Dangerous Night

Sentada en la esquina de la fría obscuridad, los ojos jade resplandecían de deseo y placer al observar al azabache colarse en su casa.

Robando, buscando joyas y dinero, cosas con gran valor que ni el podría tener. Su casa era un lujo, vivía con lo mejor gracias a su querido ex esposo. Pero no era suficiente, no estaba satisfecha.

Al ver esos brazos cargar cosas con fuerza, al ver el sudor recorrer su frente, con un perfil joven de no más de veinte años de edad lo hacían verse más que deseable.

Era sus sueño, tenerlo frente a ella sin que se diera cuenta de su presencia, ¿Cuánto pagaría por el?, absolutamente todo con disfrutar de una buena y deliciosa noche llena del placer que seguro le brindaría.

Ya lo imaginaba, con un carácter duro, deseaba que la encontrara y la violara con rudeza no importaba que, su corazón comenzó a latir con rapidez debido a la excitación que sentía.

El azabache escuchó ruido, se giró hacia el pasillo obscuro caminando con delicadeza, se acercaba al único cuarto con la luz encendida - Pobre iluso -

Paso detrás de él con rapidez, sus pies descalzos hacían imposible el escucharla, se acercó a la barra de seguridad de su casa apagando por completo la luz de su habitación y encendiendo la alarma de seguridad que llamaba a la policía.

El erizo confundido entró al cuarto con cuidado para conocer al dueño de la casa, se sorprendió bastante al no encontrar a nadie.

Su impresión fue mayor cuando sintió un par de manos rozar su espalda, bajando hasta llegar y tocar su cola. Se quedó pasmado que no se movió pensando en que debía hacer.

- No me gusta que alguíen entre a robarse mis cosas, pero haré una excepción si me das lo que quiero - escucho la voz seductora de una mujer detrás de él, sonrió de soslayo a tan tentadora oferta.

- ¿Qué es lo que quieres? - Preguntó con la voz más ronca y sensual que calentaría a cualquier mujer, incluyéndola.

- Creo que ya sabes la respuesta, estoy segura que podríamos pasarla bien- El embriagador perfume de rosas inundo su nariz, un aroma excitante que lo hacía querer descontrolarse.

Se giró con rapidez viendo sus ojos jade, luminosos en lo oscuro del pasillo, alejándose hasta volver a la sala donde las luces se encendieron de nuevo, se acercó sin dudarlo.

La observo bajo las luces, cubierta por una bata de seda color magenta pegado al cuerpo, unas caderas grandes, y pechos de tamaño normal, era deseable a simple vista.

Pelaje exótico de color rosado y esa mirada lujuriosa que harían desatar tus más profundos deseos.

- ¿Por qué quieres esto? - Preguntó con interés ante los deseos carnales de la mujer, sus dedos jugaban con las ramitas de un pequeño árbol de plástico que tenía en su mesa.

- ¿Es malo desearte acaso? Además, no tienes opción, la policía está en camino - Se sentó en uno de sus sofás principales cruzando sus largas y delicadas piernas con lentitud.

- ¿De verdad?, que te parece, si mejor te mato y me quedo con todas tus cosas - Sonrió de forma ladina.

- Si vas a matarme por lo menos hazme disfrutar primero, ¿a qué le temes?, ¿por qué no lo haces? - Se levantó de forma seductora acercándose de a poco a él.

- No negare el hecho de que luces de lo más excitante, pero tengo prisa linda - La rosada lo tenía frente a ella, sus ojos se entrecerraban por la molestia, se levantó de puntitas para poder acercarse más a su oído izquierdo.

- ¿Y dejarte ir así de fácil?, solo será el tiempo necesario para que me hagas llegar a las estrellas -susurro con placer, gimió ante la rudeza que el azabache había ejercido con su trasero, agarrándolo y apretándolo uniendo caderas.

- Te haré ver más que estrellas - ambos rodaron en plena excitación hacia el sofá, besando y comiéndose entre ellos, un deseo carnal que sentían al verse. Ese mismo deseo unido en una noche.

- ¡Sí!, veamos que tienes para ofrecer niño bonito - el azabache paso sus manos por los firmes glúteos de la mujer, acariciándolos, besándolos y dejando un par de mordidas y chupetones que la hacían gemir por el placer y la emoción.

