Capítulo 30. El enfrentamiento
Tras escuchar el relato de Connor, Bellamy comprendió muchas cosas. Lo que le decía, junto con lo que Charlie les había contado, encajaba todas las piezas del rompecabezas. Conocer la verdad de Connor, de ambos Lynx, fue como encender una luz en un cuarto sumido en la oscuridad.
Entendió muchos de los comportamientos de Connor: ese exceso de confianza que trataba de suprimir la inseguridad, ese deseo de creer en la fe ciega porque ya no quería depender únicamente de sí mismo y de sus capacidades; ese nerviosismo de los últimos días, esa pesada carga que había soportado solo por arrepentimiento y culpa durante años, como si aguantar ese sufrimiento en silencio, con una sonrisa en el rostro, fuera la manera de enmendar sus errores.
Miró a Connor casi con ternura. La imagen inicial que había formado de él, marcada por su arrogancia y petulancia, resultó ser solo una fachada. Connor Lynx era, en realidad, solo un chico de veintidós años que había sido arrinconado por las adversidades de su vida, lo que lo llevó a comportarse así y a renunciar a muchas de las cosas que realmente anhelaba.
—Connor... —comenzó, pero el pelinegro lo interrumpió al inclinarse hacia él, apoyando su frente contra el pecho de Bellamy, agotado. Su cuerpo reaccionó antes que sus confusos pensamientos, y lo envolvió con sus brazos, estrechándolo. Apoyó el mentón sobre su cabeza, ofreciéndole consuelo sin necesidad de palabras.
—Lo que pasó con aquellos matones fue mi culpa —musitó Connor—. Lamento tanto haberte arrastrado a esto.
Bellamy lo abrazó con más fuerza.
—Eso quedó en el pasado. Déjalo estar —aseguró.
Connor soltó un largo suspiro, como si liberara toda su fatiga acumulada, y luego se aferró a los hombros de Bellamy para apartarse de su pecho y mirarlo a los ojos.
—Me encantaría volver contigo, Jeremy; créeme que es lo que más deseo en este momento, pero...
—Tienes un asunto pendiente —completó, asintiendo—. Lo comprendo.
Connor se enderezó, adoptando algo de seguridad en sí mismo; falsa o verdadera, eso no lo sabía, pero la mera intención tenía valor.
—Ganaré Danger Zone y saldaré todas mis deudas —afirmó con determinación, pero su lenguaje corporal se suavizó al acercar su mano derecha a la mejilla de Bellamy, acariciándola con ternura. Le dedicó una sonrisa que reflejaba un alivio genuino—. Solo espérame, ¿de acuerdo?
Bellamy estaba convencido de que, si en ese momento sí fuera Jeremy, el chico que trabajaba en una florería y que había conocido a Connor por mera casualidad, se habría desmoronado ante esa mirada tan vulnerable y esa súplica pronunciada con una voz tan delicada.
Sin embargo, esa no era su suerte.
Ahora él era el mentiroso, el que ocultaba grandes secretos. Thomas tenía toda la razón; no tenía derecho a reprocharle nada a Connor. Lo entendió desde el momento en que lo mencionó, y fue una de las razones por las que decidió buscar al chico frente a él. Pero ahora no podía pronunciar una sola palabra al respecto.
No quería presionar a Connor, no quería que se enojara ni darle razones para sentirse peor. No era el momento. Tal vez, cuando ganara Danger Zone... No, eso también era una trampa. Bellamy estaba involucrado en más de un aspecto de la vida de Connor y no se atrevía a admitirlo. Se estaba comportando como un cobarde, como un completo idiota, y...
—¿Jeremy? —llamó Connor; había tanto pesar en sus ojos.
No quería lastimarlo. Ni ahora... ni nunca.
—Te esperaré —dijo entonces, forzando una sonrisa.
Connor no pareció notar la falsedad de su expresión, de seguro satisfecho con su sola respuesta. Volvió a acercarse a Bellamy y a rodearlo con sus brazos, hundiendo su cara entre su hombro y su cuello.
—Cuando todo esto acabe, vayámonos de aquí —susurró; podía sentir su aliento caliente contra su oreja, provocándole pequeños escalofríos—. Solo tú y yo.
Le habría encantado poder decir que sí, ser honesto acerca de sus intenciones y cumplir con los deseos de Connor. No era un secreto que le fascinaba la idea de huir con él, de dejarlo todo atrás sin miramientos, pero sí era una mentira decir que realmente lo haría. No era Jeremy, el chico de la florería, pero tampoco era Bellamy O'Neill, la futura promesa de la Fórmula 1. Se sentía perdido, sin saber quién era ni a dónde pertenecía.
