[138] EL HIERRO

Lara se tensó cuando Negan habló, sentándose en el sofá al lado de Carl, quien preguntó—: ¿Por qué? —en respuesta a la pregunta de Negan.

—Adivina —respondió Negan—. Eres inteligente. De hecho, te diré lo inteligente que eres, en caso de que aún no lo sepas. Cualquier chico de tu edad estaría deprimido, sin hacer nada más que llorar por perderse el baile de graduación. ¿Pero tú? Tú sales en una misión. Me encuentras, matas a dos de mis hombres, y eres lo suficientemente inteligente como para saber que no voy a dejarlo pasar —Negan se rió—. No puedo hacerlo. Es como hablar con un regalo de cumpleaños. Tienes que sacarte esa mierda de la cara. Quiero ver lo que me trajo la abuela.

—No —respondió Carl.

—¡Dos hombres! —gritó Negan, su ira hizo que Lara se estremeciera ligeramente—. Dos. Hombres. Castigo. ¿De verdad quieres hacerme enojar? ¿Mientras tu tía está sentada a tu lado?

Carl suspiró, se quitó el sombrero y se lo entregó a Lara, quien lo tomó y señaló el vendaje—. Dejame hacerlo.

—No —espetó Negan—. Que lo haga él —Carl comenzó a quitarse las vendas a regañadientes y Negan se rió—. Estás cerca.

Lara sabía que Carl estaba acomplejado por su ojo, razón por la cual siempre usaba el vendaje. Rara vez dejaba que alguien lo viera, pero Lara era una excepción. Ella siempre estaba allí para ayudarlo a cambiar sus vendajes cuando lo necesitaba.

Carl mantuvo la cabeza gacha, su pelo cubriendo su rostro.

—Quítate el pelo de la cara —ordenó Negan— Déjame ver.

La mano de Carl se movió hacia su pelo y lo apartó de su rostro. Aunque ya había visto la cicatriz antes, Lara siempre se desconcertaba cuando se enfrentaba a ella. Se volvió buena para ocultar sus emociones, pero cuando vio las cicatrices y le recordó por todo lo que había pasado su sobrino, fue difícil controlar su expresión. Podría haber muerto por ese disparo, pero afortunadamente no lo hizo. No se merecía ser ridiculizado por parte de Negan, y Lara pudo ver que le temblaban los labios.

—¡Cielos! —exclamó Negan—. Qué asco. No me extraña que lo ocultes. ¿Lo viste? Quiero decir, ¿te miraste en el espejo? Eso es repugnante. Puedo ver tu hueso. Quiero tocarlo.

—¿Disculpa? —espetó Lara—. ¿Cómo te atreves a hablarle así?

—Ah, vamos, ¿puedo tocarlo? —suplicó Negan, mientras una expresión de dolor cruzaba el rostro de Carl.

Lara se inclinó hacia su sobrino y colocó una mano sobre su hombro, mirando a Negan—. Eres un imbécil.

—Ah, maldita sea —suspiró Negan, dándose cuenta de que había herido los sentimientos de Carl—. Cielos santo, chico. Mira, es solo que... es fácil olvidar que eres solo un niño. No quise herir tus sentimientos. Solo estaba bromeando contigo.

—Solo olvídalo —murmuró Carl cuando un golpe en la puerta hizo que él y Lara se tensaran.

—Adelante —dijo Negan.

La puerta se abrió para revelar a Joey sosteniendo a Lucille—. Lamento interrumpir, señor, pero dejó a Lucille afuera, junto al camión.

—¿En serio? —preguntó Negan—. Nunca hago eso. Supongo que un chico disparando una ametralladora es una pequeña distracción —Negan miró a Carl—. Fuera de broma, te ves alucinante. Yo no cubriría esa mierda. Quizá no sea lo más popular con las chicas, pero te juro que nadie se meterá contigo si te ves así —volviéndose para mirar al hombre que sostenía a Lucille, Negan juntó las manos—. Gordo Joey, ¿la trajiste aquí arriba por mí?

—Sí, señor —respondió Joey.

Negan le hizo un gesto para que se adelantara, tomó el bate y miró a Joey—. ¿Fuiste gentil y amable? ¿La trataste como a una dama?

—Sí —respondió Joey inseguro—. Sí, señor.

—¿Le acariciaste la vagina como a una dama? —preguntó Negan burlonamente. Joey parecía incómodo hasta que Negan se rió—. Solo estoy bromeando, viejo, un bate de béisbol no tiene vagina —Joey comenzó a reír junto con Negan, antes de que la sonrisa de Negan cayera—. Sal de aquí.

