conversión
—¡Por favor! ¡Deme más de su bebida, Soma-sama! —rogó una chica, aferrándose a la manga del guardia—. ¡Solo un sorbo más!
—¡No puedo vivir sin ella! —gritó un hombre desesperado, mientras una larga fila se extendía detrás de ellos.
En sus aposentos, el dios Soma trituraba ingredientes en un molcajete, absorto en su propia creación. La puerta se abrió con un crujido.
—Soma-sama. Soy Zanis. —anunció este, inclinando ligeramente la cabeza antes de continuar—. La niña perdida, Liliruca Arde, ha vuelto. Dice que cambiará su conducta y servirá a la familia... —fue interrumpido abruptamente por la llegada de Lili.
—¡Soma-sama! ¡Por favor, déjeme dejar la familia! —suplicó Lili con desesperación.
Sin embargo, el dios no se inmutó. Continuó mezclando en su molcajete, como si las palabras de Lili no hubieran siquiera alcanzado sus oídos.
—¡Soma-sama! —insistió Lili, rogando una vez más, su voz quebrada por la angustia.
—¿Qué tonterías son estas? —dijo Zanis con seriedad, dirigiendo una mirada despectiva a Lili—. Arde, si quieres irte, debes pagar el precio —añadió, esbozando una sonrisa maliciosa—. Lo sabes, ¿no?
—¿El precio? —preguntó Lili, con el rostro pálido.
—Sí. Debes pagarle a Soma-sama por todo lo que ha hecho por ti —explicó Zanis, con una sonrisa cada vez más cruel—. Debería bastar con 10 millones de valis.
—¡No! ¡No tengo tanto dinero...! —exclamó Lili, interrumpida por Zanis, que restó importancia a su objeción con un gesto despreocupado.
—Es suficiente, ¿verdad, señor? —dijo Zanis, confiado en que su palabra era la ley en ese lugar.
—Hazte cargo... —respondió Soma, sin siquiera levantar la vista, dejando a Lili destrozada e incrédula.
—Qué tonta eres, Arde —se burló Zanis, frente a la celda donde Lili estaba encerrada—. A ese dios solo le interesa su alcohol. No importa lo que le digas, no te escuchará. Y tú no mencionaste nada sobre irte, ¿verdad? —añadió con un tono burlón, obligando a Lili a recordar su fatídico encuentro con él horas antes.
Flashback:
—Ahí estás, Arde —dijo Zanis, interceptando a Lili.
—¿Zanis? —respondió ella, sorprendida.
—Me alegra verte bien. Pensé que habías muerto —dijo, esbozando una sonrisa, aunque sus palabras eran veneno disfrazado.
—¿Por qué? ¿Por qué ayudan a la familia Apolo? —preguntó Lili desesperada, incapaz de comprender la traición.
—Nos contrataron, claro está. Pero tenemos otra razón para participar en este conflicto —respondió Zanis, mientras una sonrisa más oscura se formaba en su rostro.
—¿Qué razón? —insistió Lili, con el corazón encogido.
—Recuperarte, Arde. —dijo, sorprendiendo a Lili—. ¡Eres nuestra querida compañera! No podemos dejar que otra familia te tenga —añadió, claramente mintiendo, pero jugando con sus emociones—. La justicia nos acompaña.
—No... ¿Es mi culpa? —susurró Lili, casi paralizada por el shock, mientras Zanis saltaba ágilmente a un tejado cercano.
—No te preocupes. La familia Hestia, que te engañó, te utilizó y abusó de ti, pronto será destruida —dijo Zanis con frialdad, dándole la espalda a Lili, sin darle oportunidad de replicar.
—Deténganse, por favor... —suplicó Lili, con lágrimas en los ojos—. ¡Déjenlos en paz! ¡Volveré con Soma-sama! ¡Por favor!
Fin del flashback.
—Retiré las tropas por lo que dijiste. Ahora es tu turno de servir a la familia —dijo Zanis, su tono gélido y autoritario.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó Lili, con la voz apagada y una mirada vacía, que contrastaba con su antiguo espíritu luchador.
Zanis sonrió satisfecho. —Tienes una magia de transformación rara —reveló, haciendo que los ojos de Lili se abrieran con sorpresa.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó, su voz temblando.
