Capítulo 37. Dame una oportunidad

Se reunieron en el taller de Jos tan pronto como salieron de Danger Zone. Eran casi las dos de la mañana. La marea en Altamira se había elevado, y la temperatura había descendido, haciendo un poco incómodo permanecer fuera. Sin embargo, había un asunto mucho más importante que tratar.

Bellamy le pidió a Jos que llamara a Mickey y, una vez que estuvieron todos reunidos, antes que nada... se disculpó por ser un completo idiota.

—Lo lamento, no era mi intención que las cosas llegaran a este extremo. No quería que Connor saliera herido y mucho menos que quedaran fuera de la competencia. Por el contrario, de hecho. Asumo la responsabilidad de todo. Sé que fue mi culpa por dudar tanto, y por eso quiero enmendarlo. —Miró a los compañeros de equipo de Connor con seriedad—. Pero necesito su ayuda.

Jos fue el primero en dudar, enarcando una ceja mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

—¿Por qué nuestra ayuda? —interrogó.

Bellamy se plantó con firmeza. Esta vez no vacilaría; había decidido que no volvería a hacerlo desde que le hizo frente a su padre en el aeropuerto. Y cumpliría con su promesa.

—Porque sé cómo salvar a los Lynx —respondió con seguridad.

Sus palabras fueron suficientes para interesarlos, y el relato que les contó después terminó de convencerlos. Tuvo que contarles la situación de Connor, incluso si esto provocaba que lo odiara más por revelar lo ocurrido. Les habló sobre el accidente de Dylan, la deuda, lo que Thorne le dijo esa misma noche. Todo cobraba sentido.

Thorne estaba involucrado de alguna manera con la mafia que tenía cautivos a los Lynx y, por lo que le había dicho, él había incitado aquel accidente. Pero ¿cómo?

—Ya sabía sobre el accidente. Soy de los pocos que conocía la verdad —dijo Jos.

Mickey negó con la cabeza, anonadado.

—Yo no tenía idea. Sabía que Connor tenía una vida difícil... pero no esto.

—Entonces, déjame ver si entendí: ¿Thorne provocó el accidente de alguna manera? —preguntó Leah, frunciendo el ceño—. Entiendo el porqué, pero no el cómo.

—Manipularon el Corvette que le dieron a Connor —respondió Jos, ganándose la atención de todos—. O al menos eso es lo que yo creo.

—¿Por qué lo dices? —indagó Thomas.

—Porque, cuando Dylan se accidentó, Connor me pidió que tratara de arreglar el Corvette. Claramente no pude porque el daño era severo, pero en ese tiempo descubrí que los frenos no funcionaban correctamente, estaban al borde de colapsar. En aquel entonces pensé que había sido por el accidente, pero ahora...

—Thorne lo hizo —concluyó Charlie.

—No, ni siquiera fue él directamente. Solo fue quien propuso la idea a quienes le dieron el coche a Connor —dijo Bellamy—. Querían asustar a Dylan. Thorne lo dijo: el objetivo en realidad era Connor, pero el plan no funcionó. No me sorprendería que Thorne tenga algún trato con esta mafia también.

—Thorne es la peor escoria. Por supuesto que se aliaría con su misma calaña —añadió Thomas.

—Hijos de perra —masculló Leah, cerrando las manos en unos puños.

—No sabía nada sobre la deuda... Eso explica tanto —dijo Jos, suspirando con cansancio—. ¿Por qué diablos no me lo dijo?

—Connor lo ve como su problema. Algo que debe resolver por su cuenta porque se considera el responsable del accidente de su hermano —explicó Bellamy—. A mí solo me lo dijo porque me vi involucrado. Bueno, Jeremy. La golpiza fue obra de esa mafia, atormentando a los Lynx como de costumbre.

Thomas mostró cierta molestia ante el recuerdo del incidente, batallando por contener su indignación. Él también tenía un pasado con Thorne, un gran rencor contenido que esperaba poder desquitar en esta carrera. Con un aire de motivación, subió las gafas por su nariz mientras preguntaba:

—¿Y qué haremos ahora?

—Ahora, destruiremos a 1968 —respondió Bellamy, esbozando una sonrisa de satisfacción—. Con ayuda del equipo Lynx, si están dispuestos.

—Sin lugar a dudas —respondió Mickey antes que Jos, mostrando una confianza que nadie le había visto antes. Se avergonzó al darse cuenta de ello y se sonrojó ligeramente—. Digo, creo que deberíamos hacerlo...

Jos soltó una pequeña carcajada, y le revolvió el cabello al integrante más joven mientras asentía.

—Hay que salvar a nuestro As —afirmó el mejor amigo de Connor.

