[96] CUATRO PAREDES Y UN TECHO
—Creen que tienen el control —decía Rick—. Nosotros estamos aquí y ellos podrían estar en cualquier parte. Pero sabemos exactamente dónde están.
El grupo estaba sentado en la iglesia, y después de que Lara se calmó y guardó la fotografía en su bolsillo, se unió a ellos y se sentó en una de las filas.
—Es un plan valiente, lo admito —dijo Abraham.
—Hacer nuestra movida antes que ellos —dijo Glenn.
—Así es —dijo Rick—. No cuentan con que estemos pensando con claridad.
—¿Lo estamos? —preguntó Rosita, y cuando recibió miradas críticas se encogió de hombros—. Solo quiero asegurarme. Es algo muy arriesgado.
—Recuerden de lo que son capaces estas personas —dijo Rick.
—No, tiene razón —dijo Lara, mirando a su hermano—. Sabemos exactamente de lo que son capaces estas personas, por eso me pregunto si esta es la jugada correcta. Enviaron a Bob de regreso por una razón. Podrían haberlo matado. Quieren que sepamos dónde están. Quieren que vayamos y los ataquemos.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —preguntó Rick—. Podrían haber enviado a Bob de vuelta porque estaba mordido. No les servía en ese estado.
Lara sacudió la cabeza con incredulidad—. Rick, después de todo lo que hemos pasado; después de cada cosa que salió mal, ¿por qué no estás considerando que podríamos estar haciéndoles el favor?
—Tenemos que acabar con esto de una vez por todas —dijo Rick—. Es la única manera.
Lara suspiró—. Bien. No digas que no te lo advertí.
—¿Tyreese? —preguntó Rick.
—¿Sí?
—¿Vienes?
—Yo iré con ustedes —dijo Sasha, saliendo de la oficina de Gabriel.
—Deberías quedarte con Bob —dijo Tyreese.
—No —respondió Sasha—. Quiero estar allí afuera. Quiero ser parte de esto.
Lara se puso de pie y se acercó a su hermano—. No me gusta esto.
—No te tiene que gustar —respondió Rick—. Porque te vas a quedar aquí, donde es seguro.
—Rick, en serio. Esto no se siente bien. Quiero decir, mira lo que estás haciendo. Estás sacando a todas las personas capacitadas de esta iglesia, donde saben que estamos, ¿y estás dejando qué? ¿A mi, a Carl, a Judith, a Bob? ¿Y si esto es lo que quieren?
—Lara, todo va a estar bien —le aseguró Rick.
—Me he vuelto muy bueno leyendo a la gente, Rick, y en este momento puedo decir que estás a punto de estar de acuerdo conmigo.
—Estamos listos —dijo Rick, besando la frente de Lara—. Todo estará bien.
—Será mejor que tengas razón —respondió Lara—. Esta vez no quiero tener razón.
Rick asintió—. Volveremos pronto.
—Si encuentras a Daryl en el camino, dile de mi parte que es un idiota.
Rick se llevó a Glenn, Maggie, Sasha, Abraham y Michonne con él, dejando atrás al resto del grupo. Lara no pudo evitar sentirse un poco enferma cuando el resto del grupo se dirigió a la oficina de Gabriel y cerró la puerta.
Se sentó en el suelo con la espalda contra la pared, observando a Judith patear las mantas en la canasta donde se encontraba—. No me gusta esto.
—A mi tampoco —respondió Carl—. Creo que tienes razón.
—No digas eso —dijo Lara—. No quiero tener razón.
—Si es así, tenemos que estar listos —le dijo Carl, tendiéndole un rifle—. Tenemos que estarlo.
No pasó mucho tiempo antes de que un fuerte estruendo enviara escalofríos por el cuerpo de Lara. Se puso de pie en un instante, escuchando el sonido de las puertas abriéndose mientras los pasos resonaban a través de la silenciosa iglesia.
Lara maldijo; tenía razón. Estaban aquí.
—Bueno, supongo que saben que estamos aquí —dijo la voz de Gareth—. Y nosotros sabemos que están aquí. Y estamos armados. Así que ya no tiene sentido esconderse. Los hemos estado observando. Sabemos quién está aquí. Está Bob, a menos que lo hayan sacado de su miseria. Y Eugene, Rosita, el buen amigo de Martin, Tyreese. Lara. Carl... Judith.
Lara sintió escalofríos recorrer su cuerpo cuando Gareth dijo el nombre de Judith, e instintivamente se acercó a la bebé que yacía en la canasta a sus pies.
