Segunda causa.


⚠️ A N T E S D E L E E R ⚠️
Capítulo con contenido sensible.
Se recomienda discreción.

┏━━━━━━━━  ②  ━━━━━━━━┓
❝El tiempo es un enemigo y un amigo,
un compañero amistoso pero callado,
letal pero comprensivo,
incluso veloz pero también eterno.
Sin embargo, como otorga
del mismo modo arrebata.❞
┗━━━━━━━━ ༒ ━━━━━━━━┛

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El día ya estaba cerca.

Bajo la influencia de la euforia y el hermoso amanecer, otorgando un nuevo día y a su vez un día menos para el gran día, Jimin se atrevió a sonreír con mayor amplitud y libertad, siendo cada vez más consciente que faltaba poco para poder unirse a Taemin en sagrado matrimonio.

Aquellos últimos días eran una odisea para él, un sube y baja de emociones, lleno de inseguridades aunque también con la emoción a flor de piel. Jimin podía admitir que su cambio de humor había traído algunas malas rachas en cuanto a la organización de su ceremonia como también a la propia y pobre primavera, algunas flores se marchitaban con rapidez, otras no aguantaban el medio día y ya podías encontrarlas con escasos, sino que nulos, pétalos; pero no podíamos juzgarlo tan a la ligera, se hallaba estresado y mas por la noticia que aquel gran día aguardaba.

    En los planes de vida de Jimin siempre estuvieron ayudar a su pueblo, casarse, formar una familia y morir dignamente, sus prioridades tal vez fuesen ingenuas, sin embargo, Park Jimin era sinónimo de inocencia.

    Vaya lástima que de inocencia no quedaba nada.

    Jimin colocó el último jarrón en el centro de la mesa cubierta de un precioso mantel blanco con encaje, dicho jarrón lleno de hermosas margaritas y unas cuantas rosas amarillas. Se enderezó en su lugar y admiró desde su posición las demás mesas para la celebración posterior a su boda consumada, todo se veía impecable, le encantaban los detalles naturales que serían la temática de su boda, una muy bonita y hasta simple.

     Pudo ver a lo lejos a Jennie, con su característica postura impenetrable, vestimenta y porte impecables, adecuados para el calibre que fungía en la manada.

    Aún recordaba cuando aquella mujer, a quien consideraba su madre, le contó con verdadera emoción y pasión la historia del cómo ella había logrado obtener el puesto de segunda al mando, incluso él admitirá y reconocía que había sido y había podido ser más digna de ello y no sólo por ser la única hija del legendario Kim Young Woon, mejor conocido por los shifter como el gran Kangin, sino que ella misma se ganó su lugar en el pueblo, con sus habitantes y a su vez la confianza y valentía en sus hazañas; la seguridad y la valentía habían sido destacadas incluso por encima de la noble guardia de su pueblo o aquellos con mayor rango en ello, humillando a varios hombres y a varios alfas con tanta facilidad como destreza, evidentemente de inmediato fue ascendida de puesto, claro, al principio ella se negaba a ser nombrada como suboficial mayor, sin embargo y debido al tiempo y con ello la costumbre, al momento de ser nombrada como general de ejército, su sarcasmo por aquel título había comenzado a tomar notoriedad y dársela como una de sus tantas formas de ser. Recuerda que solía reírse cuando su madre decía con una seriedad carismática "esos idiotas no pudieron lograr en diez años lo que yo en cuatro años".

    A pesar de que a algunas no les caía en gracia el sarcasmo ufano de la mujer, incluso callaban sus pensamientos al recibir una sola mirada de ella.

    Estaba plenamente orgulloso de haber sido educado por ella. Y a la fecha Jimin se asegura que no sería nada sin ella presente, o si quiera, no sabía de lo que sería de su pobre existencia sin ella haber estado presente; justo en aquellos momentos agradecía a su madre biológica al haberlo confiado con una mujer que no sólo le había enseñado a controlar sus dones, sino que lo había educado en ámbitos sociales, transformando su ética, moral y crítico propio para el bien. Aprendiendo con el tiempo que sus dones eran una bendición, pero también podían ser la perdición de todos.

    Aunque, todavía había algo con aceptar lo último.

    Y cada que recordaba el fatídico día Blanco se repetía múltiples veces que jamás debía perder el control de sus bendecidos dones, al menos si no quería volver a causar una catástrofe del tamaño del propio oriente, inclusive, tres veces su tamaño.

    Muy al contrario de Jimin, quien aún buscaba cómo ser la mejor persona en el mundo, cómo mejorarlo y hacer la paz con la mayoría, Jennie sabía que aquello de algún modo no podía ser. La mujer sabía perfectamente que Jimin velaba por el bien de los demás, anteponiendo a otros antes que a sí mismo. Jennie sabía perfectamente que no sólo ella, sino que el pueblo mismo había repercutido en aquella actitud de su pequeño Jimin, volviéndolo no sólo dócil, sino que también muy generoso y humilde, llegando a grados que incluso no eran aptos para un joven de su edad y menos en esas épocas.

    Era por eso que Jimin desde el primer momento fue algo valioso, fuera de sus bendecidos dones, el joven era una pieza que pocas veces pudo haberse hecho, escasas y limitadas en el mundo y su existencia.

    El joven Jimin era una pieza invaluable y limitada. Era escaso cual painita y tan bello e inusual como una Taaffeíta.

    Pronto, saliendo de su ensimismamiento, reparó en los pasos que se dirigían a su posición, que vaya que ya habría pasado un rato perdido en sus recuerdos, la luz radiante del sol del alba iluminando con mayor amplitud la vida de aquel lado de la tierra y la dirección de las sombras proyectadas en el suelo, fueron una clave para reprocharse por bajar la guardia por unos momentos.

    Tenía suerte de aquella simplemente ser una ocasión tranquila, sin embargo, no se perdonaría si bajase la guardia en un momento inoportuno.

    —¿Hay algo que quieras agregar? —cuestionó la fémina de voz potente, suavizándola al saber de antemano que su pequeño estaba saliendo de uno de sus episodios de mirada infinita.

    Jimin ladeó la cabeza, sin comprender.

    —Me refiero a que si hay algo que desees agregar a la decoración de tu boda, ya sea a la ceremonia o a la recepción —se explicó sin poder evitar rodar sus ojos—. Después de todo, es tu boda y son tus gustos, nosotros te servimos cual infantes con retraso mental severo.

    El sonrojo cubrió las mejillas de Jimin, abochornado con que Jennie le recalcase de alguna forma que la manada le servía sólo a él, y no siendo la primera vez, él sentía que aquello se trataba de un reproche sin una razón justificable; él jamás había pedido seguridad extra, él jamás pidió gorilas como guardaespaldas pisándole los talones e intimidando a veces su espacio personal, él jamás recuerda haber solicitado querer ser sobreprotegido

    Sin embargo, tampoco era capaz de hacerles cara a la manada con respecto al tema; por más comprensivos que pudiesen comportarse, sabía que tarde o temprano volverían a la misma rutina sobreprotectora. De verdad, quince años intentándolo le habían servido como aprendizaje y una lección de que no podía cambiar un comportamiento masivo como lo era su manada, continuaba teniendo esperanza de que aún podía, pero terminaba por decepcionarse y simplemente resignarse a ello.

