Capítulo 20. Bomba de tiempo
El nombre de Connor Lynx abandonó los labios de Bellamy y, por primera vez, no sintió satisfacción alguna al pronunciarlo y recordar las noches que pasaron juntos. Lo único que sintió fue una enorme vergüenza.
«¿En qué estabas pensando?», se reprendió a sí mismo.
Thomas lo observó en completo silencio durante unos instantes que se sintieron como eternidades. Estaba juzgándolo, y Bellamy no tenía excusa alguna; ¿cómo iba a justificar descuidar su entrenamiento y al equipo por estar con su rival, con el tipo que se suponía debía derrotar? Seguro ese solo era el principio de los juicios de Thomas, después vendría su reafirmación respecto a la imagen de irresponsable que tenía de Bellamy, e incluso tal vez, sobre el hecho de que estaba saliendo con un hombre.
Todo estaba saliendo mal.
—Deja de verlo —dijo Thomas entonces, siendo lo primero que pronunciaba después de su prolongado escrutinio. No percibió enojo en su voz, sino más bien tensión, incomodidad incluso.
Bellamy desvió la mirada, apenado.
—No puedo —murmuró.
La furia comenzó a apoderarse de Thomas, quien cerró las manos en un par de puños a sus costados y negó con la cabeza.
—¿Por qué no puedes? —interrogó. Ya no era tensión, era indignación, indignación pura.
Bellamy todavía no se atrevía a mirarlo a los ojos y enfrentarlo. Permaneció con la cabeza gacha, sin siquiera poder alzar el tono más allá de un patético murmullo.
—No me hagas decirlo —pidió. Admitir en voz alta sus razones era algo para lo que no estaba preparado porque sabía que, en el instante en que dijera lo que ocurría, en que fuera sincero consigo mismo y con los demás, todo se volvería real: cada problema, cada error, cada... aspecto de sí mismo que no se decidía a afrontar.
—¡Bellamy...! —Thomas se había dispuesto a cerrar toda la distancia entre ambos, pero Eva se metió en su camino y no se lo permitió.
—Deja de presionarlo —dijo su tía, quien hasta ahora se había limitado a observar en silencio cómo se desenvolvía la escena.
Bellamy volteó a verla, boquiabierto. Juró que la reprimenda de Thomas sería el calentamiento y la de Eva el verdadero desafío; sin embargo, ella no se veía ni un poco perturbada por lo ocurrido, se mantenía estoica y le hacía el favor de encarar a Thomas en su lugar.
Thomas se percató de cómo estaba actuando y retrocedió. No estaba contento y parecía estar haciendo un esfuerzo colosal por tranquilizarse y ser pragmático. Bellamy ni siquiera comprendía de dónde venía esta ira suya. ¿Era porque estaba juntándose con la competencia? ¿Solo por eso reaccionaba así?
—¿Estás saliendo con él? —preguntó Thomas de repente.
La interrogante tomó desprevenido a Bellamy y, esta vez, no pudo evitar levantar la cara y ver a su compañero de equipo con los ojos bien abiertos. Lo sabía, Thomas lo sabía; odiaba que fuera tan observador, tan sobrepensador. Había visto a través de él en cuanto mencionó el nombre de Connor Lynx.
—No lo sé —masculló. También comenzaba a perder la compostura; no le gustaba que lo acorralaran de esta manera. Estaba en todo su derecho de salir con quien quisiera.
—Claro que lo sabes —refutó Thomas.
Algo se reventó dentro de Bellamy y reaccionó, frunciendo el entrecejo y señalándolo con un movimiento brusco de su brazo derecho.
—¡Si estás tan seguro de todo, entonces no me preguntes absolutamente nada, Vega! —bramó—. ¡No voy a seguir respondiendo tus malditas preguntas!
Thomas no reaccionó a lo que gritaba, seguía con su típica expresión rígida, complementándola al cruzar los brazos sobre su pecho y convertirse en una fortaleza impenetrable.
—Tienes razón, no me debes ninguna respuesta a mí, pero al equipo sí —dijo, sacando su teléfono del bolsillo y mostrándoselo a Bellamy—. Hablé con Leah mientras te atendían y le dije que nos veríamos en la florería dentro de una hora.
