El banquete de los dioses
Segunda temporada, primer episodio: Fiesta: Banquete de los dioses
En la dungeon, específicamente en los pisos centrales, el grupo de Bell y Krimson peleaba contra una manada de Hellhounds, acompañados por Mikoto y Asami. Rápidamente, Bell eliminó a tres Hellhounds con su cuchillo Hestia.
—¡Nunca bajes la guardia! —advirtió Krimson, sujetando la cabeza de un Hellhound que iba a atacar a Bell por la espalda. Usando su Boosted Gear, estampó al monstruo contra el suelo—. ¡Burningflare! —En cuestión de segundos, el Hellhound se prendió en llamas, carbonizándose al instante.
—¡Mikoto-sama, detrás de usted! —advirtió Lili con urgencia.
Mikoto reaccionó con velocidad, desenvainando su espada para ejecutar una serie de cortes precisos, acabando con cuatro Hellhounds de un solo movimiento.
—¡Firebolt! —gritó Bell, lanzando una ráfaga de llamas que incineró al último enemigo cercano.
______________________________
Más tarde, mientras descansaban..
—Pensé que tendríamos más problemas, pero lo logramos —comentó Welf mientras se recostaba.
—Sí, gracias a Mikoto y Asami —sonrió Bell, aliviado por la victoria.
—No es nada. Fuimos nosotras quienes les pedimos venir —respondió Mikoto con humildad.
—No podíamos ser una carga —añadió Asami.
—No, de verdad, fueron de gran ayuda —reafirmó Bell.
—Definitivamente. Tener a más compañeros facilita los pisos centrales —admitió Welf, con un gesto de aprobación.
—Sí, no sé cómo sobrevivimos la primera vez siendo solo cuatro —añadió Lili, recordando los peligros.
—Lo dicen como si no me hubiera esforzado para que no terminaran muertos... —murmuró Krimson, recostado en una esquina con una aura deprimente.
—No digas eso —dijo Asami, intentando animarlo.
—Lo siento. Fueron nuestras acciones las que los pusieron en peligro —dijo Mikoto, inclinándose en una reverencia junto a Asami.
—No se preocupen —respondió Bell con una sonrisa—. Lo importante es que seguimos juntos.
—Pasado pisado —intervino Krimson.
—Sí, ya pasó, ¿no? —agregó Welf.
—Pero no puedo olvidarlo... —murmuró Mikoto, aún inquieta.
—No te preocupes —volvió a insistir Welf, sonriendo para aliviar la tensión.
Bell, pensativo, miró a su alrededor, observando a sus compañeros con gratitud. "Los pisos centrales siguen siendo peligrosos, pero parece menos imprudente que antes... Debo seguir adelante y acercarme tanto como pueda..." pensó, recordando a Aiz. "A quien admiro..."
_________________________________
Esa noche, en el restaurante de Mia...
—¡Salud! —gritaron todos al unísono, chocando sus jarras.
—Felicidades por tu ascenso, Welf —dijo Bell, levantando su jarra.
—Gracias —respondió Welf, sonriendo.
—Nivel 2. Como herrero de la Familia Hefesto, el valor de tus creaciones también subirá —dijo Lili, felicitándolo.
—Bueno, ahora no puedo hacer nada que avergüence a mi diosa —dijo Welf, bebiendo su cerveza.
—Es cierto, Welf —comentó Krimson, poniéndose serio—. Alcanzar el nivel 2 es un logro que requiere tiempo y dedicación. Siéntete orgulloso de ello —añadió con una sonrisa, mientras apoyaba su mano sobre la cabeza de Bell—. Que este conejo lo haya logrado en un mes no tiene por qué desalentarte.
—Vaya, eres terrible para motivar a los demás —dijo Welf con una sonrisa irónica.
—Es mi especialidad, tómalo o déjalo —rió Krimson antes de darle un trago a su cerveza.
—Pero eso significa que el grupo se separará, ¿no? —preguntó Lili con una leve tristeza en la mirada—. Fuiste a la dungeon para subir de nivel y obtener la habilidad de herrero. No tienes por qué quedarte con nosotros.
Las palabras de Lili hicieron que Krimson pusiera una expresión seria, mientras Bell parecía entristecerse.
—Je... —rió Welf antes de hablar—. ¡Quiten esas caras de dragón resignado y conejo abandonado! —dijo, apuntándoles con un trozo de carne—. No voy a dejarlos ahora que conseguí lo que quería. Nos quedaremos juntos.
Sus palabras iluminaron los rostros de los demás, que sonrieron aliviados.
—Habría sido genial que Mikoto y Asami vinieran con nosotros hoy —añadió Welf.
—Dijeron que sería inapropiado —respondió Bell.
—Deben querer darnos algo de privacidad por ser de otra familia —opinó Lili.
—Excepto por Bell y yo, todos estamos en diferentes familias —dijo Krimson, reflexionando.
—Eso es verdad —admitió Bell.
En una mesa cercana, un grupo de seis personas vestidas con uniformes negros y detalles rojos, el símbolo de la Familia Apolo en sus chaquetas, miraba al grupo con arrogancia. Cuatro de ellos observaban con desprecio, mientras un quinto miembro comía sin prestarles atención. La sexta persona era una joven de piel pálida, ojos rojos y cabello plateado, labios rosados y gomosos y de pechos grandes. Llevaba un collar y una cadena, señal de que era una esclava.
Su mirada estaba perdida en la distancia. Desde que llegaron, Krimson no había dejado de observarla de reojo, sintiendo una creciente ira al ver al hombre que sostenía su correa.
Krimson odiaba la esclavitud. Aunque era irónico que comprar esclavos no fuera ilegal, venderlos sí lo era. "Hipocresía en su máximo esplendor..." pensó Krimson, con el rostro endurecido.
—Bell, ¿Aún no subes de rango? —la voz de Lili lo sacó de sus pensamientos.
—No —respondió Bell, mordiendo un panecillo—. Pero mis habilidades mejoraron bastante después de volver del piso 18.
—¿Y tú, Krimson-sama? —preguntó Lili con admiración, recordando las habilidades que había mostrado en la batalla contra el Goliath.
—Aún no, aunque la diosa Hestia dice que estoy muy cerca de alcanzar el nivel 4 —respondió Krimson con una sonrisa.
—Después de verte combatir, no me cabe duda de que es solo cuestión de tiempo —dijo Welf, antes de dirigir su mirada a Bell—. Pero tú, hazme el favor, acabo de alcanzarte. No puedo subir a nivel 3 tan rápido.
Lili rió mientras bromeaba con Welf, pero la conversación fue interrumpida por uno de los miembros de la Familia Apolo, un Pallum de baja estatura que se acercó con una sonrisa burlona.
