Diciembre del 2000 | Música

Hoy era el día especial de Amanda. Sí, era su cumpleaños.

Así que al contrario de lo que pensó, Daniel no lo había olvidado.

— Ven, siéntate.

— Dónde ¿Aquí?

Así que aquí estaban, en nada más y nada menos que la habitación de Daniel, y ella aún no quería entender por qué se sentía tan pero tan nerviosa; aunque, era más que obvio.

Pues no todos los días estás en la habitación de la persona que más te gusta en el mundo...y más aún el día de tu cumpleaños; esto sí que es un verdadero regalo.

Amanda evitó hacer contacto visual con Daniel mientras se acomodaba en la pequeña silla de madera al lado de la cómoda silla giratoria de Daniel frente al ordenador de éste.

Por un momento, Daniel la observó con sus pequeños ojos de ratoncillo astuto; y mientras tanto, Amanda, ya se sentía atravesar todas las tonalidades del rojo.

— No, sabes qué —le dijo entonces Daniel—, esto es muy descortés de mi parte. Mejor siéntate aquí —le dijo ofreciéndole su silla giratoria—, vamos.

Amanda suspiró parándose para pasarse a la otra silla— Bien, sabes esto ya de por sí es muy raro.

— ¿Por qué? ¿A qué te refieres?

Ella hizo una mueca de incredulidad— Oh, vamos: yo, tú, en tu...muy desordenada habitación...

— Me toca la limpieza los sábados en la noche.

— ¿En la noche? ¿Quién demonios limpia en la noche?

— Yo ¿De acuerdo? —contestó Daniel con cierta bronca tomando asiento al lado de Amanda— Y ya te dije que haces lío de cosas muy insignificantes, eres muy cansona, ¿relájate quieres? Estás asustado a mis peces...

— Oh, cielos... —casi exclamó Amanda cuando divisó la pequeña pecera que Daniel tenía sobre un pequeño mueble frente a su cama.

— "Cielos" qué...

— ¿Aún están vivos?

— ¡Pues claro que sí, joder! —protestó Daniel indignado.

Amanda se fijó de pronto en él a su lado y se topó con esos pequeños ojos fruncidos y esas tiernas mejillas encendidas de ofensa infantil. Quiso besarlo...pero al final sólo terminó riendo, porque eso era lo que Daniel provocaba en ella.

— Oh, ya, deja eso —se quejó Daniel ante la risa de Amanda—. Venga, mira esto.

Entonces Amanda, tratando de controlar su risa se fijó en la pantalla del ordenador de Daniel.

— ¿Qué? —consulto ella.

— Descargué algunos vídeos musicales...

— ¿En serio?

Daniel estaba ahora concentrado en su computadora— Sí... Tengo un amigo, él... Aquí, mira. Sí, él me compartió un antivirus buenísimo, ya sabes, porque al descargar archivos a veces...

— Sí, sí...

Ahora ambos estaban con la atención puesta en la pantalla del ordenador. Daniel estaba buscando los archivos que había descargado y entonces Amanda le preguntó acerca de los vídeos.

— Lo del momento —le dijo Daniel— ya sabes, algo de Nine Inch Nails, RHCP, Sonic Youth...

— ¡Amo Sonic Youth!

— Genial ¿Viste este concierto en Lisboa? De marzo... —Daniel le dió clic al archivo y éste comenzó a reproducirse.

— ¡Maldita sea, es maravilloso! —exclamó Amanda emocionada, a sabiendas que su mayor acercamiento con la música era su humilde Walkman, la vieja radio canchera de su hermana y los escuetos videos musicales que a penas pasaban en la TV abierta los fines de semana.

Daniel miró la emoción de Amanda de reojo y sonrió tranquilamente. Por alguna extraña razón que él aún no podía descifrar, esa sensación grata que sentía cuando hacía algo para reconfortar a Amanda iba creciendo en su interior. Y en momentos como este, no podía evitar sentirse muy bien con ello.

Y en algún momento, hasta pensó que tal vez...

— ¿Tienes más conciertos? —le preguntó Amanda de pronto con las mejillas encendidas.

