Cuarta Causa.

⚠️ A N T E S   D E   L E E R ⚠️
Capítulo con contenido muy sensible, descripciones gráficas de la violencia, como lo son asesinatos y muerte.
No apto para todo público.
Se recomienda discreción.


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❝Cuida lo que amas,
porque los recuerdos
no se pueden abrazar.❞
– Lucero Gonzalz.
┗━━━━━━ ༒ ━━━━━━┛

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Bajo la nebulosa sensación de pesadez, cansancio y desolación, como sólo la propia ira puede dejarte una vez se va, susurra por lo bajo a sus dioses, alabándoles y suplicando misericordia para su esposa y su pueblo, pidiendo un buen pase al más allá, sin algún ápice de óbice y descansar en paz con sus ancestros y sus dioses. Sus labios se mueven en una lengua externa, llamándoles y rogando piedad, pidiendo un favor y solicitando ayuda para conseguir su venganza, pues la sed de la última rebasa por mucho a cualquier deseo que alguna vez haya tenido.

Desea justicia y la obtendrá.

Sin embargo, levanta la cabeza aún con ojos cerrados y, como último favor, ruega encontrar a su hija viva y sana, pues es lo único que le queda.

Entonces, unos ojos rojos como el fuego se dejan entrever por sus párpados, levantándose no sin antes tomar un puño de tierra y, acercándolo a su pecho como si su vida dependiera de ello, termina su rezo.

Misereatur vestri omnipotens Deus, et dimissis peccatis vestris, perducat vos ad vitam aeternam* —susurra, su mano se estira hacia el bulto de tierra a sus pies y le deja caer con pesar—. Sit laus deum nostrum*.

Deja que hasta las últimas boronas en su mano caigan al bulto, pareciendo una lamentosa y opaca nevada. Cuando no queda más que la sensación de suciedad en la palma de su mano, inhala profundamente antes de levantarse de su posición y admirar los bultos lado a lado que yacían al centro de, lo que alguna vez, fue su manada.

Levantando un poco la vista, podía toparse con ciertas espadas unidas en un tache y firmemente aferradas a la cabeza de cierto bulto de tierra, igual que uniéndolas yacía un collar que su esposa solía usar, uno de los tantos presentes otorgados por él incluso después de casarse. Siempre tan detallistas el uno con el otro.

De alguna forma, en contra del pesar en sus hombros, siente que todavía le falta algo que hacer y por más que intenta acoplar el sentimiento al paradero de su única hija, no puede hallar una explicación, algo que le diga porqué...

Eleva su mirada al cielo, viendo que aquel día no le acompaña en sus penas, pues el cielo está despejado y el sol radiante, otorgando calidez y luz asombrosas, dignas de admirar y recordar. Sin embargo, a pesar de no llover, él siente sus mejillas húmedas, levanta la mano confirmando sus sospechas cuando también toca uno de los extremos de la nariz, tal vez no haya una tormenta aquella noche, pero en su interior todo era caos, impotencia y desolación. Aunque sin miedo a defraudar a nadie o a perder cara, se permite llorar nuevamente, incluso, dejando que el dolor en su pecho sea liberado desde su garganta, donde un jodido apretón le impedía respirar correctamente.

Mientras se inclina en una de sus rodillas, cubre sus ojos con su antebrazo, sintiendo al poco tiempo la húmeda deslizarse por ahí.

Cuando, después de un ensimismamiento extraño que de quedarse allí sabe que no hará más que estupideces, sorbe por su nariz y, sin siquiera levantarse, se permite transformarse.

Sus huesos truenan, sus músculos de acoplan y agrandan, sus extremidades se extienden y sus sentidos ascienden en efectividad, volviendo a esa extraña sensación de volver a ser un lobo. Su pelaje blanco, ahora limpio de cualquier signo de batalla, brilla al contacto con los rayos provenientes del oeste.

Se permite admirar la casi puesta de Sol que en poco rato terminará, sintiendo el césped bajo sus pesadas patas, la brisa meneando su pelaje o el viento cantar al contacto con la flora y fauna; goza de la sensación de ser un lobo nuevamente y de reconocer su territorio, uno que lamentablemente ya no es suyo, ya no más.

Es entonces que baja su cabeza y sus orejas se movilizan hacia delante, fluyendo bajo los instintos de su lobo quien también necesita analizar la situación. Lo sabe.

Reconoce sus aciones, inspeccionándolas desde una curiosa distancia que, por primera vez, se siente ajena.

El hecho de transformarse en tu animal era un excelente incentivo para aflorar una mejor conexión mutua, conociéndose a través de aquellos cambios, siendo la energía de aquel ser quien les acompaña, como si alguien les observara cerca suyo; ya no era extraña la sensación, cada shifter crecía con ella desde el primer cambio, acostumbrándose al peso extra en su espalda o a su costado, e incluso, pesando en su interior y fluyendo mutuamente.

Lo que sucedía ahí y ahora era lo mismo, él, cual luz radiante e incomparable, miraba a su lobo olisquear el bulto de tierra debajo suyo, rascando de vez en cuando para confirmar con su olfato; como una ventaja, entre más avanzada o fuerte fuese la conexión sería mucho más sencillo mantenerse en la superficie y percibir lo que el animal podía. Ahora que su lobo salía nuevamente pudo percibir el aroma de su esposa, aunque muy apagado, lejano y ausente, como si una flor se quedara sin aroma que arrojar, como si una infección comenzara a predominar, devorándola poco a poco hasta arrebatarle todo lo que pudiese arrojar signos de que alguna vez estuvo viva.

Sintió un nuevo dolor en su pecho, su lobo chillando del dolor, con las orejas hacia atrás y la cola entre sus patas traseras, el enorme animal se echó al piso y, jadeante, esperó con fervor algún signo de movilidad en aquel bulto, como si fuese a ocurrir un milagro.

"No lo hagas...". Susurró. Nuevamente el animal volvió a jadear.

"No hay nada que hacer ya". Le insistió elevando un poco la voz, sabiendo que fue escuchado cuando ahora los jadeos del animal comenzaban a volverse indicios de alaridos lastimeros y prontos a un aullido.

"Vamos, Huang". 

El lobo, sin necesidad de repetírselo nuevamente, se enderezó y, con una decisión tan única de él, aulló. Un aullido que a pesar de no ser respondido, reflejaba dolor, impotencia, perdición y ruina, aunque también había algo que cambiaba conforme se iba terminando el largo llamado, pues poco a poco comenzó a sentirse débil y muy cansado como para pelear por la superficie o mantenerse activo, se sumió en la opacidad misma, donde dos luces rojas brillaron a la lejanía y unas pesadas patas se alejaban.