Se aferró a la chaqueta de Connor con fuerza y también escondió su rostro en su hombro, pretendiendo que era su ancla a tierra firme, brindándole en ese instante la estabilidad que tanto necesitaba.
Se obligó a asentir.
—Sí, lo haremos —afirmó; se odiaba tanto por mentirle—. Nos iremos de aquí.
(...)
Los siguientes dos días fueron absolutamente infernales para Bellamy. Vivía con la culpa de no haber sido sincero con Connor, con la presión de la siguiente carrera de Danger Zone, y ahora también con la promesa de su padre respecto a su futuro.
El estrés se lo estaba comiendo vivo, y esa noche, en específico, no podía permitírselo. Hoy era la primera carrera que definiría qué equipos pasarían a la gran final de Danger Zone; no debía flaquear por estar pensando en sus problemas.
«¡Concéntrate ya!», se reprendió a sí mismo.
Se dio un par de palmadas en las mejillas mientras yacía tendido de espaldas sobre su cama, mirando el techo como si eso fuera a brindarle respuestas. En cuestión de minutos tendría que levantarse y prepararse para Danger Zone. Las probabilidades de correr hoy eran altas, y estaría enfrentando a rivales peligrosos: Red Cross, 1968... o Lynx.
No quería ni imaginarse lo que sería correr contra 1968 o, peor aún, los Lynx. Unos eran los grandes campeones y en el otro equipo estaba Connor, el chico que acababa de confesarle hace dos noches el peor evento de su vida y su motivación para ganar esta competencia. ¿Se atrevería a arrebatarle el triunfo llegado el momento?
Todos tenían motivos, razones para competir y ganar. Brett Thorne ansiaba la gloria, Connor necesitaba pagar una deuda, Thomas quería honrar a su mejor amigo, Leah quería cumplir un sueño... ¿Pero qué quería Bellamy O'Neill?
De repente, sintió que la respiración se le acortaba y se sentó con premura al borde de la cama, aferrándose al pecho, donde su corazón comenzaba a latir como si estuviera siendo perseguido. No tenía razones personales para ganar; ¿acaso era solo por el triunfo? No, eso no le generaba ninguna emoción. ¿Era por el anhelo de la libertad? No, no podía quejarse de su falta de libertad cuando los demás cargaban con cadenas más pesadas que las suyas.
Estaba confundido.
Estaba perdido.
Estaba vacío.
Su respiración se tornó entrecortada y sus palmas comenzaron a sudar. Se estaba sofocando, pero temblaba al mismo tiempo. La habitación se sentía diminuta y su visión se tornó borrosa. Quería moverse, pero también quedarse inmóvil. Quería huir, pero también esconderse.
No sabía lo que le estaba ocurriendo. Nunca se había sentido tan mal.
«Basta», se dijo a sí mismo mientras se aferraba a su cabeza.
«Por favor». Enterró las uñas en su cráneo como si eso fuera a distraerlo de la incomodidad, y cerró los ojos con fuerza.
«Ayuda, necesito ayuda, ¿qué me está ocurriendo? Que alguien...»
—¡Bellamy! —El grito de su tía irrumpió en su tormenta de pensamientos, como un salvavidas en altamar. Se concentró en su voz y se ancló de nuevo al presente—. ¡Tu padre está al teléfono!
Se levantó de la cama con un tambaleo. Su cuerpo todavía se sentía extraño, el corazón aún no se le calmaba y seguía escuchando su respiración agitada.
—¡Ya voy! —respondió, pero su voz era apenas estable.
Salió de la habitación y se dirigió a la cocina, donde se encontraba el teléfono. Allí estaba Eva, esperándolo mientras escuchaba con una expresión de aburrimiento lo que Liam O'Neill le contaba.
—Ah, Bellamy está aquí —dijo entonces, aliviada—. Te lo paso.
Le ofreció el teléfono y Bellamy, antes de tomarlo, se limpió el exceso de sudor en su pantalón de mezclilla, sintiendo cómo se le pegaban las pelusas a las palmas.
—Hola, papá —saludó sin mucha fuerza.
—¡Bellamy, qué bueno escucharte, campeón! —exclamó su papá con un exceso de efusividad.
Esta vez, su tía permaneció en la cocina, acercándose a la cafetera para servirse una taza de café. Bellamy, por su parte, se sentía aliviado de no estar solo; aún sentía intranquilidad y temía enfrentar por su cuenta lo que sea que le estaba ocurriendo.
