[150] EL ESPECTÁCULO DE CARL
—¡¿En qué diablos estabas pensando?! —exclamó Lara cuando vio a Daryl atravesar las puertas.
Michonne había regresado con Rosita y le informó sobre el plan de Tara y Daryl para acabar con los Salvadores. Iba en contra de lo que Rick había planeado e involucraba un camión que atravesaba las paredes del Santuario y permitía que los caminantes entraran al edificio.
—Necesitamos que se termine —respondió Daryl—. Rick no puede tomar todas las decisiones.
—¿Tienes alguna idea de lo que has hecho? —preguntó Lara—. Había gente inocente en ese edificio.
—Y condujimos el camión por el otro lado del edificio para darles la oportunidad de escapar —respondió Daryl—. Están todos muertos o dispersos, Lara. Lo terminamos.
—O acaban de causar más problemas —respondió Lara—. Dios, lo arruinaron todo.
—No, el lugar está abierto —dijo Daryl—. Llegamos y les decimos que se rindan. Lo harán.
—¿Estás seguro? —preguntó Lara—. Esto no me gusta.
—No tiene que gustarte —dijo Daryl—. Solo importa si perdemos, y no lo haremos.
Lara negó con la cabeza—. Espero que tengas razón.
El grupo planeó partir hacia el Santuario esa noche. Lara estaba furiosa por el comportamiento imprudente de Daryl, pero decidió que si ese era el final de los Salvadores, ella quería estar allí.
Antes de irse, buscó a Carl para asegurarse de que estuviera bien, y lo encontró junto al desagüe de la alcantarilla, colocando la rejilla en su lugar.
—Carl —dijo Lara, captando su atención—. Te estuve buscando. Estamos casi listos para salir. ¿Qué estás haciendo?
—Estoy ayudando a alguien —respondió Carl—. A un viajero.
—¿En el desagüe? —preguntó Lara.
Carl suspiró y estaba a punto de responder cuando un sonido metálico resonó a través de las calles, seguido por el chirrido de un micrófono que se encendía.
—Se estarán preguntando por qué sus vigías no hicieron sonar la alarma —dijo una voz muy familiar—. Somos educados. Es decir, no sé cuándo van a despertarse con este tipo de disparo, pero deberían despertarse. Así que vayamos al grano. Perdieron. Se acabó. Así que se van a alinear frente a sus casitas, y empezarán a formular unas disculpas, y, la persona que diga la más aburrida, morirá. Luego mataré a Rick frente a todos, y seguimos adelante. Tienen tres minutos, cuéntenlos... tres minutos para abrir esta puerta o comenzaremos a bombardearlos.
—Escaparon —susurró Lara.
—Vamos —dijo Carl, agarrando su mano mientras el silbido de Negan resonaba por la calle. Ella no se movió—. Tía Lara, vamos.
—Carl, ¿qué estás...? —preguntó Lara.
—Tiene que parecer que nos escapamos por atrás —explicó Carl—. Hacia el bosque, a mitad de camino de la cantera, y cortamos las luces. Así tendremos ventaja, los atacamos y nos vamos a pie. Sabrán dónde estaremos. Solo necesitamos las armas, reunir a todos aquí y los encontraremos allí.
—Dos minutos, gente —gritó Negan—. Piensen bien. Quiero que esas disculpas sean inolvidables. Hay puntos extras por la creatividad. Reciten un poema, canten una canción, amo esas cosas.
—Vayan —instruyó Carl—. Hay personas en la enfermería que van a necesitar de su ayuda.
Negan silbó y Tara dio un paso adelante—. Tenemos armas, podemos pelear.
—Lo haremos —respondió Rosita—. Pero ahora no. Carl tiene razón.
—Carl, no podemos dejar que se queden con este lugar —dijo Michonne.
—Podemos —respondió Carl—. Solo tenemos que sobrevivir una noche. Este es mi espectáculo. Tú lo dijiste. Este es mi plan, y lo cumplirás. Todos lo cumplirán. ¡Vamos!
—¡Un minuto! —gritó Negan—. ¡Un minuto!
Daryl agarró la mano de Lara—. Vamos.
Lara sacudió su mano y tomó el brazo de Carl—. ¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?
Carl asintió—. Sí, tía Lara. Por favor, confía en mi.
Lara besó la frente de Carl—. Confío en ti. Este es tu plan y voy a seguirlo.
—Gracias —susurró Carl, empujándola suavemente—. Vamos.
Lara ayudó a los pacientes de la enfermería a bajar la escalera hacia las alcantarillas, y cuando vio a la niñera de Judith corriendo hacia ella con la niña en brazos, Lara tomó a su sobrina en sus brazos.
—Hola, cariño —susurró Lara mientras las explosiones resonaban a su alrededor—. Vamos a estar bien, ¿de acuerdo? —Judith no respondió, pero Lara sabía que estaba escuchando. Luego miró a Tobin—. ¿Están todos abajo?
—Sí —dijo Tobin.
—¿Dónde está Carl? —susurró Lara, más para sí misma que para cualquier otra persona.
—Estará bien —respondió Tobin—. Tienes que bajar ahora. Todo el mundo espera que estés ahí para ellos.
Lara negó con la cabeza—. No soy una líder.
—Ahora lo eres —respondió Tobin—. Te guste o no. Vamos. Baja.
Lara suspiró y bajó la escalera, teniendo cuidado de no dejar caer a Judith mientras se dirigía a las alcantarillas. Una vez abajo, siguió las luces de las linternas y encontró a los residentes de Alexandria, aterrorizados.
—¡Lara! —dijo alguien—. ¿Vamos a estar bien?