Ahora su lobo estaba a cargo, lo sabía. Y él estaba agotado como para impedirlo.

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La felicidad podía consigo, pues a pesar de no haber bebido nada de alcohol por el bienestar de su pequeño cachorro en su interior, sí que podía serlo si su pueblo o su esposo lo eran, riendo, carcajeando, compartiendo y conviviendo, trayendo la vida misma a su hogar, aquel lugar que lo ha visto crecer y le ha acompañado en sus mejores y peores momentos, ahora todos yacen unidos.

Con eso él podía ser feliz.

—Ey, amor, ¿recuerdas a mis viejos amigos? —preguntaron en su oído con una evidente euforia, miró a la dirección que señalaba su esposo y se topó con dos hombres a quienes rápidamente ubicó—. Pues hemos acordado que, en nombre de mi heredero y respetando las tradiciones, saldremos de cacería a mitad de tu gestación.

Jimin se sintió un poco desconcertado aunque honrado por ser partícipe e informado de ello, pues para su pueblo el ir a cazar simbolizaba algo de antaño, una acción que dependía del tamaño de la presa, ya que entre más grande fuese significaría la prosperidad, la fortuna y la extensión de vida del niño o niña. Inquieto, miró a su esposo con incertidumbre.

—No te preocupes, Jimin, iremos con él y aparte no iremos muy lejos del pueblo, sólo en nuestro territorio. —habló uno de los chicos, Jimin jamás confundiría a Junghyun.

Una risa le secundó, afirmando aquello que su compañero dijo.

—Además, ¿qué sería ese idiota sin nosotros a su lado? —voceó Minho con sarcasmo, golpeando el hombro de Taemin en el proceso.

Fue en aquel momento que una pelea comenzó, una de muchas en realidad.

Jimin amaba la relación que su esposo aún mantenía con sus amigos, a pesar del poco tiempo que poseía por el liderazgo de la manada. Taemin siempre había sido un hombre que velaba por lo más que podía, siendo lo más justo y objetivo posible; características que él admiraba.

Mientras una pelea no tan salvaje pero que sí implicaron empujones, algunas patadas y algunos puñetazos alejados del rostro, Jonghyun se acercó a él y, con la hermosa sonrisa que le caracterizaba, se posicionó a su lado.

—No han cambiado. —obvió con melancolía, mirando a los otros dos quienes continuaban otorgándose golpe tras golpe.

Jimin también sonrió, y coincidiendo en lo mismo, vociferó: —Y espero que nunca lo hagan.

Junghyun asintió a su lado, dándole la razón. A pesar de las peleas absurdas que tuviesen Taemin y Minho de vez en cuando, o de los malentendidos sin sentido que llegaban a tener, aún continuaban juntos y apoyándose cual hermanos. Jimin lo sabía, desde que tenía memoria había presenciado dichos conflictos y, al igual que Junghyun, sólo miraban desde lejos y les dejaban ser, claro, amenos que la situación creciese en seriedad.

—Por cierto, felicidades —recordó Junghyun mirándole por fin, levantando su copa en su honor y dirección—. Por tu matrimonio y su hijo.

Jimin inclinó la cabeza como agradecimiento y, levantando su copa un poco más amplia y rellenada con un jugo, brindó con una curiosa gracia con el más alto, pues era extraño brindar con algo ajeno a licor o similar.

—No perdieron el tiempo. —dijo Junghyun con la gracia y picardía implántalas en su rostro.

De inmediato, Jimin se sonrojó con potencia, a tal punto que era digno de ser competencia de algún fruto rojo. A pesar de no ser nada discreto cuando tenía intimidad con su esposo, debía ser sincero en que la vergüenza siempre llegaría a él después de dichas sesiones, o incluso el hablar o escuchar del tema de forma externa su rostro se coloreaba en carmín y su mirada jamás conectaba con la otra persona. Y ahora no era la excepción.

—¡Qué lindo! —exclamó el mayor después de tomar el contenido de su copa.

Jimin, en un acto impulsivo por la pena, le golpeó el brazo con su puño, aunque si bien era consciente de que no había usado tanta fuerza, el hecho de que Junghyun haya fingido dolor le hizo carcajear un poco.

    El mayor siempre había sido como el hermano mayor que a él tanto le hubiese gustado tener, aquel quien le cuidaba, le enseñaba y le recriminaba cuando era necesario; Junghyun había actuado así desde que se conocieron, pues incluso habían formado una amistad antes de conocer a Taemin. Lamentablemente, nada más presentarse como alfa, había partido del pueblo, pues según sus padres él requería de conocer más allá y, aparte, aprendería con mayor fluidez y obtendría conocimientos valiosos del exterior. Aunque curiosamente volvió más tarde al pueblo, pues la etapa de independización había llegado y lo que él deseaba era permanecer y proteger el pueblo donde había nacido; sobraba decir que Jimin le bombardeó no sólo con una cálida y súper eufórica bienvenida, sino también con múltiples preguntas del exterior, siendo dominado por la curiosidad de conocer más allá de lo que precisamente a él se le tenía muy limitado, sino que escaso.

    Tomándolo desprevenido, Junghyun abrazó a Jimin por los hombros y, como cuando eran sólo unos niños con los conocimientos muy básicos de la vida, le frotó la cabeza con la palma de su mano, despeinándolo en el proceso y moviendo la corona de su sitio. Con un puchero y un quejido, Jimin le empujó sin el objetivo de separarse, acomodó su corona de la mejor forma posible. Curiosamente, de la misma forma a como lo había atacado hace un inicio, igualmente le atrapó entre sus brazos; Jimin reparó entonces en que aquello era un abrazo, uno tan cálido, sincero, apretado, como sólo Jonghyun podía darlo.

    —Estoy orgulloso de ti —Junghyun frotó su espalda con cariño y lentitud, haciendo de aquel abrazo uno más reconfortante—. Sólo mira hasta donde has llegado. Estás casado, pronto serás nombrado consorte de Taemin y omega de la manada y, ¡mira nada más! Con un niño en camino también.