—¿Pero cómo? —preguntó Leah, levantando la mano para hacerse notar—. Las carreras de Danger Zone tienen limitaciones. Además, Connor no puede correr un circuito entero y...

—Eso déjamelo a mí —interrumpió Bellamy y miró al mayor de los Lock—. Y a Charlie.

Charlie frunció el ceño y se señaló a sí mismo.

—¿A mí? —inquirió.

—Tengo un plan, pero solo tú puedes ayudarme a llevarlo a cabo —respondió y se volvió hacia los demás. Todos tenían motivaciones diferentes, pero su objetivo era el mismo, y eso era lo que les daría la fuerza para llevarse la gloria—. Les prometo que el triunfo será nuestro.

(...)

Connor solía jactarse de enfrentar las cosas con la frente en alto, de no ocultarse por más difícil y aterradora que fuera la situación. Era una cualidad que se filtraba por cada poro de su cuerpo; la confianza que exhibía ante su competencia en Danger Zone provenía de ese mismo coraje.

La gente lo alababa, no porque hubiese ganado alguna edición pasada de Danger Zone como Thorne, ni porque fuera un ídolo como Natasha Strein y su actitud extravagante. No, lo seguían porque tenía la capacidad de controlar sus miedos y mostrar seguridad, porque el público, al verlo, tenía la certeza de que ganaría.

O, al menos, así había sido.

Ahora, tras el accidente, cada vez que veía su reflejo en el espejo, además de los moretones y heridas que apenas comenzaban a sanar, encontraba cansancio, derrota... y un inmenso temor. Ya no era el Connor Lynx que no dudaba, el atrevido y a veces imprudente «As de Lynx», el futuro campeón de Danger Zone. Ahora era un completo idiota: utilizado como una marioneta por Bellamy O'Neill —en quien ni siquiera quería pensar—, atormentado por una mafia que sacaba provecho de su vulnerabilidad y, muy pronto, un cobarde que huiría porque ya no tenía opciones ni el valor para enfrentar los obstáculos en su camino.

Exhaló, apartó la vista del espejo del baño, y apoyó su mano sana en el lavabo. Esta no era la alternativa que quería, pero cuando caías tan bajo que ya no encontrabas la fuerza para levantarte, ¿qué otra opción te quedaba más que esconderte?

Salió del baño, y lo primero que escuchó fue a su hermano hablando con alguien por teléfono. Estaban en su departamento, decidiendo que era mejor permanecer juntos hasta poder salir de Altamira. Dylan no sonaba muy feliz con quien estuviera al otro lado de la línea, y, por un momento, Connor temió que se tratara de otra amenaza.

Se acercó a la sala; era fría y minimalista, muy acorde a los gustos y la personalidad actual de su hermano. Dylan lo vio llegar y emitió un largo suspiro.

—No me interesa lo que tengas que decir —dijo al teléfono y colgó sin esperar respuesta.

Connor enarcó una ceja.

—¿Quién era?

—Un completo idiota —respondió Dylan mientras se sentaba en el sofá. Cada vez sus piernas soportaban menos tiempo de pie, y eso solo angustiaba más a Connor. Nada marchaba bien.

—¿Cuándo nos iremos? —preguntó entonces, sentándose a su lado—. Necesito recoger algunas cosas de mi bodega.

—Pronto, tan pronto como podamos —respondió su hermano. Sonaba agotado, y Connor sabía que no había pegado ojo en toda la noche porque lo había escuchado haciendo llamadas, buscando una forma de salir de allí—. Solo necesito arreglar unos últimos asuntos. Planeo que viajemos al otro lado del país; tengo un contacto que podrá alojarnos un tiempo, mientras decidimos qué hacer.

Querían alejarse lo más posible de Altamira, ya que no estaban seguros de cuál era el alcance de aquella mafia. Querían creer que su poder se limitaba a la ciudad y a algunos pueblos aledaños, pero no podían estar seguros. Después de todo, estaban huyendo por no poder pagar una deuda, y cuando se trataba de dinero, nada era tan sencillo.

—Déjamelo a mí, ¿de acuerdo? —dijo Dylan, sacándolo de sus catastróficos pensamientos. Le dio una palmada en la rodilla—. Nos sacaré de aquí.

Desde el accidente, su hermano mayor había cambiado su actitud hacia él; tal vez porque sentía que era su culpa, o porque se había percatado de que la vida y el bienestar de Connor no eran un hecho y que, si continuaba poniéndolo en riesgo, podría perder a la única persona que realmente amaba. Sea como sea, Connor veía ese cambio de actitud y su reconciliación como la única cosa positiva que había salido de este desastre.

—Déjame ayudarte —pidió Connor—. Esto también es mi responsabilidad y...

