Confrontación fallida
Advertencia: Si tienes fobia a las jeringas, gusanos o vomito, te recomiendo que cuando el texto aparezca en negrita te lo saltes. También, implicaciones de suicidio, si te afecta de mala manera no te recomiendo quedarte. Por último, un par de comentarios contra ciertas prácticas de la iglesia.
Tomaron el mismo camino por el que vinieron, para poder comprobar si hubo una o dos víctimas del encuentro en las escaleras.
-¿Te sientes bien?- El azabache notó cierta incomodidad en la detective mientras avanzaban por la cancha. Solo despegaba su vista del suelo para llevarla a las paredes.
-Eh... Sí, todo está en orden.- Estaba tratando de ocultar la paranoia que le generaba entrar en ese lugar, tarea que se le hacía difícil por cómo sus memorias del incidente invadían su mente.- Solo revisa si algo sale de los vestuarios...
Al acercarse a la puerta, notaron que el hacha ya no estaba ahí. Solo se escuchó algo de metal siendo arrastrado por el suelo a la distancia.
-¿E—escucharon eso?- Quien iba a ser el suertudo definitivo se congeló. Era algo que siempre le pasaba solo con sonidos.
-Si... Quizá no sea nada.- Esperaba que no fuera ella de nuevo.
Al abrir, se encontraron con que el chico que los atacó estaba intentando levantarse. Su cabeza y espalda estaban llenos de sangre.
-¿¡Quién está ahí!?- Su visión era borrosa, mientras que temblaba. Una vez de pie, pudo verlos mejor.- Oh, ya veo. Ustedes y los tipos nuevos. Dios, me duele todo.
-¿Te sientes bien...?- Makoto notaba que estaba sufriendo físicamente, pero quizá mentalmente...
-De ninguna forma.- Esa ilusión se desvaneció rápidamente.- De todas formas, ¿había alguien conmigo?
-Sí, Peko estaba también ahí, le—le tuvimos que disparar en la boca.- La cantante se cubrió la cara tras decir esto, ya lo había visto reaccionar mal ante otras cosas.
-¿Ella estaba convertida también?- Los demás asintieron.- Está bien, supongo que no tenían otra opción. Mejor díganme dónde está, así le puedo extraer la bala.
Tras señalarle el sitio, él empezó a subir las escaleras.
-Fuyuhiko Kuzuryuu.
-¿Eh?
-Es mi nombre, quizás te sirva más adelante.
-Oh, bueno... Gracias, supongo.
Asintió, y se fue a recoger el cuerpo de la peliplateada. Cuando ya estaban todos arriba, recordó preguntar una cosa.
-¿Monokuma se ocultó?
-Sí, es por eso que volvimos.- Respondió Kaede.- Ellos van a tener que hablar con él.
-Un consejo de mi parte, no cuestionen de más lo que él diga, ¿entendido?
Quienes menos tiempo llevaban ahí contestaron afirmativamente, antes de que él abandonara ese sitio, yendo para la derecha.
Unos minutos pasaron (no realmente), en dónde se fueron a la dirección de los cuartos. Cuando ya estaban más cerca, el albino se separó del grupo.
-Supongo que aquí nos separamos, fue un gusto y me gustaría estar un rato más con ustedes, pero mis niños necesitan dormir un poco.
-De acuerdo, esperamos verte de nuevo.- El oji-verde le sonrió, antes de perderlo de vista.
Al mismo tiempo que ellos ingresaban al pasillo, un oso gris claro salió por la misma puerta. Acompañado del sonido de pasos apresurados, bajó hasta dónde ellos se encontraban, golpeándolos con un sentimiento extraño.
-No tengan miedo.- Sus ojos, el derecho amarillo y el izquierdo azul, se posaron en ambos castaños.- Seré su mano derecha para su redención.
-E—es un gusto señor.
-Prefiero que te refieras a mí por mi apodo por favor. Ese nombre prefiero usarlo solo para referirnos a Dios.- Parecía un poco molesto al decir esto.- De todas formas, estoy dispuesto a responder algunas preguntas que tengan.
-Bueno... Yo tengo algunas...- Hajime no comprendía el motivo de que estuvieran aquí en primer lugar. Si bien las cosas que se intentó hacer en vida podrían explicar que él hubiera acabado allí, que Saihara y Makoto no fueran al paraíso era extraño para él.- ¿Puedo saber el motivo por el qué estamos aquí?
