Dentro de nuestra propia tumba

 -¡Por aquí!- Kaede fue corriendo por una esquina, sosteniendo de la mano a Sayaka. Detrás de ellas se escuchó como Junko golpeaba su cuerpo contra la pared. A pesar de eso, mantuvieron la velocidad, sabiendo perfectamente que eso no la detendría. 

 Desde lejos, veían como Ibuki las seguía, tratando de hacer el menor ruido posible para no ser descubierta. Planeaba atraer su atención si se acercaba demasiado a sus amigas. Solo tenía un palo para defenderse, y la única razón por la cual no fue vista aún fue por el foco de esa cosa en las otras dos. 

 A pesar de haberse roto la nariz, seguía por sus objetivos. La habían interrumpido mientras hacia pagar a un alma en pecado por sus actos. Ellas habían interrumpido su tarea, y debía hacerlas pagar. 

 A pesar de que ambas tenían los ojos al frente, podían visualizar su expresión con solo escuchar cómo trataba de morderlas. El único otro ruido que podían oír eran sus propios latidos, e ignoraban el dolor que sus heridas, todavía palpitantes, les generaban.

 Entre más seguían, más distancia lograban tomar. Eso les dio esperanza por un momento, al menos hasta que se encontraron contra una pared. 

 Antes de poder voltearse por completo, Enoshima había pegado un salto, cerrando su mandíbula alrededor del hombro de Maizono, dejando que un alarido se le escape. Su cuerpo golpeó el suelo, el dolor de la caída siendo opacado por el que le generaba que sus dientes se hundieran más profundo en su carne. Se retorció, con lágrimas en los ojos, para tratar de golpearla y patearla, en vano. De tanto gritar, su garganta había quedado ronca.       

 Akamatsu durante ese proceso trató de separarlas, solo lograndolo gracias a que Mioda las había alcanzado, consiguiendo empujarla unos metros. Al alejarse, se llevó consigo algunos restos de carne.  

 La cantante fue levantada en brazos por la pianista, quién se apuró en su huida de aquel lugar. Buscaron algún lugar seguro, en vano. El pánico de las tres las llevó a dejar de fijarse a donde iban, quiénes estaban en sus caminos. 

 Encontraron como escondite un cuarto de escobas, con la puerta entreabierta. Adentro, el único presente allí se quedó sorprendido al verlas entrar.

 -Emm... ¿Hola?- Alzó una ceja, fijando sus ojos verdes en las recién llegadas. Era confuso para Rantaro, era normal que esto fuera confuso, ¿verdad?  

 -Silencio. Está afuera.- Con esa advertencia de Kaede, pudo darse cuenta de que pasaba. Alguno de los caníbales que habitaban este sitio estaba buscándolas. Le había pasado un par de veces, no demasiadas considerando el poco tiempo que había pasado ahí, o simplemente fuera de su habitación.

 -¿Enoshima?- Preguntó susurrando, no sorprendiéndose al recibir un asentimiento como respuesta. 

 Una idea se le hizo presente, para poder ejecutarla necesitaba una de las escobas de ahí. Llevó a las tres a un rincón, y se quedó en la puerta.

 Hubo golpes para advertir la presencia de aquel ser, a los que respondió moviéndose hasta allá, con tal de evitar que entre. Pegó el cuerpo a la única entrada y salida, haciendo el acceso más complicado, aunque no lo suficiente. Una mano consiguió meterse, tratando de forzarlo a salir de en medio, siendo un aviso de que sería el siguiente si se interponía en lugar de irse.

 Apuntó el palo de la escoba por el pequeño espacio, y lo empujó. Dio una señal, y salieron todos de ahí, él siendo arrastrado contra su voluntad lejos del peligro. Un peligro que no le importaba a sí mismo evitar, después de todo, despertaría pronto. 

 -¡Esa fue una pésima idea!- Escuchó a la pianista exclamar, aún escapando. Ni ella estaba segura de si lo que dijo fue una afirmación con el propósito de llamarle la atención, o un recordatorio mental de no intentar eso.

 -¡Salimos con vida!- Remarcó el peliverde, de forma tal que parecía estar en algún lugar seguro. Siendo justos, genuinamente creía que así era su situación.

 Ella no les perdía el rastro, nadie más parecía haber salido de las habitaciones, quitándoles la esperanza de que hubiera algún rescate. 

 Antes de darse cuenta, habían llegado a una de las salidas que los llevarían al "patio". No se atrevieron a parar a pesar de esto.  

 La entrada al sótano era visible, y el cansancio empezó a hacerse presente. Esa era la única opción que tenían, y si la lograban encerrar...

 Se metieron ahí, y esperaron a que los acompañara. Luego de un momento, saltó hacia ellos, agarrando a Amami. En el revuelo, la única que consiguió salir fue Mioda, quién se percató de qué había pasado al notar la ausencia de los demás. Trató de ayudarlos a salir, en vano.

 La puerta estaba cerrada, y no podía moverla. Los oía aún, dentro de ese sitio, tratando de pelear contra esa aberración. En pánico, solo pudo alejarse dudosa, buscando ayuda. Volvió a entrar, tratando de encontrar a alguien.

