Capítulo 38
Blas se dejó arrastrar hasta la comisaría, donde lo encerraron en una celda junto a un joven moreno de ojos verdes.
El de ojos azules ni si quiera lo miró, se sentó en una de las esquinas de la celda y se abrazó a sí mismo, intentando darse el apoyo que necesitaba en ese momento.
Su mejor amigo lo había delatado y su padre lo había entregado a las autoridades como si fuese un objeto de poco valor.
–¿Por qué estás aquí? –Dijo el chico que se encontraba con él en la celda.
Blas levantó la vista y se limpió las lágrimas de sus mejillas, pero no le contestó.
–Tranquilo, a mi me lo puedes contar, me fusilan en dos días, no creo que pudiese hacer mucho contra ti. Creerían que lo hago para librarme de la muerte y ni me harían caso.
A Blas le recorrió un escalofrío por toda la espalda, a ese pobre chico le quedaban dos días de vida, ¿cuantos le quedarían a él?
–No quiero hablar de ello...
–A mi me matan por intentar salvarle la vida a mi madre... Que irónico. Sólo robé un par de pimientos para poder tener de comer.
El moreno de ojos verdes bufó y se apoyó en la pared de cemento.
–A mi... Por escribir... –Dijo Blas sorbiendo por la nariz.
–Que injusta es la vida, ¿verdad? –Dijo el de ojos verdes. –La gente que realmente debería estar aquí no creo que pise una cárcel en su vida mientras que dos jóvenes de a penas veinte años están a unos pasos de morir por hacer lo que le gusta o intentar mantener a una familia.
–¡Que se calle quien esté hablando! –Gritó el guardia.
–¡Tus ganas! –Le contestó el chico gritando el doble de fuerte que el guardia.
Blas se asustó por el grito repentino y temió por su vida, con ese compañero de celda no llegaba vivo ni al fusilamiento.
Aunque que más le daba, iba a morir igual...
–¿Cómo te llamas? –Dijo su compañero de celda.
–Blas –Dijo con cierto miedo.
–Blas Cantó, ¿verdad?–El nombrado asintió y el de ojos verdes dió una palmada –¡Ay! Ya se quien eres, eres vecino de un amigo mío –Dijo el de ojos verdes sonriendo –Yo soy Álvaro.
Blas se sorprendió al no escuchar el Sarasa por ningún lado, como había dicho su padre que se le conocía en el pueblo.
–O os calláis ya o os mando fusilar a vosotros dos sólos ahora mismo. –Dijo el guardia de antes comenzando a cabrearse.
–Que más nos da, vamos a morir igual... –Dijo Álvaro levantándose y acercándose a las rejas. –Es más, nos harías un favor.
–Álvaro... –Susurró Blas, intentando callarlo. –Vale ya...
–Eso eso, haz caso al homosexual ese, a lo mejor con suerte te libras por esta noche de que te la meta por el culo y te infecte si le haces caso.
Blas se encogió más en su parte de la celda y Álvaro lo miró con cierta pena.
Se apartó de las rejas no sin antes enseñarle el dedo corazón al guardia. Cuando finalmente se separó se acercó a Blas y se sentó a su lado.
–No le hagas caso, es un gilipollas el calvo este de mierda. –La última frase la dijo más alto a posta, para que el guardia le oyera.
Blas se rió levemente y apartó su cara de sus rodillas, sentándose a lo indio en el suelo.
–Me hubiese gustado conocerte en otra situación –Dijo Álvaro –Creo que hubiésemos sido muy buenos amigos.
...
–Blas Cantó Moreno, su fusilamiento será mañana junto con su compañero de celda. Sus amigos y familiares tienen una hora para despedirse de usted, aunque no creo que venga nadie a verle.
El guardia que lo llevaba vigilando desde que entró a la celda se fue sin decir nada más.
–Ya verás como seguro que viene alguien –Dijo Álvaro dándole un apretón en el hombro.
–Lo dudo, mi padre mi odia, mi mejor amigo fue el que me delató y mi madre querrá verme pero mi padre no le dejará...
