Capítulo 9. Amigo de tu enemigo

Connor Lynx vivía de y para cumplir expectativas. La mayoría de estas eran para suplir el placer de alguien más, pero sus propios intereses eran opacados, olvidados, siempre colocándose en la segunda posición dentro de la lista de prioridades, sin atreverse a destronar a quien ocupaba el primer puesto.

¿Y quién lo ocupaba?

Ese era un secreto, por ahora, y sobre todo porque prefería no dedicar más tiempo del necesario pensando en ello.

Con una larga exhalación, se puso en pie del sofá en donde estaba desparramado. Vivía dentro de una bodega cerca del muelle de Altamira; antes este sitio era en dónde resguardaba su coche y tenía reuniones con su equipo, pero poco a poco lo convirtió en una especie de hogar, reformándolo para hacerlo habitable. Era su escondite, un lugar silencioso, apartado, en donde nada ni nadie podría venir a fastidiarlo.

Se dirigió hacia un pequeño minibar que yacía en una esquina y sacó una botella de cerveza. La abrió golpeando la corcholata con fuerza contra la puerta del refrigerador y se dirigió al exterior.

Al lado de la bodega había un contenedor, grande y de paredes gruesas, aquellos que los buques utilizaban para transportar mercancía. Dentro guardaba su Corvette, lo encerraba como a un prisionero, cerrando las puertas con un candado. No le gustaba demostrarlo, pero pecaba de desconfiado y prefería primero recibir una bala en la cabeza que perder el coche.

Subió al techo del contenedor a través de una escalera que estaba recargada contra uno de sus muros y se sentó, con los pies colgando de la orilla mientras en su mano sostenía la botella de cerveza. A lo lejos podía ver el mar, ese atardecer de fotografía y percibir el ligero aroma de la brisa marina. Amaba Altamira y, a diferencia de donde nació y creció, este sitio sí se sentía como un hogar.

Retrajo su rodilla y apoyó el mentón sobre esta. Le dio otro trago a la cerveza y sus pensamientos vagaron hacia la misma escena que no había podido sacarse de la cabeza desde que ocurrió: la última carrera de Danger Zone. No, el misterioso conductor del Corvette rojo, el novato que perdió, pero no parecía tener ni un pelo de principiante. Era tan... desconcertante.

Una discreta sonrisa se formó en sus labios al recordar las pocas palabras que intercambió con él. Connor lo había defendido ante el salvaje público, pero la única contestación por parte del sin rostro fue un rotundo:

«Te arrepentirás de haberlo hecho. Los haremos polvo».

En su momento lo tomó como una especie de chiste, pero ahora empezaba a creer que era una amenaza, un reto, y si había algo que Connor amaba con delirio, era un buen desafío.

—¡Ya entendí, Jos, no es para tanto! —Escuchó una exclamación cerca. Aquella aguda voz solo podía pertenecer al miembro más joven de su equipo.

—Lo será cuando desgastes todo el caucho —comentó su mejor amigo, Jos. Él era la cabeza fría del equipo Lynx.

Giró la cabeza y los vio a unos metros de distancia, junto a sus coches estacionados cerca de la bodega. Los había citado para tener una pequeña discusión respecto a la siguiente etapa de Danger Zone, pero ahora estaban discutiendo entre ellos.

Connor le dio un último gran trago a la cerveza y la dejó sobre el contenedor antes de bajar del techo y dirigirse hacia sus compañeros.

—¿Problemas en el paraíso? —preguntó, haciendo notar su presencia.

Mickey, el chico más joven, volteó a verlo y una sonrisa se manifestó de inmediato en su rostro. Siempre observaba a Connor como si fuese alguna clase de dios. En un principio lo encontró adulador, pero en la actualidad era demasiado.

—Pues sí, de hecho sí hay un problema —afirmó Jos, quien no paraba de observar el Toyota de Mickey, en específico los neumáticos.

Mickey rascó su nuca.

—No es la gran cosa...

—Ya te dije que dejes de ignorar el asunto —insistió Jos.

Connor se aproximó a su amigo y arqueó una ceja.

—¿Sigue quemando el caucho con sus movimientos bruscos? —interrogó.

Jos asintió.

—A pesar de que ya le dije que tuviera cuidado. —Suspiró—. Eso pasa cuando tienes a Connor Lynx como ejemplo.

Connor se carcajeó. A la edad de Mickey, a sus diecisiete años, él también era poco cuidadoso, tan enfocado en el disfrute de la velocidad y ganar que no prestaba atención a todo lo demás. No obstante... No podía darse el lujo de lidiar con alguien así. No en esta edición de Danger Zone.