-Según lo que he visto, lo peor que ha hecho Shuichi fue "alterar su cuerpo contra la voluntad de Dios", lo cual sinceramente no entiendo que significa, aún así lo vamos a intentar ayudar.
-¿Para ascender? Sabes bien que eso es imposible.- Interrumpió el detective.- Además, ¿para qué voy a redimirme por cambiar a algo con lo que me siento mejor conmigo mismo?
-Ellos seguro volveran por nosotros si todos ponemos de nuestra parte. Por favor, hay que intentarlo al menos.- Sonaba convencido de que volverían, una simple ilusión.- En cuanto a ustedes dos están aquí por el mismo motivo.
El corazón del castaño de menor tamaño dio un vuelco. Ellos no debían saberlo, ellos no debían odiarlo.
-¿Puedo saberlo?- El heterocromático dejó escapar algo de preocupación en esa oración.
-E—estoy seguro de que es todo solo un malentendido.
-No lo es. Ambos están aqui por hacerse daño e intentar tomar algo que solo Dios puede quitarles.
-¿Q—qué? Naegi nunca haría eso, debe de haber un error.
-Yo puedo ver todas sus memorias de eventos que hicieron en vida. Sé muy bien que tu amigo se quemó su brazo, y sé que quiso hacer una vez en la carretera...
-No puede ser verdad, ¿cierto Naegi? Tú siempre nos contarías si algo así te sucediera, ¿verdad?
Al verlo quedarse parado, y sin decir nada, Hinata se acercó. Puso su mano en su hombro y lo miró fijamente.
-...¿Él tiene... razón? ¿Tú realmente te hiciste...?- No entendía nada de esto. Él siempre había sido un chico alegre y optimista, siempre dispuesto a dar una mano a los demás. Lo conocía de toda su vida, él sabía que no necesitaba ocultarle como se sentía.
-L—lo siento...- Estaba conteniendo su llanto, todavía quería convencerse de que podía seguir.- N—no quería que cargaran conmigo...
-Makoto, no vamos a cargar contigo, no era necesario que te lo guardaras.
-Yo debía salvarlos, no iba a ayudar si te decía al respecto...
-No, ahora estamos bien. Podías haberlo dicho, siempre estuvimos ahí para apoyarte, y siempre lo estaremos.
Mientras lo consolaba, un azabache observaba la situación, dejando que la culpa lo consumiera, sintiéndose un fracaso al no haberse dado cuenta antes de que le pasaba a su amigo.
-No se preocupen, podemos ayudarlos.- La criatura insistió.
-Pero yo ya había conseguido mejorar antes de morir, ¿por qué estoy aquí?
-Aún no del todo. Por eso estás aquí, yo no puedo controlar a dónde terminan.
-¿Cuando es suficiente?
-Cuando dejes de sentir ira contra ti mismo. Ese es el problema, aún tienes ira contra tu persona. Lo único que te diferencia de ellos dos, es que ellos siguen expresando esa ira contra sí mismos, pátetico.- Con sus colores oscureciéndose, señaló tanto a quien sería el suertudo definitivo como a la detective, grave error.
-¡Retractate de lo que dijiste! ¡Ellos están buscando una forma de lidiar con cosas fuera de su control! ¡¿Por qué si intentas ayudar— ¡Agh!
Sus palabras fueron cortadas por un arañazo. Inicialmente, se sentía como cualquier otro corte, un poco más intenso quizás. Pero no tardó en sentir algo arrastrarse por debajo de su piel, consumiendo su carne, además del olor que empezaba a invadirlo.
Al ver la herida, notó tanto el estado de putrefacción en el que estaba cómo los gusanos que estaban dentro de esta. Soltó un grito, y empezó a golpear la zona afectada contra la pared.
-¡Kurokuma! ¡Eso fue excesivo!
-Sabes que se dejó llevar.- El otro "oso", gris con detalles entre marrón y rojo rodó sus ojos.
-Aún así eso fue innecesario.
Entre que estos dos discutían, el grupo fue a la cocina. Era el mejor lugar para quitarle esas larvas de su cuerpo.
Calentaron una caldera de agua, e intentaron tranquilizarlo. Intentaron.