    Vaya que ya estaba hastiado de intentarlo e intentarlo y siempre fallar.

    Por lo que, ante el pensamiento de no querer recibir más atención, negó con la cabeza, posteriormente otorgando a su rostro una sonrisa que le dolía y le irritaba, incluso le temblaba.

    Aún no sabía porqué dolía o siquiera porque en algún punto estaba cansado de sonreír, de no otorgar una felicidad auténtica, un aura perfecta e impenetrable con sólo exudar tranquilidad y humildad. Sin embargo suponía que en algún momento se acostumbraría, lo presentía así.

    —Perfecto, porque aún tengo cosas que hacer —aceptó la mujer saltando discretamente del gusto de saber que todo marchaba en orden—. Me alegra que poseas las riendas de tu ceremonia, ya estás madurando por fin.

    Jimin mantuvo su sonrisa, aunque supo que falló horriblemente en cuanto Jennie levantó una de sus cejas como reproche. A la mujer no se le escapaba nada de su pequeño, tal vez ella no lo mantuvo en su vientre o lo dio a luz, sin embargo, sí que lo había criado por su propia cuenta.

    —Te pareces a tu madre —recordó Jennie cruzándose de brazos—, con sus sonrisas falsas pero no por ello hipócritas, con su aura tan dócil y su carácter tan impertinente pero cómico.

    Justo ahí, con la mención de su fallecida madre, Jimin suavizó su sonrisa y mantuvo una sincera, una de melancolía junto al rubor de sus mejillas, contrastando hermosamente con su pálida piel.

    —Cuéntame de ella. —solicitó el joven, mirando suplicante a Jennie.

    La fémina no pudo hacer nada más que suspirar, doblegándose a la petición del menor.

    —¿Qué quieres que te cuente que no sepas ya? —cuestionó ella encogiéndose de hombros—. Físicamente te pareces a ella, las mismas mejillas, la misma piel tersa, tus manos, incluso, su sedoso cabello es igual a ella; el carácter se difiere entre ambos, tú eres sumiso pero no por ello no tienes agallas o valentía, supongo que esa fue herencia de tu padre. Sea quien sea que haya sido él.

    Jimin rió nerviosamente. Apoyó su peso en una de sus piernas y entrelazó sus dedos, Jennie ya sabía que vendría otra petición.

    —Ya que estamos en ambiente, no recuerdo que me hayas contado de él, o siquiera si se casaron como yo lo haré —mencionó Jimin, balanceando sus brazos como un toque nervioso y ansioso—. Sé que mamá fue alguien humilde, amorosa y generosa, sin embargo no me has contado mucho sobre ese aspecto.

    —La verdad, jamás le conocí a su pareja —recordó Jennie, sin embargo suspiró al saber que mucho del pasado de ambas su pequeño no lo conocía, por lo que con algo de melancolía procedió—. Jamás te lo conté pues no entraba al tema, sin embargo creo que llegó la hora. Tu madre perteneció a nuestra manada, sin embargo, ella jamás me explicó un porqué del cual su familia partiera lejos de aquí, supe que llegó a otra aldea, pero dejé de saber de ella desde entonces.

    Jimin borró por completo su faceta de nerviosismo, otorgando ahora un semblante más serio y que denotaba una plena atención. Jennie sonrió levemente antes de proseguir.

    —La ultima vez que la vi antes de partir de la manada, me dijo precisamente que iba a conseguir un futuro distinto, lucharía por crear el mundo y la vida que ella deseaba vivir —su rostro denotó tristeza—. Sorpresivamente, tiempo después tu madre mandó una única carta, sin embargo jamás hizo mención de una pareja o algo así.

    Jimin suspiró algo decepcionado de no saber más de su padre. Sabía lo necesario de su madre, o bueno, al menos las cosas que Jennie le contaba cada vez que él preguntaba; por supuesto que aún tenía curiosidad por saberlo todo de ella, quién habría sido, por qué habría sido quién era, si la amaban o no, o incluso, si habría dejado marca en el mundo antes de irse o no, Jimin sabía lo necesario de ella, pues aquello satisfacía su curiosidad por la figura de quien era su madre biológica, pero justo ahora tenía tantas cuestiones por realizar.

    Se sorprendió cuando Jennie contestó a todo aquello como si pudiese leer su mente con unas simples palabras.

    —Sé que aún quieres saber de ella, sé perfectamente que tu curiosidad aún no ha sido saciada completamente —le reprendió con una seriedad que no parecía del todo dañina, sino más bien comprensiva—. Sin embargo, ten seguro que ella justo ahora estaría orgullosa de ti, después de todo, tú eres su legado.

    Con la sutil sonrisa plasmada en el rostro de Jennie, Jimin inmediatamente quedó conmovido y más que convencido con aquella respuesta obtenida. Al menos sabía por boca de alguien que fue cercana a su madre que de ella haber estado aquí y aún con vida, seguramente justo ahora le estaría sonriendo, abrazándolo y felicitándolo por su decisión, otorgándole palabras de aliento y confort.

    Aunque, tal vez igual de bueno que lo serían sus abrazos, recibió uno corto por parte de Jennie, sin embargo con un calor y cariño de entrever muy conmovedor.

    —Listo, ahora hay que ir adentro, necesitas una ducha niño, apestas a omega mimoso. —le reprochó la mujer con tono severamente bromista, lo que le sacó a Jimin una carcajada al entender la referencia.

    Ambos, sin prisas, se encaminaron hasta su hogar, en donde finalmente comenzaron con sus rutinas del día, al menos por ahora, ajenos a todo lo demás.

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Tenemos el gusto de comunicarles por este medio
el próximo enlace matrimonial e invitarles
a la ceremonia nupcial de nuestros amados

Lee Taemin
&
Park Jimin

Ceremonia que será llevada a cabo el glorioso día
20 de Enero de 1722.

Los esperamos con los brazos abiertos a esta celebración,
una unión como ninguna otra.

Ambika.

    Una sonrisa surcó de sus labios al leer aquella invitación. Admirando la hermosa decoración floral que adornaba la esquina superior izquierda, la cual era la más destacable por poseer un gran tulipán pintado y rodeado por otras más pequeñas.

    Incluso se atrevió a suspirar melancólico al recordar su propia boda.

    Yoongi era plenamente consciente de que era una persona afortunada. Él sabía que era afortunado de poder poseer el cariño y el amor, la felicidad y la tristeza, la ira y la desesperanza a niveles parejos, yendo de un lado a otro y balanceándose con un peligro tan notorios que en algún punto el temor de quebrantarse o caer era inminente, tan previsible que incluso, para él, no era necesaria tanta preocupación con respecto al tema.

