Capítulo 1 - El caso
«El universo de Sword Art Online y sus personajes no me pertenecen a mí sino a Kawahara Reki y A-1 Pictures. La única función que poseen en estos escritos es la de entretener sin fines de lucro»
Damned: El peso del destino es un premio otorgado a Cely Espino, ganadora del evento de aniversario de mis bebecitos preciosos – ejem – del grupo de Facebook Sword Art Online - Fickers.
Sin más dilación, vamo' a darle.
-O-
"Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer."
—Antoine de Saint Exupéry.
-1-
Sus sentidos seguían adormilados, sumergidos en un sueño lo suficientemente profundo como para que los rayos de sol, estampándose en su rostro a través de las rendijas de su ventana, no lo despertaran. El desconocido durmiente permaneció impasible hasta que la luz del astro rey se le hizo difícil de ignorar, especialmente cuando el reloj ya marcaba las nueve de la mañana.
El despertador sobre la mesita de noche de la habitación parecía estar dando gritos de protesta, pues era brutalmente ignorado por aquel que se supone debería haber sido despertado hacía poco más de una hora. No obstante, como si tuviese vida propia, siguió entonando su cántico de destrucción hasta que, en un ágil movimiento, aquel que dormía alcanzó a mover la mano y darle un buen golpe.
Entonces, se hizo el silencio de nuevo.
Lentamente, los pies desnudos abandonaron las sábanas posándose en el piso de madera. El frío que los acogió no era propio de la estación en la que se encontraban, por lo que el recién despertado observó la habitación desde una esquina hasta la otra, como si intentara descubrir con la mirada cuál era el objetivo del repentino cambio de clima. Halló su respuesta en el dispositivo de aire acondicionado que marcaba dieciséis grados. Un escalofrío le estremeció el cuerpo.
—Seguro fue cosa de Sugu, ¡maldita sea!
Totalmente ignorante de dónde había ido a parar el control remoto durante la noche, simplemente se arropó con las sábanas e hizo los primeros intentos de levantarse, fallando estrepitosamente. Cinco minutos después, pudo alcanzar la puerta de la habitación, aún a oscuras y a duras penas.
Las sábanas que lo cubrían lo abandonaron a mitad del pasillo de su departamento, pues el calor de la mañana de primavera finalmente lo había alcanzado. Restregándose los ojos en un último intento de despertarse, sus pasos lo guiaron hasta la pequeña cocina donde fue buscando coloridos cartones que indicaban cereales. Un rato más tarde, se hallaba metiendo la cabeza dentro de la nevera buscando leche, quizá, o lo primero que pareciera comestible.
—Llevas un rato con la cabeza encajada ahí, ¿estás buscando la respuesta a la felicidad?
Como un resorte, el muchacho levantó la mirada y se giró hasta la intrusa que lo recibía con una ladina sonrisa.
—Sugu... No tengo que adivinar quién escondió el control remoto, ¿verdad?
—No tengo idea de qué hablas —Sugu únicamente se desentendió del asunto—, pero sí sé que vas retrasado por una hora y veinticinco minutos. ¡Ah! Y no te preocupes por el desayuno que me encargaré yo, ve mejor a cambiarte onii-chan.
Un duelo de miradas más tarde, la cocina había quedado vacía nuevamente y Sugu sacó los instrumentos culinarios pensando en un desayuno rápido. Mientras dejaba que sus manos se encargaran del asunto, su mente divagó hasta las ocupaciones que tenía pendientes en aquella mañana de lunes.
Otros veinte minutos más tarde, el olor de los alimentos recién hechos llegaba hasta las fosas nasales del onii-chan, quien luchaba con una corbata como si su vida dependiese de ello. Sugu lo observó en parte divertida y en parte resignada, como si aquel sujeto enfundado en un impecable traje gris no tuviera remedio y, poniendo los brazos en jarras, le ayudó a terminar con aquella infernal labor.
—Probablemente llegue tarde esta noche—soltó Onii-chan mientras mordisqueaba el pan tostado, luego de haberle untado un poco de mermelada—. El jefe parece tener un caso entre manos y necesita mi ayuda.
—Entiendo..., de todos modos te dejaré la cena en el refrigerador, ¿vale? Tienes que comer algo antes de acostarte.
—Así lo haré Sugu. —acto seguido, le despeinó el cabello en un cariñoso gesto al tiempo que se levantaba de la mesa.
—Buena suerte, señor detective del departamento de policía metropolitana de nuestra querida Tokio, Kirigaya Kazuto-kun. —el mencionado, ahora reconocido por su nombre, se volteó extrañado ante la inusual despedida. No obstante, la pequeña Sugu, únicamente lo despidió en un ligero gesto con una mano en lo que retomaba su desayuno.