—Soma-sama me lo dijo. A pesar de todo, siempre me escucha como su comandante —presumió Zanis, su tono lleno de arrogancia—. Pasarás el resto de tu vida sirviéndome a mí y a la familia —dijo con una carcajada, mientras Lili apretaba los dientes de rabia e impotencia.
—Idiota —murmuró uno de los guardias al ver a Zanis salir.
Al día siguiente:
—Ya casi es hora del juego de guerra, ¿verdad? Nya —dijo Chloe, con una sonrisa de anticipación.
—Escuché que Hestia no irá a la reunión de los dioses. ¿Es cierto? Nya —añadió Anya, intrigada.
—Tampoco veo al chico de cabello plateado ni al de pelo negro. ¿Pensarán huir? —dijo Chloe, mirando alrededor.
—Bell no huirá —intervino Syr, desde la ventana, mientras miraba el cielo—. Nunca.
—Krimson podrá ser muchas cosas —dijo Ryuu, sacando la basura—. Podrá ser un pervertido de closet, un mujeriego... cobarde... —continuó, lo que provocó que las chicas la miraran confundidas, sin saber si lo estaba defendiendo o difamando—. Pero... él nunca escapa de una pelea.
—Eso espero, nya —dijo Anya, con un gesto reflexivo.
—Los animaremos, nya —agregó Chloe, sonriendo.
Mientras tanto, en la pequeña casa de Miach
—Por fin encontramos dónde tienen al soporte. —dijo Hestia con firmeza, señalando un punto en el mapa desplegado sobre la mesa—. Es una cervecería de la familia Soma, cerca del canal. Mañana sacarán el siguiente cargamento de alcohol —continuó, regodeada ante Welf, Asami, Mikoto, Chigusa, Ouka y Naaza—. Estará menos protegida durante la noche, así que atacaremos entonces.
—Diosa Hestia, ¿puedo preguntar algo? —dijo Ouka con seriedad.
—¿Qué pasa, Ouka? —respondió Hestia, algo intrigada por el tono.
—La prioridad de la familia Hestia debería ser ganar el juego de guerra. Aunque logremos salvar a Liliruca Arde, los de otras familias no pueden participar. —Ouka la miró fijamente—. ¿Realmente tenemos tiempo para esto?
—Cuida tus palabras, Ouka. —intervino Welf, enfurecido, mientras tensaba el puño.
—Bell y Krimson no podrán pelear bien si están preocupados por Lili. —explicó Hestia con serenidad—. Entrenan arduamente, pero su soporte es importante para ellos.
Mientras tanto, Bell entrenaba incansablemente junto a Aiz, quien lo sometía a un riguroso entrenamiento, sin darle tregua. Por otro lado, Krimson se encontraba corriendo entre las montañas al este de Orario, perseguido por un enorme dragón de 20 metros, con escamas púrpura y cuernos amarillos. Ambos hacían lo que podían para fortalecerse para el juego de guerra.
—Hacen lo que pueden para fortalecerse, pero no podrán dar todo de sí si se preocupan por su soporte. —continuó Hestia, sonriendo con confianza—. Conocen la debilidad de estar solos, pero también saben la fuerza de tener compañeros. Y yo les prometí que me ocuparía de ella. Como diosa, no puedo retractarme. Todo está conectado. Salvarla los fortalecerá a ellos también.
—Y yo necesito su ayuda. —concluyó Hestia.
—Sí, claro. —dijo Welf, decidido.
—Cuenta conmigo. —añadió Asami con determinación.
—Por supuesto. —asintió Mikoto.
—Entendido. —dijo Naaza, convencida.
—Los ayudaremos. —afirmó Ouka, finalmente convencido.
En la reunión de los dioses
Impactando sus manos contra la mesa con frustración, Apolo exclamó:
—¿Qué hace Hestia? ¿No faltará de nuevo? —preguntó molesto, su voz llena de impaciencia.
—Está enferma, ¿qué esperabas? —respondió Miach con tranquilidad—. Después de que la persiguieras por toda la ciudad, es lo más lógico.
—Tiene una fiebre terrible. —añadió Takemikazuchi, apoyando la explicación de Miach.
—Debe ser una mentira. Seguro que esa enana está preparando su huida. —dijo Loki, provocando las risas de varios dioses presentes.
—No sabe cuándo rendirse. —dijo Apolo, frunciendo el ceño—. Le diré al gremio que se retiran.
