Capítulo 42

-¡Doctor, doctor! Carlos ha despertado.

Los cinco amigos se encontraban cruzando a toda prisa el pasillo del hospital en el que se encontraba el médico de Carlos, que al escuchar griterío se giró asustado, pero al ver que era el grupo de adolescentes revoltosos se acercó a ellos contemplando el milagro ocurrido.

El rubio se estaba riendo de lo lindo mientras sus amigos y novio empujaban su silla de ruedas por todo el pasillo.

-No puede ser... -Dijo el médico cuando los tuvo a todos en frente y pudo comprobar que realmente el paciente estaba totalmente despierto y sin síntomas de secuelas irremediables.

-Vaya, parece que el señorito Marco ya ha decidido dejar de vaguear. -Dijo el médico arrancándole una risa al rubio. -¿Cómo se encuentra?

-Algo cansado. -Admitió Carlos. -Pero bien al fin y al cabo. ¿Cuándo me podré ir de aquí?

El médico rió a la vez que se arrodillaba frente al chico.

-Aún se tendrá que quedar un tiempo aquí, al menos hasta que su estómago admita la ingesta de alimentos sólidos, ya que se ha estado alimentando a base de proteínas, las cuales se le han administrado por vía intravenosa, es decir, por la vía que lleva en la mano. Además, tenemos que ver cómo se encuentra su aparato locomotor... Ha estado en cama sin prácticamente moverse desde hace más de un mes, por lo que puede ser que sus huesos no estén lo suficientemente fuertes para soportar su peso, además de que su musculatura ha disminuido al no usar ninguna articulación.

Carlos parpadeó totalmente perplejo. Tanta información lo había abrumado de tal manera que sólo pudo murmurar un ¿Qué?, el cual le arrancó una carcajada a todos los presentes.

-Se va a tener que quedar un tiempo más aquí -Le aclaró el médico. De pronto la cara del médico se puso sería y miró al rubio fijamente. –Nada de sexo hasta que te digamos.

Carlos se atragantó con su propia saliva y miró incrédulo al médico, el cual se río ante su reacción.

–Tu cuerpo no está en la mejor forma como para someterlo al sexo. Será mejor que para eso esperes un poquito, incluso cuando salgas de aquí no podrás mantener relaciones.

Carlos asintió algo avergonzado y con el permiso del médico se lo llevaron de vuelta a su habitación.

–Carlos, ya te vale, pobre Blas... –Dijo Álvaro riendo.

El moreno de ojos azules se acercó al de ojos verdes y le propinó un buen golpe en la nuca, haciendo que el de ojos verdes se sobase la parte de detrás del cuello, intentando disminuir el dolor.

Carlos por su parte rodó los ojos y se dejó levantar por Blas que lo cogió con cuidado en brazos y lo dejó en la camilla sentado.

-No te quejarás rubia -Dijo Alba riendo -Tu novio te lleva en brazos a cualquier sitio como si fueses una princesa.

-Como si fuese una princesa no, es una princesa -Dijo Blas acomodando al rubio en la cama.

-Un princeso -Corrigió Carlos.

-Un princeso uke. -Dijo Blas susurrándole al oído.

-Ya estamos, ¡No soy el pasivo! ¡No!

-A estos pasivos de hoy en día no hay quien los entienda -Dijo Alba poniendo los ojos en blanco.

Álvaro y Krystal se miraban de vez en cuando para ver si alguno de los dos entendía algo de lo que estaban diciendo los otros tres, pero parecía ser que no, por lo que decidieron levantarse e irse sin que nadie notase su huida. Y lo consiguieron.

-Carlos, volvemos a lo mismo, no pasa nada que seas el pasivo.

-Si ya lo sé, pero no quiero que se me catalogue de algo que no se ha demostrado aún. -Dijo Carlos mirando a Blas. -Además, en anteriores relaciones he sido activo.

-Carlos, solamente has salido con dos chicos, sin contar a Blas, y una chica-Dijo Alba riendo -Y los dos chicos eran menores que tú, además de inexpertos, normal que tuvieses que ser activo.

Carlos se hizo el ofendido y si hubiera podido andar correctamente se hubiese ido de la habitación, pero como aún estaba algo cojo pues se tuvo que fastidiar.

-¿Podemos dejar de hablar de esto? -Suplicó Carlos.

-¿Y de que quieres hablar? -Preguntó Blas.

-De que quiero un gato

-¿Para?

-Para tener una mascota, siempre he querido un gatito pero mis padres nunca quisieron adoptar uno por las obligaciones que acarrea.

-Me acuerdo que cuando aún vivía mi gata, se venía siempre a mi casa a jugar con ella y nunca me hacía caso. -Dijo Alba riendo.

-Es que era super buena y además siempre se me subía al regazo y se dejaba acariciar... Quiero un gato... -Carlos hizo un puchero a la vez que miraba a su mejor amiga y a su novio. Intentando que alguno de los adoptase uno para él.

