Capítulo 25. No lo busques

La carrocería se estremeció bajo Bellamy en cuanto pisó el acelerador a fondo y dio el último impulso al Corvette. Escuchaba el rugido del motor y la forma en que los escapes traseros tronaban como cohetes, dejando una estela de humo en su camino. Tenía la mirada clavada al frente, en la línea de llegada; había un coche igual al suyo a pocos metros de distancia. La competencia era cerrada, un error y todo sería en vano.

Se aferró con fuerza al volante, su visión se volvió de túnel debido a la concentración. Gotas de sudor resbalaban por su frente bajo el casco, sofocándose dentro de este último y la cabina del automóvil, pero soportó la incomodidad. Estaba familiarizado con ella, era casi idéntica a cuando competía en la Fórmula 3.

Aventajó un poco más a su rival; estaba a segundos, a nada de quedarse con el triunfo. Solo tenía que mantener su posición, acelerar, no perder la concentración... Y ganó.

Su rango de visión se amplió al mismo tiempo que relajaba el cuerpo y escuchaba los vítores del público de Danger Zone. Frenó, derrapando un poco, y la gente se congregó alrededor de su coche. Soltó una exhalación y sonrió bajo el casco, tan tentado a arrancárselo para respirar aire fresco, pero aguantó el impulso.

Se apeó del automóvil y levantó los brazos sobre su cabeza, viendo a lo lejos a sus rivales, el equipo Blackbird, maldiciendo por su fracaso. Se regocijó en las alabanzas del público; ya no trataban a Hundred como si fueran parias, sino como la nueva sensación, con su talentoso y misterioso As.

—¡Hundred califica a la segunda etapa! —anunció el presentador de Danger Zone y hubo más aplausos.

Los equipos clasificados hasta ahora, además del suyo, eran 1968 y Red Cross. Quedaba un solo puesto que sería disputado la próxima semana en una carrera entre el equipo Unity y Lynx.

Lynx...

Era imposible que Bellamy no buscara a Connor con la mirada cada vez que venía a Danger Zone. Lo vio muy a lo lejos, recargado contra su Corvette negro, con la mirada perdida, solo, sin su usual séquito de fanáticos. No parecía el mismo de antes. Ya no lo era.

Sintió una punzada de culpa en el pecho que pronto fue disipada cuando una mano se posó sobre su hombro. Giró la cabeza y se encontró con Leah, quien le sonreía y lo felicitaba. Casi no la oía, concentrado en volver a ver a Connor, quería que sus miradas se encontraran, quería que lo observara, quería...

—¡Estuviste genial, novato! —exclamó Leah en su oído.

Lo agarró del brazo y lo arrastró lejos de la multitud. Bellamy intentó resistirse al darse cuenta de que Connor por fin lo miraba, pero no pudo hacer mucho cuando Leah lo tiró con fuerza hacia donde estaba el resto del equipo.

—Oficialmente calificamos —dijo Thomas—. Una carrera más y estaremos en la final.

—Contra 1968 —masculló Leah.

—O los Lynx —murmuró Charlie.

Los tres se volvieron para mirarlo. Desde que les confesó lo que pasó entre él y Dylan Lynx, algo en su carácter cambió. Estaba más enfocado, pero también más angustiado. No fue fácil perder a su rival de una manera tan... desgarradora. De repente, el capitán del equipo Lynx ya no parecía tan intimidante; al contrario, era otra víctima de las circunstancias.

—No importa quiénes sean nuestros rivales —dijo Leah entonces, tratando de cortar la tensión en el ambiente—, tenemos que ganar. Para eso estamos aquí, ¿no?

Bellamy fue el primero en asentir. Sí, él estaba aquí para ganar, era lo único que evitaba que cayera en un abismo de incertidumbre o que se sintiera como un fracasado, no solo por perder su futuro en la Fórmula 3, sino también por perder a Connor.

—Ganaremos —afirmó.

En los días siguientes, la vida de Bellamy se redujo a lo que siempre debió ser desde el principio. Se levantaba temprano para trabajar en la florería, entrenaba con el equipo, y en su tiempo libre se limitaba a ver televisión en casa, como una persona promedio, sin meterse en líos. Al menos, Eva estaba satisfecha con esta nueva actitud.

El jueves llegó y, con él, una sesión de entrenamiento poco convencional con Charlie. Los citó en el mismo sitio de siempre, en las afueras de Altamira, pero en lugar de ponerlos a correr...

