¿Qué es un juguete?

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Nota de autor:

Llevo tiempo sin publicar nada.  Es mi señal de disculpas por estar perdida en AO3. La línea temporal o sucesos no tiene nada que ver con los comics o mis otras historias.

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La duda era algo que rondaban las cabezas de cualquier persona. Y Damian no era la excepción. Él pequeño poseía una y mil preguntas, pero jamás llego a imaginarse en está situación tan..., bochornosa. 

Camina de un lado al otro en el pasillo frente a la puerta de fresno tallada, recién pulida y limpiada por el mayordomo de la casa. Repetía la acción observando cada vez que cruzaba por la puerta abierta cómo su padre inspeccionaba los papeles en mano, tratando de que el hombre note su presencia.

Hizo sus pisadas más firmes para llamar la atención del hombre que observaba absorto los archivos con una media sonrisa imperceptible en el rostro.

El adulto ya se había percatado del intento de llamar la atención de su hijo, más, no quiso hacerle mucho caso, quería ver que tan lejos llegaba el chico. Pero al ver como la paciencia del niño se agotaba decidió levantar la mirada y ver como caminaba de un lado a otro frente a la puerta. En un principio Titus lo seguía sin importarle la acción tan repetitiva, pero de un momento a otro el can se dio cuenta de que su dueño no se dirigía a ningún lado, sentándose frente a la puerta viendo con atención como su dueño se desplazaba sobre el suelo. Todo un drama. Pensó Bruce. El niño llegaba a lanzar indirectas que eran tan directas. A veces lograba comprenderlo, Alfred decía que el niño era muy..., penoso. Le daba pena el pedir ayuda o exigir algo que necesitaba, como lo eran sus pinceles y boceteros, para plasmar sus obras de arte que rodeaban los pasillos y habitaciones de la mansión. 

Bruce mira de nuevo como Damian da un paso firme y sonoro, dando la señal que si su padre no responde a su intento de llamarlo, el niño hará una rabieta. Y era de esperarse, con solo 6 años el niño llegaba a ser tan convincente, a pesar de usar una camisa de dibujos animados y unos shorts tan infantiles.

— Damian, hijo, ¿sucede algo? — pregunta el padre dejando su trabajo de lado para prestarle atención a su cría.

— Papá, quería hacerte una cuestión que lleva días molestándome.— declara el niño con firmeza.

Bruce nota como la seriedad está tan clara en los rasgos del niño que lo lira con determinación, dándole a entender que no abandonara la oficina hasta recibir respuesta.

— ¿Qué clase de cuestión?— decide preguntar esta vez con más intriga.

 El niño respira con pesadez tratando de reunir el valor suficiente para continuar.

— ¿Qué es un juguete?— la pregunta sale con toda naturalidad. Sabe que el niño tubo que haber buscado en toda la biblioteca algún libro que abarcará el tema. Pero como lo imaginaba, había encontrado la decepción al ser un conocimiento general para las personas de su nuevo mundo -casi nuevo mundo-. El niño había vivido gran parte de su vida con su madre en Arabia, otra parte en reino Reino Unido, en una mansión alejado de la sociedad en sí. Talía había criado al niño rodeado de arte y cultura, tanto en combate, como lo era al momento de plasmarlo. 

Bruce parpadeo con sorpresa, el niño tenía muchas cosas que le había pedido y el había accedido sin rechistar, era su hijo pequeño, el bebé de la mansión. Jamás se percató que Damian carecía de un sencillo juguete.

Si, le compraba todo lo que pedía. Pinturas, pinceles, libros; hasta un violín de la mejor calidad. Y una espada hecha a su medida para que pudiera empuñarla sin problemas.

Ahora que lo piensa. No son peticiones comunes en un niño de apenas 6 años.

Mira como su hijo se cruza de brazos y su vista se dirige a sus zapatos.

— ¿Por que la pregunta?— Bruce siente como su intriga crece con cada segundo.

Damian solloza en silenció.

Bruce trata de entender, une puntos, tratando de comprender de donde nació la pregunta del niño.

— Hoy en la escuela, unos niños estaban jugando con dos carros de escala en clases. La profesora había dicho que los juguetes estaban prohibidos dentro del aula. — Bruce lo miraba con atención, asintiendo en afirmación para que Damian sepa que lo está escuchando.— De un momento a otro, todos comenzaron a sacar esos dichosos juguetes de sus mochilas. ¡No entendía que hacían con eso! Unos niños del salón se me acercaron preguntándome si no iba a jugar. Les expliqué que yo no cargaba algo así.— los sollozos habían incrementado mientras Damian se mantenía en la misma pose.— Hijo...— Bruce pronuncia con lastima imaginándose lo que pudo hacer

— Me acusaron de ser un bicho raro.— Bruce se levanto de su asiento para estar frente al niño que se aferraba a su propia camisa con fuerza— Detesto que me vean así.