-Oh por Dios están comiendo mi brazo, oh por Dios están comiendo mi brazo.- Repetía dicha oración de forma histérica, como si así se pudiera curar.
-Ni siquiera deberías molestarte en rezar, Dios ya nos abandonó.- Esta frase de la pelimorada es un ejemplo de a qué me refiero con "intentar".
-E—eso no me está haciendo sentir mejor.
-Lo siento.- Afortunadamente el agua terminó de hervirse. Mientras que Mukuro apagaba el fuego y le alcanzaba la caldera, volvió a tratar de calmarlo.- Esto va a doler mucho, pero ayudará con los gusanos.
Agarró su brazo, y empezó a vaciar el agua sobre su herida. Entre tanto, el castaño mordió su labio, llorando un poco de dolor.
-Ya está listo. ¿Cómo te sientes?
-Mejor.- Al decir esto, no se dio cuenta de que había desgarrado todo su labio inferior. Todos los presentes decidieron evitar comentar al respecto.- Mi pregunta ahora es: ¡¿por qué tenía qué hacer eso?!
-Él lo consideró como si cometieras el pecado de la ira, así que sufriste uno de los castigos por ellos.
-¡¿Uno de ellos?!
-Sí, hay más castigos por esas cosas. Algunos son incluso peores.- Tembló un poco al recordar sus extremidades siendo arrancadas.- Solo intenta evitarlos y no actúes demasiado alterado respecto a tus emociones cerca de ellos. ¿Ok?
-...Ok.- "¿Habría cambiado algo si sanaba?"
Salieron, sin encontrarse de nuevo con esas criaturas. Fueron hacia las habitaciones, solo para que ese sonido de metal se repitiera. Esta vez, sí siendo una señal de peligro.
Un hachazo golpeó la cara de la militar, mientras que Saihara era retenido. Los atacantes empezaron a correr, no sin antes tirar algo de gas pimienta, obligándolos a esconderse en un cuarto.
-¿D—dónde estoy?- Estaba un poco cegado por la distracción previamente usada, y apenas podía ver a una figura en ese sitio con él.
-En lo tu futuro infierno.- Esa voz...
Un golpe directo a su pie provocó que soltara un alarido, acompañado del crujido que hizo al romperse ese hueso.
-¡Cierra la boca, no quiero escuchar gritos esta vez!- El caníbal estaba molesto, algo que sirvió de alarma. Hasta ahora siempre intentaba mantener esa personalidad formal y educada.- Hoy quiero escucharte dar el mensaje.
-¡¿Q—qué mensaje?!
-Seguramente no puedas verlo, pero mi hermano se encuentra en esta habitación con nosotros. Necesito que les entregues el mensaje a ellos de no ponerle las manos encima.
-De a—acuerdo, solo dejame ir y—y les diré.
-Pero...- Se acercó inexpresivo. Agarró su pelo y lo forzó a verlo directamente a los ojos.- Nunca dije que saldrías de aqui con todo tu cuerpo. Touko, deja el taladro cerca.
La orden fue cumplida de inmediato, a lo cuál el oji-gris reaccionó pateando alrededor suyo.
-¡Agh! ¡No en la puta cara basura asquerosa!- Tomó de nuevo el hacha y cortó con esta su pierna sana. Ignoró sus gritos de dolor y acercó de nuevo el martillo, esta vez dejándolo pegado a su boca.
No tardó mucho tiempo en golpearlo, destrozando por completo sus dientes. Al terminar con el lado izquierdo, repitió el proceso con el derecho.
-Aún no terminamos.- Agarró el taladro y lo puso en el pequeño espacio entre sus dedos y uñas. Al encenderlo, las mandó a volar. Con cada dedo fue lo mismo, convirtiéndolos en nada más que masas rojas y sangrientas.
-Muy bien, ahora dame el cuchillo. El de caza.
Con dicha arma, cortó la carne de sus brazos furioso. La única resistencia con la que se encontró fueron los ocasionales movimientos bruscos que disminuían conforme perdía su sangre. Sabía que no le quedaba mucho tiempo para que "muriera".
Levantó lo que quedaba del detective dejando que un par de huesos de sus dedos se cayeran. Salió del cuarto de limpieza, viendo cómo su grupo de amigos lo buscaban.