    Jimin le devolvió el abrazo con más fuerza, riendo de forma ahogada en el hombro del más alto. Con la mirada entrecerrada su pueblo se abría paso a su campo de visión y admiración, pues reconocía que era un orgullo liderarlos, además de servirles y sobre todo otorgarles esa paz o esperanza que necesitaban; era cierto, pronto sería llamado omega líder de la manada y no había tardado mucho en otorgarles un sucesor. Su pecho se sintió cálido y una sensación de plenitud le envolvió con la voz acompasada de Junghyun en su oído, repitiéndole lo que él dudaba o le costaba aceptar en silencio, aumentó un poco esa seguridad en él. Nuevamente se sentía con un propósito, uno que le llenaba de dicha.

    —Aunque también sigues igual de enano. —bromeó el más alto, dando otros golpes en su cabeza en símbolo de su estatura.

    Jimin gruñó sin querer por ello, asustándose a sí mismo por actuar de aquella descortés e imprudente forma.

    —Perdón.

    Junghyun río y posteriormente se separó finalmente del abrazo, cosa que le permitió observar cómo negaba con la cabeza.

    —No necesitas disculparte, está bien que te sientas ofendido —le recordó como un hermano mayor recordándole a su hermano menor lo que está bien y lo que no—, después de todo, de niño siempre decías que serías más alto que nosotros, ¿y adivina qué? No fue-...

    La frase quedó a medias cuando, inesperadamente, una mano ajena golpeó su nuca con algo de fuerza, haciendo que el golpe resonara y la preocupación suplantara la pena de recordar el pasado, misma que disminuyó cuando vio a Junghyun reír y sobar la zona agredida con carisma. Pronto, Minho apareció al lado de Taemin.

    —¿Qué cosas estás diciendo, idiota? —cuestionó Taemin con una falsa molestia—. Es mejor que dejes de burlarte de la altura de mi esposo, amenos que quieras que también te dé una paliza.

    Minho soltó una risa amortiguada de fondo.

    —Claro, de todos modos, todos saben quién terminará ganando. —remató Jonghyun con sorna, cruzándose de brazos y levantando una ceja.

    Jimin carcajeó, pero también reaccionó a tiempo para abrazar por la cintura a su esposo y aferrarse a él, logrando de aquel modo tenerlo cerca suyo y evitar otra pelea innecesaria. Se levantó en puntillas y otorgó un beso en la mejilla ajena.

    —Ya, déjalo para después, jajaja. —pidió de forma melosa y de una forma que sólo los dos pudiesen entender.

    Taemin, teniendo esa debilidad por su esposo, suspiró resignado y, envolviendo al menor por los hombros, se quedó en la misma posición, pues desde el mismo el aroma en el cabello sedoso de su marido podía percibirse con facilidad.

    —Aww, qué tiernos. —Minho exageró con su exclamación, dejando más que evidente lo cautivado que estaba por la escena.

    —El uno para el otro. —Jonghyun se sinceró, aceptando que la pareja frente suyo eran dignos de ser el uno para el otro.

    Se merecían eso y mucho más.

    Y de la misma forma que la celebración continuaba llevándose a cabo, en algún punto Jimin sintió un movimiento bajo sus pies, sin embargo a pesar de bajar la mirada, nada se veía fuera de lo normal por lo que lo obvió en un inicio. Aunque ya no pudo hacerlo cuando, no sólo una vibración se sentía en sus pies, sino que también una fuerte ventisca momentánea los azotó, provocando que algunas cosas cayeran. Aquello le erizó la piel y, con un estremecimiento en la nuca, miró hacia atrás, ahí donde casi nadie estaba agrupado y la oscuridad era más notoria, pues ni los faroles o la misma fogata podían iluminarla.

    Intentó ubicar alguna señal que le indicara que algo andaba fuera de lugar, pero no encontraba nada y al parecer ni siquiera la noble guardia reaccionaba a ello. Sin embargo comenzaba a sentirse inquieto, una sensación que dominaba a la confusión.

    Susurrándole algo a su esposo, logró sacarse de su abrazo con éxito e inmediatamente comenzó a buscar a Jennie entre la multitud, pasando con dificultad entre algunos grupos que, por la ebriedad, le felicitaban con un entusiasmo que le ponía un poco nervioso, sino es que más. Ante lo pesados que se ponían algunas personas no pudo obtener la ubicación exacta de Jennie, lo que comenzó a ponerle ansioso.

    —¿Sabes dónde está Jennie? —cuestionó a uno de la noble guardia, orando internamente en que él supiese algo.

    —Hace un rato la vi partir al centro de la fiesta, después no supe más de ella, aunque se veía un tanto incómoda. —le informó con la misma seriedad que caracterizaba a la noble guardia.

    Jimin asintió en agradecimiento, aunque internamente bufó exasperado. Esa información tampoco era de ayuda, pues no era tan necesario conocer profundamente a Jennie como para saber de antemano que el ser sociable no es algo que la caracterizara, algunos decían que de ofenderla te haría hacer de los trabajos más arriesgados –el cual era o mensajero o cazador–, incluso algunos llegaban al extremo de tacharla de asesina. Sin embargo, Jimin sabía perfectamente que eso no era así.

    Continuó caminando hasta que, después de pensarlo un poco, se replanteó dónde sería capaz de meterse Jennie en aquel momento; después de analizarlo con detalle, que no implicó mucho tiempo pues los lugares donde pudiese estar, más allá de ser varios, siempre eran detallados y fijos, sin una probabilidad de movilizarla por mucho tiempo o de constante. Girando en dirección a la construcción que destacaba en aquella calle, miró la zona principal de trabajo de Jennie y no dudó en entrar, topándose con los faroles al interior encendidos, lo que le dio una buena señal; subió las escaleras con rapidez hasta el despacho de la mujer, donde afortunadamente la encontró inclinada sobre su escritorio, leyendo algo inquieta.

    —¿Qué haces? —cuestionó con curiosidad.

    Jennie, sin obtener una mayor reacción, sólo negó con pesar y se volteó a verle, cruzándose de brazos como tenía costumbre.

    —Nada, niño —Jennie exhaló con fuerza—. ¿Y tú qué haces aquí? Tu boda está allá abajo, no acá arriba entre un montón de papeles.

    Eso era cierto, pero no podía gozarla cuando algo le inquietaba, cuando un escalofrío recorría su espina dorsal y le hacía estremecer de pies a cabeza, aunado con esa sensación de inquietud, como si algo fuese a ocurrir. Se abrazó a sí mismo, frotándose los brazos y bajando la mirada.

    —No me siento bien.

    Con ojos entrecerrados, Jennie lo analizó con una mirada y, tranquila, cuestionó: —¿Qué sientes?

    —Desde hace un momento me siento inquieto, mientras estaba allá abajo sentí como si la tierra bajo mis pies vibrara. —describió con lo más destacable que podía recordar, sabía que a Jennie no le encantaban los rodeos.