Joey se fue y Negan se volvió hacia Lara y Carl.

—¿Lo ves? De eso estoy hablando. Los hombres bromean entre sí. Eso es lo que tu padre debería enseñarte. O, diablos, incluso tu tía podría enseñarte. Ella tiene más pelotas que Rick.

—Cállate —murmuró Lara.

—¿Qué haces para divertirte? —preguntó Negan—. ¿Te gusta la música? Quiero que me cantes una canción.

—¿Qué? —preguntó Carl con incredulidad.

—Sí —confirmó Negan—. Mataste a dos de mis hombres con una ametralladora. Quiero algo a cambio de eso. Cántame una canción.

—Yo... no se me ocurre ninguna —dijo Carl en voz baja.

—Mentiras —dijo Negan—. ¿Qué te cantaba tu mamá? ¿Qué música pasaba tu papá en el auto? —Negan se puso de pie y sostuvo a Lucille frente a la cara de Carl—. Empieza. A. Cantar.

—Está bien —susurró Carl—. Está bien.

Carl luchó por unos momentos antes de encontrar su voz, aunque era una voz muy ronca y desafinada, pero al menos estaba cantando.

You are my sunshine...

—Adelante —instó Negan—. O Lucille tendrá a tu querida tía.

My only sunshine —continuó Carl—. You make me happy, when skies are grey...

Negan balanceó a Lucille por el aire, practicando su propio tiro, y cuando Lara lo vio hacerlo, la imagen de Glenn parpadeó en su cabeza y cerró los ojos, apretando su mano en el brazo del sofá.

Negan notó que Carl dejó de cantar y se volvió hacia ellos—. No dejes que te distraiga, jovencito.

You'll never know, dear, how much I love you, so please don't take my sunshine away —terminó Carl, y cuando su voz tembló, Lara quiso golpear a Negan.

—Eso fue bastante bueno —dijo Negan—. A Lucille le gusta que le canten. Es lo único que le gusta más que destrozar cerebros. Raro, ¿no? —Negan se sentó frente a Carl—. ¿Tu madre te cantaba eso? ¿Dónde está ella ahora? —Carl negó con la cabeza y Negan apartó la mirada—. Maldita sea. ¿Muerta? ¿Viste cuando sucedió?

—Yo le disparé —explicó Carl—. Antes de que ella...

—Maldita sea —dijo Negan—. Con razón eres un pequeño asesino serial. Por cierto, ese fue un ejemplo de cómo bromeamos entre hombres —Negan hizo una pausa y asintió con la cabeza—. Vamos, chico. Ya debe estar listo.

—¿Qué cosa? —preguntó Carl.

Negan se giró para mirarlo con una sonrisa en su rostro—. El hierro.

Los condujo de regreso al bloque principal del Santuario, donde Lara vio que se había reunido una multitud. Negan golpeó a Lucille contra la barandilla y todos se arrodillaron al ver a su líder. Incluso Daryl se arrodilló y Lara se sintió asqueada al verlo.

Negan le dio la vuelta al bate y se lo tendió a Carl—. Sostén esto por mí.

Carl tomó a Lucille y Lara vio en su rostro la misma mirada que Rick le dio a Negan cuando se vio obligado a sostener el bate, la mirada que le dijo a Lara que se estaba conteniendo de golpear a Negan de la misma manera que lo había hecho con Glenn y Abraham.

—Ya saben cómo es —dijo Negan, dirigiéndose a la multitud—. Lo que está a punto de suceder va a ser difícil de ver. No quiero hacerlo. Desearía poder simplemente ignorar las reglas y dejarlo pasar, pero no puedo. ¿Por qué?

—Las reglas nos mantienen vivos —corearon las personas de abajo.

—Así es —dijo Negan lentamente—. Sobrevivimos. Proveemos seguridad para otros. Traemos la civilización de vuelta a este mundo. Somos... los Salvadores. Pero no podemos hacer eso sin reglas. Las reglas son lo que hacen que todo funcione. Sé que no es fácil, pero siempre hay trabajo. Siempre hay un costo. Aquí, si intentas zafarte, si intentas tomar un atajo, te toca el hierro. De pie.

La gente se levantó a la orden de Negan, y él bajó las escaleras seguido de Carl y Lara. Se detuvieron justo al frente del grupo mientras Negan continuaba hacia adelante, deteniéndose frente al fuego y poniéndose un guante resistente al calor.

—D —dijo Negan, y Dwight sacó algo del horno.