— Claro —respondió Daniel casi automáticamente—. Aahm, bueno, sí creo que sí, déjame ver...

— Pon Red Hot Chili Peppers —lo interrumpió ella de nuevo y aún emocionada.

— Sí, sí, espera...

— Una vez, escuché una canción de Jhon Frusciante en una tienda de discos en Londres, cuando fuí allá aquella vez, y me encantó un montón... Tiene algo tan "ambiental"... Pero no recuerdo el título, sólo la portada del...

— ¿Jhon Frusciante, eh? —le interrumpió Daniel para tratar de calmarla—. Sí, escuché algo suyo, es muy bueno y eso de que dejó las drogas...joder. Es casi como una leyenda ¿No?

— Sí, la verdad no sé mucho sobre eso, sólo que estaba en los RHCP, que luego se alejó y las drogas y eso. No sabía que había sacado algo en solitario hasta que ví ese disco aquella vez...

— Bien, tengo muchas cosas, veamos el vídeo de Californication mientras trato de ordenar mi mierda aquí ¿De acuerdo?

Amanda asintió y Daniel le dió "play" al video de Californication mientras con el mouse abría otra ventana paralela para intentar organizar sus archivos y encontrar fácilmente los vídeos que Amanda quería.

Y estuvieron así por un par de horas. Sí, eso fue lo que hicieron. Estaban juntos mirando videos musicales en el computador de Daniel, uno al lado del otro, cerca, muy cerca...lo más cerca que tal vez hubieron estado antes en su vida, con una conexión de complicidad que sabían que, tras tantos sucesos, habían logrado.

Daniel miraba la pantalla y luego miraba a Amanda con una sonrisa, le señalaba algunas cosas del vídeo y sonreía de nuevo, y ella...lo veía, lo veía y sentía unas ganas incontrolables de abrazarlo, de apoyar se cabeza en su hombro o... sólo poder... sentir ese contacto tibio, esa conexión maravillosa.

Estaban tan cerca...

Y Californication nunca había sonado tan bien.

— Tengo algo para ti.

Daniel no lo había olvidado.

— ¿Qué? —preguntó Amanda espectante.

Daniel, manteniendo una sonrisa tranquila, sacó de una las libretas que tenía en el escritorio de al lado un pequeño papel— Tu pase a la dicha —le dijo extendiendoselo a Amanda.

— ¿Qué? —apenas respondió ella tomando el papel y observando su contenido. Era...

— ¿Qué tal eh?

— Esto... Esto es...

— ¿Un pase para el programa del próximo viernes de All Music de MTV donde estará de invitado especial Ville Valo? Sí.

— ¡Aaah! ¡Maldita sea! ¡Lo amo! —exclamó Amanda y no pensó más para abrazar finalmente a Daniel— ¡Gracias! Lo amé en serio...

Daniel recibió su abrazo sin saber hasta entonces que era algo que había estado deseando— Lo sé, eso me hace...me hace feliz saber que te gustó...mi regalo —entonces se apartó un poco de Amanda y la miró de soslayo con cierta picardía—. ¿Te dije que te daría un regalo, lo recuerdas?

Amanda se salió del abrazo cuidadosamente— Sí, ya lo recuerdo. ¿Eso estuvo bien, eh señor Brühl?

Ambos se quedaron mirando por un momento. Ella con las pupilas como mariposas y él con la mirada pasiva de un dulce y tranquilo ciervo.

De pronto Amanda, sintiendo que sus mejillas le comenzaban a arder y las manos a sudar demasiado, se aclaró la garganta— Hm, y...¿ahora? —dijo tratando de sonar firme.

— No lo sé... —entonces Daniel entrecerró sus pequeños ojos marrones— ¿No vas a besarme, o sí?

— Claro que no —se apresuró a responder Amanda tratando de no alarmarse ante ese comentario.

— Bien, entonces ve a prepararme un sándwich —dijo Daniel estirando los brazos detrás de su cabeza con holgazaneria.

— Idiota —le dijo ella empujándolo un poco y riéndose—. Vamos a comprar helado...