—Es bueno escucharte también —replicó; su voz era patética a comparación de la de su padre. Liam O'Neill, por supuesto, no lo notó.
—Te tengo grandes noticias, Bel —anunció y casi podía imaginar la sonrisa de dientes pelados en su rostro—. El dueño del equipo me pidió verlo en su oficina hace un rato, ¿y qué crees que me dijo?
Bellamy tragó saliva con dificultad y se aferró al cable del teléfono como si su vida dependiera de ello.
—¿Qué te dijo? —inquirió con un atisbo de temor. ¿Por qué sentía tanto miedo?
—¡Dijo que te aceptara de regreso en la siguiente temporada! —exclamó.
Bellamy se quedó paralizado. Ya lo sabía; había sentido en lo más profundo de su ser que esto era lo que su padre le comunicaría, pero escucharlo resultaba tan diferente. No estaba feliz, ni emocionado; solo se sentía aterrorizado.
—¿No te parece genial? —inquirió su padre, riendo para sí—. Mañana mismo empezaré los preparativos para tratarte de regreso a casa. Tenemos que entrenar y compensar por todos estos meses que...
Poco a poco su voz fue reemplazada por un pitido y luego por un sonido de estática del que Bellamy no se explicaba el origen. Sintió que perdía toda la fuerza en las piernas y estaba seguro de que habría caído de rodillas de no ser porque colocó una mano en la pared. De nuevo no podía respirar, se estaba ahogando, había gotas de sudor en su nuca, tenía el corazón en la garganta....
«Que alguien detenga esto, por favor», rogaba a sus adentros.
A lo lejos, escuchó pasos, otra voz llamándolo, había una mano sobre su hombro. No podía ver nada, su visión estaba puesta en el suelo de la cocina, solo quería respirar, solo quería dejar de temblar. Alguien le quitó el teléfono de la mano y luego sintió algo cálido contra sus mejillas, forzándolo a levantar la cabeza. Por fin pudo enfocar; era Eva, la tenía muy cerca, parecía preocupada, estaba...
—Bellamy, escúchame, necesito que te tranquilices. Mírame y respira —dijo su tía, su voz iba adquiriendo claridad—. Sigue el ritmo de mi respiración. Eso es.
Bellamy sincronizó su respiración. Inhaló y exhaló; sus pulmones volvían a expandirse, ya no se estaba sofocando, pero...
—Siéntate. Tranquilo —dijo Eva, manteniendo la calma mientras lo guiaba hacia una de las mesas del comedor. Bellamy se dejó llevar sin protestar, agradecido cuando ya no tenía que depender de sus piernas para mantenerse en pie.
Su tía regresó al teléfono; este último estaba colgando del cable y apenas se podía oír la voz de su padre preguntando por él, confundido.
—Bellamy está... algo conmocionado por la noticia —excusó Eva al teléfono—. Está bien, solo dale un minuto, Liam. Sí, te hablará cuando se sienta más tranquilo. De acuerdo, adiós.
Eva colgó el teléfono y volvió a donde estaba Bellamy, parándose frente a él mientras lo examinaba con consternación.
—¿Te sientes mejor? —preguntó.
Bellamy se abrazó a sí mismo, deseando poder desaparecer mientras negaba con la cabeza.
—No, no sé qué me ocurre —admitió en voz baja, con un nudo en la garganta—. Nunca me había sentido así, yo no... —Un par de lágrimas escaparon de sus ojos, fuera de su control—. No sé nada. No sé qué hacer para tranquilizarme, no sé qué hacer con mi carrera, con Danger Zone, con el equipo, con Connor... no lo sé, ¡no lo sé!
Su tía no se alarmó por su estado; en cambio, se arrodilló frente a él y tomó sus manos entre las suyas, dándole nula importancia a lo sudadas que estaban. Lo miró a los ojos con tranquilidad, y él deseaba poder sentirse igual, pero no estaba en control de su cuerpo.
—Tranquilo, no te ocurre nada malo; solo tuviste un ataque de pánico. Necesitas calmarte un momento y comenzarás a sentirte mejor —explicó ella.
Bellamy sacudió la cabeza.
—Nunca había tenido uno. Yo no... esto no es normal, yo no soy así, no...
—¿Qué te dije sobre calmarte? —inquirió—. Solo respira, enfócate en mí y nada más.
Siguió sus instrucciones y volvió a tomar control sobre su respiración. Con cada inhalación y exhalación, sentía que su pulso se calmaba y su cuerpo cesaba de temblar. Se concentró en los ojos celestes de su tía —que en ningún momento se apartaron de los suyos—, en cómo acariciaba sus manos con sus pulgares, y en su voz, que le repetía una y otra vez que todo estaba bien, que él estaba bien.