Bellamy apretó los dientes. Thomas no solo estaba amenazándolo; lo estaba forzando a revelar cosas que no quería compartir.
—¡Eres un hijo de...!
—¡Bellamy! —zanjó su tía. Se interpuso en el campo de visión de Bellamy y le dirigió una expresión severa—. No harás una escena en este hospital. —Se volvió hacia Thomas—. Ninguno de los dos.
Thomas no discutió. Se dio media vuelta, abrió la puerta de la habitación, y lanzó a Bellamy una última mirada de reojo.
—Te veré en la florería —dijo, y salió, cerrando tras de sí sin esperar una respuesta.
Bellamy sentía un impulso irrefrenable de golpear algo: la pared, la camilla, la puerta, la maldita cara de Thomas Vega. Reprimía maldiciones mientras cerraba los puños con tanta fuerza que el dolor recorría su cuerpo magullado.
—¡Mierda! —siseó.
De pronto, sintió una mano firme sobre su hombro; era Eva, que se había acercado y le daba un apretón reconfortante.
—Bellamy —dijo, y él se obligó a verla a los ojos. No había enojo en su mirada, solo una preocupación palpable que parecía querer hacerle notar—. Vámonos a casa.
Bellamy asintió, invadido por la culpa. Había estado jugando con fuego, desafiando los límites solo por el placer de sentir el peligro. Pero nunca se detuvo a pensar en el inevitable momento en que las llamas lo consumirían y lo doloroso que sería arder.
(...)
—¿Crees que puedas reemplazarlo? —preguntó Leah.
Se encontraba en el taller de la familia de Jos, conocido como el Tanque del equipo Lynx y el mecánico de confianza para los competidores de Danger Zone. En los últimos años, Jos se había dedicado a recolectar piezas de los autos que competían, convirtiéndose en uno de los pocos —si no el único— en Altamira capaz de reparar los tres modelos de coches en cuestión de horas, evitando así la espera de días o incluso semanas por las piezas necesarias.
—Un foco para el faro de un Toyota Corolla WRC —dijo y se incorporó tras revisar el coche—. Me llevará unos minutos.
Leah exhaló, colocando una mano en su pecho con alivio.
—Acabas de salvarme la vida. Tú sabes lo difícil que es manejar en terracería cuando no ves el camino con claridad —dijo ella y suspiró—. En fin, pasemos a la parte desagradable: ¿cuánto me va a costar?
Jos se acercó a un armario donde guardaba refacciones para automóviles y comenzó a buscar en uno de los cajones.
—Nada —respondió.
Leah parpadeó varias veces, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar.
—¿Dijiste nada? —inquirió.
—Eso dije.
Negó con la cabeza.
—No puedes no cobrarme, eso es... —vaciló, frunciendo el entrecejo—. ¡Se supone que soy tu competencia, deberías sacar más provecho!
Jos bufó. Era raro oírlo reír, ya que siempre mantenía una expresión seria y rara vez revelaba lo que pensaba.
—¿Quieres que te cobre de más? —ofreció.
—¡No! —exclamó Leah, horrorizada por la idea; su empleo de mesera no le permitía gastar mucho—. No, olvídalo. Agradezco que no quieras cobrarme, pero...
—Antes de ser rivales en Danger Zone, fuimos amigos —interrumpió Jos, sacando una pequeña caja de cartón que contenía el foco para el faro—. Y seguimos siéndolo.
Leah sonrió. Ella y Jos se conocían desde mucho antes de Danger Zone, cuando los Lynx y los Hundred aún no existían. Habían asistido a la misma escuela en Altamira y sus padres eran amigos, así que crecieron juntos. Aunque se habían distanciado un poco al estar en equipos rivales, él tenía razón: seguían siendo amigos.
—Lo somos —afirmó.
Jos tomó un par de herramientas y regresó al coche de Leah para reemplazar el foco. Ella no comprendía del todo lo que estaba haciendo; más que interesarse en el funcionamiento del automóvil, prefería concentrarse en cómo manejarlo.
—¿Y cómo va tu nuevo equipo? —preguntó Jos mientras removía el faro del automóvil.
Leah no había pensado en los conflictos del equipo durante toda la noche y habría preferido que siguiera así. No pudo evitar soltar un largo suspiro.