Los ojos de Lara se abrieron con sorpresa, pero se tragó los nervios y la ansiedad que generaba tener docenas de ojos sobre ella, y se mostró firme ante las personas que la necesitaban. Colocando a Judith a su lado, tomó la mano de su sobrina.
—Vamos a estar bien —le dijo Lara a su gente—. Sé que lo que está pasando ahora da miedo, pero somos más fuertes que esto. Sé que muchos de ustedes están tristes y asustados y les preocupa que no tengamos nada a lo que volver cuando esto termine, pero lo que hay ahí arriba no es nuestro hogar. Ustedes lo son. Sin ustedes, Alexandria sería solo un pueblo vacío. Trajimos ese lugar a la vida, y podemos volver a salir cuando todo esto termine. Sobreviviremos a esto. Sé que lo haremos, porque lo que ya soportamos prueba que somos más fuertes de lo que creemos. Sé que todos están asustados, créanme, yo también, pero lo superaremos. Nos tenemos el uno al otro, y eso es todo lo que importa.
Los alexandrinos parecieron escucharla, y algunos incluso le dieron un pequeño aplauso. Lara llevó a Judith al otro extremo del túnel y la sentó contra la pared. Vio un rostro desconocido sentado en un catre, y se inquietó al instante.
—¿Quién eres? —exigió Lara, poniendo una mano en su arma.
El hombre levantó las manos—. Mi nombre es Siddiq. Tu sobrino me trajo aquí.
—¿Eres el viajero? —preguntó Lara.
Siddiq asintió—. No vengo a causar problemas.
—Bueno, con todo lo que está pasando, eres la menor de mis preocupaciones —respondió Lara—. Pero es un placer conocerte. Si Carl ve algo en ti, entonces debes ser una buena persona. Confío en su juicio.
Daryl, Rosita y Tara se unieron a ellos en las alcantarillas no mucho después, y cuando Lara vio a Daryl, se puso de pie en un instante, corriendo hacia él. Claro, ella estaba enojada con él, pero con todo lo que estaba pasando y la idea de que murieran esa noche, estar en malos términos era algo que no podía soportar.
Mientras lo abrazaba, lo escuchó suspirar y susurrar—: Lo siento.
—No te atrevas a disculparte —respondió Lara en voz baja—. No te atrevas a disculparte como si fuéramos a morir esta noche. No vamos a morir.
—No debí haberlo hecho —dijo Daryl—. Debería haber seguido el plan de Rick.
Lara negó con la cabeza—. Está bien. Todos estamos a salvo y eso es todo lo que importa.
Detrás de Daryl, Lara vio a Dwight parado tímidamente contra la pared, tratando de evitar ser visto. Aún así, no hizo un muy buen trabajo, y Lara pasó junto a Daryl y se dirigió hacia Dwight.
Él la miró—. Por favor, no me golpees de nuevo.
—No iba a hacerlo —respondió Lara, tendiéndole la mano—. Sin ti, esto no hubiera sido posible. Quiero decir, lo que está pasando ahora es una mierda, pero todo lo demás nos ayudó, así que gracias.
Dwight le estrechó la mano—. ¿No me vas a golpear otra vez?
—Eso depende —dijo Lara—. Sigo pensando que eres un imbécil y que nunca seremos amigos, pero te ganaste mi respeto. No hagas nada tonto y podría quedarse así.
Dwight asintió—. No lo haré.
—Ponte cómodo —dijo Lara—. Va a ser una larga noche.
Cuando se volvió hacia Daryl, Judith se puso de pie—. ¡Tío Darry! —exclamó, saltando a los brazos de Daryl.
—Hola —saludó Daryl, levantándola en sus brazos—. ¿Estás bien?
—Sí —rió Judith, apretando las mejillas de Daryl.
Lara sonrió cuando ella y Daryl llevaron a Judith de regreso a donde habían estado sentados. Se sentó contra la pared con Judith en su regazo, abrazándola mientras otra explosión sacudía el suelo debajo de ellos. Judith se acurrucó en los brazos de Daryl y el corazón de Lara se encogió al verlos.
Escuchó que llegaba alguien más y se volvió para ver quién era. Esperaba que fueran Rick y Michonne, pero en cambio vio a Carl, e incluso desde la distancia, Lara supo que algo andaba mal.
—¿Carl? —preguntó Lara, acercándose a él—. Carl, ¿qué pasa?
Su rostro estaba pálido, una expresión de dolor contorsionaba sus facciones y una fina capa de sudor hacía que su piel se viera translúcida en la penumbra. Lara logró sujetarlo cuando tropezó, pasándole el brazo por los hombros.
—¿Qué pasa? —preguntó Lara—. ¿Te lastimaron?
—Estoy... bien —susurró Carl.
—¿Lo estás? —respondió Lara, mientras ayudaba a Carl a sentarse contra la pared—. Dime qué pasa y no me mientas, Carl Grimes. Te conozco demasiado bien.
La expresión de Carl se volvió triste. Mientras miraba a su tía, sabía que lo que estaba a punto de decirle la aplastaría por completo, pero también sabía que le quedaba poco tiempo y que si no se despedía ahora, su familia nunca tendría el cierre que necesitaba.
—No te enojes —susurró Carl.
—No lo haré si me dices qué pasa —respondió Lara—. ¿Te dispararon?
—No —dijo Carl—. Ocurrió en el bosque. Estaba ayudando a Siddiq.
—Carl —dijo Lara en voz baja—. ¿Qué...?
Carl levantó su camiseta, dejando al descubierto un vendaje—. Lo siento, tía Lara.
Retiró el vendaje y reveló la mordida.
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