[106] INSTALÁNDOSE

Después de las entrevistas, el grupo entregó sus armas. Lara se vio obligada a despedirse del arma que tenía desde la granja y del rifle que la acompañaba desde la prisión, pero se le permitió conservar su cuchillo. Eran sentimentales de una manera extraña, porque habían sobrevivido con ella a todo esto, al igual que la mochila y el equipo policial, que actualmente colgaba de las correas de su mochila.

—Siguen siendo sus armas —dijo Deanna—. Pueden tenerlas cuando estén del otro lado del muro. Pero, aquí dentro, las almacenamos por seguridad.

La chica responsable de la armería, Olivia, miró la cantidad de armas que el grupo había acumulado con el tiempo, con una mirada de sorpresa en su rostro—. Debería haber traído otro carrito.

Luego, Aaron condujo a Rick, Lara y Carl por la calle hasta donde se encontraban dos casas. Una era azul, un poco más grande que la otra, que era de un color intenso. Lara pensó que eran hermosas, y cuando Aaron anunció que ambas pertenecían a su grupo, sus ojos se abrieron con incredulidad.

—¿Ambas? —preguntó Rick con incredulidad, hablando también por Lara.

—A tu disposición —respondió Aaron, señalando la casa azul—. Yo elegiría esa. Es más linda por fuera. Escucha, sé que sigues sin sentirte cómodo, pero me alegra que vinieras. Como sea, Deanna nos pidió a todos que les dieramos su espacio. Tómense su tiempo. Exploren. Si necesitan algo, llámenme.

—¿Tienen teléfonos? —preguntó Lara.

—Yo no... no tenemos teléfonos —respondió Aaron—. Quise decir... estoy cuatro casas más abajo.

—Gracias —respondió Carl.

Lara miró a su hermano—. ¿Podemos entrar o estamos buscando trampas y explosivos?

—Sí, puedes entrar, pero ten cuidado —dijo Rick.

Lara se dirigió a la casa con Rick, abriendo la puerta lentamente. Lo primero que notó fue el olor; frescura que solo podía significar que nadie había estado aquí antes que ellos más que para mantener el lugar. No era un granero ni una prisión ni estaba lleno de caminantes y sangre. Estaba limpio, fresco y se sentía como un hogar en lugar de solo un lugar para refugiarse.

Había marcos de fotos junto a la puerta, vacíos para permitirles llenarlos con sus propios recuerdos. Lara pensó en las fotos que tenía en su mochila y se preguntó si Aaron tendría un álbum de fotos vacío que pudiera usar.

Se dirigió arriba, buscando los dormitorios. Había cuatro dormitorios grandes en esa casa, tres con baño privado y uno sin él, y había una habitación para bebés con una cuna para Judith al final del pasillo. Lara se sentó en la cama de una de las habitaciones y miró a su alrededor. El colchón se hundió bajo su peso, pero no era el mismo que el de la prisión. Era cómodo, amoldándose a su cuerpo mientras se sentaba. No se quedó mucho tiempo porque estaba sucia, pero cuando entró al baño y vio que las duchas funcionaban, bajó las escaleras para decirles a Rick y Carl.

—Duchas —fue todo lo que dijo Lara, con un tono melancólico en su voz—. Agua caliente. Toallas. Shampoo. Dios mío, ¿estoy en el cielo?

Carl se rió—. No exactamente.

—Entonces, ¿qué dices, jefe? —preguntó Lara, con un tono burlón en su voz mientras le daba un codazo a Rick—. ¿Tenemos permitido llamar a los demás?

Rick vaciló por un momento antes de asentir—. Sí. Llámalos.

Lara se encontró con Daryl en los escalones fuera de la casa cuando el resto del grupo se unió a ellos, y ella lo tomó de la mano—. Tienen duchas.

—¿Supongo que estás emocionada? —adivinó Daryl.

Lara asintió, sonriéndole a Daryl—. ¿Quieres venir a ducharte conmigo?

Daryl miró detrás de Lara, donde Rick acababa de salir de la casa, y sus mejillas se pusieron ligeramente rojas—. Quizá más tarde.

Lara puso los ojos en blanco, subiendo las escaleras a uno de los dormitorios. Dejó caer su mochila sobre la cama, marcándola como suya, antes de dirigirse al baño. Se quitó la ropa y luego vio su reflejo. Estaba sorprendida de cuánto había cambiado en los últimos meses. Donde su pelo solía ser manejable, ahora colgaba más allá de sus hombros en un desorden enredado.

