Capítulo 21. Miedo irracional
La irracionalidad se define como algo que carece de razón. Thomas Vega juraba que su enojo y su miedo hacia lo que pudiera sucederle a Bellamy eran irracionales, injustificados, simples impulsos respaldados por su necesidad de controlarlo todo. Pero no era así.
Su enojo; no, su miedo tenía una razón de ser. La tenía clara, yacía plantada frente a sus ojos, que insistía en mantener cerrados para bloquear la verdad y continuar negándola. Su temor, ese terror tan enraizado, era que una tragedia se repitiera.
La tragedia que le arrebató a su mejor amigo.
Erick Campbell era un enorme imbécil; un niño rico, hijo de un exitoso abogado en Nueva York. El hijo en cuestión era problemático, un rebelde sin causa que terminó por colmar la paciencia de su padre y fue enviado a Altamira como una forma de castigo.
—El muy idiota cree que va a poder mantenerme bajo control mandándome a un maldito pueblo costero —masculló Erick.
Thomas estaba en la estación de policía donde su padre trabajaba. Antes de Danger Zone, antes de todo, su mayor entretenimiento era pasar las tardes sentado en el cubículo de su papá, haciendo tarea y viendo cómo encerraban a los buscapleitos del pueblo. Ese día, Erick Campbell fue la víctima.
Lo conocía de la escuela, iban juntos en el último año de preparatoria, y la vida académica de Erick era casi tan desastrosa como todo lo demás. En cuanto Thomas lo vio entrar a la estación y ser encerrado, sintió una enorme curiosidad hacia él. Estaba tras las rejas y quería entender por qué alguien que lo tenía todo cometía los peores errores. Y así fue como acabó escuchando sobre su tortuosa relación con su padre.
—¿Intentaste robar un coche solo para fastidiar a tu papá? —preguntó, alzando una ceja.
—Sí, ¿algún problema con eso? —replicó Erick.
Thomas bufó de manera desdeñosa.
—Qué idiota.
Erick se acercó a los barrotes y se aferró a estos con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.
—¿Qué acabas de decir? —masculló.
Tal vez fue imprudente, como un niño picando con un palo de madera a un león enjaulado para provocarlo. No obstante, no se retractó; él estaba afuera, alejado de la bestia. Seguro... por ahora.
—Dije que eres un idiota —repitió—. Solo un idiota comete estupideces como esta para fastidiar al hombre que le ha dado todo.
Erick frunció el ceño, y Thomas estuvo seguro de que golpearía los barrotes o que extendería las manos entre ellos para intentar agarrarlo por el cuello. Pero nada de eso sucedió. En su lugar, Erick estalló en una carcajada tan intensa que su cuerpo se relajó involuntariamente mientras intentaba recuperar el aliento.
Thomas lo miró con extrañeza.
—¿Qué te...?
—Te llamas Vega, ¿no? —interrumpió Erick.
Asintió, dubitativo.
—En ese caso, Vega, creo que tienes toda la razón —dijo con una sonrisa ladina—. Actúo como un idiota, y a menos que eso te moleste, creo que podremos llevarnos bien.
No tenía ningún problema con ello. No tenía ningún problema en absoluto con Erick Campbell.
Su amistad surgió a partir de ese momento. Era una relación extraña, una en la que Thomas se preguntaba cada día si la razón por la que Erick, alguien completamente opuesto a él, no le desagradaba era porque necesitaba algo de emoción en su vida, o si más bien era tan idiota como para seguirle la corriente al niño rico de Altamira.
Se veían después de clase, salían a beber juntos, Erick lo llevaba a casa en su llamativo Mercedes y, a cambio, lo escuchaba desahogarse sobre su padre y su familia día tras día. A Thomas no le importaba ser su confidente, siempre y cuando hubiera buena música de fondo y algo para beber.
—¿Y qué hay de ti, Vega? —preguntó Erick de pronto—. ¿No tienes ninguna queja de tu parentela?
