[108] FIESTA

Lara sabía que Rick probablemente tenía razón.

Alexandria y sus habitantes habían sido los afortunados en toda esta situación. No habían tenido que enfrentarse a lo que había ahí fuera; no sabían cómo defenderse. Vivían en una burbuja de ignorancia, y mientras Lara yacía despierta esa noche pensando en ello, se dio cuenta de que tal vez Rick tenía razón.

Sin embargo, eso no le impidió conectar los puntos. Rick estaba empezando a volverse peligroso, y Lara recordó dolorosamente lo que sucedió cuando Shane siguió el mismo camino. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantener vivos a Lori y Carl, que es como actuaba Rick con este grupo. A Lara le dio miedo verlo actuar de esa manera, porque sabía que si intentaba algo, no terminaría bien.

A la mañana siguiente, Rick y Daryl fueron más allá del muro con Carol. Lara visitó a Deanna con Maggie, después de haber sido invitada a discutir sus roles. Aunque Lara era considerada la maestra subtituta, cuando naciera su bebé, asumiría el papel a tiempo completo, pero antes de eso, Deanna quería que ella y Maggie fueran sus asesoras.

Se sentaron en la mesa de Deanna, donde le dijo a Lara que quería que trabajara con ella debido a su habilidad para leer personas y situaciones. Lara estaba más que feliz de hacerlo, porque si hubiera una manera de difundir las preocupaciones de Rick sin causar conflictos, asumiría ese papel.

Cuando Rick y Michonne se unieron a ellas, vestidos con sus uniformes de policía, Lara no pudo evitar reírse de lo incómoda que se veía Michonne—. Te ves ridícula.

—Cállate —respondió MIchonne, antes de mirar a Deanna—. Entonces, ¿qué haremos exactamente?

—Van a proteger y servir —respondió Deanna—. Van a patrullar por los muros, cuidarán a los niños. Si hay un conflicto, lo resolverán y los demás les obedecerán.

—¿Porque llevamos uniformes? —preguntó Michonne.

—Porque ellos creen en esto —respondió Deanna—. Porque yo se los digo. Un oficial de policía solía vivir aquí, así que teníamos estas chaquetas y quería hacerlo oficial. Así que es oficial. Algún día habrá un gobierno aquí. Por eso quiero que Maggie y Lara trabajen conmigo. Habrá una fuerza policial. Por eso quiero que ustedes dos lo hagan. Veo una comunidad vibrante aquí, con industria, comercio y una civilización. Vidas reales —se dio cuenta de que Rick miraba por la ventana—. ¿Qué? ¿Suena como un castillo en el aire?

—No —respondió Maggie.

Rick negó con la cabeza—. No. ¿Podemos hablar de seguridad?

Se dirigieron hacia los muros, pasando por los paneles solares que les proporcionaban su electricidad. Lara caminó junto a Maggie con una mano en su estómago mientras lo hacía. Daryl no había regresado con Rick, eligió quedarse más tiempo y cazar; Carl estaba fuera con los otros chicos del vecindario, y todos los demás estaban haciendo su trabajo, por lo que Lara no tenía mucho más que hacer.

—Necesitamos una patrulla constante a lo largo de los muros —dijo Rick—. No solo buscar daños, sino señales de que alguien esté viniendo desde afuera. Puede mover los soportes. Eso es lo que yo haría. Las personas son la verdadera amenaza ahora.

—Rick, sé que piensas que todos debemos estar armados dentro de las paredes —comenzó Deanna—. No puedo hacer eso.

—Está bien —dijo Rick—. Si haces estos cambios, no lo vamos a necesitar.

—Disculpen —habló Sasha—. Quiero ofrecerme para ser uno de los vigías en la torre del reloj.

—No hay vigías en la torre del reloj —dijo Deanna.

—¿Qué? —preguntó Rick.

—Vimos a alguien allí arriba —dijo Michonne.

—Era un rifle vacío que mi hijo Spencer puso allí —respondió Deanna—. Lo hace a veces, pero no muy seguido. Miren, no ha sido necesario.