Sus caderas eran más delgadas y sus costillas más prominentes, pero lo que más sobresalía era el bulto que lucía. Era fácil decir que era un bebé, porque el resto de ella era muy delgado. La hizo sentir cohibida, preocupada por su salud mientras se pasaba las manos por las curvas de su cuerpo.

Cuando abrió la ducha, se inclinó para que el agua se calentara antes de entrar. La última vez que se había duchado... ¿cuándo fue? ¿El CDC? ¿La granja? ¿La prisión? No lo sabía, pero mientras se quitaba la suciedad y observaba la mezcla de sangre y tierra que se acumulaba a sus pies, se frotó el cuerpo con jabón perfumado y cuando volvió a salir, se sintió más limpia que nunca.

Se vistió con la ropa que ya estaba en la casa, eligiendo un par de jeans, una musculosa y una camisa, antes de bajar las escaleras con el pelo mojado enmarcando su rostro. Mientras caminaba hacia el porche, tuvo que mirar dos veces cuando vio a Rick. Había puesto sus manos en una navaja y la feroz barba que había adquirido desde que cayó la prisión ahora había desaparecido, dejando atrás a un Rick Grimes con cara de niño y mucho más joven.

—Diablos, ¿qué te pasó en la cara? —preguntó Lara—. El hombre de las cavernas se ha ido.

Rick sonrió—. Supuse que era hora de un cambio.

—Pareces veinte años más joven —comentó Lara, mientras le quitaba a Judith a Rick—. Hola cariño. ¿Estás emocionada de tener una casa grande? —Judith no respondió, así que Lara miró a Rick—. Nunca me había sentido tan cerca del cielo como en esa ducha.

Rick se rió—. Al menos ahora estás limpia.

—¿Crees que tengan duraznos? —preguntó Lara.

Daryl levantó la vista desde donde estaba desollando su zarigüeya en los escalones del porche—. ¿Duraznos?

Lara asintió—. No lo entenderías, no estás pasando un embarazo.

—Me alegra que no —respondió Daryl.

Lara levantó la nariz al ver las tripas de la zarigüeya en los escalones—. ¿Tienes que hacer eso... allí? Volveré en un minuto.

Lara corrió dentro del baño, apenas logrando arrodillarse antes de tener arcadas, vomitando la poca comida que había comido. Maggie y Sasha, que la habían visto pasar corriendo junto a ellos, aparecieron en la puerta, con una mirada de preocupación en sus rostros.

—¿Estás bien? —preguntó Maggie.

—¿Náuseas matutinas? —adivinó Sasha.

—Más como náuseas de todo el día.

—Bueno, al menos tienen un médico —dijo Maggie—. Ellos pueden cuidar de ti.

Lara asintió—. Bien. Lo que realmente quiero en este momento es comida. Poner algo de carne en mis huesos.

—Lo que realmente quiero es carne —suspiró Sasha.

—No —respondió Lara con una risa que pronto se convirtió en gemido—. No me des hambre.

Sasha se rió—. Vamos a levantarte.

—¿No debería Daryl ayudar con este tipo de cosas? —preguntó Maggie, mientras ella y Sasha ayudaban a Lara.

—Sí, pero dijo que no puede soportar verme vomitar la última vez que me ayudó —respondió Lara.

Maggie se rió—. Bueno, nos tienes a nosotras para ayudarte.

Lara sonrió—. Y eso me pone muy feliz.

Lara vio al médico más tarde ese día y se llevó a Daryl con ella. Les presentaron a Pete Anderson, el médico residente y cirujano, que parecía bastante agradable. Hizo los controles obligatorios a Lara, informándole que estaba desnutrida, lo que ella ya sabía, antes de escuchar los latidos del corazón del bebé.

Cuando le subió la musculosa, Lara se estremeció y Daryl se tensó, inclinándose ligeramente hacia adelante en su silla—. No la toques.

—Lo siento —se disculpó Pete, levantando las manos—. No me di cuenta...

—Está bien —dijo Lara, respirando hondo—. No es tu culpa.

—¿Puedo...? —comenzó Pete.

Lara asintió—. Sí.

Sostuvo la mano de Daryl mientras Pete escuchaba los latidos del corazón del bebé, y cuando él sonrió, Lara se relajó un poco—. Buenas noticias. El bebé tiene un ritmo cardíaco regular y es bastante fuerte. Esperaba resultados un poco menos positivos, pero parece que su bebé tiene una forma de mantenerse en marcha.

—Gracias a Dios —suspiró Lara.

—Tengo algunas vitaminas prenatales que puedes tomar —dijo Pete, levantándose para dirigirse hacia un botiquín—. Proporcionan al cuerpo más ácido fólico y hierro, por lo que sugeriría que las tomes constantemente, especialmente porque parece que te faltan ambas cosas.