    Por ello, vivía la vida a como podía y gozando de cada instante. Su inminente capacidad para afrontar la situación con gran madurez, sabiduría y de vez en cuanto actuando por los golpes bajos de un ser cambiaforma como él.

    Era de esperarse, después de todo, ahora una manada dependía plenamente de él y de su pareja. Por mucho que aquello no le gustase, así era. Aunque para su fortuna contaba no sólo con la ayuda de su padre, ex líder de la manada, sino también con el apoyo de su hermosa y fiel esposa, Somin, quien desde antes de su matrimonio lo había conquistado con su espíritu libre y osado, demostrándole desde inicios de su amistad que ella era una excepción a todos los estereotipos errados sobre las omegas, el carácter decidido y valiente eran claves en su personalidad y su esencia. A la actualidad sólo diría que no se arrepentía para nada el haberle solicitado que aceptase su cortejo, mucho menos cuando le propuso matrimonio o aquel glorioso día en donde, después de casarse, celebrar su unión con su manada y consumar su matrimonio, unos días posteriores, su amada mujer llegase con la noticia de que ahora yacía en cinta. Jamás olvidaría la emoción que sintió al recibir aquella noticia.

    Y al recordar su historia juntos un calor se aglomeró en su pecho, haciéndolo sentir cálido, satisfecho y completo, aunque también pudo sentir una emoción externa, una felicidad y una simpatía que ni podían más que provenir de su esposa, haciendo estirar su lazo en un perfecto equilibrio y complemento de emociones; sabía gracias al lazo que su esposa era feliz al lado de su hija, confirmándolo cuando una ola de calor lo hizo sumergirse momentáneamente en su mente, sacándole una sonrisa sutil aunque sincera y suficiente.

Adoraba el lazo tan bueno que compartía con Somin, más allá de una costumbre, era debido al amor puro que había surgido con el pasar del tiempo, creciendo juntos con los días, meses y años hasta finalmente alcanzar la madurez y al final, como la mayoría en el pueblo ya lo sospechaba, terminasen juntos uniéndose en sagrado matrimonio.

Y sin olvidar cuando la primogénita de la manada llegó a oídos de todo su pueblo, aún podía recordar cómo si fuese ayer la gran celebración que como mínimo había durado una semana.

Ante la brisa que golpeó su rostro, acelerando el ritmo en reiteradas ocasiones.

Levantó su mirada de la invitación que yacía enfrente suyo, junto a algunas cartas y algunas otras provenientes del alto mando. Unos ojos marrones claro, que brillaron en un familiar sentimiento, se toparon con los suyos propios. Al reconocer a la chica de una larga melena naranja su leve sonrisa se esfumó por completo, autoexigiéndose guardar la compostura, más ahora que la situación con las manadas estaba resultando catastrófica. Una verdadera odisea.

—¿Requerías algo, señorita Yie? —cuestionó volviendo a sostener la pluma que había dejado de lado, centrándose ahora en uno de los papeles en su escritorio.

Nada más que autorizaciones de su noble guardia, mismas que palomeó y finalmente firmó, haciendo el papel a un lado.

—Seré directa, señor, el joven Jeong ha ido a hacer su recorrido habitual, sin embargo detectó un putrefacto olor y de inmediato regresó más que pálido y con la noticia de que la manada Ursus fue atacada —informó la fémina con los puños apretados a sus costados—. El rumor se esparció con rapidez y ahora nuestra noble guardia sospechan que pueden venir directo hacia nosotros, algunos temen que acabemos igual que la honorable manada del señor Cho.

Yoongi inmediatamente despegó su mirada de las hojas frente suyo, encarando a la fémina con el ceño fruncido.

Claro que conocía a la manada Ursus, junto a la manada de los Cho y la suya eran las más cercanas de la manada Ambika, a ambas otorgándoles la eterna confianza que implicaba el resguardar y proteger a la misma. Sin embargo se sorprendió con dolor al ahora enterarse del ataque, pues lejos de significar que muy posiblemente y hasta efectivamente irían a por ellos, le dolía el siquiera escuchar que nadie se había salvado, pues esa manada se caracterizaba por la bravura, siempre fieles y protectores ante todo.

—¿Nadie se salvó? —cuestionó preocupado.

La mujer frente suyo negó con un pesar en sí misma.

—Nadie; se encontraron cuerpos a las orillas de la manada, sin embargo no pudieron escapar, los cadáveres fueron hallados degollados —aclaró la mujer, apretando sus párpados ante la simple imagen que se le venía a la mente al mencionarlo—. Incluso los del alfa Cho Kyuhyun y su marido Cho Sungmin fueron hallados no sólo degollados, sino que con marcas de tortura.

Yoongi suspiró con pesar, cubriendo su rostro con sus manos y arrastrándolos hasta su mandíbula, en donde cubrió su boca con una mano y habló más fuerte para ser entendido.

—¿Siguieron el protocolo en estos casos, cierto? —se aseguró, mirando a la nada.

—Por supuesto, señor Min; bien sabe usted que yo nunca osaría a olvidar las reglas y normas establecidas para cada situación.

Yoongi sólo asintió.

Comúnmente en cada manada se habían establecido reglas específicas que giraban no sólo en la protección de los Ambika, sino también en cuanto surgieran inconvenientes respecto a la desestabilización de alguna otra manada, como en este caso, el atentado contra una de ellas.

    El pelinegro rápidamente se levantó de su silla, haciéndola rodar, aunque prácticamente la había empujado hasta hacerla chocar contra la pared, se recargó en su escritorio y miró a la fémina, a aquella mujer responsable de la noble guardia.

    —Primero, reúne a todos en el centro del pueblo. Segundo, haz que preparen a los caballos, partiremos esta misma noche hacia la manada Ambika para discutir los asuntos de seguridad. Les enviarás ya mismo una carta a nuestro nombre, para que estén al tanto de nuestra llegada —ordenó con voz firme, frunciendo mucho más su ceño—. Sea lo que sea, procuraremos que nadie ni nada se les acerquen.

    La mujer asintió a la orden.

    —Enseguida, mi señor.

    Yoongi de inmediato escuchó los pasos de la fémina alejarse hasta que la puerta cerrándose le informó sobre su partida. Una vez solo, inhaló y exhaló con pesar, tratando de analizar la información recién adquirida. De verdad que desearía rendirles los días de luto, guardarles respeto y desearles un buen camino al más allá, a un descanso eterno donde podrían habitar por la eternidad; sin embargo lamentablemente no era tiempo para lamentos, no cuando evidentemente los mundanos se acercaban más y más, peor con el reciente cambio de mando con su grupo de usurpadores.

    Esa mujer era todo un peligro.

    Golpeó su escritorio con fuerza una última vez antes de comenzar a rondar por la habitación mordiéndose las uñas y arrancando de vez en cuando los pellejos que sobresalían con tentación, malas costumbres que tomaba cuando estaba nervioso o estresado, incluso aún después de años conviviendo con la sensación aplastante del estrés, si se dejaba consumir por ella definitivamente estaba perdido, o lo estaría.

