Primera Causa.

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❝Espero que nuestro amor dure
por la eternidad.
Yo sólo deseo que nuestra eternidad
no sea extinta junto a todo
lo que conocemos.❞
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Jimin admitiría que poseía una paciencia innata, le gustaba siempre mantenerse relajado, tranquilo y feliz incluso, aquel trío de emociones desde tiempo atrás había sido parte fundamental en su desarrollo como persona. Detestaba con creces los sentimientos negativos, como lo eran la tristeza, la envidia o la ira, sentimientos de los cuales aprendió a la mala que eran malignos en él, destructivos hacia otras personas y dañino para otras.

Sus emociones siempre fueron una parte importante de él, fueron un pilar en su desarrollo y control de los dones por los cuales su manada, la famosa pero recóndita manada Ambika, liderada por el honorable señor Lee, ha estado cuidándolo y resguardándolo desde que era un bebé. Que por sobre todas las cosas, estaba muy agradecido y en deuda con la manada, con Jennie y el señor Lee.

Sin embargo, ¿qué podía hacer ahora con la organización de su boda? Era imposible mantenerse a raya cuando en las últimas semanas iba de un lado a otro, a pesar de su reciente dolor corporal, trataba siempre de ayudar, interviniendo en las decisiones de decoración, apoyando en cuanto a los elementos fundamentales en la ceremonia y sobre todo, estando en mayor parte de pie debido a la insistencia de Jennie por el traje perfecto.

Soltó un suspiro al recordar todo lo que estaba viviendo, de lo que era parte y de lo que en un futuro sería. Por supuesto que estaba emocionado por un futuro al lado de Taemin, aquel alfa de noble corazón, comprensivo y amoroso; podía imaginarse una vida a su lado, un romance puro y sincero, como mágico y único, incluso, más allá de un romance sin igual, podía visualizar a sus futuros cachorros corriendo entre brillantes risotadas por el patio de su hogar, mientras su alfa y él sonreían admirando su creación, lo que juntos habían forjado con amor y años de esfuerzo.

Jimin ya lo sentía cerca, sentía la felicidad llegar a él, la emoción inundando cada fibra de su ser, regocijándose ante el pensamiento de su prometedor futuro, siendo feliz como tantos se lo habían pedido alguna vez. Él era feliz, por supuesto.

Se sinceró consigo mismo con una sonrisa suave, amando la sensación de la suave seda de su traje para la ceremonia rozar sus dígitos, entrelazándose entre cada uno y haciendo lucir su piel pálida mucho más brillante, vívida y hermosa, como si aquella tela hubiese sido meramente diseñada para él. Admiró una vez más su traje de bodas, recorriéndolo nuevamente con la mirada por décima vez en sólo la mañana. Los pantalones ceñidos, siendo rodeados por un encaje que hacía un volumen precioso, casi comparándose con el de un vestido, cada bordado siendo más fino que el anterior; el torso cubierto de una fina y fresca tela que acentuaba su figura, rodeando su cintura y subiendo hasta su pecho que era cubierto por una ceda más gruesa, protegiendo su pecho y finalmente acabando en sus hombros, extendiéndose en mangas igual de ceñidas que el resto del traje, y ni hablar del cuello en forma de "V". Incluso sonrió con una inocente picardía, pues por costumbre los trajes de los omegas solían mostrar el vientre en signo de fertilidad, sin embargo Jimin había solicitado que no lo deseaba así, puesto que no lo sentía adecuado para la ocasión; más allá de no tener al cien por ciento una seguridad por su cuerpo o un suficiente amor propio, él no tenía que demostrar fertilidad, ya no pues la tarea estaba hecha ya.

Ya con más calma, giró sobre sí mismo y guió sus pasos hasta la ventana, aquella por donde los rayos divinos del sol salían con gran imponencia, siendo poderoso y vivaz. Le sonrió al día, cerrando los ojos otorgando confianza e inmediatamente recibiendo una brisa fresca a cambio, como si la naturaleza lo recibiera con gusto, reconociéndolo a través de toques sencillos como aquellos, tan sutiles a veces pero delicados, tratándolo como una pieza de cristal. En cuanto abrió los ojos lentamente, acostumbrándose de nuevo a la luz, vislumbró a la lejanía las reconocidas montañas del este, allá donde las temperaturas pueden ser repentinas, las brisas trogloditas y la naturaleza osada. Sin embargo, esperaba al menos algún día echar un vistazo a lo que hubiese del otro lado de aquellas montañas, tanto tiempo encerrado en la manada Ambika, sin conocer más allá del muro de árboles que se abrían paso más allá de los senderos, dejando atrás una profundidad densa en penumbras, sí, entendía que podría ser peligroso, pero nada se sabía de antemano sin siquiera haberlo intentado. Pero no reprocharía nada, su manada hacía lo mejor para y por él.

