[142] EL SÓTANO

Después de visitar a Carol, Lara y Daryl tomaron la decisión de dirigirse a Hilltop para unirse a Maggie en la pelea.

Al llegar a Hilltop, Maggie los recibió en las puertas. Daryl se contuvo de un cálido saludo, pero Lara envolvió sus brazos alrededor de Maggie en un fuerte abrazo.

—El liderazgo te queda bien —dijo Lara en voz baja.

—No soy una líder —respondió Maggie.

—Eso no es lo que escuché —dijo Lara—. ¿Está bien si nos quedamos aquí?

—Por supuesto —respondió Maggie—. Aunque no hay mucho espacio.

—Bueno, estamos acostumbrados a dormir a la intemperie —dijo Lara—. El aire libre y las estrellas, ¿qué más se puede pedir?

Maggie rió—. ¿Cómo está la bebé?

—Está bien —respondió Lara—. Por fin tenemos un nombre.

—¿Puedo saber? —preguntó Maggie.

—No, lo siento—respondió Lara, antes de señalar el estómago de Maggie—. ¿Cómo está tu pequeño?

—Está bien —respondió Maggie—. Todos estamos bien.

—No... no tuve la oportunidad de verlo la última vez que estuve aquí —dijo Lara, con voz tensa—. ¿Dónde está?

Maggie le mostró el lugar donde estaban enterrados los cuerpos de Glenn y Abraham y la dejó sola. Lara caminó lentamente entre las tumbas y se dejó caer al suelo. Cruzando las piernas debajo de ella, apoyó la mano en el montículo de tierra que cubría el cuerpo de su amigo, tratando de ocultar las lágrimas en sus ojos.

—Hola, Glenn —susurró Lara—. Lamento haber tardado tanto en venir a visitarte. Me siento estúpida hablando contigo, porque no hay nada que pueda decir que alguna vez se acerque a ser suficiente. Te extraño. Estuviste ahí para mí desde el principio. Siempre hemos sido tú y yo. Lamento que esto te haya pasado a ti. No te merecías esto, y desearía haber sido yo. Ojalá estuvieras aquí ahora mismo, con Maggie, preparándote para traer a tu bebé al mundo... hay tantas cosas que me gustaría haberte dicho. Gracias parece ser lo más frecuente. Gracias por... todo, de verdad. Por enseñarme cómo navegar por el nuevo mundo, por nunca dejarme hacer nada estúpido, por estar siempre a mi lado cuando hacía estupideces. Fuiste mi mejor amigo, lo sigues siendo, y en esta vida o en la próxima, siempre serás mi mejor amigo. Te extraño. Todos lo hacemos.

Los dedos de Lara rozaron el brazalete que siempre usaba, su regalo de Glenn.

—Nunca te olvidaré. Espero que puedas descansar tranquilo, sabiendo que vamos a ganar esto y vamos a sobrevivir, y después de eso viviremos. Todos esos recuerdos que tengo, todas esas tonterías que hicimos, se quedarán conmigo para siempre. Nunca te olvidaré. Te amo, Glenn. Siempre lo haré.

Sintió una mano en su hombro y se sacudió ligeramente, volteándose para ver a Daryl de pie detrás de ella.

—Uh... ¿cuánto tiempo has estado ahí?

—El tiempo suficiente —respondió Daryl—. ¿Estás bien?

Lara se encogió de hombros—. Me alegra poder decir algo finalmente, ¿sabes?

Daryl asintió y ayudó a Lara a ponerse de pie—. Sé que lo extrañas.

—Lo hago —respondió Lara en voz baja—. Fue mi mejor amigo desde el principio. Antes de ti, y antes de que Rick volviera, yo tenía a Glenn. Lo extraño más que nada.

Daryl atrajo a Lara a sus brazos—. Yo también lo extraño.





Lara y Daryl pasaron unos días en Hilltop, ayudando a Maggie a orquestar un plan para tomar represalias contra los Salvadores. Lara visitó al doctor Carson varias veces, solo para chequeos regulares y una ecografía. Había pasado un tiempo desde la última, por lo que ver a su bebé en la pantalla nuevamente la llenó de alivio, agradecida de que a pesar de todo lo que había cambiado, su bebé seguía creciendo.

Daryl se sentó a su lado cuando visitó al doctor, y ella tomó su mano mientras Carson le aplicaba el gel en el estómago. Cuando Daryl vio a su hija, algunas de las nubes en sus ojos se despejaron por un momento, revelando la felicidad que a Lara le encantaba ver en su rostro.

Después de la cita con el doctor, Lara y Daryl se sentaron juntos en uno de los bancos. Desde que llegó, Daryl no había hablado con Maggie, y mucho menos la había mirado, y estaba haciendo todo lo posible para evitarla. Lara sabía que todavía se sentía culpable por la muerte de Glenn, por eso se estaba distanciando de Maggie.

Mientras Daryl se sentaba a hacer flechas nuevas, Lara sostenía un libro en sus manos. Carson se lo había ofrecido, porque se trataba del embarazo y de lo que venía después del parto. De vez en cuando, Daryl veía el rostro de Lara contraerse con disgusto por algo que había leído, seguido de un comentario.

