Capítulo 33. Tu merecido
Connor todavía no recuperaba del todo la lucidez, pero no la necesitaba para saber que lo que vio no fue producto del golpe en su cabeza ni una especie de alucinación. Jeremy estuvo ahí, y no era tan tonto como para creer que se hallaba en el lugar correcto en el momento propicio.
Confirmó todas sus sospechas cuando Jos y Mickey entraron a visitarlo en su habitación del hospital. El miembro más joven de su equipo soltó un largo suspiro de alivio al ver que estaba bien, mientras que su mejor amigo, en cambio, agarró una silla que se hallaba en el cuarto y la acercó al costado de su cama para poder conversar. Era como si le leyera los pensamientos y supiera que tendría preguntas, muchas.
Jos le relató todo lo que ocurrió, con Mickey dramatizando más de la cuenta algunos momentos. Connor recordaba el accidente, pero ese no era su prioridad, sino responder a la interrogante que llevaba sopesando desde que vio ese familiar rostro tan cerca de él:
—¿Jeremy estaba ahí? —preguntó.
Sus compañeros de equipo intercambiaron miradas que no supo interpretar, menos en su estado disperso por los medicamentos en su sistema, pero presentía que no era algo bueno. Jos volvió su atención hacia él y asintió.
—Sí, ese chico estaba ahí, pero él no... —dudó; era muy extraño ver a su mejor amigo carente de palabras—. Él no es quien dice ser, Connor.
Ya se lo temía. Una sospecha latente resurgió con más fuerza dentro de su mente; esa pequeña voz que, durante la fiesta de los clasificados de Danger Zone, le gritó que había algo extraño en cuanto estrechó la mano de su rival, del novato sin rostro del equipo Hundred. En ese momento, tan abrumado por sus otros problemas, no le prestó atención a ese presentimiento que floreció en su interior. ¿Que Jeremy, su Jeremy, fuera el conductor misterioso? Sonaba como una absoluta locura, pero ahora...
—Jeremy es el As del equipo Hundred, ¿no es así? —inquirió.
Su mejor amigo volvió a asentir; ahí estaba la confirmación que estaba esperando, pero incluso con esta, una discreta preocupación seguía presente en el rostro de Jos. Connor estaba por interrogarlo al respecto, pero él se le adelantó.
—Su nombre no es Jeremy —dijo entonces, mirándolo con seriedad—. Su verdadero nombre es Bellamy O'Neill, y es un ex piloto de Fórmula 3 que fue expulsado de su equipo hace unos meses por golpear a su compañero, Anthony Jackson.
Connor se quedó atónito ante las palabras de Jos. ¿Jeremy era... una completa farsa? Le llevó varios minutos comprenderlo y aceptarlo; al inicio sonó como un invento disparatado, no había manera de que ese chico amargado que trabajaba en la florería fuera en realidad un ex piloto de las grandes ligas automovilísticas, pero luego los engranajes entraron en movimiento y las piezas encajaron.
Cuando vio a ese chico por primera vez, juró sentir un aire de familiaridad y lo había atribuido a algo tan cursi como una atracción profunda hacia él; pero qué gran mentira. Era obvio, ya lo había visto antes, en televisión. Alguna vez llegó a ver sus carreras; no era un fanático de la Fórmula 1, pero sus amigos sí, y eso incluía ver las otras ligas, la 2 y la 3 en donde solía competir... Bellamy.
Bellamy, Bellamy O'Neill. Ni siquiera pudo decirle su verdadero nombre.
Connor, indignado, se aferró a la sábana de la cama de hospital y se sentó, ignorando las protestas de su adolorido cuerpo y las voces de Jos y Mickey diciéndole que no se moviera así. No les hizo caso, estaba tan furioso, tan... herido.
Bellamy O'Neill lo había utilizado como una marioneta desde el inicio. Competía en Danger Zone bajo una identidad secreta, sabía que Connor era su rival, y aun así escogió pretender ser otra persona para acercarse a él, ¿y con qué fin? Siendo carreras ilegales, no podía ser con otro propósito que no fuera manipularlo, conocer sus debilidades para explotarlas en la pista y quebrarlo.