—¿Nivel 3? ¿Nivel 4? —dijo en voz alta, llamando la atención del grupo—. No sé si esperan romper un récord, pero no deberían engañar a la gente. El conejo solo sirve para correr —dijo, imitando a Bell de forma ridícula—. Huyó de los monstruos y subió de nivel, ¿y ahora dice que va por el nivel 3? —se burló mientras sus compañeros reían—. Y no me hagan empezar con el dragón. Dejó que toda su antigua familia muriera para buscarse otra. Si fuera yo, me avergonzaría hasta de salir de casa.
—Vaya... —dijo Welf, algo molesto, dándole una palmada en la espalda a Krimson. El pelirrojo podía jurar que en ese momento los ojos de su amigo se dilataron, cambiando de una pupila humana a una de dragón, mientras sus ojos pasaban de un negro apagado a un verde esmeralda muy sutil.
—Solo ignórenlo, Bell-sama, Krimson-sama —dijo Lili, disgustada por los comentarios.
—Ah, sí... —dijo Bell, algo incómodo, mientras tomaba la mano de su amigo, intentando mantenerlo un poco más calmado.
—¡Miren, a excepción del bastardo! —gritó el Pallum, usando el apodo que por algún tiempo se conoció a Krimson—. ¡Sus compañeros son unos cualquiera de otras familias! Un herrero fracasado y un apoyo enano, junto al bastardo que dejó morir a su familia entera. Debe ser perfecto para un novato tramposo —dijo, provocando que tres compañeros suyos se echaran a reír en voz alta.
Krimson quería arrancarle la cabeza; estaba dispuesto a matarlo en ese momento. ¿Quién se creía ese enano bueno para nada para hablar de su pasado? Bell, por otro lado, tampoco estaba en mejor estado. Se sentía triste, ya que por su culpa estaban insultando a sus compañeros.
—Pero supongo que no tienen opción —dijo el Pallum con burla y lástima mientras caminaba alrededor de la mesa del grupo de Bell y Krimson—. La familia del conejo cobarde y el bastardo es la más débil. Lo peor de lo peor. Después de todo, es de una diosa sin dignidad ni autoridad que solo tiene grandes tetas —se burló.
Sin perder un minuto más, ambos jóvenes se levantaron y golpearon la mesa, enfadados.
—¡Retira lo que has dicho, pequeño pedazo de mierda! —gritaron los dos al unísono, sorprendiendo al Pallum y a Lili.
—¡Bell-sama, Krimson-sama! —exclamó Lili, sorprendida, pues de Krimson ya conocía ese lenguaje, pero oírlo de Bell la sorprendió aún más.
—¡Jaja! —rió el Pallum en voz alta—. Se enojan porque tengo razón, ¿no? ¡Digan la verdad! Se avergüenzan de ser hijos de esa diosa enana, ¿no?
—Luan-sama —intervino una chica del grupo, intentando calmar la situación—. Por favor, deje de decir cosas tan crueles...
—¿Y a ti quién te dio permiso de hablar, aine? —dijo Luan en un tono despectivo, caminando hacia ella mientras tomaba una jarra de cerveza cercana—. Recuerda tu lugar —dijo, vaciando el contenido de la jarra sobre la chica, empapando su cabello y ropa con la cerveza fría, humillándola frente a todos—. Recuerda que solo te compraron por ese par de tetas que tienes —añadió, sonriendo, mientras levantaba la mano para darle una cachetada.
Sin embargo, dos jarras de cerveza lo golpearon de lleno en la cara, empapándolo con la bebida.
—¿Acaso tus padres no te enseñaron a respetar a una mujer? —preguntó Krimson, con una mirada seria.
—Se me resbaló —dijo Welf con una sonrisa.
—¡Desgraciados! —gritó uno de los compañeros de Luan.
—¡Idiotas! —vociferó otro.
Welf y Krimson se prepararon para lo que parecía inminente: una pelea.
—Todos son así... —murmuró Lili, lamentándose.
Sin más preámbulo, los hombres se lanzaron contra ellos.
—¡Aquí te va, Welf! —gritó Krimson, derribando a uno antes de lanzárselo al pelirrojo.
Welf lo tomó con fuerza y lo elevó con su espalda, arrojándolo luego con fuerza contra un muro. Krimson agarró al más cercano y le dio un jab directo a la cara, mandándolo hacia atrás contra una silla. Bell, con movimientos rápidos, derribó a uno con una patada, y Welf lo remató con un golpe en la cara, enviándolo contra unos barriles.
—¡¿Quién más quiere?! —preguntó Welf, mirando a todos.
—Yo —respondió el tipo que se había quedado sentado. Amarró la correa de su armadura y se levantó.
Con movimientos rápidos, el hombre golpeó a Welf con la palma de su mano, enviándolo a volar hasta la puerta.
—¡Welf! —gritó Bell, distraído.
Aprovechando la oportunidad, el hombre le dio un puñetazo a Bell, seguido de otros tres en la nariz, rompiéndosela. Luego lo tomó por el cuello y lo levantó en el aire.
—¡Bell-sama! —gritó Lili, asustada.
—¿Eso es todo lo que tienes, Little Rookie? Apenas te toqué —dijo el tipo con indiferencia, apretando el cuello de Bell mientras sonreía sádicamente.
—Es de la familia Apolo —dijo un anciano presente.
—Hyakinthos, de Febo Apolo —añadió otro tipo.
—¿Un nivel 3? —comentó un elfo, impresionado.
—Lastimar a mis compañeros tiene un alto precio, y lo pagarán —dijo Hyakinthos, apretando más el cuello de Bell.
—¡Eso debería decir yo! —gritó Krimson, enfurecido. Tomó a Hyakinthos del hombro y le dio un puñetazo en el rostro, haciendo que soltara a Bell y cayera al suelo—. No puedo creer que realmente le pusieras esta mierda —añadió, arrojándole un candado al rostro, mostrando claras señales de haber sido forzado—. ¿Te divierte golpear a mis amigos y esclavizar a las chicas?
Hyakinthos, poniéndose de pie, miró a Krimson con desprecio.
—No quiero oír eso del bastardo —dijo el hombre, adoptando una postura defensiva.
—¡Cierra el hocico! —gritó Krimson, tomando un banquito y lanzándoselo a la cara.
El hombre reaccionó rápidamente, esquivando el banquito y agarrando el puño de Krimson con dificultades.
—¡Toma esto! —gritó Krimson, dándole un cabezazo directo en la frente.
El impacto resonó en la taberna, haciendo tambalear a Hyakinthos, quien dio un par de pasos hacia atrás, desorientado por la fuerza del golpe. Aún aturdido, Hyakinthos intentó recomponerse, pero Krimson no le dio tiempo. Con la furia todavía ardiendo en su interior, lanzó un gancho de derecha que conectó directamente en la mandíbula del hombre, haciéndolo caer al suelo con un fuerte golpe.
—¡No te atrevas a volver a tocar a mis amigos! —rugió Krimson, con los ojos brillando intensamente, aún con rastros de ese verde esmeralda que surgía en momentos de extrema tensión.
