Capítulo 12

                                                                                      XII

El camino de regreso a casa lo pasamos sumidos en nuestros propios mundos. Reed conduce con los ojos pegados a las líneas de la carretera, mientras yo miro por la ventanilla un paraje que parece no cambiar. Pasamos hileras e hileras de árboles idénticos, lo que da la impresión de que no estamos avanzando nada.

El trayecto se me hace más largo que cuando conducíamos hacia el parque por la tensión en el ambiente. Me gustaría decirle algo, es solo que no encuentro las palabras adecuadas.  Además, no necesito ser una genio para darme cuenta de que Reed no tiene él más mínimo deseo de conversar. No me ha dirigido ni una mirada desde que nos subimos al coche, y sospecho que así seguirá hasta que yo rompa el hielo.

 Miro mi reloj de muñeca por enésima vez; son las nueve y media. Mamá debe estar a punto de darme una llamada, si no es que ya llamó al teléfono de línea, pero lo dudo, si fuera así, habría marcado a mi móvil al no encontrarme.

Me pongo a pensar en el cambio de actitud de Reed. No es que ahora me trate muchísimo mejor que antes. Sin embargo, algo cambió. El solo hecho de que me haya dejado entrar en su mente es prueba de eso. El resultado no fue  lo que esperaba, claro. Me quedé con más dudas que antes, y por mucho que intenté sacarle información, no lo logré. Él permaneció callado, incluso hasta más hermético que otras veces. Es evidente que me metí donde no debía.

Reed alinea el coche en la acera cuando llegamos a mi casa, y en lugar de bajarme, me quedo sentada en el asiento del pasajero por unos segundos,  retorciéndome los dedos. Sinceramente me da miedo quedarme sola, sabiendo que mamá no regresará hasta la madrugada.  Lo que presencié al entrar en su mente y los mensajes que he estado recibiendo en mi móvil  me aterrorizan, tanto así, que estoy  a punto de dar mi brazo a torcer y pedirle que me acompañe.

Reed se me queda viendo con los ojos entornados. No puede leerme la mente porque he puesto mis barreras. No que eso le vaya a impedir obtener la información que desea. Sé muy bien que si él se lo propone, será cuestión de un par de minutos antes de que pueda penetrar mi muro y leerme como a un libro. Tengo que pensar rápido, o me  invento una excusa para alargar su estadía, o  me encierro en mi habitación a rezar para que nada malo suceda.

─¿No tienes hambre? ─le pregunto. Tal vez sí tenga y acepte acompañarme un rato más en lo que preparo algo de comer.

─No mucha, ¿y tú? Si quieres vamos y compramos algo.

Esa no era la idea que tenía en mente, ni siquiera tengo hambre.

─No tienes que molestarte. ¿Por qué no aprovechamos que estamos en casa y te bajas? Nos preparé un bocadillo ─digo como quien no quiere la cosa, a ver si él muerde el anzuelo.

Reed levanta una ceja en interrogación, dirigiéndome una mirada seria.

─A ver si escuché bien, ¿me estás invitando a pasar a tu casa?

La forma en la que lo dice lo hace sonar como si le estuviera haciendo una proposición indecente.  Ruedo los ojos. Cuenta con Reed para sacar las cosas de contexto.

─Pervertido. No es lo que piensas, es que…─Hago una pausa, exprimiendo mi cerebro, en busca de una buena excusa. Moriría de vergüenza si descubriera la verdad.

─Me parece extraño que quieras que pase a tu casa. Conociéndote, lo lógico sería que quisieras deshacerte de mí lo más pronto posible ─dice él acariciándose la barbilla, como contemplando la situación─.  Alison, no me digas que te da miedo quedarte sola…

Maldita sea. No puede ser que haya entrado tan rápido en mi cabeza. ¿Cuándo lo hizo que no me di cuenta? Su mirada me indica que ese es el caso. La sangre se agolpa en mis mejillas. De pronto mis pies me parecen fascinantes. No quisiera admitirlo, ¿pero qué más da? Ya me descubrió. De nada me vale negarlo.

─¡¿Y cómo quieres que me sienta?!  Están pasando cosas muy raras a mi alrededor y tú no me dices nada.