—Rick y los demás se fueron —dijo Gareth—. Con muchas de sus armas. Escuchen, no sabemos dónde están, pero este lugar no es grande. Así que detengamos esto ahora, antes de que todo se vuelva más doloroso de lo necesario.
La manija de la puerta tembló cuando alguien trató de abrirla desde afuera, y Lara se agachó junto a la canasta de Judith, lista para defender a su sobrina si alguien cruzaba la puerta. Carl se colocó frente a su tía y su hermana, proporcionando otra línea de defensa.
—Mira, están detrás de una de estas dos puertas y tenemos más que suficientes balas para derribar ambas —dijo Gareth—. Me imagino que no es lo que quieren. ¿Qué hay del sacerdote? Padre, si nos ayuda a terminar con esto, lo dejaremos irse.
Lara lo miró, llevándose un dedo a los labios antes de hacerle un gesto para que se quedara quieto.
—Solo abra la puerta y puede irse —dijo Gareth—. Puede llevarse a la bebé.
Esta bebé no va a ninguna parte, pensó Lara.
—¿Qué dices? —preguntó Gareth—. ¿Qué hay de ti, Lara? Sabemos que estás embarazada. Si te rindes ahora, te dejaremos ir con Judith y tu bebé puede vivir.
Un miedo paralizante atravesó a Lara ante las palabras de Gareth, pero luego Judith comenzó a llorar y Lara maldijo en voz baja. Agachándose al lado de su sobrina, la tranquilizó para que se quedara en silencio, pero el daño ya estaba hecho. Prácticamente podía sentir la sonrisa de Gareth al darse cuenta de detrás de qué puerta se escondían, delatados por los inoportunos gritos de Judith.
—Es su última oportunidad para que nos digan si van a salir —dijo Gareth en voz alta.
Lara escuchó el sonido de un arma disparada dos veces, y luego escuchó la voz de Rick.
—Pongan las armas en el suelo.
—Rick, vamos a disparar a esa oficina —amenazó Gareth—. Así que baja tu arma...
Sonó un disparo y Gareth gritó de dolor. Lara se acercó a la puerta, escuchando a Rick decir—: Pongan las armas en el suelo y arrodíllense.
—Hagan lo que dice —ordenó Gareth, voz llena de dolor—. Martin, no hay otra opción.
—Sí, la hay —respondió Martin.
—¿Quieres apostar? —preguntó la voz de Abraham.
Judith lloró en voz baja y Lara se movió hacia ella, agachándose y levantándola—. Shh, Judith, shh. Todo va a estar bien, papá está aquí.
Después de un momento de silencio, todo lo que Lara escuchó fueron gritos, y tapó los oídos de Judith mientras sostenía a la niña cerca de su pecho, escuchando lo que estaba pasando afuera de la puerta. Cuando todo quedó en silencio, Lara salió de la oficina, caminando con cautela por miedo a lo que encontraría. Había sangre salpicando las paredes a su lado, y cuando pasó por encima de los cuerpos que yacían en la entrada y vio a Gareth tirado en el suelo, notó el charco de sangre que se formaba a su alrededor y sintió una sensación de alivio que la invadía.
—¿Rick? —dijo Lara en voz baja, mirando a su alrededor en estado de shock.
—Podríamos haber sido nosotros —respondió Rick, su tono sin emociones.
—¿Qué sucedió? —preguntó Lara—. ¿Por qué regresaste?
—Me di cuenta de que tenías razón —dijo Rick, acercándose a su hermana—. Siento mucho no haberte creído.
—Está bien —respondió Lara, balanceando a Judith en un brazo mientras colocaba su mano libre sobre el hombro de Rick—. Estas aquí.
—Sí —dijo Rick—. Y nunca más volveré a ignorar tus malos presentimientos. Esa es una promesa que esta vez no romperé.
Lara sonrió—. Eres un buen hermano mayor.
—Y tú eres una hermana pequeña molesta —respondió Rick.
Gabriel salió de la oficina, sus ojos se posaron en la sangre salpicada en las paredes, moviéndose a los cuerpos de los muertos y a las armas en manos de los sobrevivientes. Nadie se movió cuando lo vieron tomar en cuenta el derramamiento de sangre que había ocurrido dentro de la iglesia, su expresión se transformó de shock a horror mientras examinaba la escena.
—Esta es la casa del Señor —dijo Gabriel en voz baja.
—No —respondió Maggie, su voz llena de remordimiento por sus siguientes palabras—. Son solo cuatro paredes y un techo.
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