Personaje A se distrae al subir al autobús yaccidentalmente cae en el regazo de personaje B

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"Demonios, sí que tengo mala suerte" Pensaba Nagito mientras buscaba apresuradamente por su habitación. Esa mañana su despertador no había sonado y se le había hecho bastante tarde. El agua en su baño no calentaba, su almuerzo se había quemado y para terminarla de joder, su mochila no estaba por ningún lado.

"Nada podía salir peor" podría pensar, pero no lo hace. Siempre algo podría salir peor.

No tomó mucho tiempo de búsqueda antes de que se diera por vencido, pues si seguía buscando se le haría aún más tarde, de todos modos, ¿qué tenía en su mochila que fuera tan importante?

Se apresuró en salir del lugar en el que vivía. De repente, estaba en el suelo; algo le había hecho tropezar. Se volteó para mirar el objeto que había provocado su caída y ahí estaba, en la entrada de su hogar, la mochila. Soltó una risita para sí mismo. Era tan torpe que no lo recordaba, pero la noche anterior, cuando su puerta se atascó, había dejado ahí el bolso para poder abrirla.

Se levantó y procedió a sacudirse un poco el polvo que había en su ropa, tomó su mochila y caminó en dirección al metro. La tranquilidad de haberla encontrado le había hecho olvidar que ya iba, de hecho, bastante retrasado.

Al llegar pudo ver a la distancia que el metro estaba por cerrarse, por lo que una vez más se encontró a sí mismo corriendo para poder alcanzarlo y subir. Se aferraba a su mochila con fuerza para no perderla y cuidaba sus pasos lo más que podía para evitar tropezar.

Pero claro, estamos hablando de Nagito Komaeda. Justo en el momento en el que subió al tren fue como si sus piernas se enredaran entre ellas y cayó. Cerró los ojos, preparándose para un frío golpe contra el suelo.

Pero nunca llegó, en su lugar, un par de piernas detuvieron su caída, dejándolo en una posición bastante comprometedora, con su rostro justo entre ellas y sus rodillas sobre el suelo.

Cuando finalmente reaccionó, alzó la mirada solo para encontrarse con un par de ojos verdes que le miraban con las cejas arqueadas. Komaeda quiso moverse, pero no podía, ¿cómo iba a hacerlo bajo los ojos más bonitos que había visto en mucho tiempo? El tipo era condenadamente lindo. Por más que el desconocido intentó mantener la seriedad, no pudo contener una risa al ver la expresión avergonzada del chico.

—¿Estás bien? —cuestionó. El de blanca cabellera esbozó una sonrisa tímida y asintió con la cabeza. El contrario le sonrió y le tendió la mano para ayudarle a levantarse, mano que Nagito miró como si fuese lo más valioso del mundo por unos segundos antes de tomarla como apoyo para ponerse de pie.

—¡Muchas gracias, extraño! —habló, sonando inexplicablemente exaltado, lo que provocó que el desconocido riera una vez más. Komaeda no podía creer que él había causado esa preciosa risa por segunda vez.

—Soy Naegi Makoto —se presentó—. y no es nada, supongo

"Quizá mi suerte no es tan mala, después de todo" se atrevió a pensar.

Y justo en ese momento, el tren disminuyó su velocidad y las luces comenzaron a fallar.