Parte 8
en ese preciso instante se oyeron unos estruendos claro, me asusté cuando me percaté de que eran nuestros estómagos, nos pusimos aún más colorados que antes, y volvimos a reírnos como unos niños. Yo era una, pero verle a él me daba la impresión de que en otra vida había sido un niño, pero sin alegría, sin nada que le divirtiera.
En aquel momento, apareció un joven con un atuendo de blanco como los de la antigua Roma y nos brindó la cena a los tres. En aquel momento, nos dimos cuenta de que se trataba de una ensalada de patatas, entre otras comidas muy ricas. A continuación, observé el agua que había dentro del vaso, tan cristalina que parecía mentira que existiera.
Dado que es cristalina y natural, me la bebí. A continuación, ingerí lo del Plato y luego lo dejé en la bandeja de cristal que había en la mesa de noche. En aquel momento él trató de abandonar la habitación otra vez ya que por culpa de los ruidos de nuestros estómagos no pudo, pero ahora era distinto ya que yo lo impedí, Sin embargo, me gustaría conocer el motivo por el cual me protegió de aquellas personas sin tener conocimiento alguno o eso era mi intención. Él se volvió a mirarme a los ojos, quizás sabía lo que quería saber. Me dio una respuesta un tanto extraña. La verdad no lo dijo con palabras, solo me puso la garra en mi cabeza.
lo dijo con palabras, solo me puso la garra en mi cabeza.
-La vida da palos, al igual que los humanos, pero ser buena es una maldición, solo te puedo decirte- dijo con tristeza, solo se me ocurrió abrazarle. No sé por qué pero me sentía segura en sus grandes brazos deseaba que ese instante no tuviera que terminar en ningún momento, pero en un movimiento Veloz se soltó pero me dio un beso en la frente.
-Tranquila, solo será durante un tiempo que actué de esa forma tan tonta solo que es algo tímido dijo Gabriel algo triste no era tristeza, era otra cosa, no sé lo que podía ser, pero algo si sabía que esto sería una aventura muy peculiar.
Dado que ya estaba cansada, me dejo sola en la habitación, haciéndome una reverencia antes de marcharme. No tenía idea de qué podía hacer, no estaba en mi hogar ni nada, así que me puse cómoda como pude. Abrir el armario vi que había mucha ropa de mujer, además eran de mi talla. A continuación, abrí un cajón y encontré una enorme cantidad de pijamas de lana muy suave, y además ofrecía una gran protección contra el frío.
Me quité mi ropa para dejarla en una silla que había al lado del armario, luego me puse el pijama que era camiseta de manga larga y el pantalón, además era de color amarillo. Cuando cerré los ojos, me quedé dormida completamente en aquella cama tan grande.
En ese instante, la puerta se abrió. No sé quién era, ya que estaba profundamente dormida. No hacía ruido al andar ni nada quería despertar. Tenía las pulsaciones a mil que parecía que se me iba a salir del pecho. No pude, tenía miedo de que incluso mi cuerpo empezó a temblar como una hoja pensando que podía ser esa mujer con sus hijos.
Pero aquella extraña presencia se sentó a mi lado entonces fue cuando abrir los ojos y seguía acariciándome con una delicadeza sobrehumana que incluso me estremecía un poco.
-Tranquila, nunca te haría daño. Prefería morir antes de hacerte el menor de los daños. Solo estaba preocupado, pero sabiendo que estas bien me voy te dejo tranquila- dijo con tristeza.
Su voz era rara y no sé cómo triste o pesar por algo. Me sentía estúpida por no poder ayudar y quería llorar, pero él me impidió ver lo que intentaba hacer.
-Gracias, pero siempre habrá motivos estúpidos para llorar. No te preocupes por nada, me quedaré hasta que te hayas dormido, princesa mía- dijo con suavidad
Me volví a dormir, pero mirándole a los ojos quería asegurarme de que no estaba loca. Tenía sueños agradables, pensé que tendría pesadillas, pero no fue así. Soñaba que estaba en casa con mis padres y mi madre sonriéndome. Además, tenía un cetro de forma de luna creciente que se me acercaba para entregándomelo, dándome un abrazo para despedirse.
Cuando quise decirle adiós, ya había desaparecido, incluso ya estaba despierta. Me sorprendió ver las dos cosas que encontré al animal y el cetro de forma de luna creciente quería levantarme cuando lo desperté.
-Buenos días, ese cetro me suena de algo y más la apariencia que tiene no es de extrañar- dijo mientras observaba al cetro que tenía en mis manos. Yo lo observé como si nada hasta que recordé que no tenía idea de su nombre, cosa que él se percató y me sonrió dejando de observar el enigmático cetro.
- Perdona, mi nombre es Shimo, a decir verdad nadie me llama así desde hace años o milenios, creo- dijo con tristeza, pensando que había metido la pata por no haber preguntado antes.
-Lo siento mucho, es preferible llamarte por un nombre que por un animal o bestia, ¿no crees - dije con un gesto de timidez que apenas se me notaba o eso creía ya que él me miraba con una expresión de humor divertido.
-Bien, si tú lo dices, además debes levantarse, quiero enseñarte algo, no tardes por favor- dijo con alegría, cambiaba de humor cada dos por tres, eso me causaba un poco de miedo, pero aun así lo olvidaba al instante.
Me levanté de la cama para acercarse al armario y ver qué podía ponerme. Para hoy, además, no me iba a desnudar delante de él. Madre mía, que vergüenza, así que cogí el primer vestido para ocultar mi rostro con él.
Me miro con una expresión divertida, aunque me daba algo de miedo, pero como había dicho antes, se me iba al instante.
Me marcharé, da una voz para que Gabriel te recoja- dijo mirándome divertido y me dejo en la habitación sola.
Además, el vestido era muy elegante. A mí, las cosas elegantes no me llaman la atención. Incluso no me veía bien. Por lo tanto, lo deje en el armario para tomar algo más cómodo como un chándal, ya que hacía frio y no me agradaba mucho que digamos por el tema de resfriarme. Posteriormente, adquirí unos calzados de deporte confortables con el fin de desplazarse a donde deseaban llevarme, Posteriormente, procedí a retirarme de la habitación, no esperaba a la llegada de la persona, por lo que, al salir de la habitación, observé un largo corredor.
En aquel momento, choqué con una niña de unos nueve años que me observaba de arriba para abajo, sin duda yo no podía apartar los ojos de encima hasta que viene alguien con unos pasos que daban miedo, además. La joven, sabiendo a quién le correspondía ese asombroso caminar, se ocultó detrás de mí.
-Por fin te doy contigo, vamos, hay que bañarte, sino no comes hoy, ¿me has oído señorita? - dijo la voz con enfado cuando me di cuenta de quién podía ser. Fue cuando apareció con cara de pocos amigos exacto era Shimo, con su cara de degustado. La niña lo miró con miedo, pero él sabía lo que la pequeña era capaz de hacer a pesar de su apariencia.
-No me gusta bañaros, vos ya que lleváis un siglo sin bañaros, además de tener un olor desfavorable- Expresó la infante con un gesto de picardía y enseñando la lengua, lo cual le causó un aprieto de narices. Además, se había visto afectado por la falta de pigmentación en su cabello. Lo enfureció mucho, pensé que la cogería de un puñado y se la llevaría a la fuerza.
-Está bien, esto te importaría bañarla, además es muy tozuda cuando se trata del baño- dijo con algo de vergüenza, cosa que yo accedí de momento.
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