Arrojó su cuerpo hacía ellos, y saltó contra Kirigiri. Sólo una cosa fue mal en eso.
-¡Sayaka!- La pianista vio con horror cómo su compañera se puso en medio del ataque, recibiendo un corte en su pecho.
A pesar de no ser la persona esperada, Kokichi no le tomó importancia y con algo de dificultad, metió su mano para sacar su corazón.
Lo tiró a la nada antes de sentir su torso ser tomado por unos pequeños, pero fuertes brazos color negro.
-Debido a que cometiste el asesinato de Sayaka Maizono, me veo en la obligación de enviarte a tu castigo: una ejecución en la cuál reviviras tu muerte.
Intentó soltarse, solo para que unas cadenas al rojo vivo salieran del suelo y se enredaran en sus hombros. Incapaz de moverse, gritando y con las quemaduras aumentando, una idea cruzó su mente.
-¡Que así sea, aceptaré tu castigo! ¡Touko, Syo, guarden la carne y el corazón para cuando vuelva! ¡Y mantenganlo seguro!
Siendo arrastrado por las cadenas, fue llevado a una sala que se dejó ver una vez lo empujaron a una pared.
Alrededor suyo unos muros se alzaron, recreando la apariencia de la habitación de una mansión, una la cuál él reconocía perfectamente. Una bomba apareció a su lado, la misma que él había creado. E hizo los mismos sonidos que hizo antes del final.
-Uno. Dos. Tres.
La explosión lo mandó volando por los aires, dejando como resultado al chico con unas fuertes quemaduras, siendo las peores las que estaban en su cara y costillas, exponiendo parte de sus huesos. A su vez, su pierna derecha estaba de la rodilla para abajo separada de su cuerpo. Sus brazos no estaban mejor, uno totalmente desaparecido y el otro, el izquierdo, roto. Cayó enfrente de su verdugo, quien sostenía unas vendas.
Para confusión de los presentes que llevaban menos tiempo allí, la entidad cubrió algunas heridas. Algo particular eran unas en algunas de estas las marcas eran de dientes. De un humano, para ser exactos.
-...Deberíamos irnos.- La militar agarraba la mano de Mioda, quien la guiaba debido al daño en su visión. Y a pesar de que esta fallaba, entendía lo shockeante que podía ser para ellos ver esas escenas.
-De ninguna forma.- Togami sostenía una granada en sus manos.- Luego de esto, no.
Se abalanzó sobre el grupo, antes de que Hinata lo retuviera. Retrocedió para alejarlo de los demás. O para intentarlo.
Teniendo ahora entre sus manos solo la granada sin seguro, supo que ya había fallado su cometido. Está segunda explosión afortunadamente, solo le quitó dos pedazos de sus brazos, uno de su pierna y otro, que esta vez le quitó un trozo de su cintura y su otra pierna. ¿Mencioné también qué el golpe de su cabeza contra el suelo expuso parte de su cerebro?
-¡Hinata! No, no te vayas, aún podemos sanarte a ti y a Saihara, solo re—resiste.
-Naegi... Él ya volverá, no tienes que—
-¡De—debí haberlos rescatado! Esto es mi culpa, debí haber sido yo al que se llevaran, debí haber agarrado yo—
-Naegi, ya no hay nada por hacer más que llevarlos a qué se regeneren apropiadamente. Ellos hicieron lo que pudieron, por favor, vámonos y dejémoslos en un lugar seguro.- La soldado sabía lo que era perder gente de esa forma, pero ellos todavía podían regresar. Tendría que averiguar una forma de hacer que ella volviera.
Aún dolido, cargó lo que quedaba del detective, y avanzó con el grupo a las habitaciones. Pudo distinguir las figuras del atacante y sus acompañantes corriendo a un cuarto y cerrando la puerta, sosteniendo algo.
De vuelta al cuarto dónde comenzó todo, la militar se quedó allí. No se sentía nada bien durante el proceso de recuperar su cara. Además si ella la veía así...
La misma separación decidieron tomar Akamatsu e Ibuki, llevando a la peliazul con ellas.
Por último, los tres que quedaban se refugiaron en el último cuarto creado. Se sentaron en el piso, viéndose mutuamente.