Welf, que ya se había recuperado un poco del golpe que lo mandó volando contra la puerta, se levantó y le dio un vistazo rápido a la escena. No pudo evitar sonreír al ver cómo Krimson tenía todo bajo control.
—¡Bell, ¿estás bien?! —preguntó Welf, preocupado, mientras corría hacia él. Bell, aún dolorido por los puñetazos, asintió con dificultad, pero una determinación renovada brillaba en sus ojos.
—S-sí... estoy bien —respondió Bell, limpiándose la sangre de la nariz rota—. Gracias, Krimson... y a ti también, Welf.
—No fue nada —respondió Welf, ayudando a Bell a levantarse—. Aunque parece que Krimson lo está disfrutando un poco más de lo esperado.
—Siempre lo hace —dijo Bell con una débil sonrisa.
Hyakinthos, por su parte, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. Se levantó, furioso, limpiándose la sangre que ahora brotaba de su labio partido. Miró a Krimson con desprecio y escupió al suelo.
—Eres... un maldito bastardo —gruñó Hyakinthos mientras se limpiaba la cara—. Esto no ha terminado. No tienes idea de con quién te estás metiendo.
Krimson lo miró fijamente, con una expresión fría.
—No me importa quién seas ni con quién estés. Nadie se mete con mis amigos y sale ileso —sentenció Krimson mientras se preparaba para seguir peleando.
—¡Luan-sama! —gritó uno de los compañeros de Hyakinthos, corriendo hacia él para ayudarlo a ponerse de pie—. Tenemos que retirarnos. Esto se va a salir de control.
Hyakinthos frunció el ceño, pero finalmente cedió, sabiendo que en ese momento no podía hacer mucho más. A regañadientes, dio un paso atrás y miró a Krimson, Bell y Welf con una mezcla de odio y promesa de venganza.
—Esto no ha terminado —repitió Hyakinthos antes de girar y marcharse con su grupo.
Krimson suspiró, relajando los puños mientras la tensión en el ambiente disminuía poco a poco. La taberna estaba hecha un desastre, con sillas y mesas tiradas por todas partes y los clientes susurrando sobre lo que acababa de suceder.
—Supongo que esto se salió de control más rápido de lo que esperaba —dijo Welf, sonriendo con cansancio mientras observaba el caos a su alrededor.
Lili, que había estado observando todo desde un rincón, corrió hacia Bell, preocupada por su estado.
—¡Bell-sama! ¿Estás bien? —preguntó, revisando sus heridas.
—Estoy bien, Lili... —respondió Bell con una sonrisa cansada, aunque visiblemente adolorido—. Gracias por preocuparte.
Krimson se quedó en silencio por un momento, observando cómo el grupo de Hyakinthos se alejaba. Su mente, sin embargo, no estaba del todo tranquila. Las palabras del Pallum y de Hyakinthos habían tocado viejas heridas que creía haber superado, pero que seguían doliendo en lo más profundo de su ser.
—Vamos... será mejor que nos vayamos antes de que esto empeore —dijo finalmente Krimson, dándole una palmada en la espalda a Bell—. Tenemos mejores cosas que hacer que perder el tiempo con idiotas.
El grupo asintió y, tras intercambiar algunas miradas preocupadas, decidieron marcharse de la taberna, dejando el caos atrás, pero con la certeza de que ese no sería el último enfrentamiento con Hyakinthos y sus compañeros.
________________________
—¡Bien hecho, Bell! ¡No sueles volver a casa después de una pelea! —dijo Hestia mientras curaba las heridas de Bell. Lili atendía las de Welf, mientras que Krimson estaba sentado en el suelo, mirando a la pared como un niño regañado—. Me alegra que tengas energía, pero me entristece verte lastimado.
—Bell-sama se ha vuelto muy violento últimamente —dijo Lili molesta—. ¡Seguro que es por las malas influencias! —añadió, mirando a Krimson con desaprobación mientras trataba sin mucho cuidado las heridas de Welf.
—No es justo, yo solo hablo y trato a la gente como se merece —dijo Krimson, todavía mirando la pared.
—Tratar a alguien justamente no significa romperle la nariz —respondió Lili, frunciendo el ceño.
—¡Lili! ¿No puedes ser más cuidadosa? —se quejó Welf, encogiéndose por el dolor.
—¡No! —respondió Lili secamente.
—No creo que debas pelear de esa manera, Krimson. Mírate, estás hecho un desastre —dijo Hestia mientras aplicaba una crema medicinal a Bell.
—Pero estaban diciendo cosas horribles sobre ti, diosa. Cuando lo escuché, no pude evitarlo... —dijo Bell, afligido.
—¡Eso es cierto! —intervino Krimson, volteándose para mirar a Hestia—. Bell y yo te defendimos, diosa. No me ignores, yo también estoy herido, ¿dónde está mi recompensa? —añadió, señalando su mejilla con exageración.
—Me alegra que se preocupen por mí, pero me entristece más verlos heridos por ello —dijo Hestia mientras caminaba hacia Krimson y le daba un suave beso en la mejilla.
—Diosa... —susurró Bell al ver cómo la diosa lo tomaba del rostro, acariciándole las mejillas con ternura.
—La próxima vez ignórenlos —dijo Hestia suavemente—. Díganles: “Mi diosa es demasiado importante como para que me molesten sus palabras”.
—Está bien, lo entendí. La próxima vez solo los noquearé sin romperles la nariz, lo siento —dijo Krimson con un suspiro resignado.
—Sí, la próxima vez no haré nada... Diosa, lo siento —dijo Bell, bajando la cabeza mientras Welf y Lili intercambiaban sonrisas divertidas.
—Pero me preocupa cómo actuaron —comentó Lili con seriedad—. Espero que no estén planeando vengarse.
—Eso es imposible. Ese idiota esclavista dijo: “Esto no ha terminado” —dijo Krimson con una expresión impasible.
—¿Quiénes eran? —preguntó Hestia, ahora visiblemente preocupada.
—La Familia Apolo —respondió Lili, haciendo que Hestia se tensara de inmediato.
—¿Qué? —exclamó Hestia, sorprendida.
_________________________
Al día siguiente, en el gremio
—¿Se pelearon con la Familia Apolo? —preguntó Eina, molesta, mirando al par de chicos frente a ella.
—Sí... Nuestra diosa nos regañó —respondieron los dos al unísono, mirando al suelo.
—Ese escarabajo es nuevo, ¿verdad? —le preguntó Krimson a Bell mientras observaba el suelo.
—Creo que sí, no lo había visto la última vez —dijo Bell, mirando también al insecto.
Ante esto, Eina suspiró.
—Entonces no tengo por qué decirles nada más, pero como su consejera, no me gusta escuchar este tipo de cosas.
—Lo siento, Eina —dijo Bell, mientras Krimson seguía distraído con el escarabajo.