─¿Qué quieres que te diga? ¿Que todo va a estar bien? ¿Que no pasa nada? Lamento reventarte la burbuja. No sé si todo va a estar bien. ─Arrugo el entrecejo. Odio cuando me trata así, como si yo fuera una chiquilla inmadura─. Si no quieres que te trate como a una niña, deja de actuar como una. El mundo no gira a tu alrededor, y tampoco eres la única a la que le envían mensajes. ─Culmina él, sacando el móvil del bolsillo de  sus vaqueros para mostrarme la misma foto que me enviaron ayer.

 Me llevo una mano a la boca para amortiguar el resuello que sale de mis labios. El ardor en mis mejillas no se hace esperar. No es lo mismo ver la foto yo sola que con él allí observándome y leyendo mi mente.  Reed no dice nada, cosa que le agradezco en el alma. Al menos tiene la decencia de no hacer ningún comentario estúpido.

─ ¡¿Por qué no me lo dijiste?! ─le reclamo cuando me recupero de la impresión.

Reed  se pasa las manos por el rostro y suspira. Se lo ve muy abrumado.

─¿Y qué ganaba con decirte? Todavía no puedo hacer nada. Estoy haciendo hasta lo imposible por descubrir quién está detrás de todo esto,  y cuando lo encuentre…─Sus ojos se vuelven dos ranuras oscuras. Definitivamente no me gustaría estar en su lista negra. Aún así, le dirijo una mirada de odio. Eso no lo excusa─. Ya.  No me mires así. ─Continúa él, levantando las manos en derrota─. Vale, te acompañaré por un par de horas. ─No me gusta su tono. Suena como si acompañarme fuera un gran sacrificio. Me cruzo de brazos y hago un puchero, haciéndome de rogar─. ¿No? Conmigo no hay problema. Me iré. Después no me vengas a culpar si no puedes dormir… ─Ruedo los ojos. Reed y sus dones de manipulación. Lo juro. En su vida pasada fue estafador.

Contemplo la idea de decirle que se vaya a coger por donde no le da el sol. No obstante, prefiero doblegar mi orgullo a pasar el resto de la noche sola.

─Está bien. Pero nada de aprovecharte, mira que te conozco ─le digo con desconfianza.

Reed no sonríe perversamente como espero, todo lo contrario,  sus labios se vuelven una fina línea.  No sé ni qué es peor, su lado burlón y sarcástico o su lado serio. Algo me dice que debería enviarlo a su casa y apañármelas yo solita, pero el miedo a que el acosador venga sobrepasa todo lo demás, por lo que me quedo callada.

Me bajo del auto y saco las llaves del bolsillo trasero de mis pantalones. Reed me sigue en silencio hasta el porche, cosa que me incomoda en demasía. Cuando entramos, se pasea por la casa como si fuera el dueño. Me da coraje. Lo invité para que me acompañara, no para que se pusiera a husmear.

Lo veo levantar una de las fotografías que mamá exhibe en la sala de estar y corro hasta donde él para quitársela. Es una foto  especialmente vergonzosa de cuando estaba en la escuela primaria. Ese día llevaba puesto el suéter más horrendo, uno que me regaló mi abuela por parte de madre, que en paz descanse. No llego a tiempo, lamentablemente la ha visto. Lo miro con el ceño fruncido mientras él se tapa la boca con el puño. Las comisuras de sus labios tiemblan, lo cual me irrita aún más.

─Deja de cotillear ─me quejo, haciendo un puchero de nena chiquita.

Reed coloca la foto en su lugar y voltea a verme con una media sonrisa en los labios. 

─No sabes la suerte que tienes ─me dice. No entiendo a lo que refiere, por lo que le dirijo una mirada confundida, esperando a que abunde en el tema─. Tu cuarto está arriba, ¿verdad?

Una alarma se dispara en mi interior. No. Eso sí que no. A mi alcoba no va a entrar. Él ni siquiera espera a que le conteste, sino que camina hacia las escaleras. Tras percatarme de sus intenciones, me le voy detrás, subiendo los peldaños lo más rápido que puedo y parándome frente a mi puerta con las manos extendidas en forma de cruz, impidiéndole el paso.