Era la primera vez que mostraba interés en alguien que no fuera él mismo. Era una curiosidad genuina, palpable en sus ojos verdes. Porque sí, además de ser un chico rico, era atractivo: siempre impecablemente vestido, con rasgos afilados, cabellera dorada, y una mirada desafiante que acentuaba con un tatuaje de una daga en el interior de su brazo.
—Nada que te interese —respondió, dándole un sorbo a su cerveza. Su padre se infartaría si los viera tomando y conduciendo.
—Sí me interesa —aseguró Erick y le arrebató la botella de la mano—. Desahógate o no te la regresaré.
Al principio se resistió, pero Erick era tenaz, un obstinado que no aceptaba un «no» como respuesta. Al final, cedió y le habló de su familia: una madre amorosa, un padre estricto pero dedicado, y dos hermanos menores cuyo mayor defecto era ser demasiado traviesos. Eran... normales.
—Lo que tú necesitas, Thomas —dijo Erick, era la primera vez que lo llamaba por su nombre—, es algo de emoción en esa aburrida vida tuya.
Por lo general, su franqueza le resultaba desagradable e incluso un tanto arrogante, pero en esta ocasión, dirigida a él, no podía contradecirla. Erick tenía razón, y Thomas lo sabía.
—Tienes razón —admitió.
Erick esbozó una sonrisa, mostrando su dentadura perfecta, y le devolvió la cerveza.
—Entonces, te voy a enseñar algo emocionante.
Danger Zone. Esa fue la chispa que Erick encendió en su vida, infiltrándose en sus venas como una adictiva droga. Thomas siempre había sido un apasionado de los automóviles, de las carreras, y de la ingeniería detrás de los motores. Amaba comprender cómo exprimir cada cualidad de la máquina para optimizar su rendimiento en la pista.
En ese entonces, él no competía, pero Erick sí. Participaba en carreras secundarias de Danger Zone por diversión. Thomas le ofrecía consejos, y juntos lograban ganar buen dinero con las apuestas. Eran un par formidable.
O eso pensaron, hasta que el equipo 1968 y Brett Thorne se interpusieron. El As de 1968 reconoció el talento de Erick y le ofreció unirse a su equipo para la próxima edición de Danger Zone. Cegado por su necesidad de llamar la atención de su padre como fuera, Erick aceptó sin dudar. Thomas desconfiaba de Thorne y de todos en ese equipo, y sus sospechas se confirmaron poco después.
—Quieren que compre nuevos coches para el Evasor y el Tanque del equipo —le contó Erick—. Será un fastidio justificar ese gasto ante mi papá.
—¿Comprar coches? —inquirió Thomas, sacudiendo la cabeza—. ¡¿Estás loco?! ¡No seas idiota, solo te quiere en su equipo por tu dinero!
—Te equivocas. Thorne solo quiere lo mejor para el equipo, y si tengo que usar parte del dinero de mi padre para que ganemos, no veo el problema —replicó Erick—. Así que, relájate, Thomas.
—No es una buena idea —insistió—. No eres estúpido; sabes que esto no me da buena espina, que esto...
—¡¿Puedes dejar de arruinarlo todo?! —exclamó Erick—. ¡Solo estoy tratando de divertirme un poco! ¡¿Qué demonios tiene de malo eso?!
—¡Esto ya no es diversión! —gritó—. ¡Thorne sabe que tienes conflictos con tu padre y está sacando provecho de eso! ¡Te está usando!
Erick peló los dientes. Hacía meses que no veía ese nivel de furia en él.
—¡Basta ya, Thomas! —bramó—. ¡No eres quien para decirme qué está bien y qué está mal!
Erick le dio la espalda, dispuesto a marcharse, pero Thomas no lo permitió. Se aferró a su muñeca con fuerza y lo obligó a girarse para que lo mirara a los ojos.
—Erick, por favor —suplicó—. No hagas esto.
Erick observó cómo Thomas lo sujetaba de la muñeca. Sus dedos se movieron ligeramente, como si quisiera liberarse, pero no lo hizo. En cambio, sus miradas se encontraron. En esos ojos había algo más que furia; era un ruego silencioso, un grito de ayuda que, en ese momento, Thomas no supo reconocer.
