Diciembre del 2000| Tontas mariposas en el estómago
(continuación)
PDV de Amanda.
Antes de irse. Daniel había hecho lo que haría cualquier chico guay y popular de su estilo: organizar una "reunión" de despedida. Por supuesto, invitó a toda su horda de amigos... En este punto diré algo: No soy sociable.
Desde que estaba en el jardín de niños, fuí un repelente para tener amigos y jamás entendí el por qué. Hoy en día ya no me importa. Quién viene a mi vida y decide quedarse, bien por él; y, si no, pues adiós, no me haré lío por eso.
Con Daniel puede ser igual. Tal vez.
Y será porque... ¿El desgraciado no me ha invitado hasta ahora a su famosa "reunión"? Y porque... ¿Ya no sé si realmente él me gusta o si lo odio demasiado?!!
— Mandi, oye.
— Qué, qué pasa... —saltó de mi lugar frente a mi mesa (que también es mi escritorio, que también es mi comedor).
Mi hermana me mira de reojo, acaba de llegar, se ha dado cuenta que ando volando pero no dirá nada más que...
— Ese tipo, Daniel, está ahí abajo preguntado por ti ¿Qué pasó, no habías terminado con eso?
— ¿Abajo? —pregunto fingiendo que eso realmente me extraña.
(A decir verdad, mi corazón está comenzando a latir muy fuerte y eso ya es...)
— Sí, está ahí ¿Qué pasó?
— No-no sé —me hago a la tonta—; pero iré a ver —en tres zancadas ya estoy fuera del departamento—, ya vengo...
— Oye, no te tardes...
Sí, sí ya. Oh dios, no puedo creerlo, ha venido, ha venido (!!!).
Camino rápidamente hasta llegar a la planta baja y ahí me pongo en acecho. Quiero verlo un poco, de lejos, antes de darle encuentro.
Me arrastro sigilosamente hasta la recepción y me acercó a la ventana para poder ver a Daniel. Ajá, ahí está, está... ¿bailando?
Qué m#*#*...
Tiene un abrigo azul eléctrico y los audífonos puestos; hace unos contoneos tan extraños...
Su cabello castaño...ah, es tan lindo... Me encanta su cabello, dios... Oh, no puede ser, es tan gracioso; ¡mira cómo se mueve! Aaah, quisiera tomarle... ¡Maldición! ¿Por qué no puedo tener un celular con cámara? Tendré que tomarlo una foto con mi mente fotográfica. Daniel, no mires para acá, mira para el otro lado, danos una sonrisa... Y... Te tengo.
Le tomé una foto mental a Dani-e-el...
¡Ahora es mío!
(silencio incómodo)
... Cielos, me siento tan psicópata.
Mejor voy a verlo. No, espera, tengo que arreglar un poco mi triste persona. Mejor me acomodo bien el gorro y me cubro bien con mi tonto abrigo, hmm, me miro en el reflejo de la ventana...bueno, algo es algo.
Salgo y no lo quiero pensar más de dos veces.
— Hmm, hola —saludo tratando de no sonar muy tonta.
— Heeey —me saluda Daniel volteandose a mí con su estúpida y gran sonrisa... (Aaah no puede hacerme esto, lo odio)—. ¿Cómo estás?
Oh, espera ¿Se está acercando a mí? ¿Me-me dará un abrazo? Oh no, no puede hacerlo... Me voy a derretir, no podré, no puedo...
Lo hizo.
Me envolvió en su tonto y tierno abrazo. Lo odio.
— Ah, jaja —río. Tonta.
— ¿Eh? —se aparta de mí. Ahora sí puedo respirar...de su aroma tan rico.
— Eh... Estoy bien, sí... ¿Y, tú?
— ¡Oh! —exclama en seco con los ojos abiertos como su boca de ratón asustado (¿adorable, por cierto?) Espera, pero...por qué, qué fue lo que... ¡Ah su ...!
— Me-tu-te-aste!
— Aaah... —mi corazón se detuvo, estoy desconcertada ¿Qué demonios pasó?
— ¡No puedo creerlo! —extiende sus brazos dramáticamente— Cojones, ¡ya no soy un p*to extraño!
— Oiga... No sea tan grosero...
— Espera no... —y ha derretido su entusiasmo— ¿De nuevo? Mandinga, no seas así...
— Qué qué ¿Qué me llamó?
— Deja de ustearme ¿Quieres? Es incómodo.
— Le dije que me diera tiempo.
