A medida que el día comenzaba a desvanecerse gradualmente y los primeros rastros de rosa comenzaban a manchar el cielo, Lara comenzó a preocuparse. Normalmente, Glenn nunca tardaba tanto en volver, y dado que se había llevado a tanta gente todo tipo de escenarios pasaban por su cabeza. El peor, en el que tuvo que decirse a sí misma que no debía pensar, era que estaban todos muertos y no volverían.
Sin embargo, se negó a pensar eso.
Se quedó tendiendo la ropa para secarla con Lori mientras Shane trataba de enseñarle a Carl cómo hacer diferentes nudos con un trozo de cuerda. Lara nunca se había acostumbrado a las pinzas de madera que Dale tenía en su casa rodante, por lo que simplemente sostenía la ropa en la cuerda para que Lori la asegurara con las pinzas.
—Hola, campamento base —vino una voz por la radio—. ¿Alguien puede escucharme? Campamento base, habla T-Dog. ¿Alguien me escucha?
—¿Hola? ¿Hola? —preguntó Dale, después de trepar por la escalera hasta el techo de la casa rodante para llegar a la radio—. La recepción es mala aquí. Repite. Repite.
—Shane, ¿eres tú? —preguntó T-Dog.
—¿Son ellos? —preguntó Lori.
Hubo una serie de palabras entrecortadas, estáticas, y luego Lara escuchó claramente las palabras "atrapados" y "tienda"—. Dijo que están atrapados.
—Hay raros por todos lados —continuó T-Dog—. Estamos rodeados.
—T-Dog, repite eso último —pidió Dale—. Repite.
Lara miró a Shane—. Déjame ir.
—No, absolutamente no —respondió Shane—. No.
—Dijo la tienda —dijo Lori.
—Yo también lo escuché —respondió Dale.
—¡Shane! —protestó Lara—. ¡Conozco el camino!
—De ninguna manera —respondió Shane—. No iremos en busca de ellos. No ponemos en peligro al resto del grupo, todos saben eso.
—¿Así que simplemente la dejaremos ahí? —preguntó Amy.
—Amy, sé que esto no es fácil —respondió Shane.
—Ella se ofreció a ir para ayudar al resto de nosotros —espetó Amy.
—Sabía de los riesgos, ¿no? —respondió Shane—. Mira, si está atrapada, está acabada. Así que solo tendremos que lidiar con eso.
—No —dijo Lara—. No abandonamos a los vivos.
—No hay nada que podamos hacer —dijo Shane.
—Es mi hermana, hijo de puta —respondió Amy.
Cuando Amy salió corriendo, Lori la siguió. Lara se volvió hacia Shane—. ¿Es en serio? Conozco esa ciudad casi tan bien como Glenn. Podría entrar, alejar a los caminantes, darles la oportunidad de...
—¡Dije que no! —espetó Shane—. ¿Por qué nunca escuchas?
—Porque no estoy de acuerdo con lo que dices —replicó Lara—. No podemos simplemente dejarlos allí.
—¿Entonces estás diciendo que te arriesgarías por alguien como Merle Dixon? —preguntó Shane.
—Andrea está allí—respondió Lara—. Glenn está allí. No los abandonaré.
—Eso es exactamente lo que vas a hacer —replicó Shane—. Porque no vas a ir a ninguna parte.
Lara parecía lista para discutir de nuevo pero en cambio giró sobre sus talones y se alejó apretando los puños a los costados. Shane la vio irse, sacudiendo levemente la cabeza. Lara nunca fue de las que obedecían las órdenes, y Shane originalmente atribuyó su comportamiento al dolor de perder a su hermano. Pero aún así, ella siempre estaba oponiéndose a él, y él lo odiaba.
No era tan dura como parecía, pero lo que le faltaba de valentía lo compensaba con su actitud. Innumerables veces desde que llegó a Atlanta y acampó, Lara había ido en contra de las órdenes de Shane. Empezó a salir a la ciudad con Glenn a pesar de que Shane le había dicho que no lo hiciera, y aunque todavía no le había pasado nada, Shane sabía que era solo cuestión de tiempo.
Lo peor de todo era que Lara era la responsable de llevar a Merle Dixon al campamento en primer lugar, y era obvio para todos que a Shane no le agradaban los hermanos Dixon, independientemente de que fueran ellos los que traían la carne que comían día y noche.