—Somos buenos, pero Thomas y el novato pelean demasiado, casi en todos los entrenamientos —dijo, apoyándose en la parte del capó donde Jos no trabajaba—. La verdad es que me hacen dudar de mi capacidad de liderazgo. ¿Cómo puedo ser la líder del equipo si ni siquiera puedo controlar sus peleas?
—Ser un buen líder no es algo que se logra de la noche a la mañana; jamás será fácil, y solo quienes tienen carácter pueden hacerlo bien —dijo Jos.
—Y yo no tengo el carácter —añadió Leah, apoyando las manos detrás de su espalda e inclinando la cabeza hacia atrás.
—Yo creo que sí lo tienes —dijo Jos, con convicción.
Leah volteó a verlo de súbito.
—¿Qué?
—Eres apasionada y competitiva, pero no pierdes el control; eso demuestra que tienes el carácter adecuado —explicó Jos, ofreciéndole una sonrisa cálida—. Serás una buena líder, Leah. Solo date la oportunidad.
Leah sintió un cosquilleo en el estómago, similar a cuando su hermano o sus padres le decían que estaban orgullosos de ella. Colocó un mechón de cabello detrás de su oreja para disimular su alegría y respondió con una sonrisa agradecida.
—Gracias —dijo Leah, bajándose del capó del coche para acercarse a Jos y rodear su hombro con un brazo, apoyando parte de su peso sobre él—. Vine por un simple cambio de foco y me encontré con una charla motivacional, y todo gratis. ¿Cómo es que tu taller no es más popular?
—Hay clientes preferentes —replicó él—. ¿Podrías pasarme un destornillador plano?
—A la orden, capitán —dijo Leah, acercándose a la caja de herramientas para sacar la que Jos le había pedido, hasta que escuchó la puerta del taller abrirse y vio a Connor entrar con pasos apresurados.
—Jos —llamó Connor, su voz resonando en el lugar—. ¿Sabes dónde está Dylan?
Jos giró hacia él.
—¿Dylan? Debería estar donde siempre. —Frunció el ceño y dejó lo que estaba haciendo para acercarse a su amigo—. ¿Ocurrió algo?
Leah también lo notó; Connor parecía... nervioso, al punto de no haberse percatado de su presencia en el taller.
—No, no es nada grave, solo... necesito hablar con Dylan. No responde a las llamadas y no está en su departamento —respondió Connor, intentando disimular que la situación le estaba afectando más de lo que quería admitir. Su mejor amigo, sin embargo, lo conocía demasiado bien.
—Te ayudaré a contactarlo —ofreció Jos.
Connor negó con la cabeza y solo entonces se dio cuenta de que Leah también estaba allí. Sus ojos se abrieron un poco más, como si temiera que ella pudiera oír algo que no debía. No obstante, pronto disipó esa preocupación y esbozó una sonrisa forzada.
—Hola, Lock, ¿cambio de foco? —Señaló su coche.
Leah asintió y levantó la mano a manera de saludo.
—Jos me estaba ayudando, pero si necesitas que él...
—No, no es necesario —dijo—. Resolveré mi problema por mi cuenta. —Miró a Jos y soltó una risa amarga—. ¿No es eso lo que siempre me dices que haga?
Jos no parecía muy convencido por las palabras de su amigo.
—Connor...
—Vamos, no se pongan así, mi intención no es arruinarles el rato —interrumpió Connor, volviendo a adoptar su faceta carismática de Danger Zone—. Además, deberíamos estar celebrando, ¿no?
Jos observó a Leah de reojo antes de volver a mirar a Connor. Leah sintió que su presencia era lo que impedía que ambos actuaran con normalidad.
—¿Qué celebramos? —preguntó Jos entonces, siguiéndole la corriente—. ¿Qué el chico de la florería te hizo caso?
Leah se puso atenta.
—¿El chico de la florería? —preguntó Leah, acercándose al grupo con curiosidad. ¿Estaban hablando de quién ella pensaba?
Connor agitó la mano derecha con desdén.
—No reveles todos mis secretos, Jos; me quitarás mi aura de misterio —bromeó, girándose hacia Leah con una sonrisa traviesa—. En fin, Lock, ¿tu equipo vendrá a la fiesta del viernes?