—¿Por qué no debería hacerlo? —preguntó en voz baja—. Dame una razón. Solo una.
Años después, Thomas no solo habría comprendido que Erick le pedía ayuda en silencio, sino que también se daría cuenta de que la respuesta correcta era tan simple como ser sincero, como abrir los ojos a la verdad que tanto había tratado de ignorar. Solo necesitaba confesar lo que sentía, admitir que no podría soportar perderlo.
Pero, en cambio...
—Es peligroso —dijo. Era una razón tan vaga.
Erick estaba decepcionado. Thomas también estaba decepcionado de sí mismo.
—Sí, lo es —contestó Erick con tono distante y se liberó de su agarre.
Le dio la espalda una última vez y nunca lo volvió a ver. Tres días después, durante el entrenamiento final antes de la primera carrera de Danger Zone con el equipo 1968, Erick falleció.
El accidente fue el resultado de un descuido total. Erick, que había estado bebiendo, chocó a alta velocidad contra una columna de cemento en un estacionamiento subterráneo. Murió casi al instante.
Su muerte fue incorporada al espectáculo de Natasha Strein y Danger Zone. Brett Thorne y su equipo la utilizaron como una oportunidad para victimizarse, prometiendo ganar esta edición y las siguientes en nombre de Erick. Los consideraron héroes, el valiente equipo que seguía adelante a pesar de la trágica pérdida de su «amigo». Parecía que solo Thomas veía a través de esta farsa, junto con una chica de cabello rosa vibrante.
—Hijos de perra... —murmuró ella a su lado mientras escuchaban el discurso de Thorne.
Thomas se volvió hacia ella y, con una voz temblorosa que no había logrado estabilizar desde la muerte de Erick, preguntó:
—¿Qué dijiste?
La chica se sobresaltó y sus miradas se cruzaron. Parecían tener la misma edad, y Thomas estaba casi seguro de haberla visto antes con otro equipo de Danger Zone; su cabello rosa era inconfundible.
—Lo siento, es que... —vaciló, frunciendo el ceño—. No los soporto. A 1968 y a Brett Thorne. Son unos imbéciles, parece que se están aprovechando de la muerte de ese pobre chico para ganar simpatía, y eso es tan... tan vulgar.
Por primera vez, Thomas sintió que no estaba solo en esta lucha.
—Yo pienso lo mismo —concordó Thomas, mordiendo el interior de su boca para reprimir las lágrimas—. Erick era mi mejor amigo.
La desconocida lo miró con una empatía genuina que arrugaba sus cejas y, con voz suave, dijo:
—Lo lamento mucho.
Eran las primeras condolencias que recibía. Ni siquiera su familia sabía de su amistad con Erick; era un secreto que mantenía para sí mismo, y su ausencia le dolía demasiado. Esta vez, no pudo contener el llanto; lloró frente a una completa desconocida sin un atisbo de vergüenza, desahogando la tristeza y el enojo que sentía. Enojo hacia Thorne, hacia su equipo e incluso hacia Erick por no haberlo escuchado.
La chica de cabello rosa, a pesar de no conocerse, lo rodeó con sus brazos y lo consoló. Su apoyo era genuino, sin rastro de malicia, a diferencia de aquellos que habían causado la tragedia. No lo soltó hasta que sus lágrimas cesaron.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella al separarse, sin dejar ir su brazo, como si temiera que fuera a desmoronarse.
—Thomas —respondió él en voz baja.
Ella le dedicó una sonrisa sincera.
—Yo soy Leah.
Conocer a Leah en aquel entonces fue tanto una suerte como una maldición. En el pasado, lo vio como una oportunidad, ya que le permitió adentrarse en Danger Zone con el propósito de vengarse de Thorne y derrotarlo sin piedad para honrar a Erick. Sin embargo, en el presente, solo lo veía como una carga.
La vida, como dicen, es cíclica; las experiencias se repiten sin cesar y las personas parecen recrear sus peores escenarios. La historia se narraba otra vez: un chico en declive enviado a Altamira por su padre, y un rival que había manipulado a ese chico y ahora lo ponía en peligro.
