Febrero de 2019.

Amanda García lo tiene todo planificado, como siempre. Son las 7:32 de la mañana, y aún tiene 15 minutos, a lo mucho, para afinar sus últimos movimientos en su apartamento antes de salir para dirigirse a su trabajo habitual. Ella trabaja en una Consultora Ambiental en Barcelona. En este mes el trabajo ha estado liviano, así que ha tenido más tiempo para distraerse por la ciudad, hacer intentos de vida social, visitar a su madre, arreglar desperfectos en su departamento, visitar a su hermana que también vive sola al igual que ella aunque no muy lejos de su barrio, o agarrar algún contrato temporal de fotografía. Así es, Amanda, de 38 años, también es fotógrafa, una de las mejores de la ciudad, tal vez del país, sin ánimos de presumir.

Mientras riega a sus geranios y piensa en trivialidades de la cotidianidad escucha de pronto que su teléfono móvil suena en la sala, dentro su bolso ya listo para el momento de salir. Amanda deja de regar los geranios y acude a contestar la llamada. Reconoce el número y no puede evitar hacer esa sonrisa, como mueca de picardía felíz, en sus labios.

Una agradable voz varonil suena al otro lado de la línea:

- Amanda, soy Álvaro, buen día. Mil disculpas que te ande llamando tan temprano, espero que no te esté interrumpiendo en algo.

- Hola Álvaro- contesta ella animada, y se sienta en el sofá.- No te preocupes, no interrumpes. Cómo andas, qué pasó ahora.

- Jaja, yo ando acá todo ajetreado, como es fin de mes, ya sabes, hay que preparar el material para el número que viene...

-Claro, ya será marzo, debes tener un montón de trabajo...

-... sí, y justo tendré una entrevista este fin de semana y Pablo no podrá tomar las fotos, se le presentó un inconveniente de último momento y...

-...y necesitas que te "soquilie"

- ... Sí!

Ambos ríen. "Oh, sí. Trabajo, justo lo que estaba esperando" se dice Amanda para sus adentros, y sonríe.

-Entonces, - continúa Álvaro- estarás disponible?. Necesitaría que te vengas acá el jueves para firmar el contrato máximo hasta la tarde. Porque el viernes...ah, aquí viene la parte crucial...

-Cuál es.

-... La entrevista es en Berlín.

Amanda deja caer levemente, casi como una rendición, la cabeza hacia atrás apoyándose sobre el respaldo del sofá. Tiene un presentimiento, y éso es casi como una condena.

Tras ese silencio, Álvaro continúa al otro lado de la línea:

- Así que, con Anita, que hará la entrevista, un asistente, yo y tú, si te animas obviamente, deberíamos partir este viernes al amanecer para estar en Berlín por la mañana, preparar el terreno y comenzar la entrevista exactamente a las cuatro de la tarde. Todo como un reloj.

- Entonces, - contesta finalmente Amanda- conllevaría todo el día...

- Claro. Porque tenemos hasta las siete de la tarde, como máximo, para culminar la entrevista, las fotos, y éso. Estás dispuesta?

Amanda lo pensó un segundo, y supo que si las cosas debían ser así, no tenía, a estas alturas de su vida, sentido que lo siguiera evitando.

- Está bien. - dice ella- Venga, hagámoslo.

Álvaro le agradeció y le indicó los últimos detalles para finalizar el contrato.

El jueves, Amanda debía tomar el tren hasta Madrid y dirigirse a las oficinas de la revista Esquire, " la guía del hombre inteligente", para firmar el contrato.

Después de que finalizara la llamada, Amanda fue conciente de que no había preguntado quién sería la persona entrevistada. En el fondo, el presentimiento se lo decía.

- Sería muy absurdo... - dijo ella en el silencio de su apartamento. Se percató de la hora, 7:48, era momento de salir.
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Ya es viernes, y aún está amaneciendo en Madrid, el equipo en el que va Amanda, está listo para partir a Berlín.

Durante el viaje, Amanda va pensando en la confirmación de su presentimiento:

Se lo dijeron el jueves: "Vamos a entrevistar a un actorazo"
Entonces ella pensó, cerrando levemente los ojos "Y su nombre es Daniel Brühl..."

"Daniel Brühl, qué te parece", le dijeron.

"Lo sabía..." Se dijo otra vez para sus adentros, y respondió con una fingida sonrisa pícara: "Vaya, qué emocionante."

Le contaron cómo venían desde hace ya un tiempo buscando obtener la entrevista, y el momento había llegado, en buena hora. El agente del dicho actor, la estrella de Alemania, les había transmitido la luz verde.

- Muchos en España se pelean por ahí defendiendo su nacionalidad española - Le dice Ana, ella está a su lado ahora y han terminado inevitablemente hablando del futuro entrevistado. Amanda voltea verla casi sorprendida de no haber estado prestando atención a la conversación que parecía existir en ese instante. Ana continúa con su observación - Y es cierto. Sabes, él no es solamente un actor alemán, también es español. Ha filmando buenas películas en España. Viene aquí cada cierto tiempo, e incluso tiene un bar de Tapas españolas en Berlín. Creo que él realmente ama a España tanto como a Alemania...