    Con cada paso que surgía rondando por su oficina, era una excusa para irse preocupando más y más, exigiéndose a sí mismo lo que presentaría ante los de la manada Ambika, cavilando la situación, reforzando sus argumentos y peticiones para asegurarse de que la manada siguiese protegida, resguardada y oculta. Tanto al pueblo como a la leyenda que protegían.

    En cuanto cumplió la mayoría de edad, tuvo el privilegio de saber el porqué era tan importante la misteriosa y anónima manada Ambika, siendo que sólo los siete pueblos sabían sobre su existencia y los líderes de cada una conocían sobre su ubicación exacta.

    Durante décadas había sido tendencia una curiosa leyenda, una en donde supuestamente la reencarnación –como era la versión con la que había crecido– de la diosa naturaleza se presentaría por la eternidad en la tierra, obteniendo una apariencia tan única y sin igual, de delicados rasgos, de apariencia inocente y de un dócil carácter, aunque igual que como era de tentadora su forma física, era igual de letal. Regido por sus emociones, con una lágrima podría ocasionar una gran tormenta, un suspiro, un huracán, un grito, una tempestad sin más. Y tan exageradas como sólo podrían ser aquellos relatos, en cuanto se supo que la chica –conocida coloquialmente como Chaeyoung– quien engendraría a la leyenda había nacido, su manada de aquel entonces no dudó en protegerla.

    Fue una grandísima controversia cuando en una noche de descuido, la chica se escabulló con su amado lejos de la zona Reign, dejando atrás un completo caos y pánico.

    No se supo más de ella hasta que volvió momentáneamente hasta su antigua manada, dejando a su legado en manos de su compañera, Jennie. Posterior a ello, lo único que obtuvieron de noticias había sido, lamentablemente, su perecimiento. Junto a ello, sucedió una de las catástrofes más recordadas y lamentables que todos podrían recordar, pues el hijo de Roseanne Park había caído dolido ante la noticia de su madre fallecida, desencadenando catástrofes casi que inimaginables, aquel día, lo único que se recuerda fue el cómo la tierra tembló, cómo un huracán potente surcó varias ciudades, cómo un diluvio acompañado de una gran tormenta inundó las calles, la marea subió y en otras partes con menos suerte una gigantesca ola arrasó pueblos enteros, inclusive la forma tan brusca del cómo algunos volcanes hicieron erupción sin oportunidad de dar salvación a aquellos que viviesen cerca. Un suceso que la mayoría llama: el fatídico día blanco. Una prueba de lo potente que era la capacidad de aquella reencarnación de la diosa naturaleza.

    Sin embargo, más allá de ser una tragedia para los shifter, fue una prueba factible para la humanidad de que aquella leyenda era cierta, teniendo ahora un propósito y una excusa para desearlo. Nada más que un control sobre una fuerza mayor, qué mejor que obtener a esta deidad en su bando.

    Por ello, desde inicios de la alianza de estas manadas con la manada Ambika, se tuvo como propósito principal el protegerla, resguardarla y asegurar un bienestar, manteniéndolos siempre en un anonimato bien elaborado.

    Pero por sobre todo, las siete manadas coincidían en algo: nadie obtendría a Park Jimin.

    Al recordar aquella promesa que su manada, la conocida manada Edevane*, había hecho delante de las demás y hacia la Ambika, su ceño se frunció, sus manos se hicieron puño y su postura volvió a estar firme. La seguridad volvió a él.

    Con pasos decididos se encaminó hasta salir de su oficina, siguiendo el único pasillo que guiaba a la salida. Tomando la manija y girándola para finalmente encarar a su pueblo, teniendo en mente informarles sobre su partida inmediata hacia la manada Ambika.

    Al menos ese era su propósito ahora.

    Dirigiéndose hacia el centro del pueblo, en donde todos yacían reunidos, llegó con la cabeza en alto, seguro e imponente como sólo él podía serlo. En el trayecto hasta llegar al centro del círculo pudo visualizar ahí a su esposa, junto a su pequeña chiquilla de casi dos años. Sonrió levemente antes de inhalar profundo, girando sobre sí para encarar a su gente.

    Dio una rápida mirada a los presentes, distinguiendo a casi todos ahí. Al confirmar que casi todos yacían mirándolo, finalmente habló.

    —Bien, supongo que se preguntarán el porqué los reuní aquí —aseguró para iniciar, recibiendo algunos murmullos que lo confirmaron—. El asunto es que partiremos esta noche a la manada Ambika por asuntos de seguridad.

    Rápidamente, como lo esperaba, recibió exclamaciones en voz baja sobre lo que acababa de informar, denotando la preocupación y confusión. Suspiró al sentir también la mirada dudosa de su esposa.

    —Lamentablemente he recibido la noticia del ataque hacia la manada Ursus —más exclamaciones sorprendidas y angustiadas, sintiendo la pérdida también—. Y debido a que, aparentemente, nadie sobrevivió, iremos a discutir sobre la seguridad de Ambika y sobre las acciones que se tomarán con respecto a estos ataques que, gracias al cambio de líder de los humanos, aumentan y son más despiadadas.

    La gente poco a poco comenzó a ser más escandalosa con sus exclamaciones, alterados y asustados con lo que escuchaban, temiendo no sólo por su vida sino también por la de sus familiares. Yoongi, perdiendo un poco los estribos, un pequeño cuerpo fue depositado en sus brazos y los pasos que bien distinguía se adelantaron y con agilidad vio cómo uno de sus brazos lanzaba una daga hacia un pequeño árbol en donde colgaban algunos letreros, haciendo que uno cállese al suelo. Inmediatamente la gente guardó silencio absoluto, mirando sorprendidos a su mujer.

    —Agradecería que se callaran. El señor Min aún no termina de hablar. —demandó su esposa

    Tan rápido como habló, de la misma forma volvió a tomar en brazos a su pequeña creación y a posicionarse a su lado, mirando a su gente con recelo, preparada por si la gente volvía a alterarse.

    Conocía lo suficiente a su pueblo como para saber que, antes siquiera de ser líder de la manada, la gente ya la respetaba, incluso algunos le temían con levedad. Y debida admitir que en ocasiones, él también temía de sí mismo, pues ver a Somin frustrada, cansada, estresada o peor, furiosa, no eran experiencias gratas, tal vez cómicas para aquellos quienes disfrutasen de desgracias ajenas.

    Le agradeció a su mujer en silencio, con un rostro neutro y una mirada un tanto apacible, nadie más que ella podría saberla.

    —Bien, ahora que tengo su atención nuevamente, les solicito que, por mi parte también, lleven a cabo el día de luto que se acostumbra en pérdidas de este tipo —pidió, dando una rápida mirada obteniendo afirmaciones silenciosas—. Como es costumbre cuando parto por un corto periodo de tiempo, mi esposa quedará a cargo. Cualquier duda, lo saben, se lo comunican.

    Inmediatamente su gente asintió, teniendo la certeza de que este asunto sería tratado de inmediato y su líder volvería pronto.