Lara tomó las vitaminas—. Gracias.

—¿Cómo va a funcionar esto? —preguntó Daryl—. Cuándo llegue el bebé.

—Ahí es donde las cosas se complican un poco —respondió Pete—. Tengo los recursos para ayudar con un parto natural, pero si algo sale mal, no tengo esos recursos.

—¿Quieres decir si tienes que abrirme? —preguntó Lara.

—Sí —dijo Pete—. Pero todo se ve bien. Sabremos más cuando se acerque el momento, pero hasta entonces, eres más que bienvenida a visitarnos para hacerte un chequeo cuando lo necesites.

Lara sonrió—. Gracias. Dios, es bueno escucharlo de un profesional. ¿Qué tan avanzada crees que estoy?

—Por lo que parece, podrías estar alrededor de los tres meses —respondió Pete—. Aunque es difícil decirlo con exactitud. ¿Cuánto tiempo pasó desde que te enteraste?

—Un mes y medio —respondió Lara—. Aproximádamente.

—Bueno, tres meses parece una apuesta segura —dijo Pete.

Le dieron las gracias a Pete y se fueron de regreso a la casa. Mientras caminaban, Daryl todavía estaba tenso—. Vi la forma en que te estremeciste allí atrás. ¿Estás bien?

Lara asintió—. Sí. Simplemente no me llevo muy bien con personas desconocidas, ¿sabes?

Daryl suspiró—. Eso es mi culpa.

—No, no lo es —protestó Lara—. Para. Simplemente no me gusta que me toquen personas en las que no confío, especialmente después de... todo.

—Bueno, si alguien te pone una mano encima y tú no quieres que lo hagan...

—¿Perderán la mano? —adivinó Lara—. Lo aprecio. Pero por favor no hagas que nos echen en el primer día.

Daryl suspiró—. Lo intentaré.

—Deberías ducharte conmigo —sugirió Lara—. Podría lavarte el pelo, tal vez incluso cortarlo un poco; sácarlo de tus ojos.

—Ni siquiera lo pienses, mujer —respondió Daryl—. Me gusta mi pelo como está.

—Pero me gusta poder ver tus ojos —dijo Lara, apartando el pelo de la cara de Daryl mientras se volvía para mirarlo, de pie en medio de la calle—. Tus ojos son bonitos.

—Vamos a entrar a la casa.

Cuando regresaron a la casa, todos se estaban acomodando para pasar la noche. Todos habían decidido quedarse en la misma casa, solo por la primera noche, y se estaban acomodando en el piso de la sala de estar, usando cobijas y almohadas como ropa de cama. Todos sabían que había camas arriba, pero nadie quería pelear por ellas, y además, estaban acostumbrados a dormir a la intemperie.

Un golpe en la puerta acompañó la llegada de Deanna, y cuando cruzó la puerta tenía la misma expresión en su rostro que Lara cuando vio a Rick—. Rick, yo... vaya. No sabía lo que había debajo. Escucha, no quiero interrumpir. Solo quería pasar y ver cómo se habían instalado —vio a todos reunidos en la sala de estar—. Oh, cielos. ¿Permanecen juntos? Inteligente.

—Nadie dijo que no podíamos —respondió Rick.

—Dijiste que son una familia —dijo Deanna—. Eso fue lo que dijiste. Tu hermana dijo lo mismo. Es absolutamente increíble para mí cómo personas con procedencias completamente diferentes y nada en común pueden convertirse en eso. ¿No lo crees?

—Todos dicen que les diste un trabajo —dijo Rick.

—Sí —asintió Deanna—. Es parte de este lugar. Parece que los comunistas ganaron después de todo.

—Bueno, no me diste uno —respondió Rick.

—Lo tengo —dijo Deanna—. Solo que no te lo he dicho todavía. Lo mismo con Michonne. Casi tengo algo para Sasha, y estoy tratando de descifrar al Sr. Dixon, pero lo haré.

Daryl estaba sentado junto a la ventana, con una mano en su cuchillo. Todavía estaba nervioso, y Lara se dio cuenta.

Deanna le sonrió a Rick—. Te ves bien.

Lara notó la expresión de Rick cuando Deanna se fue y se echó a reír—. Rick Grimes, ¿estás avergonzado? ¿Es rubor lo que veo enrojeciendo tus mejillas?

—Cállate, Lara —musitó Rick.

Lara sonrió mientras el resto del grupo se reía—. Rick Grimes. Avergonzado por un cumplido. Nunca pensé que vería el día.

—Cállate, Lara.

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