— Hm, sí, claro.
Y se ve algo decepcionado. Podría estar fingiendo, era bueno en eso ¿Era actor, no?
— Bien, entonces... —okey, me siento mal. No sé cómo lo hace, es muy bueno. Es tierno y me siento mal por echar abajo ese brillo que tenía en su expresión. Suspiro un poco, quiero... Quiero hacerlo sonreír, quiero verlo sonriendo siempre. Creo que me afectó mucho— ¿Para qué viniste aquí? ¿Pasó algo? Me sorprendió que vinieras, no me llamaste jaja.
— Hm, sí.
Y ahí está. Ha sonreído de nuevo, un poco, pero me mira de reojo con esa tierna y suave sonrisa a medias en su pequeños labios.
— Sabes —continua él—. Quiero invitarte a una reunión que tendré con mis amigos, antes de irme. Por eso vine, quería decírtelo personalmente, me has ayudado mucho...
Se está adueñando de pedazos de mi corazón, en serio.
— ... Será este sábado, en la tarde a las 6 ¿Podrás?
— Aahm, bueno... —quiero decir que sí, quiero estar ahí, por favor— Creo que... Podré a eso de las seis y media.
— ¡Está bien, es estupendo!
Sonrío y asiento con la cabeza tratando de mirar a otro lado.
— Entonces, ahí nos vemos. Gracias por invitarme —le digo, ahora estoy seria. Quiero que sepa que tomo esto en serio, porque... porque es importante para mí.
— Ahí nos vemos. Te pasaré la dirección y todo por mensaje —me dice simulando que teclea su celular— esta noche a más tardar. Nos vemos, listo, te dejo seguir con tus cosas —se acerca de nuevo para darme otro pequeño abrazo.
Recibo su aprecio tomando aire, porque amo su cercanía, amo cómo huele, amo su calidez, y su mejilla rozando mi sien.
— Y... —se aleja de mí con una sonrisa— gracias por dejar de ustearme.
No dice nada más y yo tampoco. Nos despedimos con una sonrisa y el se va caminando con esa forma tan chistosa que tiene. Realmente nunca creí que conocería a alguien como él. Me está tomando muy fuerte. Hasta siento ganas de llorar. Sólo quisiera abrazarlo todo el día y...quisiera que no se fuera. Quisiera que no se fuera nunca y que viviera muy cerco mío, para poder contemplarlo todos los días, hacer un diario de fotografías sobre él, un álbum completo con flechitas que señalen todas sus características y sus superpoderes... Daniel... Daniel qué cool eres.
*************
La realidad me golpeó ese día sábado cuando se me hizo tarde para llegar a lo de Daniel. Le dije que a las seis y media, porque ese día tenía quehaceres y sabía que no alcanzaría a las seis. Aún así se me hizo tarde. Mierda
Ni siquiera me pude vestir como quería. Sólo fui tal cual como ando en un día normal por la calle. ¡Esto no debió ser así!
Pero no quería perder más tiempo. Mi hermana llegaría a eso de las 9:30 de la noche y no quería que preocuparla, porque sólo le dije que saldría un par de horas... Mi plan no es trasnocharme y... De todas formas ¿Por qué lo haría?
Llegué a la dirección. Era en un...maldición, ¿le llamo pub? No lo sé, era uno de esos clubes donde los chicos guays van a beber, ligar y bailar como idiotas (sí, por qué no, también se meten cosas por la nariz).
En una parte allí adentro, estaba Daniel con su grupo de amigos. Estaban riendo como tontos mientras intercambiaban bebidas. Por un momento, al verlos de lejos, quise irme, porque realmente sentía que ese no era mi lugar.
Pero entonces alguien me empujó y Daniel se fijó en mí. Me miró con sus ojos marrones brillantes y, sonriendo, me llamó animándome a acercarme.
Lo saludé apenas, la música era muy fuerte y me sentía muy incómoda. Daniel me hizo espacio al lado suyo y me presentó a sus amigos. Eso fue lindo o al menos tranquilizador... momentáneamente. Traté de sonreír, decir algo, de encajar en sus conversaciones pero no entendía casi nada. Hablaban en chinoalemán y el estéreo golpeaba muy duro mi ser.
Simule que bebía porque no me gusta el sabor del alcohol. Y finalmente decidí volverme invisible, no fue difícil porque al rato dejaron de prestarme atención... incluído Daniel.