    Como siempre, el pueblo Edevane confiaba plenamente en sus líderes, tan sabios como justos y tan solidarios como venerados por la mayoría.

    Y Yoongi diría que tenía la certeza de ello.

    Al caer el atardecer, Min ya poseía la mayoría de sus cosas preparadas para la reunión con los Ambika; al menos lo básico y lo que necesitaría para exponer sus argumentos y respaldar sus peticiones de aumento de protección, incluso, el traslado de las manadas a otro lugar. Tanto él como los hombres que lo acompañarían, yacían con los caballos preparados con sus monturas contrastables del pelaje del equino, sin ser él la excepción, pero portando su clásica espada, invicta*. La funda azul marino contrastaba a la perfección con los detalles plateados que formaban siluetas extrañas, enrollándose a su alrededor como si lo protegiesen, la empuñadura era igual.

    Bajando la mirada, se entretuvo en admirar su propia espada, sacando lentamente la misma y dejando parte de la hoja a la vista, ahí donde yacía escrito el nombre de la misma, invicta resplandecía como la justicia misma, la sabiduría y admiración le acompañaban en ambos colores.

    —Mi señor, es hora de partir. —le informó Yue.

    Yoongi asintió y guardó la espada en la funda nuevamente, tomando las riendas de la cabezada haló al equino, llevándolo hasta uno de los límites de su pueblo, ahí donde iniciaba el bosque y sus penumbras, con sus despampanantes misterios y temerarias leyendas.

    Al llegar, se topó con la guardia que lo acompañaría, lista y esperando por su señal.

    Antes de siquiera dar un paso más para acercárseles, su nombre fue pronunciado unos pasos detrás de él, distinguiendo con rapidez el tono suave y su preocupación denotando a través de su lazo. Se giró a ver a su mujer con una sonrisa sutil en el rostro, encontrándose también con su pequeña hija, chupando sus dedos y mirándole directamente.

    —Queríamos despedirnos apropiadamente de ti —habló su esposa, correspondiendo a su sonrisa—. Y también, a darte esto.

    En la mano que le extendía, yacía un colgante de madera, uno con la forma del símbolo de su pueblo. Yoongi lo admiro antes de tomarlo en sus manos, sintiendo lo perfectamente tallado que estaba y los detalles que le dejaron conmovido.

    —Gracias, cielo —agradeció volviéndola a mirar—, pero no era necesario, no me iré por mucho tiempo y volveré antes de que lo esperes.

    Su mujer alzó una ceja y sonrió ladinamente, exponiéndole su poca creencia ante ello y el conocimiento previo, por experiencia, de comenzar a dudar sobre esas palabras.

    —Haz dicho lo mismo ocasiones anteriores, en un viaje que se suponía sería de sólo tres días se extendió a una semana entera —recordó su mujer, mostrando su inconformidad y dramatizando cómicamente lo dicho—. Y eso por mencionar la más leve y de la que me acuerdo justo ahora, teniendo la mayoría de las veces como coincidencia donde me envías un telegrama uno o dos días después de extenderse tu partida.

    Yoongi río discretamente, en un acto involuntario de nerviosismo, aceptando que lo que decía su esposa era cierto.

    —Lo sé, sin embargo hoy llevo buenos argumentos, estoy seguro que discutiremos esto rápido y llegaremos a un acuerdo justo —sus manos señalaron los rollos que uno de sus guardias llevaba acumulados en un bolso, que se sostenía a la montura del caballo—. Tardaría día y medio en llegar si fuésemos a paso tranquilo, sin embargo, como bien has de saber que hoy no será así, tardaremos como máximo medio día, y eso ya exagerando.

    Su mujer suspiró resignada, asintiendo en forma de aceptación a lo que su esposo decía, confiando en su palabra; aunque tampoco es que necesitara de confiar en él plenamente, pues la situación que se presentaba era de extrema urgencia, obviamente se trataría lo más pronto posible y se discutirían acuerdos o se tomarían las medidas adecuadas para tratar con ello.

    De inmediato, la fémina se acercó hasta su marido para otorgarle un abrazo aún con su pequeña en medio de ambos, cosa que provocó que se removiera inquieta y sobre todo, se aferrase al cuello de su padre. La pequeña comenzó a carcajearse en cuanto fue sostenida por su padre y llenada de besos en todo su rostro, mimada y consentida pero no por ello insolente y berrinchuda.

    —Papi te va a extrañar —le dijo a su pequeña acariciándole una de sus mejillas y apretando posteriormente su nariz mientras fruncía la suya— Pero por mientras, prométeme que cuidarás a mamá.

    La pequeña, ordenando las palabras e identificando algunas claves, como lo eran "promesa" "cuidar" y "mamá", asintió con efusividad y con una sonrisa amplia que mostraba sus encías, reflejando luz en su mirada debido a lo intensa y expresiva que era.

    —Lo pometo. —aseguró la pequeña, levantando su manita con el meñique alzado, demostrando la fidelidad de sus palabras.

    Yoongi le correspondió la sonrisa, idéntica a la suya, y regresó a su pequeña a los brazos de su madre, en donde su hija se aferró con fuerza a su cuello.

    —Yo te potejo de todo, mami. —aseguró la pequeña, tratando de sonar amenazante.

    Al contrario de rodar los ojos, Somin le siguió el juego a su pequeña, suspirando y haciendo un gesto de alivio completo, como si se sintiese a salvo con que su hija la protegiese de todo mal.

    Lamentablemente, aquel momento familiar tuvo que verse interrumpido cuando la señorita Yue le insistió sobre lo mismo, necesitaban partir ya si querían llegar a tiempo.

    —No te preocupes. —le dijo Yoongi a su esposa, asintiendo en su dirección.

    Inmediatamente se dirigió a su caballo, pasando la rienda por la cabeza de su corcel y finalmente, antes de siquiera subir un pie e impulsarse, sintió un brazo hablando de él y dándole vuelta con agilidad, sintiendo instantáneamente unos labios suaves impactar con los suyos, siendo suave pero firme de inmediato reconoció la textura de los mismos, igual que su dulce sabor como la precisión y, en este caso, pasión con la que le otorgaba aquel ansiado beso.

    Al separarse para recuperar un poco el aliento, los ojos expresivos de su mujer le otorgaron una mirada de advertencia, aunque siendo opacado por la preocupación.

    —Si no vuelves en menos de cinco días, te quedarás en abstinencia un mes. —advirtió con la voz firme.

    Yoongi amplió sus ojos, sorprendido por la amenaza que su esposa le estaba dando. Riendo nervioso al final, se aferró a la cintura de la fémina y volvió a besarla con fervor, obviando el hecho de que aquel momento pudiese pasar a más e importándole poco que su guardia los viese así. Al final, otorgó una caricia en sus caderas y le brindó una sonrisa antes de finalmente girarse para montar a su caballo.