    Sabiendo ahora lo que sentía, Jennie asintió y segura se acercó hasta él, tocando con una de sus manos su frente y mejillas, al igual que tomó sus muñecas para revisar su pulso.

    —Tienes el ritmo cardíaco más acelerado de lo normal, pero no te siento con fiebre —analizó Jennie en voz alta—. ¿Qué hay de ellos?

    Jimin supo a lo que se refería, por lo que su respuesta fue algo dudosa.

    —Creo... Creo que fue por ellos que lo sentí tan intenso —recordó la sensación cuando estuvo allá abajo—. Aparte todos parecían estar tranquilos, incluso la noble guardia; de haber sido un movimiento de la tierra ya hubiese ocurrido y de haber sentido lo mismo que yo ya estarían igual o más inquietos que yo.

    La mujer, satisfecha con el propio auto-análisis que Jimin comenzaba a mostrar con respecto a sus dones, otorgados por los años de entrenamiento, asintió volviéndole a mirar a la cara.

    —Aunque tus labios están pálidos. —recalcó Jennie frunciendo su ceño.

    De inmediato sintió el dorso de la mano de la mujer en su frente, acción que no se removió ni siquiera cuando nuevamente volvió a estremecerse y a tiritar de un extraño frío, uno tan desolado y sin una pizca de piedad que, cuando miró a Jennie nuevamente confirmó que sólo él podía sentirlo.

    —Tu temperatura bajó —alertó—. Cierra los ojos y concéntrate, Jimin; fluye con ellos.

    Recordando una sesión que había tenido más joven, hizo lo pedido y, casi como adentrándose a otro mundo, viajó en un angosto túnel que le asfixió hasta que, cuando volvió a tomar la conciencia de donde se ubicaba, se encontró en el cuerpo de un ciervo, uno de una destacable y hermosa cornamenta, pelaje café y brillante. Levantando la cabeza, confundido pues pocas veces había logrado llevar aquella transformación con éxito, miró hacia el lugar donde sus orejas captaban un sonido fuera de lo común, su concentración fluyó ahí, mirando el punto opaco en donde nada se veía extraño, pero sí que se oía algo; el vibrar de algún modo tomó forma conforme más se acercaba, sintiéndolo en sus pezuñas y escuchándolo con más claridad, sintiendo cada golpe en la tierra a medida que avanzaban, igual que los jadeos de cada equino que se aproximaba. Caballos, ¿pero por qué se movían de aquella forma?

    Extrañado, continuó mirando, a la espera de algo más a pesar de los instintos de aquel ciervo por moverse y simplemente correr y esconderse. Aunque lamentablemente tuvo que hacerle caso, pronto, todo un grupo de caballos junto con sus jinetes pasaron casi cerca suyo, no gritaban, ni mucho menos hablaban, sólo miraban hacia el frente, sin perder de vista su camino, la decisión implantada en sus rostros le atemorizó, más cuando vio el brillar de algunas de sus armas. Antes de si quiera perderles el rastro les siguió lo más discreto que podía, acostumbrándose a correr en aquellas largas cuatro patas. Al reconocer el camino por el que iban, la luz que se veía a lo lejos y el ruido que no hacía más que incrementarse, reconoció su objetivo.

    Su temor estaba justificado. La sensación de vibración a sus pies, o la ráfaga de viento e incluso la inquietud que no sólo él sentía, sino también la tierra... Entonces lo comprendió.

    Sintiendo el pánico apoderarse del ciervo, el cansancio y la negación a continuar ese camino, frenó del mismo modo que volvió por la misma penumbra, hasta que finalmente pudo abrir los ojos e inhalar con sorpresa, tambaleándose en el proceso aunque siendo sostenido por Jennie.

    —Tranquilo, tranquilo, ya estás aquí —le dijo a modo de tranquilizarlo, haciéndole entender que de nuevo había vuelto a su cuerpo y su realidad—. Respira.

    Exhaló con fuerza antes de repetir el proceso, intentando de normalizarlo. Adentro, afuera.

    A pesar de calmarse un poco, el dolor de cabeza persistió, al menos era tolerable pero irritaba de todas formas. Jadeó con sorpresa cuando sintió una punzada en su vientre, lo sostuvo como si aquello fuese suficiente como para protegerlo y tratar de amenguar la horrible sensación.

    —¡Jimin!

    Levantó la mirada, logrando encarar a Jennie, soltó: —Alguien viene, un grupo grande. Y están armados.

    Sin siquiera preocuparse por otra cosa, de inmediato la mujer salió de la habitación no sin antes murmurar un insulto por lo bajo. Al estar tan alerta, sintió cada paso de ella hasta la planta baja, escuchando también algunas indicaciones que no fueron muy claras debido a las punzadas en su cabeza, golpes repetitivos y aleatorios que le nublaban un poco los sentidos. Afortunadamente, su vientre no volvió a doler, aunque todavía tenía un poco resentido el lugar.

Inhalando nuevamente, dándose valor, siguió a la mujer lo más rápido que pudo, sintiendo algunos de sus pasos torpes pero no por ello menos decisivos; bajando la escalera con toda la precaución que pudo y emprendiendo su andar hasta la salida en donde extrañamente ni siquiera los que resguardaban la entrada se encontraban. Por más que deseara saber su paradero, la respuesta podía ser obvia, pero no le gustaba tener dadas las cosas por hecho.

Aunque algo sí volvió, el vibrar en el suelo se hizo muchísimo más claro y la algarabía en la zona donde su ceremonia estaba llevándose a cabo comenzaba a parecer más desordenada. Trató de ya no tambalearse tanto con tal de llegar pronto y saber qué carajo estaba pasando, suponiendo que Jennie estaría ahí.

A pesar que logró llegar a donde el túmulo de sus invitados estaban reunidos, no logró divisar a Jennie ni a los hombres que siempre la seguían. Ya un poco más desesperado, encontró a su esposo carcajeándose con sus amigos; como si ellos fuesen su respuesta a todo, prácticamente corrió hasta que pudo recargarse en su esposo, tomando aire de una forma profunda y tratando de calmar la ansiedad que provocaba el temblor en sus dedos.

—Cielo, ¿qué sucede? —la preocupación se notaba en la voz, pero no podía distinguirla claramente.

En cierto punto la felicidad y euforia de sus invitados le agobiaba.