—Necesitamos un vigía en esa torre —dijo Rick—. Ahora mismo. 24/7.

—Es la única forma en que podremos ver si alguien viene hacia nosotros —agregó Michonne.

—Está bien, tomaremos turnos —dijo Deanna.

—Tomaré esos turnos —dijo Sasha—. Tantos turnos como sea posible.

—Yo también —agregó Lara.

—¿Por qué? —preguntó Deanna.

—Sasha y Lara son nuestras mejores tiradoras —dijo Maggie—. Ellas pueden hacerlo.

—Voy a poner a Spencer allí arriba hoy —respondió Deanna—. Las consideraré como nuestras vigías principales, pero quiero algo a cambio. Esta noche ofreceré una fiesta de bienvenida para todos ustedes en mi casa. Quiero que estén ahí.

—¿Por qué? —preguntó Sasha.

—Ven esta noche —respondió Deanna—. Luego hablaremos de ello.

—¿Una fiesta? —preguntó Lara—. Eso ya no parece una cosa real.

—Eres más que bienvenida a traer a tu esposo —dijo Deanna.

—Estoy segura de que lo odiaría —comentó Lara—. Pero veremos.

En lo que respecta a la fiesta, Lara eligió un vestido que estaba en el armario, la etiqueta aún estaba adherida a la tela. Nunca se había usado, así que se probó la talla. Era negro y le llegaba hasta las rodillas, y aunque se sentía estúpida con él, le gustaba cómo se veía.

Parecía normal.

Mientras se miraba en el espejo, tuvo que burlarse de lo ridícula que se sentía. Estaban en medio de un apocalipsis, ¿y ella estaba preocupada por cómo se veía? Durante el último año más o menos no le había importado una mierda cómo se veía, porque todos se veían iguales. Parecía surrealista que fueran a una fiesta, con gente normal, en un lugar aparentemente normal.

Cuando Carl pasó por su dormitorio, se detuvo cuando la vio—. Vaya, tía Lara.

—¿Es demasiado? —preguntó Lara.

—No —respondió Carl—. Te ves increíble.

—Me siento tonta —dijo Lara, sentándose en la cama—. Me siento completamente ridícula.

—¿Por qué? —preguntó Carl, sentándose junto a ella.

—Porque llevamos mucho tiempo luchando por nuestras vidas y ahora iremos a una fiesta —respondió Lara—. Simplemente se siente tonto.

—Lo sé —dijo Carl—. También es extraño para mí, pero si podemos ser normales por una vez, ¿no deberíamos al menos intentarlo?

—Me siento estúpida con este vestido —dijo Lara, poniéndose de pie—. Voy a ver si tienen algo más.

—No, no lo hagas —respondió Carl—. Te ves increíble.

Lara sonrió—. ¿Estás seguro?

—Sí —dijo Carl—. Y si Daryl pudiera verte, se enamoraría de nuevo.

Lara puso los ojos en blanco—. Cállate, Carl.

—¿Cómo están ustedes? —preguntó Carl—. Sé que Daryl no se ha estado adaptando bien.

—Estamos bien —respondió Lara—. ¿Y tú? Con todo lo que ha estado pasando siento que apenas te he visto.

—Estoy bien —dijo Carl—. Hice un par de amigos de mi edad.

—Eso es genial —rió Lara—. Pero sigo siendo tu mejor amiga, ¿no?

—Por supuesto —respondió Carl—. Nadie puede reemplazarte, tía Lara.

Rick llamó a la puerta del dormitorio—. ¿Están listos?

Carl asintió—. Sí. Dile a la tía Lara que se ve bien.

Cuando Rick vio a su hermana, sonrió—. Te ves... ridícula.

—Gracias.

—No quise decir eso como algo malo —dijo Rick—. Quise decir que estoy acostumbrado a que te veas como un desastre.

—No te estás ayudando —comentó Lara—. Voy a cambiarme.