Algo que no había sentido hace mucho, ni que sus amantes le podían brindar, ¿Desde cuándo deseaba tanto que un hombre la poseyera?, no tenía ni idea, su vista se nublo de solo sentir una mano invasora en su intimidad.

Tocando y descubriendo, el erizo froto su dedo pulgar contra el clítoris estimulándola al instante, un gemido de placer salió de sus labios, un momento mucho más placentero que la hacían entregarse por completa.

El erizo con una sonrisa de satisfacción se acercó a la boca de la rosada, obligándola a retomar el beso, el beso estaba cargado con deseo.

La lengua del azabache amenazaba con entrar, y el permiso fue concedido, ambos peleaban por el control, enredándose entre sí, el beso no duro lo que esperaban pues, el oxígeno se terminaba y tuvieron que separarse por unos segundos hasta volver a retomarlo con más pasión.

Se estaban descontrolando, los dedos del azabache salieron de su intimidad para entrar por debajo de la bata magenta.

Recorriendo su abdomen plano, acariciándolo hasta llegar a sus senos, apretándolos y dando círculos a estos. La eriza echo su cabeza hacía atrás con excitación, dejando al descubierto su cuello.

El erizo no desaprovecho y como un lobo hambriento se acercó a su cuello repartiendo lamidas y chupones en este, su olor a rosas se impregnaba de una mejor manera en esta parte. Le encantaba. Era sumamente embriagador.

Rápidamente y con agilidad le sacó la única prenda a la mujer, la bata la lanzó contra la silla disfrutando de la voluptuosa vista que ahora tenía. La mujer respirando con rapidez ante el deseo que emanaba su cuerpo. EL calor que ahora ambos sentían en sus cuerpos.

Simplemente la mejor sensación.

Agarró con dureza los senos de la mujer, se dejó llevar por el plan del azabache de querer controlar la situación, aunque ya la estaba llevando solo. Le proporcionaba caricias llenas de lujuria, llenas de deseo, mordiendo sus puntos débiles, acariciando puntos que la volvían loca cada segundo que pasaba su lado.

Ambos sintieron el rozar de sus intimidades al acariciarse mutuamente, un gemido ronco salió de la garganta del azabache, y uno cargado de placer de la rosada, querían hacerlo, ella quería y rogaba por que la tomara violentamente.

La eriza jaló el brazo del azabache para ahora tenerlo debajo, ella acariciaba ese pelaje blanco con satisfacción, movía sus caderas hacia delante y hacia atrás acariciando su intimidad con la de él.

El placer se incrementó, el erizo bufo con satisfacción al recibir la atención de la eriza, que ahora ella disfrutaba de recorrer, sus brazos fuertes, sus abdominales bien marcados siendo recorridos por sus finas manos y contorneándose de un lado a otro.

Jalando su pelaje y sus púas de vez en cuando y repartiéndole besos húmedos donde fuera, ambas miradas se encontraron, cargadas de su único deseo en común.

Estiró sus brazos y agarro sus caderas fuertemente, la empujo y ambos en una lucha por el control terminaron en el suelo, la eriza sentía su cabeza arder ante el golpe, pero pronto fue esfumado por la manera violenta en la que sus piernas fueron abiertas para dar paso a lo siguiente.

- ¿Lista para ver algo más que estrellas? - Le preguntó con seducción.

- Tu sabes que si - Sonrió de forma ladina, lo siguiente fue sentir el dolor del intruso que entraba en su intimidad.

Sus paredes vaginales lo apretaban y eso le encantaba, era sentir aún más placer, se movió acostumbrándose a la presión, la eriza arqueo su espalda de satisfacción, esto era lo que quería.

- ¡Quiero más!, no pares, sigue, ¡Dale más duro cariño! - habló con agresividad, su sangre se calentaba podía sentirlo, la emoción la excitación juntas.

Gimieron de placer al momento en el que las embestidas se volvían más rudas y duras, los besos regresaron callando los gritos de la pasión, gemidos ahogados.

Las caricias que la eriza ejercía en la espalda del azabache le encantaron, los rasguños al tocar el punto de excitación perfecto, no dejaba de moverse y ahora los jadeos no podían ser callados.