Shane siempre había admirado a Lara porque no tenía miedo de hacer lo correcto y, si no estuviera con Lori, la mujer de la que se había enamorado, Lara habría sido una buena compañera. Sin embargo, Lara había dejado explícitamente claro que no estaba buscando nada de eso, al menos con Shane, y Shane respetaba eso.
Una vez que Lara se calmó, se unió a Lori y Carl; a este último le iban a cortar el pelo. Sentada frente a él, Lara le sonrió a su sobrino—. Te verás como un hombre nuevo después de esto.
—¿Por qué no te cortas el pelo, tía Lara? —preguntó Carl.
Lara miró su pelo, trenzado sobre un hombro—. Porque es más fácil para mí tenerlo así.
—No es justo —suspiró Carl—. Estoy aburrido.
—Cariño, mientras más te muevas, más tiempo toma. Así que basta, ¿sí? —dijo Lori.
—Lo intento —se quejó Carl.
—Bueno, inténtalo más —respondió Lori.
—Escucha a tu mamá —dijo Lara—. O podría resbalar esas tijeras y entonces no tendrás oreja.
—Lara, no bromees con eso —susurró Lori—. No te preocupes, no te cortaré la oreja.
—No toda —agregó Lara.
—Lara...
—Muy bien, lo siento —dijo Lara mientras reía—. Oye, Carl, ¿quieres ver un truco de magia?
—Sí —respondió Carl.
Lara se inclinó hacia su sobrino—. Creo que hay algo detrás de esa oreja... ¡vaya!
Sacó una pequeña barra de chocolate de la manga de su camiseta y se la tendió a Carl. Sus ojos se abrieron y alcanzó la barra de chocolate—. ¿Dónde encontraste esto?
—Cuando fui a la ciudad con Glenn —respondió Lara—. La estaba guardando, pero pensé que dejaría que mi sobrino favorito lo tuviera. Pero no se lo digas a nadie, solo encontré una.
—Puede ser nuestro secreto —dijo Carl, desenvolviendo la barra de chocolate y partiéndola por la mitad. Se lo tendió a su tía—. Ten.
—Gracias —dijo Lara, tomando la barra de chocolate—. Oye, Lori, ¿quieres la mitad de mi mitad?
—No —respondió Lori—. Estoy segura de que encontrarás más.
—Sí, tal vez —dijo Lara.
Carl hizo una mueca cuando su madre le tiró del pelo—. ¡Auch, mamá!
—Si crees que esto es malo... espera hasta empezar a afeitarte —dijo Shane—. Eso arde. Cuando llegue ese día, estarás deseando uno de los cortes de pelo de tu mamá.
—Creeré eso cuando lo vea —respondió Carl, con la boca llena de chocolate.
—Te diré algo. Superas esto con algo de dignidad masculina, y mañana te enseñaré algo especial—respondió Shane—. Te enseñaré a atrapar ranas.
—He atrapado una rana —dijo Carl.
—Dije ranas, en plural —dijo Shane—. Y es un arte, amigo. No es para tomarlo a la ligera. Hay formas y métodos. Pocas personas las conocen. Estoy dispuesto a compartir mis secretos.
Carl miró a Lori, quien negó con la cabeza—. Soy una chica. Habla con él.
—Es una oferta única —dijo Shane—. No va a repetirse.
—¿Por qué necesitamos ranas, en plural? —preguntó Carl.
—¿Alguna vez comiste ancas de rana? —preguntó Shane.
—Qué asco.
—No, sabroso —respondió Shane.
—No, tiene razón, qué asco —murmuró Lori.
—Cuando lleguemos a la última lata de porotos, le encantará comer ancas de rana, señorita —dijo Shane.
—Escuché que saben a pollo —dijo Lara—. Extraño el pollo.
—Lo puedo ver —dijo Shane, antes de dar una impresión de la voz de Lori—. "Shane, ¿crees que podría repetirme el plato, por favor? Por favor, solo... una".
—Sí, lo dudo —respondió Lori.
—No la escuches —le dijo Shane a Carl—. Tú y yo, seremos héroes. Alimentaremos a esta gente con ancas, estilo cajún.
—Prefiero comerme a la señorita Piggy —respondió Lori—. Sí, eso no se escuchó bien.
—Héroes —dijo Shane—. De los que nombran en canciones y leyendas. Tú y yo. Shane y Carl.
Lara puso los ojos en blanco.
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