Capítulo 9

¡Hola! Al fin pude subir. Bueno, al menos no los hice esperar hasta después del 27, que era la fecha que tenía proyectada gracias a mis estudios y demás complicaciones de mi vida (o sea, estoy en plenos trámites para comprar una casa y los bancos pueden llegar a ser muy frustrantes).  Espero que sepan disculpar  la tardanza y que no les parezca demasiado empalagoso el capítulo. 

Si les gusta mi historia y disfrutan leyéndola, déjenmelo saber en sus comentarios y votos, que como saben, esa es la única paga que recibo y lo que me motiva a seguir escribiendo. 

Gracias por todo el apoyo que me han brindado hasta ahora.♥ Ojalá lo sigan haciendo. 

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                                                                                  IX

Después de cerrar el trato con Reed, miro por encima de mi hombro disimuladamente para cerciorarme de que él se haya ido. Aparentemente sí lo hizo, porque no está parado junto a las puertas dobles del salón. El solo hecho de no tenerlo en mi campo de visión logra relajarme. Mis músculos se aflojan y hasta me siento más liviana, como si me hubiera quitado un peso de encima. Ahora podré olvidar todo y disfrutarme la fiesta como cualquier chica de dieciséis años. Ya mañana me encargaré de pagar el precio, el cual estoy segura va a ser muy alto. Con Reed nunca se sabe. Quizás me haga entrenar hasta llevarme al borde de la locura.

Basta de pensar en eso, me reprendo a mí misma. De nada me vale echar a Reed de la fiesta si voy a estar pensando en él toda la noche. Además de que tengo a un chico guapo enfrente. Sería un desperdicio no aprovechar el tiempo para compartir con él. 

La música retumba en el salón con un ritmo pegajoso que me incita a bailar. Mis ojos se mueven en automático hacia la pista, donde varias parejas bailan desinhibidamente. Me muerdo los labios. De pronto me siento acalorada. Me muero por bailar con Ethan, por sentir sus manos asiendo mi cintura y por abandonar la razón a favor de mis instintos más primitivos.

Como si hubiera escuchado mis pensamientos, cosa que no es posible, Ethan me invita a bailar. Le dedico una mirada ansiosa a Daria, pues tampoco quiero dejarla sola mientras yo me divierto.

─¿Qué esperas? Ve, diviértete ─me dice ella, haciendo un ademán con la mano para que me vaya.

La miro dubitativa. Por más que desee ir a bailar con Ethan,  no la quiero dejar de lado. Daria rueda los ojos y me quita el bolso de un tirón.

─Ve. No te preocupes por mí, que ya yo encontré con qué entretenerme. ─Insiste ella, señalando con la cabeza hacia un chico alto y rubio que está parado junto a la mesa de refrigerios al otro lado del salón.

Mis labios forman una “o” silenciosa antes de abrirse en una sonrisa sabedora. Daria encontró un nuevo objetivo y piensa usar artillería pesada para llamar su atención.

Tras obtener la bendición de Daria, Ethan y yo nos movemos a la pista de baile. El número de personas allí ha aumentado desde que llegué, por lo que no me siento tan cohibida como lo hubiera hecho al principio. La canción es movida, una mezcla de R&B y Hip-Hop que no logro identificar.

Comenzamos a movernos algo lento, fuera de tiempo, en lo que nos acoplamos al estilo del otro. Ethan se ríe y empieza a hacer movimientos extraños por joder. Las demás parejas nos miran mal, pero me importa un divino. Estoy en las nubes y nada ni nadie me arruinará el momento. A mitad de canción noto que él  se me acerca un poco más. Puedo percibir el olor de su colonia de hombre y el calor que irradia su cuerpo. Sus ojos se ven más oscuros y grandes debajo de la tenue luz, y su bella sonrisa me atrapa.  

El ritmo de la música cambia a uno sensual. No sé si será el calor o la adrenalina, pero de repente me siento sexy, atrevida. Me muerdo los labios mientras muevo mis caderas de lado a lado, dejándome llevar poco a poco y perdiendo mis inhibiciones. Le doy la espalda, juego con mi cabello, me río. Ni siquiera me sorprendo cuando me agarra por la cintura, moviéndose al mismo compás que yo. Sus labios están muy cerca de mi nuca y su respiración choca contra mi cuello, causándome un cosquilleo placentero que me recorre de arriba abajo. Estoy ardiendo por dentro y quiero consumirme completa.