Sucumbidos ante el placer perdieron conciencia de su alrededor, el erizo tocaba su punto de quiebre cuando se movía con rudeza, masajeaba y mordía el botón rosa de aquellos senos.

- Ahh, sigue haciendo eso - Cerró sus ojos llena de placer, la estaba haciendo llegar a donde quería.

Las embestidas se detuvieron, se molestó ante la interrupción, - ¿Por qué te detienes? - agarró sus caderas girándola con brusquedad, sus pechos tocaban el suelo frió y el erizo apretaba su trasero con deseo.

Levantó sus caderas contorneándolas en su intimidad, rozando ambas de nuevo, y en una estocada entro sin previo aviso, la posición era más placentera.

El erizo no dejo de embestirla, sin suavizar su arranque y con dureza como a ella le gustaba, siendo brusco y sin intenciones de dejarla con aliento.

Se acercó tocando sus pechos con ambas manos, girándolos en la dirección de las manecillas del reloj, con agilidad y sin dejar caer su peso sobre ella se acercó a su oído derecho.

- Eres una maravilla - Susurró con lujuria al momento que mordía la punta de su oreja, la peli rosa dejo salir un chillido de dolor cargado de placer ante las palabras que le decía el azabache.

Cubiertos por la capa de sudor y satisfacción aproximándose por llegar a tan esperado y delicioso final. Sus paredes apretaron el aparato del azabache con fuerza. Estaba lista, quería tenerlo todo completamente.

- ¡Estoy llegando...! - Gritó la eriza de placer.

- ¡Me voy a...! - Apretó los glúteos de la eriza con presión dejando salir su semilla, un gemido sonoro salió de ambos, la eriza si veía más que solo estrellas.

El líquido espeso se resbalaba por sus piernas, aun sin separarse, el erizo se estiro hasta besar su cuello y oler la fragancia por última vez.

El sonido de la sirena de los policías se escuchaba fuera de la casa, las luces azules y rojas entraban por las ventanas. Y sin querer hacerlo, salió de la rosada dejando salir un gruñido.

Quería tener más tiempo, corrió a tomar su mochila llena de joyas, su vista se posó en la recién eriza que ahora se encontraba de pie, con el cabello un tanto desordenado, el lápiz labial esparcido y las piernas temblándole ante la reciente separación.

Sus ojos se encontraron, una mirada suplica que no la abandonara, y su mirada de temor a ser atrapado, se acercó al escritorio tomando un libro y una pluma.

La rosada se colocó su prenda y se acercó a la ventana mirando su reflejó y el de los policías afuera preparando sus armas y listos para entrar.

Se giró para volver a verlo y un beso fue robado de sus labios, con brusquedad como le gustaba, y después una corriente de aire frió paso por su rostro.

El erizo ya había salido huyendo por la puerta trasera, llevándose sus cosas y algo más que oro y dinero. Su deseo.

Escuchó el sonido de una motocicleta y supuso que había sido él. La policía entro sorprendiéndola, rápidamente se cubrió el escote con sus manos.

Los policías miraron la puerta y se acercaron con rapidez, aun había oportunidad de seguirlo o eso creían pues fue demasiado tarde.

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- ¿Está segura de que no quiere levantar cargos señora? - Preguntó el policía.

- Estoy segura, solo quiero descansar. Gracias por venir señores. - Declaró con cansancio, cerró la puerta al entrar a su casa y de nuevo encendió las trampas de seguridad.

Algo en el escritorio llamó su atención, su libro favorito estaba abierto, lo tomo con cuidado y se sorprendió ante el escrito.

Un número de celular escrito, no pudo evitar dejar salir una sonrisa cómplice, estaba más que feliz, miro por la ventana hacia su jardín, sin duda estaría gustosa de que le llegara de nuevo su visita.

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"¿Que haces escribiendo One-Shots cuando tienes como cuatro historias que actualizar?"

No c xD, simplemente me llego la idea y tenía que aprovechar, es la tercera, segunda, creo (?) que escribo este contenido, y estoy feliz de ello. Creo que voy mejorando de a poquito.

Este One-Shot es solo una prueba, en fin. Si les gusto no olviden comentar y dejar su hermosa estrellita.

Me gustaría leer sus críticas 💖✨

22-07-18

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