Capítulo 45

Blas sujetó al rubio por detrás mientras esté tenía la cabeza dentro de un cubo.

Le acababan de dar la primera comida sólida después de más de un mes y parece que su estómago no estaba acostumbrado, por lo que todo lo que entraba salía.

El puré que le habían traído a penas había durado cinco minutos en su estómago, ahora se encontraba dentro del cubo que le habían facilitado.

Carlos se quedó con la cabeza apoyada en el borde del cubo mientras se recuperaba. Tenía los ojos llorosos y el sabor y el olor a vomitó no se le iban de la boca ni de la nariz.

Escupió en el cubo intentando librarse del mal sabor, pero no se iba.

–Agua... –Pidió Carlos

Blas se la acercó y vio como su novio se enjuagaba la boca para luego volver a escupir en el cubo y separarse de él, dejándolo en el suelo.

Blas cogió un pañuelo y le limpió las lágrimas y el sudor de la frente al rubio. Estaba muy preocupado, aunque el médico les había dicho que esto es lo que exactamente iba a pasar.

–¿Mejor? –Dijo el moreno limpiándole la comisura de los labios.

Carlos asintió y se apoyó en su chico exhausto. Le dolía todo el cuerpo.

–Quiero acabar con esto ya... –Dijo Carlos mirando la vía que tenía en el anverso de la mano. –Quiero irme a casa... Quiero poder moverme bien y aunque suene raro quiero volver a clase... Quiero ver a mis amigos...

Blas lo abrazó por la espalda y se tuvo que morder la lengua para no contarle que había hablado esta mañana con Celia, Rubén y Valerie y que posiblemente estaban ya de camino.

Solamente esperaba que sólo viniesen ellos tres y que no se les ocurriese la maravillosa idea de volver a traer a Haridian, porque sí no se iba a armar.

–Blas...

–Dime.

–Gracias.

–Gracias, ¿por qué? –Dijo el moreno bastante sorprendido.

–Por todo, supongo, podrías haberme dejado tirado cuando caí cautivo en mi propio cuerpo, pero no, has seguido aquí, me has contado todo sobre ti, lo que eres y tu pasado... No sé, siento que debo darte las gracias...

Blas sonrió enternecido y abrazó al rubio por la espalda.

–Por eso no debes darme las gracias, lo he hecho encantado, de verdad.

Blas escondió la cabeza en el cuello del rubio y respiró tranquilo ahí.

De pronto alguien llamó a la puerta, llamando la atención de la pareja. Carlos apartó al moreno de su cuello y  dejo entrar a los que se encontraban detrás de la puerta.

Primero se asomó Sonia, la enfermera que la tía de Carlos pensaba que era la chica idónea para su sobrino, la cual sonrió a los dos jóvenes y se llevó el cubo y los restos de comida sin pronunciar a penas palabra. Solamente un ¿qué tal estás Carlos? y un adiós.

Cuando salió tres personas que el rubio conocía bien entraron, sorprendiendo a Carlos, el cual sonrió a la vez que abría los brazos para ser abrazado.

Blas que aún se encontraba detrás de su chico río cuando por poco el rubio se fue hacia atrás por culpa de sus tres amigos, que no tuvieron en cuenta que los músculos del rubio no estaban al cien por cien, por lo que tuvo que ejercer fuerza sobre la espalda del rubio para que no se cayera.

–Por fin despiertas! Se echaba de menos ver esa sonrisa tan preciosa que tienes –Dijo Val besando la mejilla de su amigo.

Carlos se sonrojó levemente y le pego un golpe en el hombro a su amiga, la cual río para después abrazarlo de nuevo.

–Te hemos echado de menos –Dijo Celia ganándose un movimiento de afirmación con la cabeza de parte de Rubén.

–Y yo a vosotros... Justo se lo había dicho a Blas antes, ¿Verdad? –Dijo girándose hacia el moreno el cual estaba totalmente serio. –Mierda.

Carlos se llevó las manos a la boca, tapándosela, se le había escapado el nombre de su chico cuando él le había advertido cuando se conocieron que nadie debía saber su nombre. Ya la cagó cuando se lo dijo a Alba, y ahora la había vuelto a cagar.

–¿Te llamas Blas? –Le preguntó la pelirroja a un ceñudo Blas.

–Sí –Dijo suspirando.

"Perdón..."

"Ya hablaremos tú y yo luego"

Carlos tragó saliva y miró a sus amigos, los cuales miraban a Blas fijamente.

–¿Qué? –Dijo Blas con un notorio mal humor. –¿Tengo monos en la cara?

Los tres amigos tragaron saliva y se miraron entre ellos.

–Estáis... –Dijo Rubén rascándose la nuca.

–Estamos... –Contestó Blas alargando la "s"

–¿Estáis juntos? –Dijo finalmente Celia, peinándose su rubia melena con los dedos.

Blas río de una forma que el vello de la nuca de Carlos se erizó por completo.

–¿Este y yo? –Blas estalló en carcajadas nerviosas mientras señalaba al rubio. –No, por Dios, antes que me parta un rayo.