-2-
Si bien era más fácil usar su propio vehículo para transportarse, Kirigaya Kazuto prefería el transporte público por la inmensa apatía que le daba conducir con el tráfico desatado de un lunes por la mañana. Mientras se sujetaba de una barra de metal, después de haber pagado el peaje correspondiente, sus ojos viajaron hasta la somnolienta ciudad que lo esperaba detrás de los cristales del tren.
Estudiantes y adultos por igual se movían con la rapidez propia que generan las llegadas tardías, producto de una noche donde había ocurrido cualquier cosa menos lo previsto: dormir. Su vista se detuvo particularmente sobre la figura de una joven, universitaria quizá, que aguardaba pacientemente frente a la entrada del tren, como si no quisiera abordarlo antes de lo previsto. La respuesta al interrogante del detective vino en forma de otra señorita, de cabello castaño y bastantes pecas en el rostro, que abrazó sorpresivamente a la paciente muchacha anterior, sacándole unos gritos del susto.
—Rika-chan, no me asustes así...
Si bien podía oír toda la conversación desde donde se encontraba, Kazuto prefirió sacar su pequeña agenda, revisando sus citas de ese día. Su teléfono empezó a sonar con insistencia al mismo instante en el que el tren empezó a moverse.
—Aquí Kirigaya. —Su voz sonó mucho más fría de lo que esperaba.
—Kazuto, es raro aún no verte por el departamento, ¿estás bien? — la potente voz masculina que lo recibió del otro lado de la línea era inconfundible para el detective.
—Jefe... — Kazuto arrastró las palabras mientras se masajeaba las sienes buscando una excusa — He tenido un pequeño retraso, nada importante. Me disculpo por ello.
—No te preocupes hombre— el sujeto del otro lado de la línea ignoró educadamente las disculpas—, es culpa mía por pedirte algo así en tu día libre. En fin, cuando llegues pasa primero por Archivos, tenemos los primeros informes de los asesinatos, te lo encargo.
—Sí señor, y... gracias.
Cuando hubo guardado su teléfono en uno de los bolsillos de su traje, el tren ya había dejado la estación dirigiéndose al centro de la ciudad. Kazuto perdió la cuenta de cuántos árboles y autos habían pasado frente a sus ojos para entonces. Las universitarias, quienes habían abordado el transporte momentos antes de su partida, se encontraban cuchicheando cerca suyo. De hecho, la fragancia a fresas que percibía su olfato probablemente viniera de alguna de ellas.
Le pareció ver algo extraño por el rabillo del ojo cuando estos se posaron en la cabellera naranja de una de las señoritas, pero al girarse disimuladamente a comprobarlo no había nada en el pasillo. Extrañado, lo dejó pasar.
-3-
—Detective Kirigaya, el jefe lo espera en su oficina.
El frío saludo que recibió de la chica de cortos cabellos negros no se comparaba con el frío que recorría su cuerpo cuando conectaba con esos ojos oscuros que le escudriñaban siempre a través de sus anteojos. Terminó de firmar el albarán de entrega de un paquete que había llegado a su nombre, obligándole a realizar aquella incómoda parada, y se encaminó al pasillo, mientras se despedía imitando su anodino tono.
—Buenos días a ti también, Shino.
La mencionada únicamente levantó su mano en señal de despedida.
Aunque apenas había dado más de una docena de pasos, cuando una turba rubia lo atropelló.
—¡Senpai, buenos días! —la chica de brillantes ojos azules y cabello dorado se enganchó a su brazo en lo que le sonreía alegremente—. Sí que te tomaste tu tiempo para venir, pensé que te perdiste de nuevo.
—Alice, buenos días, ya puedes soltarme.
A pesar del inesperado asalto, Kazuto se veía bastante sereno, quizá acostumbrado a aquellos arrebatos de su protegida.
Por toda respuesta, Alice, simplemente le sonrió.
—¿Senpai quiere café?
—Estaría bien, gracias.
—Entonces te veo con el jefe, hasta luego senpai.
—Enfundada en un traje negro se ve mejor de lo que pensé. — Kazuto observó por unos segundos el camino que había tomado la rubia antes de hacer lo mismo y seguir con lo suyo.
Una vez hubo llegado a la oficina de su superior, informe bajo el brazo, golpeó dos veces antes de recibir una respuesta afirmativa.
—Buenos días jefe.
—Buenos días Kazuto, pasa por favor. Imagino que Alice ya te bombardeó por el camino.— El jefe se echó a reír contra toda respuesta, como si aquello le hiciera mucha gracia.— De nuevo, muchas gracias por cuidar de ella.
—Únicamente porque es un favor hacia usted, jefe Mills.
Andrew Gilbert Mills, jefe del departamento de policía metropolitana de Tokio, era el superior directo de Kazuto y, a decir verdad, un gran amigo suyo. Ser el tutor de la nueva integrante del departamento, Alice Schuberg, una recién llegada de la academia, había sido un favor expreso del mismo.