—Ahora ya no tiene remedio, pero tengan cuidado a partir de ahora. Las batallas entre familias pueden convertir la ciudad en un campo de guerra —dijo Eina, sonriendo ligeramente.
—Sí... —respondió Krimson.
Saliendo de la sala, Eina les lanzó una última pregunta.
—¿Por qué irán al piso 13 ahora?
—Trato de mejorar paso a paso. Y Krimson no tiene a nadie con quien perder el tiempo —respondió Bell con una sonrisa.
—Ya veo. Buena suerte —dijo Eina, alejándose.
—¡Gracias! —respondió Bell, animado.
De repente, una voz femenina los interrumpió.
—Son Bell Cranel y el Sekiryuutei, ¿no?
Ambos chicos voltearon, encontrándose con una chica pelirroja de cabello corto y ojos amarillos, vestida de blanco, junto a otra joven de cabello largo y azul, con un ojo cubierto y ojos verde agua, vestida de negro. Ambas llevaban corbatas amarillas y el mismo uniforme, aunque en diferentes colores.
—¿Quién pregunta? —respondió Krimson, desconfiado al ver el emblema de la Familia Apolo en sus ropas.
—Sí, soy yo —dijo Bell.
—Dale esto a tu diosa —dijo la pelirroja, entregándole un sobre con el sello de la Familia Apolo.
—T-te... Ten... —dijo la chica de cabello azul, visiblemente sonrojada, mientras le entregaba un sobre similar a Krimson.
—Soy Daphne, y ella es Cassandra. Como habrán adivinado, somos de la Familia Apolo —se presentó la pelirroja.
—Son invitaciones para un banquete de Apolo —murmuró Cassandra tímidamente, evitando la mirada de Krimson—. No están obligados a ir, pero... —Cassandra recibió un suave golpe en la cabeza.
—Hicimos nuestro trabajo —dijo Daphne, comenzando a marcharse—. Adiós —añadió, haciendo que Cassandra la siguiera—. Mis condolencias —dijo Daphne, lanzando una última mirada a los chicos antes de alejarse.
_______________________
De vuelta en la iglesia abandonada de Hestia
—Ahhh... —suspiró Hestia mientras leía la carta—. No puedo creer que la Familia Apolo nos haya invitado ahora. No podemos ignorarlo, ¿verdad?
—En efecto, no podemos —dijo Krimson con seriedad, aunque la baba en su boca le restaba dignidad. Desde que escuchó la palabra “banquete”, solo podía pensar en una cosa: comida gratis.
—¿Es un banquete de los dioses? —preguntó Bell, algo intrigado.
—Sí, y uno bastante particular. Apolo y yo tenemos ciertos... asuntos pendientes desde los cielos. Bueno, invitaré a Miach y Take para ir juntos. Bell, Krimson, prepárense.
—Bien —dijo Krimson, con la mente ya en la idea de sacar a Asami a bailar.
—¿Todos iremos? —preguntó Bell, sorprendido.
__________________________
Esa noche, en el banquete...
—¡Te ves increíble, Bell! —dijo Hestia, mirando a Bell con orgullo mientras él se ajustaba el traje elegante que le había conseguido la diosa.
—Y tú también, Krimson —añadió, observando a Krimson, quien, irónicamente, vestía un elegante saco, pantalón y chaleco de un profundo color rojo vino, acompañado de una camisa y corbata negras, además de zapatos bien lustrados.
—No tienen que avergonzarse —dijo Hestia, luciendo un hermoso vestido azul con un escote que resaltaba su figura, con especial énfasis en su pecho.
—Ya veo... —murmuró Bell, un poco nervioso por la situación y el ambiente en el que se encontraban.
—Apolo insistió en que trajera a un miembro de mi familia. No es tan malo de vez en cuando aprovechar este tipo de invitaciones —comentó Hestia con una sonrisa, disfrutando de la pequeña victoria que sentía sobre Apolo al haber obtenido algo de él.
—Usted también se ve muy guapetona, diosa —dijo Krimson, sin dejar de observar a Hestia, impresionado por cómo lucía esa noche.
Hestia sonrió al escuchar el comentario de Krimson y, aunque intentaba mantener su dignidad como diosa, no pudo evitar sonrojarse un poco.
—Gracias, Krimson. Bueno, esta noche es para disfrutar —dijo Hestia con una sonrisa mientras se acomodaba su vestido.
—Muchas gracias, Hestia —dijo Miach al llegar, luciendo un elegante traje acompañado de Naaza, quien vestía un hermoso vestido rojo. —Conseguiste el carruaje, la ropa y todo para nosotros.
—No, lo hago para ayudar a Naaza. Todos necesitamos darnos un lujo de vez en cuando, ¿no? —respondió Hestia con una sonrisa cálida.
—Gracias, diosa Hestia —dijo Naaza, haciendo una reverencia de gratitud.
—El grupo de Takemikazuchi debe estar por aquí —añadió Hestia, volviendo su mirada hacia Krimson. —Vamos.
—¡Sí! —respondieron Krimson y Bell al unísono.
Una vez dentro del salón, el ambiente era tranquilo, pero lleno de una elegante expectativa.
—¡Hestia, Miach! ¡Y Bell, Krimson, y Naaza! —exclamó Hermes, acercándose con una sonrisa al reconocerlos.
—Tan escandaloso como siempre, Hermes —dijo Hestia mientras veía cómo el dios se acercaba acompañado de Asfi, Takemikazuchi, Mikoto y Asami. —Me sorprende que estés con Take.
—No estamos juntos porque quiera... —dijo Takemikazuchi, luciendo también un traje elegante, con una expresión incómoda.
—¡No seas así, Takemikazuchi! Los dos trabajamos juntos para salvar a Bell y Krimson, ¿no es cierto? —Hermes se recargó amistosamente en el dios, pero eso solo logró molestar aún más a Takemikazuchi.
—¡Quítate de encima! —gruñó Takemikazuchi, empujando a Hermes.
—¡Mikoto y Asami se ven geniales, pero ustedes también! —dijo Hermes, admirando el vestido lila de Mikoto. —¡Pero miren esto! —añadió señalando a Asfi. —Mi Asfi es genial, ¿no lo creen?
—Deténgase, señor Hermes —dijo Asfi, con un sonrojo notable, vestida con un delicado vestido rosa que dejaba sus hombros al descubierto, acompañada de guantes largos que llegaban hasta la altura del pecho. —Lo golpearé —añadió mientras el rubor en su rostro aumentaba.
—Eres muy linda cuando te sonrojas, Asfi —susurró Hermes, provocando que ella lo empujara con un leve pero efectivo empujón, mandándolo lejos.