Leah reprimió su decepción por no haber obtenido respuesta a su pregunta, asegurándose de que su rostro permaneciera impasible. Debía mantener en secreto la identidad de su As.
—¿Qué fiesta? —indagó en cambio.
—Celebramos una fiesta cada vez que se cierran las fases eliminatorias de Danger Zone —explicó Connor—. El viernes calificará el último equipo de la primera fase y después de la carrera haremos la fiesta en el puerto.
Leah lo pensó por un momento. Aunque no era lo más seguro para Bellamy asistir a una fiesta en la que tendría que interactuar con otros competidores de Danger Zone, no podía resistirse a un poco de diversión.
—Ahí estaremos —dijo finalmente.
Connor sonrió y asintió en señal de aprobación.
—Genial, entonces los veremos allá —dijo Connor y le dio una palmada en el hombro a Jos—. Seguiré buscando a Dylan.
Jos frunció el entrecejo, escudriñando a su amigo.
—¿Estás seguro de que no quieres que te ayude? —insistió.
—Ya te lo dije, puedo resolverlo solo —replicó Connor, apretando la mandíbula con tensión—. Es un asunto entre Dylan y yo. No quiero involucrarte.
Jos no parecía del todo convencido, y Leah lo notó al ver cómo fruncía los labios, pero no dijo nada más. Connor se despidió de manera apresurada y se fue, dejando una estela de humo de neumáticos de su Corvette.
—¿Está bien? —preguntó Leah a Jos después de unos minutos de silencio.
Jos, concentrado de nuevo en su trabajo, encogió los hombros.
—Nunca se sabe con Lynx. Ha estado actuando algo... extraño.
Leah estuvo a punto de indagar, pero su teléfono sonó justo en ese momento. El tono era una canción pop que prefería que Jos no escuchara. Se sonrojó y, tratando de silenciar el sonido con sus manos, retrocedió hacia la salida del taller.
—Disculpa, tengo que atender esta llamada —dijo, con una risita nerviosa.
Jos no pareció perturbarse por el tono y solo asintió. Leah salió y respondió en cuanto estuvo afuera.
—Estoy un poco ocupada, Thomas —masculló.
—Necesitamos hablar. Nos vemos en la florería en una hora. Sé discreta.
Leah ladeó la cabeza, intrigada por la urgencia en la voz de su compañero.
—¿Pasó algo?
—Ya lo verás —respondió Thomas antes de colgar sin más explicaciones.
Leah gruñó y un mal presentimiento la invadió. Conociendo a Thomas, sabía que la conversación giraría en torno a Bellamy: algo que hizo o dejó de hacer, o algo que dijo o no dijo. Aunque estaba empezando a sentirse agotada por sus constantes conflictos, mediar en ellos era parte de su responsabilidad como capitana del equipo.
«¿Por qué no pueden llevarse bien y ya?», pensó.
Esperó a que Jos terminara de cambiar el foco del faro, le agradeció y se despidió con más prisa de lo que hubiera querido. Al revisar la hora, aceleró al darse cuenta de que iba un poco tarde.
Estacionó su coche a una cuadra de la florería, por si acaso, y antes de poder abrir la puerta, escuchó las reprimendas de Thomas y las réplicas de Bellamy. Tomó una gran bocanada de aire, decidida a mantener la calma. Esta vez, sin Charlie para mediar, la responsabilidad recaía sobre ella.
Soltó el aliento que había estado conteniendo y abrió la puerta. Sin embargo, su plan de conservar la compostura se desmoronó al ver el rostro de Bellamy.
—¡¿Qué diablos te pasó?! —exclamó, acercándose con rapidez al novato.
Él tenía los ojos hinchados, una venda en la sien y un curita en el pómulo izquierdo, dando la impresión de haber recibido la peor paliza de su vida.
—¿Quieres calmarte? No es para tanto —respondió Bellamy entre dientes, luciendo como si acabara de salir de un torneo de boxeo y, además, de mal humor.
—Deja de demeritar lo que sucedió, O'Neill —intervino Thomas.
Thomas relató con detalle lo que había ocurrido. Bellamy había sido interceptado por un par de matones que, aparentemente, solo querían «mandar un mensaje». Le dieron una golpiza, y, de no ser porque Thomas lo estaba siguiendo y había usado una antigua torreta de patrulla para ahuyentar a los agresores, Bellamy habría terminado con algo mucho peor que un par de moretones.