Bruce suspiro comprendiendo la situación.— A veces los niños son malos.

Damian solo arrugó el seño y miro a su padre con enojo.

— Si eso es maldad¿ yo que sería?— preguntó Damian quitando todo rastro de tristeza. Sus mirada se volvió afilados y su rostro era de completa seriedad estoica.

Bruce se queda sin palabras. Sabe como Damian se ve así mismo, el no desconoce de los pensamientos que invaden la mente de su niño. Se percibe así mismo como un monstruo.

No lo culpa.

Cualquiera que vive segado pensaría igual. Aún le cuesta hacerle entender, pero el niño aprende rápido, es capaz de ver que todo lo que creía malo y débil a sido una fuente de calor en su pecho, el mismo que le causaba sonrisas cuando nadie lo veía.

— Tu eres mi hijo. A comparación de ellos, sabes que no puedes burlarte de algo como esto, seria algo...—guardo silencio pensando en una palabra adecuada para proseguir su platica.

— Estúpido. Esa es la palabra: Estúpido.

Damian interrumpe a su padre sin importarle lo que en verdad quería expresar el mayor. 

Bruce solo asiente y revuelve el cabello negro del niño. A veces le cuesta aceptar de que a crecido tanto.— Como digas.— Bruce se pone a su altura para poder verlo a los ojos y continuar— ¿Tú quieres un juguete?

Damian puso los ojos en blanco. No quería uno, diablos para que querría algo así. No es como si necesitará algo con que abrazarse en las noches de tormenta, o si quiera contarle cosas que se niega a contar a alguien más, no tiene sentido adquirí un artículo poco digno del hijo de Batman.

— ¡Tonterías! Para que quisiera uno de esos.—repudio cualquier acto infantil. Si, ya le habían dado una charla sobre que era normal a sus  6 años  de edad.

Bruce examinó el rostro y acción de su hijo, sabe que el chico no evade la mirada al menos que oculte algo más.

— Bueno, entonces podrías tenerlo de decoración. Como lo hace Tim.

— No es una opción, padre. No quiero una figura de acción.

— Ya veo que tal ... ¿Un peluche? —Bruce noto como la seriedad de su niño se volvió uno de curiosidad.

— ¿Un peluche?—  repitió la cuestión, saboreando la palabra como si antes la hubiera escuchado. ¡Oh! ¿Era acaso lo que Dick le regalo al bebe Jon?

— Si.

—Mhm—  Damian no tenia palabras, ¿Qué se supone que diga? :— "Padre, adquiere ese tal peluche para mi" .  No, no puede ceder ante sus instintos infantiles. Tal vez los otros se burlaban para ocultar la envidia de que Damián tuviera mejores cosas que hacer que adquirir un estúpido y aburrido juguete.

Ya habían pasado dos días después de esa charla con su padre, no le importo el hecho que a la mañana siguiente los niños ya no se le acercaban. El no tenia que lamentarse por ser apartado por los mimados de sus compañeros.

  ¿Quién los necesita?

El se divertía mucho estando solo en los columpios viendo como sus pies se balanceaban sin tocar la tierra húmeda, viendo como un par de niños jugaban con figuras de superhéroes o sus peluches a unos pocos metros de él. 

Su corazón se estrujo al escuchar a uno de los niño de su clase gritar a todo pulmón que su mamá era la mejor al comprarle— lo que parecía— ser el ultimo peluche coleccionable de Batman.

A Damian no le importaba, como podría, su mamá nunca le hubiera regalado algo así, ella era una mujer ocupada que no tenia tiempo de regalarle algo como eso. 

Pero en el fondo sentía como un corazón latía con rapidez, como su pulso se aceleraba y sus ojos verdes se volvían en una laguna de lamentos. Se sentía miserable, y todo a causa de un estúpido juguete. Moría por tener simple muñeco, aunque sea uno pequeño. Todo sea por demostrar que su mamá y papá lo querían.

Y hay lo entendió. Murmuro un montón de barbaridades eh insultos. No quiera algo que abrazar, quería un detalle que le recuerde que el importa, que le importa a su papá.