— ¿A estas horas? —se quejó Daniel.

— No es muy tarde ¿Por qué eres tan vago? Vamos... Además te lo pedí antes de venir aquí y dijiste que luego...y YA ES LUEGO

— ¡Caramba, ya bájale! —protestó Daniel—. Tan cansona... Y además ¿Quién carajos toma helado en pleno jodido invierno a menos de 0°?

— "Yo ¿De acuerdo?" AHORA MUÉVETE —lo empujó Amanda.

Daniel se levantó a duras penas de la sila— Ya, ya... ¿Ya estoy de pie, sí? Mierda...

— Vamos, camina, camina —le dijo Amanda con diversión y alegría sujetándole los hombros por detrás y empujándolo suavemente hasta la puerta.

— Luego me harás un jodido sándwich, lo juro —siguió quejándose Daniel mientras caminaba de mala gana.

Ya afuera, abrigados hasta el alma, caminaron muy cerca uno del otro, dándose pequeños empujones disimulados en risas inconscientes. Y un poco más tarde fueron de las pocas personas que consumieron un pote de helado en pleno invierno de Berlín en medio de videos musicales de menos de 360p.

***********

Era el día de la boda de Miriam y Amanda finalmente había logrado hacerse de un vestido con el cual se sentía lo suficientemente... cómoda.

Le tomó mucho tiempo arreglarse porque no tenía mucha experiencia con el maquillaje y los accesorios y esas cosas de las chicas femeninas. Su hermana le ayudó y luego llegó, puntual a la hora, nadie más y nadie menos que Daniel Brühl.

Al verlo, Amanda supo que a él ni siquiera le había tomado media hora arreglarse en ese traje hecho a medida y ese peinado prolijo de lado, y entonces se sintió tan terriblemente nerviosa. Y él supo al verla que, sin duda, a ella le había tomado más de toda la mañana arreglarse en ese lindo vestido color pastel y ese peinado primoroso de trenzas romanas, y entonces se sintió increíblemente conmovido.

— Wow... —le dijo Daniel fingiendo que estaba "fingiendo" sorpresa al recibirla a la salida de su casa—. Mírate... ¿Amanda estás ahí? Amanda dónde estás, no te veo.

— ¡Basta! Me estás poniendo nerviosa maldita sea —gruñó Amanda hundiendo su pena—. ¿Ese es tu auto? —señaló después para desviar la atención.

Daniel giró su cabeza a penas hacía atrás y sacó una mano de su bolsillo para señalar— ¿Eso? No, es de Miriam, me lo prestó ¿Crees que un actor miserable y desempleado como yo tendría su propio auto? Vamos, sabes que ni siquiera tengo para la cerveza del fin de semana y eso es también porque ALGUIEN me dejó sin fondos...

— Ay ya, no vayas a ponerte a chillar ahora, Daniel, vamos ábreme la puerta.

— ¿Disculpa?

— Que me abras la puerta del auto —le señaló Amanda con una sonrisa tranquila— ¿Que no que eras un caballero?

— No recuerdo haber dicho que fuera uno —rió Daniel.

— Pues digamos que hoy sí, ¿de acuerdo?

— Diablos... —suspiró Daniel.

— ¿Qué dijiste?

— Que, "adelante, hermosa dama"... —dijo Daniel, sobreactuando un tono cortés mientras le abría la puerta del auto a Amanda.

— "Gra-cias" —respondió ella fingiendo un tono excesivamente afeminado mientras ingresaba cuidadosamente al auto.

Daniel dió la vuelta por delante para llegar al otro asiento y una vez dentro miró de soslayo a Amanda.

— Qué —le cuestionó Amanda mirándolo.

— Qué de qué.

— Por qué me miras así ¿Qué, tengo algo malo?

— Ni idea.

— Oye, estás siendo un poco descortés hoy eh?

— No te lo tomes a mal, Mandi, pero tú y yo somos enemigos mortales. Tú vas en una dirección y yo voy en otra ¿Qué acaso se te olvidó que hace unos meses estábamos en una disputa monetaria? Sin contar con que tu ex novio quiso asesinarme.