—No, no —dijo Rick—. Te ves bien.

—Así es como complimentas a la gente, papá —dijo Carl—. No les dices que se ven ridículos o que siempre se ven como un desastre.

—Me veo ridícula —dijo Lara—. Me siento mal, ¿sabes? Me afeité las piernas por primera vez en tanto tiempo y me tomó media hora y luego terminé y me di cuenta de que realmente no me importaba lo suficiente como para hacerlo.

—La civilización le hace eso a una persona —rió Rick—. Pero vamos, no lleguemos tarde a una fiesta que está organizanda para nosotros.

Lara suspiró—. Odio las fiestas.

—Sé que lo haces —dijo Rick—. Pero toma un trago y estarás bien.

—No puedo beber —dijo Lara—. Estoy embarazada.

—Bueno, eso apesta —comentó Carl—. Beberé por ti.

—De ninguna manera —dijo Rick, colocando su mano en la nuca de Carl mientras salían del dormitorio—. Vamos.

Lara recogió a Judith de su habitación, sosteniéndola en sus brazos mientras bajaba las escaleras hacia donde Rick y Carl esperaban junto a la puerta. Se dirigieron a la casa de Deanna y, después de ser recibidos por la propia mujer, Lara perdió a Rick y Carl entre la multitud. Todavía tenía a Judith en sus brazos, y no reconoció a nadie más hasta que un rostro familiar apareció frente a ella.

—Odias esto tanto como yo, ¿verdad? —preguntó Rosita.

Lara rió—. Sí. Odio las fiestas.

—Al menos tienes a Judith —dijo Rosita—. Puedes excusarte diciendo que tienes que cambiarle el pañal y simplemente no volver.

—Eso es de mala educación —dijo Lara, considerando la idea—. Pero muy buena excusa.

Rosita rió—. Voy a buscar a Abraham. Diviértete.

La ausencia de Rosita fue suplida por Pete, el médico, quien le sonrió a Lara a modo de saludo.

—Hola, solo quería ver cómo te va.

—Estoy muy bien —dijo Lara—. Esas vitaminas prenatales realmente ayudaron. Ya me siento más saludable.

Pete se rió, mirando a Judith—. ¿Ella también es tuya?

—No, ella es la hija de Rick —respondió Lara, brincando a Judith en sus brazos—. Es mi sobrina.

—Ah, eso tiene sentido —dijo Pete—. Bueno, si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.

Lara asintió—. Gracias.

Cuando Judith comenzó a inquietarse en los brazos de Lara, Carl se acercó.

—La tomaré por un rato.

—Gracias —dijo Lara, cuando vio que Glenn y Maggie entraban—. Bingo.

Se dirigió hacia su mejor amigo, abrazándolo por la espalda. Glenn saltó, pero cuando vio quién era, se echó a reír—. Hola a ti también.

—Odio las fiestas —espetó Lara—. ¿Quieres cubrirme si Rick pregunta dónde estoy mientras vuelvo a la casa a dormir?

—No —respondió Glenn—. ¿Cómo estás? No he visto a Daryl desde esta mañana.

—Está de cacería —dijo Lara—. Dios sabe dónde, pero yo estoy bien. El bebé está sano y ahora tengo duraznos.

—¿Duraznos? —respondió Glenn inseguro.

Maggie se rió—. Tú y tus duraznos. Por cierto, te ves genial.

Lara miró el vestido que llevaba puesto—. Me siento tonta y estos tacones me aprietan los pies.

—Quítatelos —sugirió Glenn.

—Esa no es una buena idea —respondió Lara—. No quiero que me pisen.

—No puedo ser la única que se siente realmente incómoda —dijo Maggie.

Lara negó con la cabeza, notando a Noah en la esquina—. No, parece que él está luchando tanto como nosotros.

—Iremos a verlo —sugirió Maggie—. Hasta luego, Lara.