- Es europeo...- Interrumpe Amanda, no ha podido evitarlo. Y Ana confirma:

- Exacto, creo que una vez lo dijo.

"Ha estado estudiando" piensa Amanda sobre las opiniones de Ana respecto a ese hombre que...

- Amanda...- Ana, le interrumpe sus pensamientos, y se acerca un poco a ella para decirle en voz baja y condescendiente, lo suficiente para hacerle sentir que estaba al tanto de un tema delicado: - Yo sé que ustedes...tuvieron una relación.

Ambas estaban juntas en la fila de asientos del avión, por delante iba Álvaro y el asistente, y en ese momento el avión era tan claustrofóbico para Amanda como una caja sellada. Tras tal afirmación de Ana, Amanda se queda callada, con una sonrisa leve de labios cerrados y los ojos abiertos, parpadea dos veces seguidas y amplía su simpática sonrisa. Ana también sonríe.

- Lo sé. - dice Amanda- Era inevitable que lo supieras, lo vas a entrevistar, y claro que debes saber muchas cosas sobre él, y por supuesto... por ahí estoy yo, no...- Amanda ríe tratando de no parecer incómoda, la verdad no lo está, ya se lo esperaba realmente, pero... era algo que todavía le hacía sudar las manos.
Ana ríe también y afirma con su cabeza diciendo

- Así es. Pero, no quiero que te sientas... incómoda, o algo así. Solo quería no actuar como si no lo supiera cuando yo sé, como tú ya lo dijiste, que es obvio que tengo conocimiento de ese tema.

Amanda solo se limitó a mover levemente su cabeza afirmando cada frase de Ana.

- Cuando supe que tú ibas a tomar las fotos...- continúo Ana- yo, realmente me dije..."Uau". La verdad, yo no sé si me animaría... Personalmente yo evito a mis "ex". Sé que no es algo enteramente correcto, pero personalmente lo evito. Y te veo a ti...estás tan tranquila...tan risueña, tan linda ... Vaya, te admiro...

"Okay..." Piensa Amanda "En serio...". Era momento de decir algo y finalizar esa charla.

- Sí, mira, es que ese asunto de la relación fue hace tanto, pero tanto tiempo... - éso no era verdad, Amanda lo sabía, aún así le puso un tono de leve exageración para afianzar su postura - ...que ahora simplemente ya no es algo que me afecte o me haga sentir "incómoda". Fue algo bonito, que se recuerda con cariño y...ya, la vida sigue su rumbo. Ambos somos amigos...

-¿Ah, sí?. Mira qué bueno

-... sí, lo somos. - éso tampoco era verdad- Y por eso, todo está bien... - Amanda hizo una señal con sus manos para indicarle a Ana que algo seguía adelante... Ambas sonrieron. Amanda más que todo. Exageración, exageración... Si Ana la conociera más... ya se habría dado cuenta.
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Finalmente han llegado a Berlín. La mañana es tranquila. El clima agradable y el aire no se respira tan mal.

"Lindo día para morir" Se dice Amanda para sus adentros, mientras carga su estratégico equipaje en la parte trasera del auto que los llevará al hotel, será un hospedaje de solo un día... excepto para Amanda que planea quedarse un día más para resolver un leve asunto de un contrato reciente con otra revista de moda en Berlín.

Todo debía estar preparado en el estudio fotográfico para cuando Daniel Brühl llegara.

Ya era un poco más de las tres de la tarde. Las manos de Amanda no dejaban de sudar, y tal vez otras partes de su cuerpo también... "Oh, rayos..." era lo único que podía musitar ahora.

Álvaro la observa, con esa actitud preocupada, el flequillo bordeando sus grandes ojos oscuros, ese moño imposible y la manos pegadas a la cámara como si tuviesen pegamento.

- Todos estamos nerviosos, verdad.- le dijo entonces. Amanda lo miró de pronto con los ojos abiertos como un ciervo asustado. Álvaro, el rey del estilo (literalmente era el director de belleza y estilismo de la revista), la encontró graciosa y la animó.

- Sin preocupaciones, calma...

- No llega...- Álvaro y Amanda se voltean para ver a Ana, ésta esta parada frente a la pared con las manos apoyadas en la cintura. - Ya debería llegar.

Amanda se alarma y conciente de la hora pregunta:

- ¿La entrevista no era a las cuatro?

- Sí- Ana la mira y le dice- a las cuatro comenzamos la entrevista, pero él debe estar aquí una media hora antes. Ya son las 15:33, y aún no llega. Qué nervios.