Mientras todo esto sucedía, Krimson no pudo evitar notar a Asami frente a él. Ella se veía deslumbrante, llevando un vestido que apenas cubría sus muslos, dejando al descubierto sus hombros y resaltando un atrevido escote. Complementaba su atuendo con medias altas hasta los muslos, mangas que cubrían sus brazos hasta las muñecas, y unos pendientes azules que hacían juego con sus brillantes ojos del mismo color. Su largo cabello azabache caía en una perfecta cascada.
Asami se acercó a Krimson, tomando suavemente su corbata para atraerlo hacia ella. Con un tono seductor, le susurró al oído:
—Ese traje te queda muy bien —dijo en un tono coqueto, mientras le sonreía de forma provocativa. —Pero se vería mucho mejor en el suelo de mi habitación —añadió, mordiendo suavemente la oreja de Krimson, lo que provocó que el chico se sonrojara intensamente.
Antes de que pudiera reaccionar, la voz de Apolo resonó en todo el salón.
—¡Señores, gracias por venir! —anunció Apolo con una voz clara y fuerte, atrayendo la atención de todos los presentes en el salón. Su porte elegante y sonrisa encantadora dejaban claro que disfrutaba de ser el centro de atención.
—Ahí está el anfitrión —comentó Hermes con su típico humor, equilibrando un plato de comida en su cabeza como si nada.
—¿Ese es el dios Apolo? —preguntó Bell, observando al dios con curiosidad.
—Sí, eso parece —respondió Mikoto, seria, mientras su mirada evaluaba la situación.
Justo detrás de Apolo, cuatro figuras hicieron su aparición. Daphne, Cassandra y Hyakinthos, todos vestidos de manera impecable y casi idéntica, transmitían una imagen pulcra y elegante. Sin embargo, la cuarta persona, Aine, destacaba por razones perturbadoras. Obligada a usar un saco de papas que apenas cubría su cuerpo, con un collar y correa alrededor de su cuello, era tratada como una esclava, su humillación expuesta ante todos los invitados.
Krimson no pudo evitar sentir un profundo malestar al ver lo que le hacían. La ira comenzó a arder en su interior, especialmente al notar que Hyakinthos la trataba con absoluto desdén. Para Krimson, Hyakinthos no era más que un arrogante desperdicio de carne, y la ira de Ddraig resonaba dentro de él, compartiendo su desprecio.
Bell también se sorprendió al ver a Hyakinthos, pero era Krimson quien estaba al borde de perder el control. La injusticia que presenciaba lo llenaba de un profundo deseo de intervenir, de salvar a Aine de esa vida cruel. Sin embargo, fue Asami quien lo sorprendió con sus siguientes palabras.
—¿Cuánto costará comprarla? —preguntó Asami, volviendo su mirada a Krimson con calma.
Krimson se quedó en silencio por un momento, sin saber cómo interpretar la pregunta. Antes de que pudiera responder, Asami continuó:
—No me malinterpretes, no me gusta la idea del esclavismo —aclaró, manteniendo su mirada fija en él—. Pero en nuestra sociedad actual, esa sería la única forma de liberarla. Vi cómo la mirabas, sé que deseas salvarla —añadió con una suave sonrisa que contrastaba con la crudeza de sus palabras.
Krimson, aún asimilando lo que acababa de escuchar, sentía una mezcla de alivio y sorpresa. La solución que Asami proponía no era lo que él esperaba, pero tenía razón en algo: en esa sociedad, la única manera de liberar a Aine era a través de la compra. Su deseo de salvarla no podía ser ignorado, y la única pregunta que rondaba su mente ahora era si Apolo permitiría tal transacción.
Apolo continuó con su discurso lleno de vanidad, disfrutando cada momento en el que los demás dioses y diosas lo elogiaban.
—Decidí hacer un banquete diferente al de costumbre. ¿Lo disfrutan? Adornar a los hijos que tanto aman y traerlos a un banquete así es un buen cambio, ¿no? —dijo Apolo, con un aire de superioridad.
—¡Bien pensado, Apolo! —gritó un dios desde el fondo, uniéndose al coro de aplausos.
—¡Brillante! —añadió otro con entusiasmo.
—Me alegra ver a tantos dioses y diosas con sus hijos. Esta noche será para nuevos encuentros —dijo Apolo, haciendo una breve pausa para dirigir una mirada fugaz a Bell y Krimson. Ambos jóvenes notaron la sutileza de su atención antes de que el dios continuara—. Tengo esa sensación. ¡Bueno, la noche es joven! ¡Que todos se diviertan! —gritó, animando a los presentes, quienes rápidamente se sumieron en conversaciones y risas.
Mientras tanto, Hestia y Krimson arrasaban con el festín, ambos disfrutando de la comida en exceso. Bell, sin embargo, no podía dejar de observar a Apolo desde la distancia, notando lo cómodamente que el dios conversaba con otras diosas.
—¿Quieres hablar con Apolo? —preguntó Hermes al acercarse a Bell con su típica despreocupación.
—No, pensaba que mi diosa, Krimson y yo deberíamos presentarnos formalmente —respondió Bell, manteniendo la mirada fija en Apolo.
—Conozco a Apolo desde los tiempos en el cielo, es un tipo muy interesante... siempre tiene algún romance en marcha —comentó Hermes, alzando un poco la voz para que Hestia lo escuchara.
—¡Ni me preguntes! —dijo Hestia entre dientes, claramente molesta.
Hermes hizo una pausa, volviendo su tono más serio mientras miraba a Bell.
—Además... es muy rencoroso —añadió en voz baja, dejando caer la advertencia con intención.
En ese momento, Krimson, quien había estado concentrado en su plato, dejó de comer de golpe. Un recuerdo fragmentado golpeó su mente: un hombre, entre los 35 y 40 años, corría desesperadamente mientras una multitud lo perseguía. La voz de Apolo resonaba en el aire.
—¡No lo dejen escapar! ¡Es el maldito que mató a Angra! —gritaba Apolo con furia.
Krimson reaccionó instintivamente, ahogándose un poco con la comida y tomando apresuradamente la copa de vino más cercana para calmarse. La confusión lo invadió mientras miraba a Apolo con una mezcla de odio y temor, sin poder descifrar del todo qué acababa de sentir.
—¿A qué se refiere? —preguntó Bell, ignorando lo que ocurría con Krimson y centrado en la advertencia de Hermes.
Pero Hermes se distrajo al ver a Freya entrar al salón, acompañada por Ottarl y un joven atractivo con el cabello corto y negro.
—Ese es otro pez gordo —dijo Hermes, observando a Freya con interés.
—¿Quién es? —preguntó Bell, haciendo que Krimson volviera a ahogarse al escuchar lo que él consideraba una pregunta demasiado obvia.
—¿Nunca has oído hablar de ella? —respondió Hermes con incredulidad—. Freya, la diosa de la Familia Freya.
—¿Freya? —repitió Bell, observando cómo la diosa avanzaba por el salón.
—¡No la mires, Bell! —gritó Hestia, saltando a la espalda del muchacho para taparle los ojos—. ¡Si ves a la diosa de la belleza, quedarás encantado de inmediato! —añadió, causando una mezcla de vergüenza para Krimson y risas nerviosas entre los demás.