Sin embargo, más allá de lo alarmante que era el ataque nocturno por parte de unos desconocidos, Leah se quedó boquiabierta al descubrir que esos matones estaban de alguna manera vinculados a Connor. Le habían hecho esto a Bellamy porque creyeron que era Jeremy, y la conexión entre ellos...
—¿Estás saliendo con él? —preguntó Leah a Bellamy.
Bellamy bajó la cabeza, con el semblante de alguien que acaba de cometer una enorme equivocación. No respondió.
—No te molestes, no te dirá nada al respecto —dijo Thomas, enfadado.
Leah se frotó las sienes. Este no era el tipo de problema que esperaba enfrentar a altas horas de la noche.
—Tal vez acercarse a Lynx no fue una buena idea —admitió, sintiéndose culpable por haberlo sugerido.
Por fin, Bellamy la miró a los ojos y negó con la cabeza.
—No es para tanto. Ese plan puede seguir en pie —dijo.
Leah apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Thomas gritara:
—¡Claro que no puede seguir en pie!
—Ya cálmate, Vega —replicó Bellamy, rodando los ojos. Leah no entendía cómo podía estar tan tranquilo después de lo que le había pasado.
«¿Acaso él y Connor...?», pensó, pero fue interrumpida cuando Thomas gruñó y se quitó las gafas. Nunca lo había visto tan afectado.
—¡Connor Lynx es una bomba de tiempo! —bramó.
—¡Estás equivocado! —Bellamy señaló su rostro—. ¡Él no hizo esto!
—¡Pero fue alguien que lo conoce! ¡¿Qué no ves la clase de gente con la que se junta?!
Bellamy abrió la boca, listo para volver a gritar, pero Leah, harta de su disputa, lo interrumpió.
—¡Ya cállense los dos! —ordenó. Aprovechando el silencio que siguió, se volvió hacia Bellamy con una mirada firme—. Bellamy, responde de una vez: ¿estás saliendo con Connor?
Bellamy, agotado por la situación, parecía a punto de dejar caer la última de sus defensas.
—¡Sí, estoy saliendo con él! —exclamó—. ¡¿Cuál es el maldito problema?!
Thomas cruzó los brazos y sacudió la cabeza en señal de desaprobación.
—Idiota...
Leah se restregó la cara con una mano, sintiendo un enorme peso sobre sus hombros. Por supuesto que estaban saliendo. Ella había sido quien le sugirió que se divirtiera con Connor. En parte, lo que le había pasado a Bellamy era culpa suya.
—¿Es algo serio? —preguntó, temiendo la respuesta.
Bellamy se abrazó a sí mismo, como si intentara desaparecer.
—No lo sé.
Leah recordó la confesión de Bellamy sobre su atracción por Connor, así como la manera en que Connor hablaba de su «chico de la florería» con afecto. No se trataban de salidas casuales; ambos habían formado un vínculo.
—¿Te gusta? —preguntó Thomas de repente.
Bellamy lo miró con desdén.
—No sales con alguien que no te atrae —replicó.
—No me refiero solo a atracción, Bellamy. Pregunto si realmente te gusta estar con él, tenerlo cerca, escuchar su voz. ¿Estás... enamorado?
Leah permaneció en silencio, observando cómo una serie de emociones cruzaban el rostro de Bellamy: sorpresa, confusión, enojo, y al final, vergüenza. La respuesta a la pregunta de Thomas era evidente, incluso sin palabras, y Thomas lo notó también.
Sus brazos cayeron lánguidos a sus costados, y Leah percibió la tormenta interna en él. Aunque menos expresivo que Bellamy, sus ojos revelaban indignación, preocupación e incluso decepción.
En ese instante, Leah tuvo una revelación dolorosa. Tal vez se equivocaba, tal vez solo imaginaba cosas, pero parecía que Thomas estaba...
—Haz lo que quieras, O'Neill. Déjate dar otra golpiza y termina medio muerto en un callejón. Ya no pienso seguir preocupándome por ti —dijo Thomas con frialdad, dándoles la espalda—. Renuncio al equipo.
¿Me gusta hacer drama? Sí, y también a Thomas y a Bellamy 💀
¡Muchísimas gracias por leer!
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