Justo en ese momento, para sorpresa de todos, Hestia hizo su entrada, con una sonrisa que dejó boquiabierto a Apolo.
—Hola, lamento la tardanza. —dijo con una sonrisa confiada, avanzando hacia su lugar—. Aquí estoy.
Apolo, recuperando la compostura, fue directo al grano:
—Si ganamos el juego de guerra, me llevaré a Bell Cranel y a Krimson, el Sekiryuutei. Que quede claro desde el principio.
Hestia lo miró fijamente antes de responder:
—¿Y si ganamos nosotros?
—Aceptaré cualquier condición que pongas. —respondió Apolo con arrogancia, volviéndose hacia el escriba—. Anota todo. No quiero que nada quede fuera. —dijo con una sonrisa confiada.
—¿Y cómo piensan pelear? —dijo Loki, visiblemente impaciente—. No será divertido si la arruinan. —Su comentario provocó una ola de emoción entre los demás dioses.
—Solo tenemos a Krimson y a Bell. —respondió Hestia, pensando rápidamente—. ¿Por qué no elegimos un representante para pelear? —propuso rápidamente, buscando una solución.
—¡Ja! Solo tienes a dos porque eres una perezosa. No puedes usar eso como excusa. —se burló Hermes, molestando aún más a Hestia—. Escuchemos lo que piensan los demás. Podríamos dejarlo a sorteo de entre las propuestas.
Frente a una caja llena de propuestas, Hermes se encontraba visiblemente incómodo.
—¿De verdad quieren que haga algo tan importante? —preguntó con una gota de sudor en la frente.
—Eres neutral y de confianza. —dijo Apolo, con su característica arrogancia.
—Contamos contigo, Hermes. —añadió Hestia, confiando en él.
—Cielos... —murmuró Hermes, resignado.
Hermes metió la mano en la caja y escogió un papelito al azar. Todos los dioses contuvieron la respiración mientras él lo abría y leía el resultado.
—Lo siento... es un asedio. —anunció Hermes, mostrándolo con una sonrisa tensa.
—¡¿Qué?! —gritó Hestia, golpeando la mesa con sus puños, visiblemente frustrada.
—¡Jajaja! ¡Genial! Se eligió justamente. No te quejes, Hestia. —exclamó Apolo, regocijándose en su victoria.
—De entre todas las propuestas, saca eso... —murmuró Miach, claramente pesimista.
—La cantidad de gente es mucho más importante en un asedio. —agregó Takemikazuchi en el mismo tono sombrío.
—No puedes defender un castillo solo con dos personas. —dijo Apolo con arrogancia—. Así que ustedes tendrán que atacar. —añadió con una sonrisa maliciosa.
Rápidamente, Hermes levantó la mano.
—Lo siento, ¿puedo decir algo? —preguntó incómodo—. No es porque yo hiciera el sorteo, pero esto no es justo. —expuso Hermes frente a los dioses—. ¿Qué tal si dejamos que el bando de Hestia tenga algo de ayuda? —sugirió, mirando con cautela a Apolo.
—¡No! —negó Apolo de inmediato, levantando la voz—. Un juego de guerra es una batalla entre familias. Si tiene ayuda, las reglas divinas... —se quejó, pero fue interrumpido por una voz suave y firme.
—¿Tienes miedo, Apolo? —dijo Freya, con una sonrisa juguetona. Apolo se volvió bruscamente para mirarla—. ¿De verdad te preocupa tanto que reciba ayuda? ¿Tan poco amas a tus hijos? —lo provocó, manteniendo su sonrisa serena.
—¡Cierto! —gritó otro dios, apoyando la idea de Freya.
De inmediato, más dioses comenzaron a alzarse, apoyando la moción.
—¿Freya? —dijo Hestia, sorprendida por la inesperada intervención.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda! —comenzaron a corear los dioses, creando un ambiente cargado de emoción.
—¡No me insulten! —gritó Apolo, desesperado por recuperar el control—. ¡De acuerdo! Puede tener un ayudante. —aceptó finalmente, para alivio de Hermes—. Pero solo uno, y debe ser de una familia *fuera de Orario*. ¿Qué tal eso? —preguntó, con los brazos cruzados, buscando una forma de asegurarse la ventaja.
El ambiente en la sala se volvió más tenso al escuchar su propuesta.