Jimin no pudo hacer otra cosa más que sacudir la cabeza, tratando de aclarar sus sentidos y con ello ser, por mínimo, capaz de contestar a la pregunta formulada. Se aferró a la mano que le ofrecían, apretándola como si aquello fuese su conexión con la conciencia y el incentivo de saber que todavía continuaba de pie. Conforme fue recuperando el aliento, su visión dejó de estar tan descontrolada, pudiendo ahora distinguir que quien estaba frente suyo era Minho y a su derecha Junghyun. Dio una inhalación profunda para confirmar, aunque su garganta extrañamente ardió y su respiración fue entrecortada.

—¿Dónde está Jennie? —su garganta volvió arder cuando las palabras pasaron por su garganta.

—No la hemos visto aquí —alguien le contestó—, pero eso no importa ahora, ¿tú estás bien? ¿Qué sucede?.

Esa pregunta, de algún modo, le ayudó a reparar en sí mismo. Mirando hacia abajo notó la clara flexión de sus rodillas y la leve inclinación de su cuerpo hacia la izquierda, al subir la mirada, encontró a su esposo sosteniéndolo con preocupación, aferrándose también a su mano y dando varias miradas a su vientre. A pesar que quería sentir pena por ello, no podía sentirla cuando otras cosas estaban a juego, cuando el pánico crecía en su interior, listo para explotar en algún punto determinado.

Sabiendo que no podía él sólo y que además el peligro se acercaba, cuando la desesperación y terror bañó su mirada y abrió la boca para exclamar lo que había visto a través de aquel ciervo, sintió el temblor en el suelo, proviniendo desde atrás y el sonido de jadeos, respiraciones y maldiciones eran perfectamente claros. Miró hacia atrás, tomando fuerza de su esposo, se enderezó lo más rápido que pudo y, siendo directo, simplemente lo soltó.

—Ya vienen.

De inmediato el bullicio y el horror en los gritos de susto de la gente llenó el ambiente, acompañados de unos disparos en donde la penumbra no era tan densa pero las siluetas eran lo espeluznante.

Una maldición de su esposo fue lo que escuchó antes de entregarlo a Jonghyun y con rapidez buscar algún arma y a sus propios hombres. Jimin sintió la necesidad de gritar su nombre, de llamarlo y suplicar su compañía, pero nada quería salir de su garganta, como si su lengua se sintiese entumida.

Todo pasó más rápido para su desgracia y su estado. Ubicando el vibrar en las voces de aquellos invasores al igual que el pánico en su pueblo, o el que en algún punto él fue alejado del lugar, arrastrado hasta el respaldo de algunos de la noble guardia, distinguió a un cuerpo alejarse de él y al círculo de soldados rodeándole, creando una barrera ante aquellos que intentaban acercarse. En cierto punto distinguió más disparos, más gritos y más encuentros salvajes que no requerían una explicación o estar presenciándolo para saber que ahí estaban y lo que sucedía.

Sus piernas se volvieron débiles, cayendo al suelo e impregnando sus prendas de tierra, pero poco le importaba. Escuchó la voz de una de las mujeres del círculo que le rodeaba llamándole, sacudiéndole e incluso tratando de levantarlo de vuelta.

No fue hasta que el círculo comenzó a moverse que pudo reaccionar.

Lo demás, a pesar de la rapidez de los sucesos, pasó con tal lentitud que pudo grabar perfectamente el rostro de su gente consumida por el pánico, su imperiosa necesidad de escapar y como otros cuerpos se impulsaban hacia atrás cuando sus cabezas también eran atravesadas por potentes balas que prácticamente destruían su rostro. Pero por sobre todo, de aquellos quienes corrían hacia él con furia y ambición grabada en sus rostros, como si estuviesen a punto de tocar un trofeo valioso.

No deseando nada más que ayudar, ideó un plan. Analizó su entorno con detalle, viendo los árboles al rededor de su zona y sobre todo cada salida que conocía de memoria pero que nunca había utilizado, cada ruta de escape en medio de tanto caos que sólo se empañaba en muerte, haciendo gala de la avaricia y un odio ciego. En cierto punto encontró un árbol alto, al igual que varios esparcidos, aunado con la noche nublada...

Con la misma respiración irregular, sus manos se levantaron por encima de su cabeza, queriendo con ello traer hasta él una tormenta que logró invocar, consiguiendo con ello que uno de los primeros rayos cayesen en uno de los árboles y éste se comenzara a prender en la gloriosa y mortal llama roja.

Al mismo tiempo de ello, sin darle más oportunidad a continuar provocando tempestad en el clima, fue fuertemente empujado hacia atrás, con su cabeza rebotando y rodando junto a aquella persona que al final, sin perder un segundo, le doblegó contra el suelo, con ambos brazos firmemente sujetos a su espalda.

—Finalmente te tengo, maldito imbécil. —siseó la persona con satisfacción.

Jimin lo intentó, de verdad que lo intentó, pero no veía salida de ahí sin matarlos o lastimarlos a un grado tal de acabar con ellos, pues ahora con todo su cuerpo pegado a la tierra cada vibrar era más notorio y escalofriante incluso, por ello fue fácil acertar en que quien le sometía contra el suelo venía acompañada. Se retorció en un vano intentó de razonar con ella, sin embargo sólo recibió una patada en la cara en una medida exagerada de callarlo, supo que estaban enojados aunque extrañamente aliviados.

—Aléjense... —les suplicó a quienes se acercaban a él, siendo violentamente silenciado de nuevo por la mujer y rogó internamente que su grupo cumpliesen su petición.

    —Cállate, maldita sea, ¡Cállate! —la exigencia se mezcló con la ira.

    Al sentir sus manos libres sus dedos se movieron hábiles, y más que arrepentido por lo que haría, logró que un rayo de la fuerte tormenta acompañada por densas gotas de agua golpeara a la persona, viéndola brillar y su silueta retorcerse antes de caer chamuscada a su lado, con el rostro quemado y con una fina capa de piel a la vista marcada por varias líneas que eran prácticamente la liberación de energía que había caído sobre ella. En cambio él no sintió más que un cosquilleo en sus muñecas.

Preso del horror de ver aquello y finalmente ser consciente de lo que hizo, aún si había sido para defenderse, se levantó rápidamente y sin quitarle la mirada al cadáver tendido en el suelo retrocedió tambaleante.

Jadeó adolorido y sorprendido por lo bajo, negándose a que aquello estaba pasando.

¿Por qué ahora? ¿Por qué hoy?