Un par de golpes en la puerta lo interrumpieron. Intercambió una mirada con su hermano y luego se acercó con discreción a la puerta. Se asomó por la mirilla y vio a alguien familiar del otro lado: alto, cabello castaño y con una ligera sonrisa que parecía ser parte de su expresión natural.

Abrió sin darle muchas vueltas al asunto.

—¿Charlie? —dijo al verlo de frente.

Sabía que estaba en Altamira entrenando al equipo Hundred porque lo había llamado por teléfono para pedirle una carrera amistosa, pero nunca pensó encontrarlo aquí, buscándolos. La última vez que conversaron en persona fue cuando Dylan se accidentó. Charlie regresó una última vez al hospital, le dijo que la final de Danger Zone estaba cancelada, y se fue sin más.

—¡Al fin un Lynx decente! —exclamó Charlie—. ¿Sabes cuántas veces he llamado a tu hermano? Me colgó hace minutos, pero lo amenacé con que vendría aquí si no me escuchaba, así que solo cumplo mi palabra —bromeó—. En fin, primero que nada: ¿cómo estás, Connor?

Connor quedó boquiabierto. Charlie Lock era de las pocas personas decentes en Danger Zone, alguien a quien sí consideró un amigo cercano en su tiempo. Los había ayudado a él y a su hermano en un par de ocasiones, siempre con gusto y sin esperar nada a cambio.

—Estoy... bien —respondió vacilante, y luego negó con la cabeza, enfocándose—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar con tu hermano. Mejor aún que tú también estés aquí —respondió.

—¿A hablar con Dylan? ¿Para qué...?

—¿Qué diablos haces aquí, Lock? —intervino Dylan, apoyado en su bastón mientras se acercaba a la puerta. Apartó a Connor, quien le permitió el paso—. Te dije que no me interesa lo que tengas que decir.

Charlie, como de costumbre, no se tomó el mal trato de Dylan como algo personal; en cambio, bufó y enarcó una ceja.

—¿Así recibes a un viejo amigo? —preguntó—. Peor aún, a un amigo con buenas noticias.

—¿De qué diablos estás hablando? —interrogó Dylan, frustrado.

—Sé todo, Dylan. Lo de la deuda y también lo de tu accidente.

Connor se tensó. El único que sabía todo era Bellamy, el único al que se había atrevido a confesarle el aspecto de su pasado que más odiaba. Por lo tanto, si Charlie lo sabía, solo podía ser a través de ese idiota.

—Ese imbécil... —musitó para sí.

—Y tú, pequeño Lynx —Charlie llamó su atención—, deja de castigarte por el accidente de tu hermano. No fue tu culpa.

Ante esto, tanto Connor como Dylan abrieron los ojos de par en par, por distintas razones. Connor, por la posibilidad de aliviar su culpa; y Dylan, porque Charlie poseía demasiada información.

—¿Por qué dice eso? —indagó Connor, desconfiado.

Charlie suspiró, pero la sonrisa en su boca nunca desapareció. ¿Por qué diablos estaba tan feliz?

—¿Ahora sí me escucharán?

Dejaron que Charlie entrara al departamento y se sentaron en la sala. Lock les contó lo que ocurrió anoche en Danger Zone: se decretó que la final sería entre 1968 y Hundred, pero no sin antes de que Bellamy se confrontara con su líder. Como siempre, Thorne trató de humillar a los Lynx, y Bellamy saltó en su defensa, incluso alegando ante Natasha que no era justo que la final se disputara así cuando ni su equipo ni los Lynx habían acabado su carrera. Natasha Strein no era una mujer con mucha empatía; no esperaba a sus competidores, los abandonaba con tal de divertirse un poco con quienes estuvieran disponibles.

—Debieron verlo, O'Neill parecía alguien totalmente diferente defendiéndolos —añadió Charlie.

Connor mordió el interior de su mejilla, desviando la mirada hacia el suelo. No quería tener nada que ver con el mentiroso de Bellamy O'Neill, con el chico que lo había lastimado de más de una manera. Quería odiarlo, quería aborrecerlo con toda su alma, pero era como chocar contra una pared que, cada vez que intentaba derribar, le recordaba cada momento que pasó con Bellamy. Esto lo llevaba a preguntarse si eso también había sido una farsa, si esas emociones, si ese cariño tan palpable... eran una mentira.

Charlie continuó contándoles lo ocurrido, diciéndoles que Thorne había estado involucrado en el accidente de Dylan, que lo confesó ahí mismo. Dylan no lo dudó por un instante, afirmando las sospechas de que, sí, Brett Thorne también estaba metido en aquella mafia: asociado y rehén como ellos, pero con la malicia necesaria para ser un aliado más que un simple deudor.

—Con Jos concluimos que pudieron haber manipulado los frenos del Corvette que le dieron a Connor —explicó Charlie y lo miró—. En realidad, el objetivo eras tú.