—Mezquino. —murmuró Takemikazuchi, con un gesto de disgusto.
—Mezquino. —repitió Miach, con el mismo tono.
—Qué mezquino. —dijo Hestia, casi con asco.
Bajando en el ascensor
Hestia observaba los números del ascensor mientras descendían.
—Estamos en desventaja, pero con la presión que llevan Bell y Krimson, incluso una persona más puede hacer la diferencia. —dijo reflexionando.
—Pero, ¿tienes a alguien en mente? —preguntó Takemikazuchi—. ¿Conoces algún buen aventurero fuera de Orario?
—Tengo una candidata. —respondió Hestia con una sonrisa—. Dejaré que Hermes se encargue de las negociaciones.
El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron, y Hestia salió caminando.
—Pero todo esto... —dijo, volteando a mirar a los demás antes de continuar—. Tendrá que esperar hasta que salvemos al soporte. —concluyó con una sonrisa decidida.
Desde la celda de Lili, el sonido de unos pasos descendiendo por las escaleras resonaba con eco en el frío ambiente de piedra.
—¿Cómo te sientes, Arde? —preguntó Zanis con una sonrisa maliciosa.
—Terrible. —respondió Lili con un semblante serio y una mirada cargada de odio—. ¿De verdad no han lastimado a Bell-sama, Krimson-sama y Hestia-sama?
—Claro que no. —dijo Zanis, siendo sorprendentemente honesto—. Pero bueno, vine a hablar de negocios. Vamos a usar tu magia de transformación para hacer una fortuna.
—¿Dinero otra vez? —replicó Lili con desprecio—. Viniste por mí solo por tu codicia, y has empeorado las cosas para Bell-sama, Krimson-sama y Hestia-sama.
—¿Y qué tiene de malo la codicia? —gritó Zanis de repente—. ¡Quiero lo que Soma-sama tiene! Dinero, mujeres, comida... ¡Quiero disfrutar de todos los placeres del mundo! —pateó una de las varillas de la celda, haciendo que se sacudiera—. ¡Amo esta familia! ¡No importa cuántas cosas malas haga, mi Dios no dice nada! ¡Puedo hacer lo que quiera! ¡Es el mejor sitio para mí! —añadió con una expresión facial de pura avaricia, que resultaba repugnante.
—Revelas tus verdaderos pensamientos. —dijo Lili con asco, notando lo evidente.
—Vaya, vaya... —murmuró Zanis, acomodándose las gafas—. De todos modos, me vas a ayudar. Mañana por la mañana iremos a la dungeon y... —Antes de que pudiera terminar, una fuerte alarma interrumpió sus palabras.
Zanis y Lili se giraron al mismo tiempo, cuando el guardia que custodiaba la celda entró con expresión impasible.
—Unos intrusos han entrado. Una diosa joven los acompaña. —dijo sin mostrar emoción.
—Ya veo. Deben ser eliminados. —respondió Zanis, restándole importancia.
—¡Espera! ¡Ese no era el trato! —gritó Lili, aferrándose a los barrotes de su celda—. Dijiste que no los lastimarías.
—Ellos atacaron primero. ¿Qué podemos hacer? —contestó Zanis con crueldad, sonriendo maliciosamente.
—En ese caso, no te ayudaré. —dijo Lili, desafiando su autoridad.
Zanis se acercó con una sonrisa siniestra, su rostro a solo unos centímetros del de ella.
—En ese caso, te daré de beber del vino de nuestro Dios. —amenazó Zanis—. Ese deseo hará que te conviertas inmediatamente en una esclava obediente. ¿Recuerdas ese placer, verdad? —susurró, provocando que Lili retrocediera con horror, golpeando su frente contra los barrotes, haciéndose sangrar un poco.
—Chandra, vigílala bien. —ordenó Zanis antes de marcharse, sin molestarse en mirar atrás.
—Arrogante. —murmuró Chandra con desprecio, observando cómo Zanis desaparecía por el pasillo.
Lili, desesperada, pensaba frenéticamente. —Tengo que salir de aquí. Tengo que hacer que se vayan antes de que sea demasiado tarde. — Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó el sonido metálico de unas llaves cayendo al suelo. Miró rápidamente hacia el interior de su celda y, para su sorpresa, las llaves estaban ahí, a sus pies.
—¿Por qué...? —susurró incrédula, levantando la mirada hacia Chandra.