 Llámalo coincidencia o intervención divina, pero no tardó demasiado en toparse con alguien finalmente. Si tan solo hubiera aparecido antes...   

 -Permiso, ¿podrías moverte?- Dos personas iban cargando varías bolsas de basura, llenas de partes humanas, apenas visibles. La más alta de las dos parecía molesta con el atraso.

 -¡Ibuki necesita ayuda!- Agarró sus hombros.- ¡Enoshima está con sus amigas! ¡No pueden salir! ¡Van a morir!

 -¡Espera, espera!- Se separó un momento.- Estoy tratando de hacer mi trabajo, cálmate.

 -¿Qué tal si nos llevas hacia dónde está?- Sugirió una persona más baja a su lado, quien posó sus ojos marrones en la contraria.

 En completo estrés, los guió al sótano. Solo podía señalarlo, y murmurar palabras sin coherencia.

 "Oh no, no esto de nuevo." Pensó la enfermera. "Debería empezar a cobrar por hacer estas cosas."

 Saltó un par de veces sobre la madera, sin lograr que se moviera. Suspiró, irritada al saber que tardaría más en tirar esas bolsas. 

 -Tenemos que tomar la otra salida. Maldita sea.- Rodó sus ojos y dio la vuelta, buscando ese sitio.

 Al mismo tiempo que ellos se encontraron, en aquel lugubre espacio se arrastraban varias figuras. Tres lograron esconderse, mientras que la cuarta se levantaba a duras penas, limpiándose la sangre de la cabeza.

 En silencio, la cantante fue soltada por la rubia, quién hasta ese instante había mantenido un agarre sobre ella para evitar que salga herida por la caida.   

 Hicieron una revisión pequeña del espacio en el que estaban, alarmándose al notar que se había ido.

 -¿Dónde puede estar?- Susurró Maizono en pánico, hasta que notó las partes humanas que las escondían, recordando en dónde estaban.- Vamos a morir... ¡Vamos a morir!

 -No lo haremos. Mantén la calma.- La volvió a sostener, cubriéndola suavemente, mientras que agarraba sus manos.- Te sacaré de aquí, te lo prometo. Incluso si es lo último que haga.

 Se quedó mirándola, al borde de llorar. Asintió ante sus palabras, y tragó saliva. No quería que lo hiciera, y no podría hacerla entrar en razón.

 -No me gustaría interrumpir, pero deberíamos revisar nuestras heridas.- Rantaro avisó.- Yo tengo un tobillo doblado y me mordió la cabeza.

 -Me golpeé un poco la espalda.- Valió cada segundo para ella, cuando notó que su compañera no tenía ninguna marca nueva.

 -Perfecto. Deberíamos probar de salir por la salida de emergencia.- Sugirió entonces el muchacho.- Creo que nos espera en las escaleras.

 -O también en...- Pensó en todos los lugares donde podía esconderse, y se apegó más a la oji-morada.

 -Tengo una idea.- Levantó un torso del piso, y se lo puso por encima.- Hay que tener cuidado con no inhalar, pero...

 -No.- Recibió una mirada seria y un quejido como respuesta. Él solo se encogió de hombros y se levantó. 

 "Se preocupa mucho aunque no sea real..."

 Volviendo con quienes planeaban el rescate, estos habían ido al cuarto donde Tsumuki dormía, a buscar armas. Tenían claro que hacía falta. Algo para romperle la cabeza, algo para dispararle, algo para pegarla al piso. Una de cada una para los tres, por si acaso.

 -¿Qué hacen aquí?- Ikusaba pausó el arreglo de su máscara, sabiendo que había algo mal para que Mikan siguiera con las bolsas en la mano.

 -Tu hermana.- Respondió rapidamente, de forma que comprendería la gravedad de la situación al instante.- Se encerró en el sótano para cuerpos con otros tres. Vamos a sacarlos.

 Su rostro formó una mueca un segundo al oír esto. Supo que no podría hacer nada por ellos si la veía, y llevaba tanto tiempo sin encontrar una forma de revertir su estado, era incapaz de hacer algo por ella. Bajo la mirada, con solo una pregunta en mente.

 "¿Qué clase de hermana eres para no poder salvarla?" 

 -...Trataré de devolverla a su cuarto.-  La peli-morada ya sabía cómo se sentía con esa situación. Incluso si era consiente de que jamás se podría arreglar lo que le pasó, dentro de su corazón quería que ella pudiera recuperarla con tal de hacer a la soldado feliz.- Y trataré de no lastimarla de más, si eso te preocupa.

 No demoró demasiado en tomar lo que necesitaba. Antes de retirarse, volteó a ver nuevamente a su compañera de cuarto.

 -Por cierto, ella te reconoce con o sin la máscara.

 Marcharon a la dirección opuesta que el grupo originalmente tomó. Los llevaría a unas escaleras que conducían a un pasillo que conectaba el lugar.

 El plan era fácil, entrar, matar a la peli-rosa, sacar a todos de ahí y tirar las bolsas. Nada complejo, no era necesario. Incluso con estás circunstancias, las cosas podrían salir mal.