—¡Lavarán sus coches! —exclamó.

Todos estaban desconcertados por su repentina ocurrencia, pero fue Bellamy quien le dio voz a sus dudas:

—¿Y eso para qué? —Cruzó los brazos sobre su pecho.

—¡Me alegra que preguntes, novato! —Lo señaló con entusiasmo—. Como saben, Danger Zone no es solo una competencia, también se trata de lucirse, ¿y qué mejor manera de hacerlo que presumiendo unos coches prístinos? No correrán esta vez, pero eso no significa que el público no los verá. Están ganando popularidad, muchachos.

Thomas subió sus gafas por el puente de su nariz. No parecía muy contento con la idea de Charlie.

—¿Y por qué no solo los llevamos a un autolavado? —sugirió.

—Porque ninguno está abierto a esta hora —refutó.

—La carrera es mañana por la noche, tenemos tiempo de sobra para...

—¡La decisión ya está tomada, Vega! —interrumpió Charlie, señalando unas cubetas, esponjas y una manguera a unos metros—. ¡Pónganse a trabajar, mocosos! Son órdenes de su entrenador.

Leah rodó los ojos.

—Eres un payaso —musitó mientras pasaba junto a su hermano para tomar una cubeta.

Bellamy jamás había lavado un coche en su vida. Tenía un séquito de personas que se encargaban de esa clase de tareas por él, así que, al tomar la cubeta, llenarla con la manguera conectada a una toma de agua y sostener el jabón para autos en la otra mano, se sintió como un completo inútil. No podía ser tan complicado; era solo cuestión de sentido común, o al menos eso se decía a sí mismo. Así que hizo lo que pudo con lo que sabía.

Vertió el jabón en otra de las cubetas y lo mezcló con agua hasta que formó espuma. Mojó la esponja y comenzó a tallar el Corvette. No era tan difícil; su camiseta se empapó y se salpicó la cara, pero se parecía un poco a lavar platos... un enorme plato rojo con ruedas, pero el principio era el mismo.

Continuó frotando el automóvil hasta que sus brazos comenzaron a doler. Dejó la esponja un momento dentro de la cubeta y se recargó contra el maletero para descansar. A unos metros de distancia, vio a Charlie sentado en una silla plegable, disfrutando de una cerveza mientras supervisaba la escena con una sonrisa.

—Idiota —masculló Bellamy para sí mismo mientras estiraba las extremidades. Estaba seguro de que mañana le dolería todo el cuerpo.

—¡Leah! —gritó Charlie de pronto—. ¡Cuelga el teléfono, no es el momento!

Bellamy se volvió hacia ella y notó que ya había enjabonado todo su coche, pero no lo enjuagaba; estaba demasiado distraída hablando por teléfono, con una sonrisa en los labios. Colgó unos minutos después y se dirigió hacia su hermano con enojo.

—¡Al menos podrías ayudarnos, holgazán! —reclamó.

—¿Para qué? Parece que se están divirtiendo mucho sin mí —replicó Charlie con evidente sarcasmo.

Leah gruñó y volvió a concentrarse en su automóvil. Bellamy aprovechó su breve descanso para acercarse a ella.

—¿Con quién hablabas? —indagó.

Leah se giró hacia él, con una sonrisa radiante en el rostro, como si acabara de recibir una excelente noticia.

—¡Así que Bellamy O'Neill también tiene un lado chismoso! —bromeó.

Bellamy hizo un mohín.

—Olvídalo —respondió con un suspiro de frustración, dándose la vuelta para regresar a su Corvette.

—¡Oye, no, espera! —exclamó Leah, aferrándose a su antebrazo y obligándolo a mirarla. Se echó a reír—. Solo estaba bromeando, Bel. Vaya que te tomas todo muy a pecho.

—No es que me lo tome a pecho, solo asumí que no querías decirme —replicó.

Leah mordió su labio inferior y miró a su alrededor, como si estuviera buscando posibles intrusos. Solo entonces respondió en voz baja:

—Estaba hablando con Jos.

Bellamy dudó un momento. Jos... Claro, ahora recordaba dónde había oído ese nombre. Era parte del equipo Lynx, el mejor amigo de Connor, si no estaba equivocado.

—¿No es el Tanque del equipo Lynx? —inquirió, alzando una ceja—. Pensé que no debíamos relacionarnos con ellos.

—Solo con aquellos cuyo apellido es Lynx —replicó ella—. Además, Jos es una persona muy decente. Me invitó al taller de su familia para ver un automóvil clásico que restauraron, y acepté la invitación.