Lágrimas respaldadas por furia inundaron sus ojos. Cada gesto, cada palabra, cada reproche, todo había sido una maldita mentira. ¿Acaso su ruptura había sido un cuento para distraerlo? ¿Acaso esa culpa que le infundió por la golpiza que recibió no fue más que un acto de hipocresía? ¿Acaso... alguna vez de verdad lo quiso?
—¡Connor! —exclamó Jos cerca de su oído. No se había percatado de cuándo se acercó tanto y se aferró a sus hombros—. Tranquilízate. No debes hacer esfuerzos ahora mismo.
Connor negó con la cabeza y se quitó las manos de su mejor amigo de encima.
—Fui un completo idiota —masculló con resentimiento y se llevó la mano que no tenía enyesada a la cabeza, jalando mechones de su cabello—. Caí en su maldita trampa.
—Connor... —comenzó Jos, apenado.
—¡No conocemos toda la verdad! —exclamó Mickey de repente, encogiéndose cuando los ojos de sus compañeros se fijaron en él—. Digo, lo que hizo no estuvo bien, pero... ¿No deberías pedirle explicaciones primero?
Connor soltó un bufido seco. ¿Explicaciones? Eso era lo último que quería, puesto que no tenía razones para creer que cualquier palabra que saliera de la boca de ese tal Bellamy O'Neill fuera verdad y no excusas para seguir aprovechándose de su vulnerabilidad.
—Lo último que quiero es verlo —sentenció entre dientes—. Voy a destrozarlo.
Jos y Mickey se fueron poco después. Connor lo agradecía, estaba tan enojado que temía desquitarse con ellos. No obstante, se arrepintió al haberse olvidado por completo de la competencia y de preguntarles qué pasaría con eso, quién clasificaría a la final de Danger Zone si la carrera había quedado inconclusa.
Para su fortuna, en ese momento se abrió la puerta y su hermano entró. No lo había visto desde la última discusión que tuvieron y, como de costumbre, su primer instinto fue tensarse en preparación para escuchar otra reprimenda de parte de Dylan. Sin embargo, ese no fue el caso.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Dylan mientras caminaba con lentitud hacia la silla que Jos había dejado junto a la cama. Se dejó caer en esta con cansancio, apoyando su bastón contra el descansabrazos. Caminar se volvía cada vez más difícil; distancias cortas eran como correr un maratón para él, pero se negaba a renunciar al movimiento por completo hasta que no tuviera otra opción.
Connor tenía el brazo izquierdo enyesado, un par de costillas del mismo lado quebradas, una contusión moderada y una serie de moretones en todo el cuerpo que tardarían un rato en sanar. Para su suerte, no sentía ni atisbo de dolor por los analgésicos que bombeaban en su sistema.
—Hecho una mierda —respondió con sinceridad. Sabía que en cuanto le dieran el alta, la verdadera incomodidad le esperaría.
Dylan asintió, comprensivo. Le extrañaba tanto no verlo enfadado por sus errores.
—¿Recuerdas lo que pasó? —preguntó.
—Jos y Mickey me lo contaron todo —replicó, y notó que su hermano no le quitaba la vista de encima—. Supongo que me veo peor de lo que me siento.
—Sí, un poco. —Dylan exhaló mientras restregaba su rostro con una mano—. No podrás correr así.
Connor se enderezó de golpe, haciendo caso omiso a las molestias en sus costillas, y miró a su hermano mayor con pánico en los ojos.
—¡¿Y qué hay de la final?! ¡¿De la deuda?! —exclamó—. ¡Puedo correr con un solo brazo, eso no es...!
—¡Ya basta, Connor! —gritó Dylan, golpeando la cama con un puño cerrado—. ¡No hay manera de que corras una carrera entera en este estado!
—¡No tienes idea de lo que soy capaz!