Bellamy O'Neill se había convertido en su nuevo Erick Campbell: imprudente, arrogante, obstinado, pero talentoso; un amigo por el que no podía evitar sentir...
—Thomas, ¿crees que podrías ayudarme con esto?
Los recuerdos se dispersaron al escuchar la voz de su padre. Por desgracia, el presente seguía encaminado al desastre del que Thomas deseaba escapar.
—Claro —respondió.
Su padre entró al comedor con tres cajas llenas de documentos. Thomas lo ayudó a colocarlas sobre la mesa y observó el contenido con curiosidad.
—Trabajo —dijo su papá antes de que pudiera indagar—. Tu mamá va a salir con sus amigas, así que me toca cuidar a tus hermanos. Por eso traje el trabajo a casa.
—Podrías haberme pedido que los cuidara —dijo Thomas.
—No quería molestarte. Sé que sales con Leah por la noche —replicó su padre, mientras se sentaba en una de las sillas del comedor—. Además, una noche en casa no me viene mal. Últimamente el patrullaje nocturno es un caos. Danger Zone está fuera de control, pero los superiores no nos permiten intervenir.
Thomas mordió el interior de su boca. Sabía que la razón por la que Danger Zone seguía en pie, a pesar de que la policía conocía las carreras ilegales, era la influencia monetaria de Natasha Strein sobre las autoridades.
—Imagino que debe ser agotador —comentó, siguiendo la corriente.
Su padre asintió y tomó una carpeta.
—¿Cómo van tus estudios?
—Bien —respondió de manera breve.
—Me alegro —dijo, mirándolo—. La verdad es que te he notado algo tenso. ¿Todo está bien?
—Sí, todo está bien —aseguró sin vacilar—. Solo es el estrés habitual por las clases, nada más.
Su padre no parecía del todo convencido.
—De acuerdo, pero sabes que si necesitas hablar...
El timbre de la casa lo interrumpió. Thomas lo agradeció.
—Iré a ver quién es —dijo, y se alejó sin más. Se sentía culpable por mentirle a su papá, cuando su única intención era protegerlo y velar por su bienestar.
Suspiró y abrió la puerta sin siquiera asomarse por alguna de las ventanas para ver quién estaba al otro lado, sorprendiéndose al ver a Leah allí.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, extrañado.
—Creo que lo correcto sería un: «hola, ¿cómo estás?» —bromeó, pero al ver que él no reaccionaba a su comentario, exhaló con cansancio—. ¿Podemos hablar?
Thomas salió de su casa y se sentó en el pórtico junto a Leah. Ella parecía nerviosa, rascando con ansiedad el barniz negro de sus uñas.
—¿Sobre qué quieres hablar? —preguntó Thomas, rompiendo el incómodo silencio.
—De lo que pasó la otra noche —respondió.
Ya sabía que esa sería la respuesta. Thomas negó con la cabeza.
—No voy a...
—Thomas —interrumpió Leah, girándose hacia él para verlo a los ojos. La preocupación en su mirada era la misma que cuando se conocieron—. Lo que sucedió con tu amigo, con Erick... no volverá a pasar.
Sus palabras lo tomaron por sorpresa. Esperaba que viniera a rogarle que no abandonara al equipo, no a reabrir viejas heridas. Pero, de nuevo, Leah era su mejor amiga y lo conocía mejor que nadie. Seguramente, ella entendía su miedo antes de que él pudiera siquiera verbalizarlo.
—Ya lo sé —murmuró.
—¿De verdad lo sabes?
Thomas ajustó sus gafas, nervioso, empujándolas hacia arriba por el puente de su nariz.
—No puedo evitar preocuparme —replicó—. Cada vez que Bellamy corre, o está con Lynx, es como revivir el pasado.
Leah le puso una mano en la rodilla.
—¿Bellamy te recuerda a Erick? —preguntó con delicadeza, como si temiera seguir mencionando ese nombre.
Thomas no se atrevió a mirarla cuando asintió. Leah tragó saliva con dificultad y apretó su rodilla con más firmeza.