-No te voy a regalar un gato -Dijo Alba negando. -Pobre animal...

Blas se mantuvo callado, observando la situación. Carlos estaba literalmente suplicándole a su amiga que le regalase un gato, mientras esta se hacía la fuerte y evitaba caer bajo los pucheros del rubio.

-Un no es un no.

-Pero Alba... Yo... Si me regalas un gato juro que te dejo hacer todos los dibujos que quieras sobre mi, como quieras y con quien quieras.

Los ojos de Alba brillaron al barajar la idea, tampoco era tan mala. Pero no podía verse atraída por esa idea, Carlos lo estaba haciendo a posta para que le regalase el dichoso gato, pero realmente luego no le iba a dejar dibujarlo con Blas haciendo el Kamasutra entero.

-Sabes perfectamente que luego no quieres que te dibuje.

-Aggh, vale, tu ganas -Dijo Carlos pasando de mirar a Alba a mirar a Blas el cual negó al notar la mirada su novio suplicándole. -Me caéis mal.

Blas se rió a la vez que se acercaba a Carlos y le revolvía el pelo.

-¡El pelo no!

De pronto la puerta de la habitación se abrió, dándole acceso a la habitación a los tíos de Carlos, que al verlo despierto corrieron a abrazarlo.

-Charlie, estás despierto -Dijo su tía llenándole la cara de besos.

Su tío por detrás se acercó a saludar a los dos jóvenes que a estaban en la habitación.

–Soy Raúl, –Dijo el tío de Carlos a Alba después de darle dos besos.

–Alba, encantada –Dijo la chica sonriendo.

–Blas amigo, ¿que tal estás? –Dijo Raúl abrazando al moreno, que sonrió al instante.

–Ahora mismo feliz, ¿y tú? –Dijo Blas dándole dos palmadas en la espalda al tío de Carlos.

–Genial –Contestó sonriendo a la vez que se separaba y se acercaba a mimar a su sobrino.

–Te llevas muy bien con él –Dijo Alba acercándose a Blas.

–La verdad es que sí, es algo así como el padre que nunca pude tener... –Dijo Blas tragando saliva cuando recordó a su verdadero padre.

–Eso está bien... –Dijo Alba apoyándose en el hombro del chico. –Te has puesto triste de repente...

Blas suspiró y bajó la mirada.

–No es nada, de verdad.

–Espero que digas la verdad, no me gusta ver a la gente triste, y menos si esa gente realmente me importa...

Por otra parte Carlos escuchaba como su tía le decía que ahora que estaba consciente era la hora de pensar si realmente sus sentimientos hacia Blas eran verdaderos y más tonterías que Carlos dejo de escuchar cuando su tía le argumentaba porqué debía dejar a su novio para salir con la joven enfermera del pelo azul que se habían cruzado cuando iban a su habitación.

–Tía, me da igual que tenga el pelo azul y me da igual lo guapa que sea y lo maja que parezca, no voy a dejar a Blas.

–Cariño, déjalo, Blas es muy buen chico... –Dijo su tío mirando de rojo a Blas, que estaba con el rostro serio, como si estuviese controlándose para no saltar y meter la pata.

–Pero la chica es adorable, además viene hacia aquí, le he dicho que se pasase a conocerte.

–¡Tía! ¡Qué tengo novio! –Gritó Carlos enfadado.

–¿¡Cuándo se lo has dicho?! – Dijo su tío sorprendido a la vez que algo enfadado. –No me he separado en ningún momento...

–Cuando has ido al baño, pero lo que viene al caso, se me ha acercado para preguntarme por tu estado, Carlos, parece que tienes a todas las enfermeras loquitas.

–Me da igual.

–Oh venga ya, dale una oportunidad, a lo mejor te gusta y todo.

–Tengo novio, entiéndelo, novio, y le quiero.

Blas sonrió inconscientemente y las ganas que le habían entrado de matar a la tía de Carlos se esfumaron enseguida.

Dos golpes en la puerta callaron a todos los presentes y dos segundos una chica guapísima con el pelo azul se asomó.

–Hola, soy Sonia –Dijo la chica algo sonrojada. –Sólo venía a ver cómo estaba Carlos, hace mucho tiempo que no me paso por aquí, y bueno...

Alba comenzó pegarle golpecitos en el brazo a Blas, totalmente nerviosa.

–Blas, creo que me voy a morir –Dijo la pelirrosa para que solo le escuchara el moreno. –Quiero que sea mi novia, es preciosa.

La peliazul escuchó el comentario y se sonrojó, dedicándole una tímida sonrisa a la pelirrosa, lo que hizo que esta última se tuviera que sujetar al brazo de Blas para no caerse, porque sus piernas temblaban.

Carlos las observó desde la camilla y no pudo evitar sonreír, acababa de presenciar un flechazo instantáneo entre su mejor amiga y la enfermera con la que su tía quería que saliera.

...

Siento la tardanza, voy algo escasa de inspiración por lo que estoy escribiendo a un ritmo más lento.

Mianhe 💜

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