Nerviosa estaba Amanda. Apenas escuchó lo de la media hora sintió que su corazón se encojia cobardemente en su pecho y empezó a temblar irremediablemente. "Oh, no, no de nuevo..." Se dijo. Una vez que comenzaba a temblar no podía controlarlo.

- Bien, - exclama Álvaro - entonces unos porritos no nos caerán mal.- Álvaro saca una cajetilla de cigarrillos y se los ofrece a Amanda, ella lo rechaza argumentando que no fuma, la verdad nunca lo había hecho y no lo haría. Ana sí acepta y dice:
- A Daniel le gustará uno de ésos, guarda uno para él.

"Uff... No le fomenten el vicio" piensa Amanda de inmediato.

De pronto, el susodicho llega, a paso firme pero con aires de sencillez atraviesa la puerta y se planta frente a ellos. Todos voltean a verlo, todos menos Amanda, que a penas escucha los pasos se aferra a su cámara, aprieta la mandíbula con los labios levemente separados y los ojos entrecerrados.

Daniel Brühl viste un impecable abrigo de solapa azul marino y gorro de lana verde oliva. "Tiene estilo" pensó Ana. Daniel levanta sus ojos a ellos y dice de forma directa pero afable:

- Hola a todos. Aquí me tenéis. ¿Qué tengo que hacer?

Entonces Amanda voltea y ofrece su inocente y despreocupado rostro al recién llegado. Ella tiene 38 años; pero el flequillo, la camisa a cuadros abierta con la sencilla camiseta blanca debajo, los jeans azul marino, esos botines de combate y la forma como se aferra a la cámara le dan aires aún mucho más jóvenes, unos 4 años menos.

Daniel la mira, fue un breve shock. Parpadea sutilmente mirándola. Se acerca a ella con un solo paso y le dice con tono firme pero muy jocoso:

- Eeeh...Yo te conozco.

Todos, sonriendo, miran a Amanda que también sonríe y sólo piensa "Claro que me conoces, gilipollas"

Daniel se acerca aún más y...
"No te atrevas" piensa Amanda... Daniel la abraza suavemente y apoya su mejilla sobre la suya. Amanda siente ese aroma familiar: cedrón, limón, cilantro y ámbar; y confirma en sus pensamientos "L'Homme Sport, de Yves Saint Laurent". No siente ninguna crispación, sólo un halo de calidez. Éso la tranquiliza, es una buena señal. El breve abrazo se termina y Álvaro exclama:

- Ah, mira, no lo sabía.

- Sí, ella fue mi primera esposa.- responde Daniel, con un tono tranquilo, como si se tratara de una vieja anécdota de la infancia.
Amanda se deshace por dentro. "Cómo lo dice con tanta naturalidad, como si no hubiera sido importante..."

Álvaro está sorprendido, apenas conoce a Amanda. Ana está sonriendo. El asistente también sonríe. Amanda...tiene que sonreír.

Era hora de trabajar.
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Ana, sentada frente a Daniel, tiene la grabadora cerca del actor y el codo apoyado en la mesa que los distancia. Realiza su primera pregunta:

- Tercera vez que te nominan al Globo de Oro y no te lo llevas. ¿Cómo se te queda el cuerpo?

"Segunda vez" corrige Amanda pero para sus adentros, y luego se repocha a sí misma "Cómo es que yo sé éso?. Estoy loca."
Daniel no puede evitar sonreír y responde con el tono suave que caracteriza su voz cuando habla en su idioma materno:

- Bien, tranquilo. Los premios no son lo importante. Es muy bonito ir por Los Ángeles y recibir el reconocimiento de la gente por The Alienist más que por Malditos bastardos o Rush. Las series llegan a tanta gente... Pero tampoco voy a mentir, que te den un premio es muy lindo.

Amanda sabe que lo mejor es recurrir a su vieja y confiable salvación, agarra sus audífonos y se los coloca. "Haz tu magia, Thunder" piensa a penas reproduce la canción Love Walked In.
Álvaro por su parte sigue escogiendo que conjuntos usará Daniel para las fotografías,
"Ése gusto maldito" piensa Amanda al verlo en ese afán.
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Ya son las 17:37 y aún no han tomado ninguna fotografía.
Daniel está inmerso en la entrevista que se volvió charla, ésto lo ayudaba a no centrarse en que Amanda estaba rondando tras suyo. Probablemente, en el fondo, estaba preparándose emocionalmente, tal como se lo había enseñado Felicitas, para hacer frente a la situación de que Amanda lo apuntara con su cámara fotográfica tal cómo lo hacía hace unos veinte años.

Era difícil, pero inevitable, recordar días en los que, sentados en alguna parte del Volkspark Friedrichshain, disfrutaban del silencio, los árboles y los trinos de las aves. Daniel, en ese entonces, se sentía demasiado ingenuo o demasiado optimista por la presencia de Amanda en su cotidianidad. La admiraba y la amaba tanto que era parte indiscutible de su vida, y de su corazón. Todo, y completamente. Ella estaba en sus pensamientos a todas horas, y él se entregaba hasta donde le limitaba su uso de razón.
Sonreía todo el tiempo.
Al comienzo, siempre se sonríe, luego aparecen las primeras lágrimas. Las suyas tardaron en aparecer, pero aparecieron de todas formas, aunque esas formas fueron demasiado tristes porque rompieron una ilusión, y muchos sueños.