    Aunque nuevamente se vio interrumpido, cuando un escándalo se escuchaba a la lejanía, si agudizaba su oído podía distinguirla en el centro del pueblo, con hombres destacando en reclamos e insultos.

    Yoongi le otorgó una mirada a su esposa, topándose con que ni bien perdiendo el tiempo ella yacía corriendo hacia el alboroto, él mismo se le unió poco después sin titubear, escuchando detrás a sus guardias bajando inmediatamente de sus corceles y siguiéndolo.

    Al ser shifter, sobre todo de la especie lobo, su corrida fue rápida y ágil aún siendo humano y poseyendo encima suyo ropas que eran un tanto pesadas y acaloradas para la época del año. Por lo que en poco tiempo pudo llegar hasta el tumulto de personas quienes rodeaban desordenadamente a algo de lo que él era ignorante; así que en cuanto varios lo divisaron, exclamaron con esperanza que su líder había llegado.

    Abriéndose camino entre la multitud, pasó sin problemas hasta que llegó al origen de todo aquel desorden, inconforme con no solamente su aldea ser alterada de tal magnitud, sino porque delante suyo aparecieron las personas a quienes menos quería ver.

    Sorpresivamente, no visualizó a su esposa en ningún lado, caso que lo extrañó.

    Sin embargo, caminó con presunción junto con sus guardias hasta toparse cara a cara con quien destacaba por ser el líder de aquel séquito de personas.

    Su aspecto era de un clásico rubio miel, acabando en raíces que se veían marrones, dato que le confirmaba que posiblemente fuese tintado; de ojos verdes grandes y expresivos, de pómulos definidos, de mandíbula afilada y le acompañaba una expresión de sonrisa socarrona, una que soltó una carcajada complacida. Aparte de tener el porte ancho, musculoso y tonificado, la actitud que exudaba de cada parte de él, le irritó en sobremanera.

    —¡Puntual como lo esperaba! Los alfas siempre tan preocupados por su perruno grupo y demostrando imponencia cuando no son más que unos débiles y flacuchos con el corazón tan podrido. —exclamó con ademanes muy exagerados.

    Yoongi endureció su rostro, apretando la espada en su mano y levantando el mentón, no dejándose intimidar por aquel hombre que evidentemente también era más alto que él, aparte de los leves tacones en las botas que portaba.

    —¿Qué quieres? —cuestionó con brusquedad, sin atreverse a ocultar su descontento por su presencia.

    El rubio delante suyo exageró una expresión de dolor profundo, como si de verdad se sintiese ofendido por no ser tratado con cortesía.

    —Es una pena que no lo sepas ya, pero me causa gracia —el hombre carcajeó llevando sus manos a su estomago, como si de verdad le resultara cómico el asunto—, el líder del pueblo Ursus cuestionó lo mismo y al mismo tono que tú, Min Yoongi.

   La gente a su alrededor comenzó a hacer alboroto, reclamándole al sujeto que aquello era una gran falta de respeto, no sólo al mencionar a un honorable líder como Cho a su conveniencia estando en luto, sino también por referirse a su líder con su nombre de pila.

    Yoongi obvió la situación y aquella falta de respeto, volviendo a mirar al tipo.

    —Es una verdadera lástima que Cho Kyuhyun haya acabado como acabó —se lamentó el hombre con un falso pesar—, pero espero no me decepciones, Yoongi, he escuchado buenas cosas de ti y sobre todo siempre destacan en que eres muy recto, leal pero por sobre todo, darías la vida antes de revelar algo o de pelear hasta la muerte defendiendo algo.

    Las pisadas de sus guardias se adelantaron, desenvainando ellos sus espadas y apuntando a las personas frente suyo, siendo amenazados de vuelta por algunas armas de fuego. El tipo soltó una risotada con verdadera gracia, siendo cómico para él la forma tan dramática en la que reaccionaban.

    No había nada de qué temer, siempre y cuando colaboraran.

    —Deberías agradecer que la señorita Hayley Blair nos ha contado sobre ti, y vaya que nos ha contado bastante, claro, no tanto como al protagonista de la leyenda de la Naturaleza, pero nos ha dicho cosas —confesó con un mohín en el rostro—. De verdad le impresionas y le interesas, eres como su segunda opción en caso de no poder dar con la del dios de la Naturaleza.

    Al ver de reojo como los de su pueblo también mostraban cara dura y algunos hasta los amenazaban con armas conseguidas de forma improvisada, la mayoría rocas y algunos otros estacas, suspiró. El grupo de aquel tipo también avanzó unos pasos para poder amenazarles con mejor puntería y libertad.

    —Lo repetiré una vez más, ¿qué quieres? —su voz se había hecho unos tonos más alto e imponente, sorprendiendo a varios ahí presentes pues muy raras ocasiones aquella voz salía a relucir.

    El hombre sonrió de lado.

    —En deducción seguramente repruebas —se dijo más para sí mismo que para otro en realidad—. Queremos que nos des la ubicación exacta de aquel cuya identidad es desconocida, pero la existencia confirmada.

    Yoongi apretó la funda de su espada en su mano, sintiendo como los detalles, que estaban grabados con otro material que sobresalía, se apretaban contra su piel y le causaba un dolor que sólo lo incitaba a desencadenar su ira.

    —No lo sé, y de saberlo, ¿por qué lo haría? —retó Yoongi con el mismo ceño fruncido.

    El tipo bajó rápidamente su mirada a la mano de Yoongi, aquella donde sostenía su espada, soltando una carcajada ahogada y sutil.

    —Te conviene, pues es aquí donde te pregunto, ¿qué es más importante? ¿Tu inmundo pueblo o una persona que puede otorgarte el poder de controlar la naturaleza? —cuestionó con sorna el hombre, complacido con escuchar el silencio tras su pregunta.

    Yoongi no necesito mirar alrededor para confirmar que efectivamente tanto el séquito de personas que acompañaban a ese tipo como su pueblo le miraban expectantes. Vislumbró los hombros de los mundanos sacudirse, sabiendo que su líder había acorralado al de aquellos repulsivos seres.

    Al no obtener una respuesta verbal, admirando la confusión en las pupilas de Yoongi y el brillo de ira iluminando sus ojos, el hombre soltó una estruendosa carcajada.

    —Lo sabía —confirmó con complacencia, sintiendo que había logrado su objetivo—. Te dicen ser leal a los tuyos pero prefieres a una deidad que ni conoces antes que tu propio grupo de infructuosos seres. ¡Vaya maravilla!

    El pueblo de Yoongi, en cambio, comprendiendo que su líder aún yacía en un debate mental, comenzaron a lanzarle insultos a los mundanos, exigiendo más respeto y confirmando que preferían incluso que su líder siguiese la justicia así sea dejándolos a ellos atrás; claro, algunos más por el impulso del momento, pero que dejó con buen sabor de boca al hombre, sintiendo que estaba a pocas palabras de poder exprimir al Min y obtener la información que tanto buscaba.

    —¡Silencio! —exigió alguien recién llegado.