Freya, atraída por el alboroto que Hestia provocaba, sonrió con suavidad y se acercó al grupo.
—Cuánto tiempo, Hestia —saludó Freya con su habitual aire de elegancia, acompañada por Ottarl y el hombre de cabello negro—. Miach, Takemikazuchi y Sekiryuutei, ¿cómo están?
—Bien, supongo —respondió Hestia, tratando de ocultar su incomodidad con una sonrisa forzada.
—Hola... —dijo Takemikazuchi, bajando la mirada sonrojado, tratando de no parecer demasiado avergonzado.
—Me encuentro muy bien, hermosa divinidad —respondió Krimson por simple cortesía, haciendo una leve reverencia.
—Luces tan hermosa como siempre, Freya —dijo Miach, sonriendo con un aire relajado.
Las palabras amables de sus dioses provocaron molestia en Mikoto, Asami y Naaza, quienes intercambiaron miradas irritadas antes de pellizcar las nalgas izquierdas de sus respectivos dioses y compañero. Freya, sin prestarles mucha atención, se acercó a Bell, acariciando suavemente su mejilla, provocando que se sonrojara.
—¿Me darás un dulce sueño esta noche? —susurró Freya con una sonrisa tentadora.
—¡No! —exclamó Hestia, interponiéndose entre ellos rápidamente—. ¿Por qué te sonrojas, Bell? —le preguntó, furiosa, antes de apuntar a Freya—. ¡Va tras todos los hombres que ve! ¡Te devorará en instantes!
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —se disculpó Bell, nervioso, mientras Freya le sonreía a Hestia con una expresión neutral.
—Lamentablemente, parece que he molestado a Hestia. Me retiraré —dijo Freya, alejándose del grupo junto a Ottarl y el hombre que la acompañaba.
Krimson, todavía intrigado por la presencia del joven, levantó la voz para llamar su atención.
—¡Disculpa! —dijo, atrayendo la mirada del hombre—. ¿Cómo te llamas? —preguntó Krimson, con seriedad.
—Me llamo Cao Cao —respondió el joven con una sonrisa antes de seguir caminando junto a Freya y Ottarl.
—Ahí estás, enana —dijo la voz burlona de Loki, acercándose a Hestia y sus hijos. Todos se giraron al escucharla.
—Aiz... —susurró Bell, impresionado al ver a la rubia, quien llevaba un elegante vestido verde limón que realzaba su figura. Guantes largos verde oscuro cubrían sus brazos, y un collar con una gema del mismo color adornaba su cuello.
—¿Cuándo llegaste? ¡Te ves tan simple que ni siquiera noté tu presencia! —gritó Hestia, lanzando una mirada crítica a Loki, quien vestía un traje muy similar al de Krimson, pero en versión femenina. Su atuendo consistía en una camisa blanca con una corbata de pajarita negra y sin chaleco.
—¡Cállate, idiota! —espetó Loki—. Si tienes problemas, quédate con Freya. ¡Ella fue la que arruinó nuestra gran entrada!
—¡No culpes a los demás por tus tonterías! —respondió Hestia, entre risas—. ¿Qué pasa? ¿Te vistes como hombre porque un vestido mostraría que no tienes nada en el pecho?
La burla de Hestia prendió una chispa en Loki, quien apretó los dientes con visible molestia, mientras ambas comenzaban a discutir. Mientras tanto, Bell y Aiz seguían mirándose mutuamente, con una mezcla de admiración y timidez que no podía disimularse.
—¡Idiota! —gritó Loki, señalando a Aiz—. ¡La estrella de la noche es mi Aiz! ¿No lo ves?
Aiz, notando la mirada intensa de Bell, desvió la vista con un leve sonrojo, tirando suavemente del saco de Loki, como si pidiera que la discusión terminara. Pero Loki no prestó atención, concentrada ahora en los hijos de Hestia.
—¿Son tu dragón y tu conejo, enana? —preguntó Loki con una sonrisa burlona mientras examinaba a Krimson y Bell de arriba a abajo—. No llaman la atención. No se comparan con mi Aiz.
Las palabras de Loki cayeron como una losa sobre Bell, quien sintió cómo su autoestima se desplomaba. El comentario le hizo tambalearse internamente.
—No sea tan cruel, Loki-sama —dijo una voz masculina, cortante y educada. Mitsurugi Rin apareció tras su diosa, con una expresión calculadora—. Es cierto que no tienen el estatus social ni la clase de alguien como Aiz, pero esa no es razón para humillar a los plebeyos.
El comentario hizo reír a Loki, quien no parecía interesada en detenerse.
—Krimson —prosiguió Rin, acercándose al joven Sekiryuutei y extendiendo la mano para ofrecerle un saludo, en un gesto lleno de condescendencia.
Krimson, sin inmutarse, simplemente escupió en el suelo, ignorando la mano ofrecida. La tensión en el aire creció inmediatamente, ya que una ligera pero palpable aura dracónica empezó a emanar de Krimson, oscura y maliciosa.
—Ni una maldita mierda —dijo Krimson, con una mirada fría que atravesaba a Rin.
Rin, sin perder la calma, replicó con una sonrisa mientras liberaba su propia aura. A diferencia de la hostilidad de Krimson, la energía de Rin era tranquila y pacificadora, en contraste absoluto con la carga negativa que rodeaba a su rival.
—Veo que has comenzado a transformarte en dragón —dijo Rin, manteniendo su tono burlón—. ¿Acaso le vendiste tu cuerpo al dragón para obtener ese poder?
Las palabras de Rin cayeron como un cuchillo en la conciencia de Krimson, quien sintió cómo su sangre comenzaba a hervir. La ira de Ddraig resonaba en lo profundo de su ser.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —respondió Krimson con la voz tensa, mientras sus puños se apretaban tanto que sus nudillos se tornaron blancos. La energía oscura y dracónica a su alrededor creció, creando una atmósfera sofocante.
—¿No tengo idea? —Rin esbozó una sonrisa tranquila, disfrutando de la oportunidad de provocarlo—. He visto a muchos como tú, que se dejan consumir por la ambición y el poder. Es patético, ¿no crees?
Krimson avanzó un paso, sus ojos brillaban con una furia apenas contenida. Sentía las palabras de Ddraig en su mente, incitándolo a liberar el poder. Sin embargo, una chispa de autocontrol lo retuvo. Sabía que caer en las provocaciones de Rin solo le daría la victoria que él buscaba.
—No eres más que un arlequín arrogante —dijo Krimson, con veneno en su voz—. Si de verdad crees que entiendes lo que es el sacrificio, estás mucho más perdido de lo que pensaba.
Rin iba a responder, pero una tensión distinta llenaba el ambiente justo frente a ellos.