No estaba seguro de cuánto tiempo le llevó recuperar el dominio sobre su cuerpo entero. Todavía había un residuo de intranquilidad dentro de él, pero al menos ya no sentía que iba a desfallecer ahí mismo.
—Estás muy estresado —dijo su tía entonces, suspirando—. Eres igual a tu padre, piensas en todo y solo logras abrumarte a ti mismo hasta el punto de quiebre. Necesitas llevar una cosa a la vez, ¿de acuerdo?
—No es tan fácil —murmuró.
—Lo sé, sé que no es fácil controlar tus pensamientos, pero si no lo haces, vas a permitir que tomen el control sobre ti y esto que acaba de pasar va a repetirse. —Eva se apoyó en sus rodillas y se puso en pie—. Una cosa a la vez, ¿entendido?
Bellamy la miró hacia arriba, sintiéndose como un niño indefenso.
—¿Cómo logro eso? —preguntó.
—Empieza por lo más sencillo. Hoy tienes una carrera, ¿no es así? —Bellamy asintió—. Entonces enfócate en eso y nada más que eso. Prepárate y compite dándolo todo como en cualquier otra competencia. Una vez hayas superado eso, nos enfocaremos en lo que te dijo tu padre acerca de tu futuro.
—¿Y qué hay de todo lo demás? —preguntó—. De Connor y...
—¿Qué es lo que acabo de decir? —Lo miró con incredulidad—. Un paso a la vez, Bellamy.
Asintió, cabizbajo. Odiaba que su mente hubiese escogido el peor instante para tratar de desmoronarlo.
—Bien, entonces andando —dijo Eva y lo tomó del brazo para ayudarlo a ponerse en pie—. Bebe un vaso de agua, mójate la cara, cámbiate; haz lo que necesites para despejarte y prepárate para la carrera, o llegarás tarde. Yo me encargaré de hablar con tu papá por ahora.
Tomó otra bocanada de aire, exhalándola antes de enderezar la espalda y levantar el rostro. Eva tenía razón: en ese momento, importaba una cosa y solo una cosa.
—Gracias —dijo—, por ayudarme.
—Agradécemelo ganando esta carrera. —Lo señaló con el dedo índice—. Es una orden.
Bellamy sonrió y terminó de alistarse para Danger Zone. Se cambió de ropa, se puso el casco y sacó el Corvette del garaje, listo para dirigirse al circuito. Aunque la incomodidad seguía latente, podía soportarla; tenía que hacerlo para no desmoronarse a mitad de la competencia y fallarle a su equipo.
Llegó a Danger Zone justo a tiempo para ver a Natasha Strein subir a la tarima donde esperaba el presentador de las carreras. Ella dio la bienvenida a los participantes y al público, lanzando un par de chistes que Bellamy apenas escuchó, demasiado concentrado en buscar a su equipo. Aparcó el Corvette en el primer sitio que encontró y salió con rapidez. Por suerte, la cabellera anaranjada de Leah resaltaba entre la multitud, facilitándole hallarlos.
—¡Novato! —exclamó Charlie en cuanto lo vio.
—Juramos que no llegarías —dijo Thomas, soltando algo de la tensión en su cuerpo.
—Ellos, yo nunca. Yo sabía que no nos abandonarías —aseguró Leah con una carcajada forzada y luego lo fulminó con la mirada—. Más te vale no abandonarnos.
Bellamy exhaló, recuperando el aliento.
—Lamento la tardanza. Tuve un percance —se excusó sin entrar en detalles.
Thomas era el único que parecía a punto de interrogarlo al respecto, pero antes de que pudiera siquiera abrir la boca, la voz de Natasha los interrumpió:
—¡Veamos quiénes serán los afortunados que correrán esta noche!
El presentador le acercó una copa de vidrio que contenía cuatro pequeños papeles blancos doblados, de los cuales ella extrajo dos. Los desdobló con lentitud, incrementando la tensión hasta el punto en que solo se oían los murmullos de la multitud y el retumbe de algunos motores encendidos. Natasha arqueó las cejas, y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios carmesí.
—Vaya, vaya, parece que nos espera una noche interesante —dijo, alzando los dos papeles por encima de su cabeza—. ¡Hundred contra Lynx!
Estuve a punto de dejarlos una semana entera con este cliffhanger, pero decidí no ser tan cruel. ¡Mañana veremos la esperada carrera de Hundred vs Lynx! 😈
¡Muchísimas gracias por leer!
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