- Bueno, qué hora es.- Ana finalmente interrumpe su entrevista.

-Muy tarde.- le indica Álvaro acercándose hasta la mesa.

- ¡No!. Debemos tomar las fotos ya, o volveremos sin nada.- exclama Ana.

Daniel exhala por la nariz y se levanta de la silla disponiéndose a las indicaciones de Álvaro.
Amanda se quita los audífonos, y sabe que el momento ha llegado. Ya no siente ningún temblor. Está lista y hasta siente complacencia por lo que hará.

"Prométeme que siempre te quedarás. Que nunca me dejarás ir. Que me amarás por siempre. Y que terminaremos esta vida juntos.
Porque no podría soportar verte marchar"

Esas promesas aparecen en la mente de Amanda apenas ve a Daniel dirigirse al vestidor.
Él no la había mirado desde que la abrazó hace cuatro horas.
"Aún no puede hacerlo completamente, pero al menos podemos respirar el mismo aire..." Pensó Amanda, y luego, sosteniendo su cámara, de forma severa y decidida musitó: "pues tendrá que hacerlo"
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- A él le queda todo, no te parece?

Ana realiza esa observación complacida, una vez que Daniel sale del vestidor con el primer conjunto elegido por Álvaro, y Amanda afirma:

- Por supuesto, es Daniel Brühl.

- Álvaro le encajara de todo. Muchos hombres no se verían tan bien con esa variedad de prendas y estilos.

- He ahí la farsa de los estereotipos de moda.- acota Amanda.

Ana le pregunta divertida:

- Quieres discutir sobre éso?

- Sí, pero más tarde.

Una voz se alza al otro lado:

- ¡Amanda!

Amanda corre.

- Sí, jefe!

Daniel la mira por segunda vez y baja la mirada lo más rápido posible. Asume su rol y decide deleitarse con ser fotografiado por ella. Sin quererlo, con tal decisión, ha despertado algo en su interior.

- Muy bien, señor Brühl, a la pared.

Ella ha hablado por primera vez, y Daniel siente en esa voz una condena inevitable.

"La misma voz" piensa él. Decide hacer una prueba, y se voltea mirando a la pared.
Amanda, que ya estaba alistándose en el trípode, levanta su cabeza y le indica:

- De frente, por favor.

"El humor ha disminuído" piensa Daniel, y se voltea sonriente. Amanda no se inmuta y le dice:

- Muy bien. Ahora haga su magia, señor Brühl.

Álvaro y Ana sonríen observando la escena.

"Tal vez aún tiene un poco de humor" piensa Daniel, y empieza a asumir su rol de modelo.

Las primeras fotos salen. Y son la confirmación. Daniel no puede hacerlo aún. No ha fijado su vista en la cámara (en ella) en ninguna pose.

Álvaro se lleva a Daniel al vestidor de nuevo, y le combina otro conjunto.

Las fotos y los conjuntos van cambiando. Y, entre frases y risas, Daniel se percata de lo absurdo de no levantar la mirada. Y mira a Amanda una y otra vez, la mira y se siente contento de poder verla. Recuerda los términos en los que quedaron hace dos años.
"He tomado una decisión" había dicho él y ella no mostraba ninguna señal de entusiasmo o de arrepentimiento "el amor no es sólo un sentimiento, es una decisión, y he decidido amar a Felicitas, he decidido amar a ... a la familia que voy a construir. Tendré un hijo, una mujer, una vida... He decidido ser felíz."
Y ella siguió sin mostrar ninguna señal de entusiasmo o de arrepentimiento. Él terminó diciendo:

"Eres demasiado para mí"

Y así quedaron, sin ser amigos ni enemigos, ni amor ni odio. Sólo dos rutas diferentes. Ella se iba a su país y él se iba a su casa.

- Ahora sí, dese la vuelta.- la voz de Amanda tiene firmeza, la afinó haciendo trabajos de campo para la consultora ambiental. Mira a Daniel y piensa que esa sobrecamisa de Canali, el pantalón de Dior Men y los zapatos de Church's deben lucirse.

Es el turno de un nuevo conjunto. En algún momento, Álvaro se dirige a Amanda y le pregunta:

- Porque lo usteas?

Amanda responde con la mueca de la sonrisa pícara:

- Por diversión.

Entonces ella agarra la cámara entre sus manos, se acerca repentinamente a Daniel. Él respira al filo. Ella le toma una foto enfocando, sin trípode. Y de pronto ella se agacha, se arrodilla apoyándose sobre una de sus rodillas sin dejar de enfocarlo. Él siente un vuelco en su pecho, un adormecimiento en sus extremidades y recuerda cómo controlar su respiración. Amanda le toma una foto, arrodillada, es como si estuviera su merced. Baja la cámara y suspira decepcionada... Levanta su mirada a él y ambos se miran...