Levantó la mirada, viendo como otros se acercaban a una de las salidas cercanas a él y otros tantos de su pueblo frente a ellos corrían con toda la fuerza y velocidad que sus piernas se lo permitían. Siendo de alguna forma contagiado por ello, esperando que salvarlos enmendara lo que le había hecho a, quien ahora sabía, era una chica de corpulencia muy robusta, lo que le justificaba la sorprendente fuerza que había tenido para sostenerlo. Esperó hasta que el último de aquel grupo que corría para escapar de su pueblo estuvo detrás de él para, con su diestra, concentrarse e invocar un poco de la llama roja, o como los humanos se referían: al fuego. Como si aquello fuese sólo un objeto lanzó la llama al frente de él, haciendo así una barrera cálida pero mortal a su vez, una que detuvo a esas otras personas abruptamente.

Sabía que aquello no era más que un freno momentáneo, tan limitado que se aseguró de mirar hacia atrás y verificar si todas esas personas ya se habían alejado lo suficiente como para ahora concentrarse en los tipos al otro lado de la llama roja, la cual ahora había formado un camino curioso que sólo ampliaba la separación y les impedía rodearlo o siquiera intentarlo.

Queriendo acabar con ello, siguió algunas de sus tácticas de entrenamiento, tomó una de las dagas del cadáver de la chica y corrió hacia aquellas personas, sólo atacando cuando de verdad se veía muy indefenso o en una situación de peligro. Pero algo le distinguía: jamás fue más allá de sólo dañar, como cortadas profundas, o el clavar aquella exhorbitante daga en puntos estratégicos que sólo acertaba a tientas y, en un momento, llegando a fallar. Logró esquivar, invalidar y perder a aquel grupo de mundanos, siendo que ahora yacía en su pueblo, donde el pánico y la muerte se ceñían con potencia.

Escaneando el lugar, al menos la calle donde se encontraba y otras tantas que se mezclaban, finalmente reconoció cierta figura femenina, quien con sangre cayendo desde alguna parte de entre su cabellera hasta su mentón, al igual que un ojo morado y varios cortes en los brazos, se esforzaba en guiar a los más indefensos, y supuso a los que quedaban, lejos de la zona de guerra. Inmediatamente se acercó hasta ella.

—Jimin, santo cielo... —el alivio y el pánico se mezclaron en el rostro de la mujer.

Sus manos, aunque frías y manchadas de un carmín ajeno, tomaron sus mejillas y las acariciaron muy brevemente. Jimin estuvo a punto de abalanzarse a abrazarla, sin embargo un estruendo se escuchó a sus espaldas, encontrándose con el mismo árbol en el suelo, esparciendo aquella flor de ira y catástrofe. Ni siquiera las pesadas gotas fueron capaces de amenguarlo.

—Hay que sacarnos de aquí, ahora.

En cuanto Jennie sentenció aquello Jimin no pudo estar más de acuerdo con ella, pero al recodar a su esposo y sus amigos quienes todavía yacían en algún lado de aquel caos, se negó a partir.

—No... Taemin, Jonghyun y Minho nos necesitan.

Y sin esperar que Jennie reaccionara o pudiese hacerlo para detenerlo, guiado por la necesidad de ayudar, sus piernas se movieron en búsqueda de su esposo o de Junghyun, incluso Minho.

Desafortunadamente la desviación de su objetivo frenó cuando un agudo dolor atravesó su hombro y le impulsó hacia un lado, provocando que cayera y se quejara del intenso e insoportable dolor que sólo creció y creció.

—Así que eres tú. —esa voz susurró complacido a su lado.

Jimin entreabrió los ojos, abriéndose frente a su campo de visión unas botas negras bastante sucias por la tierra y por el pasto húmedo que ahora pisaba; si subía la mirada podía distinguir a un hombre güero de vestimentas opacas, de cabello corto y con una sonrisa cínica en su rostro. Entre jadeos y gemidos ante la nueva sensación de dolor, apretó su hombro a como pudo y retuvo el quejido que aquello provocó.

—Venga, cielo, tienes que calmarte. Nadie te hará daño a menos que contestes con agresividad —aquel hombre volvió a hablar colocándose en cuclillas—. Mis indicaciones fueron sólo llevarte hasta el edifico C en la plata alta, sin embargo no me dieron más limitaciones más allá de que te quieren con vida; lo que es bueno pues no soy alguien precisamente paciente y esa se agotó en la jauría del gran Min Yoongi, quien por cierto es un flacucho, débil y bueno para nada. Así que sigamos esto por las buenas, ¿sí, corazón?

La carcajada que aquel hombre soltó le hizo estremecer en una manera tal que incluso él supo de antemano que se había puesto más pálido de lo que ya estaba.

No pudo evitar gritar por el dolor cuando el hombre le levantó sin ningún cuidado, arrojándolo sobre su hombro como si él sólo fuese un objeto. Que en realidad no estaba muy lejos de eso. Su hombro moviéndose ante el objeto en su interior, supuso que sería alguna de esas cosas que arrojaban las armas que tenían esos tipos. Ahora sabía perfectamente lo que era ser alcanzado por una de ellas aunque de menor potencia y brutalidad.

Intentó con su otra mano golpear la espalda del hombre, pataleó en busca de liberarse, trató de irse con tal de no, por más retorcido que sonara, lastimar al tipo.

—Bájame, por favor —pidió, golpeando la espalda del tipo—, no quiero lastimarte...

El movimiento de los hombros del hombre al reír le hizo doler el suyo. El dolor incrementó cuando alguien lejos de él le gritó al tipo aunado con un empujón que los derribó a ambos, el impacto tan fuerte que le hizo gritar de nuevo, sin embargo esta vez se le unieron punzadas en su vientre; aterrado por su cachorro, se olvidó de su herida en el hombro y abrazó la zona, haciéndose una bolita con el único propósito de tranquilizar aquella sensación, siendo plenamente consciente de que todavía cursaba el primer trimestre.

—Tranquilo, mi amor, tranquilo... —sus manos dieron suaves masajes en su centro como a sus costados, buscando proporcionarle calor y, al menos, un poco de tranquilidad.

Detrás suyo los golpes todavía se oían, el arma del hombre había ido a parar lejos, por ello la pelea a golpes. Respirando aceleradamente, se dignó en abrir sus ojos y mirar hacia el frente, en donde reconoció la vestimenta común de Jennie, aquella que utilizaba la mayor parte de las veces.

—Carajo Jimin, ¿por qué eres tan imprudente? —el simple hecho de mirarla a los ojos era suficiente para lamentarse, sin embargo no sería capaz de dejar a su esposo o a alguno de sus amigos atrás.