—¡Puede que Krimson no sobresalga tanto, pero mi Bell es más lindo que tu Wallen-lo-que-sea! ¡Es adorable como un conejito! —gritó Hestia, defendiendo a sus hijos, aunque su énfasis se centraba en Bell.
—Diosa... —murmuró Krimson, sentado en el suelo en posición fetal, rodeado por una oscura aura de depresión.
—Ya, ya, no te preocupes por lo que dice —dijo Rin, con una voz que intentaba sonar conciliadora, aunque con un tono condescendiente evidente—. Somos rivales, no tienes que tomarlo tan a pecho. Es obvio que yo soy más guapo.
—¡No me hagas reír, idiota! ¡Mi Aiz es más fuerte, más linda y más genial que cualquiera de los tuyos! —gritó Loki, haciendo que una pequeña multitud que los rodeaba se entretuviera.
—¿Qué? —dijo Hestia, burlándose abiertamente.
Loki, evidentemente irritada, frunció el ceño.
—Esa enana me arruina el humor. Vamos, Aiz, Rin. —Loki hizo un gesto para que sus hijos la siguieran.
—¡Lo mismo digo! ¡Vamos, Bell, Krimson! —replicó Hestia, llevándose a sus propios hijos.
Ambas diosas y sus respectivos grupos se alejaron en direcciones opuestas, dejando a la multitud entretenida con sus extravagantes intercambios.
Bell, sin embargo, no pudo evitar fijar su mirada en Aiz mientras se marchaba con Loki y Rin. Una sensación amarga se formó en su pecho.
—Sí... —pensó Bell—. Esa es la verdadera distancia entre las familias. Lo que he tenido hasta ahora no era normal.
Mientras Bell seguía a Hestia y Krimson con una expresión abatida, alguien más estaba tomando nota de la situación.
El dios Hermes observaba con una sonrisa astuta, maquinando sus propios planes mientras seguía la interacción entre Bell y Aiz.
—El ambiente aquí es aburrido... —murmuró Krimson en voz alta, antes de cambiar de tema rápidamente—. Demonios, ni siquiera pude hablar tanto como quería con Asami.
Justo en ese momento, algo llamó su atención. Giró la cabeza y vio a Hyakinthos en la distancia, hablando con un hombre alto de cabello negro y lentes. Este hombre le entregaba algo a Hyakinthos, quien lo tomó con una sonrisa.
Krimson frunció el ceño, sintiendo que algo no estaba bien. Cuando Hyakinthos lo notó observando, le lanzó una mirada fría, pero antes de que pudiera actuar, Mikoto se acercó a Krimson.
—Me has salvado —dijo Krimson con un suspiro de alivio, agradecido por la interrupción.
—¿De qué lo salvé exactamente, Krimson? —preguntó Mikoto, con una expresión curiosa.
—De nada importante. No te preocupes —respondió Krimson, notando que Hyakinthos y el hombre de lentes ya se habían ido. Luego, girándose hacia Mikoto, añadió—: Y por cierto, no me digas "señor" ni uses ningún honorífico conmigo. Solo dime Krimson. Somos amigos, ¿no? —sonrió, ofreciéndole la mano.
—Está bien, Krimson. —Mikoto respondió su sonrisa y estrechó su mano—. A propósito, ¿por qué no has invitado a bailar a Asami?
Mikoto señaló a Asami, quien estaba siendo asediada por varios hombres, algunos de ellos pidiéndole que bailara y otros, incluso, proponiéndole matrimonio. No era de extrañar, ya que Asami, conocida como "The Blessed Sword", era una famosa aventurera por su increíble habilidad con la katana y su magia curativa, además de su innegable belleza. Su cabello negro, ojos azules brillantes y una figura despampanante, con curvas notables y un trasero particularmente llamativo y grande, la convertían en el centro de atención.
—Lo iba a hacer, pero estaba ocupado discutiendo con un idiota —dijo Krimson, recordando su reciente enfrentamiento con Rin.
—Pues deberías hacerlo rápido —dijo Mikoto mientras se retiraba hacia donde estaba Takemikazuchi—. Alguien podría adelantarse a ti.
Krimson miró hacia Asami una vez más, viendo cómo algunos hombres seguían insistiendo en que bailara con ellos. Sabía que no tenía mucho tiempo si quería actuar antes de que otro lo hiciera.
—¿Yo? —respondió Asami con una sonrisa fingida, retrocediendo ligeramente, tratando de evitar el contacto.
—Vamos, di que sí —insistió uno de los hombres, tomando su mano con un poco más de fuerza de la necesaria.
Asami dio un pequeño sobresalto, pero antes de que pudiera reaccionar, sintió cómo alguien la abrazaba suavemente desde atrás, haciendo que su cuerpo se pegara al de quien la sujetaba.
—Ella ya tiene compañía —dijo Krimson, apoyando su cabeza en el hombro de Asami de manera protectora, pero sin incomodarla.
—¡Tch! Maldición... Está con el Bastardo. —gruñó el hombre, retirándose con aire de indignación.
—Sekiryuutei... —murmuró otro con desprecio, apartándose con el mismo desdén.
El resto de los hombres siguió su ejemplo, dejando sola a la pareja en medio de la multitud.
Asami, ahora liberada de la insistencia de los demás, soltó un suspiro de alivio y luego sonrió coquetamente hacia Krimson.
—Gracias, Krimson —dijo, inclinándose un poco hacia él, su tono suave pero cargado de cierta picardía.
Krimson, sin embargo, se puso nervioso. Las palabras parecían atascarse en su garganta mientras intentaba mantener la compostura. Echó un vistazo hacia adelante y vio cómo Mikoto y Takemikazuchi, desde una distancia, le alzaban el pulgar en señal de apoyo. Ese gesto le dio el valor que necesitaba.
Tomando aire, Krimson se arrodilló frente a Asami, extendiendo una mano hacia ella con una elegancia inesperada.
—Hermosa dama, ¿me concedería el honor de bailar conmigo este agradable baile? —dijo, con una voz suave y seductora. Los modales que había aprendido de la diosa Astrea y sus compañeras emergían sin que él siquiera lo notara del todo, aunque jamás admitiría en voz alta de dónde había adquirido ese refinamiento.
Asami lo miró sorprendida por su gesto, su sonrisa suavizándose mientras extendía su mano hacia él, aceptando la invitación.
Krimson se levantó lentamente, tomando la mano de Asami con una delicadeza que contrastaba con la imagen feroz que solía proyectar. Sus ojos se encontraron, y por un momento, todo el ruido alrededor de ellos se desvaneció.
—No sabía que supieras ser tan caballero, Krimson —dijo Asami con una sonrisa juguetona mientras él la guiaba al centro de la pista de baile improvisada.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondió él con una leve sonrisa, sintiendo un poco de confianza al ver cómo ella se relajaba en su compañía.