Lara odiaba las fiestas. Después de que el hijo de Deanna, Aiden, coqueteara con ella a pesar de decirle que estaba casada y que esperaba un bebé, finalmente llegó a su límite. Encontró a Rick entre la multitud, diciéndole que se sentía enferma, antes de agradecer a Deanna, despedirse de cualquiera de sus amigos que encontró al salir e irse. No era necesariamente una mentira, hoy en día siempre se sentía enferma, pero necesitaba una excusa creíble para salir de esa casa. Mientras bajaba los escalones de la casa de Deanna, Lara se sentó y se desabrochó los tacones, quitándoselos.

Estaba sofocándose dentro de la casa. Había escuchado algunas de las conversaciones y se había quedado atónita cuando escuchó palabras tan triviales como "dentista" y "hornear". No había pensado mucho en otra cosa que no fuera la supervivencia durante tanto tiempo que ver a estas personas viviendo una vida protegida, completamente inconscientes del mundo más allá de los muros, era desconcertante. También la enojó, porque una mujer le había preguntado cuál era su comida favorita y le informó que estaba preocupada por hacer algo que a Lara no le gustaba.

Le preocupaba hacer algo mal. No le preocupaba la próxima vez que se encontraría con un caminante, o tal vez chocar con un grupo de sobrevivientes. Estaba preocupada por los problemas que solían ser cotidianos en el mundo. Ahora no eran problemas en la vida de Lara. No había pensado en una comida casera en meses, viviendo de comida enlatada y lo que sea que encontraran mientras buscaban en la basura.

Escuchó pasos acercándose mientras se sentaba sumida en sus pensamientos, moviendo los dedos de los pies para recuperar la sensación, y aunque se dijo a sí misma que estaba bien, se puso de pie en un instante, agarrando su tacón con la mano, lista para atacar si fuera necesario.

—¿Quién está ahí? —preguntó Lara con cautela.

Daryl apareció, con las manos levantadas en señal de rendición—. Sólo soy yo.

Lara suspiró y bajó el brazo—. Eres tú.

—Sí, ¿qué ibas a hacer? ¿Apuñalarme con el extremo puntiagudo de esas cosas? —preguntó Daryl.

—Si era necesario, sí —respondió Lara.

—¿Por qué no están en tus pies? —preguntó Daryl—. ¿Y por qué no estás en la fiesta?

Lara se encogió de hombros—. Me duelen los pies de usarlos. Y no estoy en la fiesta porque es una mierda. No puedo beber, así que es incómodo y odio las fiestas.

—Lo entiendo —dijo Daryl—. ¿Planeas caminar a casa descalza?

—Sí —respondió Lara, moviendo los dedos de los pies de nuevo.

—De ninguna manera —dijo Daryl, uniéndose a Lara en los escalones del porche, sentándose a su lado—. Puedes usar mis botas.

—¿En serio? —preguntó Lara, mientras Daryl comenzaba a desatar los cordones de sus botas.

—Sí —dijo Daryl—. No quiero que pises nada.

Lara sonrió, diciendo con un tono burlón en su voz—: Eres un caballero.

Daryl puso los ojos en blanco—. Cállate.

Le entregó a Lara sus botas, que ella se puso y ató con una carcajada—. Son enormes. Ya sabes lo que dicen sobre los pies grandes —miró fijamente a Daryl mientras hablaba, con una sonrisa traviesa plasmada en su rostro mientras observaba cómo sus mejillas se calentaban de vergüenza.

—Cállate.

Lara volvió a reírse—. Iba a decir que tienen calcetines grandes.

—Claro que sí.

Lara sonrió, golpeando el hombro de Daryl con el suyo—. ¿Irás a casa o vas a entrar? Si vas a entrar, puedes usar mis tacones para que no te veas raro al entrar en calcetines.

—¿Y no me veré raro usando malditos tacones? —preguntó Daryl.

—Depende de cómo los lleves. Si entras con confianza, nadie dirá una palabra.

—Estás loca —comentó Daryl.

Lara se puso de pie—. Lo sé, pero yo no soy quien que se casó conmigo, ¿verdad?