Después de esa pieza bailamos otras dos más. Ambos estamos sedientos, así que nos retiramos de la pista. Al regresar, Daria me mira con ojos socarrones, y, cuando Ethan nos deja solas para ir a buscarnos algo de beber, me dice que aquel baile fue intenso. No puedo evitar la sonrisa que se cruza por mis labios al escucharla decir eso. Para mi es extremadamente excitante el dejarme llevar sin preocuparme por nada. Me hace sentir madura y liberada de algún modo.

Daria me pasa mi bolso, diciendome que el móvil está vibrando. Por unos segundos, contemplo la idea de no sacarlo, pensando que como Reed se fue de la fiesta, ahora quiere molestarme enviándome mensajes de texto como lo hizo ayer; mas luego se me ocurre que puede ser mamá, por lo que lo saco para verificar que no sea nada urgente. Lo abro y dejo salir el aire que tenía guardado en mis pulmones. Es mamá.

El alivio no me dura mucho tiempo, claro, pues tengo más de una llamada. De seguro también llamó a casa. No puedo responderle dentro de la fiesta porque la música me delataría, pero si no la llamo, igual me meteré en problemas.

Es por eso mismo le digo a Daria que voy a ir un momento afuera a hacer una llamada. Ella asiente sin pensarlo, debido a que anda enfrascada en un juego de miradas con el chico rubio desde hace rato.

Avanzo lo más rápido que mis tacones me permiten por los pasillos de la casa; salgo hacia el jardín delantero hasta que casi no escucho la música y le marco a mamá. Lo responde al primer timbrazo. Me da un poco de cargo de conciencia, pues parece que Mamá está al borde de una histeria. La dejo que se queje y me regañe; luego le explico que estaba muy cansada y que me fui a dormir temprano.

Pasados unos diez minutos, vuelvo a entrar a la fiesta. Daria no está donde la dejé, sino en la pista de baile con el chico rubio. Me alegro por ella, su obsesión con Greg no me parece saludable. Lo que me extraña es que Ethan no esté allí. A lo mejor fue al baño, quién sabe. Yo tengo que ir, no sería raro que a él le pasara lo mismo. El problema es que no tengo ni idea de dónde demonios está el sanitario.

Me interno entre la gente, repasando el salón. No quiero importunar a nadie con preguntas, así que decido salir de allí y buscar el baño yo misma. Al atravesar las puertas traseras, me encuentro en un pasillo largo de techos altos. De las paredes cuelgan varios cuadros, que supongo deben ser auténticos. Por lo poco que he visto de la casa, los padres de Halley pueden darse el lujo de coleccionar obras de arte originales en lugar de copias baratas.

Continuo por ese mismo pasillo, pensando que seguramente me perderé en la inmensa casa antes de encontrar el baño. Al final vislumbro a una chica de cabello negro y piel bronceada parada frente a una puerta. Ése tiene que ser, me digo a mi misma, aliviada por no tener que seguir caminando y aguantando los deseos de ir.

Después de hacerme cargo de mis necesidades primarias y acomodarme un poco el cabello, salgo del baño y me pongo a buscar a Daria y a Ethan. No los veo por ninguna parte. El salón es grande, mas no lo es tanto como para que no los pueda encontrar si doy una vuelta por los alrededores. Puede ser que ellos también me estén buscando, trato de tranquilizarme. No quisiera pensar que me han dejado sola a propósito. Niego con la cabeza, Daria no me haría eso, pero Ethan…  No. Él tampoco lo haría.

Recorro el salón unas cuantas veces sin tener éxito. ¿Dónde demonios se metieron?  Me siento frustrada. Se supone que vinimos a celebrar mi cumpleaños, y ahora me encuentro sola en la casa de mi peor enemiga. Perfecto. Simplemente perfecto.

Decido quedarme parada en una esquina en la que no hay muchas personas, pues si me sigo moviendo, les será imposible conseguirme si andan buscándome. Empiezo a desesperarme. La música junto con los pensamientos de la gente, que aumentan a la misma razón que lo hace mi nerviosismo, me abruman en demasía.

Intento erguir mis barreras, pero son demasiadas voces concentradas en un mismo espacio. El dolor de cabeza no se hace esperar. Estoy bastante segura de que si sigo así, tendré que dar otro viaje al sanitario, esta vez para devolver mi cena.

De pronto el ponche en la mesa de refrigerios luce muy apetecible. Es muy probable que contenga alcohol, mas ya no me importa nada, haría lo que fuera por hacer desaparecer las voces en mi cabeza.

Camino directo a la mesa, tropezándome con unas cuantas personas en el trayecto. No lo pienso mucho. Me tomo uno, dos, tres vasos, casi de golpe. Cuando voy a tomarme el cuarto, una mano me detiene en el acto. Levanto la vista para decirle cuatro verdades al entremetido que se ha atrevido a meterse conmigo.