Quizás estaba imaginando cosas, y su inexperiencia en el tema podría estarlo engañando, pero tenía la impresión de que...

—¿Te gusta? —indagó.

—¡No! —exclamó Leah, con los ojos muy abiertos—. No, no es eso... —vaciló, luego exhaló con rendición—. No lo sé, ¿de acuerdo? Es complicado.

Bellamy observó a Thomas por el rabillo del ojo. Se había quitado las gafas para no mojarlas, dejando al descubierto una expresión de profunda concentración. Su descontento con la idea de lavar el coche era palpable; parecía ansioso por terminar lo antes posible y marcharse.

—¿Y qué hay de Vega? —preguntó, volviendo a centrar su atención en Leah.

Leah hizo una mueca de incomodidad ante la mención de su amigo, desviando la mirada hacia el suelo.

—No soy su tipo —respondió, negando con la cabeza—. No le confesé mis sentimientos porque sé que no llevaría a nada. Es un poco decepcionante, pero no soy necia. —Levantó el rostro—. ¡Así que ahora miro hacia el futuro!

Bellamy no pudo evitar soltar un bufido ante el optimismo que Leah intentaba mostrar. Comenzaba a sentir una peculiar estima por ella; estaba seguro de que, cuando se fuera de Altamira, extrañaría a la chica de cabello anaranjado.

—Al menos Jos es más guapo —comentó, apoyándose en el capó del coche.

Leah se carcajeó, asintiendo.

—¿Verdad que sí?

—Y de seguro el miembro más prudente de ese equipo —añadió.

Leah volvió a reír, y Bellamy no pudo evitar contagiarse de su alegría. Por fin se sentía más relajado, como si, en ese momento, los problemas no fueran tan abrumadores.

Thomas se unió a ellos, acercándose mientras se secaba las manos con un trapo. Al verlos riendo a carcajadas, frunció el ceño, sorprendido por la ligereza del momento.

—¿Y a ustedes qué les pasa? —preguntó.

Leah agitó la mano con desdén.

—No es nada —dijo, antes de volver la mirada al coche de Thomas, que brillaba limpio y reluciente. Se tornó boquiabierta—. ¡¿Ya terminaste?!

—Por supuesto —respondió Thomas, como si fuera obvio.

—Entonces deberías ayudar a Bellamy con el suyo —sugirió Leah, esbozando una sonrisa sutil que Bellamy no supo interpretar—. Es el que más atrasado va.

—No es necesario —intervino Bellamy—. Solo me falta...

—¡Thomas está aburrido y te ayudará! —interrumpió ella, empujando a ambos hacia el Corvette—. Vamos, cuanto antes terminen, antes podremos irnos a casa.

Su compañero de equipo miró a Leah con los ojos entrecerrados. Bellamy, de nuevo, no pudo descifrar qué tipo de conversación silenciosa compartían esos dos, y no estaba seguro de querer averiguarlo.

Thomas lo ayudó a lavar el Corvette sin protestar, lo que sorprendió aún más a Bellamy, considerando lo mucho que el chico de lentes parecía detestar la tarea. Además, en muchas ocasiones había expresado su desagrado hacia él... ¿Y ahora lo estaba ayudando?

—Oye, no le hagas caso a Leah; no es necesario que me ayudes —dijo Bellamy mientras enjabonaba la parte trasera del auto.

Thomas, concentrado en el capó, sacudió la cabeza.

—Ella tiene razón. Cuanto antes terminemos, antes podremos irnos.

Continuaron lavando en silencio. Bellamy solía no sentirse tan nervioso en esos momentos incómodos, pero desde que Thomas lo consoló tras su ruptura con Connor, la quietud entre ellos parecía alimentar su paranoia, haciéndolo pensar que Vega lo juzgaría.

Para silenciar su mente inquieta, Bellamy aclaró la garganta y formuló una pregunta:

—¿Cómo logras ocultar Danger Zone de tu padre? Es un policía, ¿no?

—Pienso en todo para evitar que lo descubra. Además, mi papá casi nunca está en casa —respondió, mirando a Bellamy por encima del coche—. Al menos su trabajo me sirvió para dar contigo.

Bellamy bufó.

—Sí, con robo de información. —Enarcó una ceja mientras se acercaba a su compañero de equipo y lo señalaba con un dedo—. Ahora que lo pienso, no es algo propio de ti, Vega.

