y apareciendo justo delante de Krimson. Con un movimiento preciso, desarmó a Krimson con un solo golpe de su katana, lanzando la espada de Welf lejos de su alcance.

—Es suficiente, Krimson. —dijo Rin, su tono autoritario. —No tienes ninguna posibilidad ahora.

Pero antes de que pudiera decir más, Bell, que había estado observando desde la distancia, tomó una decisión. Recordó la promesa que le hizo a Krimson de apoyarse mutuamente, y aunque no era su pelea, no podía dejarlo solo.

—¡Debo buscar a Asami! —pensó Bell, desesperado por encontrar ayuda. Se dio la vuelta y corrió a toda velocidad, alejándose del campo de batalla para traer a alguien que pudiera detener la pelea.

Mientras tanto, Krimson se mantenía de pie frente a Rin, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Sabía que estaba al borde de sus límites, pero esa pequeña chispa de desafío seguía encendida en su corazón.

—Esto no... ha terminado. —dijo Krimson, mirando a Rin directo a los ojos. —No importa cuántas veces me derribes... ¡Seguiré levantándome!

Rin, aunque irritado por la insistencia de Krimson, también reconocía su determinación. Guardó su katana y dio un paso atrás.

—Te lo dije antes... Tienes potencial, pero esta pelea es inútil. —Rin se giró nuevamente, dando por finalizado el combate. —Entrena, Krimson, y tal vez algún día me enfrentarás de igual a igual.

Con esas palabras, Rin comenzó a caminar, dejando a Krimson de pie, herido pero con la llama del desafío aún viva en su interior. Lentamente, el cuerpo de Krimson fue cayendo hacia el frente por la inercia, al estar apunto de tocar el suelo, pudo sentir como su nariz golpeaba fuertemente el piso, finalmente golpeándose horriblemente en el rostro.

Krimson, apenas consciente de su entorno, sintió cómo la calidez de los muslos de Asami aliviaba el dolor en su rostro y cuerpo. La batalla interna por mantenerse de pie ya había terminado, y ahora lo único que le quedaba era esa extraña sensación de calma que Asami le brindaba.

—No me subestimes... —murmuró Krimson, con la respiración entrecortada, tratando de mantener su orgullo intacto. —Aún puedo... seguir luchando...

—Tonto. —dijo Asami con una ligera sonrisa, pasando suavemente su mano por el cabello de Krimson. —A veces, saber cuándo detenerse también es una parte importante de la lucha. No siempre es cuestión de seguir adelante sin importar las consecuencias.

Krimson apretó los dientes, pero no pudo evitar relajarse bajo el toque de Asami. El calor de su cuerpo y la paz que transmitía le recordaron que, por más que quisiera negarlo, había llegado a su límite.

—No es nada... —repitió con una leve sonrisa, su cuerpo pesando más con cada segundo, mientras el agotamiento lo vencía. —Solo necesito... un poco más de tiempo.

Asami suspiró, sabiendo que Krimson nunca admitiría lo contrario. Con delicadeza, limpió la sangre que corría por su rostro, dejando que su curación natural hiciera el resto del trabajo.

—Siempre tan obstinado. —murmuró ella con ternura. —Pero eso es lo que te hace especial. Tu voluntad... es algo que no muchos tienen.

Krimson cerró los ojos, escuchando su voz, mientras su cuerpo finalmente cedía al cansancio. Las palabras de Asami resonaban en su mente, y aunque la frustración por su derrota seguía presente, su determinación de volverse más fuerte crecía aún más.

Desde la distancia, Rory Mercury observaba la escena con interés. A pesar de su dura apariencia, algo en Krimson había captado su atención.

—Este chico... tiene lo que se necesita. —pensó Rory, antes de desaparecer en la oscuridad. —Tal vez, con el tiempo, pueda ser la clave para liberarme de Ishtar.

El campamento seguía en movimiento, preparando las próximas partidas, pero en ese pequeño rincón, Asami seguía acompañando a Krimson, velando por su descanso, mientras él soñaba con el día en que pudiera enfrentar a Rin de igual a igual.

—¿Has visto a Bell? —preguntó Krimson lentamente, su voz entrecortada por el cansancio de la reciente batalla.

—No lo he visto desde que vino a buscarme. —respondió Asami, con una expresión de confusión en su rostro.

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Alejado del campamento, Ouka entrenaba con una vara de madera. Mientras se concentraba en sus movimientos, vio pasar a Bell corriendo a toda velocidad por el sendero, lo que le pareció sospechoso. Sin embargo, Ouka decidió no intervenir de inmediato, centrado en su entrenamiento.