Con pesadez nacida ante la curiosidad que le causaba el más allá, se inclinó a la derecha, dirigiendo su caminata hasta la puerta de madera que, en cuanto la abrió, frente a él se abrió un pasillo algo extenso, en donde cuadros colgaban en las paredes y los colores contrastaban de una manera hermosa, aunque, por la costumbre como lo tenía por al albor de las mañanas, se dirigió a las escaleras, cada paso más cuidadoso que el anterior, más lento y silencioso, pronto entendió porqué lo hacía.

Los murmullos calaban desde ahí abajo, siendo tan bajos y casi inexistentes que sus pasos fueron poco a poco en puntitas, una vez llegando a la planta baja continuó la misma caminata, cuidadoso, silencioso y precavido. Se detuvo abruptamente cuando una de las voces habló en voz alta y evidentemente reprimiendo un grito, ahí pudo reparar en la conversación que estaban entablando, una voz femenina y otra masculina respectivamente.

Taemin volvió a hablar en voz alta alterado.

—No voy a poner en riesgo a la manada, Kim —aclaró una vez más su futuro marido, siendo firme en cada palabra—. Amo a Jimin, por supuesto, pero la manada también me importa, no voy a abandonarla ni a exponerla y mucho menos con los ataques que sólo se vuelven más frecuentes.

Escuchó un murmullo que no supo cómo descifrar, si tal vez hubiese dicho algo y si simplemente habían hecho algún gesto. Su palma se transformó en un puño, uno apretado y firme, recaudando resistencia y energía en el acto.

Pronto el murmullo de la fémina se hizo presente, y se enorgulleció de la calma que su figura materna siempre mostraba, así hayan sido los momentos de frustración del actual líder o lidiar con jóvenes de su edad; vaya paciencia la que se cargaba, era para privilegiada por ello, no en vano su espíritu guía era el cocodrilo, aquel pacífico, calmado, sereno y aunque territorial animal. Su madre siempre le había hecho justicia a su tótem otorgado cuando era apenas una niña entrando a la madurez.

Jimin llevó su otra mano hasta su pecho, ahí donde reposaba su propio tótem.

—Será mejor que guardes la compostura, Taemin —advirtió la mujer aunque con un extraño tono pacífico—. Yo también procuro por la manada, después de todo aquí he crecido, me preocupa que seamos los siguientes en ser atacados; sin embargo, tienes que irte con Jimin, tienes que ponerlo a salvo, él no puede quedarse aquí y bien lo sabes, menos con esos mundanos rondando allí afuera.

Pronto el bufido de Taemin, supuso, se escuchó en la sala, impaciente y ansioso por saber de lo que hablaban, sobre qué y porqué, aunque tal vez más importante, ¿por qué él tendría que alejarse de su aldea? ¿No se supone que pese a todo pronóstico ellos la defenderían, sin darle la espalda? Vaya que Jimin estaba confundido, mucho peor cuando se enteró de forma inesperada de lo que su madre contestaría a una cuestión impuesta en el trayecto de aquellos escasos segundos.

—¿Cuándo y en dónde fue el último ataque?

El suspiro antes de la revelación se hizo presente.

—Con la manada de los Cho, la manada Ursus —confesó con pesar en su pecho aunque impotencia en su semblante—. Y no creo que sea necesario decirte que no falta mucho para que vengan hacia acá, ya están por ese camino.

El silencio reinó. Aunque las inseguridades y temores de Jimin no. Jimin conocía a la manada Ursus, ambos líderes eran un amor por personas, aunque también eran grandes, toscos, bruscos y de vez en cuando brutos para algunas tareas, sin embargo eran nobles, leales y muy serviciales, valientes por sobre todas las cosas. Él sabía que habían unas cuantas manadas alrededor de la suya, más que nada por protección que de alguna forma siempre sintió que había sido así por y para él, pero saber que una de ellas había sido aniquilada ya por la avaricia mundana le hizo apretar su pecho, doler su garganta y dificultar su respiración.