—Él no me agrada. No vi nada. Haz lo que quieras. —respondió Chandra con indiferencia, bebiendo agua con los ojos cerrados.
Sin perder tiempo, Lili tomó las llaves y abrió la celda. Salió corriendo por las escaleras que llevaban al piso superior, hasta que, desde una posición elevada, vio la batalla que se libraba afuera. Welf estaba peleando ferozmente con su espada contra un semi-elfo. Mikoto, con precisión, cortaba en dos la lanza de uno de sus oponentes. Asami desvió el ataque de un hombre bestia con su katana, mientras Ouka hizo retroceder a varios hombres al impactar su hacha con fuerza contra el suelo, fragmentándolo. Chigusa esquivaba ágilmente un ataque sorpresa, bloqueándolo con su daga.
—Welf-sama... Y el grupo de Asami-sama... —murmuró Lili sorprendida—. ¡Váyanse de aquí! —gritó desesperada, temiendo por su seguridad.
—¡Soporte! ¿Estás bien? —gritó Hestia desde abajo, mirándola con preocupación—. ¡Estoy bien, pero váyanse!
—¡No podemos! ¡Te sacaremos de aquí! —le gritó Hestia, decidida.
—¿Por qué? No quería causarles más problemas... no quería involucrarlos... por eso... —dijo Lili, cerrando los ojos con frustración.
—¡Bell y Krimson te necesitan! —gritó Hestia, sorprendiéndola—. ¿Alguna vez te abandonaron? ¿Pensaste que no les importaba que te fueras? —preguntó la diosa con vehemencia.
—Pero... —Lili comenzó a llorar, mientras veía cómo Welf contraatacaba a un grupo de hombres y Mikoto ayudaba a Asami.
—¡Eso no importa ahora! —continuó Hestia—. ¡Vamos a tener un juego de guerra contra la familia Apolo! ¡Bell y Krimson están entrenando por su cuenta para hacerse más fuertes! —le explicó con seriedad.
En otro lugar, Bell estaba siendo atacado por Tiona y Aiz, mientras Krimson se encontraba meditando en la cima de una montaña, atado con cadenas. Estaba rodeado por dragones de fuego, y un enorme dragón de veinte metros, con escamas moradas y cuernos amarillos, lo observaba desde el cielo antes de lanzarse en picada hacia él.
—¡Ellos confían en que volverás! ¡Te están esperando! —gritó Hestia con fuerza—. ¡Todos queremos ayudarlos! —exclamó mientras Ouka mandaba a volar a un oponente con su enorme hacha y Chigusa noqueaba a otro.
—¡Por favor, ayúdanos! ¡Ayuda a Bell y a Krimson! —rogó Hestia.
Lili sintió cómo las palabras de Hestia la impactaban profundamente. Corrió con todas sus fuerzas, subiendo las últimas escaleras que la separaban del primer piso de la mansión.
—Hestia-sama, Krimson-sama, Bell-sama... No los entiendo... ¿me necesitan? —pensaba Lili, recordando su pasado y las acciones que había cometido en su contra—. ¿A alguien tan sucia como yo? ¿Por qué dicen que me necesitan...? —se preguntaba mientras ascendía hacia los aposentos de Soma—. ¿Por qué dicen que tiene que ser yo...? ¿Por qué...? —susurró, abriendo finalmente las puertas de la sala.
—¡Soma-sama! —gritó, postrándose en el suelo frente al dios, quien mezclaba una bebida en una gran vasija—. ¡Por favor, detenga la pelea en el jardín! ¡Ayude a Hestia-sama y a los demás! ¡Se lo ruego! —pidió, pero Soma no respondió, completamente concentrado en su tarea.
—¡Por favor, Soma-sama! ¡No me importa lo que me pase, pero por favor, ayúdalos! —imploró, con lágrimas rodando por su rostro, mientras el silencio del dios era tan devastador como su indiferencia.
—¡Por favor, Soma-sama! No me importa lo que me pase, pero por favor, ¡ayúdalos! —imploró Lili, con lágrimas rodando por su rostro, mientras el silencio del dios caía como una losa, devastador. Sin embargo, para su sorpresa, Soma se dignó a mirarla, lo que la dejó aún más impactada.