Es tan inevitable.

- Ya lo sé- exclama Álvaro. Acercándose con una cazadora

-Esa camisa, - le dice Amanda- no...

-No hay contraste, sí, sí...- coloca la cazadora a una distancia corta sobre Daniel y afirma: Que se cambie por ésta.

Daniel se cambia. Con la nueva cazadora de BOSS se presenta ante Amanda de nuevo. Ella le dice:

-Mira aquí, Daniel.
Le ha tuteado. Una foto, y luego:

- Con pose de hombre rudo, moderno, fachero y trendy, por favor.

Daniel suelta un breve risa y le dice:

-

Hay que ver.

Amanda entonces tiene una idea.
Propone salir a tomar unas fotos afuera, con la noche berlinesa de fondo. Todos se animan.

El barrio de Friedrichshain se ha llenado de garitos. Es la zona de la movida, la más underground. La gente que pasa cerca reconoce a Daniel y le mira, pero nadie se acerca.

Hasta qué un muchacho se le acerca y le abraza. Daniel lo saluda animoso, intercambian unas frases y el muchacho se marcha.

-Era el hijo de mi primo favorito, que vive por aquí. Qué ilusión me ha hecho. Tengo que verlos más. - aclara Daniel.

Amanda sabe quién ese primo, lo sabe muy bien.
Una foto más y Ana continuará con la entrevista.

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En la última media hora, Daniel ha vuelto a sentarse a la mesa y Ana de frente le ha introducido de nuevo a la charla. Otra vez, Daniel aplica el sedante a los pensamientos sobre Amanda, y sólo piensa en las preguntas de Ana.

- ¿Volverías a hacer cine español?

- Sí, con Bardem, mi ídolo. Y no hace tanto casi trabajamos juntos, pero al final no salió.

- ¿Y no has pensado en provocar ese encuentro?

- Estoy en ello, escribiendo mi primera película como director. Me ayuda un grande, el escritor Daniel Kehlmann. Solo veo a Bardem y a mí como protagonistas. Soy así de chulo, también cuando sueño.

Ambos ríen. Y unos metros detrás, Amanda sonríe, con esa mueca particular en sus labios.
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La entrevista había concluido hace una hora. Daniel ya en su casa sube las escaleras y se dirige al estudio. Allí encuentra a Valerie, su esposa, sentada frente a su ordenador portátil. Él se acerca a ella por detrás y la abraza, ella puede percibir su aroma y su calidez. Corresponde a su abrazo y le pregunta mientras acaricia su mano:

- Cómo te fue.

Daniel puede leer una parte de la tesis que ella está escribiendo para el doctorado que aspira obtener. La admira, así como alguna vez admiró a Amanda.

- Estuvo agradable; pero increíblemente me siento cansado.

Ella lo percibe. Es tan dulce cuando está agotado. Él añade:

- Así que tomaré una ducha y... qué quieres cenar?

- No estás tan cansado como para preparar una cena?

- Para ti no.

Le da un beso en la sien. Valeria le dice:

- Haz lo que te haga sentir bien.

Daniel sonríe.

Antes de ducharse, Daniel pasa a ver a Jakob, su hijo. El niño de dos años y medio duerme tranquilo en su acogedora habitación. Daniel le da un beso en la frente y acaricia suavemente su ensortijado cabello dorado. De verdad, parece un ángel.
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En el día siguiente, y ya solucionados sus asuntos en Berlín, Amanda se detiene en un parque a beber agua antes de marcharse para Barcelona. Entonces un hombre particularmente familiar se detiene frente a ella.
La mira y no puede creerlo, y sin mucho más que hacer solo se echa una carcajada.

"Qué le sucede" se dice Amanda para sus adentros al ver la reacción de Daniel.

- Es increíble. ¡Es imposible!

Exclama él. Y de verdad, el destino era un cruel jugador para ambos. Él se sienta a su lado y la observa sin temores ni crispaciones.

Ella lo mira también y finalmente sólo le dice con tono interesante:

- Buenos días...

- Buenos días. Creí que te habías marchado ayer.

- Tenía un asunto que arreglar aquí. Ya lo hice, y ahora sí me voy.

Daniel la observa, ella lo observa. Las mismas miradas. Ambos se sienten contentos de poder verse de esa forma.

- Lo de ayer fue una gran sorpresa.- dice Daniel.

- Puedo imaginarlo. Yo tuve tiempo de procesarlo; pero aún así tú supiste asumirlo.

- Siento que tengo un mejor control sobre mis emociones.
"Debía decir éso?", Daniel evalúa su respuesta.

- Estar casado con una psicóloga trae esas ventajas...