—Thomas... ¿sientes algo por Bellamy?
Se tensó, sin una respuesta clara. No entendía bien lo que sentía por Bellamy; era casi tan confuso como lo que había sentido por Erick. En ese y muchos otros aspecto, eran tan malditamente similares.
—No lo sé —musitó.
No lo sabía. Ya no sabía absolutamente nada.
(...)
Lo único que Bellamy sabía era que su vida se había ido al carajo una vez más.
Thomas dejó Danger Zone, y sin él, el equipo se había desmoronado. Bellamy se sentía perdido, y por primera vez, casi deseaba que su padre lo llamara para ofrecerle regresar a casa y olvidarse de Altamira.
No, eso era una mentira. Aunque el enojo y la incomodidad eran insoportables, no quería olvidar lo que había vivido aquí: las carreras callejeras, el equipo... Connor.
«Maldito Connor», pensó mientras yacía en la cama, mirando el techo de su habitación.
La golpiza había sido obra de alguien que no era afín a Connor, eso estaba claro. Aunque le había dicho a Thomas y a su tía que no era para tanto, la realidad era diferente. En el momento del ataque, estaba aterrorizado, temiendo ser asesinado a golpes, pero no podía admitirlo. Primero necesitaba respuestas, una explicación de Connor antes de emitir juicios o tomar cualquier decisión.
Gruñó, restregándose el rostro con las manos, provocándose dolor en las heridas que escocían, y empujó su cabello hacia atrás en un gesto de frustración. Consideró volver a dormir y evadirse de todo hasta que fuera imposible, pero de repente escuchó voces.
Se levantó de la cama y salió de su cuarto con sigilo, dirigiéndose hacia la cocina, de donde provenían las voces. Eran Eva y...
—¡Bellamy! —exclamó su tía—. ¡Ya sé que estás merodeando, así que déjate de tonterías y ven aquí!
Rodó los ojos, resignado a perder su cautela. Entró a la cocina y se encontró con Eva y Charlie, que estaban tomando café y charlando.
—Por fin despierta la bella durmiente —bromeó Charlie.
Bellamy frunció el ceño.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin preocuparse por disimular su irritación.
—Leah me puso al tanto de lo que pasó —dijo Charlie, dejando su taza vacía sobre la barra de la cocina—. Ahora que veo tu cara, puedo decir que no estaba exagerando. Estás hecho una mierda.
Eva soltó un bufido, ocultando una sonrisa detrás de su taza.
—Debiste verlo ayer —murmuró ella.
Bellamy la ignoró.
—Ya se los dije mil veces: no fue para tanto.
—De todos modos —dijo Charlie, adoptando un tono serio y cruzando los brazos—, tienes que cortar lazos con Connor Lynx.
Bellamy abrió los ojos con sorpresa.
—¡¿Qué?! —exclamó—. ¡No voy a hacer eso!
—Involucrarte con los Lynx nunca trae nada bueno —continuó Charlie—. Créeme, es por tu bien.
—No tienes idea de lo que estás diciendo —masculló Bellamy—. Ninguno de ustedes conoce a Connor como yo. No tienen ni la menor idea de cómo...
—Esto no es un juego, Bellamy, y ya no eres un niño al que hay que explicar las cosas con peras y manzanas —interrumpió Charlie con firmeza—. Sin embargo, para hacerte las cosas más fáciles, te daré dos opciones: te alejas de Connor Lynx, o te echo del equipo.
Debo admitir que el pasado de Thomas era algo que ya tenía MUCHAS ganas de contar. Me habría gustado entrar en más detalles sobre su relación con Erick, pero la dejé un poco abierta a su interpretación.
En otras noticias... ¡Ahora sí pusieron al mocoso en su lugar! Ok no, perdón, Bellamy, por hacerte escoger entre las dos cosas que más quieres 😔
Por último, algo que olvidé comentar en el capítulo pasado: ¡Ya vamos a la mitad de la historia!
¿Alguna teoría sobre qué podría ocurrir de aquí en adelante? 👀
¡Muchísimas gracias por leer!
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