Dylan apretó la mandíbula. Estaba colérico, y esa frialdad de antes había vuelto a tomar control de sus emociones.

—Es cierto, los frenos no funcionaban correctamente. Iba demasiado rápido y... ya saben lo que pasó —dijo su hermano mayor entre dientes—. Odio admitirlo y prestarme a tus estúpidos juegos, Lock, pero lo que dices tiene sentido.

—Por supuesto que tiene sentido —afirmó Charlie.

Connor frunció el entrecejo y se puso en pie, llamando la atención de ambos.

—¡¿Y esto en qué nos ayuda?! —exclamó—. ¡Sí, genial, ahora sabemos la verdad, pero da malditamente lo mismo! ¡Esto no nos ayudará a resolver nuestros problemas ni a evitar que nuestra vida se vaya al carajo!

—Lo sé, pero podemos ayudarlos —replicó Charlie, serio—. Tenemos un plan. Es una idea un poco arriesgada, pero...

—¡No necesitamos su ayuda ni sus lástimas! —gritó Connor.

Dylan negó con la cabeza y miró a Charlie con un dejo de frustración.

—Nos iremos de Altamira, Lock. Es nuestra mejor opción; ya no podemos dejar nuestras vidas a golpes de suerte —dijo.

Charlie se alarmó y se sentó al borde del sillón, acercándose tanto como pudo a Dylan.

—Dylan, por favor, necesito que confíes en mí. No lo dejaremos todo a la suerte, no esta vez, pero necesito que creas en lo que te digo —pidió Charlie con una desesperación que nunca habían oído en él—. Déjame ayudarlos, déjennos ayudarlos. Solo... solo les pido unos días, hasta el viernes, hasta la última carrera de Danger Zone. Es lo único que les pido.

Dylan miró a su viejo amigo con pesar. El mayor de los Lynx no era alguien que dejaba las cosas a las oportunidades dudosas, pero encontrándose a un paso de caer en un abismo donde no sabría si hallaría retorno, por esta ocasión, decidió creer. Asintió, con cierta rigidez y una actitud dubitativa, pero cedió.

—Hasta la carrera, pero después nos marchamos —dijo y estiró su mano derecha para que pudieran estrecharla—. Solo lo hago a manera de agradecimiento, Lock.

Charlie sonrió y miró su mano, pero en lugar de tomarla, lo agarró del antebrazo y lo acercó para darle un fuerte abrazo. Dylan se quedó paralizado ante el gesto, inseguro sobre cómo corresponder o si empujarlo y rechazarlo.

—Te extrañaba, rival —dijo Charlie.

Dylan se sorprendió ante la forma en que lo llamó, pero, en lugar de alejarlo, simplemente levantó una mano y le dio una palmada en la espalda, su manera de regresar el abrazo.

—¡Bien, entonces hay que ponernos a trabajar! —exclamó Charlie y se separó de Dylan. Miró a Connor con su sonrisa confianzuda—. Sé que dije que solo les pedía tiempo, pero la verdad es que necesitaré tu ayuda.

Connor hizo de su mano un apretado puño. No podía creer que estaban entregando su suerte, que pendía de un hilo, y su destino al equipo Hundred, a Bellamy O'Neill, el tipo que solo había jugado con él. No tenía razones para confiar en ellos, ni siquiera en Charlie. No quería hacerlo, no importaba lo que le ofrecieran.

—No —respondió con firmeza—. No voy a ayudarlos.

—Connor —dijo Dylan, tenso—. Esta podría ser una opción.

—¡No lo es! —exclamó—. ¡No voy a cooperar con quien provocó mi accidente, con quien nos puso en estas circunstancias en primer lugar!

—Bellamy tiene las mejores intenciones —aseguró Charlie—. No espera que lo perdones solo por hacer esto; quiere ayudarlos y...

—¡Ya dije que no quiero sus lástimas! —bramó—. ¡No quiero saber absolutamente nada de él, ni de Danger Zone, ni del idiota de Thorne!

—¡Connor, tranquilízate ya! —exclamó su hermano.

—¡Tú serías el primero en desconfiar, Dylan, así que no me vengas con que ahora quieres darle una oportunidad a su locura! —refutó y se encaminó a la puerta del departamento—. Iré a empacar. Cuando vuelvas en ti, búscame para irnos de este maldito infierno.

Se fue sin darles oportunidad a su hermano o a Charlie de responder. Reiteraba que ya no se reconocía a sí mismo, que ya no era Connor Lynx, el que decía: «A veces un poco de fe ciega es refrescante». En ese momento, solo podía ver a su antiguo yo como un completo iluso.

Hay que darle un minuto al Lynx pequeño, está abrumado 😔

¡Muchísimas gracias por leer! 💙

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