Amanda no ha perdido sus habituales gestos. Los labios, las manos, los ojos y la nariz... Tiene una variedad de muecas graciosas para exponer en cada conversación.

Daniel afirma con la cabeza en silencio. La observa...
Ella está tan tranquila...

- Y tú, a qué se dedica tu galán.

- Qué

- ¿No eres la chica de alguien?

- ¿La chica de quién??

- De alguien.

- Qué

Daniel frunce su entrecejo sonriente sin dejar de mirarla.

- Eres muy rara.

- No soy rara. Soy edición limitada.- acto seguido Amanda bebe su botella de agua sin dejar de mirarlo con sus grandes y astutos ojos. Daniel ríe suave y brevemente apartando su mirada de ella para fijarla al frente donde unos niños corren alegremente, finalmente dice:

- Has venido aquí antes.

"Era una pregunta, o una afirmación" se cuestiona Amanda internamente sin saber qué responder, finalmente responde:

- Claro.

Daniel guarda un breve silencio hasta que finalmente le confiesa un suceso que lo conmovió en su momento.

- Una vez te vi corriendo por el
Orankesse.

Ella deja de beber su agua. Y entrecierra sus ojos. Su mente recuerda el suceso también. Era otro día, tal vez, o el mismo día...
Lo que sintió aquella vez, y luego le escribió unas líneas en su cuaderno de anotaciones. Unas líneas absurdas. "Para Daniel. No espero que leas esto..."
Daniel deja de mirar al frente y la mira de nuevo, baja su mirada de inmediato. Está preocupado.

- ¿Me has visto alguna vez?.

Ésa era la pregunta que Amanda no esperaba.

- Claro. Estás por todas partes.- responde ella, y nuevamente usa sus gestos.

Daniel levanta su mirada. Una ráfaga de viento cruza en medio de ellos. Los árboles que los cubren se balancean suavemente y dejan pasar unos rayos de sol sobre las pupilas de Daniel.
Amanda lo ve y no puede evitar recordar su propia voz diciendo en algún tiempo pasado:

"Sabías que, mientras la mayoría admira la belleza de los ojos azules y verdes, pocos saben que los ojos marrones bajo la luz son lo más precioso que puedes ver"

- Tanto así?
Daniel finalmente ha hablado.

- Tanto así. Apenas llegas a Berlín, y sólo basta con pasarte cerca de algún cine o algo cultural. No tengo ni que intentarlo, hay una lata grande de tus anuncios, noticias, carteles, y otros yuyos tuyos esparcidos por Berlín... Hasta tienes una pinche estrella en el paseo de la fama berlinés...

Daniel ríe. Sus ojos se fruncen. Y afirma sin ánimos de presunción:

- Soy jodidamente especial.

- Aquí.

- Afuera no tanto.

- No lo suficiente.

Otra vez un silencio. Las ráfagas de viento han cesado. Daniel mira los árboles y pregunta:

- Y a qué hora te marchas a Barcelona?...

Amanda se aleja de él y fingiendo ofensa responde:

- Tranquilo, amigo.

Daniel aclara de inmediato:

- Es solo una pregunta, no te estoy exigiendo.

- Y quién serías tú para exigirme?. Me iré mañana muy temprano. Lo que queda del día lo voy a disfrutar.

- Pensé que eras una mujer muy ocupada.

- ¿Me ves ocupada ahora?

- ¿No tienes un trabajo en Barcelona?

- ¿Éso es de tu interés?

- Cuando llegué dijiste que ahora sí te marchabas. Éso sonó a algo presente. No te estoy botando.

- Y quién eres tú para botarme?. Tus interpretaciones son cosa tuya.

Amanda bebe su último sorbo de agua. Daniel se resigna. Una última pregunta amable:

- ¿Quieres alguna sugerencia para pasar tu tarde?

- Estoy en tu barrio, en SMARTments Business, Storkower Str. 156a.

Con tan específica información, Amanda sabía lo que Daniel respondería:

- Éso es un poco triste.
- Aburrido.

- Sí. Pero puedes ir más allá. Allá abajo está el Marienhof, por ejemplo.

- Lo tendré en cuenta.- Amanda seguía tranquila.- Por qué miras tanto a esos niños.

Daniel sonríe y responde:

- Me hacen pensar en mi hijo. Apenas cumplirá tres años, es un gusanito.

Amanda sonríe. Aún lo observa.
Daniel duda en decirle, pero finalmente lo hace:

- Seré padre otra vez. En noviembre, o en octubre. Tendré dos hijos...

Mientras se lo dice, mira a esos niños que no dejan de jugar.

- Felicidades.- dice Amanda con voz suave y sincera.

- Gracias.

- Al parecer yo te traigo las bendiciones. Cada vez que nos vemos, tienes la noticia de un nuevo hijo.

Daniel sonríe y afirma en silencio.

Era verdad. La última vez, le había dicho algo similar respecto a que sería padre por primera vez. Daniel presiente que el final debe llegar.