— Dios mío ¿Por qué eres tan rencoroso? Eso fue hace meses. Supéralo, hombre. No puedes vivir así toda tu vida.

Daniel bufó con las manos firmes sobre el volante. Tal vez en el fondo no quería aceptar que...

— Y en todo caso —añadió Amanda— ¿Ya se te olvidó que ayer estuvimos viendo videos en TU habitación mientras nos empalagabamos de helado?

Daniel giró su cabeza y la miró con el ceño fruncido y una expresión de incredulidad.

— ¿Y que hace unas semanas yo iba a tu casa para AYUDARTE a ensayar tus guiones? ¿Qué acaso olvidaste todo eso y sólo recuerdas todo lo malo?

Daniel siguió mirándola fijamente hasta que movió su cabeza de un lado a otro con desaprobación mientras comenzaba a encender el auto.

— ¿Daniel?

— Mejor olvidemos todo. Anda, pon algo de música, te dejo.

— Ay, qué amable...

— PERO —le advirtió Daniel— nada de punk desquiciado, ¿vale?

— "Oh bondage, up yours!" —tarareó Amanda con la intención de fastidiar a Daniel.

— Nein nein, nada de eso...

— Ja, ja, ja, "Nein nein" —se burló Amanda.

— ¡Shhh! —protestó Daniel ya arrancando el auto en medio de las risas de Amanda.

Ya en la fiesta, Amanda tomó aire rogando no arruinar nada allí mientras veía cómo Daniel se movía en medio de la gente como un pez en el agua. Tenía tanta soltura y derrochaba simpatía por doquier.

"Maldito niño, por qué no puedo ser como él" se lamentaba Amanda.

Fueron a saludar a Miriam, su flamante y muy carismático esposo, y a sus padres: Hanno, el hombre que hacía documentales; y Marisa, la que fue maestra en España. Amanda se sentía tan cohibida, era la primera vez que conocía a los padres de Daniel y Miriam, y temió no caerles bien; sin embargo, ambos fueron muy amables con ella; aunque, mientras Hanno daba la impresión de ser algo distante, Marisa era todo lo contrario y de inmediato expresó una gran simpatía por Amanda.

Luego, Daniel llevó a Amanda a dar un recorrido por la fiesta, luciendo su carisma y presentandola por todas partes.

— Quiero presentarles a Amanda —dijo Daniel en alemán dirigiéndose a un grupo de personas.

— ¿Daniel, es tu novia?

Y Amanda casi pudo entender esa pregunta.

— ¿Ella? —respondió Daniel fingiendo desdén— ¿Uno ya quisiera, eh? Pero mira que no, además que ella ya anda enamorada de otro tipo... Un finlandés, llamado Ville Vallini o algo así.

Amanda agrandó los ojos a manera de evitar darle un golpe a Daniel.

— Hola Amanda —le saludaron en alemán. Y ella correspondió al saludo tratando de sonar amable y convincente en un alemán aún no muy bien practicado.

Entonces esas personas comenzaron a hablarle y decirle más cosas que no seguían el ritmo de los audios de "Learn German, Now!" que Amanda había estado escuchando.

"Oh, maldita sea, esta es la vida real" pensó ella entonces con una sonrisa condescendiente.

— Vamos, practica practica —le instó Daniel en voz baja.

— ¿Qué? de qué hablas...

— Es el momento, hay un montón de personas aquí y te aseguro que todas querrán hablar contigo. Anda, tú puedes.

— Diablos, no, Dan...

— Vamos vamos —y entonces Daniel miró a las personas que tenían en frente y les dijo—: Se las encargo, está aprendiendo alemán y quiere practicar con conversaciones. Iré a ver a Miriam.

Entonces Daniel se despidió de Amanda ante el pánico de ésta y se fue abriéndose paso entre la multitud.

Amanda sólo pudo sonreír.

Luego hizo un esfuerzo sobrehumano por soltar su lengua y tantear las palabras alemanas más adecuadas que se le ocurrían y...al final, sólo podía hablar en inglés disculpándose y explicando por qué aún estaba aprendiendo el idioma en cuestión.