–Bueno, pues me tienes a mi, ¿quieres que venga y me despida? –Dijo Álvaro intentándolo animarlo, lo peor que podía hacer en esos momentos era desperdiciar sus últimas horas de vida.
–No, todavía no. –Dijo Blas, sentándose en su colchón derrotado.
Álvaro suspiró y sentó junto a él, esperando el también a sus familiares y amigos, los que no tardaron en llegar...
Álvaro se levantó y corriendo abrazó a su madre como pudo por los barrotes, para después abrazar a su mejor amigo.
–Os voy a echar mucho de menos –Dijo Álvaro mirándolos. –Por favor, Dani cuida de mi madre y mamá... Siento dejarte sola en esto, pero yo sé que vas a poder salir adelante, eres una mujer maravillosa.
La madre del de ojos verdes rompió a llorar sobre los barrotes y su hijo la abrazó de nuevo como pudo.
Dani, el mejor amigo de Álvaro también se unió al abrazo, llorando en silencio también. El momento de la despedida era el peor.
Blas sentado en el colchón observó la escena con cierta envidia, ¿por que su familia no podía ser eso? ¿Por que no se querían igual?
Rozó inconscientemente la cicatriz que tenía en la cara por culpa del cinturón de su padre, si es que se le podía llamar así.
Al final el guardia obligó a la madre y mejor amigo de Álvaro a irse, diciendo que la hora de visitas ya había pasado.
Blas no había recibido ni una mísera visita.
Realmente no le sorprendió, era de esperar, no era importante para nadie.
Álvaro se limpió las lágrimas mientras se giraba para volver junto a su compañero de celda, el cual se encontraba con la mirada perdida en la infinidad del pasillo.
–No le importo a nadie –Dijo Blas suspirando –Me van a matar y nadie va a llorar mi muerte...
–A mi me importas –Dijo Álvaro siendo sincero. –Eres mi amigo.
–Me conoces de un día... –Dijo Blas.
–¿Y qué? Yo ya te considero mi amigo, me has caído bien.
Al menos moriré con un amigo de verdad, pensó Blas.
...
–¡Diez minutos! –Dijo el guardia desde la puerta.
Los dos chicos de la celda se miraron con cierto miedo, la hora había llegado.
Blas rodeó fuerte el cuerpo de su nuevo amigo y este le respondió con el doble de fuerza, fundiéndose ambos en un abrazo.
Se separaron y se sonrieron mutuamente antes de que dos guardias entraran y les esposaran, sacándolos a empujones de la que había sido su casa por muy poco tiempo.
Se reunieron con diez personas más y los guardias los obligaron a andar hacia la plaza de fusilamiento.
En ningún momento los dos amigos se separaron por lo que acabaron uno al lado del otro siendo apuntados por un rifle cada uno.
El alcalde comenzó a pronunciar el nombre de todos los condenados para la gente que obligada presenciaba su muerte.
Cuando el alcalde pronunció el nombre de Blas se oyeron muchos insultos provenientes de una sola persona.
Miguel, a quien había considerado su mejor amigo y del que estaba profundamente enamorado.
Blas levantó la vista dolido y pudo ver a su madre llorando, y a su padre y ex mejor amigo disfrutar de la escena.
Tragó saliva e intentó no escuchar los delitos que habían cometido sus compañeros de pelotón y cerró los ojos con rabia cuando el alcalde leyó en voz alta su poema para demostrar que su sentencia era cierta.
Cuando terminaron de sentenciarlos a todos escucho los rifles cargarse a la vez que Álvaro pronunció sus últimas palabras.
–Nos volveremos a ver, Blas.
Y antes de que pudiese contestar un fuerte estruendo se hizo presente en la plaza. Todo el pelotón cayó al suelo, sin vida, creando un río de sangre por toda la calzada, dejando la pared de detrás llena de sangre y doce agujeros, que se perdieron entre todos con los que contaba ya la pared.
...
Y hasta aquí el pasado de Blas, espero que os haya gustado :)
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