La mirada de Jennie estaba cargada en un regaño que no era necesario ser descrito en palabras y que aquella pregunta ya había dejado muy en claro.

—Lo siento. —siseó cuando pudo encontrar su voz.

Jennie negó con la cabeza, pero a pesar del enfado que podría ser completamente justificado por su falta de razonamiento, le ayudó a sentarse y rápidamente a levantarse. Con fuerza rasgó de una de sus mangas y con la tela doblada presionó su herida aplicando la fuerza suficiente, con ello pudo moderar el sangrado.

—No podemos quedarnos aquí —expresó ella siendo evidente, con tanto caos a su alrededor que ponía los pelos de punta a cualquiera—. Debemos irnos ya.

Inmediatamente Jimin recordó la pelea que se llevaba a sus espaldas, girando sobre sí para poder verla con mayor exactitud.

    Taemin y Minho eran quienes continuaban golpeando a aquel hombre rubio, siendo buenos contrincantes para el mismo. Por más que devolvieron golpes y esquivaron otros tantos el cansancio y el dolor previo de otras heridas era más que evidente en los rostros de su esposo y Minho. Taemin pateó la pierna del hombre logrando que cayera al suelo y, con ayuda de Minho, pudo someterlo contra el suelo; una vez en esa posición, Jimin presenció como, sin piedad y con una furia en sus ojos, tomaba el brazo del hombre y lo doblaba de tal forma que un crack acompañó al grito desgarrador del tipo.

    Sin embargo, antes de siquiera aliviarse por ello, una flecha voló directo a la cabeza de Minho, atravesándola con tal descaro que incluso su rostro se había desfigurado, con uno de sus ojos siendo llevado por aquel objeto, estirado hasta el punto de no parecer lo que era antes. Jimin jadeó con horror.

    Lo que vino después fue bastante perturbador, a un grado tal que no supo cuándo Jennie le había arrastrado consigo fuera del lugar, aferrándose a su brazo y corriendo sin mirar atrás.

    Ante la distracción del cuerpo cayendo a sus pies, un puño impactó en su rostro, mismo que le hizo caer al suelo. Antes de siquiera reaccionar o analizar lo que había pasado o buscar quién le había golpeado, un cuerpo se subió encima suyo y, con una furia imparable comenzó a golpearlo reiteradas veces en el rostro. En cierto punto su cara ya no lo parecía después de tanta sangre cayendo cual cascadas. El dolor le dominó, sin embargo todavía pudo ser capaz de sentir como alguien le tomaba del pelo y le hacía arrodillarse.

    —Eso fue por tu jodida insolencia —otro golpe llegó hasta él, que ya casi nada se diferenciaba después de que su rostro comenzara a entumecerse—. Y esto por hacértelas de valiente.

    Con fuerza y prácticamente nada de cuidado, su rostro fue levantado.

    —¡TAEMIN! —alguien gritó su nombre a la lejanía.

    En medio de sus pesados párpados pudo vislumbrar la frágil silueta de su esposo, quien sin piedad era jalado por Jennie hacia el bosque. Solamente le pudo agradecer a la mujer y rogar que su esposo se salvara, que continuara su vida. Que su familia continuará con vida.

    Sintió un tacto frío en su cuello y aunque era muy pequeño para ser una mano ni siquiera pudo gritar cuando aquella persona perforó su piel y arrastró aquella cosa por lo amplio del lugar, abriendo paso a la sangre que comenzó a salir a borbotones de su garganta. Le faltó el aire en cosa de segundos, la debilidad corporal se volvió nula cuando cayó inerte al suelo; trató de respirar por mero instinto, viendo antes de rendirse a su amado esposo con aquella expresión nublada en su semblante.

    Finalmente dejó de luchar, dejando a su conciencia desvanecerse y dejando irse a una nada en la que no supo qué pasaría después.

    El cuerpo de Taemin, tirado ahí en el suelo, con la sangre todavía saliendo por su garganta con total descaro...

    Ya no supo qué sucedió después de que sus piernas continuasen andando sin su consentimiento, perdiendo noción de todo.

    Su audición haciendo un agudo y chirriante sonido que sólo lo hizo concentrarse en el cadáver de su esposo, en su rostro magullado y en el propio latir de su corazón. Haciendo punto de comparación cuando le vio con la mirada perdida, mirándole pero sin ninguna emoción o señal de vida; él continuaba vivo mientras su esposo había muerto.

    Sus piernas tropezaron consigo mismas, importándole poco el dolor al caer y sus manos impactar contra el suelo. Su mirada seguía implantada en su mente del mismo modo que cada suceso anterior, reproduciéndose en su campo de visión como si volviese a verlo una y otra vez. Inhaló profundamente, sintiendo el aire recorrer su cuerpo y aglomerarse en sus pulmones, del mismo modo que sus latidos incrementaban y la conciencia recriminándole sólo una cosa: Es tu culpa.

    Sintiendo la impotencia dominar su poco raciocinio apretó la tierra bajo sus manos, provocando que un pasto seco creciera de ahí; la energía recorriendo hasta las raíces y concentrarse en los árboles a su alrededor, provocando una sacudida en sus hojas y ramas al hacerlas crecer precipitadamente. La ventisca que antes no era más que eso, se volvió un viento tan potente que fue capaz de inclinar los árboles altos.

    Algunas pocas aves volaron lejos, otros animales huyeron del lugar, su sentido primitivo gritándoles alejarse del peligro.

    Y el peligro mismo tomó más fuerza al colocarse de pie, con la mirada aún perdida pero perturbadoramente brillante y ambas manos a sus costados, sucias de tierra, levantándose poco a poco. El fuego que había ahí creció, más rayos cayeron a un punto tal que aquella fuerte lluvia se volvió una tormenta eléctrica tan intimidante que parecía el cielo se quebrantaría en algún momento, las ramas de los árboles se entrelazaron entre sí impidiendo la escapatoria o entrada a cualquiera, incluso la tierra bajo sus pies comenzó a moverse en algo que pronto tomó forma de círculo, posteriormente comenzó a moverse de lado a lado.

    Con la respiración irregular, dominado por la impotencia, él levantó mucho más sus brazos, dándole nula importancia a la herida en el lugar, con ello finalmente cada parte a su favor se movió contra aquellos a quienes nombró amenaza; a algunos les envolvió en llamas y negándoles la oportunidad de que siquiera el diluvio terminara con su calvario, a otros desafortunados les arrojó rayos sin piedad. Les consumió sin misericordia, dejando al final a aquel hombre rubio más alto que él.