Entonces solo quería irme. Estaba arrinconada en mi lugar, viendo cómo todos se divertían y hablaban entre sí; viendo cómo una chica coqueteaba con Daniel, viéndolo seguirle el juego, claro, también irían a bailar... era su cita. Yo, yo no era nadie.
Nadie se dió cuenta cuando me hice a un lado y fuí a la barra por mi cuenta, sólo para darles la espalda a todos. Tampoco se dieron cuenta cuando fuí tras algunas chicas tratando de encontrar el baño. Allí sólo me lavé las manos y me mojé la cara tratando de no sentirme muy miserable. Todo el mundo estaba loco ahí, bebiendo, "volando", besándose y manoseándose... Yo estaba como "Oh, qué bien"
Nunca lo entenderé, yo nunca podré ser así, no sé por qué... Tal vez si lo fuera podría encajar allí afuera... Tal vez Daniel... No. A la mierda.
Decidí irme, así que busque a Daniel para intentar despedirme. Lo ví de pie junto a sus amigos rodeando su mesa. Estaban concentrados en algo. Me acerqué detrás de Daniel para ver sobre su hombro y ví que estaban jugando algo así como "La Botella Loca", lo cual me pareció tan... "Gracioso" (por no decir tonto).
Al parecer era el turno de Daniel porque estaba espectante viendo dónde terminaría la boquilla de su botella. Qué curioso, terminó en su misma dirección. Todos se rieron y le dijeron algo que no entendí... hasta que los ojos de todos se pusieron sobre mí y entré en pánico. Le señalaron a Daniel que yo estaba tras suyo y él se volteó sonriente para verme, yo no entendía nada... Cielos, pero... Sin que lo previera, Daniel tomó mi nuca y, sin darme tiempo para reaccionar, me besó.
El beso más rápido, incómodamente húmedo, y extraño que tuve en mi vida.
Me quedé en blanco. No entendía lo que había acabado de ocurrir. Sólo veía a Daniel y a todos riéndose. Eso era demasiado... No era posible.
Entonces reaccioné y me giré rápidamente para adentrarme entre la multitud tratando de abrirme paso para salir de ahí. Apenas pude escuchar que Daniel decía mi nombre tratando de alcanzarme. Tenía ese rastro húmedo de su beso burlón en mis labios y no quería... Me limpié la boca una y otra vez. Mi respiración me estaba fastidiando y sentía que me ahogaría si no salía de ahí. Llegué hasta el pasillo que conducía a los sanitarios cuando me tomaron del brazo. Giré por instinto pero con rabia y me topé con Daniel y su estúpido "mejor amigo" firmemente sostenido entre sus labios.
— Amanda —balbuceó con el cigarrillo en su boca.
Lo miré con el entrecejo fruncido esperando a que diga algo.
Maldito sea Daniel Brühl que jugó con mis sentimientos invitandome a esa fiesta estúpida para luego simular que me daba un beso que pareció más una burla para satisfacción de sus amigos. Pudranse, pudranse todos.
Ahora entiendo por qué soy asocial.
— Lo siento —dijo finalmente, soltando mi brazo y sacando el cigarrillo de su boca con tanta tranquilidad que parecía absurdo —. ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?
— Qué.
— Oh —dijo él con los ojos abiertos simulando sorpresa— ¿Querías ir al baño? Lo siento, qué idiota, pensé que te había molestado algo. Ve... —sacudió muy condescendiente sus manos en dirección al final del pasillo.
— ¿Qué? —lo miré entrecerrando los ojos con regaño— Oiga, oh, no ¡Oye!
— ¿Qué?—me exigió.
— ¡Me besaste! ¡¿Qué te pasa, qué fue eso?!
Entonces sonrió y se llevó las manos al rostro para comenzar a reírse. ¡Bobo hijodesumadre!
— Oye ¿En serio? —se atrevió a cuestionar el cabrón.
— ¡Sí! No es gracioso.
— Pero si sólo fue un juego —se echó a reír apoyándose contra la pared—. Estábamos jugando esa mierda de la botella, tenía que besarme a mí mismo y hacer el ridículo; pero, tú estabas detrás y fue... ¡Muy raro! Qué gracioso... —siguió riéndose mientras sacaba su encendedor.
— No fue gracioso —le dije con calma, mirándolo seriamente, con los puños concentrando toda mi tensión.
— ¿A qué te refieres? —preguntó extrañado con el encendedor en la punta del cigarrillo que había vuelto a acomodarse en su boca.