—A veces hay que hacer sacrificios —replicó Thomas, acercándose con la manguera en la mano—. Y creo que este resultó ser... ventajoso.

—De verdad, suenas como un anciano al decir eso —se burló Bellamy. Era la primera vez que tenía una conversación agradable con su compañero.

Thomas hizo un mohín y, sin que Bellamy lo viera venir, encendió la manguera y le empapó la cara con agua helada.

—¡¿Cuál es tu...?! —Se interrumpió al escuchar las risas de Thomas resonando con fuerza. Nunca antes lo había visto tan despreocupado; era imposible no reírse también, a pesar de estar chorreando agua—. Te voy a matar, Vega.

—Claro, si algún día terminas de lavar el Corvette, puedes intentarlo —replicó entre carcajadas.

Bellamy volvió a reír mientras sacudía la cabeza, tratando de secar un poco su cabello. Era ridículo cómo algo tan pequeño y tan tonto, como una broma o una risa, podía hacerle sentir que no había nada mal en su vida.

Podría ser un momento perfecto; de hecho, tenía el enorme potencial de serlo, si tan solo no sintiera que le faltaba una pieza crucial... el chico que deseaba.

(...)

Connor no podía concentrarse en nada. Ni en armar estrategias para la carrera de Danger Zone de mañana, ni en dibujar, ni siquiera en Jeremy. Su mente era un revoltijo en el que nada parecía tener sentido. Era como estar borracho, pero sin la diversión; todo se veía borroso y no podía pensar con coherencia.

Escuchó el ruido de dos motores fuera de su bodega, acompañados de voces. Gruñó para sí, cubriéndose la cara con ambas manos antes de levantarse del sofá. Agarró las llaves del Corvette y salió. Jos y Mickey lo esperaban; habían acordado entrenar antes de la carrera, pero no tenía ánimo para eso.

—¿Vamos a entrenar? —preguntó Jos al verlo.

—Ustedes. Yo tengo algo que hacer —respondió, notando el desagrado de su amigo. Ignoró la mirada de desaprobación de Jos y señaló a Mickey—. Novato, eres el que más necesita practicar. No voy a permitir ni un solo error mañana, ¿entendiste?

Estaba siendo más severo de lo habitual, y se dio cuenta de ello cuando Mickey lo miró con una ansiedad aún mayor de la que solía mostrar.

—Sí, entrenaré —afirmó su joven compañero.

En otras circunstancias, Connor se habría disculpado por su tono áspero, pero en ese momento no lo sentía. Se estaba desahogando con cualquiera que se le cruzara, y por eso sabía que no podía quedarse allí con su equipo. No quería arriesgarse a decir algo hiriente de lo que se arrepentiría más tarde.

Se acercó a su Corvette, pero antes de poder abrir la puerta, Jos puso una mano sobre ella y lo detuvo.

—¿Qué te sucede ahora, Lynx? —preguntó—. Llevas días con la cabeza en las nubes y un humor espantoso. ¿Esto tiene que ver con lo que pasó con Jeremy?

Connor mordió el interior de su mejilla, reprimiendo su frustración.

—Jos, por favor —suplicó en voz baja. No quería pelear con él, no con su mejor amigo—. No ahora.

Jos lo entendió. Debió darse cuenta de que estaba al borde y decidió retroceder. Sus compañeros no dijeron más, y Connor tampoco. Solo se subió al Corvette y se alejó del puerto de Altamira. No tenía un destino definido, pero sabía a dónde lo conduciría su subconsciente, y estaba dispuesto a dejarse llevar.

Se estacionó a una cuadra de la florería Eve, fantaseando con que Jeremy pasaría por allí y tendría la oportunidad de verlo una vez más. No había visto su rostro ni escuchado su voz desde la ruptura... y lo extrañaba más que nunca. Lo necesitaba.

Así que se dejó llevar por sus impulsos y sacó su teléfono del bolsillo de la chaqueta. Buscó entre sus contactos hasta encontrar el de la florería y llamó, consciente de que si marcaba directamente el número de Jeremy, no le contestaría.

Esperó en la línea. Ya era tarde, la florería estaba cerrada, y las probabilidades de que alguien atendiera eran escasas, aún más de que quien respondiera fuera Jeremy y no la dueña del lugar. Pero tal vez, solo tal vez...

—Florería Eve —respondió su voz, la voz de Jeremy. Connor se paralizó, escuchando esas dos palabras que el chico pronunció con un nudo en la garganta—. Ya no estamos en horario laboral, pero tomamos...