Lara se dio cuenta de lo que era casi tan pronto como vislumbró el metal, calentado al rojo vivo. Era un hierro oxidado, y cuando Dwight se lo tendió a Negan y él se lo quitó, Lara vio que el fondo del hierro brillaba de color rojo.

Negan miró al hombre que temblaba en la silla—. Mark. Lo siento. Pero es lo que es.

Amber estaba llorando, temblando visiblemente cuando Sherry se adelantó para consolarla, colocando sus manos sobre sus hombros, susurrándole indistintamente al oído. Lara tragó saliva y sintió que Carl le agarraba la mano antes de que Negan presionara el hierro contra la cara de Mark.

Ante el grito de dolor y el silbido de la carne quemada, Lara tuvo que luchar contra una oleada de náuseas cuando Carl le apretó la mano con fuerza, una mirada de horror en su rostro cuando su mirada se encontró con Daryl al otro lado de la habitación. Los gritos de Mark se detuvieron cuando se desmayó, y Negan le quitó el hierro de la cara, y un hilo de carne derretida se desprendió con él.

Riendo, dio un pisotón con el pie una vez—. Ah, eso no fue tan terrible, ¿o sí? —le devolvió el hierro a Dwight—. Cielos, se orinó encima —Negan dio un paso hacia Daryl y Lara se tensó—. Limpia eso.

Daryl miró una vez a su esposa y a Carl antes de moverse para cumplir las órdenes de Negan.

Sin embargo, Negan se quedó en su lugar—. Doc, ya terminé, haga lo suyo —el médico que había atendido a Lara en su primer día en el Santuario se adelantó—. Bueno, el cobarde se desmayó. Pero está arreglado, ahora todo está bien. Que la cara de Mark sea un recordatorio diario para él, y para todos los demás, de que las reglas importan. Espero que todos hayamos aprendido algo hoy, porque no quiero tener que volver a hacer eso nunca más —Lara contuvo el aliento cuando Negan dio un paso hacia ella y Carl, sonriendo—. Eso fue una locura, ¿no? Quizá piensen que soy un lunático.

—Entre otras cosas —respondió Lara en voz baja.

—Vamos —murmuró Negan—. Acompáñenme a pensar qué hacer con ustedes dos.

Llevó a Carl y Lara de vuelta a su habitación, donde se sentaron de nuevo en los sofás. Lara podía ver que le temblaban las manos en el regazo por lo que acababa de presenciar, y ya no podía esperar para sacar a Daryl y a ella misma de ese lugar. Tenía que actuar pronto o sin duda se enfrentarían a un destino peor que el de Mark.

—¿Ya puedo cubrirme la cara? —preguntó Carl inseguro.

—No. Absolutamente no —dijo Negan.

—¿Por qué no, carajo? —espetó Carl.

—Te has divertido —añadió Lara.

Negan se rió, mirando a Carl—. Miren a este chico valiente. Como tu querida tía. No puedes porque todavía no acabé contigo. Y me gusta ver ese ojo espantoso. Así que no quiero que te lo cubras —Carl hizo como si estuviera a punto de decir algo, y Negan arqueó una ceja—. ¿Qué? ¿Tienes algo que decir?

—¿Por qué no me mataste? —preguntó Carl—. ¿O a mi papá? ¿O a Lara? ¿O a Daryl?

—Daryl será un buen soldado para mí —explicó Negan—. Él cree que tiene todo controlado, pero ya lo viste. Rick, ya me está consiguiendo cosas fabulosas. Tú y tu tía... bueno, ya veremos. Es más productivo quebrarlos. Y más divertido. ¿Te parece una estupidez?

—Me parece que somos diferentes —respondió Carl.

Negan se inclinó hacia adelante—. Eres un chico inteligente. ¿Qué crees que debería hacer? Sabes que no puedo dejarte ir. Entonces, ¿te mato? ¿Te quemo la cara? ¿Te corto un brazo? Dime, ¿qué te parece?

Carl se puso de pie abruptamente, señalando la ventana—. Creo que deberías saltar por la ventana para ahorrarme el trabajo de matarte.

Negan soltó una carcajada—. Ese es el chico que me dejó boquiabierto.

—Creo que no estás diciendo lo que me vas a hacer porque no vas a hacer nada —dijo Carl con aire de suficiencia—. Si nos conocieras, si supieras algo, nos matarías. Pero no puedes.

—Tal vez tengas razón —dijo Negan—. Tal vez no puedo. Vamos a dar un paseo, chico.

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