    Sus propios pies le llevaron hasta aquel hombre, dejando detrás de cada paso un pasto y flores marchitas. Con el juicio nublado, con su sed de venganza saliendo a flote y guiándolo, una energía blanca rodea y se acumula en sus pálidos dedos, serpenteando entre cada dígito con una gracia que en aquel momento era perturbadora. Expresión que se implantó en el rostro del hombre, quitándole aquella expresión socarrona y era envuelto en mera confusión con un toque de temor.

    Primero fue con los otros dos tipos quienes lo habían salvado, atando sus pies al suelo con las ramas que por más que intentaron no pudieron quebrarlas ni por poco. Su zurda se extendió hacia ellos, y haciendo un movimiento hacia sí, trajo consigo la vida de ellos, prácticamente dañándoles esta hasta que sus cuerpos cayeron con los pies aún firmemente atados al suelo y él con dos bolas rojas de energía flotando y rodando entre sus dedos, siendo sostenidos por su propia energía blanca. Su mano se amplió hasta que, sin piedad y con una furia sin igual, las hizo explotar en cenizas de tierra al apretarlas y convertir a su mano en un firme puño con los nudillos blancos.

    Entonces la expresión del tipo dejó atrás la confusión para ahora no ser más que desconcierto y pánico. Uno del cual no pudo escapar cuando sus pies también fueron no sólo anclados al suelo por las mismas ramas, sino que también jalado hacia la tierra que la misma no parecía más que arena movediza.

    —Me arrebataste lo que más amaba —siseó él en medio de su perdición—. Es mi turno de devolverte el favor con tu insignificante vida.

    Raíces salieron de la tierra para dirigirse hacia las manos del tipo, inmovilizándolo y jalando de sus muñecas hasta que un crack salió en ellas y el grito desgarrador de su asquerosa boca. Él hizo que algunas ramas envolvieran su cuello y lo desanclaran del suelo, elevándolo y apretando más su cuello. Los pies del tipo se movieron con desesperación al igual que su cuerpo se retorció.

    Su diestra, sosteniendo al tipo con la otra, se levantó hasta disparar su energía a los ojos del tipo los cuales, sin siquiera salir de sus cuencas, explotaron ahí mismo, torturando al hombre quien gritaba en agonía. La zurda comenzó a apretarse en un puño, forzando así el agarre en el cuello ajeno y arrebatándole lentamente la vida, gozando con una lujuria perturbadora el ver como poco a poco dejaba de luchar o de resistirse a su destino, o al final que él le estaba imponiendo.

    Sin embargo, una gota se deslizó desde su ojo izquierdo, combinando su satisfacción con un dolor puro, un odio que no comprendía.

    No fue hasta que sus pies dejaron de patalear, su cuello tronó y su cabeza se dejó caer que esa venganza, ira, impotencia y adrenalina en Jimin bajó de repente. Sus manos se aflojaron y cayeron inertes a sus costados junto al cadáver de aquel tipo rubio. Su respiración era errática pero por la vista y ese pánico de ver las consecuencias de sus acciones. Su mirada bajó hasta sus manos, mirándolas con un horror que en cierto punto sintió y pidió que esas no fueran sus manos, que ese cosquilleo en sus dedos no era por lo que creía que era.

    —¡Jimin! —alguien gritó detrás suyo.

    Mientras giraba se topó con cierto cuerpo inerte, con el rostro magullado y sin signos de vida. Sus pasos se dirigieron hacia lo que quedaba de su esposo, se dejó caer hasta sentarse a su lado, tomó su cabeza y acarició aquellos mechones marrones que ahora yacían manchados de sangre, bajando el recorrido de sus manos hasta sus mejillas y dejándolas reposar en la zona. Las imágenes anteriores regresaron a él, trayéndolo a esa realidad que no pudo hacer más que retirar su mano de ahí, como si temiese de dañarlo a él también. Y lo abrazó. Finalmente se soltó a llorar, con fuertes sollozos que incluso detuvieron los pasos de la mujer.

    Comenzó a negar con su cabeza, como negándose a aceptar que aquello había ocurrido, que él había hecho eso y que todo había sido su culpa.

    Él era un monstruo, alguien que era capaz de hacer daño a tal escala que eso era. No había otra palabra para describirlo amenos de que fuesen muy semejantes a la que él mismo se había implantado ahora.

    Él había provocado todo eso. Con su simple nacimiento ya había traído desgracias a varios. No faltaba mucho para que aquello se volviera a repetir.

    Él había matado a su madre en primer lugar.

    Para empezar, ¿por qué siquiera continuaba vivo?

    ¿Había algún otro propósito más allá de sólo dañar?

    ¿Realmente su existencia era tan importante?

    Jamás debió haber repetido todo lo que acaba de hacer. Jamás debió dejar que aquello empezara.

    Jamás tuvo que haber nacido.

Misereatur vestri omnipotens Deus, et dimissis peccatis vestris, perducat vos ad vitam aeternam*: Que el Dios todopoderoso tenga misericordia de ti, perdone tus pecados y te lleve a la vida eterna.

Sit laus deum nostrum*: Alabado sea nuestro Dios.

Hola, ¿cómo se encuentran todos, todas y todes? Espero que les esté yendo mejor que a mí.

Este capítulo me dolió escribirlo, pero si de por sí me sentí como la mierd4 al escribirlo, mucho peor ahora que acabo de pasar por algo similar. Me dolió editarlo mientras me acordaba de eso, juro que me daban ganas de no publicar el capítulo o de dejarlo a medias. Pero tampoco me gustaría decepcionarles, me han esperado durante meses entre actualizaciones que, simplemente, no me sentiría bien volviéndoles a fallar. Así que di todo lo mejor para corregir lo más posible este capítulo, no me convence el final, pero hice lo mejor que pude.

Por cierto, quería agradecer por aquí el reciente interés que han demostrado en esta historia. Les doy la bienvenida a aquellos quienes sean nuevos, nuevas o nueves por aquí. También, muchas gracias por leer, votar y comentar. Aunque no lo crean o no conteste, leo y releo sus comentarios, estos siempre me animan a continuar.

De nuevo, muchas gracias por apoyar Danger. Muchas gracias por esas 1.12k de lecturas que sólo va subiendo y subiendo. 💖

Estos días malos o cansados, cambian con sus comentarios, votaciones o las sencillas notificaciones donde agregan esta historia a sus listas de lectura. Realmente me animan a seguir y a no dar por perdida esta historia. ❤️

Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.

YoungMi17ⓒ.

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