—¿Qué importan las palabras de una hija que se ahoga en mi bebida? —dijo el dios con total indiferencia. Lili, derrotada, bajó la cabeza, incapaz de encontrar respuestas. Pero entonces, el sonido de un líquido siendo vertido captó su atención. Levantó la vista y vio cómo Soma llenaba un cáliz con su licor divino.
—Eso es el néctar de los dioses… —murmuró Lili, aterrada, mientras el dios le ofrecía el cáliz con una expresión inescrutable.
—Si puedes beberlo y luego repetir lo que has dicho, te escucharé. —Soma no le dejó otra opción, y sus palabras resonaron como una sentencia.
Lili, con el cáliz frente a ella, pensó: —Tengo que hacerlo... Por Bell-sama y Krimson-sama...— Sin dudar más, bebió el líquido del cáliz. Apenas terminó, comenzó a perder el control de sí misma, una sonrisa involuntaria deformó su rostro mientras el éxtasis del licor la invadía. El cáliz cayó de sus manos, y Lili se dejó caer en el suelo, sumida en una expresión de absoluto placer.
En su subconsciente, Lili se encontró atrapada en un espacio blanco, perdida en el deleite de la bebida. Pero el recuerdo de los rostros de Bell y Krimson comenzó a hacerse nítido en su mente. Fuera de su mente, lágrimas silenciosas comenzaron a fluir de sus ojos, y con gran esfuerzo, balbuceó:
—Por favor... —Soma, que estaba de espaldas, se volteó lentamente para mirarla.
—Detenga la pelea, por favor... —continuó Lili, con el rostro sonrojado por el efecto del néctar divino—. ¡Quiero ayudarlos! —gritó, rompiendo en llanto frente al dios.
—¿Qué estás haciendo, Arde? —interrumpió Zanis, entrando con desesperación en el lugar.
—¡No necesito que me lo diga! ¡Nací para este momento! —gritó Lili entre sollozos—. ¡Todos los errores que cometí fueron por esto! ¡Es mi turno de ayudarlos! ¡Por favor, detenga la pelea! —suplicó de nuevo, mientras sus lágrimas caían al suelo.
—¡No la escuche, Soma-sama! ¡Otra familia nos ataca! —rogó Zanis con desesperación.
—Silencio, Zanis. —Soma lo cortó en seco, su voz tan calmada como siempre. Luego volvió su mirada a Lili, quien seguía llorando, arrodillada. El dios tomó una vasija pequeña y, sin decir palabra, la lanzó al exterior.
El estruendo hizo que todos los presentes se detuvieran en seco.
—Detengan la batalla. —ordenó Soma. Sus hijos, obedientes, bajaron las espadas. Lili, viendo cómo las hostilidades cesaban, sonrió débilmente mientras se incorporaba con esfuerzo.
—No puede ser… —murmuró Zanis incrédulo—. ¡Nunca hace nada! —Su incredulidad rápidamente se transformó en odio—. ¡Pero al menos me desharé de ti! —gritó desenvainando su espada y corriendo directamente hacia Lili.
Desde la distancia, Naaza disparó una flecha atada a una cuerda, que se clavó en el suelo a centímetros del pie de Zanis.
—¡Ahhh! —exclamó Welf, corriendo por la cuerda con su espada desenvainada.
Zanis intentó reaccionar, pero Welf ya lo había alcanzado. Lo embistió con su espada, incapacitándolo y haciéndolo caer al suelo. Los lentes de Zanis se destrozaron al caer, y su rostro quedó cubierto de lágrimas y sangre tras recibir el golpe de la parte plana de la espada.
—Dejarás de huir, ¿verdad, Lilicuajo? —bromeó Welf, mirando a Lili con una sonrisa.
Lili le devolvió la sonrisa, luego se acercó a Soma.
—Soma-sama, gracias. —dijo Lili con respeto, aunque en su voz aún había tristeza—. ¿Podría hacerme otro favor? —pidió, mirando al dios con ojos llenos de esperanza.
En los aposentos de Soma, el dios concluyó el contrato espiritual con Lili, rompiendo su vínculo y permitiendo que Hestia la tomara bajo su protección. Con una pequeña gota de sangre de Hestia, el símbolo familiar de la diosa apareció en la espalda de Lili.
—Gracias, Hestia-sama. —dijo Lili con una sonrisa genuina, inclinándose frente a la diosa—. Me adelantaré para agradecerle a Mikoto-sama y los demás.