Daryl sonrió, sacudiendo la cabeza lentamente—. Por cierto, te ves ridícula.

—Eso es exactamente lo que dijo Rick —rió Lara mientras ella y Daryl se dirigían por la calle hacia su casa—. Y estoy de acuerdo con él. Me siento tonta con este vestido.

—Se ve bien, pero no eres tú —dijo Daryl.

—Lo sé —asintió Lara—. Estoy acostumbrada a usar jeans y camisetas. Esto se siente raro.

Daryl tuvo que admitir que se veía bien. Se veía muy bien, pero simplemente no era Lara. Por mucho que se viera genial con ese vestido, no era lo mismo. Él pensaba que ella siempre se veía bien, a pesar de que la suciedad en su ropa y su pelo eran un desastre. Esto era algo que nunca esperó ver; Lara con un vestido, el pelo suelto, caminando por la calle de un barrio con sus botas como si el mundo no hubiera terminado. Parecía normal.

Le gustaba, pero al mismo tiempo no.

—Bueno, creo que te ves bien todo el tiempo —dijo Daryl.

Lara sonrió—. Gracias. Eres dulce.

Ella envolvió un brazo alrededor de su cintura, inclinándose para besar su mejilla mientras caminaban. Daryl sonrió mientras colocaba un brazo sobre sus hombros—. Entonces, ¿cómo estuvo la fiesta hasta que te fuiste?

—Ni genial ni terrible —respondió Lara—. No se me dan bien las conversaciones triviales, y luego el hijo de Deanna comenzó a coquetear conmigo, así que me fui. Le dije a Rick que me sentía mal, así no parecía grosera, y eso fue todo. Además, apesta que no pueda beber alcohol, porque había mucho alcohol allí.

—¿El que golpeaste? ¿Estaba coqueteando contigo? —preguntó Daryl, tratando de ignorar el destello de ira y celos que se encendió en su estómago.

—Si, pero le dije que estaba casada —dijo Lara—. Con un hombre del que estoy muy enamorada. ¿Cómo estuvo tu día?

—Encontré a Aaron en el bosque —dijo Daryl—. Estuvimos juntos la mayor parte del día, siguiendo a un caballo.

—¿Lo encontraste? —preguntó Lara.

La expresión de Daryl se volvió triste—. Sí, pero llegamos demasiado tarde.

Lara suspiró—. Lo siento.

—Está bien —respondió Daryl—. Era solo un caballo, ¿no?

—No es el punto —dijo Lara, mirándose los pies—. Me siento mal por tomar tus botas.

—No, no —respondió Daryl, quien sujetaba los tacones de Lara con su mano libre—. Mejor que pisar algo.

Lara sonrió—. Te amo.

—Yo también te amo —respondió Daryl.

Una luz parpadeó en uno de los porches y Lara se detuvo cuando se abrió la puerta principal. Aaron salió, sonriéndoles a los dos—. Daryl, Lara. Hola.

—¿Pensaste que ibas a esa fiesta? —preguntó Daryl, señalando la calle hacia la casa de Deanna.

—No iba a ir por el tobillo de Eric —respondió Aaron—. Gracias a Dios.

—¿Entonces por qué demonios me dijiste que fuera? —preguntó Daryl.

—Dije que lo intentaras —dijo Aaron—. Lo hiciste. La intención es lo que cuenta.

—Está bien —murmuró Daryl.

—Supongo que estabas allí, Lara —dijo Aaron, notando el vestido de Lara.

Ella asintió—. Sí, no es mi tipo de escena.

Aaron vio los tacones colgando de los dedos de Daryl y Lara usando sus botas y se rió—. Me di cuenta. ¿Por qué no vienen a cenar? Vamos, hombre.

—¿Qué estás cocinando? —preguntó Lara.

—Un muy buen espagueti —respondió Aaron.

Lara miró a Daryl—. Vamos. No he comido espagueti en mucho tiempo. ¿Qué va a doler?

Daryl suspiró—. Nunca puedo decirte que no.

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