— Un beso no es cualquier cosa para mí. Para ti sí puedes serlo porque eres actor y das besos falsos todo el rato; pero, para mí no lo es. Además todos se rieron y eso no se sintió bien, fue incómodo. No me gustó.
Se lo dije con seriedad pero sobretodo con sinceridad. Él me miró de reojo con el ceño fruncido mientras fumaba pero no había reproche en su mirada, parecía más como si sólo me estuviera analizando.
Ante su silencio, me apoyé en la pared junto a él antes de que algún tarado me empujara. La gente iba y venía por ese pasillo. Escuchaba la música pero estaba lo suficientemente lejos como para que ésta ya no me golpeara los oídos ni las entrañas. Sólo las risas de las personas y sus graciosos trompicones podían llegar a mí ahora; y, de alguna forma, esto llegó Incluso a ser relajante. Me crucé de brazos y hundí mi cabeza tratando de ocultarme. Honestamente, no sabía qué hacer.
— Sí —dijo de pronto Daniel—, tienes razón. Eso no fue bueno.
Giré mi cabeza lentamente hacia él y lo ví de soslayo.
— Lo siento —se disculpó, y el tono de su voz era sincero—, no volverá a suceder —me tendió la mano— ¿Paz?
Miré su palma, la forma de su mano, era agradable. Me gustaban sus manos. Suspiré con resignación y se la tomé exhalando un débil "Paz".
Y él sonrió con el cigarrillo en la boca torcida y se deslizó por la pared hasta quedar acuclillado en el suelo jalando mi mano.
— Ven —dijo, mirándome con sus ojitos de cachorrito travieso. (Hijodesumadre)
— No. Déjese de m*m*das —le dije soltándome de su mano, pero me estaba riendo, y estaba siendo tonta porque al final igual me acomodé a su lado.
Así que ahí estábamos, sentados contra la pared de ese pasillo mugroso de discoteca, hombro a hombro, sólo mirando a la nada y riéndonos de cualquier tontería.
— Aún tengo que conocerte mejor, definitivamente —dijo al final.
— ¿Por qué?
— Esto —señaló a su alrededor— no es para ti. No te gusta el alcohol, ni el tabaco, ni la hierba, ni las cosas que para la mayoría son divertidas —dijo, como si tratara de venderme una idea—. No estaba seguro de eso antes, no lo sabía. Cuando pasábamos ensayando mi guión o en la tienda de Miriam, nunca hablamos de estas cosas. Y ahora sé, que, definitivamente no fue una buena idea invitarte a un lugar como este... a una situación como esta. Tampoco consideré que tu alemán no está lo suficientemente avanzado como para que puedas tratar de... —apagó su cigarrillo casualmente contra el piso— En conclusión, soy un gran idiota, me disculpo por eso.
— Va, está bien, olvídelo —no se me ocurrió nada más inteligente para decirle.
— Tal vez, sólo quería que estuvieras... Aún siento... Es como si quisiera darte muchas cosas ¿Sabes?
— ¿Hm? —lo miré intrigada, y mis manos comenzaban a sudarme.
— No lo sé —dijo apoyando su cabeza contra la pared mirando al techo— No es algo sobre culpa, es lo único que puedo asegurar; tampoco es compasión —sonrió gracioso—. Sólo quiero darte cosas —y se echó a reír frotándose la sien.
— Ah, bueno ¿Entonces puedo pedir lo que quiera? —ni siquiera sé por qué pregunté algo tan tonto. Es que simplemente todas mis neuronas morían cuando tenía tan cerca a Daniel diciéndome cosas extrañas sobre sus sentimientos hacia mí.
— ¿Qué? Dios... —rió mirándome de reojo aún con los dedos en su rostro— Veamos ¿Qué quieres?
"Un beso" me dije a mí misma, aún sabiendo que había recibido uno pero sabiendo también que lo quería diferente. La idea de mi primer beso con él estaba en mi mente como un sueño, como un deseo, bien establecido en un momento especial...uno sólo de los dos. "Quiero un beso, un beso especial, uno de verdad, contigo" Me dije de nuevo, recordando con un nudo en mi estómago el contacto fugaz, tibio y húmedo de sus labios contra los míos... El nudo se deshizo y miles de mariposas volaron tontamente inundando el pasillo.
— Bueno —susurró él— ¿Qué tal si mientras lo piensas, vamos a bailar o algo así?
— No sé bailar.
¿Realmente yo había dicho eso?. Soy un fracaso.