-¿Les molesta si me voy? No me siento muy cómoda con ellos... Ya saben...- Recordándole el cadáver que utilizó una vez como escondite.
-Está bien, vuelve cuando quieras.
Salió, cerrando la puerta detrás suyo. Makoto se levantó y puso seguro, creía que iba a tardar más tiempo. Mucho más del que realmente pasó antes de que se escucharan golpes desesperados.
-¡Está aquí, por favor abre la puerta! ¡No me dejes con esa cosa por favor!- Antes de poder reaccionar, un grito se escuchó. Quitó la traba, descubriendo la razón de todo esto.
-¿Me extrañaron?- La espuma cayendo de su boca y movimientos similares a los de un cuerpo reanimado fueron los primeros detalles que notó, alarmándolo.
-E—Enoshima.
-Lo sé, seguramente quieres hablar un par de cosas, ¿no es así?
-¡No se queden ahí, huyan!- La detective se levantó rengueando a causa de una mordida, y levantando un cuchillo sacado directo del cuerpo de la oji-azul. Cuando ellos salieran no lo usaría en ella.
-Solo quiero hablar. Nada más.
Al dar otro paso, recibió una puñalada, en la cual un manotazo mando al estómago. Eso a su vez reveló que tenía algo debajo de su ropa, aparte de carne descompuesta y gusanos. ¿Ese algo?
Gasolina y un encendedor.
La golpeó en la boca, haciendo que se cayera uno de sus dientes, y se acercó a Nanami, quien se encontraba helada al ver a su asesina.
"Incluso después de tanto tiempo que hice eso, miles de veces que hice eso."
Cubriendo su cuerpo en el líquido, e ignorando a Kyoko intentar advertirle que huya, la encendió en llamas.
Sin poder contenerse, terminó saltando encima suyo, golpeando su cuerpo. Antes de poder intervenir, quien iba a ser el suertudo definitivo pegó un alarido desgarrador.
-¿Te gusta? Pasé por enfermería hace un rato.
Presionó una jeringa contra su ojo, hasta que se rompió dentro de este. Horrorizado, Makoto cayó al suelo, e intentó arrastrarse a la salida. De nuevo, un simple intento fallido.
No tardó en sentirla agarrar su otro ojo, y empezar a presionar sus dedos dentro. Intentó patalear y tirar golpes al aire, y entre más sentía que la golpeaba, peor era todo.
-Solo porque puedo sangrar no significa que puedo sentir dolor.
Finalmente, consiguió empujarla, dejando su ojo entre sus garras. Inmediatamente tras esta acción, se levantó y corrió.
Fue por el pasillo, tanteando con sus manos para buscar algo que estuviera en medio de su camino. Solo el pomo de la puerta hizo contacto con él.
Sintiendo un alivio apresurado, abrió y suspiró, ella no estaba ahí con él.
-No tengas miedo.- Esa ilusión se acabó al momento en el que la escuchó respirar detrás suyo, antes de que algo fuera forzado dentro de su boca. Lo obligó a masticarlo, pensando en la infinidad de cosas que podrían ser.
Al tragar, sintió que su agarre era menos intenso. Aprovechó su oportunidad para volver a correr, olvidándose de que había una escalera.
-Se escucha doloroso desde aquí.
Diez escalones. Había caído diez escalones de cara contra el piso. Primero sus ojos, y ahora sus huesos. Y a pesar de todo seguía vivo, oyendo a su futura asesina bajar lentamente.
Uno.
Era distinto a su primera muerte, él no sabía en ese momento lo que le había pasado.
Dos.
Aquí sabía que el final se acercaba, era consciente de que no tenía dónde esconderse.
Tres.
No importaba si se volvía a levantar, estaba indefenso. Si huía ella lo escucharía, si luchaba estaba seguro de que sería sobrepasado. Después de todo, ella era más alta y pesada que él, además de que se encontraba armada. Y según lo que escuchó, tenía más experiencia.
Seis.
¿Qué pasaría una vez acabara con él? ¿Se iría a otro lugar? ¿Habría una nada absoluta alrededor suyo hasta que su cuerpo funcione? ¿Podría seguir pensando? ¿O solo dejaría de existir momentáneamente? Y si era así, ¿quién volvería sería él u otra persona muy similar? ¿Qué pasaría si ella dejara algo clavado en su cerebro?