- Bueno, supongo que debo irme ahora.

Amanda ya no lo mira. Está con la vista perdida en el otro extremo del parque. Ahora una brisa ondea su flequillo. Su cabello está suelto en capas hasta sus hombros y aún es muy oscuro. Sus pómulos levemente pronunciados y la mueca divertida en sus labios expresan un pensamiento que no tiene palabras bien definidas. Daniel observa todo esto, la observa y finalmente lo sabe ... Lo sabe... Siempre...

De pronto Amanda se percata de que él la observa y vuelve a mirarlo y le pregunta con desgano e intriga:

- Qué

Cierra sus labios en la mueca conocida. Daniel sonríe y sin dejar de mirarla le responde:

- No has cambiado nada.

- Por qué lo haría. De qué te ríes.

- Creo que esta será la primera vez que nos encontramos y no terminamos en algún tipo de discusión.

- Aún no te has marchado para confirmar éso.

Daniel, sonriendo, afirma enérgicamente con la cabeza.
Amanda aparta su mirada de él y ahora observa a los niños, y añade:

- Además, ya estamos viejos para esas cosas. Al menos yo ya no tengo los mismos ánimos.

- Ah, sí?- Daniel ríe porque reconoce todavía el atisbo de pleito en su actitud. Al final, ella no había cambiado. Él sí.

Amanda no responde, sonríe. Finalmente lo mira y le dice con aires de agotamiento:

- Entonces te marchas o me marcho yo.

Daniel tiene la mirada en el suelo. Mueve su cabeza afirmativamente y se levanta. Se acerca a ella, se agacha y la mira a los ojos. Ella está tranquila. Le sostiene la mirada, y le dice:

- No te tengo miedo, Daniel.

Daniel aún la mira y afirma con su voz suave:

- Yo tampoco.

Acto seguido él le da un beso en la mejilla, con seguridad, con amabilidad...sin temores.

Amanda no dice nada ante tal acción. Daniel se endereza y le dice, antes de marcharse:

- Ahora sí, adiós, Amanda. No bajes la guardia mientras disfrutas la ciudad.

Amanda lo ve alejarse y perderse en medio de una brisa suave. Los niños siguen jugando, parece que para ellos no hubiese un mañana, sólo ese presente, ese perfecto presente.
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La noche ya cayó sobre el barrio de Prenzlauer Berg.

Daniel está echado sobre su cama, la habitación está en penumbras, y él medita en silencio. Piensa en lo bien que le vendría fumar un cigarrillo, pero luego se abstiene recordando que lleva buen tiempo controlando ese vicio.

Valeria está de nuevo en el estudio terminando su tesis. Por la tarde habían salido a pasear con Jakob por la cercanías de su casa. En aquel momento Daniel estaba contento, pero había una atisbo de ansiedad.

Ahora, en este momento, él no dejaba de pensar...

Era posible que a pesar de tantas cosas al final no pudiera evitar sentirse conmovido.

Era una condena. Mientras más pensaba, más se condenaba.

Debería haberse aburrido de ver los mismos gestos, pero verlos le causaban alegría. Debería no estar pensando...en ella, pero lo llevaba haciendo desde ayer.

Siempre caían. Cada vez que se volvían a ver, terminaban juntos de alguna forma, de alguna breve, intensa y efímera forma. Y luego el final siempre llegaba, y era como una daga.

Ahora, después de poner en orden sus vidas, no era concebible que algo conmoviera su interior.

Pero era algo que le picaba. Lo mantenía inquieto. No podía dejar...

Cerró los ojos. Tenía el dedo pulgar deslizándose por sus labios, un tic.

Entonces dejó... dejó que su mente se abriera a esos pensamientos que había estado conteniendo durante muchas horas. La recordó. Desde el primer día. Fue hace tanto tiempo.

"Ricky?"

Esa fue la primera palabra que escuchó de Amanda.

"Ricky?"

Y su mano estaba apoyada en su hombro. Ella estaba sobre una repisa y quería bajar. Un tal Ricky iba con ella y debía ser su apoyo. Pero él pasó cerca y una mano se apoyó en su hombro. La miró, la mueca en sus labios, la expresión en sus grandes ojos oscuros, ese cabello imposible, y esa voz incrédula: "Ricky?"

"Daniel"

Éso había corregido él, le había dicho su nombre. Había sonreído.

"Daniel"

Luego la vió a lo largo de su vida en diferentes circunstancias. Lejos, cerca, en pensamientos, en contacto con su piel, en contacto con sus sentimientos...

"La respuesta está escrita en mis ojos"

Las promesas. Las miradas. El tiempo...Aquel matrimonio oculto y finalmente fallido.
Dónde había quedado aquello.
Es imposible.

Y aquel hijo que nunca nació. Aquellas lágrimas. La separación. Ese dolor...

Es imposible.