—¡Sé perfectamente de lo que eres capaz, y por eso ya no quiero que compitas! —refutó—. ¡Maldita sea, Connor! ¡¿Crees que quiero que te mates en esa pista?!
Connor se quedó boquiabierto ante la forma en que la voz de su hermano se quebró. Esta vez no estaba enojado con él, estaba preocupado; el estricto Dylan Lynx, el hermano que creía perdido... estaba asustado.
—Dylan... —comenzó y luego suspiró—. Puedo competir, en serio, solo...
Su hermano lo interrumpió al ponerse en pie con sus inestables piernas y rodearlo entre sus brazos con fuerza, estrujando su cabeza contra su pecho. Connor pudo oír su corazón, acelerado, y su respiración agitada. No estaba bien, ninguno de los dos lo estaba después de lo que pasó.
—Lo siento —susurró Dylan de pronto, tomándolo por sorpresa—. Este no era mi plan, yo no... no quería que siguieras mis peores pasos —vaciló y se separó de él. Se sentó en la orilla de la cama, colocando una mano en su hombro—. Te exigí mucho, fui demasiado duro, y este fue el resultado. Por eso lo lamento, Connor. Yo... yo nos traje a este sitio, yo nos metí en este lío, y ahora solo me queda agradecer que mi hermano menor siga vivo, porque lo demás... no sé qué hacer.
Connor no podía terminar de asimilar lo que Dylan le decía. Se estaba disculpando y se sentía tan aterrado por casi perderlo, por casi repetir algo tan traumático como su propio accidente. Su hermano no lo odiaba; su enojo y todas las palabras hirientes no eran más que la parte más asustada de él que había tomado el control como mecanismo de defensa. Ambos habían cometido errores, pronunciado ofensas de las que se arrepentían, pero tal vez ahora, a partir de este momento, podrían reconstruir sobre los cimientos de su relación.
Colocó una mano sobre la rodilla de su hermano, llamando su atención, y esbozó una suave sonrisa, cansada y también algo forzada, pero era lo mejor que podía ofrecer en esas circunstancias tan adversas.
—Dijimos que saldríamos adelante juntos, ¿lo olvidaste? —dijo.
Eso fue lo que Dylan le dijo cuando escaparon de la casa de sus padres y llegaron a Altamira. Se detuvieron en un mirador que daba al mar, y su hermano, con una confianza desbordante y una sonrisa tan sincera, le dijo esas mismas palabras:
«Saldremos adelante juntos». Connor jamás olvidó ese momento.
El Dylan del presente intentó corresponderle la sonrisa, pero apenas pudo torcer los labios un poco. Le dio un apretón a la mano de Connor y luego se puso en pie, apoyándose en la silla hasta tomar su bastón.
—Encontraré una solución, alguna manera de pagar la deuda —aseguró y comenzó a retroceder hacia la puerta—. Tú solo... tú solo descansa. Vendré a recogerte en cuanto te den el alta.
Connor se limitó a asentir, manteniéndose tranquilo hasta que la puerta de su habitación se cerró. Solo entonces se permitió quebrarse, llorar en silencio y tragarse un grito de frustración mientras se preguntaba una y otra vez:
¿Por qué todo salió tan mal?
(...)
Bellamy no estaba seguro de cómo regresó a casa. En un instante estaba afuera de la habitación de Connor, siendo confrontado por Dylan, y al siguiente se hallaba en el coche de Leah con Charlie conduciendo de regreso a la florería.
Charlie le preguntó respecto al estado de Connor, si había podido hablar con él. Bellamy solo le dijo que no pudo verlo, omitiendo por completo su desagradable encuentro con el hermano mayor Lynx. Charlie no indagó más sobre sus razones para no ver a Connor, y, aunque lo hubiera hecho, no le habría dicho nada. Ya era lo suficientemente humillante, lo suficientemente patético, cargar con el precio de todas sus mentiras y engaños.