—Sí, luego te alcanzo. —respondió Hestia, sonriendo mientras la veía partir.
—Hestia. —La voz carente de emoción de Soma la hizo voltearse.
—¿Esa de ahí era una hija a la que alguna vez le di mi bendición? —preguntó el dios, observando a Lili mientras se marchaba.
—Sí. Sin duda. —dijo Hestia, su mirada seria—. Una niña que te decepcionó y que ignoraste. Pero esa niña se ha hecho fuerte por lo que le hiciste. —Hestia suspiró, mirando fijamente a Soma—. Reconsidera lo que significa su cambio. —dijo antes de seguir su camino.
Fuera de la cervecería, Hestia agradeció la ayuda de Miach y Naaza.
—Pero lo importante aún no ha empezado. —dijo Miach, con una expresión grave.
—Sí, unirme no cambia lo poderosa que es la Familia Apolo. —admitió Lili, mientras Mikoto tenía una mirada seria, y Welf y Asami esbozaban ligeras sonrisas.
—Nos vemos. —dijo Welf con una sonrisa mientras se marchaba, ocultando una decisión importante en su mente.
—Nosotros también nos vamos. —dijo Miach, sonriendo a Naaza antes de partir con ella.
—Vamos, Takemikazuchi-sama. —dijo Ouka, mirando a su dios, quien parecía perdido en sus pensamientos.
—Ah, sí. —respondió Takemikazuchi, marchándose junto a sus hijos.
De regreso en su humilde hogar, Takemikazuchi caminaba de un lado a otro, inquieto.
—Quiero ayudar a Hestia, pero no puedo tomar esta decisión solo… —hablaba en voz alta, sin poder encontrar una solución—. ¿Qué debo hacer?
—Takemikazuchi-sama, tenemos una petición. —Mikoto apareció en la habitación, acompañada de Asami.
El dios se volteó para mirarlas.
—Queremos unirnos a la Familia de Krimson. —dijo Asami, con una expresión seria.
Takemikazuchi se quedó atónito, comprendiendo la voluntad de sus hijas. Miró sus ojos, y en ese instante, supo que su decisión estaba tomada.
—¿Quieres unirte a la familia Hestia? —preguntó Hefesto, sorprendida al ver a Welf arrodillado frente a ella—. ¿De verdad crees que te dejaré ir así, sin más? —añadió con seriedad.
—La diosa que admiro estaría furiosa conmigo si no fuera —respondió Welf con firmeza, los ojos cerrados, concentrado en sus palabras.
Hefesto frunció el ceño, mirándolo con intensidad.
—¿No decías que tu sueño era crear un arma superior a cualquier objeto o arma mágica? —le recordó, con una mezcla de duda y curiosidad.
Welf abrió los ojos, devolviéndole la mirada con determinación.
—Si mi pasión sigue ardiendo, puedo forjar esas armas donde sea —afirmó con una convicción que hizo que Hefesto lo observara más detenidamente—. Usted me enseñó eso —agregó, su voz vibrando con sinceridad.
La diosa suspiró profundamente, suavizando un poco su expresión.
—Una última pregunta —dijo, como si estuviera sopesando algo muy importante—. ¿Por qué llegar a tal extremo?
Welf sonrió levemente antes de responder con simpleza pero profundo sentimiento:
—Por mis amigos.
Esa respuesta hizo que Hefesto esbozara una pequeña sonrisa, conmovida por la lealtad de su hijo. Sabía que la decisión no era fácil para él, pero la determinación en su voz no dejaba lugar a dudas.
—¡Por favor, Ryuu! —rogó Hermes, su tono más insistente de lo habitual—. ¡Eres la única que cumple con las condiciones de Apolo! ¡Te juro que me aseguraré de que nadie descubra quién eres! —pidió con urgencia, acompañado por Syr, quien asentía con una mirada suplicante.
—¡Yo también te lo ruego, Ryuu! —imploró Syr, visiblemente preocupada.
Ryuu cerró los ojos brevemente, sopesando la situación. Sabía que aceptar implicaba un riesgo, pero también que era la única opción.
—Mama Mía volverá a enfadarse... —murmuró, aceptando su papel a regañadientes, mientras su rostro mantenía su habitual serenidad.