—Jeremy —acotó sin pensarlo.

Pensó que le colgaría, tenía todo el derecho de hacerlo, pero se sorprendió aún más cuando un susurro le respondió:

—¿Connor? —Estaba a punto de confirmar que era él, pero Jeremy continuó, y la confusión en su voz se transformó en indignación—. ¿Por qué estás llamando a este teléfono? ¿Por qué me hablas a mí? Te dije que... —se interrumpió, y Connor escuchó voces a lo lejos. Jeremy suspiró y volvió a hablar en un murmullo—. ¿Qué es lo que quieres? No puedo hablar aquí.

Connor dudó y comenzó a tamborilear el volante con los dedos.

—Solo quería escucharte. Eso es todo.

Jeremy se quedó en silencio y luego exhaló.

—Dame un minuto —replicó, y colgó sin más.

Connor permaneció en la línea, escuchando el tono de la llamada terminada hasta que finalmente se atrevió a darla por concluida también. Jeremy le había pedido un minuto, pero ¿qué estaba esperando? ¿Que fuera a buscarlo después de lo que había hecho?

De repente, su teléfono comenzó a sonar. Era «Camelias rojas», el contacto de Jeremy. Se apresuró a contestar.

—Pensé que...

—Dime qué es lo que quieres —zanjó Jeremy, hablando con más libertad que antes; tal vez había salido—. Y no empieces con la cursilería de que es porque quieres «escuchar mi voz». Algo te ocurre, yo lo sé.

Connor rio para sí. Era muy propio de Jeremy ser tan directo, y eso le fascinaba. Podría intentar ocultarse, pero a diferencia de los demás, el chico con aroma a flores lo buscaría con tal de no quedarse con la duda.

Le confesó lo que le ocurría, al menos una parte de ello. Le dijo que estaba distraído, estresado por Danger Zone y la carrera de mañana, y que no se sentía confiado.

—Es una carrera importante. Todas lo son, pero...

—¿Qué tan importante? —indagó Jeremy.

—Muy decisiva. Si ganamos, estaremos en las semifinales.

—¿Y me llamaste porque pensaste que hablar conmigo te haría sentir mejor? —inquirió—. Si estás tan preocupado por mañana, deberías entrenar, no llamarme a mí. Esto no te servirá de nada.

—Tal vez si te viera en persona y me regalaras una camelia roja, recuperaría la confianza —intentó bromear. Mala elección.

—Eso no va a ocurrir —replicó Jeremy, tenso—. Lo nuestro se acabó, Lynx.

Connor cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo, arrepintiéndose de haber dicho eso. No era el momento, ni siquiera merecía otra oportunidad de parte de Jeremy después de ser responsable de que le dieran una golpiza y luego mentirle en la cara.

—Lo siento —murmuró—. No me malinterpretes, no... no estoy buscando otra oportunidad. Respeto tu decisión de mantenerme alejado, lo comprendo. —Se cubrió la cara con una mano, sintiendo cómo su voz se quebraba—. Solo necesito algo, Jeremy, cualquier cosa que me haga sentir que no voy a fracasar mañana.

Jeremy volvió a quedarse en silencio. Connor solo supo que seguía en la línea porque podía escuchar su respiración. Estuvo a punto de colgar. No debió haberlo llamado, no debió haberlo molestado, y mucho menos compartirle sus problemas.

—Ganarás, Connor —afirmó Jeremy de repente.

Connor se enderezó en el asiento, sonriendo para sí, aunque con un dejo de tristeza.

—Suenas muy confiado en mis habilidades.

—Y tú deberías estarlo.

—Es fácil decirlo, pero...

—Llámame cuando ganes —interrumpió Jeremy, sorprendiéndolo—. Estaré esperando.

Connor se quedó boquiabierto. El nudo en su garganta se deshizo, y ya no sentía que estaba a punto de caer en un vacío sin retorno. De nuevo estaba anclado, con un atisbo de confianza que irradiaba desde su pecho. Tal vez era por la posibilidad de volver a hablar con Jeremy; no importaba lo que fuera, se aferraría a esa sensación con todas sus fuerzas.

—Te llamaré —afirmó.

Ganaría. Ganaría esta carrera y las siguientes. Y, tal vez, también ganaría a Jeremy de regreso.

Quiero darle un abrazo a Connor, se ve que lo necesita 😭🫂

¡Muchísimas gracias por leer! ❤️

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