─Ni lo pienses. Mi cuarto está fuera de los límites ─le digo con firmeza.

De ninguna manera lo dejaré entrar. La habitación de una chica es privada. En un instante, mi cerebro es  plagado con la imagen de todas las cosas que él podría encontrar allí, desde mi cajón de ropa íntima hasta… ¡Maldición! Lo  olvidé. El regalo que Ethan me dio está a simple vista sobre mi escritorio.

─Por Dios, Alison. Ahí no hay nada que yo no haya visto antes.

 Poco falta para que me ahogue en mi propia saliva al escucharlo decir eso. Lo primero que viene a mi mente son todas esas veces en las que me he sentido observada, particularmente la noche que vi la maceta rota en el jardín.

─¿C…cómo dices? ─Lo interrogo, bajando los brazos y cruzándolos por encima del pecho.

Reed eleva los ojos al cielo, suspirando.

─No es lo que piensas. No te he estado observando mientras duermes ni he forzado la puerta de tu casa para entrar. Estás viendo demasiadas series de televisión. Recuerda que puedo ver tus recuerdos. He estado allí un par de veces, es lógico que sepa cómo luce tu cuarto.

Su explicación es razonable, por lo que me relajo un poco, momento que él aprovecha para abrir la puerta y entrar a  mi dormitorio.

─No. No ha cambiado nada ─dice él,  halando la silla de mi escritorio y sentándose en ella. 

Me da un poco de aprensión entrar a mi cuarto, ahora que él está dentro de lo más cómodo.  Después de todo,  allí está mi cama... y soy una chica y él un chico... y tenemos un antecedente que no hemos aclarado y…

─¿Podrías dejar de imaginarte cosas?  Luego yo soy el pervertido… ─murmura Reed, más para sí mismo que para mí. Mi cara tiene que estar rojísima, si el calor que siento es una indicación─. Escúchame bien lo que te voy a decir. A ver si te tranquilizas de una buena vez.  No soy un violador y no tengo intenciones de  volver a ponerte un dedo encima. Lo que pasó anoche fue un desliz que no volverá a suceder. Deja de pensar en eso.

Por alguna razón que no acabo de entender, su tono seco y distante me hiere. Me arrepiento mil veces de haberlo dejado besarme. Quizá sí sea una niña inmadura como él dice, pero eso no le da derecho a tratarme de esta forma.

Levanto una barrera muy gruesa. No pienso darle el gusto de saber lo mucho que me han lastimado sus palabras. Parece que él se da cuenta, porque su rostro cambia un poco. Por unos segundos creo ver un rastro de arrepentimiento en sus ojos, pero rápido lo descarto. No me conviene pensar que él tiene sentimientos hacia mí, los resultados podrían ser desastrosos.

─Veo que me has bloqueado. Bien hecho.

Su voz me da la impresión de que está molesto.  Me importa un divino. Aquí la que tiene que estar enojada soy yo. Me cruzo de brazos, levantando la barbilla en un gesto desafiante.

─Para que veas que no soy tan principiante como crees ─le respondo antes de entrar a mi cuarto y  tirarme en la cama.

Él ni se inmuta. Ni siquiera me echa un vistazo, sino que se pone a mirar por la ventana. Bien. Si él quiere que así sea, pues así será. Dos pueden jugar a este juego.

El ambiente se torna pesado entre nosotros. Ninguno de los dos dice nada y el silencio comienza a incomodarme. Pese a que estoy furiosa con él, tampoco me gustaría pasar el resto del tiempo rodeada de tanta tensión.  Me levanto de la cama con sigilo y me acerco al escritorio. Si vamos a continuar viéndonos todos los días en la escuela, tenemos que arreglar esto.

─Alison, es mejor que las cosas se queden como están ─dice él, sin siquiera dejarme abrir la boca.

─Pero…

─Créeme. Es lo mejor. ─Me vuelve a cortar. Su mirada se torna dura y fría, lo que me hace darme por vencida y no intentar remendar nuestra relación.

Me giro y regreso a la cama, sentándome con las rodillas apretadas contra mi pecho. Los ojos me escosen; tengo que parpadear varias veces para que las lágrimas que tengo agolpadas no escapen, y aún así termino derramándolas.