Bell, por su parte, corría tan rápido como podía, siguiendo las indicaciones que le habían dado. Después de un tiempo, llegó al punto señalado: un cristal solitario situado en medio del bosque al este del campamento.

Agitado y jadeante, Bell trataba de recuperar el aliento cuando una figura apareció detrás del cristal.

—Oye. —dijo Moldo, emergiendo de las sombras.

—¿Dónde está mi diosa? —preguntó Bell rápidamente, sin perder el tiempo.

Moldo esbozó una sonrisa arrogante antes de responder: —Primero, sígueme.

Sin esperar respuesta, Moldo empezó a caminar hacia un acantilado que estaba oculto tras el cristal. Bell lo siguió de cerca, la desconfianza en sus ojos se hacía cada vez más evidente.

—Puedes estar tranquilo, tu diosa está bien. —dijo Moldo con un tono que mezclaba burla y desprecio. A su alrededor, un grupo de hombres observaba a Bell con una mezcla de diversión y malicia. —No soy tan desvergonzado como para lastimarla.

—Entonces solo me quieres a mí. —dijo Bell, con una mirada cargada de sospecha.

—Exactamente, mocoso. Alguien tiene que darte una lección, y ese seré yo. —respondió Moldo con una sonrisa cínica, desenfundando su espada. —Te reto a un duelo.

—¿Un duelo? —Bell frunció el ceño, sospechando de las intenciones de Moldo.

—Sí, es bastante sencillo. El ganador le ordenará al perdedor lo que quiera. Si yo gano, me llevaré todo tu equipo. —explicó Moldo, su tono cada vez más desafiante. —Tranquilo, no dejaré que mis hombres interfieran. —añadió, señalando con la cabeza al grupo de mercenarios que lo acompañaba.

—Si yo gano, liberarás a mi diosa. —Bell empuñó sus cuchillos, decidido.

—Claro, claro. Pero no te creas la gran cosa, mocoso. ¡En este espectáculo te voy a despedazar! —dijo Moldo, lanzando una risotada mientras destruía un pequeño cristal frente a él.

De repente, los fragmentos del cristal volaron hacia Bell, quien retrocedió instintivamente, pero al abrir los ojos, Moldo ya no estaba a la vista.

—¡Se ha ido! —exclamó Bell, confundido, mirando a su alrededor. Antes de que pudiera reaccionar, un fuerte puñetazo lo golpeó en la cara, enviándolo directamente al suelo.

Sin tiempo para levantarse, Moldo lo sujetó por el cuello de la camisa y le asestó otro golpe, seguido de una patada directa al estómago.

—¡Es increíble, en verdad no puedes verlo! —gritó uno de los hombres que observaban la paliza con entusiasmo.

—¡Acábalo, Moldo! —gritó otro, animando al líder mientras Bell recibía otro golpe que lo mandó al suelo nuevamente.

Antes de que pudiera siquiera levantarse, Bell fue recibido con una rodilla en el estómago, dejándolo sin aliento.

—¡Parte a ese Little Rookie a la mitad! —se burlaba uno de los mercenarios mientras Bell intentaba en vano levantarse, solo para recibir otra patada en el estómago, haciéndolo escupir saliva de dolor.

Una lluvia de golpes y patadas siguió, cada una más fuerte que la anterior. Bell rodó por el suelo, escupiendo sangre, mientras los hombres que lo rodeaban no dejaban de reír y burlarse.

—¡Es muy temprano para que te vayas a dormir! —dijo un hombre con burla, sujetándolo para que no cayera completamente.

—¡Ahora regresa ahí! —dijo otro, dándole una patada en la espalda que lo empujó hacia adelante, justo hacia Moldo.

—¿Qué estás haciendo? No eres el novato que se está robando la atención de todos, ¿no? —dijo Moldo en tono burlón, antes de propinarle otro puñetazo que lo lanzó nuevamente al suelo.

—¡Mira esa cara! —se rió uno de los hombres, mientras Moldo pisaba con fuerza la espalda de Bell, provocándole un quejido ahogado de dolor.

Desde un árbol cercano, el dios Hermes observaba la escena con una sonrisa entretenida, acompañado por Asfi.

—El ítem mágico, Hades Head. Espléndido trabajo, Asfi. —comentó Hermes, admirando la eficacia del objeto.

—Tiene unos pasatiempos bastante asquerosos. ¿Tiene algo contra Bell Cranel? —preguntó Asfi, intrigada por el comportamiento de su dios.