Justo ahora se sentía como un culpable.

Y eso quedó muy en claro cuando el aroma llegó hasta ambos alfas en la sala, oliendo la impotencia, el dolor y la tristeza emanar del Omega quien continuaba escondido, siendo oculto y hasta protegido por una simple pared. Taemin de inmediato se encaminó hasta ahí, sin embargo fue detenido por la mujer quien al tomar con firmeza su brazo, le miró negando.

—Jimin, ven aquí, por favor. —solicitó ella con voz autoritaria, dejando a escuchar que no era una pregunta o una opción, era una orden que debía acatar.

Jimin obedeció.

Pronto con pasos firmes, cabeza gacha y sus brazos rodeando su torso en una forma de protegerse, terminó al lado de su futuro marido. Taemin de inmediato lo rodeó con sus brazos y lo apegó a su pecho, acariciando sus rubias hebras y rodeándolo con su varonil aroma. Ante la protección que aquellos fornidos brazos y aquel potente aroma proporcionaron, los sentidos de Jimin descendieron en intensidad, su aroma disminuyó y cambió a uno más tranquilo; incluso el aire que antes se había agitado ahora se había tranquilizado de nueva cuenta, siendo cotidiano y soso.

Jennie, en cambio, cruzó los brazos y una sutil sonrisa se implantó en su semblante, siendo sincero y siendo conmovida por la escena que ahora presenciaba. Ahora podía confirmar y reafirmar que el que su Jimin y Taemin hayan decidido comprometerse había sido la mejor de las elecciones, estaba segura que Taemin defendería a Jimin a toda costa, a pesar de su manada, de alguna forma Jimin estaría primero.

Aunque claro, de vez en cuando aún tenía sus dudas.

—Escuchaste todo, ¿cierto? —cuestionó Taemin con un tono que pretendía ser bromista, aunque le salió más serio de lo que le hubiese gustado.

Jimin sólo atinó a asentir aún escondido en el cuello del alfa, inhalando más de su aroma para tranquilizarse, no podía estresarse ahora.

—De acuerdo, aquí dejamos la conversación —informó la mujer, dirigiéndose hacia la puerta que daba ya a la salida—. Pero antes, chicos —se detuvo sin mirar atrás—, cuídense.

Finalmente la mujer salió de la casa, dejando detrás un mensaje que ambos captaron de diferentes maneras. Taemin sabía que más allá de cuidarse en la sanidad, se refería a que la decisión había sido tomada y no había vuelta atrás, no podía negarse y tampoco es como si quisiera o pudiera hacerlo, Jimin era su omega, pronto su esposo y justo después podría marcarlo como suyo, por supuesto que su manada era una de sus prioridades, sin embargo tenía la oportunidad de formar una propia, una solamente suya. Amaba a Jimin, lo hacía con creces; la euforia de saber que en unos pocos días finalmente se volvería su esposo le hacía sonreír, le recordaba lo dichoso que era y lo afortunado que sería de ahora en adelante.

Si bien la avaricia lo cegó en algún punto, pues su madre ansiaba tener a Jimin, hijo y reencarnación de la naturaleza, de su lado, protegiendo a su familia y otorgándoles ese reconocimiento, nadie se esperó que de verdad se enamoraran y la relación fluyera mediante el cortejo, uno que todo el pueblo presenció con abundante ternura, evidentemente la felicidad no se hizo esperar en cuanto él, frente a todos, con la luz del sol y el día como cómplices, le solicitó matrimonio a Jimin, vaya nervios que se llevó aquel día.

Y ahora, ahí estaban ambos.

—Taemin —susurraron cerca de su rostro, el aliento golpeando sus fosas nasales y tentándolo en el roce de sus labios—, ¿estás bien? Te perdiste un momento.

Pronto su mirada bajó hasta los labios del menor, quien los extendía en una apacible sonrisa; no pudo evitar contagiarse de aquella tranquilidad y terminó sonriendo de igual forma. En un acto impulsivo pero amoroso, juntó sus frentes y se perdió un momento en los hermosos orbes celestes que su pareja poseía, perdido en lo vividos que se notaban, la sencillez y lo cándido no sólo de su hermoso y cautivador mirar, sino que su ser, su pensar y su carácter eran en mayoría de aquella ingenua forma.