Estacionaron el coche fuera de la florería y Bellamy se bajó tan pronto como el coche se apagó, sin esperar a Charlie y sin pronunciar palabra. Entró al local, que todavía estaba cerrado porque apenas darían las seis de la mañana, y subió al departamento en el piso de arriba. Arrastraba los pies, cediendo ante el agotamiento de una noche en vela y tensión.
Abrió la puerta del departamento, y toda esperanza de poder recluirse en su habitación para dormir y no pensar en absolutamente nada durante un par de horas se fue por la borda cuando lo recibieron los preocupados Eva, Thomas y Leah, que esperaban en la sala. Los tres se pusieron en pie al verlo, acercándose y bombardeándolo con sus angustias y preguntas.
—¡Bellamy! —exclamó su tía mientras lo examinaba de pies a cabeza—. Dime que estás bien, ¿no estás herido?
—¡Nos tenías muy preocupados, el accidente fue horrible! —exclamó Leah.
—¿Estás seguro de que no te lastimaste? —preguntó Thomas, igual de consternado que ellas, pero mejor disimulándolo.
Bellamy debería sentirse agradecido por el interés que todos mostraban ante su bienestar, pero la culpa era como un ave carroñera, devorando cada parte de él que se pudría con cada error que se reprochaba.
—Estoy bien —musitó. No quería ni verlos a los ojos.
—¿Y qué hay de Connor? —preguntó Leah, temerosa. Toda la atención se centró en él; todos estaban expectantes por saber qué había sido de quien recibió la peor parte del impacto.
Bellamy sintió una opresión en el pecho. Eso también había sido su equivocación, y ni siquiera tuvo el coraje de enfrentar a Dylan para poder ver a Connor, ver con sus propios ojos que estaba bien y disculparse por todo.
—Él... —vaciló.
—Estará bien —respondió Charlie por él, quien acababa de entrar al departamento. Cerró la puerta detrás de sí y se acercó a la sala—. Tiene un par de fracturas y una conmoción, pero estará bien.
Leah soltó un suspiro de alivio e incluso Thomas, quien no era muy afín a Connor, relajó un poco el cuerpo. Eva, por otro lado, seguía enfocada en Bellamy, más preocupada por su estado que por el de alguien a quien jamás había conocido formalmente.
—¿Estás seguro de que te sientes bien? —preguntó su tía una vez más. Por la forma en que lo miraba, Bellamy supo que no se refería solo a su estado físico; ella lo había visto entrar en pánico y sabía que no estaba bien desde antes de la carrera.
Bellamy se sintió tan vulnerable que no pudo pronunciar palabra; solo asintió y desvió sus ojos hacia el piso.
—Recogimos tu coche, por cierto. Lo mandamos al taller —comentó Leah entonces; se había olvidado por completo del Corvette. Ella se acercó y le ofreció su teléfono celular—. Recuperé tu teléfono.
—Gracias —murmuró, aceptando el teléfono y metiéndolo en el bolsillo de su pantalón.
—También hicimos todo lo que pudimos en Danger Zone, pero...
—Todos ya saben quién eres —completó Thomas—. Alguien te reconoció, el chisme se corrió como pólvora y empezaron a difundir un par de fotos. Saben que eres Bellamy O'Neill, el ex piloto de Fórmula 3 que fue expulsado por golpear a su compañero de equipo.
Ni siquiera se había detenido a pensar en ese otro problema desde el accidente. Se dejó llevar tanto por su instinto y urgencia que no consideró las consecuencias de quitarse el casco y mostrar su rostro. Y, a decir verdad...
—Eso no me importa —afirmó.
Estaba tan enfadado consigo mismo que creía que esto también se lo merecía, que lo acosaran, que todo su futuro se fuera por la borda de una buena vez.
—¿No importa? —repitió Thomas, negando con la cabeza—. Vas a arruinar tu carrera por completo.
Levantó el rostro de golpe, apretando los dientes con cólera.