—¡Tendré más cuidado la próxima vez, lo juro! —exclamó Mickey. Era un buen conductor, tenía talento y sirvió para llenar la posición de Evasor, pero su nerviosismo lo ayudaba tanto como lo destruía; lo volvía imprudente.

—Tranquilo, novato, no entres en pánico. —Connor se acercó al chico y rodeó sus hombros con un brazo—. Me gusta tu entusiasmo, ¿sabes? Por eso te elegí para formar parte de este equipo, pero... —Su expresión cambió a una seria y su voz también adoptó un tono más bajo y ronco, severo—. No doy espacio a estos errores. No me decepciones, ¿entendido?

Su faceta amistosa siempre desaparecía cada vez que era momento de convertirse en líder, en velar por sus propios intereses. No había mentiras en sus palabras, no existía cabida para equivocaciones. No en su agenda.

Jos se percató de su cambio de actitud y dio un paso hacia ellos.

—Connor... —comenzó, pero se calló al ver al líder del equipo soltar a Mickey y regresar a su semblante carismático, a esa máscara que en los últimos tiempos le costaba más mantener.

—Si necesitas más práctica, bien, practicaremos —dijo, tratando de aminorar el temor que comenzó a crecer en Mickey y que notó en su rostro pálido—. ¡Pero este año el premio será nuestro!

Mickey tragó saliva con dificultad y luego dejó escapar una risa temblorosa, insegura. Asintió con lentitud, tratando de seguir el ritmo de Connor.

—Sí —vaciló—. Practicaré más. Mejoraré.

—Así me gusta. —Le dio una palmada en la espalda—. Da diez vueltas alrededor del puerto, los contenedores deberían servir como obstáculos. Ve tan rápido como puedas, nunca está de más mejorar tus reflejos.

El chico se tensó.

—Pero yo no...

—Solo practica tus giros —intervino Jos—. Tienes que aprender a regular la velocidad y frenar de tal forma que no destruyas los neumáticos. Eso es todo.

Mickey se relajó un poco.

—Entiendo —afirmó y se apresuró a subirse a su automóvil para comenzar a practicar.

Connor lo vio irse. Solo con presenciar su manejo dubitativo supo que, tarde o temprano, también tendría que hallar una manera para enseñarle al mocoso a lidiar con sus nervios.

—No tienes por qué ser tan rudo con él. —Jos apareció frente a él, trayéndolo de vuelta al presente.

—Eso no es nada —demeritó—. ¿Quieres una cerveza?

Sin esperar respuestas, se dio media vuelta y se encaminó hacia su bodega. No quería volver a tener esta discusión con su mejor amigo, pero al escuchar las pisadas siguiéndolo, supo que el asunto no terminaría tan rápido.

—No nos uses como sacos de boxeo para descargar tus frustraciones, Lynx —advirtió—. Mucho menos al novato. No seas abusivo como...

—¿Qué fue lo que te dije cuando me volví el As de este equipo? —Se dio la vuelta, encarando a Jos e interrumpiendo sus palabras.

Jos se quedó callado. Ya sabía de qué hablaba Connor.

—Odio las deudas, Jos, de todo tipo. Si les pido que se esfuercen es para que no dependan de mí o carguen con mis problemas —explicó—. Prometimos que lo dejaríamos todo en estas carreras, ¿no?

Su mejor amigo cruzó los brazos y negó con la cabeza.

—Pero no a costa de perder todo lo demás.

Connor lo señaló y guiñó el ojo.

—En eso te concedo la razón.

Jos se aferró al tabique de su nariz.

—Por favor, dime que esto no tiene algo que ver con la adición del sin rostro. —cuestionó.

Connor sonrió.

—Eres listo —señaló—. ¿Tienes tiempo para discutir nuestra siguiente estrategia?

Su mejor amigo lo miró de reojo en silencio, solo escuchándose a la distancia el rugido del motor de Mickey hasta que por fin suspiró.

—Voy a necesitar esa cerveza.

(...)

—¿Me recuerdas por qué nos reunimos aquí? —preguntó Bellamy.

Salió de la florería de su tía para encontrarse con Leah y Thomas, quienes lo esperaban con unas gaseosas frías que goteaban agua debido al calor de Altamira.

—Porque a nadie que participe en Danger Zone se le ocurriría venir a una florería —explicó Thomas. Se había quitado las gafas y las limpiaba con la tela de su camiseta—. Además, estás trabajando y Leah es demasiado impaciente para esperar.