— Joder... —me miró Daniel con una sonrisa dulce y compasiva— lo tuyo sí es serio ¿eh?
Acepté mi rendición golpeando suavemente mi cabeza contra la pared, ahogando una risa que al final no pude contener por mucho tiempo; es que, en serio, soy un desastre.
Nos reímos juntos, y jamás me había sentido tan feliz siendo tan loser al mismo tiempo.
**************
Lunes muy temprano y es día de trabajo. No es algo muy difícil para mí. Nótese mi presunción. Bueno, pero tampoco es mucha ciencia doblar y acomodar ropa en una tienda.
Daniel está arriba, con Miriam, hablando o tratando de hacer bromas de buen payaso para hacerla sentir menos estresada. Su boda se aproxima y no me imagino cuántos nervios suyos están involucrados en eso.
En un rato, Daniel baja tranquilamente, con las manos metidas en los bolsillos de sus holgados pantalones y el cuello hundido en su suéter de lana.
— Hola —me saluda casualmente.
— Hola, qué tal todo.
— Bien —responde indiferente mientras pasea sus ojos por los rincones de la tienda.
"Daniel" le llama su hermana, con su voz musical, desde el piso de arriba.
— ¿Sí? —le pregunta Daniel estirando su cuello hacia las escaleras.
"¿Por qué no invitas a Amanda para que te acompañe a la fiesta del matrimonio?"
Entonces Daniel torna su rostro a mi dirección y me pregunta con la mirada.
— ¿Qué? —le cuestiono desconcertada.
— ¿Quieres venir conmigo ese día? —me pregunta con la voz parca y la tranquilidad más grande e increíble del mundo.
— Aaah... —dudo— No-no lo sé...
— ¡Dice que no lo sabe! —le comunica a su hermana elevando su tono de voz.
"Pues insístele"
Daniel vuelve a mirarme fijamente con un gran desgano.
— No tienes que hacerlo —le digo entonces.
— Yo creo que sí —y de pronto suena divertido.
— Realmente no.
— Vamos a discutirlo con un Coca. Ven.
Daniel viene a mí y me toma de la muñeca para llevarme a la puerta de salida con mucha delicadeza.
"¿Qué dijo?" Insistió su hermana.
— Iremos a dar una vuelta, al retorno lo sabrás —le dice Daniel.
Así fue como salimos y fuimos caminando sin apuro. Conseguimos un par de botellas personales de Coca Cola y nos sentamos en una pequeña plaza cercana. Mientras bebiamos, Daniel me iba planteando la situación. Ese tipo sí sería bueno para vender ideas.
— No es que tenga que ir por ti y sacarte a caminar de mi brazo como en las fiestas de Primavera en los colegios.
— Ajá —asentí yo sin prestarle mucha atención.
— Prácticamente... Es sólo tú viniendo a la fiesta y yo allí. Eres mi invitada. Yo estaré pendiente de ti...
— Será algo así como... ¿Si me adoptaras en la fiesta?
— Sí, claro. Eso —bebió otro sorbo de su bebida—. Luego, oh... Tendrás que aprender a bailar.
— Deme clases —susurre divertida.
— No es muy difícil, sólo sígueme el paso. Bueno, ya veremos qué hacer.
— ¿Necesitaré un vestido?
— Obviamente.
— Qué mal...
— No tiene que ser muy complicado. Vamos, tú puedes hacerlo.
— ¿Por qué quiere que vaya?
— Será divertido.
— ¿Te diviertes a mi costa, Daniel?
— ¿Aún te cuesta tutearme, Amanda? —se inclinó a mí con una expresión divertida.
Sólo me reí.
— Sé que te cuesta —dijo finalmente—, pero sé también que lo estás intentando y realmente valoro mucho eso. Entonces, qué dices... ¿Vendrás conmigo a la fiesta de matrimonio de mi hermana?
— Sí, ya que.
— Muy bien —sonrió él satisfecho—. Brindemos por eso —y alzó su botella— Salud.
— Chin —dije con desgano chocando débilmente mi botella con la suya.
— Chin —susurró él, y se bebió toda la soda de un solo trago.
Me asustaba tanto. Me sentía muy vulnerable a su lado. Sólo quería hundirme y enterrar mi cabeza en algún agujero. Esto no podía estar sucediendome. No...
Ese chico, de cabello hermoso y cara de ratón travieso no podía hacer esto conmigo. Me gustaba tanto.
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