Y el comienzo de la condena. Verla de nuevo. Amarla como nunca, o estar confundido. Que ella lo haya terminado odiando porque era un idiota, porque las promesas que había hecho no las había cumplido. Por haber elegido a otra persona... Por haberla dejado sola...

Jamás olvidaría la escena del auto, no debió subestimar que ella tenía el valor para echarlo fuera.

Amanda era tan fuerte... Es tan fuerte ...

Verla otra vez, amarla más o estar confundido, o estar intoxicado con ese sentimiento.
Siempre terminaban mal.

"Qué significan las sombras?...Que se extrañan desde esas penumbras"

Es imposible.

Nunca podrían estar juntos.

"Soy infeliz, contigo y sin ti"

Verla ahora. Verla y no tener ningún temor. Verla y sentir que es tan fría. Verla y...

"He tomado una decisión..."

Verla y sentir...

Comienza a sentir que ya la extraña. Comienza a sentir que ya la quiere.

"La respuesta está escrita en mis ojos"

Verla y saber que no puede... No puede resistir... No puede.

Daniel se da la vuelta sobre sí en la cama. Respira profundamente y lo sabe, así tiene que ser. No hay manera y no quiere... Lo desea, lo desea con todas sus fuerzas.

" Haz lo que te haga sentir bien"

Daniel ya no aguanta. Se levanta y coge su chaqueta. Se coloca sus zapatos y su corazón late como un tambor en su pecho. Respira hondo y quiere hacerlo rápido. No hay tiempo. Sí así tienen que ser las cosas...no hay tiempo.

- Saldré un momento. Ya vuelvo, no iré lejos.- Le dice a Valerie sin siquiera mirarla, sabe que ella puede percibirlo.

- Te sientes bien?- pregunta ella con tono tranquilo.

- Sí. Bueno quiero...quiero despejar mi mente. Estoy pensando en la película y siento que tengo que salir un momento para darme algunos...

- Es buena idea. Te entiendo. Ve con calma. No te preocupes demasiado. Si quieres hablar de eso, lo haremos luego.

Siempre era tan comprensiva. Val era hermosa, inteligente, perspicaz y lo entendía. La amaba. También la amaba.

Daniel le sopla un beso y sale. Sale decidido a lanzarse a esa sensación ...

También la amaba... Pero ésto era algo distinto, era algo muy intenso, muy fuerte ... inevitable. Le nacía y él podía controlarlo... pero no quería hacerlo. Quería sentirlo, porque le fascinaba.

La amaba...la había amado veinte años. La tenía enredada en su vida, para siempre.

Allí iba.
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Amanda había caído en una breve depresión. Pasada la tarde, sola, sólo había podido afianzar sus pensamientos negativos.

Él es feliz. Ha conseguido cumplir sus sueños, y está tan arriba.

Se puso a analizar su propia vida y al final sentía que nada tenía sentido.

Ahora, de noche, está en su habitación y deja de fingir que no le importa y que no siente nada. Es absurdo. Ya cumplirá 40 años, es una mujer independiente, y al diablo si lo que siente no va con su realidad.

Lo asume.

Siempre estaba pensando en él, esa era la verdad. Ella estaba allí o acá, y él estaba a miles de kilómetros de distancia. Siempre era así.

Siente un frío a su alrededor.
Escuchaba su nombre en diversas ocasiones y en su interior éso siempre la hacía sonreír.

Lo extrañaba.

Esperaba verlo. Aunque sea de paso, cuando iba a Berlín, o cuando sabía que él iba a Barcelona.

En el mundo de él, ella no tenía ninguna relevancia, y no esperaba tenerla.

Su corazón lo estaba llamando.
Lo extrañaba. No importaba lo que dijeran o si éso no tenía sentido. Lo extrañaba.
Lo amaba.

Y los errores del pasado, los dolores, y las desilusiones estaban allí, en el pasado. No había nada que hacer por ellas.

Agarró sus audífonos y se los colocó. Se echó en su cama y no pensó en nada más.

Mientras tanto. Una mano se acercaba a su puerta. Daniel estaba allí afuera tocando su puerta.

Daniel esperó ansioso a que ella abriera, pero pasó medio minuto y no lo hizo.

Volvió a tocar, se acercó a la puerta tratando de escucharla respirar en alguna parte.
Ella no abrió.

Daniel apoyó su cabeza en la puerta, y sintió la resignación.
Ella no abriría esa puerta. Ya nunca más...

Cerró los ojos ante esa sentencia, y se apartó levemente. Se volteó y se dirigió a las escaleras. Se detuvo y volvió en sí.

"Ya no"

Pensó, y bajó las escaleras a toda velocidad.

Eran las 21:43 de la noche. Y hacía mucho frío en Prenzlauer Berg.
Y nada es para siempre.

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La entrevista completa a Daniel Brühl (de verdad) la encuentras en:

https://www.google.com/amp/s/www.esquire.com/es/actualidad/amp26832992/daniel-bruhl-the-alienist-entrevista/

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