—No te preocupes, sólo recordaba —le informó cambiando su tono de voz, haciéndola baja y hasta ronca—. La forma en la que te conocí, lo hermoso que desde siempre estuviste, la ingenuidad, tu inocencia, tu dócil carácter y sobre todo, la paz que siempre logras emanar. Simplemente me he vuelto a enamorar.

En la timidez, abrumado por lo sincero que solía ser Taemin, nervioso por haber sido alagado con aquella intensidad pero a su vez suavidad, sonrojado y hasta acalorado por ello, sonrió y cerró los ojos a modo de una humilde negación, no necesitaba ser alagado, ni necesitaba aquellas palabras cuando él las conocía a la perfección, sin embargo ahí estaba siempre aquel acosador sentimiento de incomodidad pues de inmediato sus imperfecciones arrasaban con todo sentimiento cálido que pudiese o quisiese llegar hasta él. Aunque, contra todo pronóstico, aceptó gustoso el beso que el mayor inició con amor, saboreando su boca una vez más, recibiendo gustoso y dichoso la fortaleza compartida, una en donde se sentía bien, feliz y satisfecho.

Taemin, desde siempre, había sido un cursi de primera, un romántico y un caballero desde el primer instante en que lo conoció, a pesar de su nerviosismo derivado en torpeza juvenil, el mayor siempre se había esforzado en conquistarlo, en quererlo y apoyarlo bajo cualquier circunstancia. Se centró en amarlo hasta el final de sus días, en otorgarle confianza y paciencia; la sabiduría de su cariño y un amor jovial eran signos de una pureza incomparable.

Así lo sentía Jimin. Era correcto para él.

Su romance había sido inocente, ingenuo, sincero y mutuo hasta la fecha, delicado cuando era necesario, apasionante sin dejar el cuidado mutuo, la preocupación están presente, el velar por el bienestar del otro, el saberlo sano y a salvo era reconfortante para sus corazones acelerados.

Sin embargo, todo daba un repentino giro al tratarse del sexo, o como a Jimin le gustaba referirse a él, hacer el amor. Pues la pasión los nublaba, el placer los llenaba y la clásica desesperación jovial de liberarse les nublaba el juicio con tal pesadez que incluso la aldea sabía de sus encuentros íntimos.

En aquellos momentos nada importaba, la timidez y el toque de docilidad de Jimin se iban por completo, gustando de ser ruidoso a su antojo, de gruñir, chillar, gemir o gritar cuando se sentía de maravilla. Después de todo, nadie podía impedírselo, era una necesidad básica de la que la gente gozaba.

Y Jimin pudo comprobarlo, pudo afirmarlo una vez más cuando la pasión podía desbordar en el actual acalorado momento, cuando se sentía llenito de amor, satisfecho por saberse complementado, saber que es querido y que alguien le protege. Con el caliente e imponente cuerpo de Taemin encima suyo, cubriéndolo con su aroma, otorgándole calor e impulsándose en su interior, rebosante de placer.

Ambos llegaban a ser una maraña de placer, una bruma de calor y pasión de más que incluso, sin pudor, por fuera de su hogar, el aroma a sexo era indiscreto, orgulloso e imponente, como si tuviesen la necesidad de expresar que ya se pertenecían, que ya tenían a alguien a su lado y ya amaban a su cómplice, a su compañero de vida y a su pareja.

El sentimiento era mutuo. La necesidad imperiosa de imponer dominio, de ser claros e indiscretos.

Justo ahí y ahora no había una pizca de pudor en su ser.

—Más~... —gimió el menor agonizante de las rimbombantes sensaciones en su organismo, el estremecimiento en sus extremidades cada que Taemin tocaba su próstata, golpeando la misma con más fuerza, con más salvajismo y brutalidad—. ¡Más fuerte~!... Sí, sí... ahí.

Como si Taemin no lo conociera. Sus empujones se volvieron suaves, tranquilos y pareciera que inseguros, sin embargo, Jimin sabía que podría ser todo antes que inseguro. La tortura arrasó su ser, su desesperación en alcanzar la liberación, en tocar la paz y la gloria a la vez, de viajar hasta una galaxia en donde sólo la felicidad cual droga existía, donde el placer era la droga.