De repente siento que la cama se hunde. Cuando levanto la cabeza, me percato de su presencia a mi lado.  Me está mirando fijamente, con una intensidad que me estremece.

Reed estira un brazo y,  a pesar de que sé que debería apartarlo, lo dejo que me acaricie la mejilla. Su gesto hace que mi estómago se llene de mariposas. Enlazo mi mirada con la suya. Por algunos segundos creo ver ternura en sus ojos, tal y como sucedió anoche en el jardín.

─Lo siento, Alison. Es por el bien de los dos. Tendremos que hacer un trato, ¿de acuerdo? ─Su voz es suave, muy diferente a lo que estoy acostumbrada.

Me limpio las lágrimas con el dorso de mi mano y aspiro por la nariz. De seguro tengo la cara roja y estropeada, pero este no es el momento de preocuparme por eso, así que asiento con la cabeza.

─Lo que pasó ayer no debió  suceder. Tienes todo el derecho de estar molesta. Me aproveché de ti. No medí las consecuencias ni tomé tus sentimientos en consideración. Lo siento mucho. De ahora en adelante nuestra relación será estrictamente profesional.

Se supone que lo que me dice me haga feliz. Sin embargo, ese no es el caso, porque eso significa que él no sintió nada al besarme y que todo aquello fue un juego. Me da mucha rabia, mas no con Reed, sino conmigo misma. Por ser tan ingenua y dejarme cegar por un simple beso.

Reed deja de acariciarme la mejilla, retirando la mano lentamente. Después se levanta de la cama y vuelve al escritorio. Me le quedo viendo con el ceño fruncido. Me cuesta entender sus cambios de humor. A veces es frío y despiadado; otras  tierno y cálido. Si sigue como va, terminará por enloquecerme.

Pese a la incómoda atmosfera que nos rodea a partir de esa conversación, Reed me acompaña hasta la una de la madrugada. Una vez él se marcha, decido que es hora de irme a dormir. Mamá no tardará demasiado en llegar y ya es bastante tarde, además de que mañana es día de escuela.

Me cuesta quedarme dormida, por más vueltas que doy en la cama, no puedo conciliar el sueño. Cada ruido extraño que escucho, real o imaginario, a estas alturas no sé si el miedo me hace alucinar, me mantiene despierta. No es hasta que mamá llega, a eso de las tres y media, que logro calmarme un poco y cerrar los ojos.

Como es de esperarse, al otro día soy un desastre ambulante. Me miro en el espejo y desde ya sé que voy a tener que usar corrector para cubrir mis ojeras. Me meto en el baño y dejo que el agua salga fría. Necesito desperezarme rápido y vestirme, eso si quiero llegar antes del primer periodo a Olimpia.

Mamá me espera en la mesa del comedor. La pobre se ve igual que yo. Los turnos nocturnos son los peores. Menos mal que ella tiene el día libre hoy, así las dos podremos descansar. Ella por el día y yo por la noche al saber que no estoy sola en casa a merced del misterioso acosador.

Desayunamos en silencio, algo rarísimo entre nosotras. Mamá siempre tiene algo que decir. Supongo que está demasiado cansada. Pensar en eso me da cargo de consciencia. Yo podría levantarme más temprano e ir caminando a la escuela mientras ella tenga que hacer los turnos nocturnos. Es más, por la tarde se lo voy a proponer, a ver qué me dice.

Daria tiene cita con el dentista hoy. Al fin la inflamación e infección le bajaron y le sacarán la muela que tanto le molestaba. Lo malo de  eso es que estaré sola toda la mañana, cosa que me pone nerviosa, pues tengo que encarar a Ethan y a Reed.

El primero no me preocupa tanto como el segundo, por el que he desarrollado una atracción que desearía negar y enterrar en lo más profundo de mi ser. Me pregunto si de verdad el Sr. Philips llamará a mamá si dejo de ir a las tutorías, y si valdrá la pena exponerme a tanta incomodidad por pasar la clase de álgebra. De pronto los cursos de verano me parecen una buena opción.