—No, no en particular. Esto es más bien... mi pasión. —respondió Hermes, sin dejar de observar a Bell, quien, a pesar de todo, seguía intentando ponerse de pie. —Bell no ha visto aún el lado más oscuro de la humanidad. Asqueroso o no, quiero que lo vea. Además, no negaré que esto es entretenido.

—¿Y si su espíritu se rompe aquí? —preguntó Asfi, desviando la mirada de la brutal paliza.

—Entonces eso significa que nunca fue el adecuado para ser un héroe. —respondió Hermes con frialdad.

—¿Y qué harás si el Sekiryuutei se entera? —preguntó Asfi, consciente de la fuerte relación entre Krimson y Bell. —Le tiene demasiado aprecio al muchacho.

—En cuyo caso, para eso estás tú. Pero... —Hermes hizo una pausa, notando algo en el horizonte. —Parece que no será necesario. —dijo, viendo cómo unas flechas surcaban el aire.

Las flechas cayeron con precisión, pero fueron bloqueadas por un hombre bestia que llevaba una pieza de armadura en su brazo.

—¿Quién demonios hizo eso? —gritó enfurecido.

Frente a él, Krimson, Welf, Ouka, Mikoto y Asami corrían a toda velocidad hacia ellos.

—¡Bell debería estar justo después de ellos! —gritó Welf.

—¡Cobardes! —gritó Ouka, con una furia que solo se incrementaba.

Mikoto saltó al aire, disparando tres flechas con precisión.

—¡Son los compañeros del Little Rookie! —gritó el hombre bestia, repeliendo los ataques de las flechas con una daga.

—¿Cómo nos encontraron? —preguntó uno de los hombres desenfundando una espada.

—¡Eso no importa! ¡Atrápenlos! —gritó el hombre bestia, señalando hacia el frente.

—¡Chigusa, mi lanza! —exclamó Ouka al ver cómo los enemigos se acercaban.

—¡Sí! —respondió la chica, entregándole el arma.

Haciendo gala de sus habilidades, Ouka corrió con más fuerza hacia los enemigos.

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—¿Qué está pasando? —preguntó Hestia, amarrada a un árbol. —¡Oigan!

—Suena como si se estuvieran divirtiendo —se quejó uno de los vigilantes, frustrado porque a ellos les tocaba el papel de cuidar a Hestia.

—¡Maldición, quiero ir a ver! —dijo el otro, también frustrado.

—¡Oigan, no me ignoren! —se quejó la diosa.

—¿Quieres ir? —le preguntó el primero al otro.

—¡Sí, vamos! —dijo, comenzando a correr junto al otro en dirección a la pelea.

—¡Oigan! —gritó Hestia mientras la abandonaban. De repente, los arbustos comenzaron a moverse, alertándola.

Emergiendo de los arbustos, un almiraj la miró.

—Tú eres... —dijo Hestia, alarmada.

—Resuena la campana de la medianoche —dijo el almiraj, desvaneciéndose; era Lili, utilizando su magia ilusoria.

—S-soporte, ¿cómo...? —preguntó Hestia, sorprendida.

—Utilicé mi sentido del olfato, que es más agudo que el de los humanos. Es gracias al perfume que desperdició su dinero —explicó Lili, liberando a Hestia.

—¡Ardan, magias oscuras! ¡Will o' Wisp! —gritó Welf, extendiendo su mano derecha al frente.

Los hechizos de dos magos estallaron en sus caras, interrumpiéndolos.

—¡Maldito! —gritó el hombre bestia, lanzándose al frente con su daga.

Sin embargo, fue enviado a volar por un agotado Krimson.

—¡Maldición, acaben con esos sujetos! —gritó uno.

—¡No teman, tenemos superioridad numérica! —gritó otro.

—¡Rodeenlos! —ordenó uno, corriendo al frente, seguido por los demás.

—¡Maldición, no podemos acercarnos a Bell! —dijo Welf. De repente, un enemigo apareció por su espalda, alertándolo. Este logró cortar la correa que aseguraba el arma que le habían entregado Hestia y Chigusa.

—¡Toma! —gritó Welf mientras era atacado por otro enemigo, haciéndolo caer al suelo. Justo cuando iba a ser aplastada su cabeza con una masa, fue noqueado por Tempestad y su espada de madera. Cabe aclarar que esta no era una madera normal.

—Parece que no han aprendido su lección —dijo Tempestad, viendo al tipo derrotado sin emoción alguna.