Apretó los dedos de sus pies y se aferró a la espalda del mayor, importándole poco si sus uñas se quedaban marcadas o si se llevaba pedacitos de la piel ajena, lo único que necesitaba era liberarse, era gozar de la delicia que era el orgasmo una vez más. Jimin deseaba alcanzar la cima, deseaba nadar entre las nubes y disfrutar de la sensación llenadera que el orgasmo y la liberación de su pareja significaba.

Jimin quería ser anudado, llenado y amado una vez más.

No faltó mucho para que su petición fuese ejecutada. El golpe de sus pieles, siendo bruscos e indiscretos, haciendo eco en la sala, su aroma rodeando con más intensidad a su pareja o la forma tan atroz como sublime en la que justo ahí y ahora Jimin era abierto con intensidad, precisión y sin piedad, una prueba en conjunto de lo excelso que era hacer el amor con Taemin.

Le encantaba el lado tan neandertal del sexo. Entendía porqué era tan aclamado por muchos.

—¡Mierda, sí! —gritó, perdido en la bravura de su reciente y repentino orgasmo.

Sus piernas se ciñeron en la cintura del mayor, con los párpados cerrados y la cabeza hecha hacia atrás en señal de sumisión, de una entrega completa que sabía no se daría, al menos no ahora. Se dejó llevar por un momento, embelesado por la primera ronda del día, encantado por el tosco lado del sexo.

Incluso, entre las lágrimas queriendo desbordar de sus comisuras, sonrió satisfecho.

Continuó gimiendo para su pareja, para su alfa y para su placer y goce; a pesar de la sobre estimulación y la incómoda sensación del nudo imponiendo dominio en su interior, continuó moviendo sus caderas.

Su segunda liberación en la noche volvió en cuanto Taemin se anudó en su interior y su propia liberación recorrió su interior. Los espasmos dejando estragos en su abusado cuerpo, soltando jadeos y apretando su entrada de vez en cuando por los mismos, gimió de un leve dolor al sentir la hinchazón del alfa.

Sin embargo, tal vez masoquista pero nada le importaba, sonrió y rió levemente, acariciando ahora la espalda del alfa y mirándolo por la luz del día, admirando el brillo juguetón y hambriento de aquellos ojos verdes, o la luz golpeando con su hermosa piel más morena que la suya. El contraste siendo digno de admirar, orgulloso de saber que sólo él tenía una vista de un Taemin satisfecho, con el cabello revuelto, el sudor esparciéndose por su cuerpo y aquel singular brillo bravo en su mirar.

No hacían falta palabras, no había nada más que expresar cuando en la monotonía, ambos sabían que aquel momento, sólo suyo, no hacía más que comenzar.

Por ello, cuando después de unos minutos de sólo contemplarse, nuevamente el beso que inició mimoso, había acabado lujurioso, con el pene del alfa erecto y el el aroma de Jimin intenso de nuevo; no en vano, nuevamente cegados por la lujuria, el mayor había comenzado a empujar dentro suyo una vez más, volviendo a gozar de su calidez y su estrechez.

Ambos eran sublimes, y se sentían tan afortunados de tenerse y saberte mutuos, con sentimientos y sensaciones recíprocas tan a la par que, simple y llanamente, su romance parecía tan correcto y tan digno.

Se supone nada debía salir mal, no podía cuando su boda estaba cerca y una nueva noticia se avecinaba.

╔═.❥ .════════════╗
Soy mi propio paraíso,
pero también mi propio infierno.
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╚» A C C E S S   G R A N T E D «╝

¡Nuevamente hola! Nos volvemos a leer por aquí. ><
No hace falta decir que habrán unos cambios por aquí. Varios, para ser sincera. 0-0 Sin embargo, me mamé para poder crear y llevar esto, no es sencillo y menos cuando éste pequeño e ingenuo Jimin formará una clave importante en el mundo que recién comienza. ;3

Sólo unan las piezas.

Por ahora hemos logrado desbloquear a este hermoso personaje, pero todavía nos faltan varios más, aparte logros que se podrán ir llevando a lo largo de la historia.
Aunque, con respecto a esto, pónganse abusados, pues hay una trama correcta que deberá ser llevada y ustedes decidirán ciertas partes para poder llegar al final bonito.

Cuidado con las elecciones.
Cuidado con el camino que tomen.

Hay un final bueno y uno malo.
Un final abierto y otro que cierra perfectamente este arco.

¿Qué harás tú?

Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.

YoungMi17ⓒ.

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