Al llegar a Olimpia, me interno por los pasillos de la escuela hasta mi casillero. Ya allí, meto los libros que no voy a usar y cierro la puerta. Me giro para ir a mi primera clase, pero me detengo en el acto al vislumbrar a Ethan. Se lo ve muy feliz de verme. Viene caminando con una gran sonrisa en los labios.

Me siento culpable. No puedo evitarlo. La sonrisa que antes me hacía temblar de la emoción, ahora me causa remordimientos. En mi mochila tengo guardado su obsequio. Tenía pensado devolvérselo hoy. Sin embargo, después de verlo sonreír con tanta dulzura, mi resolución se esfuma.

 Ethan me saluda con un beso en la mejilla y , en lugar de mariposas, lo que siento es melancolía.

─¿Cómo pasaste el resto del fin de semana? ─me pregunta él, recostando su espalda contra los casilleros de forma relajada.

Imágenes de lo que sucedió con Reed en la fiesta vienen a mi mente. Las reprimo lo mejor que puedo.

─La pasé bien. ¿Y tú? ─Miento con descaro. Al paso que voy me espera el premio de la academia. Yo no solía ser así. Antes me costaba mentir, y ahora me sorprendo cada vez más de mi habilidad para hacerlo.

─Estuve pensando mucho en ti ─dice él, dirigiéndome una sonrisa traviesa.

La tristeza me embarga. No sé lo que me pasa. No me siento igual que antes cuando lo veo. Pensé que me gustaba. ¿A quién no le gustaría alguien como él?  Ethan es guapo, dulce, cálido y detallista. Esas son las cualidades que deberían atraerme. Pero si ese es el caso, ¿por qué no puedo dejar de pensar en Reed? 

Ethan se me queda viendo con el ceño fruncido. Si no quiero que se dé cuenta, tendré que hacer uso de mis destrezas en el campo de la actuación. Sé que debo devolverle el regalo y aclarar mis sentimientos. Eso sería lo justo. El problema es que no encuentro cómo hacerlo. Honestamente, me da miedo tomar una decisión y arrepentirme después.

─Ally, ¿estás bien?  Te noto rara ─pregunta Ethan.

Aquí vamos, me digo a mi misma. Que comience la acción.

Me rasco la cabeza, haciéndome la tonta. Después le ofrezco una de mis más brillantes sonrisas.

─No me pasa nada. Es que tenemos una prueba corta de álgebra. Ya sabes,  los números y yo no nos llevamos bien.

Eso parece hacer el truco. Ethan prosigue con la conversación mientras yo asiento y sonrío como todo una descerebrada. El acto me sale tan bien que podría hacerme pasar por una.

Cuando suena la campana y él se despide de mí, me encamino hacia la primera clase, donde sé que me encontraré con la causa de mis desvelos.

 Mi estómago comienza a quejarse según me acerco al aula. Es que es increíble. Con Ethan no me puse así, pero ahora que estoy a punto de ver a Reed, las mariposas deciden hacer su aparición. Esto no es una buena señal. No señor. Mi pulso acelerado y el calor en mis mejillas son evidencia de algo que confirmo al entrar por la puerta, porque  ni bien paso por el umbral, cuando mis ojos se fijan en el chico que se sienta en la última fila de atrás. Ése que nunca saca su cuaderno ni atiende en clase. El que me puede leer como a un libro y poco a poco se metió debajo de mi piel hasta atraparme en su hechizo. El mismo que levanta la vista y clava su penetrante mirada en mí. Oh Dios. Estoy en graves problemas.

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¡Hola! Aquí les dejo el capítulo  prometido. Espero que les haya gustado. = )  No se pueden quejar, esta vez no lo dejé en la parte más importante, o tal vez sí. No sé.  Je.je. Qué mala soy.  

 Les tengo una encuesta. Muchas de ustedes me han dicho que adoran a Reed, y me da curiosidad saber qué es lo que piensan  de él luego de este capítulo. ¿Lo odiaron? ¿Lo amaron?  ¿Les da lo mismo?

Como siempre, les agrezco muchísimo  el gran apoyo que me han brindado hasta ahora. Me hace muy feliz ver que tengo nuevos lectores y que les gusta lo que escribo. ; D 

Nos vemos en el próximo capítulo. Besos. Que tengan bonito día o noche. ; p 

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