Soltó una bronca en su interior hacia Daniel por haberla dejado allí, en medio de tantos desconocidos.

Pero entonces Daniel no tardó en reaparecer. Brillante y lindo como siempre, ante los ojos de una Amanda cada vez más cohibida por su presencia.

— Ven, vamos a bailar —le dijo entonces Daniel, extendiendole esa mano pristina suya, con una sonrisa osada dibujada en la comisura de sus tiernos y delgados labios.

Y Amanda lo siguió, más por embeleso que por consciencia plena. De pronto estaba frente a él, sintiendo sus dedos entrelazados en los de Daniel y la otra mano de éste ciñendola por la cintura y entonces ya no podía respirar; los rodeaban otras parejas bailando, pero a ella estaba a punto de hundirsele el corazón en el pecho y, la peor vergüenza...estaba comenzando a sudar mucho.

"Dios, no" se lamentaba tratando de tomar aire.

— No te pongas tensa —le dijo de pronto Daniel mirándola a los ojos con serenidad—, como te dije, sólo sigue mis pasos... —y entonces comenzó a moverse en un vaivén suave, un paso de lado y un paso del otro— Un, dos; un, dos...

Amanda miró por encima del hombro de Daniel para tratar de centrar su mirada en otra cosa que no fueran esos intensos ojos marrones, luego respiró hondo y, aunque sentía las piernas flaquear, hizo el esfuerzo sobrehumano por seguirle el paso de vals.

— Eso, lo estás haciendo bien, con calma...suave...tranquila...

Y en qué momento Daniel Brühl había pasado de ser un gilipollas chinchoso a un príncipe de los cuentos de hadas... De esos que una vez Amanda le contó sentados en un parque infantil en Cottbus.

El vals terminó y Amanda despertó de su ensoñación.

— ¡Vamos a comer pastel! —exclamó Daniel emocionado.

Comida, eso hacía feliz a Amanda.

Lo que no le hizo muy feliz fue tener que colarse al grupo de mujeres solteras para atrapar el ramo.

— ¡No iré! —se quejó a Daniel.

— ¿Por qué no? "Sería muy descortés de tu parte" —le observó Daniel con mofa.

— ¡No me quiero casar!

— JA, JA, como si te fuera a tocar a ti...

— Qué tal si sí...

— Estoy casi seguro de que eso no pasará. No tienes tanta suerte...

Y Amanda sabía que sí, no tenía tanta suerte, pero vaya... En momentos así...

El ramo si le llegó a ella, Amanda lo vio llegar sobre su cabeza directamente A-ELLA... Y entró en pánico. ¡No sé quería casar! Al menos no ahora. Así que se hizo a un lado y... Cayó, el ramo cayó en el suelo con un sonido seco y muerto.

"Que alguien lo agarre, maldición" se lamentó ella.

Pero ahí todas las mujeres eran muy amables y ninguna quiso ser tan osada para quitarle aquello que por derecho ya era suyo...

"¿En serio? Nadie va a abalanzarse y jalarse los cabellos???"

No. Nadie. Y ella solo estaba pasando la vergüenza. Tuvo que agacharse para recoger el ramo y fingir impresión. Entonces todos aplaudieron alegremente.

Daniel se estaba ocultando la risa tras un plato de pastel y eso era suficiente.

— Me pregunto quién será el desdichado —le dijo Daniel con burla a Amanda cuando estuvieron frente a frente.

"Tal vez tú" se burló ella a sí misma.

Luego fueron a comer un poco más de pastel sentados uno al lado del otro en el claro del jardín. Frente al espejo del agua de una piscina, ellos balanceaban perezosamente sus pies, hablando de nimiedades y llevándose trozos de pastel a la boca.

— Pensé que estarías rodeado de chicas... —le observó Amanda.

— Y lo estuve, cuando no me veías.

— Pero ahora estás aquí...

— Sí, debo cuidarte.

Amanda giró para verlo— ¿Cuidarme?