—Sí, sí, soy una impaciente de mierda. —Leah sacudió una mano en donde sostenía uno de los refrescos enlatado y se acercó a Bellamy—. ¿Quieres algo de beber?

—Mientras no sea cerveza. No pienso pasar por esa resaca otra vez —contestó, estremeciéndose al recordar con asqueroso lujo de detalle cómo se sintió después de embriagarse como celebración por calificar en Danger Zone.

Leah sonrió y le enseñó la bebida. Solo era un refresco de cola.

—Esta vez solo es algo con mucho gas —dijo ella.

Bellamy lo aceptó con renuencia.

—Y mucha azúcar.

Se sentaron en la acera frente a la florería, pegados los unos a los otros para ocultarse en la poca sombra que daba. Bellamy no podía creer lo fácil que Leah y Thomas se sentían en confianza con él, un completo extraño.

—¡Este año sí que ganaremos! —exclamó Leah de pronto, poniéndose en pie y parándose frente a ellos, sin importarle el sol en su cara y ojos.

Bellamy y Thomas la observaron desde abajo.

—Si recuerdas que clasificamos por una preferencia personal, ¿no? —inquirió Thomas y señaló a Bellamy con un pulgar—. Este tipo es un fracaso en Danger Zone.

—Vaya, qué amable —masculló Bellamy antes de darle un sorbo al refresco—. Idiota.

—¡No estoy para tu pesimismo, Vega! —advirtió Leah y luego una sonrisa orgullosa volvió a manifestarse en su rostro—. Este será el año del equipo Hundred.

Bellamy frunció el ceño.

—¿Por qué Hundred, por cierto? —indagó.

—Luck era mejor —susurró Thomas.

Leah lo miró con enojo.

—Eso jamás.

—¿Cuál es el problema con Luck? —preguntó Bellamy, odiaba sentirse excluido porque no comprendía las conversaciones de Leah y Thomas.

Thomas exhaló.

—Luck solía ser...

—Eso no importa —acotó Leah, seria—. Ahora somos el equipo Hundred. Juntos formamos el cien por ciento, lo que se necesita para ganar Danger Zone, por eso es nuestro nombre.

—Yo diría que el cincuenta por ciento es bastante deficiente —comentó Thomas.

Bellamy aplastó la lata de refresco vacía.

—¿Por qué no lidias tú con ese peso sobre tus hombros? —espetó.

—Ya, cálmate, súper estrella. —Leah volvió a sentarse a su lado y lo rodeó con un brazo—. Practicaremos y haremos de ti un completo éxito. No eres malo, solo necesitas acostumbrarte, pero para eso nos tienes a nosotros. ¿A qué somos buenos amigos?

Bellamy arqueó una ceja.

—Pensé que esto era estrictamente profesional.

Leah bufó.

—Por favor, Bellamy, ¿qué tiene de profesional algo ilegal?

Continuaron conversando, aunque en realidad era Leah despotricando sobre planes que tenía para Danger Zone, prácticas que quería llevar a cabo y lo que haría con el premio una vez ganaran.

—Una cuantiosa cantidad de dinero. —Suspiró—. ¿Qué harían ustedes con tanto?

—Invertirlo —respondió Thomas sin siquiera pensarlo.

—Qué aburrido.

A Bellamy ni siquiera le interesaba el premio monetario, más enfocado en el orgullo de ganar y ser el mejor aquí también. Vencer a Connor Lynx era otro tipo de recompensa, igual de satisfactoria.

Una sonrisa se formó en sus labios hasta que de pronto recordó un detalle que había pasado por alto. Connor conocía esta florería y podría volver a aparecerse sin previo aviso. Si lo viera aquí con Leah y Thomas, fácilmente podría deducir que él era el conductor misterioso.

Comenzó a escudriñar sus alrededores. Las calles de esta cuadra casi siempre estaban desiertas, pero su lado paranoico no le permitió relajarse otra vez.

—Oye, súper estrella —llamó Leah, viéndolo con extrañeza—. ¿Estás bien? Pareces nervioso.

Bellamy no quería contarles acerca de sus encuentros con Connor, pero si quería evitar que ellos siguieran viniendo aquí, no le quedaba otra salida más que la sinceridad.

—¿Recuerdan lo que dijeron acerca de que nadie que participe en Danger Zone vendría a esta florería? —inquirió—. Pues eso es mentira. Alguien sí la conoce, alguien que viene a verme específicamente a mí.