Una maestra que pasaba por allí se acerco  a el tomándolo de la mano, llevándolo dentro de las instalaciones de su escuela, alejándolo del patio de juego donde estaban los otros niños. Sabia que estaba llorando, a causa de eso todos lo miraban, todos querían consolarlo, pero el no quería a nadie.

— Sr. Wayne—  escuchó como su maestra llamaba a su padre. Quería gritarle que parara, que no debía llamarle, el era bueno, no tenia porque molestar a su padre. Lo había prometido, por su honor. No debía ser reportado por mal comportamiento. fue lo único que pidió Bruce. Él lloro, lo hizo en publico.  Merecía un castigo. Pero ya no importaba, lloraría de una vez por todas hasta que su padre lo venga a recoger y castigarlo por tal muestra  de debilidad. 

— Damian—  la voz sutil y áspera de padre era algo que solía ponerle los pelos de punta.

Quería darle una y mil explicaciones respecto a lo sucedido. ¡No tenia la culpa!

 Esperaba que al abrir los ojos se encontraría sobre una mirada de enfado y de  deshonra, una que odiaba ver, pero, fue  todo lo contrario, eran unos ojos azules totalmente calmados, con un brillo genuino.— Vamos a casa.

El camino a la mansión fue silencioso. Sabia que Bruce no preguntaría por lo sucedido. Él era el detective después de todo.

al llegar a su destino se bajo del auto sin decir nada, sin saludar al mayordomo, o si quiera saludar a sus mascotas que lo esperaban en toda la entrada de a mansión. Solo quería encerrarse en su habitación y ver aquella serie que Dick le recomendó, para pasar el rato antes de despedirse de su padre cuando este fuera a patrullar.

Cuando el reloj toco a media noche, se levanto con pereza de la cómoda cama que compartía con Alfred el gato. Caminando con pesadez hasta llegar a la cueva donde su padre se preparaba para el patrullaje junto a Tim.

— ¿Demoraras?— pregunto arrastrando las palabras mientras su puño sobaba sus ojos en un intento de despabilarse.

 —No.— contesto sin voltearse a ver al niño.

Tim no dijo nada al respecto,  solo miraba con gracia la situación.

— Bruce—  llamo al adulto—  ¿No que querías darle algo al demonio? 

El niño miro con intriga al adolescente. Bruce  volteo a ver a Tim con molestia como si dijera con su mirar:— "Gracias por arruinar la sorpresa"

—¿De que hablas?

Bruce se volteo para encarar a Damian, dejando ver una caja verde con detalles dorados en sus manos.

— Iba a ser una sorpresa.—  se justificó el caballero de la noche entregando la caja de regalo.

Damian la tomo entre sus pequeñas manos. La caja llegaba a ser casi de su tamaño. Examino cada detalle del obsequió con sumo cuidado de no estropear el contenido desconocido. 

— ¿Es para mi?—  pregunto incrédulo de lo que acababa de pasar. Bruce asintió en afirmación. 

Coloco el objeto en el suelo, sacando con cuidado la tapa. Apenas sus ojos verdes pudieran visualizar el objeto sintió que su cuerpo dejó de funcionar. En algún momento sus ojos se empañaron y sus manos gorditas soltaron la tapa de cartón para dirigirse a  tomar con cuidado aquel regalo. Quedo hipnotizado por la criatura que cargaba en brazos, lo apegó a su pecho para olfatear la superficie. Olía bien, a lavanda. Sus manos apretaban la tela felpada del peluche. Era suavecito, demasiado abrazable, definitivamente era  un lindo regalo. Un lindo caballito marrón de felpa.

Su cuerpo se estremeció, soltando pequeñas descargas eléctricas. Sentía la necesidad de mover sus pies y dar pequeños brincos. 

Bruce solo veía con una sonrisa como su hijo soltaba pequeños chillidos mientras examinaba el peluche ente sus manos. 

— ¿Te gusto? — Tim se atrevió a preguntar.

Damian lo miro con una sonrisa única, mostrando todos sus dientes de leche en el proceso, estaba feliz, y se podía notar desde lejos. 

Dmian cerro sus ojos en un triste intento de contener un grito agudo. 

—  ¡Me encanta!— dijo entre chillidos corriendo hasta donde Bruce para abrazarlo. Claro que el niño apenas le llegaba a la cintura, bueno, al muslo en si.— Gracias, gracias, gracias.

Bruce solo se digno a cargar al muchacho y abrazarlo mientras el niño sujetaba con fuerza su nueva adquición para no soltarlo.

Tim solo sonreía desde lejos, tratando de grabar todo para poder enviarlo al chat familiar. Dick bombardearía al pobre niño con peluches el resto de su vida. 



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