A medida que el sol se escondía en el horizonte, Bell entrenaba con determinación, esquivando un corte de la espada de Tiona. A la vez, bloqueaba rápidamente un ataque de Aiz con su cuchillo, las chispas volando al chocar las armas. Apenas tuvo tiempo para esquivar otra embestida de Aiz, quien lo forzaba a defenderse sin tregua.
—¡Puedo hacerlo! —pensó Bell, observando una aparente abertura en la postura de la rubia.
Sin embargo, Aiz reaccionó con velocidad, esquivando el ataque y situándose rápidamente a su espalda. Antes de que Bell pudiera siquiera procesarlo, un golpe lo derribó al suelo.
—Aprovechaste la oportunidad, ¿no? —comentó Aiz, su tono calmado pero severo, mientras Bell la miraba desde el suelo—. Pelear contra monstruos y contra personas es diferente. Los monstruos siempre atacan sin vacilar, pero las personas esperan tu reacción. Justo cuando crees tener una ventaja, te vuelves predecible. Igual que tú, ahora —explicó, observando cómo Bell se levantaba con esfuerzo.
Aiz le dio una pequeña lección, una que había aprendido con sudor y sangre:
—Un golpe mortal es lo más cercano que estás a bajar la guardia. Justo cuando estás al borde de ser derrotado, es cuando surge tu verdadera oportunidad. No lo olvides.
—¡Sí! ¡Muchas gracias! —respondió Bell, haciendo una profunda reverencia, agradecido por las enseñanzas de la espadachina.
Mientras tanto, en las montañas, Krimson se erguía victorioso, aunque su cuerpo mostraba las cicatrices de la feroz batalla. Su puño izquierdo alzado al cielo, sangrando, con mordeduras y quemaduras que cubrían su piel, era la prueba del intenso combate que acababa de librar. Frente a él, cuatro dragones se postraban en señal de respeto, reconociéndolo como un auténtico dragón en transición.
—¡Nada mal, mocoso! —tronó el dragón púrpura de cuernos amarillos, reduciendo su tamaño a unos imponentes 2.10 metros de altura—. ¡Ahora solo te falta un estímulo fuerte para despertar el Balance Breaker completo! —dijo riendo con satisfacción, dándole una palmada en la espalda a Krimson.
Krimson, exhausto pero decidido, le respondió con una sonrisa forzada:
—¿De casualidad no tienes alguna poción de sanación por ahí? —preguntó con humor mientras en su cuello las escamas rojas comenzaban a retraerse bajo su piel.
El dragón soltó una risa aún más fuerte al escuchar la respuesta de Krimson. La risa resonaba en las montañas como un trueno, mientras observaba al joven desplomarse agotado sobre el suelo.
—No... —respondió Tannin, esbozando una sonrisa incómoda, pero claramente disfrutando de la situación.
Krimson, aún en el suelo, cerró los ojos con frustración antes de gritar con todo el aire que le quedaba:
—¡Eres un bastardo, Tannin! —su voz se quebraba entre la exasperación y el agotamiento, sin poder levantarse por el dolor y el cansancio que lo envolvían.
Finalmente, sintiendo cómo su cuerpo cedía por completo, murmuró débilmente:
—Llévame a la fuente de agua más cercana...
Aunque el susurro apenas escapaba de sus labios, los agudos oídos de Tannin lo captaron. El dragón soltó un gruñido burlón y se acercó, inclinándose sobre el cuerpo herido de Krimson.
—Está bien, mocoso, te ganaste al menos eso —respondió el dragón, levantándolo con una garra gigante con sorprendente suavidad. A pesar de sus comentarios sarcásticos, había una cierta admiración en los ojos de Tannin. Sabía que Krimson había pasado una prueba difícil, y ahora debía recuperarse para lo que venía.
Con un potente aleteo, el dragón alzó el vuelo, dirigiéndose hacia una fuente cercana, mientras Krimson caía en un profundo y merecido descanso, su cuerpo balanceándose suavemente en las garras de su peculiar mentor.
—Pensaba encargarme de Apolo si se excedía —dijo Freya en sus aposentos, sosteniendo un vaso con hielo y agua mientras su mirada se perdía en el horizonte desde su balcón—. Pero no lo haré. Si no veo a dónde va esto, no podré considerarme una diosa —continuó, abriendo lentamente sus ojos plateados que brillaban con una mezcla de curiosidad y deseo.
Próximo episodio: Juego de guerra
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