—¡No me interesa! —bramó y se señaló a sí mismo—. ¡Todo lo que sucedió fue mi culpa y me merezco que ese maldito futuro se vaya a la mierda!
Charlie intentó intervenir, acercándose más a él.
—Bellamy...
—¡Connor está en el hospital y todo porque yo no pude tomar una decisión a tiempo, porque soy un cobarde y un completo inútil que no sabe qué diablos quiere en su vida! —continuó gritando.
—Bellamy, tranquilízate, nadie aquí te responsabiliza por lo que pasó —aseguró Leah, tratando de ofrecerle algo de consuelo.
Pero no quería ese consuelo. Quería que lo bajaran del pedestal en donde lo habían puesto. Que lo odiaran, porque alguien tan cruel no merecía este tipo de simpatía.
—Estuve a punto de perder la carrera a propósito —confesó entonces.
Leah frunció el ceño.
—¿Perder a propósito? —preguntó—. ¿De qué...?
—¡Iba a traicionar al equipo y darle el triunfo a Connor! —zanjó.
—¡¿Qué?! —exclamó ella, abriendo los ojos de par en par—. ¡¿Perdiste la maldita razón?!
Charlie estaba igual de confundido y se volvió hacia Bellamy.
—¿Por qué ibas a hacer tal cosa? —indagó.
—¡Porque él lo necesita más que yo!
Leah cerró una de sus manos en un puño; estaba tan enojada que su frente se había arrugado por completo mientras lo señalaba con un dedo acusador.
—¡¿Y qué hay de tu equipo?! —reclamó y señaló a los demás—. ¡¿Qué hay de nosotros, tus amigos?! ¡¿Crees que eres el único que importa?!
—¡No, pero él, Connor...! —Dudó, jalándose el cabello y gruñendo de frustración. No podía revelar el secreto de Connor, no podía seguir hiriéndolo. Sacudió la cabeza y volvió a bajar la voz—. Es diferente.
—Claro que es diferente para ti —afirmó Thomas, cruzándose de brazos mientras lo fulminaba con la mirada detrás de sus gafas—. Tu amor por ese idiota te tiene cegado.
Eva enarcó una ceja.
—¿Amor? —inquirió, extrañada—. ¿En qué momento regresó tu afecto por ese chico?
—Lleva semanas viéndolo en secreto —respondió Thomas por él y suspiró—. Yo... yo le dije que, si tanto lo quería, que lo recuperara, que fuera sincero con él, pero...
—¡¿Desde cuándo estás con esto?! —exclamó Charlie de pronto y sacudió la cabeza—. ¡Solo hace unas horas te dije que podrías volver a intentarlo con él!
Los cuatro siguieron discutiendo. Charlie le reclamaba a Thomas por haberle metido ideas en la cabeza; Leah estaba más concentrada en el hecho de que estuvo a punto de traicionarlos, y su tía no hacía más que reprobar sus maneras tan incoherentes de actuar y de pensar. Bellamy estaba harto, y lo demostró.
—¡Ya nada de eso importa! —bramó, tan fuerte que los demás se callaron casi al instante y volvieron sus miradas hacia él—. ¡Me vale una mierda el equipo, si ganamos o perdemos, e incluso mi maldito futuro! ¡No me importa!
Nadie se atrevió a hablar, y Bellamy, furioso, con la respiración agitada y el cuerpo temblando por las emociones que contenía, les dio la espalda y se dirigió a su habitación. Se encerró en esta, poniendo el seguro en caso de que a alguno se le ocurriera querer entrar, y comenzó a gritar, a maldecir de frustración, a patear el armario y a aventar cosas al suelo en una ira cegadora.
Una vez que agotó toda su furia, se deslizó hasta el suelo, apoyando la espalda contra la pared. Escondió el rostro entre sus manos, clavando las uñas en su piel mientras las lágrimas comenzaban a caer.
Todo había salido mal por su culpa.
Todo se derrumba y yo solo veo el caos desde la comodidad de mi casita 😌🍵
¡Muchísimas gracias por leer! 💙
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