—¿Quién? —indagó Thomas.

Bellamy apretó todavía más la lata ya de por sí aplastada entre sus manos.

—Connor Lynx.

Leah amplió los ojos.

—¡¿Connor Lynx?! —exclamó—. ¿Pero cómo? ¿Para qué?

Bellamy sacudió la cabeza con lentitud.

—Antes de ser parte de Danger Zone, lo ayudé a cambiar el neumático pinchado de su Corvette, ahí lo conocí —relató sin entrar en demasiados detalles—. Él encontró la florería porque vio el logo en la camioneta de Eva y vino aquí a buscarme. No le dije quién era, ni siquiera le di mi verdadero nombre. A sus ojos solo soy el chico de la florería que le hizo un favor.

Leah se tornó boquiabierta, pero su expresión de sorpresa pronto fue reemplazada por una sonrisa, una sonrisa con aires maliciosos que no daban ni un poco de buena espina.

—¡Lo tengo! —exclamó y volvió a ponerse en pie—. Soy toda una genio, ¿lo sabían?

Bellamy arrugó las cejas.

—¿De qué hablas?

—Usaremos la relación de Bellamy con Connor a nuestro favor —replicó—. Si Connor Lynx tiene algo, es una enorme fama de salir con muchas personas. Y cuando digo muchas, me refiero a muchas.

—Mujeres y hombres por igual —añadió Thomas. Parecía ya entender a dónde iba Leah con esto, mientras que Bellamy apenas comprendía las implicaciones de sus palabras.

—Espera un segundo, estás diciendo que... ¿Le gusto? —cuestionó, casi ofendido.

Thomas se carcajeó por lo bajo, disfrutando la incomodidad de Bellamy.

—Para algo de una noche, seguro —añadió el chico de lentes.

Bellamy se tensó.

—¡¿Qué?!

—Tampoco es que esté enamorado de ti, como dice Thomas, de seguro solo busca...

—¡No voy a acostarme con Connor Lynx! —gritó Bellamy, levantándose.

—¡Claro que no, tarado! —aseguró Leah—. Solo vas a aprovechar el interés que él siente por ti para hablar con él, ser amable, hacerte su amigo, ¿sabes? —Colocó una mano en su cintura—. ¿Qué mejor forma de conocer al enemigo que entrando en su círculo de confianza?

—O en su cama —musitó Thomas.

—¡Thomas! —reprendió ella antes de reír de manera incómoda y volverse hacia Bellamy—. En fin, si él vuelve a venir, intenta entablar una amistad y, por si las dudas, ya no nos reunamos aquí. Sería demasiado fácil unir las piezas si nos ven juntos.

Bellamy no podía creer hasta qué extremo podían llegar estos dos con tal de ganar Danger Zone, pero de nueva cuenta, Leah tenía un punto, no había nada de profesional en este mundo, la moral era a conveniencia y también la decencia. Acercarse a Connor Lynx para entenderlo como un rival sonaba a una clase de plan que su padre le sugeriría.

Terminó por exhalar y asentir, cediendo. Solo por la victoria, solo por ganar, aceptaría seguir el juego.

—Intentaré acercarme a él —accedió—. ¡Pero que quede claro que solo con fines profesionales!

—¡No esperaba más! —Leah aplaudió—. Bien, nos veremos esta noche en Danger Zone, ¿de acuerdo? No lleguen tarde.

Leah y Thomas se fueron poco después. Bellamy se quedó un rato más afuera de la florería, pensando en lo que acababa de meterse. No era la clase de mundo a la que estaba acostumbrado, esta vez no tendría a su padre protegiendo su imagen y diciéndole qué hacer para no equivocarse. No, en esta ocasión, todo dependía de él.

Soltó un suspiro, y cuando estaba por volver a entrar al negocio de Eva, escuchó una risa por parte de ella. Se dio la vuelta de súbito y la encontró recargada contra el marco de la puerta.

—Lindas amistades, mocoso.

—No son mis amigos. —Amplió los ojos—. Espera, ¿cuánto escuchaste?

—Lo suficiente como para no subestimar tanto a Leah Lock —replicó—. Su plan no es tan descabellado. Volverte amigo de tu rival podría ser muy ventajoso.

—¡¿Tú también?!

Su tía levantó el dedo índice.

—Yo dije amigo, nada más.

Ni modo, Bellamy será sacrificado por un bien mayor 😔

Hace un tiempo hice este aesthetic board de Danger Zone, pero olvidé compartirlo por aquí, así que...

¡Muchísimas gracias por leer!

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