─¡Tú! ¿Qué demonios haces que no te has ido? ─le pregunto.

Reed levanta una ceja, aún sin soltarme la muñeca.

─Dije que desaparecería de tu vista, no de la fiesta ─lo hace sonar como lo más obvio.

─Como sea. No estoy de humor, así que suéltame y lárgate.

Reed hace una mueca airada que en otro momento me asustaría.

─Vas a venir conmigo. Y es ahora. ─Su voz es ronca y grave, amenazadora.

Empiezo a retorcer mi brazo para liberarme, pero él me lo aprieta con más fuerza y me hala en dirección a las puertas del salón.

Terminamos en el jardín delantero. Reed me empuja con brusquedad, obligándome a sentarme en una de las glorietas que hay allí. Lo miro con odio, haciendo un mohín.

─Eres una irresponsable. Sabía que me ibas a dar problemas. ¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre tomar de esa forma?

─¡Y a ti qué te importa! No eres mi padre. Puedo tomar todo lo que me dé la gana.

Reed se sienta a mi lado, asiéndome por los hombros forzosamente.

─Escúchate. Pareces una niña engreída. Ya es hora de que madures y te olvides de tus niñerías.

─Déjame en paz. Suéltame ─le grito, golpeándolo débilmente en el pecho con los puños cerrados. Él no me detiene, sino que me deja desahogarme─. Yo no pedí esto. No quiero este don. Quiero ser normal. ─Eso último lo digo con voz temblorosa.

Sin que lo pueda evitar, las lágrimas que tenía reprimidas empiezan a brotar como una fuente, bajando por mis mejillas. Me avergüenza que él me vea así, tan vulnerable, por lo que me tapo la cara y me giro, dándole la espalda.

Reed me toma por los hombros nuevamente y me hace encararlo. Lo miro con ojos llorosos, humillada por haberlo dejado presenciar mi acto de debilidad. En su mirada logro ver un rastro de ternura. Sin embargo, no apostaría por ello.

─No sé lo que voy a hacer contigo. ─Lo escucho murmurar.

Me le quedo viendo confundida, no entiendo qué es lo que quiere de mí.

Reed coloca sus manos sobre mis mejillas, limpiando mis lágrimas con sus pulgares delicadamente. Su rostro luce atormentado mientras lo hace. Cierro los ojos, dejándome llevar por ese gesto de empatía. Cuando los vuelvo a abrir, noto que él está demasiado cerca de mí.

No puedo ternerlo así. Su cercanía embota mis sentidos y temo perder el control. Abro la boca, con la intención de decirle algo, pero él me calla de la misma forma que hizo en la azotea.

─Shhh ─sisea─. No digas nada.

Me estremezco de pies a cabeza ante el contacto de su índice contra mis húmedos labios. De nuevo me encuentro irremediablemente atada a su hechizo. Sus dedos se introducen por debajo de mi cabello, sujetando mi nuca con firmeza. Las pocas barreras que había logrado erguir se deshacen, dejándome a merced de miles de pensamientos que me agobian. Con su otra mano me toma por el mentón, levantando mi rostro ligeramente. Se va acercando poco a poco, más y más, con propósito, hasta que lo único que separa nuestros labios es un hilo de aire.

─Sólo por esta noche ─susurra, cerrando la distancia.

Sus labios se sienten suaves y cálidos ─todo lo contrario a lo que esperaba─, moviéndose lentamente sobre los míos, incitándome a dejarme llevar con cada delicada caricia. Al principio no reacciono, mas luego me sorprendo imitando sus movimientos.  Acallo mi mente, repitiendo las mismas palabras que él me dijo.

«Sólo por esta noche…»

La mano que me sujeta por la nuca tira de mi cabello con más fuerza. El beso que comenzó sutil y casto se va volviendo urgente. Un cosquilleo que me hace vibrar me recorre completa cuando le permito profundizarlo. Me pierdo en las sensaciones, en su esencia, rodeando su cuello con mis brazos, apegándolo más a mí en este frenesí que me envuelve, dejando que me muestre lo que nunca he experimentado. Mi locura no dura mucho. En un instante de lucidez, recuerdo la razón por la que estoy aquí con él. El hechizo se rompe. La magia desaparece tan rápido como llegó.

Lo empujo con algo de torpeza, llevándome la mano a mis labios y arrepentida de lo que he hecho.

─Yo… Yo…

Reed sonríe, pero no es una de sus sonrisas habituales, sino una melancólica.

─No me lo tienes que decir. Recuerda que puedo leerte como a un libro.