—Tú... —dijo el otro que había atacado por la espalda, ahora forcejeando con Chigusa. Sin embargo, fue noqueado por Asami, quien lo golpeó con la parte sin filo de su katana en el cuello.

—Estoy aquí para ayudar —dijo Tempestad, mirando a Welf.

—B-bien —respondió el pelirrojo, poniéndose de pie.

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Otro puñetazo más impactó contra la cara de Bell, provocando que su nariz sangrara.

Cuando Moldo se disponía a golpear a Bell nuevamente, sorprendentemente, Bell logró bloquear su ataque, aunque no podía verlo.

—¿Fue una coincidencia? —pensó Moldo, alterado, mientras lo rodeaba y se disponía a golpearlo en la cabeza.

Sin embargo, Bell reaccionó de nuevo, impulsándose hacia el frente para evitar el golpe, sorprendiendo a Moldo, quien tuvo que esquivar una patada de parte de Bell.

—Maldito, ¿puedes verme? —gritó Moldo, enfurecido.

—Puedo sentir su mirada sobre mí —pensó Bell, cerrando los ojos y confiando ciegamente en su intuición.

—¡Maldición! —gritó Moldo, lanzándose directamente contra el chico de 14 años.

No obstante, Bell esquivó el ataque como si nada, repitiendo esta acción una y otra vez. Sorprendido, el dios Hermes observaba cómo Moldo, agotado, cesaba su ataque durante unos segundos para recuperar el aliento.

—¡Te partiré a la mitad, cretino! —gritó Moldo, empuñando su espada, listo para cumplir su amenaza.

Sin embargo, Bell fue más rápido, esquivando la espada con un salto lateral y, al impulsarse hacia atrás, partió un pequeño cristal con su cuchillo rojo. Con un movimiento rápido, lanzó los pequeños fragmentos hacia adelante, cegando temporalmente a Moldo. Luego, evitando los espadazos torpes del adulto, Bell bloqueó un ataque y partió la espada, mandando un pedazo volar. Sin perder impulso, saltó al frente, girando sobre su propio eje, y logró conectar una patada en la cabeza de Moldo, rompiendo su casco Hades head y su invisibilidad.

—¡Estúpido mocoso! —gritó Moldo, furioso, intentando atacar torpemente a Bell.

—¡Dragón shot! —gritó Krimson, disparando al frente.

El ataque de energía dragónica arrasó con una pequeña parte de la montaña, causando daño colateral a algunos hombres.

—¡Maldito monstruo! —gritaron varios hombres al ver los restos de sus compañeros sin vida.

De repente, un aura divina captó la atención de todos.

—Deténganse —dijo Hestia, con una mirada fría y una luz blanca rodeándola.

Inmediatamente, Chigusa, Ouka, Asami, Mikoto y Krimson se postraron ante ella.

—Niños, enfunden sus espadas —dijo Hestia, pasando entre todos mientras la mayoría de los hombres se marchaban espantados.

—¡Esperen, chicos! —gritó Moldo, inútilmente, al paralizarse frente a Hestia.

—Oh, vaya. ¿Hestia liberó su poder divino? ¡Creo que nuestra diversión se terminó! —dijo Hermes con una sonrisa, observando cómo Moldo huía asustado por la diosa y la hazaña de poder mostrada por el Sekiryuutei.

—¡Bell! —gritó Hestia, lanzándose hacia el chico y abrazando su cabeza contra su pecho. —¡Bell, me alegra que estés a salvo! —dijo, ahora pegando su mejilla contra la de él. —¡Estoy tan feliz!

—Di-diosa —dijo Bell al escuchar los llantos de la diosa.

—Lamento que te hayan lastimado por mi culpa... —dijo Hestia, llorando mientras lo abrazaba.

—No, lamento no haber podido protegerte —dijo Bell.

—Bueno, eso es todo... —dijo Lili, pero fue interrumpida por un gran estruendo que sacudió la tierra.

Rápidamente, Welf tomó a la chica para evitar que cayera.

—¿Un terremoto? —preguntó Krimson, sujetando inconscientemente a Asami de la cintura para evitar que esta se tambaleara.

—No me gusta este temblor —dijo Tempestad, antes de mirar hacia arriba y quedar perpleja.

—Oigan, ¿qué demonios es eso? —preguntó Welf, horrorizado, mientras veían caer a un ser tan grande como el Goliath, pero con una cabeza de esqueleto, y cómo el techo artificial de los cristales se fragmentaba.

Próximo episodio: Mito de la familia: Balance Breaker incompleto

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