Blas se arrepintió al momento de lo que había dicho, pero el miedo por que alguien del instituto lo descubriera era el que hablaba por él, mientras que algo dentro de Carlos se rompió, se mordió el labio inferior para evitar soltar las lágrimas que amenazaban con salir.

–¿Podéis iros? –Dijo el rubio intentando controlar su respiración. –Necesito estar sólo.

Blas fue el primero en irse, seguido de los tres amigos de Carlos que se fueron después de decir que tenían que estudiar para un examen que tenían al día siguiente.

A Blas se la sudó bastante el examen, suficiente tenía ya.

Al final del pasillo una mata de pelo rosa saltaba feliz con un kinder bueno a medio comer en la mano derecha. Blas frunció el ceño al ver tanta felicidad en la pelirrosa, solamente le faltaba dejar un rastro de arcoiris y purpurina por donde pasaba.

Blas subió las piernas encima de la silla y se pegó varios golpes contra sus propias rodillas, había sido muy idiota, cegado por el miedo se había reído del rubio y encima le había dicho que antes prefería que le partiera un rayo a salir con él.

Alba iba tarareando una canción en un idioma que Blas desconocía mientras se acercaba a él.

–¿Qué haces aquí fuera? –Dijo la chica quitándose uno de los auriculares que llevaba.

–Carlos me ha echado por gilipollas.

Alba frunció el ceño y lo miró.

–No me hagas caso y mira a ver cómo está, creo que no debe sentirse muy bien...

–Cómo me lo encuentre llorando te voy a pegar, que lo sepas. –Dijo la pelirrosa mirándolo de lado mientras abría la puerta y se metía dentro.

Observó el cuerpo del rubio encogido en la camilla, estaba hecho una bolita mientras abrazaba una almohada y enterraba su cara en ella.

–Charlie...

Carlos hizo un ruido contra la almohada y se enterró más en ella.

Alba por su parte se acercó a la camilla y se sentó en ella a la vez que llevaba una de sus manos al pelo del rubio para acariciarle el cuero cabelludo.

–Ha estado jugando conmigo... –Dijo Carlos con la voz ahogada por la almohada. –Prefiere que le parta un rayo a salir conmigo...

Alba dejó de acariciar el pelo del rubio y apartó la almohada de la cara del rubio, para confirmar que estaba llorando.

Sin decir nada se levantó de la camilla y salió fuera cogiendo del pelo a Blas que gritó por el tirón.

–Esto –Dijo Alba girándole la cara de un golpe –por hacerle llorar, y esto –Dijo clavando su rodilla en la entrepierna de Blas. –por decirle que preferías que te partiese un rayo a salir con él.

Se giró moviendo su melena rosa dejando a Blas tirado en el suelo agonizando mientras se cogía sus partes doloridas.

–La próxima vez te piensas mejor si vale la pena hacer sentir tan mal a mi mejor amigo –Dijo girándose hacia el moreno –Porque si lo vuelvo a ver llorando por tu culpa juro que te quedas sin pene, avisado quedas.

Antes de entrar le guiñó un ojo a Blas y volvió a entrar en la habitación, encontrándose al rubio limpiándose las lágrimas con la mano derecha, ya sentado en la camilla.

–¿Que le has hecho? –Dijo Carlos para luego sorber por la nariz.

–Lo he dejado sin descendencia. –Dijo la pelirrosa mirándose las uñas. –Y con mi mano marcada en la mejilla. Más le vale no volver a hacerte llorar, porque con mi bebé nadie se mete.

Carlos abrazó la almohada y miró a su amiga con algo de miedo.

–¿No crees que te has pasado? –Dijo Carlos apretando la tela de la almohada.

–No. –Alba suspiró y volvió a sentarse en la camilla junto a Carlos. –Está arrepentido, y no por el golpe que le he dado...

–En parte me lo merezco... Me dijo que no le dijese su nombre a nadie y ya es la segunda vez que lo digo... Y esta vez ha sido a compañeros de clase...

Alba miró con pena al rubio, entendía la postura de Blas, ella también había pasado por lo mismo...

–Tranquilo, Blas solamente está asustado porque lo reconozca algún otro ángel caído. –Dijo Alba peinándole el flequillo al rubio. –Por lo que he podido averiguar no es un ángel caído puro, le arrancaron las alas cuándo el no quería y eso a gran parte de los ángeles caídos no les gusta, piensan que es una traición... De ahí que no quisiera que nadie supiese su nombre real.

Carlos tragó saliva y miró a su amiga con miedo.

–No le estoy justificando, lo que te ha dicho es de muy mala persona, pero sólo quiero que tengas en cuenta que las personas cuándo tenemos miedo tendemos a decir lo que sea por salvarnos a nosotros o a la gente que queremos.

Carlos asintió aún con una mueca en la cara.

–Está fuera esperando, si no se ha muerto de dolor, ¿le digo que pase?

Carlos se encogió de hombros y Alba le sonrió, intentando reconfortarlo. Se acercó a Carlos y le plantó un beso en la frente mientras le acariciaba la mejilla.

–Ya me dirás qué tal todo. –Susurró Alba para luego salir por la puerta de nuevo.

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