Tiene razón, pero aún así…

─Esto fue un error. No debimos…

Reed suelta una risotada sardónica que me hace enfadar. Esto es algo serio, por Dios.

─Alison, fue sólo un beso. No estamos en el siglo dieciocho. Hoy día la gente tiene sexo casual.

No sé por qué sus palabras me hieren. ¿Acaso él no sintió nada?

─Ese fue mi primer beso… ─le digo con la mirada baja. Puedo sentir mis mejillas arder.

─¿Y?

─¿Y? Dime que no estás hablando en serio. El primer beso es el más importante. Nunca se olvida. ¡Y fue contigo! Eres un aprovechado. Estoy tomada. Esto no debió suceder ─digo exasperada. Que él se lo tome tan a la ligera me enfurece en demasía.

─Te recuerdo, Alison, que tú me correspondiste el beso.

Mi cara se pone más roja, si eso es posible. Sinceramente agradezco que el jardín no esté muy iluminado.

─Olvídate de nuestro trato ─digo en un arranque de furia─. Puedes quedarte en la fiesta, la que se va soy yo.

Reed suspira con impaciencia.

─Haz lo que quieras, pero mañana nos vamos a reunir; tengo que enseñarte muchas cosas y el tiempo apremia.

Lo miro con rostro dubitativo.

─¿Cómo que el tiempo apremia? Deja de hablar en parábolas y dime de una vez lo que está pasando. Estoy harta de tus juegos.

Reed se levanta del asiento, estirando los brazos por encima de la cabeza.

─Ya es hora de que me vaya. Disfruta de la fiesta, si es que puedes. ─Se despide él antes de marcharse.

Lo sigo con la mirada. No le digo nada porque sé que al final él hará lo que le salga en gana.

Me quedo sentada un rato en la glorieta, aprovechando que no hay nadie para tranquilizarme un poco. Una brisa fresca me revuelve el cabello y enfría mi sobrecalentada piel, causándome escalofríos. Me abrazo a mí misma, intentando retener el calor en mi cuerpo.

La cabeza me da vueltas mientras pienso en todo lo ocurrido. Me llevo los dedos a mis labios, hinchados por la fricción de aquel beso que tantas emociones encontradas me provocó. Cierro los ojos, reviviendo la escena por segunda vez. Un calor que parece provenir de mi vientre me estremece, y mi estómago se queja por las mariposas que aletean incesantemente en su interior. ¿Qué significa todo esto?, me pregunto a mí misma. No creo estar segura de querer saber la respuesta.

Mi móvil vuelve a vibrar, devolviéndome al plano terrenal. Lo abro apresuradamente, pensando que puede ser mamá de nuevo. El terror me invade al ver que es otro mensaje. Mi estómago da un vuelco al tiempo que considero si abrirlo o no. Pese a que tengo la teoría de que Reed es el que me envía los textos, una parte de mí todavía considera la posibilidad de que no sea él.

Me levanto de la banca y repaso el jardín. Hay demasiados lugares en los que alguien podría ocultarse. El miedo visceral que inunda mis sentidos me hace sudar frío. Comienzo a temblar como una hoja agitada por el viento. Decido abrirlo, si estoy en algún tipo de peligro, prefiero saberlo a que me tomen por sorpresa.

Mis ojos se expanden al vernos a Reed y a mí embebidos en un apasionado beso en la pantalla de mi móvil. Un mensaje acompaña la foto:

Eres una chica mala. No juegues con fuego, porque te vas a quemar.

Si antes pensé que el primer mensaje me lo había enviado Reed para asustarme, ahora lo he descartado. Alguien me está acechando en serio, lo que me aterra en demasía.

Sin meditarlo me echo a correr. No pienso quedarme allí y hacerle el trabajo fácil a mi acosador. Si quiere hacerme daño, primero tendrá que atraparme.

Corro por el jardín y los pasillos de la casa hasta que atisbo las puertas dobles del salón. La aglomeración de gente bailando en la pista me desorienta. Me abro paso entre ellos como puedo, entrecerrando los ojos, a ver si logro vislumbrar la cabellera pelirroja de Daria.

Me llega otro mensaje. Lo abro con dedos temblorosos, humedeciendo mis resecos labios. Cuando lo leo dejo salir un suspiro de alivio. Es Daria.

¿Dónde andas metida?

Le envío una respuesta rápida, para que sepa donde me encuentro, y me mantengo parada en el mismo lugar, no vaya a ser que no me consiga. Ni bien guardo el móvil en mi bolso, cuando una mano se posa en mi hombro, haciendo que una corriente fría me baje por la columna. 

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La de la foto es Halley. XD

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