— Claro, eres nueva en esto. Te dí mi palabra de que te "adoptaría en la fiesta", eso hago ¿Estuvo bien? —sonrió Daniel.

Amanda correspondió a esa sonrisa— Sí, estuvo.

Y entonces tuvo ganas de apoyar su cabeza en el hombro de Daniel, pero valor era todo lo que le faltaba en el mundo.

— Gracias, Daniel —fue lo único que dijo entonces; sin embargo, lo hizo con sinceridad.

— Ajá.

Y eso fue todo de parte de Daniel. Amanda lo miró pensando que encontraría una expresión vacía e indiferente, pero en cambio encontró una expresión dulce y soñadora...tranquila... Daniel mirando al frente con una sonrisa reprimida en su rostro risueño; "ajá", sí, un parco "ajá" nunca antes había sonado tan bien.

**********

Era lunes y Amanda tenía un nudo en su interior.

Hoy, Daniel se marchaba

Y ella dudó en si ir a verlo a casa de Miriam o ... Simplemente dejarlo ir.

Pero sentía que si no lo veía por última vez se quedaría con esa sensación de tristeza por el resto de su vida. Así que corrió, corrió a las 12:30 para alcanzarlo y lo encontró allí... en el comedor, extendiendo un mantel sobre la mesa de su hermana.

— Hey, qué tal —le saludó Daniel con la tranquilidad más grande del mundo.

Amanda lo vió en silencio ¿Por qué se veía tan tranquilo como si no pretendiera irse de allí hasta quién sabe cuándo? Daniel estaba alistando la mesa, colocando una botella de Sprite y trayendo unos platos.

— ¿Comiste algo? ¿Quieres acompañarnos?

— ¿Tú y quién más? —cuestionó Amanda extrañada, ya que sabía que Miriam estaba fuera por su Luna de Miel.

— Invité a un par de amigos, no tardarán en llegar. Quedamos en comer pizza aquí y luego me acompañarían a la estación.

Claro, Daniel y su amigos en todas partes. Y entonces Amanda sintió de pronto que tal vez ella no era tan especial como creyó tontamente; sólo una amiga más de Daniel, y tal vez una "amiga" muy rara porque ella no andaba con él compartiendo pizzas y dejándolo en el aeropuerto.

— No, yo ya comí y tengo que hacer algo luego —mintió ella con un nudo en la garganta, porque recordó también que la última vez que estuvo con los amigos de Daniel no se sintió muy "incluida"—. Sólo vine a...desearte que tengas un buen viaje y a... agradecerte por tu apoyo y todo...

De pronto, sin darse cuenta, quiso llorar.

Daniel detuvo su afán con la mesa para mirar a Amanda, la miró con ojos compasivos y en su interior sintió de repente una naciente tristeza.

Tal vez era esa casa silenciosa, esa tarde opaca de invierno y todo tan olvidado...o tal vez...

— Mandi ...

Y sería Mandi por siempre, desde ese día en adelante.

Amanda quiso sonreír para aparentar que todo estaba bien.

— Ven —le dijo Daniel entonces, ofreciéndole asiento en una silla—, tómate una Sprite conmigo.

Amanda no pudo negarse y de pronto estaba de nuevo sentada al lado de Daniel recibiendo un vaso de Sprite de su parte.

— Oye, sabes que al principio tú y yo no nos llevábamos muy bien que digamos ¿No? —le dijo Daniel con esa voz suave y tranquila— Y mucho de eso fue por la forma en la que nos conocimos, ese accidente estúpido. No me cansaré de disculparme, en serio.

— Ya pasó, fue hace mucho tiempo —casi susurró ella.

— Sí, pero prefiero más bien recordar la primera vez que nos vimos ¿Lo recuerdas? ¿En la Escuela de Artes? Cuando tocaste mi hombro —y entonces él dejó escapar una risa breve y hermosa.

— Sí... —dijo Amanda en una ensoñación.