    De inmediato Yoongi salió de su ensimismamiento, topándose con la figura de su esposa a unos pasos delante suyo, sintiendo la ira recorrerle a través del lazo, confirmando cuando la encontró con su espada teñida de carmín sobre blanco, como sangre salpicada y el Loyal* grabado en la funda; objeto y acto que al captar pudo otorgarle confianza y firmeza nuevamente. Levantó su mirada una vez más.

    —Para empezar, no eres nadie para venir aquí e insinuar a amenazarnos de esa forma —exclamó frustrada—; ustedes son las bestias aquí, arrasando con pueblos enteros y llevándose vidas inocentes, exigiendo una información que no se les es permitido a ustedes.

    El tipo, satisfecho con estar alimentando su sadismo, se acercó amenazadoramente a la mujer varios centímetros más baja que él.

    —Es una pena que un encanto como tú pertenezca a seres tan repugnantes como los anormales cambia formas.

    Yoongi, sin osar a moverse de su lugar debido a la confianza que tenía de su esposa, lo independiente y capaz que era, sin titubear ni doblegarse ante nada ni nadie, estuvo seguro como lo que sucedió pasaría. De inmediato, Somin tomó la mano del tipo que le acariciaba la mejilla y la apretó con fuerza –lastimándolo en el acto ante su fuerza como shifter que sobresalía por la de los humanos–, haciéndolo retorcerse y agacharse un poco por el dolor, facilitándole la acción de levantar su rodilla y golpear con precisión en aquella parte noble, donde le sacó un grito ahogado al hombre y arrodillarse ante ella.

    —Y es una verdadera lástima que un tipo como tú siempre sea desperdiciada con aquella actitud prepotente, arrogante y engreída —exclamó ahora ella con fingida lástima—, con más y justa razón mujeres estúpidas caen a tus pies y otras más sensatas, por más sincero que aparentes ser, te rechacen vilmente golpeando tu maldito ego. Por tipos como tú seguramente se tomarán mala fama después con aquellos que coincidan con tu aspecto.

    El hombre soltó un gruñido y siendo ayudado por varios de sus acompañantes a levantarse, se liberó con brusquedad y mirando con odio al matrimonio Min, ordenó con ira y una sonrisa más cínica.

    —Lo haremos por las malas entonces —su mirada se llenó de deseo—. Ahora.

    De inmediato como aquella orden había sido ejecutada, de la misma forma una guerra se impulsó en su pueblo.

    A pesar de que Yoongi y Jennie habían sido rodeados por sus guardias y yacían siendo defendidos por aquellos que intentaban atacarlos, Min buscó con la mirada entre la multitud alguna señal de su hija.

    —¿Dónde está? —cuestionó casi gritando.

    Su esposa comprendió de inmediato a lo que se refería, mirándolo de reojo pues ambos yacían espalda a espalda, mirando a todos lados por si ellos en algún momento también tenían que atacar.

    —Está a salvo, pero eso es lo de menos ahora, hay que el acabar con esto de una buena vez. —demandó su mujer.

    Yoongi comprendió perfectamente aquellas palabras, correspondiéndole la mirada de reojo y demostrando una sonrisa ladina.

    —¿Lista?

    La sonrisa de su esposa le confirmo la respuesta.

    —Siempre lo he estado, no me subestimes jamás.

    Y con aquello una vez aclarado, ambos salieron bruscamente del grupo ya algo mínimo de guardias y de inmediato, ya con espadas desenvainadas, se abalanzados a unos mundanos quienes sometían a una madre con sus dos pequeños. Siendo aquel ataque el último que realizaron juntos.

    El campo de batalla era sangriento; gritos, sangre y cuerpos esparcidos sin orden por aquí y allá, vidas arrebatadas mezclándose con inocentes y con aquellos quienes sólo se defendían.

    Inclusive, para comprobar la gravedad del asunto, varios ahora yacían convertidos en sus enormes lobos y atacando sin piedad, tal vez cegados por la ira o simplemente por hacer justicia, sin embargo, con algunos cuerpos de lobos caídos, algo cayó en Yoongi.

    Mirando a la mayoría de su pueblo desecho, reducido a simples cadáveres, le apretó el pecho. Con Invicta aún desenvainada, con gotas de sangre goteando desde poco más de la mitad, su respiración comenzó a acelerarse, con la impotencia y la necesidad de justicia subiendo por su garganta en forma de nudo, otorgó un grito desgarrador, uno que caló en varios integrantes de su manada, dejó caer su funda y la espada, y siendo impulsado por la furia, liberó sin remordimientos a su lobo.

    De inmediato, un lobo blanco apareció a ojos de la mayoría, de un pelaje visiblemente sedoso y brillante, de corpulencia maciza y firme, con una altura que evidentemente rebasaba la de los demás y unos ojos penetrantes cálidos.

    El gruñido que salió de su boca hizo a su manada luchar con más ímpetu.

    Acostumbrándose aún, caminó con lentitud para retomar el movimiento correcto de sus extremidades. Sin embargo, al ahora sus instintos estar más despiertos y más vivaces, sintiendo cada movimiento en su pueblo a flor de piel, desde los pasos hasta las respiraciones le eran familiares, por ello, pudo atacar con facilidad a aquel humano que yacía acercándose en su posición, con un grito de guerra que no hizo más delatarlo.

    En cuanto sus filosos colmillos perforaron la cabeza del tipo, haciéndola tronar en un crack casi silencioso, pudo visualizar por fin a su alrededor, distinguiendo entonces en la cantidad de personas que estaba esparcidas por el piso, con sus cadáveres atacados de diferentes maneras y con algunas extremidades torcidas de forma anormal o con partes de su cuerpo sangrando hasta el cansancio, explicando el porqué de su palidez.

    En ese momento, el animal tomó impulso para emprender corrida hacia uno de los humanos, saltando sobre su persona y atacando directamente su cabeza, perforándola con gran habilidad.

    La habilidad de su gran y pesado cuerpo era demostrada en cada ataque, que era precisa y nada titubeante, no temiendo matar a aquellos a quienes atacaba. La sed de justicia lo impregnaba por completo, haciéndole defender a aquellos a quienes podía, sin embargo, cuando acabó con la parte que más se alejaba del camino a la manada Ambika, repentinamente escuchó un quejido, uno agudo y adolorido.

    Por un momento, el trance se apoderó de su sistema, sin embargo cuando su marca dio un tirón tan doloroso que le hizo jadear y casi tirarse al piso de lo potente que era, reaccionó de inmediato.

    A pesar de lo insoportable que fuese, sus pesadas patas se movieron con rapidez, buscando con la mirada a su pareja, sintiendo cada vez peor el apretón en su pecho y su lazo tensándose de una forma peligrosa.

    El algún momento, cuando sentía cerca el olor de su pareja, sintió el llamado.

    Yoongi...

    Aquello fue un impulso mayor para ahora casi andar saltando hasta llegar al lugar donde el aroma de su pareja se asentaba con mayor potencia. Sintió la desesperación.

    Por favor...

    El sufrimiento y la impotencia.