—No es como si ella lo hiciera mal, ¿verdad? —el jefe se acarició la perilla, que contrastaba con su calvicie—. Tiene las mejores calificaciones de su promoción.
—Es bastante buena, sí. Ojalá no fuera tan... efusiva.
—Detalles, detalles... —La mencionada entró en ese momento, sin tocar y con dos tazas humeantes de café— Uno para senpai, otro para mí y, para el jefe, no hace falta.
—Gracias Alice—. Andrew levantó una taza blanca con el dibujo de una pantera negra chibi en la misma.
—Sigo sin entender por qué el mío es un gato—. Kazuto observó con recelo su propia taza.
—Va muy bien con Senpai, sí que sí. —Alice sostenía sonriente su propia taza, con un león grabado en él.
—¿Tienes el informe Kazuto? —el jefe, a pesar de que sobraban razones para seguir molestando al detective, prefirió ir directo al grano.
—Sí señor —Kazuto se apresuró a depositar la taza sobre el escritorio antes de abrir el folio—. Esto es lo que dice.
Cinco asesinatos hasta ahora, realizados exactamente con una diferencia de treinta y cinco días, fueron cometidos en las prefecturas de Osaka y Kioto. Cinco mujeres, entre los dieciocho y treinta años fueron reportadas como desaparecidas y halladas muertas tres días después a, exactamente, treinta y cinco kilómetros del último punto de referencia de las mismas.
—Es un patrón interesante. La primera víctima, Ushijima Tamako de treinta años, era una chica normal, sin muchos amigos y bastante callada. Soltera y sin hijos, vivía en el centro de la prefectura de Osaka, trabajando de contadora. No obstante, la segunda víctima, Sayama Haruno de dieciocho años, era una señorita hiperactiva que destacaba como la delegada de su clase, siendo además miembro del consejo estudiantil. —Alice leía los detallados registros del departamento forense.
—Eres nuestra mente criminal, Kazuto. ¿No te viene nada a la mente?
—¿Qué hay del modus operandi?
—Las chicas desaparecen por tres días. El cuerpo presenta indicios de abusos de naturaleza sexual, no obstante, no se hallaron huellas ni ningún resto de ADN u otro elemento en el cadáver de la víctima que pudiera darnos una pista del presunto agresor.
—Probablemente nuestro criminal se deshizo de sus huellas dactilares por sí mismo. Tuvo el tiempo para asear los cadáveres o eliminar cualquier cosa que lo relacionara consigo mismo en todo ese tiempo. O tal vez, realmente se deshizo de sus huellas dactilares—. Acotó Kazuto mientras se terminaba su café.
—Si te refieres a una intervención quirúrgica para retirar todo el pulpejo dactilar, es una posibilidad, cierto. Pero no se imaginan lo indescriptiblemente doloroso que puede llegar a ser eso—. El jefe asintió en dirección a la rubia para que prosiguiera.
—El rostro del cadáver presenta quemaduras de primer grado en los brazos y espalda baja, presumiblemente después del deceso. El carácter griego para omega ha sido grabado en su frente , pensamos que con alguna especie de elemento punzocortante. Desconocemos qué significado puede tener esto y no se me ocurre nada, senpai. El patrón se repite para con las demás víctimas —Alice prosiguió su lectura—. La última era Okabe Yui, de treinta años, profesora de primaria. El registro de su deceso data de hace treinta y dos días.
—Significa que tenemos tres días para una próxima posible desaparición, si nos guiamos por lo anterior.
—No, no tenemos tres días —Kazuto habló por de nuevo—. Lo más probable es que una mujer, joven, de dieciocho años quizá, ya haya sido raptada a estas alturas. Tenemos tres días para encontrarla antes de que sean seis víctimas.
Kazuto tuvo el impulso de tirarse de los pelos mientras leía los informes una y otra vez.
-4-
Las horas habían pasado y el sol se había puesto ya hacía cuestión de un par de horas, cuando el jefe, acompañado de Alice, irrumpió en la oficina de Kazuto quien se hallaba observando los registros anteriores con suma atención.
—¿Jefe? — Kazuto pareció despertar de un sueño al verse interrumpido.
—Me dijiste que estuviera atento si ocurría algo extraño. Por eso estoy aquí.
—Senpai —el rostro de Alice no estaba alegre—. Una joven ha desaparecido, el jefe acaba de atender una llamada directa indicándole sobre una señorita que debió llegar a su casa hace un par de horas. No atiende al teléfono y sus amigos no la han visto desde que abandonó su preparatoria.
Kazuto recibió una tablet de manos de su protegida, que contenía la información más reciente sobre esta peligrosa desaparición. Cuando sus ojos leyeron lo que estaba escrito en aquella pantalla y la fotografía de una señorita con una larga y hermosa cabellera naranja apareció, fue que Kazuto recibió un escalofrío.
—Entonces eres tú, Yūki Asuna.
Fin del Capítulo.
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