Nueve.
Quizás ella pensaría que estaba muerto en esos momentos, se había quedado quieto por mucho tiempo. Quizá no lo notaría.
Y...
Ella ya estaba abajo. Ella ya lo tenía agarrado. Y ella ya lo había golpeado contra la pared una vez.
-Buenas noticias, encontré algo.- Un corte y adivinó que era un machete.- Podrás verlos pronto.
No entendía a qué se refería, pero a estas alturas daba igual, lo averiguaría pronto.
Lo volvió a estampar contra la pared, dolía más de lo que se suponía que debería con un humano normal. Siguió rotando entre pared y machete, debilitando cada vez más su cuerpo.
Ya casi era el final. Estaba listo para irse, solo escuchando unas últimas palabras de parte de su atacante.
-Yo aún puedo oírlos. Pronto también lo harás.
-¿Oírlos?
-Los ángeles. Los ángeles... ¡Los ángeles están cantando!
Clavó el machete en su cabeza, decidiendo no alargar su miseria.
Al terminar con él, volvió a subir, buscando a la última sobreviviente.
Y él despertó. No sabía cuanto tiempo había pasado, ¿horas acaso? Cuándo lo hizo. Su cuerpo dolía, sobretodo su ojo—
Oh, el mismo en dónde se rompió una jeringa.
Dormir. Fue parecido a dormir. No pensaba, no veía, no sentía. Solo negro.
-Al fin estás despierto...- La voz suave de Nanami al fin lo quitó de ese estado de confusión e inquietud, pero el miedo permanecía. Mayormente por las quemaduras que aún no se habían regenerado.- ¿Cómo te sientes?
Su primer impulso fue empezar a vomitar, sabiendo que había tragado algo. Pudo ver ese algo, de color blanco y rojo mezclado con su bilis. Eso lo hizo repetir su acción, manchándose un poco. Sintiéndose mejor en el ámbito físico, se permitió romper en llanto finalmente.
-Ya, ya pasó, está todo bien por ahora.- Lo abrazó, dejando que se desquitara sobre su hombro. No era raro que esto pasara en las primeras muertes.
Continuó sollozando, aferrándose a la peli-rosada. Siguió hasta que ya no podía más.
-Sé que esto va a doler, pero... Necesitas sacarte el ojo.
Su corazón dio un vuelco, sabiendo que el vidrio aún estaba allí. Y dio otro al ver la cuchara acercándose.
-Quédate quieto, dolerá solo al principio.
Con cuidado, la metió dentro de su cuenca, y empezó a hacer palanca. Cuando al fin lo separó, tuvo que morderlo un poco para retirarlo en su totalidad. Quitando que había provocado que lo había hecho llorar nuevamente (no intencionalmente), salió bastante bien.
-¿Q—qué pasó con Junko y Kirigiri?
-Junko está... Rara, la escuché y no sonaba muy bien. En cuanto a Kirigiri... Ella posiblemente se haya colgado... Pude ver su silueta en la habitación. N—no podía verla luego de que dejara que se hiciera eso...
-¿Ella ya ha hecho esta clase de cosas?
-Un par de veces, solo que no le agrada el sermón que le da Monokuma. Por eso prefiere dejar que parezca un accidente u homicidio. Así dejará de decir esas cosas.- Pausó un momento, recordando los horribles discursos que daba.- ¿Podemos ir y descolgar su cuerpo? No quiero que se quede así por mucho rato...
-De acuerdo. Es lo menos que puedo hacer.
Llegaron hasta aquel cuarto, y en silencio, abrieron la puerta, esperando no encontrar alguna amenaza.
Dibujos hechos con sangre de ángeles decoraban las paredes, junto a la frase "La ira de Dios sobre este suelo ha caído". Varios órganos estaban esparcidos por ahí, algunos masticados. Y por último, pero no menos horroroso, el cuerpo de la detective se encontraba colgado en el centro de todo esto. Su pierna izquierda atravesada con un machete y regenerandosé alrededor de este, y la derecha casi por completo arrancada. Sus costillas eran visibles, sus pulmones tenían algunos huesos clavados, y su mandibula estaba caída en el piso.
Al ver aquella escena, el castaño volvió a vomitar, a pesar de que ya no tenía nada que expulsar de su cuerpo.
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