Krimson colocó una mano en la cintura de Asami, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela de su vestido, mientras la otra mano mantenía un agarre suave pero firme en la de ella. El ritmo de la música era tranquilo, lo que les permitía moverse con gracia entre la multitud. Asami parecía impresionada desde el primer paso.
—Vaya, parece que tienes talento para esto —dijo Asami, sorprendida por lo natural que Krimson se movía.
Krimson esbozó una sonrisa. —Bueno... digamos que tuve algo de práctica —murmuró, recordando los largos entrenamientos con Ryuu en la familia Astrea, donde no solo aprendió a pelear, sino también modales, baile y otras disciplinas que nunca pensó necesitar.
—¿La camarera fue quien te enseñó? —preguntó Asami, como si adivinara sus pensamientos.
—Sí... —Krimson asintió, girándola suavemente en un movimiento fluido—. Ryuu y algunas de las otras chicas en la familia Astrea me enseñaron. En ese entonces no sabía para qué me serviría, pero... —la miró a los ojos, con un toque de humor—. Supongo que ahora tiene sentido.
Asami soltó una pequeña risa, mientras su cuerpo seguía el ritmo de Krimson de manera impecable. Él la giraba, la sostenía y la hacía deslizarse por la pista como si lo hubieran hecho miles de veces antes. Era como si se entendieran sin palabras, moviéndose al compás de la música y de la confianza que ambos sentían en ese momento.
—Debo admitir que esto me está sorprendiendo —dijo Asami mientras giraba una vez más, sus ojos brillando—. Nunca imaginé que el 'bastardo Sekiryuutei' supiera bailar así.
Krimson dejó escapar una risa baja. —Tampoco es que me lo pase mostrando mis habilidades en las fiestas, pero por ti haré una excepción.
Asami lo miró con una mezcla de diversión y curiosidad. —¿Así que solo bailas para mí, eh? Eso es todo un honor, Krimson.
Él sonrió, un leve rubor en sus mejillas, mientras la giraba una última vez, acercándola a él con suavidad. —Tal vez lo sea.
El baile continuó durante unos minutos más, ambos cómodos en la compañía del otro. Krimson no podía evitar sentir que cada paso lo acercaba más a Asami, mientras que ella parecía cada vez más relajada y feliz en sus brazos.
—Eres todo un misterio, Krimson —dijo Asami en voz baja mientras la música comenzaba a desvanecerse.
—Quizá deberías intentar resolverlo entonces —respondió él con una sonrisa, mientras la música llegaba a su fin y ambos se detenían, aún sosteniéndose mutuamente, inmersos en la atmósfera que habían creado.
De fondo, Bell bailaba junto a Aiz, ambos compartiendo sonrisas mientras Asfi intentaba, sin mucho éxito, retener a Loki y Hestia.
—Hermes-sama, no pienso hacerme responsable por esto —dijo Asfi, manteniendo a las diosas a raya mientras lanzaba una mirada a su dios.
—Sí, no te preocupes... Yo me encargo —respondió Hermes, sudando frío con una sonrisa preocupada.
Todo parecía tranquilo, hasta que una voz familiar resonó en la sala.
—¿Disfrutan de la fiesta? —preguntó Apolo, su tono impregnado de arrogancia, atrayendo la atención de todos los presentes mientras avanzaba con paso firme.
Las luces del salón se apagaron de repente, y dos focos se encendieron, iluminando a Krimson, que aún bailaba con Asami, y a Bell, que estaba con Aiz. Apolo, con una sonrisa que destilaba superioridad, se acercó a ellos, deteniéndose justo frente a Krimson y Bell. Su mirada, lasciva y llena de arrogancia, recorrió a los dos chicos, haciendo que un escalofrío recorriera sus espinas.
—¡Bell, Krimson! —gritó Hestia, colocándose protectora frente a sus hijos.
—Hola, Hestia. —Apolo le dirigió una mirada cargada de suficiencia—. Supe que mis hijos tuvieron un altercado con tu familia el otro día. —La mueca en su rostro era insoportablemente condescendiente.
—Sí, lo siento... —respondió Hestia, visiblemente incómoda, evitando el contacto visual.
—Mis hijos terminaron malheridos. Creo que una compensación sería lo justo —continuó Apolo, sin borrar la sonrisa arrogante de su rostro.
—¿A qué te refieres? ¡Mis hijos también salieron heridos! ¡No fue solo su culpa! —replicó Hestia, defendiéndolos.
—¿Ah, sí? Entonces míralo por ti misma —dijo Apolo, señalando a un lado. Una luz se encendió, revelando a Luan, vendado de pies a cabeza, con yeso en el antebrazo izquierdo y la pierna derecha, apoyado en una muleta.
—¡Ay! ¡Duele mucho! —exclamó Luan, fingiendo dolor exageradamente.
Bell parecía sorprendido por la escena, pero Krimson, más escéptico, no pudo evitar pensar: ¿En serio no podían fingir mejor?
—Bell, Krimson... ¿De verdad...? —dijo Hestia, dudando por un momento.
—¡Pueden echarme la culpa de muchas cosas! —dijo Krimson, dando un paso al frente—. ¡Pero jamás golpearía a un Pallum!
—¡No! ¡No hice eso! —exclamó Bell, defendiéndose también.
—Me informaron que ellos fueron los agresores. Hay testigos, no pueden negarlo —dijo Hermes, señalando detrás de Luan. Una luz reveló a tres figuras conocidas: el elfo, el joven y el hombre mayor de la taberna, todos vestidos elegantemente y sonriendo con aires de superioridad.
—Es una trampa... —murmuró Takemikazuchi, claramente indignado.
—¡Esto es absurdo! No pienso perder más tiempo con esto. ¡Vámonos, Bell, Krimson! —dijo Hestia, lista para marcharse, fastidiada por el patético montaje de Apolo.
—Ohhh... —Apolo alzó las cejas, manteniendo esa expresión de lascivia—. ¿Así que estás admitiendo tu culpa, Hestia? —dijo con sorna, mientras una gota de saliva caía por sus labios. Entonces, extendió los brazos dramáticamente—. ¡Muy bien! ¡La familia Apolo reta a la familia Hestia a un Juego de Guerra!
El silencio en el salón fue reemplazado rápidamente por un murmullo de emoción. Los dioses y sus hijos celebraban la noticia con entusiasmo.
—¡Sí, un Juego de Guerra! —gritó un dios desde la multitud.
—¡Apolo es implacable! —comentó otro, lleno de emoción.
—¡Esto va a ser grandioso! —exclamó una diosa, anticipando el conflicto.
—Si ganamos... —continuó Apolo, señalando a Bell y Krimson—. ¡Me llevaré a tus hijos, Bell Cranel y Krimson! —gritó, mientras Hestia lo miraba horrorizada. Apolo se relamió los labios con una expresión de éxtasis, su respiración entrecortada por la lujuria y el poder que ansiaba.
Próximo episodio: Apolo: Dios sol
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top