    Yoongi...

    Y la partida.

    Justo en ese momento, sus patas frenaron abruptamente.

    Frente al enorme lobo, la escena desgarradora y explícita de su esposa tirada en el césped, con sangre saliendo de su trompa y con múltiples rasguños profundos en el resto de su cuerpo, impregnando su pelaje café suave de un color carmín. Sin embargo, retrocedió levemente hacia atrás al momento de reparar en su frente un agujero del que no hacía más que salir más sangre.

    Pronto reparó en que, ante su último suspiro, el lazo con su pareja se extinguió por completo. El dolor en su pecho fue como si finalmente hubiesen aplastado su corazón y sus pulmones dejasen de funcionar; la fortaleza de sus extremidades pronto se acabó y le dejó en absoluta impotencia, sin ninguna razón por la cual poder volver a levantarse.

    Sintió su alma quebrarse, desprenderse, como un papel mal pegado en alguna superficie.

    Incluso, como aquello no fuese suficiente, presenció en medio de su ensimismamiento la forma tan cínica y cruel en la que uno de esos humanos se acercaba a ella con cuchillo en mano y sin titubear lo enterraba en su pecho y lo arrastraba con fuerza hasta su estómago, abriéndola por la mitad. Aquel hombre grito y levantó el arma al aire, blandiéndola con victoria y un gozo tan cruel.

    Como si todo aquello fue un incentivo mucho mayor por el cual llenarse de ira, de desprecio y de absoluto asco por aquellos humanos, su expresión cambió. El resentimiento creciente en su pecho y la venganza nublando su juicio, olvidó su impotencia y con decisión se levantó, preparando cada una de sus extremidades para atacar.

    Sus colmillos siendo mostrados con gran potencia, incluso entre el gruñido que liberó, estos parecían brillar más.

    Tan pronto como aquellas personas escucharon su gruñido y voltearon a todas partes, tratando de buscar la procedencia del sonido, algunos ya con armas listas, de inmediato el enorme animal se abalanzó hacia ellos, decidido a matar.

    O al menos, eso intentaría.

    Se abalanzó contra el más desprevenido y al que casualmente estaba más cerca suyo, tirándolo rápidamente al suelo y quebrando su cuello, dejándolo así por muerto. Abalanzándose contra el que de inmediato se lanzó a atacarle, con el cual cambió de estrategia y optó por arrancarle la cabeza de un solo, sin piedad.

    Justo cuando iba por el tercero, alguien le atacó por detrás, disparándole con una de sus armas y acertando justo en su costado, sin embargo, con la adrenalina a flor de piel pero también el juicio y conciencia nublados por el sentimiento de pérdida, lamentablemente no pudo contra atacar.

    Sorprendentemente, ahora yacía atrapado por uno de los humanos, quien con buena puntería le había lanzado un lazo a su cabeza y la había rodeado con fuerza, mientras que aprovechando aquel agarre, otros más se le fueron encima, algunos preparados por si decidía abalanzarse nuevamente.

    Pronto, ahora yacía sometido por aquellas personas, quienes se reían frente suyo y gozaban de haberlo atrapado. Algunos decidiendo que hacer con él y otros peleando por su blanco pelaje o alguno de sus grandes colmillos y usarlo como collar y trofeo de haber arrasado con una aldea de la que mucho se hablaba era poderosa, aunque, otros más, habían comenzado a golpearlo con rabia, repudiando su existencia.

    —A callar. —alguien ordenó detrás de una mujer rubia.

    De inmediato los golpes y las pláticas cesaron, prestando total atención a aquel hombre que reconocía como su líder.

    —Ya nos ha dado lo que queríamos —expresó el hombre con una mueca asqueada en el rostro—. Agh, sólo vámonos de aquí ya.

    Un hombre cuestionó —¿Qué nos ha dado, señor?

    Tan pronto como la pregunta fue formulada, el tipo sonrió con cinismo y levantó su mano derecha, mostrando tanto un mapa y una carta, más precisamente, aquella invitación.

    —El nombre y la ubicación del grupo de perros apestosos que estamos buscando —contestó con una expresión satisfecha y otorgándole una mirada de victoria—. Vámonos ya, no hay tiempo que perder, ¡tenemos una leyenda que capturar!

    De inmediato, los golpes a su cuerpo continuaron y el bullicio de sus hombres se hizo presente, expresando su victoria y aquella sed de dominar.

    Lo último que vio fue a aquel hombre acercándosele, agachándose hasta estar a su altura.

    —Al final, el Sol siempre resplandece.

    De aquella forma, cayó en la inconsciencia. Con sus párpados pesados cerrándose por fin y escuchando por último un aliento suyo.

    Un último aliento.

Edevane*: es un apellido muy raro que, al parecer, se originó en Gales. Significa "protector de la prosperidad".

Invicta*: Se podría traducir como "invencible" o también "el indomable", aunque de éste sería más desde el español a un latín (pedorro pero así es). Este vocabulario etimológicamente procede del latín "invictus"; del prefijo "in" privación o negación y "victus" que quiere decir vencido.
Pd: ¿por qué latín? Porque quiero y porque puedo y porque se me da la gana.

Loyal*: se podría traducir como "leal".

Y creo que ya, jajaja.

En fin, ¡hola de nuevo! Después de un tiempo sin actualizar, nuevamente me aparezco por aquí, sí, he osado a desaparecer. Sin embargo, la inspiración ha llegado y con nuevo playlist (de MDZS y/o TU), obviamente tenía que aprovecharlo. Lamentablemente no podré usar las canciones con las que pude escribir este capítulo (larguísimo, por cierto) pues las letras no van jajaja.

Y hablando de la extensión del capítulo, cuando lo terminé exclamé "al fin", pero ahora que le doy una releída para corregir errores como que ya le quito la gracia jaja, no me gusta pues siento que estoy dejando algunos cabos sueltos, pero bueno, tampoco quería alargar de más este capítulo, porque creo yo 8,719 palabras ya es mucho. Hasta para mí, simplemente cuando estuve a punto de acabar de escribirlo, recién me fijé en las palabras y dije: anomames, sí me mamé.

Pero bueno, les dejo este extenso contenido.

Hoy no desbloquean nada porque nope, no hay a nadie a quien desbloquear más que les he presentado ya nuevos personajes, que por cierto, yo misma opté por dejar vivir a la hija de Min ya que ustedes no lo hicieron en la elección pasada.

Error de ustedes. Y qué malas que son.

Al optar por esto, sacrifican a otra alma inocente, pésima causa.

Si al final yo termino por tomar las decisiones se van a arrepentir de no colaborar con esto.

Tómenlo como un ejemplo del porqué es necesario votar cuando yo se los propongo, de lo contrario tengo una guía para este tipo de casos y créanme, ya vamos por un camino al que nos pudimos evitar haber ido de no ser por su voto.

¿Consecuencias? Las verán más adelante.

Pero por ahora sólo puedo decir, pobre Jimin.

Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.

YoungMi17ⓒ.

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