—Ugh, asqueroso —dijo Lara—. ¿Sabías que algunas personas comen sus placentas?

—¿Qué diablos es una placenta? —preguntó Daryl.

—Es lo que crece en el útero y se conecta al cordón umbilical —explicó Lara—. Y después de que nace el bebé, eso también sale y... no suena muy bien.

—¿La gente come eso? —preguntó Daryl con disgusto.

—Sí, aparentemente es bueno para ti —respondió Lara—. Proteínas y esas cosas. ¿Qué dices? ¿Quieres un poco de placenta cocida a fuego lento después de que nazca la bebé?

—Diablos, no —respondió Daryl.

—Apuesto a que ni siquiera sabrías si te lo sirviera y te dijera que es algún tipo de carne —rió Lara—. Pero no te preocupes, suena repugnante.

—Vuelve a tu libro —rió Daryl.

—Dar a luz va a doler mucho —espetó Lara, apretando sus muslos juntos—. ¿Es demasiado tarde para dar marcha atrás?

—Sí —respondió Daryl.

Un ruido metálico hizo que sus cabezas se levantaran, girándose hacia la puerta. Kal estaba atento y se volvió hacia los residentes de Hilltop, gritando—: ¡Vienen los Salvadores!

A Lara se le heló la sangre—. Tenemos que escondernos.

Enid corrió hacia ellos—. Vamos buscar a Maggie.

—¿Dónde está? —preguntó Daryl.

—Vamos —dijo Enid.

—Lara —dijo Daryl, agarrando la mano de su esposa mientras seguían a Enid.

—¡Maggie! —gritó Lara, mientras Maggie corría hacia ellos.

—Tenemos que llegar al túnel —dijo Enid.

—No hay tiempo —respondió Maggie.

—¡Vamos! —dijo Enid, y corrieron alrededor del costado de la casa justo cuando los Salvadores atravesaban las puertas.

Un sótano fue el escondite que Enid eligió para ellos, abriendo las puertas—. Quédense aquí. Los mantendré alejados. No son los mismos que fueron a Alexandria.

Daryl siguió a Maggie escaleras abajo hasta el sótano y se volvió para asegurarse de que Lara no se cayera. Cuando los tres se escondieron y las puertas se cerraron, Lara miró a Maggie a través de la oscuridad—. ¿De qué túnel habla Enid?

—Hicimos una ruta de escape —respondió Maggie—. Por si acaso.

—Pero no funcionó porque no pudimos llegar —rió Lara—. Típico.

—Ayúdame a mover este estante —dijo Maggie, señalando un estante de almacenamiento—. Hay un espacio detrás donde podemos escondernos si entran.

Lara se miró el estómago—. No hay forma de que pueda pasar.

—Confía en mí, lo harás —dijo Maggie.

Comenzaron a empujar el estante fuera del camino, abriendo un espacio detrás que estaba lo suficientemente oscuro como para ocultarlos de cualquiera que tropezara con el sótano. Daryl estaba junto a la puerta, con el cuchillo en alto por si alguien intentaba entrar.

—Daryl —dijo Maggie en voz baja, sin recibir respuesta—. Daryl. ¡Daryl!

—¡Daryl! —siseó Lara.

Daryl se movió al escuchar su voz, se escondió detrás del estante y ayudó a Maggie y Lara a colocarlo en su lugar. Cuando estuvo de vuelta en su lugar, Lara se agachó y apoyó la mano sobre su estómago. Maggie estaba detrás de ella y Daryl estaba frente a ellas, con el cuchillo en la mano a la defensiva.

Hubo silencio por un momento, y luego las puertas del sótano se abrieron. Un Salvador entró mirando alrededor. Sus ojos se posaron en una canasta de frutas, recogiendo una antes de tomar toda la canasta. Luego se giró para mirar a su alrededor en busca de algo más que pudieran llevarse.

Daryl se movió, como si fuera a matar al Salvador, pero Maggie logró agarrarlo del brazo y lo detuvo. En silencio, sacudió la cabeza y Lara agarró la parte de atrás de la camiseta de Daryl para detenerlo.

El Salvador se fue, cerró la puerta detrás de él y Daryl corrió hacia la puerta para comprobar que realmente se hubiera ido.

Maggie suspiró—. Ibas a matarlo.

—Iba a encontrarnos —respondió Daryl.

—No —dijo Maggie—. Y no nos encontró.

—Merecía morir —dijo Daryl.

—Desde que llegaste, no me dirigiste la palabra —respondió Maggie—. ¿Podrías mirarme? ¿Por favor? —Daryl se volvió hacia Maggie, quien suspiró—. Daryl...

—Lo siento —susurró Daryl, con la voz entrecortada—. Lo siento.

—No fue tu culpa —dijo Maggie en voz baja.

—Lo fue.

—No —dijo Maggie—. No lo fue. Tú eres una de las cosas buenas de este mundo. Eso pensaba Glenn, y sabía lo que decía, porque él también era una de las cosas buenas. Y, uh... yo también quería matarlo. Quería colgarlos a todos y verlos morir. Pero tenemos que ganar —Maggie se acercó a Daryl y lo abrazó—. Ayúdame a ganar.

—Lo haremos —dijo Lara, mientras colocaba una mano sobre el hombro de Daryl.

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