 Sus pasos fueron rápidos, no tenían mucho tiempo que perder. Habían bajado completamente, llegando de una vez al pasillo, y no podían detenerse. Después de todo, si bien había algo de ventilación...

 Con la poca iluminación que tenían ahí abajo, se movieron de forma lenta. No podían hacer ninguna clase de ruido sin llamar la atención. Y cuando sonó un trozo de carne rompiéndose por accidente, todos se paralizaron.

 Empezaron a entrar en pánico, moviendo sus ojos de un lado a otro, tratando de oír si ella estaba cerca. No hubo nada. Ningún ruido, ningún paso, ninguna respiración.

 Eso hizo que verla saltar por encima de la pila los tomará más por sorpresa, apenas dándoles tiempo a reaccionar.

 Amami empujó a ambas musicas lejos, siendo el único objetivo que recibiría la agresión de esa cosa. Golpeó el suelo, y su cabeza fue reventada contra las losas, aún no llegando a matarlo.

 -¡Huyan sin mi!- Gritó sin darle mucha importancia. Después de todo, no importaría, ya que él genuinamente pensaba que despertaría luego de esto. Él genuinamente pensaba que estaba viendo el hospital nuevamente, que vería a su familia alrededor suyo, listos para recibirlo con brazos abiertos. Mantuvo esa creencia, y la mantendría, con cada golpe que recibiera. Después de todo, la idea de que esto tenía alguna forma de escape era mejor que su situación actual, y necesitaba seguir adelante de algún modo.

 Ante la escena, ambas huyeron, decidiendo descartar cualquier salida que involucrara silencio. Huyeron despavoridas, sin ningún sentido de a dónde iban que no fuera lo más lejos posible de ella. Dieron con una pared, y antes de darse cuenta, el cuerpo de Rantaro fue arrojado frente a ellas, con su cara irreconocible. Su figura se podía distinguir, corriendo hacia ellas, a lo cual a Akamatsu le quedó una forma de reaccionar.

 -¡Sigue corriendo!- Le indicó a su amiga, quién no tardó en hacerle caso, y esperó a que se acerque lo suficiente. Cuando ya estaba tan cerca como para hacerle daño, se agachó, recibiendo solamente unos pocos arañazos.

 Creyó que podría hacer distancia más rápido, creencia que desapareció al momento en el que su brazo fue agarrado. No tardó mucho en ser levantada de la garganta, y arrastrada por el piso. Cerró los ojos entonces, esperando una mordida que no llegó.

 Una losa había golpeado el torso de Junko, quién centró su atención en Sayaka nuevamente. Empezó a correr en su dirección, evadiendo algunas de las cosas que le arrojaba. En un momento, se dio a la huida, tratando de que esquivarla.

 Entre que esto sucedía, la pianista se arrastró para cubrirse. Cuando iba a levantarse, distinguió una luz en una esquina. Al verla más de cerca, notó que era la salida.

 Esto la llevó a agarrar una piedra del suelo, y buscar a Maizono. No tardó en encontrarla, aún escapando.

 Apuntó a su perseguidora y la arrojó, consiguiendole más tiempo a la cantante para huir. La guió hasta la puerta, y por fin, pudo cerrarla. Aún así, se escucharon golpes. No iba a detenerse tan fácil.

 -¡Kaede! ¡Vámonos!- Trató de agarrar su mano, pero no hubo respuesta.

 -Te daré más tiempo, tu vete.

 -¡No te dejaré aquí! ¡Vámonos!

 -Por favor, vete. No quiero que te lastime.

 -¡Tampoco quiero que te lastime a ti!

 -Pero yo—

 -Me quedaré contigo si es necesario. P—pero no me iré de aquí.

 -Ay no...- Tomó sus manos, con cariño.- No podré convencerte, ¿verdad?

 -No. Moriré aquí si es necesario.

 -Vamos a hablar de esto luego...- Con la amargura de no poder salvarla, la pegó contra si. 

 Esperaron a que la puerta cediera, y tras la intromisión de esa cosa, Akamatsu volvió a empujar lejos del peligro a la peli-azul. 

 Su brazo terminó siendo mordido, cosa que permitió. Con tal de que se aleje...

 -¡Ahí está!- Pudo ver a la enfermera acercarse, tirándose sobre Enoshima y poniéndole un cuchillo sobre la espalda. Ambas se alejaron para no ser interrumpidas al pelear.

 -¿Están bien?- El castaño se arrodilló para ayudarla a levantarse.- ¿Quedó alguien ahí?

 -Rantaro...

 -Oh, yo me ocupo.- Se fue, haciendo su mejor esfuerzo para ignorar el caos alrededor suyo, con tal de mantenerse cuerda.

 Las tres se abrazaron, y en silencio, abandonaron el lugar. Un sentimiento de euforia las recorría al saber que habían sobrevivido, aunque sea una sola vez más. Aunque no durará.

 -Por cierto, Ibuki quería hablar con ambas sobre algo...- Sus conductas de dejarse poner en peligro, para ser más exactos.

Perdón por la brevedad, esto es más un respiro. Espero disfruten


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