— Y... el punto es que, de allí a hoy, han pasado tantas cosas que... —Daniel entonces buscó aquella mirada tímida— Hoy siento que tú y yo somos amigos. Somos amigos —sonrió— y eso me hace feliz. En serio, porque eres una gran persona y me haces... reír ¡No en el mal sentido! Me refiero a que me haces...sentir contento.

"Te hago feliz" pensó Amanda "Y tú a mí"

— Es que es muy divertido, nos peleamos pero sé que nos llevamos bien. Te tengo mucha confianza. Me siento muy cómodo ¿Entiendes? Ja, ja, lo siento.

Daniel se sentía nervioso y no lo entendía. Pero era la primera vez que expresaba sinceramente sus sentimientos hacia Amanda.

— Entiendo, yo... también me siento así, supongo. Me hace feliz ser tu amiga.

— A mí también, brindemos por eso.

Ambos se miraron sonrientes y chocaron sus vasos de Sprite con un "Chin" al unísono.

— Ahora dí que vas a extrañarme —le dijo Daniel divertido.

Amanda lo miró entrecerrando los ojos— No lograrás que te diga eso...nunca.

Daniel rió— Bien, de todas formas nos mantendremos en contacto ¿Eh? Tengo tu correo y tu número, así que no olvides revisar tu bandeja de entrada de vez en cuando...

Y sonó como una promesa mientras ambos caminaban hacia la puerta.

— De acuerdo —aseguró ella en voz baja.

— Y sé que no puedes usar mucho tu teléfono por eso del precio de las llamadas y esa mierda pero alguuuna vez podrías recibir una llamada...

— Bien.

Y en serio luchó mucho por no dejarse ganar por las lágrimas.

— Y en el momento que menos lo pienses me tendrás de vuelta en tu puerta —sonrió Daniel, finalmente.

— Estaré...atenta.

"Te estaré esperando, siempre. Toda la vida"

— Te encomiendo a mis peces, Miriam te lo dijo, puedes venir cuando quieras.

Casi lo había olvidado— Sí, ella me lo dijo. No hay problema para mí, puedo echarles un vistazo. Estarán bien.

— Sí, son como un legado mío aquí —dijo él fingiendo una voz presuntuosa. Esa sonrisa no se mantuvo por mucho tiempo.

— Nos vemos Mandi —dijo entonces Daniel en un susurro dulce, inclinandose a ella para rodearla en un abrazo. El abrazo más acogedor del mundo—. Cuídate mucho ¿Vale?

Amanda cerró los ojos húmedos y se hundió en el hombro de Daniel, en su aroma cálido, tratando de quedarse con un recuerdo suyo.

— Vale.

Y fue un milagro que no se le quebrara la voz.

Daniel dejaba muchas cosas en un lugar que había sido sólo pasajero, pero en el fondo quería llevarselas consigo con todas sus fuerzas. Su verdadero hogar lo esperaba hacia el norte y la vida estaba allí también; todos sus sueños y todo por lo que había luchado. Y no quería olvidar a Amanda ni que ella se perdiera de su camino como tantas otras personas, porque sabía que ella era especial. Ojalá pudiera mantener su amistad por mucho tiempo más, ojalá nunca se fuera.

Ahora Amanda está caminando por la calle en ese invierno opaco, dejando cuadra tras cuadra la casa que frecuentó tantas veces sabiendo que un jovencito de cabellos castaños y ojos astutos la esperaban con una sonrisa burlona...y hermosa.

¿Por qué hacía tanto frío? Amanda se hundió en su abrigo cabizbaja, y esa pena se acrecentó más por dentro hasta llegar a sentirse como un ardor en su nariz...un ardor en sus ojos.

"¿Por qué duele? Por qué, por qué..." se cuestionó y entonces dos lágrimas se deslizaron dolorosamente por sus mejillas pálidas. Cerró los ojos y siguió llorando y llorando. Hasta que llegó al parque donde solía encontrarse con Daniel, lo cruzó por instinto y llegó hasta una banqueta solitaria. Así se sentía su corazón ahora. Solo.

Se abrazó a sí misma y supo que eso que sentía no se le curaría en una semana...ni tal vez en mucho... mucho tiempo.

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